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Canto susurrado por HashiraZac

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Notas del capitulo:

Este capítulo ha resultado todo un reto para mí precisamente porque hacía muchísimo tiempo que no describía lemon.

Espero no decepcionaros. Os aseguro que no encontraréis nada burdo.

Hacía calor y la tarde invitaba al paseo y a la contemplación del centro de la ciudad en buena compañía. Ellas habían elegido la mejor opción: disfrutar de la degustación del parfait estrella de la heladería en la que empezó todo. La primera vez que salieron a dar un paseo para consolidar su amistad decidieron entrar en aquel lugar, simplemente por curiosidad, ahora se encontraban allí precisamente celebrando su aniversario. Era irónico.

La sonrisa que Nozomi le brindaba cada vez que sus miradas se cruzaban, en íntimo sonrojo, le pareció el mejor regalo para aquel día. Su simple presencia era un obsequio de incalculable valor.

-Ericchi… -murmuró la muchacha, sacando de sus cavilaciones a la rubia-. ¿Me acompañas al baño?

Ella la miró de arriba abajo mientras se levantaba.

-Claro –respondió poniéndose en pie para seguirla.

Al llegar al pasillo que daba paso a los servicios, Nozomi empujó la puerta del de señoras.

-¿Te sujeto…? –dijo Eli señalando su maletín distraídamente.

No le dio tiempo a más. Justo en ese momento Nozomi tiró de la solapa de su chaqueta, arrastrándola con una fuerza sobrehumana al interior del aseo y uniendo sus labios en un húmedo beso cargado de pasión desatada a punto de desbordarse.

-¿N-nozomi…? Aquí no…–fue capaz de balbucear en un segundo de pausa.

-Shh… no digas nada… –le susurró la otra, posando el dedo índice sobre los labios de la rubia y mirándola con ternura- tan sólo bésame.

Aquella sutilidad en sus actos, la destreza de sus acciones, el tacto de su piel, las curvas de su cuerpo, el deleitoso contorno de sus labios al fundirse con los de ella en alocado brío y desatado fervor oculto. Las caricias hablaban por sí solas y las manos moldeaban sendas figuras femeninas en aquel encuentro ocasionalmente inesperado, al menos por parte de Eli.

La luz del baño parpadeó pero no les importó, si la gente esperaba afuera tampoco, y si las escuchaban, menos; nada era lo suficientemente relevante como para sacarlas de aquel estado de profunda devoción mutua.

-Ericchi… creo que sería mejor…

-No pienso parar –hizo una pausa mientras se apegaba a ella violentamente, acorralándola contra la pared, mirándola a los ojos con absoluta seriedad pero sin perder aquel brillo de ternura que siempre adquiría su mirada cuando se trataba de Nozomi-. No ahora.

Eli estaba convencida de que alcanzarían el punto de no retorno justamente allí y después de la repentina provocación de su compañera no pensaba echarse atrás. Sus caderas en sus caderas, su pecho con el pecho de ella, ambos corazones latiendo a la par, ambas respiraciones siguiendo un solo ritmo. Era imposible detenerlas. Se deseaban, se buscaban, cubriéndose de caricias la una a la otra, humedeciendo sus besos cada vez más, atreviéndose con algún que otro sutil y osado roce; un torbellino de sentimientos y sensaciones arrastrándolas hacia su propio abismo, la brecha del amor que ambas compartían y alimentaban día a día simplemente con el candor de su pasión contenida en las entrañas.

Eli se separó un momento de Nozomi, jadeante, tratando de recomponer su acelerado pulso al menos durante unos segundos. Allí estaba, ante ella, con la camisa abierta, sonrojada, terriblemente acalorada y mirándola de reojo con complacencia. Colocó las manos en sus caderas para acariciarle la cintura sutilmente, sin prisas, acercándose a sus labios de nuevo con intención de presentarle la sensación hecha saliva.

-Me he quedado con hambre –susurró pegada a su boca, clavando la vista en sus ojos y regalándole una sonrisa torcida.

Justo después, comenzó a descender, lamiendo su cuello y la parte superior de su pecho hasta alcanzar el abdomen. Nozomi siempre era quien daba el primer paso en las provocaciones y esta vez asumiría las consecuencias de su actitud. No podía dejarla a las puertas de un pecado tan sumamente apetecible. Continuó con su rumbo hasta colocarse de rodillas ante ella y, dirigiéndole una rápida mirada cargada de picardía, levantó el borde de su falda para retirar la ropa interior de su compañera y comenzar a lamer sus partes íntimas.

Notó su nerviosismo, su fragilidad, su deseo traducido en impotencia a causa de aquel enorme placer que le estaba regalando. Los dedos de Nozomi se enredaron en su cabello a medida en que aumentaba aquellas dulces caricias envueltas en humedad. Eli se aferró con las manos a sus caderas, tratando de atraparla, de reducirla ante su posesión; quería adentrarse en ella, fundirse si era preciso. Toda acción era poca para igualar el solaz que trataba de regalarle.

Pensó en ella, en tantos momentos juntas desde que se conocían, recordó en la primera vez que hablaron, la timidez, la desconfianza que solía invadirla al principio frente a aquella muchacha de ojos verdes… nada que ver con la época actual. Sólo había que verlas. La amaba tanto que llegaba hasta a doler.

-E-Eli….-murmuró Nozomi, a la vez que su voz se engarzaba con un incipiente gemido que amenazaba con arrastrarla al final de todo aquella sensual algarabía.

Podía notar su humedad creciente y el temblor de sus piernas, así como los movimientos bruscos y semi-agitados de sus caderas buscando el irremediable escape de aquella excitación malsana que la hacía revolverse. Acarició sus muslos con sutileza, trepando hasta su cintura para clavar los dedos en ella, adentrándose aún más en su intimidad. Aquello era una locura, un auténtico deleite carnal elevado al punto del más puro gozo amoroso.

Los jadeos y los gemidos aumentaban cada vez más, la agitación de ambas alcanzaba dimensiones inimaginables, la velocidad de sus pulsaciones, la violencia de sus movimientos… hasta que, al final, todo desembocó en una auténtica relajación corporal desprovista de cualquier detalle poco convencional.

A Nozomi le fallaron las piernas y se dejó caer justo a la vez que Eli se levantaba para sujetarla y mantenerla en pie. Así, abrazadas, respirando la una en el cuello de la otra, permanecieron por un momento sin decir nada; sobraban las palabras. Después, Nozomi acunó la cara de su compañera con las manos y la besó suavemente, aún con el corazón latiendo a un ritmo desmesurado.

-Te quiero –susurró.

Eli se lamió la comisura de la boca con complacencia, como si acabase de disfrutar de la última y más deseable cucharada de un parfait estrella.

-Harasho…

 

 

 

El odioso timbre de la entrada sacó a Eli de sus cavilaciones del modo menos apropiado. Miró al reloj de la mesita para comprobar la hora y, en realidad, eran las cinco de la tarde; ¿Quién podría ser? Sus padres aún estaban en el trabajo, y Arisa acababa de salir a dar una vuelta con la hermana de Honoka.

Se levantó dando un traspié a la vez que tomaba su coletero del escritorio y se recogía el pelo en una coleta alta tras la cabeza.

-Ya voy… -murmuró alicaída al tiempo en que descendía las escaleras.

Aquel recuerdo había resultado demasiado vívido, tanto que se había dormido recordándolo y las imágenes de aquella tarde del parfait tomaron forma de astillas en su corazón, atravesándolo de parte a parte. Le dolía tanto…

Abrió la puerta con desgana y al toparse con aquella enorme sonrisa acompañada de otras dos figuras más, alzó una ceja totalmente descolocada.

-¿Honoka?

-¡Hey, Eli-chan!

Miró alternativamente a Kotori, que le sonreía tímidamente, situada junto a la pelinaranja, y luego su vista se posó sobre la expresión resuelta de Umi, que desvió la mirada ligeramente hasta el suelo al percatarse de ello.

-¿Qué hacéis aquí? –forzó una sonrisa, tratando de no parecer horriblemente borde. Al fin y al cabo, no es que no se alegrase de verlas, sino que no era el mejor momento para una visita, y menos si Umi venía con ellas.

-Tenemos que comentarte algo –habló Honoka mientras se autoinvitaba a entrar, atravesaba la puerta y ascendía las escaleras en dirección a la alcoba de Eli sin pedir permiso en ningún momento.

-Perdónala –dijo Kotori con una sonrisa-. Ya sabes cómo es.

Eli asintió devolviéndole el gesto amable de la disculpa y cerró la puerta tras de sí cuando las dos muchachas se unían a Honoka en la subida de los escalones hacía el segundo piso. Suspiró con pesar, echando una última mirada al exterior con la esperanza de vislumbrar una cuarta presencia barajando un puñado de naipes, pero no fue así.

Después, cuando todas se encontraban ya en el dormitorio de la rubia, Eli tomó asiento en el suelo junto a ellas, alrededor de una mesita baja sobre la que les sirvió el té y depositó un cuenco de galletas de arroz.

-¡En definitiva, nos vamos la semana que viene! –exclamó Honoka mientras devoraba fervientemente uno de los aperitivos y alzaba el puño al aire.

-¿No crees que es demasiado precipitado? –preguntó Eli.

-Maki-chan dijo que podíamos quedarnos de nuevo en uno de sus apartamentos de la playa –explicó Kotori con amabilidad, tratando de sosegar su opinión.

Umi no dijo nada, simplemente se limitó a pasear la vista por la alcoba y los rostros de sus amigas mientras sujetaba con las dos manos su vaso de té y de vez en cuando le daba un sorbo.

-¡Eli-chan, será nuestro último viaje antes de que tú y Nozomi os vayáis a la universidad!

Eli tragó saliva ante la repentina exclamación de Honoka, tensándose irremediablemente y sin ser capaz de articular palabra al escuchar aquel nombre. Entonces, miró a Umi de reojo, que se puso en pie y abandonó la habitación en silencio.

-¿Umi-chan? ¿Te encuentras bien…? –le preguntó Kotori haciendo ademán de levantarse para seguirla.

-No te preocupes, sólo voy al baño –respondió la peliazul sin ni siquiera volverse para mirarla.

Cerró la puerta tras de sí y desapareció por el pasillo, echando a correr.

Kotori clavó la vista en sus manos mientras aún permanecía sentada en el suelo, ambas convertidas en puños sobre sus muslos.

Honoka miró alternativamente a la dos muchachas que quedaban en la habitación y luego dio una palmada al aire.

-¡Ah, Eli! –la aludida dio un respingo-. Maki-chan ha compuesto el ritmo de otra nueva canción. Será la última para “Muse” en cuanto Umi termine de preparar la letra.

Con aquella afirmación se le iluminaron los ojos y Eli no pudo evitar sonreír totalmente agradecida. En el fondo, todas sabían que lo hacían a modo de despedida.

-Gracias… -murmuró.

-No hay de qué, Eli-chan –dijo Honoka cogiéndole una mano sobre la mesa- ¡Esforcémonos!

Eli asintió a la par que Kotori. Seguramente aquel viaje serviría para forjar recuerdos maravillosos, los cuales serían un homenaje para aquel grupo de idols que empezó como una pequeña ilusión compartida y acabó convirtiéndose en un auténtico sueño cumplido por sus nueve integrantes.

Tras un momento de charla trazando distintos planes de diversión entre las tres, Eli se puso en pie, con la excusa de ir a la cocina a por una bolsa para rellenar el cuenco de galletas; sin embargo, sus intenciones no eran otras que buscar a Umi y no tardó en encontrarla. Allí estaba, a mitad del pasillo, sentada en el suelo y echa un ovillo contra la pared, con la cara hundida entre los brazos, rodeándose las rodillas, sin emitir sonido alguno.

-Umi… -se acercó a ella, y acuclillándose para quedar a su altura, le acarició el pelo.

-Senpai… ¿te parece divertido?

Ella la miró sin comprender aproximándose aún más, y envolviéndola en un cálido abrazo

-Lo siento.

-Deja de jugar conmigo ¿quieres? –gimoteó.

-¿Umi…?

-¡¿Qué soy para ti?! ¡¿Una muñeca?! ¡¿Un modo de consolarte cuando lo necesitas?! ¡¿Por quién me tomas?!

-Baja la voz, por favor –le suplicó agitando las manos frente a su rostro.

-¡No me importa que me oigan! –estalló inesperadamente.

Ambas permanecieron en silencio durante unos segundos, mirándose, sin saber muy bien qué decir. Los ojos de Umi, cargados de rabia, se clavaban en los de la rubia, totalmente descolocada ante tal comportamiento repentino que jamás habría esperado presenciar.

Aquello se le había ido de las manos. El corazón de la peliazul no era tan fuerte como el suyo, por mucha seriedad que intentase aparentar, era tan frágil y sentimental como cualquier adolescente enamorada; y ella se había aprovechado. Era consciente de ello. El trato que le propuso fue a sabiendas de que podían perjudicarse mutuamente, no obstante la única dañada por el momento era Umi, que se hallaba en una horrible encrucijada sentimental, pues su corazón se debatía entre dos férreas pasiones: había estado enamorada de Kotori desde hacía años, pero debido al miedo al rechazo prefería tratar de olvidarla, además, no tenía sentido pretender a la hija de la directora, sería un escándalo. Por el contrario, la intensa atracción que sentía por Eli desde que la conoció provocaba una horrible bifurcación de sus sentimientos. Ambas habían decidido consolarse la una a la otra como remedio de sus males. Eri para enterrar el recuerdo de Nozomi y Umi para aplacar su inocente deseo amoroso por Kotori. Había sido una locura, y ahora estaban pagando por todo aquello. Aún así, ya no tenía sentido echarse atrás, ¿qué ganarían ahora con desandar todo el camino? Eli estaba consiguiendo, poco a poco, liberarse del recuerdo de Nozomi… o eso creía. No podía detener aquello.

-Escúchame bien, Umi –colocó las manos a ambos lados del rostro de su kouhai, acariciándole las mejillas con ternura-. Yo no te considero nada de eso.

Los ojos de Umi se humedecieron mientras trataba de apretar los dientes para reprimir el llanto.

-Sabes perfectamente los motivos que nos llevaron a iniciar lo nuestro –Eli habló calmadamente, tratando de transmitirle serenidad.

-Pero s-senpai… ni siquiera estamos saliendo.

-Conseguiremos superarlo –sentenció con aplomo, sin desviarse del tema y haciendo caso omiso de la última apreciación de la peliazul- Tranquila, esto es sólo un bache –dijo mientras le apartaba el desordenado flequillo de los ojos con ternura.

-Eli-senpai… ¿qué somos? –preguntó Umi tras unos segundos de silencio mutuo.

-Tan sólo nosotras –respondió Eli, acercándose a sus labios y besándola intensamente, sin una palabra más.

Kotori sintió que el corazón se le resquebrajaba al vislumbrar aquella escena en la penumbra del pasillo. Había salido a buscarlas tras escuchar de lejos lo que le pareció la voz de Umi gritando. Tragó saliva, y con una férrea voluntad de la que ella misma se sorprendió, se dio la vuelta para regresar de nuevo a la alcoba de Eli a toda carrera. Honoka abrió la puerta justo en el momento en que ella alcanzaba la entrada de la habitación.

-¿Kotori…-chan?

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

Espero vuestras reviews :)


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