Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En el closet por Red Giant

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Lo que ven es lo que hay. Ojalá que no consideren esto como un desperdicio de su valioso tiempo. 

Estaba sentado en una colchoneta vieja. Todo estaba casi a obscuras y el polvo flotaba a mi alrededor de manera casi sobrenatural.

Mientras esperaba al portero escuché un forcejeo al otro lado de la puerta.

-¡Soltame mierda! ¡Soltame!- escuché que maldecía una voz familiar.

La puerta se abrió de golpe y algo cayó sobre mí como un saco de papas. Antes de que pudiera reaccionar la puerta había sido cerrada con llave y otras tres voces anónimas se alejaron entre burlas.

El "bulto" se levantó como un resorte y comenzó a dar golpes a lo loco mientras, con amenazas y palabrotas, pedía que abrieran.

Dudé un poco antes de hablar porque sabía exactamente quién era, pero le dio tremenda patada a la puerta que terminó de convencerme.

-¡Eh! ¡Qué después nos la cobran! Calmate un poco, ¿querés?

Hubo un silencio sepulcral. Me aclaré la garganta.

-Eh... El portero viene a las seis y cuarto. Debe faltar como media hora.

No hubo respuesta y supuse que se había dado cuenta de quién era yo.

Ah… Puta madre, ya era medio normal que me encerraran en el depósito, pero justamente tenían que encerrarlo conmigo. A él, la persona que más me odia en todo el jodido universo.

Abracé mis rodillas y suspiré. Me quedé en esa posición un buen rato, simplemente dejando que el tiempo pasara.

-¿Estás seguro de que va a venir?

Levanté la cabeza, sorprendido. Era la primera vez en años que me hablaba sin insultarme. Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared.

Estuve a punto de decirle que las veintiún veces que me habían encerrado ahí había venido, pero a él no le importaba eso.

-Si -dije volviendo a bajar la cabeza.

¿Cómo fue que llegamos a estar así? Habíamos sido amigos desde los siete años y todo terminó por una tontería.

Ahora cada vez que volteaba lo sorprendía mirándome con odio.

Otra vez quedamos en silencio. Lo único que se oía era su respiración cada vez más ruidosa.

Entonces caí en cuenta de que, además de tener asma, era claustrofóbico.

-¿Estás bien?- pregunté, pero no obtuve respuesta. -Martín, ¿estás bien?

Decir su nombre de manera casual se sintió extraño después de tanto tiempo.

Esperé un rato a que dijera algo y comencé a preocuparme. Me paré y di un par de pasos en su dirección.

-Estoy bien -respondió finalmente.

-¿No tenés tu inhalador?

-Desde hace tiempo que no lo llevo conmigo. Ya no... Me ponía mal.

-Está bien, intentá calmarte.

Tenía la cabeza entre las rodillas y no podía ver su cara. Me senté a su lado y dudé un poco antes de poner mi mano en su espalda. Las únicas veces que no parecía asqueado por tocarme eran cuando me golpeaba o me empujaba en los pasillos. Al final no me importó y lo hice. Comencé a mover la mano por su espalda como lo hacía para calmarlo cuando éramos niños. Para mi sorpresa no se apartó ni me empujó, de hecho, ni siquiera se molestó en moverse.

-Ahm... a ver… Pensá en otra cosa, el portero no debe tardar en llegar. Eh... ¿te acordás de mi gato, Pepo? El veterinario lo puso a dieta.

-¿Está bien?

-Bueno, está obeso pero es porque ya tiene siete años y no hace nada más que dormir.

Levantó la cabeza y sonrió mirando al vacío. Casi había olvidado como era su sonrisa.

-¿Tu hermana todavía lo viste de princesa?

-No, la última vez que lo hizo no fue nada agradable. Parecía que había sobrevivido a una prueba de Jigsaw. Si... Pepo siempre fue un pequeño amargado.

Rio conmigo y le dio un ataque de tos.

-Perdón. Ugh, mierda- dijo mientras yo le daba golpecitos en la espalda.

Cuando respiraba se escuchaba un silbido y se notaba que hacía un gran esfuerzo para poder meter aire a sus pulmones. Tenía los puños apretados tan fuertemente que sus nudillos se ponían blancos.

Me recordó a aquella vez, excepto que él ya no temblaba.

Por otro lado, yo sentía que me iba a dar un ataque de pánico.

Esos subnormales, ¿acaso no sabían por lo que él había pasado?, ¿Cómo podía haber alguien tan soberanamente pelotudo?

-¿Por qué?- Preguntó.

-¿Por qué, qué?

-¿Por qué estás haciendo esto por mí?

-¿Qué se supone que haga?, ¿quedarme sentado pensando en la macarena mientras vos te ahogás?, ¿qué clase de persona haría eso?

-Tenés razón. Vos no sos como ella...

Tragué saliva ante la mención de esa tipa. Esa que era la culpable de la claustrofobia de Martín. Quien lo dejaba encerrado en el closet cuando "se portaba mal". Aquella mujer que se hacía llamar su madre.

-Ella ya no puede hacerte nada... -dije con un nudo en la garganta.

De nuevo por un rato, ese sonido sibilante y forzado llenó el ambiente.

Mi mente no dejaba de llevarme a la tarde en la que todo había terminado. Cuando todavía éramos unos mocosos. La vez en que nos habían encerrado en el armario donde guardaban los mapas.

Todo volvía a mí con la obscuridad, el polvo, el miedo y el sonido de su respiración agitada.

La sensación de su mano apretando la mía, el leve temblor de su cuerpo, la calidez de su cercanía...

Sabía que había sido una torpeza de mi parte, pero, ¿cómo se supone que habría podido resistirme a eso?

La puerta se había abierto de golpe y dos chicas mayores se nos habían quedado viendo con expresión de sorpresa. Martín me había empujado con brusquedad y se había escapado dejando la palabra "marica" flotando en el aire, mezclándose con el polvo.

Nunca lo había culpado por su reacción, pero algo como eso se queda siempre como un eco resonando en la parte de atrás de tu cabeza.

Aun así, mientras hacía todo lo posible por tranquilizarlo, descubrí que nunca podría odiarlo. Supongo que algo como eso es difícil cuando toda tu energía la gastás en esconder y despreciar lo que realmente sos.

-Franco- escuché que decía, sacándome de mi trance.

Oírlo decir mi nombre me dio escalofríos.

-¿Si?

-¿Te acordás de lo que pasó... en el depósito de mapas?

Esa frase me llegó como un puñetazo en la boca del estómago.

¿Por qué tenía que seguir torturándome con ese recuerdo? ¿No bastaba con haberme convertido en una paria?

-Ese... beso... ¿Yo te gustaba?

- ...Si.

-Lo siento.

-No necesito ser rechazado dos veces por la misma persona, ¿sabés?

-No es eso. Perdón... por todo. Jamás supe cómo manejar estas cosas.

-Lo sé. Aunque tal vez podrías haber hecho otra cosa en lugar de portarte como un imbécil conmigo.

Hubo otro de esos silencios incómodos.

-Franco... todavía... ¿Todavía te gusto?

- ...No. Podré ser idiota, pero no tanto así.

-Soy un tarado.

-Sí, lo sos.

-Hay algo que he querido decirte por un buen tiempo...

-No quiero escucharlo- interrumpí.

Sentí que se me quebraba la voz. Lo último que quería en ese momento era ponerme a llorar como toda una nenaza frente a él.

-Entonces y aún ahora yo...

-Basta. Por favor.

Una lágrima amenazó con rodar por mi mejilla.

Se escucharon pasos al otro lado de la puerta.

-Chico, ¿te volvieron a encerrar ahí?- se escuchó la voz ronca del portero.

-Estoy acá- respondí.

 Me aparté y ayudé a Martín a ponerse de pie. La luz me cegó por unos instantes.

-Me tengo que ir- me excusé.

Caminé lo más rápido posible intentando que no se notara que estaba huyendo. ¿Qué más podía hacer si estaba a punto de romperme?

No, no me interesaba lo que tuviera que decir ese estúpido. Sabía que todo lo que dijera iba a ser una mentira. Otra forma cruel de torturarme.

A pesar de eso me limpié la cara de un manotazo y miré sobre mi hombro.

Por primera vez desde que lo conocí, él no estaba allí.

Notas finales:

Primer coso deforme subido. ¡Yay! 

Las críticas son apreciadas pero sean amables uwu tengo un corazón débil. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).