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Black Vow por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Listo, me costó un poco así que tiene mucho relleno x'D

Espero les guste.

Ese domingo, después de misa, Shun limpiaba los pasillos como su tarea de ese día. Estaba ya por terminar y esperaba que; apneas regresara las escobas a su lugar; pudiera salir un momento del seminario para visitar al ángel.

Su ala estaba ya muy avanzada, el día anterior había concluido que este día le retiraría los vendajes para que pudiera volar finalmente. Ansiaba verlo volar y apreciar la fuerza de esas blancas alas en acción. ¿Cuántos humanos podrían ver a un ángel volar? Sin duda eran muy pocos a lo largo de la historia y tal vez él podría ser uno de ellos.

Recogió la basura que resultaba ser puro polvo, y la llevó a los depósitos dispuestos. Su tarea estaba cumplida ese día, sus deberes los había realizado antes de dormir el día anterior así que tenía toda la tarde libre y planeaba usarla para estar con el ángel Shaka. Si su ala estaba ya sanada sabía que se retiraría para seguir participando en esa guerra de la que no quería saber nada, aunque claro que Shaka tampoco estaría dispuesto a contar algo aunque se lo pidiera.

Corrió al dormitorio antes de partir. Tomó un par de dulces de caramelo que sus padres le habían enviado en su último paquete y con prisa recorrió los pasillos. Pensaba en las palabras que diría a Shaka antes de que partiera y no volviera jamás.

Corría por el salón cuando la agujeta suelta de su zapato le hizo caer, puso sus manos al frente para evitar la caída lastimando su muñeca, pero lo que le preocupó fue que perdió los caramelos en sus manos. Por la caída y el impulso de la carrera habían aterrizado en algún lugar del salón. Lo buscó un rato debajo de algunos muebles y macetas dispuestas hasta que encontró el último detrás de uno de los sofás.

Sonrió aliviado, eran un obsequio para el ángel así que no quería perderlo.

—¿Mamá?

Shun se quedó quieto tras escuchar esas palabras, no escuchó que alguien se acercara y esa voz era de su amigo Seiya. Se quedó paralizado, él estaba al teléfono y parecía angustiado, su voz sonaba entrecortada, como si quisiera llorar.

—No, no estoy bien, aquí me pasan cosas raras… ¡mamá, es cierto!

Shun dejó de respirar un segundo cuando escuchó esa súplica de labios del castaño. ¿Le pasaban cosas? No entendía a qué se refería pero sintió un nudo en el estómago al recordarlo hecho un ovillo en su cama la semana anterior.

—Es que el sacerdote me pide hacer cosas que no… ¡No son inventos míos!.... Claro que no pero yo… ¡Por favor, créeme! ¡Ya no quiero estar aquí!

A pesar de estar suplicando su tono de voz era muy bajo, apenas podía escuchar lo que decía pero esas palabras le provocaban escalofríos, parecía desesperado por salir del seminario. Sabía que Seiya estaba ahí por decisión de sus padres, pero nunca le había dicho que iría en contra de tal decisión, estaba “resignado”, esa palabra había usado cuando le contó su historia pero ahora… ¿Tan malo le parecía el seminario?

—Mamá… no… está bien… si, adiós.

Seiya colgó el teléfono y sollozó un momento. Shun no se atrevió a salir de su escondite hasta que su amigo se retiró después de desahogarse. El corazón del joven de cabello verde estaba desbocado. ¿Alguien molestaba a Seiya? Si era así debía decirle a alguno de los sacerdotes que estaban a cargo o a alguna monja. Hablaría con él pero cuando estuviera más tranquilo y pensara en qué decirle.

A paso lento se dirigió hasta el prado. Esa tarde el clima estaba especialmente agradable y por ello quería pasar toda la tarde con Shaka pero esa conversación y las lágrimas de su amigo habían conseguido bajarle el ánimo.

Shaka estaba ansioso como siempre,  sus alas estaban mucho mejor después de los cuidados del menor y agradecía su ayuda cada vez que las extendía probando sus fuerzas, comprobando que poco a poco volvían a ser las de antes. Pronto surcaría los cielos más allá de las primeras nubes, tan alto como la luna. Extrañaba volar pero como siempre, se decía que valía la pena someterse a esa sanación tan lenta con tal de que el joven asistiera diariamente a él.

Ya antes las había probado espiando poco tiempo a Shun cuando estaba en clase o en sus demás actividades, pero solo podía resistir un tiempo antes de sentir una punzada en el hombro y tener que bajar de nuevo hasta el claro, pero ahora estaba mejor, esa mañana había sobrevolado por más tiempo y el dolor no acudió a él.

Cuando Shun llegó Shaka mantenía sus alas extendidas como si comprobara que ya estaban bien, el joven se sorprendió de ver sus alas en todo su esplendor. Eran hermosas y blancas como las alas de un cisne, imponentes y hechizantes, además parecía que tenían brillo propio, uno nada exagerado pero igual de resplandeciente. Entre más se acercaba, más se admiraba de la suavidad que parecían tener esas plumas pulcras, ahora sin rastro de la sangre que tenían semanas atrás cuando lo encontró herido. Solo observar tan bello espectáculo le hizo olvidar casi por completo lo recién presenciado.

—Son hermosas— susurró intentando tocarlas, a lo que Shaka no se opuso pues su mirada y palabras le habían agradado.

—Te dije que me recuperaría, y todo es gracias a tus cuidados.

Shun le miró unos segundos sin borrar su sonrisa. Sentía el ardor en su cara extendiéndose hasta las orejas mientras dibujaba una el ángel le dedicaba una sonrisa sincera en su rostro, una que lo hipnotizaba, tenue, enigmática y cálida.

—Me alegra mucho—dijo de corazón. Ver un ángel herido era impactante y ahora estaba aliviado de que esa horrible herida ya no le causara problemas.

Shun terminó por acercarse y retiró las vendas. Sabía que podía retirarlas desde tiempo atrás para que el ángel se fuera pero no quiso arriesgarse, pero ya no había temor, las alas estaban recuperadas por completo.

—¿Quieres probar que tan fuertes son?

La pregunta sorprendió a Shun, pero no tuvo tiempo de responder o hacer saber de sus dudas pues en una fracción de segundos ya se encontraba en los brazos del rubio mientras los caramelos que llevaba se esparcían por el claro. Confundido observó a Shaka que solo sonrió de lado por la curiosidad en los ojos del menor, pero no se negó a esa cercanía ni se mostraba temeroso.

De pronto Shaka comenzó a mover sus alas. Creaba una corriente de aire que movía las flores a sus pies. Shun se aferró con fuerza al mayor al presentir que despegaría en cualquier momento, lo que no tardó en llegar y temeroso cerró los ojos con fuerza. Temía de las alturas y estaba seguro de que estaban por encima de las copas de los árboles. El viento soplaba con fuerza y Shaka no dejaba de mover sus alas. No iba a mirar.

 —Abre los ojos, Shun, no tengas miedo.

Shun negó un par de veces antes de aferrarse con más fuerza a él, escondiendo su mirada en el pecho del mayor.

En poco tiempo, el brusco movimiento se detuvo, parecía que Shaka había dado por finalizada la prueba para alivio de Shun que lentamente se relajó en sus brazos.  Cuando abrió los ojos se dio cuenta de su error, aún estaban en el aire, muy debajo de sus pies se encontraban las copas de los árboles del bosque y podía ver a la perfección todo el seminario y parte del pueblo.

Sintió un nudo en el estómago y sus piernas hormiguearon. Aterrado rodeó con fuerza el esbelto cuello del ángel para volver a su refugio en su pecho. Estaba seguro que si recorría esa distancia en caída libre iba a ser lo último en su vida y no quería arriesgarse.

—No temas— pidió la serena voz de Shaka—, confía en mí, por nada te dejaría caer.

El menor confiaba en él, no podría desconfiar de un ángel, no con esa sonrisa y esa mirada pero aun así temía abrir los ojos, sentía que su estómago estaba centrifugando solo de recordar la altura a la que estaban. Por nada iba a abrir los ojos.

—Shun —Le susurró el ángel con suave voz al oído lo que le provocó un estremecimiento—, abre los ojos, todo se ve muy bien desde aquí.

Shun obedeció, su timbre de voz fue irresistible. Suspiró profundo un par de veces antes de entreabrir los ojos unos. Poco a poco pudo armarse de valor y disfrutar del paisaje que se le mostraba. Aun temeroso se aferraba al mayor con fuerza pero podía ver hacia el horizonte donde las nubes parecían perderse detrás de las montañas. Aún era demasiado temprano para ver un atardecer pero le apetecía tanto.

Shaka se movía con suavidad, pero más que ver hacia la tierra en la misma dirección del joven, estaba prendado de su rostro emocionado. Se aferraba a su cuerpo pero no dejaba de mirar todo hasta donde su vista alcanzaba.

El ángel estaba extasiado por la adrenalina, pues sabía que sus deseos eran un pecado imperdonable. No debía amar a un humano, era una de las peores faltas para un sirviente de Dios.

Después de volar sobre los árboles, el mayor aumento la velocidad para disutos de Shun que volvió a aferrarse a él como si su vida dependiera de ello. No se detuvo en un rato pero cuando el menor sintió que dejaba de aletear, abrió los ojos para descubrir que se encontraban parados sobre un risco. Lo conocía, estaba a algunos kilómetros de distancia pero nunca se había atrevido a subir.

—Es… precioso —murmuró mientras Shaka lo dejaba sobre las grandes rocas.

Pero Shun no se apartó de él, seguía aferrado de su brazo puesto que temía tambalear y precipitarse hacia el vacío.

—Es… ¿Así es como se ve el paraiso?

—No precisamente —Sonrió Shaka sin perderlo de vista.

Había visto muchas veces ese tipo de paisajes y admiraba de sobremanera la creación de su Dios, pero por ahora, para él era más atrayente observar las inocentes reacciones del joven humano.

—Ángel Shaka… Me dijiste que no puedes decirme sobre la vida después de la muerte pero… Quisiera saber ¿Nosotros los humanos nos convertimos en ángeles al morir?

Shaka observó a Shun mucho tiempo lo que consiguió poner nervioso al menor,  no sabía si había cometido un error la hacer esa pregunta pero estaba tan curioso. Su abuela antes de morir le había dicho que lo cuidaría desde el cielo como su ángel guardián pero… ¿Era eso posible? Lo deseaba, que su abuela lo cuidara siempre pero tenía sus dudas.

—No —fue la simple respuesta de Shaka.

Shun lo comprendió de inmediato, no debía saber más al respecto, era algo que Shaka tenía prohibido revelar y aun así se había arriesgado a darle ese monosílabo como respuesta. Le estaba tan agradecido, pero a la vez decepcionado y ansioso. ¿Qué había después de la muerte? ¿En qué se convertían ellos al dejar ese plano terrenal e imperfecto?

—Aunque hay humanos que están muy cerca de tal hecho —continuó el mayor al ver las muchas preguntas que se plantaban en la expresión de su acompañante.

—¿Cómo? ¿Hay que hacer algo?

—No… no debería decirte esto pero… lo haré como agradecimiento por tus atenciones, ¿De acuerdo? No se repetirá.

—Claro.

Shaka le miró unos segundos antes de sentarse en las rocas siendo imitado por Shun casi en el acto.

—Desde que los demonios descendieron a la tierra se han encargado de consumir poco a poco la luz de los hijos de Adán haciéndolos caer en tentaciones. Todos los humanos, aunque fueran corpóreos, mantenían un par de alas en su espalda que demostraba su poder espiritual pero con el paso de los milenios cada uno fue perdiéndolas.

—Tus alas…

—Son el poder de mi alma —interrumpió sin cambiar el tono de su voz—. Esa luz que Dios nos otorgó cuando nacimos. Si nuestra alma es blanca somos más cercanos a Dios, aquellos con las alas más blancas son los Serafines, nosotros los ángeles estamos por debajo de todos las demás categorías y aun así nuestras alas despiden luz propia.

—Entiendo. ¿Y si los humanos son buenos pueden tener esas alas al morir?

—No, las tienen en vida. Tú, Shun, tienes un ala blanca en tu espalda, la vi desde que te conocí y es la razón por la que puedes verme.

—¿Yo?... ¿Una? ¿Por qué? Deberían ser dos, ¿No?

—Te han corrompido —explicó sereno lo que preocupó a Shun— después de milenios los demonios se han encargado de alimentarse con sus alas, la mayoría las ha perdido y por ello poseen muy poco poder espiritual para negarse a los pecados capitales… pero de alguna manera aún hay personas como tú, que se han resistido a los demonios.

No dijo nada. Estaba corrompido y era obvio para Shaka. Lo sabía, tal vez había perdido su ala por su pecado y ahora lo lamentaba…

—¿Pueden recuperarse? —preguntó decaído, algo que Shaka notó y por una fracción de segundos pudo ver ese tormento que Shun cargaba en su espalda. Al fin sabía la razón por la que quería dedicarse a Dios.

—Por desgracia no.

Shaka se dio cuenta de la caída de ánimo del joven. Le miró por largos minutos hasta que un suspiro de labios del menor le hizo salir del trance. Se había perdido en esa expresión melancólica por demasiado tiempo. Todas sus expresiones le fascinaban.

—Debería regresar ahora —murmuró Shun al ángel.

—Vamos entonces —dijo Shaka al ponerse de pie animando a Shun a que hiciera lo mismo.

De nuevo Shun se aferró a su cuello pues sabía que la única manera de bajar de ahí rápido era volando y no le agradaba mucho la idea pero no opuso resistencia, mantenía los ojos cerrados hasta que el movimiento se detuvo y se dio cuenta que se encontraba junto al muro del seminario.

—Ya está bien —murmuró Shaka con voz suave al dejarlo con cuidado en el suelo.

—Muchas gracias.

Shun le respondió el gesto y se dio la vuelta. No podía creer lo que había escuchado del ángel. Estaba corrompido por un simple deseo, los demonios habían logrado consumir una de sus alas blancas… ¿Ya no merecía el paraíso?

Notas finales:

Agradecería un rev.


En el siguiente cap tenemos una aparición especial *3*!! Quién no ha aparecido y es de ley que deba salir en uno de mis fics de Shun???

Una pista... se quieren mucho uwu


Saludos.


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