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Black Vow por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

De vuelta con la actualización.

Intentaré publicar así de seguido, no demorarme mas de una semana entre cada capítulo.

Esa mañana fue como cualquier otra, a pesar de ser fin de semana no había diferencia con ningún otro día para él: hacía sus tareas domésticas, estudiaba, iba al pequeño templo y jugaba un poco con sus compañeros del seminario antes de realizar sus deberes con la escuela.

La teoría era un poco cansada pero cada palabra y nuevo concepto que aprendía lo dejaba más feliz y en paz. Quería ser el mejor de la clase para poder asistir al sacerdote en alguna de las misas que realizaba en el pueblo, o mejor aún: faltaba poco para el ingreso de nuevos seminaristas y él quería sostener la vasija de agua cuando el sacerdote lavara los pies de los aspirantes.

Y a pesar de querer asistir una ceremonia religiosa, había algo mucho más importante que eso. Si le hubieran dicho antes que en un futuro pondría otra tarea antes que ese deseo de ir al pueblo a misa con el Padre les hubiera dicho y jurado que nada podía ser más importante. Menos mal que no lo hizo porque hubiera sido un juramento en vano.

El joven seminarista había tenido la bendición de ver a un ángel y no sólo eso, sino que recibió la tarea de sanarlo para que regresara a las filas contra los demonios que amenazaban a los hijos de Dios. Se había decidido por cuidarlo al ver que estaba herido de una de sus alas y aunque eso lo distraía un poco de sus tareas en el seminario, no pasaba una tarde sin que fuera al prado de flores para revisar la herida, que cada vez iba mejor.

El ser divino sólo recibía su preocupación y se dejaba hacer, pues el trato que le daba no era para nada desagradable. Sus manos eran suaves y él muy delicado.

Y esa misma tarde Shun salió a prisa para poder verlo. Como todos los días, desde que lo encontró una semana atrás, el ángel lo esperaba paciente a la sombra de ese árbol. Sus alas habían recuperado su blancura al igual que sus ropas.

Shun no podía explicarlo, pero cada vez que estaba cerca de él se sentía nervioso y algo aturdido. Suponía que era la sensación de ver a algo tan cercano a Dios, nadie podría explicar nunca esa sensación.

—Ya está —anunció Shun con una sonrisa cuando terminó de vendar de nueva cuenta la lesión en el ala del ángel—. Tengo que cambiar el vendaje todos los días, pero se curará, de hecho ya se ve mucho mejor.

—¿Seguirás viniendo? — preguntó atento a su hermosa sonrisa.

—Claro, Dios me ha dado la misión de ayudar a uno de sus ángeles y no voy a negarme —aclaró, aunque también era porque de esa manera podía expiar su pecado.

Shaka le miró y una tenue sonrisa apareció en su rostro. Su ala se sentía mucho mejor y su energía estaba restaurada casi por completo, podía usar su don de sanación para terminar de curar sus heridas, pero no lo hacía, Shun estaba demasiado ilusionado con la idea de sanarlo.

—Es agradable tenerte aquí a diario.

Shun amplió su sonrisa. Shaka le agradaba y su presencia no lo incomodaba, además quería estar atento a su recuperación, no le importaba tener que buscar la manera de escaparse un rato del seminario para verlo todos los días. Nada era más importante que una prueba de Dios, y así como Job se encomendó al señor y le fue fiel hasta el final, él lo sería igual, no defraudaría al Señor Padre.

—Eres muy joven para estar en un seminario —Escuchó de pronto y se sorprendió por el comentario.

Sintió pánico, sabía que nada podía ocultarle a Dios y tal vez tampoco a un ángel. Temía que él pudiera ver a través de sus barreras mentales y supiera cual era ese secreto que intentaba ocultar de todos, incluso de Dios mismo.

—Quiero dedicar mi vida a la humanidad —dijo a pesar de no querer mentir, aunque no era del todo una mentira. Shaka no entendió del todo esa respuesta, no parecía demasiado convencido de eso y él joven notó su duda —. Desde niño pensé en la posibilidad y ahora puedo hacerlo. Mi familia me apoya y está orgullosa de mi decisión.

—Aun así no lo entiendo —confesó. No entendía la obsesión que tenían los humanos en dedicar su vida entera a Dios, sabía de las muchas religiones que existían, dichas actividades humanas que solo incluían prácticas de índole existencial y moral.

Los humanos eran extraños, buscaban siempre la manera de motivarse para hacer el bien, fuera con el medio que necesitaran y las religiones ayudaban a la causa, pero era obvio que la mayoría no podía actuar si no era sintiéndose observados o tras ciertas normas. Para Dios, lo único que importaba era el amor.

Eso era lo que los hacía imperfectos.

—Usted es un ser de luz —Shun sonrió sentándose frente a él, pues no deseaba manchar su blancura, evitaba tocarlo por todos los medios—. Es un ser puro y no puede entender el deseo que tenemos por ser iguales, aunque sabemos que no es posible, aun así intentamos que…

—Y al mismo tiempo pecan —Interrumpió Shaka, miró a Shun a los ojos y enarcó una ceja —. Los humanos no pueden pretender convertirse en ángeles.

—No es eso lo que estaba diciendo —murmuró apenado —. Yo sé que no puedo ser un ángel, pero no quiere decir que me resigne a vivir en la indecencia. No me creo superior, pero quiero ayudar a las personas para que estén más cerca de Dios.

Exactamente lo que se dijo unos segundos atrás. Los humanos no podían actuar con bien por convicción propia.

—Sigue siendo algo que no comprendo —suspiró después de pensarlo unos minutos.

—Claro —Volvió a sonreír.

Todas esas reacciones eran las que lo dejaban sin saber que decir. No parecía molesto con nada de lo que le decía, aunque estuviera en contra de sus creencias, simplemente aceptaba todo lo que venía de su boca.

Por su parte, Shun no esperaba que alguien entendiera su forma de pensar, aunque era simple: No quería convertirse en un pecador y ganarse una eternidad en el infierno, quería un paraíso y eso era lo único que podía hacer para alcanzar tal meta.

Cuidaba de un ángel con esa esperanza y estaría ahí hasta que sanara.

—¿No extrañas a tu familia? Los hijos de Adán son muy apegados a los lazos de sangre ¿O me equivoco?

—No, no se equivoca —murmuró Shun con una sonrisa, llevó su vista a sus manos cruzadas sobre su regazo y suspiró— los extraño mucho, sobre todo a mi hermano pero aquí estoy mucho mejor, me siento en paz y tranquilo al saber que estoy haciendo las cosas como se deben—Lejos del pecado.

Shaka volvió a mirarle por largo tiempo, había algo que se le escapaba en esa actitud y las razones para estar ahí, pero lo averiguaría después, no quería apresurar las cosas.

—¿Tu hermano es menor a ti?

—No —contestó de inmediato Shun—, me supera por tres años aun así somos muy cercanos aunque no es tan devoto como mis padres quisieran, es una buena persona a pesar de todo.

—¿Y crees que él no pueda ganarse el paraíso?

—No es pecador —abogó a su favor de inmediato— desde que somos niños él siempre ha jugado a favor de la justicia, incluso ahora lo hace, se ha enlistado en el ejército. Pero… no lo sé, la iglesia dice que la oración es el camino más rápido a Dios y mi hermano…

Shaka no dijo nada. Curioso, todas esas ideas humanas le resultaban curiosas.

—Debo irme, pronto debemos hacer los preparativos para la cena— dijo Shun al levantarse del pasto.

—Claro, te espero mañana entonces.

Shun miró atento a Shaka, él había cerrado sus ojos y recostado contra ese gran árbol parecía dormitar, el viento soplaba contra su rostro sereno. No parecía molestarle quedarse sentado en ese lugar sin hacer nada más. Era muy paciente.

—Hasta mañana —Sonrió antes de emprender la carrera hasta el seminario.

Shaka abrió los ojos para verle marchar. Siempre lleno de energía. Su corazón comenzaba a albergar ese sentimiento imperdonable y prohibido para ellos, nunca lo sintió antes y no se dio cuenta pero cargaba ahora el pecado mortal.

Shun corrió a toda prisa hasta llegar al seminario. Tenía que darse un baño aun y tenía pocos minutos para hacerlo. A pesar de sentirse agobiado no dejaba de sonreír, cada vez que regresaba de ver al ángel se sentía rebosante de dicha y serenidad.

Salió de la ducha con el cabello mojado aún, vistió rápido sus ropas y a toda prisa salió de la habitación donde dormía, pero antes de llegar al comedor se topó con alguien, afortunadamente no llegó a estrellarse contra él, ambos hicieron lo posible para evitar la colisión.

—Shun —saludó el sacerdote con una sonrisa—, vas tarde, ¿Algo te ha demorado? ¿Son demasiados deberes?

—No, Padre, solo que el tiempo se me fue sin que me diera cuenta.

Una dulce sonrisa inocente de parte del menor y el sacerdote le observó a detalle. Sus largas pestañas color esmeralda, sus ojos que brillaban con la pureza de la juventud y ese rostro suave y de porcelana. Nadie en todo el seminario poseía tales cualidades.

Shun abrió los ojos cuando sintió la caricia en su mejilla de manos del padre. No le extrañó, no era la primera vez que lo hacía y tampoco era el único. Simplemente no lo esperaba en ese momento. Fue una caricia demasiado larga, pero al final el mayor terminó tomando uno de sus mechones mojados y sonrió como si le reprendiera.

—Te acabas de duchar, Shun, está fuera del horario.

—Lo lamento, como le dije, no me di cuenta de la hora.

El padre colocó una mano en su cabeza y acarició con delicadeza antes de seguir su camino.

—Ten cuidado, Shun.

Se retiró como si nada y el menor le observó hasta que dio la vuelta en el pasillo. No entendió sus últimas palabras, quizás se había dado cuenta de que escapaba del seminario por momentos… aunque de ser así ya le habrían impuesto un castigo.

Aun pensando en ello comenzó a andar por el pasillo, pero al dar un par de pasos pudo ver a uno de sus compañeros asomado desde el comedor, lo observaba con una extraña expresión que le preocupó. Un joven de ojos color caoba y cabello castaño.

—¿Sucede algo, Seiya? —Preguntó cuando estuvo a su lado—, no te ves muy bien.

Seiya, aunque era menor a él por un par de meses, llevaba algunos meses más de los que él tenía ahí, desde que llegó se habían vuelto muy cercanos y podía decir que era el único amigo que tenía en ese seminario. Era muy alegre y despreocupado, aunque algo inquieto y le encantaba meterse en problemas. Él estaba ahí por obligación de sus padres pero nunca se quejaba de ello.

—Estoy bien —confirmó con voz baja—. El padre… ¿Qué te ha dicho?

—¿A mí? —Shun no comprendió del todo la razón de su pregunta pero aun así no dudo en responder— nada importante, se me hizo tarde y se dio cuenta, solo me dijo que tuviera más cuidado.

Seiya se quedó callado con la mirada fija en el punto donde el sacerdote había desaparecido y después de unos segundos se dio la vuelta.

—Sí, ten cuidado… vamos, Shun, los demás están ya en la tarea.

—Claro.

Extrañado le siguió de cerca. Seiya no volvió a decir nada más durante la cena, regresó a ser el mismo chico de siempre por lo que Shun supuso que lo pasado anteriormente fue porque el sacerdote había reprendido al menor.

Notas finales:

Este fue un capítulo sencillo, pero se da una idea de algunos asuntos... ¿O no?

Espero les haya gustado, agradecería que me dejaran un rev.

Saludos.


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