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Love. (Cancelado) por anon_kagamine

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Notas del fanfic:

¡Hola! ¡Seh, soy Anon -De nuevo-! Bueno, primero que nada decir que éste es un proyecto sólo mío... Que es limitado eweU ¿Qué quiere decir eso? Que es un proyecto de segundo plano y que no tomo mucho tiempo para escribirlo (Actualmente estoy subiendo dos historias aparte de ésta, aunque están ya escritas en su totalidad)

Entonces, como un punto importante diré que será un Capítulo por mes más o menos, pues no puedo escribir siempre y porque los capítulos serán extensos.

Dejando eso claro, ¡Seanme pacientes y disfruten la lectura!

Notas del capitulo:

Espero que les gusten y critiquen, ¡Y que lean la nota de arriba, es importante! xD

Sin más que decir que el argumento es totalmente mío, ¡Que comience la lectura! :3

Soy Usami Akihiko, tengo 29 años y ya pronto 30. Trabajo como un escritor que se gana la vida haciendo lo que ama. Mis escritos más que nada adentraban a los lectores a un mundo de completa desolación y desesperación, claro, hasta que conocí a Misaki; aquel pequeño e inocente niño hizo que mi mundo se pusiera de cabeza al igual que mi escritura. Mis historias desde que lo conocí se fueron haciendo cada vez más iluminadas, lindas y “rosadas”. Pero todo cambió un día en donde perdí a mi pequeño y preciado tesoro… O eso quieren hacerme creer.

Aquel fatídico día es el que desencadena ésta historia. MÍ historia.

~Flash Back~

Era una tarde de las que más me gustaban, el cielo estaba completamente cubierto de grisáceas nubes que parecían tan suaves como un algodón. Al ver aquellos algodones que únicamente podían ser moldeados por dioses a través de la ventana, me daban unas ganas enormes de salir de aquella habitación para ir a intentar tocar alguna de esas nubes. Pero no. Estaba a mitad de una guerra interior para decidir qué haría ahora el personaje principal; y si no lo decidía rápido Aikawa-san me estaría jodiendo toda la maldita semana. Y yo no quería eso, era de hecho lo que menos deseaba; yo sólo quería pasar toda la semana mimando a mi pequeño Misaki.

Aquellas tardes en las que pasaba metido en mi habitación, buscando material de referencia o plasmando imaginación directa en mi computador, eran las tardes en las que absolutamente nadie me molestaba, ni siquiera mi pequeño Misaki y, únicamente por eso, por la distancia que tomaban todos cuando debía escribir, no me llegué a enterar de a qué hora me quedé sólo en mi enorme suite.

Solamente cuando el hambre me invadió y ya era hora de merendar, fue cuando dejé mi escrito y mi computadora en paz, pero grande fue mi sorpresa al no escuchar ni si quiera un “Es tarde, Usagi-san”  al salir de mi oscura y mal vista alcoba. Guiado por el temor, fui corriendo por todo mi departamento en busca del chico poseedor de bellos ojos esmeraldas que cautivaron mi corazón, más sin embargo todo fue en vano. No había rastro alguno de mi pequeño.

Fue entonces cuando mi mirada se posó en la mesa, donde yacía una nota con, al parecer, un mensaje para mí. Suspiré. ¿Tan bruto soy como para no darme cuenta de aquello? Rápidamente tomé la nota y me puse a leerla, gracias a dios tenía la letra de Misaki. Sólo tenía escrita breves palabras “Voy a comprar para hacer la cena, Usagi-san” pero aquellas fueron las que me calmaron. Sí, me calmaron a pesar de que era ya tarde. Sí, me calmaron pues ni siquiera escuché cuando Misaki se fue. Sí, me calmaron porque no tenía ni idea de qué era lo que iba a pasar.

Con ya menos temor vi hacía la ventana. La ciudad ahora se veía completamente mojada y depresiva. Todo de un color gris. Ya no admiraba aquellas grisáceas y ejemplares nubes, pues la preocupación por Misaki me invadía dejándome completamente sumido en aquello, imposibilitándome el pensar en otra cosa. Sin más que preocupación por Misaki decidí sentarme a esperar, después de todo ¿Qué más podía hacer? Misaki ni siquiera había escrito a dónde iría a comprar. Realmente me había dejado atado de manos.

Inquieto divisé mis cigarrillos y junto a ellos el cenicero. Con mi mano temblante y algo de coraje e impotencia  cogí un cigarrillo, para llevarlo directamente a mis labios y posteriormente prenderlo. Cada probada que le daba a aquellos tubos blancos me relajaba un poco y me quitaba lo tenso que estaba. Pero no podía desaparecer esa sensación angustiante por completo. Realmente me estaba matando. Aquella preocupación por mi pequeño carcomía rápidamente mi alma hasta llegar a mi corazón, donde causaba un revuelto enorme.

Sin poder contenerme más me paré decidido de donde yacía sentado. Me dirigí con paso firme hacía el colgador donde estaba mi abrigo y, me coloqué rápidamente éste. No importaba si había lluvia, granizo, tormenta o lava; yo DEBÍA ir a buscar a Misaki. Justamente cuando me disponía a salir de mi suite, mi teléfono celular sonó. Miles de pensamientos se juntaron en mi, realmente esperaba que esa llamada fuera de mi pequeño. Pero no. Al ver el número desconocido de quién me llamaba fruncí el ceño, ¿No podían molestarme a otro hora, otro día? Muy a mi pesar respondí, deteniendo mi salida en busca de Misaki.

Pero lo que oí… Lo que oí hizo que toda mi alma se estrujara y desgarrara una y mil veces. La calma con la que el señor al otro lado de la línea me hablaba me sacaba de quicio, ¿No se daba cuenta de lo grave que era aquello? ¡Esto debía ser una broma! ¡Esto no podía ser posible!

–Señor Akihiko, ¿Está usted escuchando? –Habló el señor, a lo que yo únicamente callé. Realmente sentía como poco a poco, pedazo a pedazo, todo mi ser se iba desvaneciendo –Señor Akihiko –Llamó nuevamente –Necesitamos que venga ahora, es de emergencia –Insistió.

–No… –Fue el monosílabo que salió de mi boca –Esto es una mentira… –Mi voz a cada palabra se hacía más vacía, lúgubre y ronca – ¡Esto debe ser una broma! ¡Mi Misaki no pudo estar involucrado en aquello! –Grité con todas mis fuerzas. Sentía como quería llorar, pero las lágrimas no salían, lo único que pasaba era que el poco y nada de brillo que mis ojos poseían gracias a Misaki se cubría gradualmente de coraje – ¡Usted está mintiendo!

–Señor Akihiko, por favor cálmese. Según los documentos que encontramos en escena, el peatón atropellado fue Misaki Takahashi. Y por informaciones exteriores supimos que en este momento únicamente se encontraba en Tokio usted, un conocido de confianza con quien residía la víctima. Nosotros no tomamos esto como una broma, somos profesionales. Y ahora le digo que el señor Misaki Takahashi está en urgencias y la única persona que puede estar junto a él es usted ¿Capta? Ya hemos hablado con Takahiro Takahashi, quien dio su aprobación para que usted pudiese entrar a ver al joven mientras el aún no esté en Tokio –La calma con la que el hombre hablaba me desesperaba. Pero el hecho de imaginarme a Misaki tirado en el suelo medio muerto y con sangre alrededor suyo, hacía que toda mi sangre se me congelara –Debe venir a la clínica Ikuryo lo antes... –En aquel momento no aguanté más y lancé lo más fuerte que pude mi celular contra el suelo. Todo mi coraje se vio desenfundado en el momento en que mi celular se trozó.

Ya sabía a dónde ir, así que rápidamente bajé a la recepción, dejé mi registro de que salía y salí. Me subí a mi auto deportivo y conducí lo más rápido que pude a la clínica, me importaba exactamente una mierda que estuviese lloviendo o que me saltara los semáforos, esto era cosa de vida o muerte, realmente no podía asimilar que a Misaki, que a MÍ Misaki le hubiesen atropellado.

Al llegar a la clínica me estacioné lo más rápido que pude y corrí a “Servicio al cliente” Para preguntar por mi pequeño. Me pidieron mi nombre y carnet de identidad, que con toda la rapidez del mundo se los entregué a la señorita, quien después de confirmar mi identidad me dijo a dónde tenían a mi Misaki. “Sala de urgencias número 3” Vaya que bruto soy, antes ya me habían dicho que estaba en urgencias.

Con cuidado de no tropezar o golpear a alguien caminé a paso rápido hacía la sala de urgencias número 3. Nunca en mi jodida vida había estado tan angustiado. Cuando me aproximé a la puerta para entrar, dos doctores me impidieron el paso con excusas de que estaban en pleno proceso muy complejo, que no podía pasar personal no autorizado y esas babosadas. Estuvimos discutiendo por más de 15 minutos, yo a grito limpio y ellos tratando de mantener el respeto que me debían al ser responsable de un paciente. Finalmente cuando me senté en unos asientos de por ahí cerca ya resignado a no poder entrar, me comencé a calmar, cosa que duró poco.

Cada minuto, cada segundo, cada suspiro para mí se hacía una completa  eternidad en aquella habitación. No podía esperar tanto, era de mi Misaki de quien se trataba esto, ¿Acaso no se daban cuenta? Completamente frustrado miré hacía la ventana. En medio de todo el sonido de pasos, voces y artefactos en aquella clínica se escuchó un trueno. “Rayos” Maldecí, cuando esos ruidosos amigos se presentan no pasaba absolutamente nada bueno.

Con un temor cada vez más creciente volví a posar mi mirada en la puerta que nos separa a Misaki y a mí. ¿Cómo pasó eso? Una seca lágrima rodó por mi mejilla dejando un rastro mojado y abriendo paso a más como ésta. ¿No había cuidado lo suficientemente bien a mi pequeño? Tan sólo de pensarlo me sentía fatal, me sentía impotente… Me sentía… Inútil.

Un médico salió de la sala de urgencias y se dirigió directamente a mí. En su rostro se veía reflejada una de las emociones que más odio… Tristeza, pena. Ya me temía lo peor. Me paré rápidamente de mi asiento completamente alterado y tomé por los hombros al médico. Mis lilas orbes estaban completamente cristalizadas y sentía como transmitían desesperación. No faltó que dijera algo yo para que el profesional comenzara a hablar.

–Hay muchas probabilidades… De que no pueda… –Fueron las palabras que salieron de la boca de aquel “profesional”… ¿Qué no iba a poder? ¡Debía de poder! ¡Tenían que hacer algo! La desesperación de apoderó por completo de mi, y ya no podía controlarla.

– ¡Ustedes deben de hacer que pueda! ¡Para eso les pagan! –Grité haciendo a un lado al médico y comenzando a dirigirme hacía la sala de urgencias. Derribaba a todo el que estuviera frente a mi o que me impidiera el paso. Fuese como fuese debía llegar a Misaki. Iban ya cinco doctores y auxiliares los que me habían impedido avanzar, más los cinco se hallaban en menos de un instante en el suelo. Pasé sin disminuir mi velocidad hasta el fondo del pasillo, donde se hallaba la puerta de la sala de urgencias. Por alguna razón sentía que si me acercaba más a Misaki, me sentiría mejor, además de que debía decirle a los doctores que podían… No, ¡Que debían salvar la vida de Misaki!

Mi corazón a medida que más me acercaba a la puerta, más rápido latía. Sentía como latía tan rápido que parecía que saltara y que en cualquier momento saldría de mi pecho. No me importó en absoluto, lo importante ahora era el estado de Misaki. Estaba ya en frente de la ancha y blanca puerta, por alguna razón sonreí de lado; más todo rastro de esa sonrisa se borró al ver como la puerta frente a mí se abría, dejando ver a un decaído doctor de bata blanca y con guantes. Llevaba los ojos cerrados, así que lo más probable es que no se diera cuenta de mi presencia de inmediato. Él soltó un suspiro pesado mientras se encogía de hombros, luego se dignó a abrir los ojos y, al hacerlo, se llevó una sorpresa de verme ahí; casi por inercia vi como el hombre desviaba la mirada, agachándola al suelo… No… Eso… Eso sólo significaba una cosa…

– ¿Es usted Usami Akihiko? –Preguntó de repente, aún sin mirarme a los ojos.

–Sí… –Respondí captando todo, más lo negaba y lo negaría una y mil veces, esto no me podía pasar a mi…

–Lamento informarle que… El daño que sufrió el joven Takahashi al ser impactado por el auto… Eh… Fue muy grave y…–Comenzó a rascarse el brazo en forma de nerviosismo, se estaba dando muchas vueltas para decirlo. Pero no importaba, de todas formas no quería oírlo. Antes de que el “doctor” terminara su frase me giré y comencé a caminar para salir de aquel lugar. Recién había emprendido mi caminar cuando escuché como el joven gritó “¡Espere! ¡Debo de decírselo!” más ni siquiera hocé de darme vuelta nuevamente, era lo que menos quería.

A paso rápido y decidido me fui alejando de aquella sala de urgencias, y también de la clínica. Mi mente y ojos estaban completamente en blanco, sin rastro de vida alguna. Mi alma parecía haberse ido, era tan sólo un cuerpo sin vida. Aún me pregunto cómo fue que no choqué o no ocasioné un accidente de tránsito… Al llegar quién sabe cómo a mí suite, cerré la puerta principal con pestillo doble y me dirigí a mi habitación. No tenía ganas de ver nada ni a nadie, simplemente quería estar yo solo con mi soledad; escuchando el ensordedor sonido que producía la nada.

Me quedé encerrado en mi habitación durmiendo, reposando, ignorando llamadas y sin abrir la puerta por más de una semana, de hecho, podría jurar que fueron inclusive más de dos semanas. Pero, al salir por fin de mi mal vista y mal ordenada habitación, me llevé una no muy grata sorpresa al encontrarme ahí, parada en medio de la sala de estar a Aikawa-san.

– ¡Usami-sensei! –Gritó histéricamente la pelirroja al verme. Su mirada transmitía pena y rabia juntas, fundidas como Dios manda. – Siento lo de Misaki… –Susurró con su voz quebrándose gradualmente mientras hablaba más –Pero… Pero no puede dejar su trabajo –Admitió soltando un par de lágrimas, de impotencia creo yo, de impotencia por no estar ahí o yo que sé; no comprendo a ésta mujer.

–Aikawa-san… –Fue lo primero que me limité a susurrar. Mi voz sonaba ronca y se notaba que desde hace tiempo que no conciliaba  el sueño ni había podido tener un dormir reparador. –Realmente… ¿Puedes imaginarte los libros a partir de ahora? –Pregunté un tanto dolido, mientras recibía una mirada de sorpresa por parte de la editora, cosa que interpreté  como que ella no sabía a qué me refería. – Mis mundos creados ya eran malos antes de conocer a Misaki… Se aclararon al permanecer con él, y… Ahora… ¿Te imaginas lo desolados o desesperantes que pueden llegar a ser aquellos mundos por el hecho de que mi niño…Mi niño no está? –Aquella fue la última palabra que salió de mi boca en aquel encuentro. Aikawa-san únicamente calló, se quedó quieta en donde estaba y con la mirada baja. Entonces aproveché para dirigirme a la cocina, tenía un hambre voraz.

Bastó con que sacara un jugo en botella del refrigerador, cerrara la puerta de éste y escuché como la editora con quien había trabajado casi toda mi carrera tomaba sus cosas y se retiraba de mi suite, aún en silencio. No hice ni un intento en detenerla; de hecho ni siquiera me moví. Rápidamente escuché el sonoro portazo de mi puerta principal al cerrarse y con ello toda mi grande suite quedó en un ensordedor silencio. No estaban ya los “Deje eso, Usagi-san”, “Venga a comer Usagi-san”, “¡Viejo pervertido!”, “USAGI-SAN”… Ya no, y lo que lo reemplazaba era mi antigua soledad, aquella que siempre me mantenía desesperado y aburrido, aquella en la que no podía volver a caer…

Una seca lágrima rodó por mi pálida mejilla, la cual con una rapidez increíble sequé, como si tuviera miedo de que alguien viera mi parte más “humana”… A pesar de que no había nadie ahí…

Ya sin más que hacer me acerqué al mueble donde se suponía habían vasos, llevándome una sorpresa al abrir las puertas de dicho mueble. Pues lo que había allí no eran vasos, eran tazas. Resoplé. Sin importarme, tomé una taza y la dejé en el mueble de abajo, junto al jugo embotellado. Dispuesto a tomar nuevamente la botella de jugo para echar en el vaso y servirme estaba, cuando mi vista comenzó a hacerse borrosa, con desesperación vi mi mano, más no importaba si la acercaba o alejaba, lo único que veía era una mancha de color piel. Poco después de eso, me mareé y lo último que sentí fue el impacto que tuvo mi cuerpo al caer de lleno a la cerámica del suelo de la cocina.

Cuando desperté de mi supuesto “desmayo” lo primero que noté era que no estaba en mi cocina. Lo primero que pensé fue que Aikawa-san había vuelto a mi suite por alguna razón y me había encontrado en el suelo, pues nadie más que ella tenía una copia de mis llaves. Al observar bien donde estaba, deduje que era en una cama, por lo suave que se sentía lo que había debajo de mí y por las frazadas que tenía encima, cubriéndome del cuello hacia abajo; pero eso no era necesariamente a lo que me refería con “Dónde estaba”. Así que, aunque tenía un punzante dolor en la cabeza, me senté en la cama. La habitación donde me hallaba estaba completamente iluminada, tenía tanto la ventana como la cortina abierta y eso daba también paso a una brisa templada. Entre cerré mis ojos al no poder mantenerlos abiertos a causa de la luminosidad en la habitación, y cuando ya me acostumbré a ésta y pude ver mejor la habitación, me llevé una sorpresa; ¡Estaba en mi propia habitación! Los miles de juguetes que tenía amontonados y desordenados por toda mi habitación estaban ahora en orden y en muebles bien colocados, hasta habían descubierto la ventana que desde un principio tenía mi habitación y que ya hacía años no veía.

Toda mi sorpresa fue parada y amortiguada cuando escuché la voz masculina de alguien acercándose a mi pieza. Sabía al revés y al derecho de quien era: Isaka-san. En menos de dos segundos de cuando escuché su voz lo vi aparecer por mi puerta, pero estaba más serio y patético que de costumbre, de hecho, podría atreverme a decir que incluso parecía un hombre maduro preocupado por negocios. Más toda esa imagen se fue cuando él se dio cuenta de que yo había despertado; entonces con una sonrisa me dio una noticia chocante… Bueno, otra.

– ¡Aikawa-san no será más tu editora! –Gritó sonriente, como si fuese la más grande y mejor noticia que se pudiese dar en todo el mundo, ¿No se daba cuenta de que me quitaba a uno de mis pilares? –Ella fue ahora designada a Sumi-sensei por temas internos de la empresa. En cuanto a ti –Su expresión cambió drásticamente, dejando de lado la boba sonrisa estúpida y poniéndose más serio; aquel cambió fue sorpresivo, lo acepto –Por ahora estás libre, no tienes editor. Así que… Vendré todas las semanas para hablar de las buenas nuevas… O de las malas nuevas –Me informó y aquello me cayó como un balde de agua frío. Aunque después de reflexionarlo un poco y pensar cómo eran las cosas; me cayó mejor.

–No hace falta, no escribiré –Avisé de manera cortante, volviendo a acostarme correctamente en la cama y tapándome por completo con las sábanas. Aquello sólo hizo que Isaka se sobre saltara y se alertara.

– Pero, ¿Qué estás diciendo? ¡Tú debes escribir! –Me gritó acercándose a mí, al parecer iba a insistir – ¡Todos lamentamos la muerte de Chibi-tan, pero la vida sigue! ¡Tú carrera sigue! –Aquella crueldad en palabras hicieron que reuniera las fuerzas que en ese momento no tenía y me parara de la cama, dirigiéndome con una “mala aura” hacía Isaka-san, entonces su rostro reflejó temor.

No me tomé la molestia ni de hablarle, sólo me acerqué a él y comencé a sacarlo de a patadas, ¿Cómo era una persona tan insensible? Mientras lo echaba de mi suite escuchaba miles de reclamos de parte de él que obviamente ignoraba, poco me importaba escucharlos ahora; al acercarme a la puerta principal comenzó una pelea más bruta, por el hecho de que Isaka se rehusaba a salir de mi “hogar”. No sé cómo pero pude sacarlo, y una vez que estuvo fuera no lo dejé entrar más, cargué todo mi peso contra la puerta para que ésta no se abriera.

Luego de minutos de forcejeo, al parecer el molestoso de Isaka se fue; dejándome nuevamente en silencio y en mi soledad. Caí rendido al suelo, nuevamente me sentía débil y desolado, no me podía parar ni quería hacerlo. Así que dormí nuevamente ahí, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la puerta.

Al día siguiente desperté ya menos débil, al menos podía pararme e ir a la cocina a comer algo. Como sabía que no podía cocinar o más bien no sabía, simplemente tomé jugo y comí pan con margarina, al menos eso podía hacerlo.

Los días a partir de ahí comenzaron a ser muy pesados, desolados, callados, dolorosos… Cada día caía más en la podrida soledad. Ya no tenía sentido nada, ya no sentía nada, todo era gris, todo lo que le daba color a mi vida se había ido… Mi inspiración, mi máscara, mi dureza, todo eso se había ido… Pero más importante… Aquello que me daba una razón día a día para despertarme se había ido… Mi Misaki…

Lo único que irrumpía en mi podrida suerte aquellos días eran las constantes visitas de Isaka-san que realmente era muy insistente… Varias veces estuve a punto de llamar a la policía por acoso, pero siempre se iba antes de… Dejándome ahí, con el teléfono en la mano y con la amargura de saber que absolutamente nadie a excepción de él vendría; Ya ni siquiera estaba Aikawa-san…

Entonces, aquel día que mantenía un cuchillo contra mí, hundido ya completamente en la  desesperación y desolación, sin temor de morir y terminar con mi desgraciada vida; lo vi. En frente mío estaba él, no podía distinguir casi nada de lo cristalinos que estaban mis ojos, pero podía escucharlo. Bajé inmediatamente el cuchillo que momentos antes estaba apuntando hacia mi muñeca.

–“Usagi-san…” –Escuché su voz llamándome, fue ahí donde me precipité a secar las lágrimas que se habían juntado en mis ojos. Realmente estaba ahí, frente a mí, viéndome con sus hermosos ojos que parecían dos lagunas de un color verde, al parecer iba a llorar.

–Misaki… –Susurré acercándome a él, más el se hizo para atrás, moviendo su cabeza de izquierda a derecha en señal de desaprobación – ¿Por qué…? –Pregunté después con dolor en mis palabras; no podía disimularlo, ya no.

–“No puedes tocarme… Si me tocas desapareceré, ¿Quieres eso?” –Me preguntó mientras una sonrisa mal formada aparecía en sus labios y comenzaba a soltar lágrimas –“Mientras esté contigo estará bien ¿Cierto? Mientras esté contigo estaremos bien…” –Me dijo luego, mientras sonreía más sinceramente. Más ver esa sonrisa me dolía, pues lágrimas de sus ojos salían; su rostro se contradecía, sus ojos me miraban con dolor y derramaban lágrimas mientras que sus labios me regalaban la sonrisa más sincera del mundo… Opté por no pensar.

–Claro, si estamos juntos puedo– Acepté y una sonrisa melancólica se coló en mis labios. –Pero… ¿Cómo? ¿Por qué? –En ese momento miles de dudas aparecieron en mi mente, no podía pensar bien y relacionar las cosas, así que si no me decía todo lo que había pasado terminaría como un idiota.

–“No preguntes” –Evadió mi pregunta, no la contestaría, cosa que me sorprendió –“Por favor… No preguntes nada… Nada de lo que pasó ni cómo ¿Ok? Lo único importante es que estamos juntos de nuevo” –Se limitó nuevamente a responderme, más no me importó; no lo tocaría ni le preguntaría sobre el accidente, pero a cambio tendría de vuelta mis gratos días. Sonreí. Me parecía una buena negociación.

–Vale, no preguntas ni toques… –Me repetí en un susurro, a lo que mi Misaki sonrió y se secó las lágrimas. Realmente no podía procesar bien eso, ¿Y si era un sueño? No lo soportaría.

–“Bien, Usagi-san, no vuelva a sostener un arma en su contra nunca más ¿Bien? O me enfadaré” –Soltó el castaño sonriéndome y parándose. Yo le imité y miré el cuchillo que instantes antes había estado cercano a cortar mi piel. Me reprendí y lo dejé encima del mueble de la cocina.

–Nunca más lo haré, es una promesa –Respondí sonriendo levemente con algo de alegría en mis ojos, mi pequeño no solo estaba ahí, sino que también se preocupaba por mí, cosa que me hacía la persona más feliz del mundo.

Por la llegada de mi pequeño tesoro aprendí a cocinar, poco a poco me fui levantando; iba con él a todos lados. Él se encargó de enseñarme recetas, de decirme libros donde encontrarlas, de ayudarme en el aseo y en la elección de los utensilios más capaces para asear; sin darme cuenta, por él y con él me convertí en “una ama de casa”. En menos de un mes ya podía hacer de todo, yo estaba completamente maravillado, realmente no sabía cómo esto era posible, pero al ver a mi sonriente pequeño, ya no importaba como lo había logrado.

Sólo había un pequeño cambio y algo que, aun que no lo dijera, captaba con creces mi atención; Misaki no hacía nada, sabía cómo hacer las cosas, me decía cómo debía hacerlas, más nunca tocó algo para hacerlas el mismo. Todos los días se acostaba después que yo y se levantaba antes que yo; comía ahora un cuarto de lo que comía antes y además no me tocaba ni yo me descontrolaba. Parecía que lo único que hacía era cuidarme y se limitaba a eso, ninguno de los dos buscaba al otro de forma carnal; Me limité a pensar que era por el lazo y cariño que se había formado ante lo hogareño.

Entonces llegó nuevamente él, la persona más irritante del mundo; Isaka-san. Había estado feliz en todo el tiempo en el que no se había aparecido, pues estaba junto a Misaki, pero al verlo ahora me había bajado un poco los ánimos; más aún así, con mi desgano y todo lo invité a pasar, Misaki me había enseñado modales.

– ¿Qué se te ofrece? –Pregunté, sentándome en el sillón de tres cuerpos en el que estaba Suzuki-san, al tenerlo al lado lo abracé. Isaka sólo me miró con sorpresa, supongo que no se lo esperaba.

–Vaya que está bien esto, ¿Renaciste? –Preguntó con notorio sarcasmo en sus palabras el muy desgraciado, más lo pasé por alto únicamente por una cosa: Vi a Misaki bajando las escaleras en dirección a nosotros y me precipité al verlo.

–Misaki, ve a la habitación –Ordené parándome de mi asiento, a lo que él me miró con sorpresa y cierto temor en sus ojos. Su mirada se desvió hacia Isaka-san, quien permanecía callado, observándome expectante con los ojos abiertos como platos. Rápidamente se volteó en dirección hacia donde yo estaba viendo.

– ¿Chibi…Tan? –Susurró en forma de interrogación Isaka, entrecerrando los ojos. Yo sólo suspiré y esperé una respuesta por parte de mi pequeño.

–“Usami-san… La puerta… Está cerrada” –Soltó Misaki de repente, pasando saliva y con su voz temblorosa, parecía tener miedo.

–Oh, vamos, ¿No puedes hacerlo tú? –Respondí yendo hacia las escaleras donde Misaki se apartó de mi camino y me dejó pasar. Llegué hasta la puerta de mi habitación y la abrí; mi pequeño pudo haberse escabullido hacia la habitación fácilmente si no hubiese sido porque lo paré – ¿Te dejo la puerta cerrada? –Pregunté antes de irme, no podía perder más tiempo en echar a Isaka de mi suite.

–“Claro… Te esperaré acá… No me olvides” –Me dijo inesperadamente, a lo que sonreí tiernamente, él me sonrió de vuelta y entonces caminé hacia las escaleras las cuales bajé para luego volver a sentarme donde instantes antes estaba. Fue entonces cuando miré a Isaka, me veía boquiabierto.

– ¿No es tierno Misaki? –Pregunté sonriendo y luego saqué un cigarro de la cajetilla que había en mi chaqueta, acto seguido lo encendí e inhalé profundamente del tubo blanco con tabaco en su interior; Isaka seguía sin decirme nada, tenía la expresión pegada en su rostro y al parecer no reaccionaría – ¡Habla! –Demandé un tanto inquieto, sabía de más que gritarle a las visitas o a cualquier persona era de mala educación, pero no podía controlarme en esa situación.

–Ya capto todo… –Escuché que susurró entre dientes, más no le tomé mucha importancia, simplemente seguí fumando tranquilamente a la vez que botaba la ceniza de mi cigarro al cenicero. Entonces en un acto bruto Isaka se paró de golpe – ¡Gracias por dejarme entrar hoy! –Agradeció y antes de que pudiera parame para abrir la puerta, el increíblemente rápido de Isaka ya estaba al lado de ésta y la había abierto –Vuelvo mañana –Sentenció para luego desaparecer.

Aquella tarde luego fue algo inquieta, Misaki estaba nervioso y asustado, cosa que se notaba y yo estaba naturalmente preocupado por el, incluso en la cena que hice, tortilla con ensaladas y un salteado de verduras, algo liviano que era lo que generalmente comíamos ahora a pedido de él, había sido rechazada por Misaki con la excusa de no tener apetito. Aquel día me dormí preocupado por él.

Al día siguiente fue otra cosa, Misaki estaba radiante, yo igual, y entonces decidí hacerle unos ricos waffles a mi pequeño. Le hice una en forma de corazón y el otro en forma de flor, realmente estaba muy cursi. Desayunamos amenamente conversando sobre temas triviales, locos y sin importancia, lo genial e importante era estar juntos.

Todo aquello estuvo bien, hasta que después del almuerzo tranquilo que había tenido lugar en mi suite, llegó Isaka-san a la puerta. Al ir a abrirle Misaki por alguna razón se escondió e Isaka entró corriendo al departamento; realmente esos dos con sus formas de actuar me enredaban.

– ¡Akihiko! ¡Tómate una de éstas! ¡Rápido! –Me pidió Isaka, apuntando en su mano un frasco de píldoras al que vi con desconfianza. Pero el bastardo hizo caso omiso a mi gesto y sacó una píldora del frasco, para posteriormente  entregármela. Por simple educación la tomé y nuevamente la vi, esta vez examinándola. – ¡Vamos! ¿Qué esperas? ¡Tómala! –Me incitó infantilmente con “porras”. Obviamente rápidamente me harté de eso, así que iba a tomar la dichosa píldora.

Cuando dicha píldora estaba a escasos centímetros de mi boca, Misaki salió de su escondite y corrió en mi dirección con lágrimas en los ojos; simplemente me sorprendí.

– “¡Usami-san! ¡No la tome!” –Me pidió soltando más lágrimas, sin embargo era demasiado tarde, la píldora había ingresado a mi boca y del susto me la había tragado. Misaki paró en seco y posó sus manos en su cara, comenzando a llorar desesperadamente. Intenté acercarme, más cuando estuve lo suficientemente cerca de él, me dio una punzada en la cabeza y comencé a verlo borroso. Luego caí al suelo inconsciente.

Al despertar vi a Isaka-san sonriente, me mostraba con orgullo el frasco lleno de píldoras iguales a la que anteriormente me había tomado.

–Debes tomar una cada día, ¿Entiendes? En dos semanas llega tu nuevo editor, trátalo bien –Me dijo sonriente saliendo de mi habitación, más con cólera alcancé a tirarle el frasco con las dichosas píldoras. Él se giró y me vio extrañado.

Yo había cometido tal acto por simple inercia; el recordar la cara de desesperación de Misaki al tomarme aquella píldora hacía que no quisiese ver ni tomar la famosa píldora  nunca más. Y más me enojaba el hecho de haber visto a Misaki borroso en lo último que recordaba… Y que ahora no estuviese a mi lado… Estaba en todo mi derecho de tratar así al idiota.

–Si quieres trae al dichoso editor y vuelvo a escribir, ¡Pero no vuelvas con esas putas píldoras de mierda! ¡Las quiero lejos de mí! –Le grité sin medir mi tono y al parece había sido muy alto. Pero lo importante era que al parecer había captado, el idiota tomó las píldoras y se fue, dejándome en silencio, sin la presencia de Misaki.

Mi pequeño no volvió a aparecer hasta dos días más tarde, en los cuales lo había pasado de lo peor. Pero no se comparó al tener que ver la cara de desesperación de Misaki rogando para que nunca volviese a tomar dichas píldoras… Píldoras que hasta ahora no sé para qué eran, pero que me comprometí a evitar tomar.

~Fin Flash Back~

Aquella serie de sucesos es lo que me trae aquí ahora. Boté todas las píldoras que Isaka-san se había empeñado en llevar y actualmente estoy esperando la llegada de mi nuevo editor junto a Misaki, sentados ambos en el sillón, en una paciente espera.

Nos mirábamos y con eso nos transmitíamos todo y nos hablábamos, no hacían falta las palabras. Prácticamente telepatía. En eso estábamos hasta que escuché aquella voz tan familiar estas últimas semanas.

– ¡Buenas, buenas! ¡Acá está tu tercera pata! –Dijo con su irritable tono infantil, entrando a mi suite como Pedro por su casa. Y obviamente no estaba solo, atrás de él había un muchacho, al que vi más detalladamente una vez Isaka se corrió.

Y lo que vi, mi nuevo editor, me dejó completamente paralizado; De piedra. Ni siquiera el que Misaki me hablara en esos momentos me sacaba de mi transe.

–Buenas tardes… Soy su nuevo editor y mi nombre es…

Notas finales:

¿Qué les pareció? c: ¡Opinen, opinen! Acepto de todos uvu 

¡Hasta el próximo mes! Espero poder tener tiempo de escribir xD

Bueno, chau <3

Anon, ¡Fuera!~


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