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Masquerade (SeMin) por ExoLadyKass

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Notas del fanfic:

Cuando hice este fic en la canción de mismo nombre de los Backstreet Boys (clic Masquerade).

 

En realidad este fic es una promesa que le hice a una persona que hoy no quiere ni verme... sí, es para ti y te pido que por favor lo leas. Estoy arrepentida y el silencio entre nosotros me ha hecho pensar muchas cosas. Perdón por enésima vez. Volvamos a ser amigos ¿sí? ¿Recuerdas el regalo que les tenía a ustedes dos? Da clic aquí. Lo hice para ustedes. Me he dado cuenta del error que cometí al permitir ciertas cosas. He cambiado, lo juro. Sólo dame la oportunidad de empezar de nuevo. Háblame... y déjame hablarte...

Notas del capitulo:

Me dije que sería one-shot pero me han dado ganas de más. No prometo nada.

Mi jefe era una persona muy activa y social y la verdad me encantaba ser su secretario, nuestras personalidades eran muy contrastantes pero a la vez compatibles y bueno… la paga era muy buena. Había sido una semana agotadora y  nos merecíamos un domingo descansado. Ya teníamos planes para el sábado en la noche. Algo le había oído a él de una fiesta de cumpleaños y yo saldría a cualquier club que me encontrara después de tanto tiempo deprimido por un viejo amor. ¡Ah! Qué deliciosa se nos pintaba la soltería para este fin de semana de diversión. Ya estaba arreglado, o algo parecido, y sólo amarraba las agujetas de mis converse cuando mi teléfono celular sonó.

 

— ¡Baozi! ¡Perdóname! —era mi jefe con su voz chillona que se le hacía cada que estaba asustado.

— Luge, ¿qué pasó? —contesté con desgana. Tanta era nuestra compatibilidad que teníamos la confianza de tratarnos como viejos amigos.

— Me confundí de carpeta. Tienes la que tiene que firmar Kim Jongin.

— ¡No! — Todo el trabajo que habíamos hecho era para lograr un contrato jugoso para levantar económicamente a la empresa de un posible fracaso. Pasamos la auditoría con excelentes calificaciones pero sólo faltaba el contrato. Sostuve el móvil pegado a la oreja apoyándolo en mi hombro derecho. Busco en mi maletín la dichosa carpeta. Rodé los ojos al ver que efectivamente el contrato lo tenía yo— Aquí está.

— ¡Perdón! Pero ¿podrías traérmela?

— Uh…

— Por favor… sé que tienes planes pero no te tomará nada.

— ¿Dónde? —sabía que si me oponía me iba a estar suplicando y de todos modos iba a ceder. Quise ahorrar tiempo.

— El hotel que habito —casi se me caen los papeles al piso.

— ¿Qué? No estoy vestido de forma adecuada.

— ¡Vamos! Lo traes y te vas —ahí venían las súplicas de nuevo.

— Está bien Luge —vi mi aspecto en el espejo—. Puf… ya voy.

— ¡Gracias Baozi! —colgó.

 

Metí mi teléfono celular en el bolsillo del pantalón así como las llaves de mi departamento cuando lo hube cerrado. Tomé un taxi y, al llegar a la entrada del hotel, me armé de valor. Tenía que ir al piso 18 y el elevador principal estaba muy concurrido. Me acerqué a la señorita que atendía en recepción.

 

— Disculpa, ¿hay otro elevador que pueda ocupar?

— Sí, al fondo del pasillo —su tono me hizo dudar. La miré con sospecha.

— Funciona ¿verdad?

— En las noches no tanto… —la señorita titubeó.

— Ok —no le di importancia debido a que todavía era la tarde—, gracias.

 

Me dirigí al elevador, disfrutando del eco de mis pisadas por el corredor. En realidad era la soledad la que me daba ese confort. Era un hotel de los buenos, para gente con demasiado dinero y yo andaba vestido… así. Eran unos jeans raídos y una playera negra, vieja y deslavada de un superhéroe que alguna vez me regalaron. Quería salir esta noche pero nunca dije que lo hacía de buen humor. Era un acto desesperado por salir de la rutina y despejarme de esa estúpida depresión. Luego estaban mis Converse, que deberían ser blancos pero tenían en realidad un tono grisáceo. Yo era… soy, un chico muy pulcro pero me había abandonado a mí mismo los últimos meses.

Pensar en la suciedad de mi aspecto me hacía arrepentirme.

Le hubiera dejado los papeles en recepción… pero son confidenciales… no, muy mala idea.

Iba pensando. En la carpeta estaban datos, números de cuentas, cantidades… no, al menos yo no iba a echar a perder la empresa para la cual trabajo, ¿dónde le iban a pagar tanto a un secretario? ¿Dónde tendría un jefe estupendo como Luhan?

Me subí al elevador. Emitió un chirrido al arrancar. Sus paredes y techo estaban cubiertos de espejos.

Es un tanto más peligroso… no basta con tener el impacto si se cayera esta cosa, sino además los vidrios incrustados… ¡bueno, ya!”

Continuaba hablando conmigo mismo. Era un simple elevador… al fondo del pasillo… para nada frecuentado… el cual, por fortuna, me llevó en segundos a donde mi jefe. Al verme contuvo la respiración.

 

— Por esto no quería venir —abrí los brazos y giré para que viera bien mi atuendo. Luhan meneó la cabeza.

— ¿Así ibas a salir?

— Confórmate con saber que saldré.

— La carpeta.

— Ten —la extendí frente a él. La abrió y acomodó los papeles que en mi búsqueda yo mismo desordené.

— Espérame aquí.

— Pero…

— Espérame — me tuve que quedar en contra de mi voluntad.

 

A veces olvidaba que Luhan era mi jefe y me molestaba que me diera órdenes. No pude evitar moverme algunas veces al ritmo de la música que sonaba estrepitosamente al otro lado de la pared. Mi jefe salió al fin.

 

— Gracias —me abrazó.

— De nada. Me voy —me dirigí a la puerta para salir.

— No no no. ¿Vienes a la fiesta y te vas sin entrar?

— Ya tenía planes.

— ¿Así? —Señaló mi vestimenta—. Además, salvaste la empresa de quebrar.

— ¿No me dejas irme a cualquier club vestido así y pretendes que me quede a tu fiesta en este lugar? Algo te falla aquí —toco mi sien.

— Oye, no estoy loco.

— ¿Y cómo es eso de que salvé la empresa?

— Jongin está dentro y ya firmó —abrí mis ojos por la sorpresa. Pero en seguida entendí.

— ¿Qué le hiciste?

— Shh… —mi jefe tenía una forma peculiar de convencer muy… poco ética pero gozadora—. Mira ponte esto —me dio una chaqueta negra de cuero con adornos que cambiaban mi imagen a grandes rasgos al probármela—. Ya estás, ¡quédate!

— No…

— Ibas a cualquier club ¿Por qué no entras a la fiesta? ¿Es por la ropa? Bah. Yo tengo tu misma playera sólo que no me la has visto. Además, ya te ves mejor.

— Vale…

— Kekeke… ¿te quedarás y no huirás? ¿Seguro?

— Me quedo.

— Perfecto —dio palmaditas en el aire—. Ten mi máscara.

— ¿Uh?

— Es una fiesta de máscaras y yo no podré estar, tengo que acabar con Kim —señaló con su pulgar la puerta por la que había ido y vuelto hace unos momentos.

— Pero…

— Tranquilo —puso una mano en mi hombro tratando de darme confianza. Me estaba obligando prácticamente a ir a una fiesta donde no conocía a nadie. Pero… ¿no era ese mi objetivo de hoy en la tarde? ¿Conocer gente nueva?—, conozco a todos los invitados y si te llegara a pasar algo, hay cámaras filmando el evento —Luhan sabía mi temor sin decirle nada. Si no fuera por el poco tiempo que llevábamos trabajando juntos, diría que es mi mejor amigo.

 

No sé por qué me espanté… era obvio que filmaban en este hotel, además, estaría tras del anonimato de una máscara ¡Qué diablos! La máscara de Luhan era preciosa. Negra con plumas de pavo real. Perfecta para mí y lo que llevaba puesto. Mi inseguridad desapareció al contemplarla. Llegué a preguntarme si de verdad habrá confundido las carpetas o fue una trampa para que yo fuera a su fiesta. Mi jefe ya me había abandonado para clavarse con Jongin.

En fin, respire profundo, me puse la máscara y entré. Me voltearon a ver pero pronto abandonaban mi rostro para volver a su plática. Me hubiera abochornado de otra manera ya que pasar por desapercibido era lo que en esos momentos quería. Bailé solo toda la noche, no fui la bastante temerario para acercarme a cualquier tipo que no supiera su identidad. Me dio sed. Al dirigirme a la barra vi un chico sentado dándole la completa espalda a la fiesta como si no le interesara. ¡Pero qué espalda! ¡Dios, qué piernas! Mi vista bajó a su trasero y perdí el aliento. Llegué a la barra y pedí.

 

— Me da una —señalé lo que fuera que él hubiera tomado. El objetivo era llamar su atención.

 

Esperando a que me dieran mi copa, contemplé por primera vez en mi vida lo que era el perfil de un dios griego. Boca pequeña, nariz recta, mentón afilado y ojos… cerrados. ¡Bah! Su máscara era de un azul rey muy potente. Fue cuando me acordé de ver cómo iba vestido. No era mucho. Parecía disfrazado de millonario como yo. Sonreí para mí mismo pues toda la gente creía que yo pertenecía a su clase. Sólo vestía un pantalón negro de vestir, zapatos de charol y una camisa azul rey con las mangas dobladas hasta la altura de sus codos la cual le quedaba muy pegada al cuerpo. Contemplé esos duros brazos hasta que el barman me dio un vaso de agua.

 

— ¿Agua?

— Es lo que pidió —señalé hacia el chico y el barman asintió.

— Sí —dijo el aludido.

 

Su voz era un tono grave exquisito. Lo miré y él seguía con los ojos cerrados pero su boquita dulce se curvaba en una sonrisa. ¡Arg! Me estaba volviendo loco. No me había percatado de que su cabello era de un tono platinado que no había visto en nadie más… no, sí lo había visto en alguien. Al fin abrió los ojos y ambos nos sorprendimos. Al menos por mi parte fue por la sensualidad con la que me miró.

 

— Tú no eres de aquí.

— Borracho irrespetuoso.

 

Me alejé alterado por haber sido descubierto con tan sólo una mirada. Además, ¿quién se cree para tutearme? Seguí bailado pero ahora el tipo aquél no me quitaba la mirada de encima. Ahí, lejos de él, le encontré un enorme parecido a uno de los socios mayoritarios de nuestra empresa… sí, era tremendamente parecido, pero tenía entendido que estaba atendiendo asuntos importantes en otro país ¿o aquí? Bueno, daba igual, nuestro socio Sehun me parecía sabroso y si no era para mí deseaba toparme con algún gemelo perdido que tuviera. La vida me lo había regalado y lo tenía frente a mí.

Pero repito, no era lo bastante osado como para acercarme a un desconocido. En un juego de intrigantes miradas me le desaparecí o eso creí. Salí de la fiesta dispuesto a descansar en mi departamento, ya me había cansado de ese ambiente. Cuando las puertas de ese elevador se abrieron, lo vi en el reflejo detrás de mí.

 

— ¡Joder! ¡Me espantaste! —él hizo caso omiso y se metió al elevador conmigo. Pulsó el botón para el piso 10 y yo de planta baja. Después pulsó el 3 y sonrió. Al llegar al piso 10 el elevador simplemente se detuvo. Respiré profundo para no caer en pánico.

— ¡Demonios! Olvidé que de noche no…

— Tranquilo, siempre ocurre en el 10 —dijo mi acompañante.

— ¿Tú a cuál piso vas? —la pregunta salió por curiosidad.

— Al 3 —ah… ya… — ¿Por qué? —Se acercó a mí por detrás— ¿Te da miedo estar encerrado?

— No, pero morir ahogado, sí. Y… ash… estúpido verano —hacía un calor infernal en ese lugar. La ropa se me adhería al cuerpo por el sudor, aumentando todavía por la chaqueta de Luhan. ¡Ah! No se la devolví. Ya se la daría en el trabajo. Y el elevador no se movía— ¿Cuánto demora así? —ya empezaba a colmarme la paciencia.

— El tiempo suficiente… —fue cuando ocurrió. Sus manos se pusieron en mis caderas atrayéndome a él con un firme movimiento. Exhaló en mi oído— podríamos morir felices.

—Sé quién eres… Oh…

— Mucho mejor, así sabes qué nombre gemir…

— Esto no ayuda con el calor…

— Pero sí con los nervios ¿no? Tu nombre —exigió.

— Minseok.

— Ah… El secretario…

 

No supe ni quise saber cómo supo ese dato. No me había dado cuenta que sus manos ya me rodeaban. Me bajaron la bragueta e introdujo una de ellas para acariciar mi miembro por encima de la tela del bóxer. Estaba siendo su juguete y me gustaba esa forma de masaje. Su caricia me nublaba la vista y verlo reflejado en los espejos me excitaba más. Comencé a jadear, cuando el elevador se movió al fin. Di un respigo.

 

—Tranquilo —y siguió masajeando mi extensión. En ese abrazo pude sentir la erección del platinado contra mis nalgas haciéndoseme agua la boca. La puerta se abrió en el piso 3— ¿Vienes? —pero yo me desplacé hipnotizado.

 

Era una pregunta realmente estúpida para como me tenía, o quizás fue para ver lo dominado que estaba. No sé. No nos esperamos a llegar a la cama. Al cerrar la puerta, me arrimó a la pared y comenzó a besar mi cuello. Yo buscaba ansiosamente desabotonar su pantalón, fallando en mi desesperación. Él se rio.

 

— ¿Puedes esperar un minuto?

 

Estuve a punto de negarme pero callé cuando vi que su minuto era para desnudarnos. Fue tan ágil que lo hizo antes que yo y me ayudó a desvestirme a mí. Dirigí mi mirada al piso a mi izquierda para memorizar que ahí cayó la prenda de mi jefe. No debía olvidarla para no darle explicaciones de que la olvidé en el departamento de uno de nuestros socios. Sacudí la cabeza para volver al momento. Antes de continuar nos quitamos los antifaces mutuamente.

 

— Oh —dijimos al unísono. Yo, confirmando su identidad y él… no sé, no puedo leerle la mente, a pesar de que soy bueno en ello. Me rodeó en sus brazos con tanta fuerza que pude treparme a él.

— ¿Listo? —Asentí e introdujo su larga virilidad sin contemplaciones en mí mientras que su lengua se enrollaba con la mía. Lancé un grito separando nuestros labios.

— ¡Por dios! ¿Es una broma? —se carcajeó.

— ¿Molesto?

— No… no me importa —el dolor se estaba mitigando y el placer se asomaba—. Hazme lo que quieras.

— Perfecto —y así cargado como me tenía se dirigió a la blanda cama y se acostó dejándome montado en él—. Si eso quieres, gánatelo —fingí sentirme ofendido pero después le sonreí. Me levantaba y sentaba sobre él. Estuvimos buen rato galopando, apoyándome en la pared de vez en cuando, y ya estaba acostumbrado a su tamaño por lo que el dolor ya no era un obstáculo. Tocábamos, acariciábamos, besábamos, mordimos y nos uníamos más y más hasta ser uno sólo—. Muy bien, cachorrito, ahora te toca.

— Como digas muñeco —nos giramos y sujetó mis piernas, separándolas más.

 

Comenzó lentamente, pero sus embestidas eran cada vez más fuertes. Se me apagaban las luces una a una cuando sus delicados dedos sujetaron mi pene para deslizarse por él al mismo ritmo que me penetraba.

Casi… casi…

Le sujeté de las nalgas para acomodarlo y llegara a . Con un movimiento leve lo logró y vimos estrellas. Fue divino, sincronizado, orgásmico. Su semilla inundó mi interior y nuestros pechos se vieron salpicados por mi propia esencia.

 

— Joder… Min… eres… maravilloso… —y se acostó a mi lado.

— Tú eres espectacular. Agradezco que no estés borracho.

— Yo igual —jadeábamos—. Mañana debo irme temprano. Dormiré. Tú haz lo que quieras —me abrazó y cerró los ojos.

 

¿Lo que quiera? ¿En serio me estaba dando ese permiso? Sonreí con malicia. Comencé a recorrer con la yema de mis dedos parte de su espalda, jugaba por sus brazos. Cuando la curiosidad ganó. Bajé mi mano más y más y confirmé que era imponente. Cuánta gracia me daba que su extensión de carne reaccionara al roce de mis dedos.

— Mmm ya te quedarás dormido y me vengaré —al parecer él aún no se dormía.

— Perdón, aunque en realidad no estoy avergonzado —solté una risa floja.

— ¿Ah, no?

— Sorry not sorry.

— Eso está mal. Tendrás que aprender la lección.

 

Me puso boca abajo y se movió de la cama. Me abrió las piernas y tomándome de las caderas me levantó para tenerme a cuatro a su completa merced. Y me penetró de nuevo. Nuestros cuerpos ya se conocían y los movimientos ya eran a velocidad moderada. Los gritos y gemidos eran la música clásica. El orgasmo llegó más pronto pues Sehun ya conocía el camino a ese punto que me hacía enloquecer.

 

— ¿Entendiste? —dijo recostándose de nuevo a mi lado.

— Te diría que no para seguir, pero tienes que dormir ¿no?

— Por favor —y nos quedamos profundamente dormidos.

 

Me la pasé soñando lo sucedido reviviendo de nuevo las arqueadas, el sudor y el compás. A la mañana siguiente un rayo de luz cayó directo a mis ojos y me despertó. Sehun ya no estaba ahí.

 

— ¡Se me fue! —tenía la esperanza de tener otro derroche como  los ocurridos.

 

Mas no se fue sin dejar nada. En donde debía estar él me dejó una nota y la máscara azul.

 

Estuviste apetitoso. Quiero repetirlo. Haré una fiesta. Te jefe te dirá. Ponte la máscara.

Notas finales:

UnU

Espero que les haya gustado.

Si quieren más, háganmelo saber.

Ojalá lo lea hasta aquí.

 

Dejen su review.

chu~


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