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Black Vow por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Hola, lamento ausentarme tanto D: pero había dicho en el capítulo anterior que no sabía como continuar con lo que estaba haciendo así que...me vi en la necesidad de aclarar un poco mis ideas, pero ya estoy aquí, mis ideas están mejors, pero no me cupo todo en un capitulo, por eso he dividio en dos :D.

Era un día especial en el seminario y se notaba. Los jóvenes iban de un lado a otro en la limpieza del templo, el edificio principal, los dormitorios y jardines. Sus ropas estaban impecables, sus cabellos perfectamente peinados y en sus rostros había una enorme sonrisa, o al menos en la mayoría de ellos.

El coro de la iglesia estaba en su último ensayo antes de la llegada del Obispo. Era una visita anunciada con días de antelación pero no eran suficientes. Estuvieron preparándose durante todo ese tiempo pero sentían que no habían hecho lo suficiente, se encontraban nerviosos y ansiosos al mismo tiempo, conocerían a su Gracia, aquel que estaba al frente de su diócesis y todos ellos querían demostrarle que eran fieles.

Shun era miembro del coro de la iglesia al igual que Seiya, gracias a ello estuvieron más cansados de lo usual pues usaban los tiempos libres para practicar cada canción aunque ya la sabían de memoria. Tiempo que ya no pudo pasar con Shaka.

Aunque el ideal de Shun había sido por mucho tiempo asistir al sacerdote durante la ceremonia como monaguillo, este papel le fue otorgado a Shiryu, pero a pesar de ello Shun no se mostró decepcionado, esa meta dejó de tener sentido un par de semanas atrás cuando descubrió que el padre no era lo que pensaba. No tenía sentido demostrarse tan “idóneo” para merecer ese honor si quien te lo daba carecía de él.

Pero a pesar de saber los horrores que se cometían en ese lugar estaba emocionado por conocer al Obispo, quien regía y tenía el sacramento de la orden. Sería su meta conocerlo y conocer realmente lo que era un sacerdote de buen corazón que actuaba por el bienestar de la iglesia y no por placeres carnales.

Su voz no era del todo buena pero ponía su corazón en cada nota.

Shaka siempre se mantenía cerca, sabía que algo más había pasado con Shun desde que charlaron en el jardín aquel día nublado, pero no conseguía que le dijera que era lo que le ocurría y lo desesperaba. Como humano ya no podía leer su corazón ni el de nadie más, se sentía impotente al no poder hacer nada más que acompañarlo e intentar hacerle sonreír de nuevo aunque esa sonrisa hermosa que tenía cuando lo conoció no estaba.

Al terminar el ensayo salieron a descansar un poco pues la llegada del obispo estaba ya cercana y no tenían que escucharse cansados. Shun y Seiya bajaron de las gradas y bajaron del piso superior para llegar hasta Shaka que se encontraba sentado mirando el crucifijo, Shun lo había visto entrar desde el palco y esa sola acción le hizo sentir bien y nervioso, pues notaba que de vez en cuando lo miraba de reojo y sonreía.

—Tengan cuidado, chicos —Pidió el padre Mu caminando detrás de ellos—, estamos a unos minutos de la llegada del Obispo, todo debe verse impecable así que no sean imprudentes, al menos no por este día.

—Siempre somos prudentes, padre Mu —Bromeó Ban con sus manos en su nuca en esa actitud relajada que siempre tenía consiguiendo la risa de sus compañeros.

Mu negó con una sonrisa pero no dijo más, sabía que todo iba a estar bien, confiaba en esos chicos pero no conseguía mantenerse calmado a pesar de todo. Ver al Obispo lo ponía más nervioso que al resto porque representaba para él algo más que un superior, era su ejemplo a seguir y claro, que fuera un familiar directo no era descartable.

Los jóvenes caminaron hasta el rubio que les sonrió como bienvenida. Shun buscaba su compañía todo el tiempo además de la de Seiya. Con ambos se sentía seguro pero con Shaka era diferente, era como si estar a su lado bastara para olvidar todos los males que lo apenaban y las pesadillas que tenía en ocasiones.

Shaka representaba para él un oasis de paz en medio de esos pasillos oscuros y tenebrosos, repletos de misterios que ya no estaba interesado en develar. Y aunque no había vuelto a pasar lo ocurrido en el claro, Shaka no dejaba de hacerle saber sobre sus sentimientos aunque nunca se lo decía directamente.

—¿Cansado? —preguntó Seiya al llegar junto a Shaka.

—Sí, no sabía que el Obispo era tan importante para su iglesia —Comentó el rubio estirando sus brazos al techo, sus articulaciones crujieron y él se encogió adolorido—, el hombro comienza a dolerme un poco.

—No deberían hacerte trabajar tanto —Se quejó Shun al sentarse a su lado—, tu hombro aún está en recuperación, el padre Saga debería saber eso.

—Vamos, Shun —Llamó Shaka sonriendo al menor que se encogió de hombros—. Solo no estaba acostumbrado a este tipo de trabajos, mi cuerpo es algo flojo.

—Eso quiere decir que tal vez eres un señorito —se burló Seiya con una sonrisa disimulada—, cuando recuperes la memoria podrás regresar a tu gran casa donde los sirvientes hacen todo por ti.

—Dudo mucho que eso pase —Rio Shaka mirando a Seiya.

Shun no pudo sonreír por la broma de su amigo, muy al contrario, eso le trajo una terrible realidad que no había querido ver hasta que Seiya lo mencionó. Cuando Shaka recuperara la memoria se iría, tenía que volver con su familia que seguramente lo extrañaba mucho y tal vez no volvería a verlo, él se ordenaría como sacerdote y sería muy difícil reencontrarse.

Además tal vez Seiya tenía razón y Shaka si era una persona con una clase social alta y solían casarse jóvenes o prometerse. Debía tener una prometida esperándolo o quizás una esposa… hijos. Y eso era lo mejor, Shaka debía estar con la gente que lo quería y a los que él quería. Quizás los sentimientos que parecía tener por él no eran del todo verdaderos, tal vez solo era una mezcla de agradecimiento y algo producido por el trauma del ataque. Después de todo él lo salvó.

—¿Shun? —llamó Seiya por enésima vez.

—Disculpa, estaba distraído.

—Lo noté —Seiya enarcó una ceja—, Shaka nos invitaba a pasear por los jardines mientras el Obispo llega, ¿Te gustaría?

—No… lo siento, es que estoy algo cansado —se disculpó Shun jugando con su sobrepelliz—, además no debe tardar y quiero estar aquí cuando llegue, todos debemos estar.

—Cierto.

Los tres se quedaron sentados en la banca observando el altar que habían adornado con hermosas flores de distintos tipos y colores, las bancas estaban perfectamente pulidas y adornadas con arreglos parecidos a los del altar. Jesucristo parecía sonreír en la cruz al observar su recinto tan bellamente adornado, o esa impresión le dio a Shun.

—Podemos ir después de la misa —propuso el mayor.

Shun asintió levemente. Quería ir a pasear pero también quería estar cerca del Obispo y conocer si realmente valía la pena permanecer en ese sitio con la firme idea de convertirse en sacerdote, porque Shaka tenía razón, ya no estaba tan convencido como al principio, no quería desertar pero no estaba motivado. El obispo representaba su última esperanza.

De pronto el seminario se llenó de júbilo. Los tres se pusieron de pie pues eso significaba que el auto al fin llegaba, Su Gracia estaba ya con ellos y todos lo demostraban con gritos y sonrisas desde la puerta del templo.

Shun salió con prisas hasta poder ver el auto detrás de la verja de entrada. Era verdad, estaba ahí, un hombre cercano a Dios que se regía por sus leyes y que por ello había llegado hasta donde estaba. El auto avanzó con más lentitud de la que le gustaría, pero avanzaba rodeado de los seminaristas más jóvenes. A Shun le hubiera gustado hacer lo mismo pero estaba bastante lejos.

Finalmente el auto se detuvo frente al edificio principal y el conductor salió con una sonrisa como de fotografía. Era un hombre joven, de cabello oscuro y ojos pequeños pero muy lindos. Tenía una mirada dura pero parecía un buen hombre pero dudaba que fuera el obispo por esa edad. Él rodeó el auto y abrió la puerta trasera de donde salió un hombre maduro aunque no parecía muy mayor, no debería pasar los cincuenta años. Su cabello era muy largo, de color verde claro con destellos plateados, sus ojos magentas eran hermosos también, parecían tranquilos y pacíficos.

Saga y Mu lo esperaban en la entrada con una enorme sonrisa y rodeado de los seminaristas que esperaban con flores en sus manos para recibir al gran señor.

—Su Gracia —sonrió Saga al acercarse y besar la mano del mayor.

—Padre Shion —repitió Mu la misma acción.

—Padre Saga, padre Mu —saludó él apretando sus manos—, es un placer volver a verlos, el tiempo los ha tratado bien.

—Estar en este lugar cuidando de los futuros guías del rebaño del señor debe ser refrescante —dijo el extraño de cabello negro mientras saludaba a los sacerdotes con una sonrisa.

—Padre Shura, cuanto tiempo sin verlo.

—¿Cómo fue su viaje?.

—Padre Mu, hablemos de eso más tarde, quiero saludar a estas nobles sonrisas.

Los cuatro sonrieron y fue cuando el Obispo comenzó a saludar a los seminaristas presentes, recibiendo el saludo en su mano, sacudiendo sus cabellos como broma, sonriendo a ellos y recibiendo alabanzas. Shun estaba entre ellos, lo miraba como si fuera una aparición divina y Shaka notaba eso por lo que frunció el ceño. Estaba alejado de la multitud pero no perdía de vista al joven que amaba, cuidando de lo que fuera que pudiera sucederle.

Los presentes caminaron en medio de sonrisas y palabras agradables hasta el templo donde se posicionaron como muchas veces lo habían practicado. El coro cantó como nunca, con el corazón en la mano en cada verso que dijera que ponían su mano en Dios, el monaguillo se mostró perfecto en todo y el silencio siempre reinó.

Shion se mantuvo al lado del padre Mu mientras Saga ofrecía la ceremonia agradeciendo la presencia del Obispo. Durante el sermón fue el Obispo quien se dedicó a hablar y su voz fue como un bálsamo para Shun, lo observaba desde lo alto, lo escuchaba con atención y aceptó sus palabras sin chistar.

“Ellos estaban ahí por un propósito que iba más allá de sus vidas, irían de la mano de Dios, representarían su ley”

Después de la ceremonia todos fueron al comedor en medio de risas y juegos absurdos entre ellos. Ese día el menú era de lo mejor aunque sencillo. Saga y Mu conversaban con los sacerdotes recién llegados, poniendo al día los sucesos de la orden pues tenían un año sin verse. De vez en cuando miraban a los estudiantes y reían cuando decían algo en voz baja.

Al terminar de comer algunos seminaristas decidieron salir a jugar un partido amistoso para ayudar a la digestión de sus alimentos. Los sacerdotes salieron para observar el juego. Si había algo que agradaba al padre Shion era observar la energía de la juventud, pues aunque esos chicos estuvieran educándose para servir a Dios no dejaban de ser niños que deseaban jugar.

Shaka se acercó también para observar el juego, a uno de los participantes en particular. Shion lo vio, le pareció extraña su presencia pues no llevaba las ropas correspondientes, no era un seminarista más. Fue cuando Saga le contó lo que hacía en el lugar, su poca historia y razones, algo que no dejó conforme a Shion por lo que se acercó a él.

—Tú debes ser el joven que el padre Saga me mencionó en el almuerzo. Shaka, ¿Verdad?

Shaka se puso de pie, no estaba acostumbrado a ese tipo de acciones pero había visto el actuar de los otros en el seminario. Le debían respeto a ese hombre por ser considerado alguien superior a la vista de Dios, algo sumamente absurdo.

—Padre Shion, disculpe que no lo haya saludado antes.

—No te disculpes, ven siéntate —invitó el mayor tomando un lugar en la banca que Shaka antes ocupada.

El rubio obedeció y regresó su vista al juego que se desarrollaba frente a él. La última vez que Shun había participado en uno había acabado mal, pero ahora hasta Seiya parecía feliz, había mucho más participantes que en juegos anteriores, todo por ese hombre.

—El padre Saga me ha dicho que no recuerdas de dónde vienes.

Shaka no contestó, aunque no podía decir la verdad, tampoco quería mentir.

—Puedo interpretar tu silencio de varias maneras —Continuó Shion con una sonrisa que dejó a Shaka algo confundido, era diferente a las que había dado con anterioridad—, puedo creer que es verdad, que no recuerdas nada de tu pasado y que por eso estás aquí, en espera de esos recuerdos que te lleven hasta tu familia. Pero también puedo creer que si recuerdas todo pero te estás escondiendo de algo, por eso mientes al decir que no tienes lugar a dónde ir. ¿Es eso?

—No —dijo con firmeza—, no me escondo, fui herido y quedé varios días inconsciente, no puedo decirles cómo pasó ni quién lo hizo, y tampoco tengo un lugar a dónde volver.

Shion sonrió, el chico parecía decir la verdad, pero era un hombre joven, tenía ya varias semanas ahí sin recuerdo alguno, los sacerdotes le habían comentado que su herida estaba sanada por completo pero su cabeza no parecía reaccionar. Era algo que los preocupaba por varias razones.

Hubo gritos desde la cancha y ambos miraron a los chicos que corrían de un lado de la cancha hasta el otro celebrando una anotación. Seiya había anotado el gol del empate y los ponía a todos dichosos, incluso a Shun que corría a su lado con esa sonrisa, una muy parecida a la de antes.

Shion se dio cuenta de la mirada en el rostro del rubio, la había visto antes en muchas personas.

—¿No será que no quieres irte de aquí? —preguntó mirando al grupo de chicos, no podía identificar a quién estaba mirando.

—¿Disculpe?

—Esa mirada —susurró dejando de sonreír—… yo la he visto muchas veces antes, en jovencitos y adultos también, y ni hablar de esa sonrisa soñadora. El amor hace reaccionar al corazón y a la mente de maneras extrañas, muchas veces nos hacen actuar mal.

—No logro entenderlo del todo.

—Estás en un seminario, muchos jovencitos esperan ordenarse como sacerdotes y han hecho un voto. Además de ello, tú también eres un joven, varón como todos ellos. Hay un pasaje en la biblia que dice…

—Ya lo conozco —Interrumpió Shaka con fastidio, no quería volver a escucharla.

—Entonces sabes que actuar como lo haces es incorrecto ante los ojos de Dios —dijo el mayor esta vez con más firmeza. Ese joven rubio estaba ahí como una tentación, buscaba llevar a uno de esos jovencitos al pecado.

—Con todo respeto, Su Gracia, usted no puede saber más de lo que sé yo con respecto a Dios.

Shion se quedó sorprendido por esas palabras, jamás nadie le había hablado con semejante insolencia pues el tono del rubio era altanero y su mirada fría y retadora.

—Yo he tomado el sacramento de la orden.

—Eso no lo hace más divino que cualquier otro hijo de Adán —por un momento olvidó que no era un ángel, olvidó su papel como humano pero estaba cansado además de que la mirada de ese sumo sacerdote le decía que no había nada puro en él y esa actitud… le exasperaba, era como si se creyera Dios mismo. Imperdonable—, es un humano igual que todos, su deber es seguir la ley de Dios no hacerse representante de ella por palabra de otro humano que se cree superior.

Shion frunció el ceño por lo escuchado. ¿Cómo se atrevía ese joven a dudar de su trabajo como siervo de Dios? Ellos eran sus representantes, nadie conocía su ley mejor que ellos y nadie era tan sagrado como lo fieles devotos.

Un grito más desde la cancha, un grito más y el partido terminó en medio de risas. Shaka se puso en pie para ir al encuentro de los dos jóvenes que siempre acompañaba. Ellos habían ganado.

Notas finales:

=w= tenemos al Obispo Shion... creen que Shun tenga al un serenidad o será que el Obispo no

puede hacer mucho por ayudarlos?

Habra que esperar al próximo cap.

De nuevo lamento tardar tanto, espero lo hayan disfrutado.

Saludos ;D


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