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Black Vow por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Siento publicar tan tarde pero tuve que reescribir todo el cap porque no me gustaba lo que tenía e_e

y aun así me quedó demasiado largo... joer <0<... pero bueno, espero lo disfruten.

El día estaba nublado. Las temporadas de lluvia había terminado pero eso no evitaba que de vez en cuando las grises nubes cubrieran el cielo. Generalmente Shun disfrutaba mucho de esos días, le encantaba el viento helado en su rostro, observar a las nubes marchar sobre sus cabezas y ese sentimiento de vértigo que le provocaba, también amaba ver a las aves volar entre los árboles al regresar a sus refugios y más aún, disfrutaba sentir la suave llovizna bañar su rostro hasta ser una fuerte lluvia, correr entre las gotas de agua como aquella tarde que jugó con el ángel corriendo entre los árboles.

Si tan solo no se hubiera marchado no le hubiera pasado aquello.

Aun se sentía como un completo tonto al recordar la manera en la que se había quedado callado, inmóvil, a su completa merced. Si hubiera gritado alguien lo hubiera ayudado. Si hubiera podido mover sus pies habría corrido. Pero no pudo decirlo, aunque Seiya se lo preguntó después se quedó callado otra vez. ¿Por qué no lo había dicho en ese momento? Ahora era tarde, nadie le creería, pensarían que estaba inventando todo… ¿Por qué se quedó callado?

—¿Shun? —Preguntó el castaño que lo acompañaba que estaba preocupado por la expresión que mantenía en esos días—, ¿Estás bien?

Estaban sentados en una de las bancas del patio delantero, Shaka los acompañaba como cada descanso para charlar, pero ahora no estaba poniendo mucha atención a lo que le decían, no podía dejar de pensar en la sensación de sus manos, su aliento… su cara.

—Sí, Seiya, no pude dormir bien en la noche.

Seiya no dijo nada. Volvió su vista al frente con el ceño fruncido. No tenía razones para no creerle, además tenía razón, dormir los dos en la misma cama era incómodo pero lo prefería mil veces a tener que dormir en la cama del sacerdote.

—Las ojeras bajo tus ojos están muy marcadas —señaló Shaka intentando tocar su mejilla, acto que Shun evitó ladeando el rostro.

Shaka no se sorprendió de ello, más bien lo esperaba. Aunque había correspondido a su beso en el claro ahora no permitía que lo tocara, justo como cuando poseía sus alas. Shaka era paciente, se moría de ganas por volver a besarlo, pero Shun prefería no quedarse a solas con él, siempre estaba al lado de Seiya, pero que no evitara su compañía era una pequeña luz de esperanza, aún tenía oportunidad, pero debía ser más cuidadoso.

—Las ardillas regresan a sus árboles —sonrió Seiya al ver a los animales pasar muy cerca de ellos a toda velocidad. Se abrazó  a sí mismo y suspiró—… y hace un poco de frio también, ¿No?

—Así es —sonrió Shaka sin dejar de ver el semblante ensombrecido de Shun—. Deberían entrar, la cena está por ser servida.

—¿Tan tarde es? —Seiya gruñó por lo bajo, estaba cansado de limpiar el templo todos los días pero al menos ya casi terminaba ese castigo, solo un par de días más—. ¿Vamos Shun?

No le contestó, seguía quieto mirando el movimiento de las hojas de los árboles por la fuerte brisa. Por más que lo intentaba no dejaba de repasar en su mente cada segundo y sensación y siempre se sentía tan asqueado como se sintió dentro de ese pequeño cubilo, el nudo en su estómago no desaparecía nunca.

—¿Shun?

—¿Eh? —Las manos de Seiya se pasearon frente al de cabello verde para llamar su atención—, ¿Sucede algo?

—¿Vamos al comedor? —repitió Seiya algo extrañado.

—Si —Shun se puso en pie, pero Shaka tomó su mano antes de que se marchara.

Shun observó sorprendido los ojos del mayor. La misma sensación nació en su pecho, esa cálida y reconfortante. Los vellos de su cuerpo se erizaron y el rubor en sus mejillas apareció. Shaka no se movía, seguía sentado en el mismo sitio pero no dejaba de observarlo de esa manera tan intensa, por un segundo Shun pensó que volvería a besarlo

—¿Sucede algo? —Volvió a llamar Seiya a unos pasos más adelante.

—Seiya, quisiera hablar con Shun a solas un momento, ¿Está bien?

Seiya asintió preocupado. Sabía que Shun estaba algo raro últimamente, no era tan alegre como solía ser, siempre era Shun el que intentaba animarlo a él pero ahora siempre estaba callado y triste. Lo dejó solo con Shaka con la esperanza de que al rubio si le contara lo que tenía porque él lo intentó varias veces, pero no le decía nada.

Cuando Seiya se alejó, Shaka soltó el agarre que mantenía sobre el menor que se abrazó a si mismo al avanzar pero con su derecha acariciaba con delicadeza la muñeca que Shaka había sostenido, no le dolía, no hubo ningún rastro de brusquedad en su agarre, simplemente se sintió tan… bien.

Shun se sentó al lado de Shaka pero se quedó callado, estaba nervioso, estar solo con él lo ponía ansioso, recordaba el beso, sus caricias y lo que le hizo sentir. Por más que lo intentaba no podía olvidarlo, como tampoco lo ocurrido después con el sacerdote.

—¿Estás bien? —preguntó Shaka sacándolo de sus pensamientos.

—Si… ¿Por qué lo dices?

—Has tenido una semana algo extraña, estás muy callado —Shaka observó atento sus expresiones, parecía nervioso pero no molesto, ni triste o culpable como parecía aquella vez que se vieron por última vez con su condición de ángel— ¿Es por lo que pasó en el claro?

—Shaka… —murmuró Shun algo incómodo, no quería hablar de eso, estaba mal.

—Siento haberme dejado llevar —susurró al acariciar la mejilla sonrojada de Shun.

—Soy un seminarista —Le recordó con una sonrisa dulce—, seré un sacerdote, he  hecho un voto que no debo romper, mis sentimientos no deben ser para una persona, ni siquiera para mi familia, sino para todos. Por favor, no pretendas que te corresponda porque no puedo.

—No pareces estar convencido de ello, no como cuando te conocí.

—Es que…—Borró su sonrisa y se mordió los labios, sus ojos comenzaban a arder.

Tenía razón, se sentía perdido en ese lugar. Nunca había sido su meta ser un sacerdote, él quería ser médico para salvar vidas pero si entró al seminario fue para salvar su propia alma, algo que ahora no tenía sentido, el ángel le había dicho que no necesitaba ser salvada, no había pecado aunque besara a un hombre y lo había vuelto a hacer, a Shaka…

¿Entonces para qué estaba ahí? Antes pensaba que un sacerdote era el ser más bueno y noble que pudiera pisar la tierra pero ahora que estaba ahí, que conoció al padre Saga y vio lo que pasaba en ese lugar, comenzaba a dudar de esa pureza de alma que decían tener. Estar ahí le daba miedo, ya no era Seiya a quien temía sino al lugar, el silencio de los demás y la sonrisa de los sacerdotes.

—Shun, yo…

Shun se deslizó en la banca para quedar más cerca de Shaka, cerró los ojos y apoyó su frente en su brazo derecho. Mantenía los ojos cerrados para no llorar, no debería haber razones para soltarse en llanto y aun así sentía que quería gritar hasta que su garganta quemara y llorar hasta que sus ojos se secaran. Se sentía desesperado por decir lo que pasó pero temeroso de quedar como un mentiroso.

Tal vez el sacerdote había tenido sus razones para hacer ese tipo de cosas.

Shaka se movió para rodearlo con sus brazos y consolarlo. No le dijo nada y Shun no hizo el intento de hablar tampoco, solo se dejó abrazar. Se sentía bien siendo rodeado por sus brazos, tan protegido y cálido.

—Me gusta estar contigo —susurró Shaka después de un rato en esa posición.

Shun se apartó y miró los ojos del mayor. Shaka sonrió al darse cuenta de que estaba más relajado. De haber sabido que estaría tan triste se hubiera quedado con sus alas para curar el aura negra que lo rodeaba, pero no podía volver en el tiempo, lo pactado no podía volver así que le quedaba solo consolarlo como lo haría un humano común, con palabras de aliento y actos cariñosos, algo difícil de hacer pues nunca había necesitado de ello.

—Y… a mí también. Me siento… sin miedo.

—¿A qué le tienes miedo? —preguntó curioso.

—A todo —Fue lo único que dijo regresando a su refugio entre sus brazos.

Tenía miedo. Del seminario, de Saga, de Mu, de sus compañeros y del futuro que le deparaba en ese lugar. Temía de Shaka y lo que le hacía sentir, temía de su hermano y lo que le dijo aquella vez, de sus padres y sus posibles reacciones. Se tenía miedo a si mismo pues había hecho una promesa que estaba dudando en cumplir. Temía de sus acciones y de su corazón que lo traicionaba al latir tan rápido por estar con otro hombre.

No quería sentir eso, él debería estar así por una chica no por un varón. Por la chica linda del pueblo, ella fue amable y no sintió nada más que agradecimiento por el presente recibido. ¿Por qué tenía que enamorarse de un hombre? ¿Por qué tenía que gustarle Shaka? Alguien a quien apenas conocía, en solo un par de semanas sentía que perdía la cordura cada vez que lo veía.

—¿A mí también?

—No lo sé —Confesó algo dudoso. Si temía estar con él, pero no le temía a él. Era tan confuso.

—Supongo que eso es bueno, ¿verdad?

Shun se apartó un poco y le miró. Shaka lo recibió con una sonrisa dulce que le arrebató una a él. ¿Cómo conseguía hacerle olvidar su miedo con esa simple sonrisa?

—Sí, creo que es bueno —Se apartó de su abrazo pero se quedó muy cerca de él.

Shaka amplió su sonrisa por la confirmación y revolvió su cabello a manera de juego logrando lo que quería: una risa sincera de Shun.

—Necesitas relajarte un poco, Shun. ¿Quisieras ir al claro a almorzar?

—¿Ahora?

—No —rio divertido por su expresión— ¿Qué tal este domingo después de misa?

—Sí, me gustaría mucho —sonrió emocionado.

De nuevo quería besarlo pero no tendría que dejarse llevar, estaba en público, sería un problema para Shun y no quería arriesgarse a que el sacerdote decidiera que debía irse. Mu se lo había dicho y debía tener cuidado.

—¡Shaka! —gritaron a lo lejos y ambos se giraron para ver al médico acercarse.

—Doctor Dohko —saludó Shaka al apretar su mano—, ¿Ha pasado algo?

—No, pero quería hacerte una evaluación, hoy la clínica del pueblo está algo libre de trabajo así que quería aprovechar.

—Me parece bien —sonrió Shaka. Se sentía bien pero los cuerpos humanos eran muy frágiles.

—Yo iré al comedor —dijo Shun mientras se alejaba—, nos vemos, Shaka, doctor.

El menor se alejó a paso apresurado. Sus compañeros ya debían estar en el comedor o la cocina ayudando a servir la cena así que debía darse prisa. Quedarse con Shaka le había servido un poco pues estaba más animado pero seguía pensando en lo mismo. ¿Qué estaba haciendo en ese seminario?

—Shun.

Se detuvo, la sola voz le hizo perder el control de su cuerpo y se quedó estático cerca de la entrada al salón principal. Tembló ligeramente mientras escuchaba los pasos del sacerdote acercándose, lento, como si quisiera torturarlo con ello.

—Shun, vamos a confesión —Fue lo que le dijo Saga al llegar a su lado.

—N-no —murmuró temeroso pero decidido a no dejar que le pasara de nuevo.

Saga sonrió, entonces se había equivocado con Shun, era un chico que iba a quejarse si no tenía cuidado.

—Shun —murmuró como un reto—, no te has confesado conmigo en una semana.

—Pero… — su estómago volvió a centrifugar, las náuseas regresaron, el ardor en sus ojos.

—Ven —Saga comenzó a avanzar rumbo a la capilla pero Shun se quedó quieto en su lugar, no quería seguirlo, no a ese lugar de nuevo—. Shun, vamos a la capilla, anda.

El menor se relajó apenas escuchar eso. En la capilla él no le haría ese tipo de cosas, era un lugar sagrado que hasta Saga debía respetar como sacerdote que era, todos respetaban los templos.  Entonces lo siguió aunque aún temeroso.

Al llegar entró directamente al confesionario. Respiró profundo para tranquilizarse, tal vez era su oportunidad para decirle al padre que quería dejar el seminario y volver a casa para regresar a sus estudios y convertirse en médico. Aunque sabía que sus padres tal vez iban a decepcionarse, no quería quedarse más ahí.

Esperó a que el padre Saga abriera la ventanilla para decir la oración, pero no lo hacía. Comenzó a preocuparse y a ponerse nervioso. ¿Dónde estaba?

De pronto se abrió la cortina del confesionario y Saga se mostraba frente a él sin la sotana. De nuevo tenía esa mirada que le revolvió el estómago. Él no iba a… en la capilla no iba a hacerle eso de nuevo, ¿Verdad?

Saga se arrodillo frente a él y acarició sus mejillas. Le sonreía como si quisiera tranquilizarlo pero no estaba para nada tranquilo, tenía miedo y quería correr de ahí, buscar a Shaka o a Seiya y no apartarse de ellos. No quería que volviera a tocarlo.

—Tranquilo —dijo Saga con la voz ronca—, esto es por tu bien, has pecado Shun y debes ser purificado.

Shun palideció cuando las manos del sacerdote comenzaron a abrir su cinturón y desabotonó sus pantalones. Llevó una de sus manos a las del mayor para detenerlo pero de nuevo le sonrió y se deshizo de ese agarre. Ya no hizo otro intento, otra vez estaba paralizado, no podía gritar por más que lo intentó y Saga estaba seguro de que podía continuar. Estuvieran de acuerdo o no, nunca decían nada, además era cuestión de tiempo para que dejara de negarse de esa manera.

—Debes ser purificado —susurró comenzando a tocar su entrepierna por debajo de su ropa interior lo que le hizo quejarse suavemente y desviar la mirada—, ¿Alguna vez te has tocado? Eso no debe hacerse.

No le contestó, su garganta estaba cerrada y solo iba a llorar si abría la boca.

—Shun…

—N-o… no desde… que estoy aquí —confesó comenzando a llorar.

— Pero te has tocado.

Shun abrió los ojos sorprendido al sentir algo húmedo y caliente comenzando a recorrer su entrepierna, asustado observó al padre Saga mientras lo lamía con ojos cerrados. Shun llevó sus manos a la cabeza del mayor para intentar apartarlo pero él solo abrió los ojos, le miró directamente a los suyos y le sonrió sin detenerse.

Volvió a cerrar los ojos para no mirar lo que había enfrente pero sus manos se aferraron al cabello del mayor, asustado y asqueado.

Saga estaba extasiado, la piel de Shun era tan suave como pensó que sería, parecía hecho de porcelana pura, tan clara como la pureza observada en sus ojos verdes. Sus leves quejidos lo excitaban, sus delgados dedos al intentar apartarlo lo invitaban a seguir adelante pero lo mejor era sentir que comenzaba a responder. Por más inocentes que fueran siempre respondían. Sus cuerpos inexpertos no podían controlarlo.

Shun se sorprendió al darse cuenta de ese hecho y sintió que en ese mismo momento quería morir, desaparecer de la tierra. ¿Cómo era posible tener una erección con lo que le hacía un sacerdote? ¿Qué estaba mal en su cabeza para sentirse excitado por algo así? Porque era excitación, una erección quería decir que le gustaba. ¿Entonces porque tenía ganas de llorar?

—¡No!—gimió al sentir que mordió con suavidad sus testículos.

El sonido que provino de sus labios lo asustó así que llevó sus manos a su boca para callarse, no podía responder, debía ser fuerte y controlar su cuerpo pero no podía. Una corriente eléctrica nacía desde su pene y lo recorría de pies a cabeza, comenzaba a sentir espasmos en sus piernas mientras Saga aceleraba el ritmo de su boca succionando sin interrupción, jugando con sus testículos con sus manos.

Se detuvo de pronto, Shun respiró aliviado pero en seguida comenzó a sentir los dedos de Saga acariciar la misma zona.

—¡Por favor! —pidió desesperado volviendo a colocar sus manos frente a su boca para evitar esos sonidos.

Saga se incorporó y colocó su frente en el hombro de Shun sin dejar de estimularlo. Quería conseguir que se viniera en sus manos, podía adivinar que se sentía confundido pero le estaba gustando, estaba por llegar a la cumbre de placer, esa era la prueba.

Shun echó su cabeza hacia atrás, tensó las piernas y los brazos, sus piernas comenzaron a temblar mientras sentía espasmos en su vientre y entrepierna. La sensación fue desagradable, al terminar solo tenía ganas de deshacerse en llanto por lo ocurrido.

—Lo hiciste bien —murmuró Saga mientras limpiaba los rastros dejados en su ropa y en la del menor con un pañuelo.

Shun estaba en shock. No se movió mientras Saga lo limpiaba y acomodaba sus ropas, solo se puso en pie cuando el sacerdote lo ayudó a levantarse y le invitó a salir diciéndole que Dios lo perdonaba por sus pecados.

Caminó por inercia hasta los dormitorios, no se detuvo aunque Seiya lo estaba llamando. Había regresado a buscarlo cuando vio a Shaka caminar en el comedor acompañado por el médico y se preocupó, lo vio salir de la capilla, parecía perdido por lo que decidió seguirlo, pero por más que lo llamaba no le contestaba.

Shun llegó a las duchas y sin desvestirse entró en la regadera para dejar que el agua limpiara la suciedad que sentía por lo que había pasado. Seiya estaba ahí y lo observó temiendo lo peor.

—¡Shun! —gritó Seiya al tomarlo de los brazos y removerlo para que le hiciera caso.

Shun lo miró pero en cuanto sus ojos verdes observaron los de Seiya comenzó a llorar abrazado de su amigo. Él sufría de lo mismo y no pudo verlo, lo dejó sufrir solo de lo que Saga le hacía, huyó de él en lugar de acercarse para saber porque estaba tan triste.

—Perdóname, Seiya —pidió en medio del llanto —, lo siento mucho.

Seiya frunció el ceño pero lo abrazó con un nudo en la garganta y el ceño fruncido. No podía ser, Saga no podía hacer eso.

Notas finales:

=w=... ya se viene lo bueno.

No les digo que pasará en el siguiente porque aun no sé si dejarlo así o brincarme al siguiente e0e ya veremos...

agradecería un rev ;D

Saludos.


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