Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Parte de ti por Lilith Lawless

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Disfruten la lectura! :3

~*~

—¿Qué cosa? —preguntó el demonio bastante sorprendido, al parecer el dios de la muerte si que estaba enterado de "eso" aunque según muchos demonios esa situación era un mito o una leyenda para causar que no se acercaran seres de su especie a los humanos —. Se supone que eso es una leyenda de nuestro mundo, es imposible

—Cree lo que quieras, yo cumplo con informarte, pero voy a aclararte una cosa: Ese "mito" realmente existió. Y te lo digo con seguridad porque yo fui quien mató a la amada de Gran Rojo, o roja, mejor dicho, porque era mujer. Ella me obligó a retirarme, tiempo después me rogó de rodillas maldiciera a los nacidos, así que mandé a un ángel caído, quien recitó las siguientes palabras: Aquel nacido de éste lugar, no podrá sentir, será un ser vacío y solitario. Quien se atreva a hacerlo, se convertirá en un humano y morirá con el primer dolor que le cause su condena. Roja lo hizo para que no sintieran el dolor que ella pasó con esa humana insolente.

Ambos permanecieron en silencio, ninguno sabía que decir para relajar el ambiente; Undertaker retiró las gafas de su rostro y con voz seria ordenó

—Está de más decir que tu condena es el pequeño Phantomhive... mira, te diré una cosa, Debes alejarte de él, pero si te quedas, tendrás que atenerte a las consecuencias

—Sé a lo que me estoy enfrentando, y tienes razón, me enamoré profundamente de ese niño, no puedo hacer nada, si los humanos no entienden los sentimientos, nosotros menos —dijo al momento que se levantaba —Avisaré a mi amo que pase, descuida, estoy perdiéndolo todo así que no podré escuchar lo que le digas

Sebastián salió por la puerta a paso lento y cansado, seguramente su cerebro no podía analizar lo recién dicho, tal vez ni siquiera lo entendía, estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató de chocar con el conde

—Oye idiota fíjate por donde vas —dijo extremadamente molesto —. Supongo que ya puedo entrar, así que lo haré

Con su andar arrogante, entró a la funeraria. El de cabello plateado comía algunas galletas mientras acariciaba la mejilla de un frío cadáver; dejó lo que hacía para acercarse al él

—Conde, tengo una orden para usted—sonrió—. Aquí tiene de dos sopas: O se aleja de su demonio o le ve morir con el paso de las horas—su semblante alegre había desaparecido, ahora era como otra persona. Dejó al adolescente helado, ¿Verle morir? ¿Por qué?

—No entiendo, ¿Por qué habría de verle morir? Es un demonio, ¿No? Se supone que no mueren— el dios de la muerte hizo una mueca de desagrado, los humanos realmente eran ignorantes

—Todos moriremos algún día, nacemos para morir, nada dura para siempre, inclusive ese sol que ve todos los días, en un momento determinado va a apagarse —suspiró—. Los demonios mueren por varias causas; una de ellas, la más hermosa a mi parecer, es la que sufre tu mayordomo, pero, ¿Quién soy yo para comunicarle algo así? Será mejor que él mismo se lo diga. Pero aclaro, no le pregunte ni le ordene que se lo diga, éste tipo de cosas tan personales solo se hablan cuando hay confianza— se dejó caer al suelo, sacando de su vestimenta un libro de cuero bastante desgastado—. Aproximadamente le quedan… seis días. Mientras tanto piénselo, conde

Con expresión confundida, Ciel salió, quería saber, pero también tenía el deseo de comprobar si la confianza existía entre él y Sebastián. Simplemente decidió ignorar la situación aunque fuese un poco.

La mañana y tarde se fueron completamente rápido, la reina solo quería felicitar personalmente a Ciel -está de más decir que eso le molestó- y darle un nuevo caso, éste era sobre cuerpos encontrados en distintas partes, como bosques o casas, aunque siempre eran dos. 

Ahora, los dos sirvientes y su amo se encontraban de regreso a la mansión de londres, donde según acordaron, les esperaban ambos indúes.
Sebastián había estado con el pensamiento en las nubes todo el día, lo único en su cabeza era su amo, ¿Debería decirle sus sentimientos? ¿Le importarían? ¿Valdría la pena el pasar por esa humillación?, simplemente no veía salida, puesto que, Ciel se terminaría enterando tarde o temprano y quisiera o no acabaría por no ser de ayuda y desechado como un juguete muy divertido que de un momento a otro se descompuso y ahora no sirve para nada. <<Si él lo desea, puede inclusive matarme, porque al final, únicamente soy su mayordomo y no importa lo que me suceda, yo siempre acataré hasta su última orden>>. Estaba decidido, su amo nunca sabría de los sentimientos ocultos que cargaba Sebastián, no mientras éste viviera.
Al llegar, sorpresivamente los extranjeros no se encontraban; lo único era una nota en la puerta de entrada: "Mi pueblo me necesita, regreso en un tiempo". El joven chasqueó la lengua, ¿Tanto le costaba avisar antes de irse? Dobló el papel, lo metió en su gabardina y se dispuso a entrar, encontrándolo todo perfectamente ordenado y limpio,como de costumbre, por parte de Agni. Sebastián preparó la cena mientras el anciano acomodaba la habitación donde al parecer su amo pasaría un par de meses -cortesía de la reina y sus casos tan complejos-. Ciel estaba en el jardín, puesto que al entrar vio claramente una sombra de gran altura esconderse en lo que vendría siendo la cabaña donde jugaba de niño y pasaba tardes inolvidables con su prima.

—Joven amo, está lista la cena —llamó de repente el mayordomo mayor, asustando al adolecente

—M-me asustaste... ¿Dónde está Sebastián?

—Nuevamente sufrió un mareo, le mandé a descansar. Aceptó a regañadientes, pero es por su salud —sonrió con un poco de burla al recordar el gesto que había hecho el pelinegro

<<Qué extraño, Sebastián nunca acataría ordenes de un humano aparte de mi, su amo... >> ahora si era raro, definitivamente iría a verle después de cenar. Aunque su pendiente era, ¿Quién se encontraba en su propiedad?

—Iré en unos minutos, necesito pensar algo, no tardo nada —dijo mientras caminaba en dirección a la cabaña. Tanaka, algo confunfido por la actitud de su amo, se retiró del jardín, no sin antes revisar a donde se dirigía el adolescente.

Ciel abrió imponente la puerta de madera. Esa actitud no duró demasiado, pues lo que tenía enfrente le había dejado helado: una criatura alta, muy alta, con brazos y piernas extremadamente largos, de piel verde grisáseo, apenas tenía cabellos, su sonrisa era escalofriante... pero lo que más destacaba eran sus ojos, con la iris de un blanco tan pálido que apenas y podía distinguirse del resto del ojo

—Ho-la —saludó con una voz rasposa y gruesa
Ciel estaba a punto de desmayarse, el miedo era tanto que no le permitía abrir la boca para llamar a Sebastián... pero, ¿No Sebastián estaba débil? Él no podía arriesgarse a perderlo. Mantuvo la compostura y con un tono tembloroso en exeso preguntó

—¿Qui-quién eres tu...?

—He-he... So-y l-a pe-r-di-ci-on d-e t-u a-ma-do —hablaba entrecortado, pero se le entendía a la perfección

—¡No dejaré que lo toques! —gritó, sacando valor desde el fondo de su ser

—L-o sie-nto hu-mano, e-s m-i de-be-r aho-ra q-ue s-e ena-moró d-e t-í

El adolecente se quedó pasmado, ¿Sebastián enamorado de él? ¡Era imposible! Simplemente no se veía al lado de ese demonio, era asqueroso porque ambos eran hombres

—¿Qué...? Mi-mira, n-no sé quién seas ni que quieras, pero... déjame decirte que a él nunca lo matarás

El ser sonrió más amplio, haciendo tronar su piel, como si fuese de plástico duro,  asustando al chico

—Pe-ro s-i es-o l-o ha-r a-s t-ú —dijo antes de desaparecer

<<¿Y-yo? Pero es en su totalidad una estupidez pensar en que yo mataré a un demonio>>

Suspiró, vaya día que estaba llevando, lo bueno era que ya casi terminaba, solo un par de horas más y dormiría. Salió de la polvorienta cabaña, el susto de esa cosa nadie se lo quitaría y él tampoco comentaría nada, ya había visto cosas así antes pero ésta vez seguramente hasta Sebastián le tomaría de loco.

<<Es cierto, cenaré rápido e iré a verlo, puede que le saque algo sobre qué era eso y porqué hablaba así...>>

 corrió a lavarse las manos y sentarse a la mesa, comenzó a comer con ansiedad, casi atragantándose, bebía con rapidez, ahogándose un par de veces, haciendo preocupar al anciano; para Ciel, esa preocupación era meramente irrelevante, él necesitaba terminar pronto; entre más prisa se diera, menos tardaría esperando hasta que fueran las doce de la media noche. Tras acabar, ordenó se le fuese preparado el baño, si quería quitarse el estrés una ducha con agua caliente era el mejor remedio. Una vez cumplida la orden, subió con pereza y cansancio las escaleras, había sido un día por completo agotador, necesitaba pensar en paz. Apresuró el paso y llegó a su habitación. Entró al cuarto de baño, quitándose la ropa con lentitud; al terminar, entró a la tina, dejándose acariciar por la tibia agua con aroma a rosas que se le había sido preparada. Soltó varios suspiros cansinos y largos, mientras su mente divagaba entre recuerdos, sus memorias pararon justo en el momento que hizo aquel pacto, ese contrato que le condenaría a saber que siempre estaría a salvo, pero con el paso de los segundos era más y más acorralado por aquel verdugo que actuaba tan bien a tal punto de demostrar poder imitar las acciones y sentimientos humanos; sus palabras, su voz, su mirada, ese precioso ser que le sacó de un infierno para condenarle en otro. Sumergió su cabeza por completo en el agua, ¿Pero por qué razón ese tema daba vueltas en su cabeza ahora? ¿Por qué no antes?

 Con fastidio terminó de ducharse, el pensar en perder lo único que le mantenía de pie le agrió el resto del día, y posiblemente la semana, el mes y el año. Salió, se secó y vistió cómodamente, con un pantalón corto y una camisa de algodón –que utilizaba para dormir –para después salir, camino a la habitación asignada a Sebastián. Al llegar a la planta subterránea, donde estaban las habitaciones de la servidumbre, notó que el ambiente era sumamente frío, había una corriente de aire saliente del fondo. Con curiosidad, se acercó, notó entonces que la misma salía de aquel cuarto que era su destino.

<< ¿Qué rayos…? >>

Poco a poco abrió la puerta, encontrándose nuevamente y para su desgracia, con el ser que había visto en la cabaña hacía apenas un par de horas, quien acariciaba suavemente la mejilla de su demonio, que se encontraba profundamente dormido.

 

~*~

Notas finales:

Nos vemos en el siguiente capítulo, ¡Gracias por leer! :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).