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Entre secretos y fuego por Pookie

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Notas del capitulo:

Death note no me pertenece, es obra de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

Advertencia: Lemmon. 

Esto es lo que pasa cuando escuchas muy seguido Enamel de SID. 

Nos leemos abajito~

La puerta se desliza, el sonido metálico reverbera en cada rincón de la habitación. La luz de los aparatos electrónicos marca con sutileza la silueta en las paredes negras, danzando en la tétrica oscuridad. La habitación se sella, el sonido del cierre electrónico le da seguridad, valentía. Sabe que nadie los verá.

Mello se sabe débil. Mientras camina hacia Near, se repite a sí mismo que se odia. Es un hombre torturado, un pobre diablo, esclavo de sus impulsos. Está perdido, es un alma solitaria en busca de cariño.

Sus pasos resuenan, el cuero de sus zapatos haciendo ecos infinitos en el tétrico silencio. Near voltea y le sonríe con burla, Mello no responde.

 Near se pregunta si acaso también es víctima del odio de Mello, aunque sabe que la respuesta es afirmativa. Mello ciertamente lo odia, pero también lo necesita. Near sabe que sólo él puede darle lo que Mello quiere, lo que él desea.  Y esa es la principal razón del  odio ciego que parece emanar de Mello, el que Near se sepa poderoso ante él, dueño de armas letales que usa a su beneficencia.

Y resulta tan innegable, que le duele. Su orgullo entra en contradicción con sus deseos más profundos, ganando como siempre la impulsividad que tan bien caracterizan sus actos.

—Bienvenido, Mello—susurra su nombre, disfrutando como sale de sus labios. Near goza de todo esto y Mello también lo sabe.

En el silencio, la lengua del rubio chasquea con fastidio, como si le molestara el hecho de que diga su nombre. Qué contradictorio, tan peculiar resulta su actitud que Near no puede evitar sonreír para sus adentros. Él, y sólo él ha logrado que se interese por otro ser humano. Lo amenaza, lo odia y proclama que si pudiera acabaría con él, pero aun así, ahí se encontraba.  

—¿A qué debo tu visita?

Siempre la misma pregunta.

—Eso no te incumbe.

Siempre la misma respuesta.

Avanza con rapidez, se acuclilla a un lado del albino y lo toma por la nuca, chocando sus labios con violencia.

Siempre el mismo acto.

Lo toma por los hombros, apretando la piel con fuerza. Lo ataca sin benevolencia, tomando sus labios sin preguntar. Sube sus manos, hasta posarlas en las pálidas mejillas, el cuero parece quemar la piel caliente.  Near aún no se acostumbra, la sensación de sus labios contra los de Mello no es un acto nuevo. Lo ha hecho más veces de las que puede contar, pero siempre parece la primera vez.

Mello es salvaje, animal, sus besos arden, queman y lo derriten. Con ímpetu sigue su ritmo, Mello destila pasión y locura, Near se deja llevar porque  sabe que al igual que él tiene un efecto sobre el rubio, Mello le infringe lo mismo. La única diferencia es que a Near no le molesta, no halla un efecto práctico en eso.

Lo devora por entero y aún quiere más, siempre desea más. Mello es como un adicto insaciable, que acude siempre por su droga sin conocer los límites. Sabiendo que no le importaría morir por sobredosis porque de todas maneras prefiere morir por ella que sin tenerla.

El menor sube sus manos, tirando los dados en el proceso. Él también desea poseerlo entre sus manos, moldearlo bajo sus dedos como los títeres que suele hacer, como los castillos que desea construir. Altos y sin fin, tocar el cielo sobre ellos, derritiéndose por el calor del sol abrumante. Del sol ardiente y peligroso, de un sol como Mello.

Mello es fuego, impredecible y voraz. Es un fuego en donde a Near no le molesta arder. Quemarse y sucumbir ante él, perdiéndose entre la pasión y la locura, tan sólo por unos segundos. Se deja tomar por él, sin despegarse, sin separarse, sin pensar.

Siente la pared contra su espalda, fría y dura. El pecho de Mello choca contra el suyo, aprisionándolo en una jaula humana. Se siente pequeño, claustrofóbico y le gusta pensar que sólo y por un efímero instante están sólo ellos, entregándose a la más oscura desesperación. Mello lo alza, tomándolo de los muslos, Near por un instante se siente volar, se aferra a los fuertes hombros del rubio y sus piernas se enredan entorno a su cintura. Necesita un apoyo, necesita que en ese momento, Mello lo sea. Es más que algo físico, es más que  una necesidad, Near lo sabe como una realidad, y no lo oculta, no gana nada en hacerlo.

Necesita que Mello lo guíe y sea su apoyo en ese camino tan oscuro que aún no se acostumbra a recorrer porque sabe que de otra manera se perdería en la lujuria, y no lo desea. Quiere sentir más allá de un deseo carnal, tan próximo y tan superficial. Sabe que Mello no busca eso, no viene de tan lejos sólo para acostarse con él, Near sabe que Mello probablemente lo busca por algo más, de otra manera no haya explicación para que sólo él sea blanco de sus caricias y de sus besos. Para Mello es especial, aunque se niegue a admitirlo.

El albino se separa de él, y lo mira. Volviendo a tomar la conciencia de que es Mello quien lo besa con vehemencia, quien lo ha dejado semidesnudo y agitado. No es una sombra sin cara, ni alguien desconocido. Es él, es su némesis, su rival. Es él quien parece conducirlo a la locura. Se pierde en el mar de sus ojos, y se quema en las caricias de esa piel hecha de lava. Dice su nombre, y lo besa. Se arrima su cuello, dependiendo totalmente de él para sostenerse, quiere creer que Mello no lo dejará caer.

Hunde sus dedos en la cabellera rubia  del mayor, funde su piel con el oro líquido de sus hebras y las tira al sentir la boca de Mello en su cuello, bajando y subiendo. Near, a los ojos de Mello, se ha convertido en algo hermoso. La palidez de su rostro desplazada con desdén por el furioso rojo que adorna sus mejillas aún aniñadas, Near ya no es un adolescente, pero sus rasgos son aún los de uno. Para él,  es bello, supremo. Delicado y a la vez tan poderoso.

Muerde la blanca piel, sintiendo como Near se derrite en sus brazos. El fuego de Mello es tan grande que es capaz de derretir el hielo más denso, el hielo que cubre a Near por entero y que ahora lo deja desprovisto, vulnerable y débil. Podría aprovecharse de eso, tomar ventaja, saberse ganador e irse, pero no lo hace. Está clavado el piso, con Near en sus brazos, moviéndose al compás de sus manos y no puede evitar notarse atado a él. Sin escapatoria de un juego sin salida, pero que de todos modos disfruta como ninguno. Él mismo se lo ha buscado, después de todo.

Le gusta, Near le gusta de maneras masoquistas y abrumadoras. Lo lleva a la locura con sólo una mirada y se pierden en esos ojos llenos de frialdad. Busca impacientemente derretirlos, ver ese metal de sus ojos fundido por el calor de su presencia. Verlo tal cual lo está viendo ahora, como lo ha visto tantas veces y como aún no se cansa de verlo. Humano, hermoso y débil ante él. Saberse poderoso, superior pero también saber que sólo él puede llevar a su rival al borde de la pasión, llevarlo a límites insospechados por cualquiera y aun así, continuar creyendo que lo odia. Porque aceptar lo contrario, sería su perdición. Le gusta, pero lo odia por eso. Mello es en sí, la contradicción máxima del odio y del amor. Es la dicotomía hecha hombre, la rivalidad constante de su sentir y su creer.

Mello sabe que lo que hace está mal, es repudiado por todo lo que conoce, por todo lo que cree. Más, poco le importa, porque en ese momento, tener a Near gimiendo frente a él por sus caricias parece ser mucho más importante. Ciertamente, para él lo es.

Deja que Near se sujete de él, mientras se quita rápidamente los guantes. Desea sentirlo, tocarlo. Que sus pieles entren en contacto y sentir como arde contra la pared. Lleva sus manos al trasero del albino y lo aprieta contra su cuerpo. Ambos gimen, ambos se sienten. Son como dos cerillas frotándose en la oscuridad, a punto de sacar chispas en medio de las tinieblas. Consumiéndose lentamente entre ellos, quemando… ardiendo bajo las manos del contrario.

Near lleva sus manos y torpemente desnuda a su adversario. La chaqueta de cuero pronto acompaña a su pijama sobre el suelo, haciendo un extraño contraste entre el blanco y negro. Toca con vehemencia la piel de su torso, delineando con sus dedos los sutiles músculos por sobre la piel morena. La quemadura de su hombro es besada, el fuego con el que fue hecha no es nada comparado al fuego que Near puede provocar con sus labios. Lejos de resultar doloroso, es sanador.  Mello hunde los dedos sobre la piel de la cintura del albino, mientras lo frota sobre sí, sintiéndolo.

La boca del menor queda al lado de su oído, permitiéndole escuchar los ligeros sonidos que salen de ella. Cortos, quedos y llenos de palabras a medio decir. Su nombre resuena cada cierto tiempo, llamando, anhelando. Pidiendo con palabras mudas que lo tome, porque ha pasado mucho tiempo desde que lo hizo por última vez. Porque ambos lo desean, aunque probablemente después lo nieguen. Es su lucha, el que admita primero, será el perdedor de ese retorcido juego en que ambos quieren proclamarse ganador.

El orgullo y la pedantería, ambas son mezclas fatales de una reacción altamente explosiva. Ambos son componentes de Mello y Near, y cómo no, causantes principales de que ninguno admita que a veces se piensan, que a veces —y sólo a veces— se extrañan y que en extrañas —y muy raras— ocasiones, se aman. 

Mello lo despeja de la pared y lo recuesta en el suelo, sobre sus ropas haciendo que Near tome un contraste poderoso con la chaqueta negra. Vuelve a besarlo, mientras lo desnuda por completo, Near no siente pudor de su cuerpo, es ilógico preocuparse por eso siendo que Mello conoce todo de él. El rubio se separa unos centímetros del albino, compartiendo el aire cálido que sale de sus pulmones. Sus bocas se rozan más no se tocan, tentando al otro en ese juego tan peligroso como travieso.

El rubio lo toca, viendo como el menor se arquea ante la sensación que recorre su cuerpo a la velocidad de un rayo. Lo estimula y Near sólo puede perderse, sus ojos se nublan y por un momento se siente fuera de su cuerpo hasta que Mello toma su mano y entrelaza sus dedos, aterrizándolo y llevándose consigo el miedo a desviarse del camino. Se miran y Mello vuelve a besarlo profundamente, compartiendo la locura como si fuera un veneno, llenándolos y envenenándolos hasta los cimientos.  No es letal, pero si los adormece, los ciega, los sumerge en una nube llena de pasión y fuego. Arden, y se queman, perdiéndose y encontrándose entre las cenizas.

—Mello…—llama el albino. Su nombre salido de sus labios funciona como un catalizador para el rubio.

Con delicadeza, lo prepara. Los quejidos llenan el ambiente, el sudor perla sus pieles y el calor los sofoca aún dentro de sus cuerpos. Near quiere explotar, quiere dejarse llevar pero no desea hacerlo solo. Si bien, quiere alcanzar la cima, desea a Mello junto a él. Clava sus ojos, mirándolo con las pupilas dilatadas y sus pestañas húmedas. Lo quiere, lo desea, lo anhela. Por ese segundo, necesita a Mello casi tanto como respirar. Incluso aún más, porque siente que si no lo tiene, morirá. Ahora es él quien se ha vuelto adicto.

Mello lo mira, con una mano acaricia su mejilla. El pecho de Near sube y baja rápidamente, llamándolo con su movimiento hipnótico. Se acerca a él y lo besa, besa cada centímetro de su piel, sintiendo bajo sus labios el latir apresurado de su corazón. Se sitúa entre las delgadas piernas del albino y pregunta mudamente si puede continuar, el hecho es que lo desea, incluso más que nada pero no puede hacerlo sin el permiso de él. Near sonríe, como burlándose de su pregunta. Near lo quiere sin lugar a cuestionamientos y le pesa que Mello aún no lo sepa, que dude siempre de aquello, aunque no lo culpa. Han jugado tanto a esos papeles, que la máscara que usan ha comenzado a fundirse con sus verdaderos rostros, quedando sin saber dónde termina uno y comienza el otro.  Donde termina el odio y comienza el amor.

Se odian, pero es producto de que se aman demasiado. Producto de sus orgullos y posiciones inculcadas desde pequeños. Intentan combatir ese amor, pero lo cierto es que nada se puede hacer cuando ese amor te quema hasta las entrañas. Cuando te toma, te hace volar tan alto que olvidas que alguna vez estuviste caminando. Near ama sentirse así, diferente, nuevo. Descubre dentro de sí que sentir le gusta, porque Mello lo provoca de maneras que disfruta más allá de lo sano. Ha descubierto que Mello es salvaje, impulsivo y lleno de vitalidad, lleno de esa chispa que él carece y que ansía poseer.

Con suavidad Mello se adentra en Near, llenándolo. Lo besa para distraerlo del dolor, Near lo muerde haciéndolo sentir lo mismo que él siente en ese momento. Un dolor placentero que lo sumerge, lo cubre por completo, ocupa cada pensamiento de su cerebro y crispa todos sus nervios. Near gime contra sus labios, chocando su placer contra el de Mello. Por ese efímero momento se siente completo. Busca la mano del rubio, entre la perdición del placer, cuando la encuentra la lleva a su boca y besa el dorso, volviendo a entrelazar sus dedos. Mello se mueve lento y luego más rápido, disipando las tinieblas,  junto con el dolor. Curioso resulta el hecho de que Mello sea el causante de su dolor y, al mismo tiempo, el único que puede librarlo de él.

Arden juntos, se queman juntos. Caen en un abismo interminable, llenándose de sentimientos que acongojan hasta lo más recóndito de sus cuerpos. Se besan como nunca, demostrándose que incluso en el bucle eterno, están unidos por algo más que sus cuerpos. Están más cerca que nunca, y aun así, desean más. Fundirse, derretirse en el calor de su pasión y en el fuego perenne de sus labios. Por un momento ni respirar es un obstáculo para ellos, se sienten más vivos que nunca. Por ese instante se saben jóvenes, eternos e inmortales.

Mello quiere que Near sea sólo suyo. Lo es, ciertamente, pero quiere que ese momento dure para siempre, incluso si ya no es así. Incluso si él muere, quiere que Near sea de él. Quiere ser egoísta, y adueñarse de ese joven de cabello blanco que tiembla bajo sus manos. Sabe que sólo hay una manera en que eso suceda y prefiere arriesgarse. Prefiere entregarle su rey y que Near declare el jaque mate. De todas maneras, ya está perdido.

Se acerca a su oreja y besa el lóbulo. Near se engancha de su cuello, jugando con las hebras de su cabello rubio, que brilla bajo las luces de las pantallas.

—Near…—susurra Mello, con voz entrecortada—. Di mi nombre…

El albino toma aire, ese aire que ha resultado tan esquivo durante los últimos minutos. Mello se aleja de su oído para mirarlo a los ojos.

—Mello—responde Near, decir su nombre se convierte en una gran hazaña. Más, Mello parece insatisfecho. Vuelve a acercarse a su oído, besando lentamente el corrido que hace desde su boca hasta la parte lateral de su mejilla.

—No—niega, su voz embriagadora le resulta al albino cargada de un atractivo en el cual no había reparado antes. El rubio susurra contra su oído las palabras que Near no olvidaría—: Mi verdadero nombre, Mihael Keehl. Dilo.

Near se sorprende, el conocimiento de que Mello le ha revelado su verdadero nombre prende una llama en su vientre que no había sido alcanzada por el fuego de su pasión.  Tal vez la más recóndita y escondida de ellas sucumbe ante el acto último de amor por parte del rubio. Sabe que es preciado, mucho más en el momento caótico que se encuentran. Near también sabe que resulta una estupidez revelar su nombre, pero viniendo de Mello, sólo logra sorprenderlo. Mello siempre lograba eso en él; sorprenderlo, agobiarlo, conquistarlo, prenderle fuego y derretirlo con sus propias manos y ahora con esas palabras tan preciadas y nobles. Siente que perderá la cabeza, que todo lo volverá loco. Mello continúa moviéndose, tal vez esperando las palabras que ansía. O su rechazo.

El menor lo toma de los hombros, empujándolo. Con una fuerza que le es desconocida lo voltea, quedando sobre el rubio. Sus blancas manos sobre el pecho del mayor, sintiendo los rápidos latidos bajo su piel. Mello lo mira, sorprendido. Near, bajo las luces de la sala de investigación, luce poderoso, empoderado, victorioso sobre él.  Con una decisión poca veces vista por Mello, la sonrisa ligera adornando sus facciones aún juveniles y andróginas. Se acerca a su oído, lentamente como disfrutando el momento, su momento. Se sabe que ha ganado, ha logrado que Mello le revele su debilidad, es completamente vulnerable ante él.

Su respiración entrecortada choca con la piel de Mello, moviendo los cabellos cortos alrededor de su oreja.

—Gané—susurra, arrastrando las palabras, saboreando cada una de ellas—, Mihael Keehl.

Su nombre salido de los labios de Near le estremece. El albino baja y muerde su cuello mientras retoma el vaivén de sus caderas. Mello cierra los ojos, sintiendo. Sólo sintiendo como Near lo acaricia, como lo besa, como gime su verdadero nombre en su oído; su voz lo llama anhelante, deseoso. Near quiere enseñarle, mostrarle que él también sabe tocarlo y,  aunque su experiencia sea mínima, que él también puede proveerle de sensaciones placenteras, de satisfacciones carnales y complacer sus deseos. No es alguien que pueda ser sometido, ser sumiso no es parte de su personalidad, ni siquiera en un momento así. Mello lo sabe, aunque no lo parezca lo conoce mejor de lo que cree y la realización de que Near le desea; lo provoca, lo apasiona a límites inexplorados y agobiantes, erizando su piel y congelando su odio en llamas.

La desesperación los gobierna, están cerca de alcanzar el éxtasis con sus manos, rozar con los dedos el placer que puede proveerles la unión de sus cuerpos. Mello toma la nuca de Near, juntando sus labios de forma lenta y descontrolada. En ese último momento del hechizo en el cual se mantienen, quiere tomarlo todo, antes de que sea tarde. Antes que las máscaras vuelvan y que el odio imaginario intente  borrarlo todo. Quiere beber de él hasta la última gota y recordar el calor de su ser, junto con la expresión sublime de su rostro. Recordarlo por un instante y a la vez para siempre. Grabar ese momento para sí como la epifanía gloriosa de su vida, en donde por un instante dejó de ser Mello para convertirse en Mihael.

Near gime contra su boca, apretando sus manos contra la piel de la espalda de Mello. Marca como su propiedad aquel cuerpo, con rasguños y besos. Poderosa realización acontece, no desea que nadie más lo toque. Como si Mello fuese un juego exclusivo para sus beneficios, más que una pieza, él es toda una maquinaria que lo mueve, lo motiva y derriba, todo a la vez. Lo besa una y mil veces, lo toca más allá de lo permitido y lo vuelve a besar, porque parece que nunca es suficiente y en efecto, no lo es. Un último movimiento, y su cuerpo se estremece. Mello lo abraza con fuerza, transmitiéndole los espasmos que recorren su cuerpo velozmente. Busca su cuello, y lo marca por última vez, sintiendo como Mello hace lo mismo con él. Ambos sucesores parecen ser poderosamente territoriales, algo que tienen en común al fin en su mar de diferencias.

El albino se deja caer sobre el pecho del rubio, Mello lo abraza contra él, hundiendo su mano sobre la curvatura de su cuello. Near puede respirar el aroma de Mello, mezcla de chocolate y cuero. Sonríe ligeramente, Mello siempre ha olido así, ese olor le trae recuerdos, dispara memorias y guarda otras en su cerebro para los días venideros. Días en que a veces, simplemente necesita recordar que no está solo.

—¿Satisfecho? —pregunta luego de un tiempo, su respiración aún no se normaliza por completo, muestra verídica de su pésimo estado físico.

—Cállate.

Near sonríe ligeramente, todo lo que tiene permitido hacerlo. En esos momentos se siente distinto, más nuevo, completo y menos frío. Siente calidez, ese es el efecto que tiene Mello sobre él, la capacidad de hacerlo sentir un poco menos miserable en ese mundo tan asqueroso y lleno de maldad. Siente, aunque sea ligeramente, que Mello lo salva, en más de una ocasión. Incluso para alguien que lo odia, es una buena relación.

—Mihael…—menciona, enrulando las hebras doradas en sus dedos. Se detiene y lo mira, atravesándolo con sus ojos—. Es un nombre apropiado para ti.

—Lo sé.

Mello intenta sonar impersonal, indiferente pero falla terriblemente. Eso no es para él, y lo sabe. Su personalidad es puro fuego, y nadie, ni él, puede detenerlo. Ya lo ha hecho, le ha revelado a Near, a su rival, el mayor de sus secretos y su mayor debilidad. Lo único que puede matarlo, así sin más. En pocas palabras, Mello le ha confiado su vida con ese pequeño y aparente irrelevante gesto. Más, es importante, sobre todo para ellos dos.

—¿Esperas alguna retribución o simplemente aceptarás tu derrota? —cuestiona Near, mirándolo. Pregunta vacía, bien lo sabe.

—Da lo mismo, no importa demasiado—responde, acariciando su mejilla. Las palabras salen frías de su boca, más sus actos hablan con fuego—. Debo irme, ya es tarde, Near.

—Sí, coincido contigo aunque…—comienza, mientras se acerca a su boca y deposita un ligero beso, lento y pausado. Se separa unos centímetros, viendo de cerca aquellos ojos azules—. Sé que lo esperas. La retribución, así funcionamos.

—No voy a oblig…—Near se acerca a su oído, las palabras de Mello mueren en su garganta por la expectación. Duda por un instante si Near lo hará, pero una parte de él quiere creer que sí.

—Mihael Keehl…—dice en un susurro—. Acaba de vencerte Nate River.  No lo olvides.

 

Mello sabe que ha perdido, pero eso no le importa. Porque aun así ha ganado algo que lo acompañará lo que queda de su existencia. Cayó en las manos peligrosas de la tentación y rebeló su secreto, hundiéndose en el abismo sin vuelta atrás. Pero, sabe que no lo hizo solo y eso es mucho mejor que ni siquiera haberse acercado al precipicio. Porque él no fue el único que perdió. Ni Near el único que ganó.

Por esa noche, sólo se amaron, como Mihael y Nate. Sí, Mello definitivamente cree eso y no es el único. Puede verlo en la pequeña sonrisa de Near al abandonar la sala. A veces simplemente es mejor arriesgarse y perder, que jamás haber jugado. Con ese pensamiento, Mello se pierde entre las calles, ansioso del momento en que vuelva a ver nuevamente a Nate River. 

Notas finales:

No puedo creer que escribí esto. Estoy con ataque porque es primera vez que escribo algo así... Combiné mi nuevo amor por la narración en presente junto con la historia que quería hacer hace mucho junto con Enamel de SID sonando de fondo y salió esto. 

Estoy ansiosa de leer sus opiniones, para saber si debo dedicarme a esto o simplemente continuar repartiendo abrazos por el mundo (?) En fin~ Me siento nerviosa, no tienen idea... Pero bueno, hay que probar de todo (?) 

Espero que estén bien, mis bonitas~ Cuídense mucho, y recuerden que son mis esposas élficas ♥


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