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*Lovelyz* por yane

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaa!

 

Como estan, lamento la demora U_U

he comenzado a Trabajar y..yyyy... tengo un turno donde solo llego a casa duermo .. me levanto y voy al trabajo y asi  U_U por suerte es por cinco meses .. denme fuerzas porque a mi ya se me estan acabando xD q debil soy. snif...snf

 

aaahhhhh xD he aqui otro capi...  espero les guste kkk 

a leer

 

 

 

Taemin estaba feliz los días junto a Onew eran diferentes. Su hermano era un muchacho muy divertido y extrovertido. Hablaba con todo el mundo y era vivaz. Taemin lo veía guapo. Era alto, de pelo castaño, y esa sonrisa que te trasmitía tranquilidad. Hana insistió para que pasaran a su casa y cenaran con su familia en fiestas navideñas. Pero ellos declinaron su ofrecimiento. Querían hacer algo diferente. Irían a cenar a una sala de fiestas.

Esa noche, Taemin  bajó a oscuras para dejar los regalos de Onew y Hana bajo el árbol de Navidad. Sonrió para sus adentros al ver que su hermano se le había adelantado. Con curiosidad, se sentó en el suelo y cogió el paquete que tenía su nombre y lo tocó. Intentó adivinar qué era por el tacto, pero era imposible. Como un niño pequeño, disfrutó el momento sin darse cuenta de que su hermano estaba en la ventana. Lo miraba divertido.

 Taemin estaba graciosísimo con su pijama de ositos y su melena suelta.

—No lo acertarás por mucho que lo toques —le dijo de pronto, sobresaltándolo.

 —Qué susto me has dado. ¿Cómo es que estás todavía despierto?

—¿Y tú? —preguntó Onew  riéndose.

Con gesto aniñado y divertido, el abrió los ojos y cuchicheó:

—No sé. Quizá estoy nervioso porque viene Santa. Onew, acercándose a él, se sentó en el suelo y preguntó:

—¿Te has portado bien este año? Ya sabes que si has sido malo te pueden castigar, o directamente pasar de ti y no traerte ese fabuloso Ferrari rojo que tanto deseabas.

—Pero qué tonto eres —rio a carcajadas.

 Hablaron sobre sus vidas, y a las seis de la mañana, se dieron permiso el uno al otro para abrir los regalos. Primero los abrió Taemin.

En uno de los paquetes había una preciosa y antigua hada de porcelana, y en otro una bufanda. A Taemin se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Oh... Onew. Gracias —susurró emocionado—. ¡Es todo precioso! —dijo mientras se colocaba la bufanda—. Ahora tienes que abrir el mío. Toma, ábrelo.

Onew lo cogió e imitó los movimientos que el hizo horas antes. Lo tocó, lo movió. Lo estaba imitando muy bien.

—Vamos, ábrelo ya, tonto. Onew abrió el paquete tan bien envuelto, y dio un fuerte silbido al ver la chaqueta.

—Como diría Hana: ¡Maravilloso! Esto te ha tenido que costar un riñón y parte del otro. ¡Es preciosa! —Rápidamente se la probó—. ¿Qué tal me queda?

—¡Genial! Te vez bien.

Onew agachándose, lo besó con cariño.

—Gracias, Tae, me encanta. Creo que hemos debido de ser muy buenos los dos este año —rio poniendo voz de niño. Taemin, divertido, cogió un cojín que había al lado y se lo tiró a la cabeza.

*

La mañana de Navidad en casa de Minho era un verdadero caos. Había montones de regalos bajo el árbol. La mayoría, como era lógico, para JiEun. Cuando la niña se despertó y vio tal cantidad de paquetes, se puso tan nerviosa que salió disparada hacia el cuarto de su padre para llamarlo.

 —¡Papi... papi! Tienes que levantarte y ver lo que hay debajo del árbol —gritó nerviosa—. ¡Vamos, levántate! Seguro que hay alguno para ti. Voy a avisar a la abuelita. Era felicidad ver a la niña tan contenta. Minho adoraba a su pequeña, y todo lo que hiciera por ella siempre se le hacía poco. Santa aquel año se había acordado de todo. Y cuando de entre los regalos apareció un perro de peluche, la niña miró a su padre y dijo emocionada:

—Lo voy a llamar Ramen, como la perrita de Taemin. ¿Cuándo vamos a volver a verlos? —lo miró esperando respuesta—. A mí me gustó mucho la perrita. ¿Puedo tener yo también un perro de verdad, papi?

Minho sorprendido por aquello, la miró y respondió antes de besarla en la frente: —De momento, princesa, tienes que conformarte con tu nuevo perrito.

Por la tarde, Minho salió a dar una vuelta con el coche. La tarde anterior había llamado a un amigo. Necesitaba saber la dirección que correspondía a la matrícula de un coche. Se dio un par de vueltas por las calles de Seúl, hasta que dio con la casa donde él, Taemin, vivía.

Una casita modesta, pero bonita. En el pequeño patio delantero vio un gracioso muñeco de nieve. Se imaginó que lo había hecho él y sonrió. Le apetecía muchísimo verlo y conocerlo. Pero no sabía qué pretexto usar para llamar a su puerta.

Al final, tras mucho pensar, decidió regresar a su casa. Se sentía un poco ridículo ante la situación. Como Taemin había previsto, Hana se escandalizó cuando vio los pendientes que le había comprado. Se echó las manos a la cabeza y protestó por el carísimo regalo hasta que se quedó sin saliva. Pero acto seguido se lo comió a besos.

Onew, que la adoraba también, le había traído un regalo que la mujer le agradeció con abrazos y besos. Ella también les había traído sus regalos: una cartera de piel muy bonita y un juego de guantes y bufanda para Onew, y un abrigo  para Taemin que sabía que le gustaba. Les llevó parte del pastel que había hecho en su casa y desayunaron los tres juntos entre sus risas y los ladridos de Ramen, que también estrenó su nuevo collarín amarillo. 

Los días pasaron y llegó la última noche del año. Taemin se arregló  y Onew igual los dos se veían bien con sus ropas. A las nueve tenían reserva. Durante la cena lo pasaron de maravilla. A las 12:59 las luces se apagaron, la gente empezó a contar hacia atrás y al momento todos se besaban deseándose un feliz año nuevo. Emocionados, se abrazaron, y cuando comenzó la música todos comenzaron a bailar.

Una hora después, agotado, Taemin se sentó durante unos instantes a descansar mientras disfrutaba de su rico cóctel. Con una sonrisa, miró a su hermano bailar con una rubia que llevaba toda la noche mirándolo.

Al verlo sentado, se acercaron a él y lo animaron a bailar, pero el, con una sonrisa, los rechazó. Necesitaba descansar. Desde su mesa recorrió con la mirada todo el local. La gente estaba como loca bailando y divirtiéndose. Aunque había para todos los gustos. Gente bailona, gente triste e incluso llorando o borracha. Se fijó en la entrada del local. Entraba un grupo de gente, y de pronto, en medio de ese grupo distinguió a Minhol.

-Oh..oh, nooooooo. ¿Por qué me lo tengo que encontrar otra vez?, pensó al verlo. Pero sintió curiosidad por ver en qué lugar se sentaba y lo siguió disimuladamente con la mirada.

-Vamos... ya... está lo suficientemente lejos como para que no me vea, pensó sin dejar de mirar. No podía dejar de mirarlo.

Estaba realmente guapo con su esmoquin negro. Le llamó la atención la rubia que había a su lado y que lo tocaba con demasiada familiaridad.

-Bueno... ¡Seré idiota! Porque me estoy poniendo celoso pensó mientras fruncía el ceño y se tomaba una copa de champán.

Onew, al verlo con el ceño fruncido, se acercó.

—Tae, ¿qué pasa? —preguntó mirando alrededor pero sin reparar en Minho.

-Que soy imbécil.-Pensó él.

—Oh... nada.

—¿Quieres que nos vayamos a casa?

Taemin lo miró y haciéndolo reír respondió:

 —¡Pero qué dices! Irnos ahora con la buena música que están poniendo. Vamos, vamos a bailar. Con gesto divertido Taemin metió a su hermano entre la gente. Necesitaba pasarlo bien y especialmente olvidarse de que aquel tipo estaba allí. Bailaron de todo y, sin saber por qué, Taemin se fue enfadando cada vez más. Cada vez que miraba hacia donde estaba Minho y lo veía rodeado de muchachas riendo, o con la rubia tocándole el pelo, se ponía enfermo.

 De pronto cambió la música y el ritmo, y se dio paso al romanticismo. Los focos del local se atenuaron propiciando un ambiente más íntimo. Taemin estaba con su hermano. Pero de pronto se sobresaltó al ver demasiado cerca a Minho con la rubia, y temió que lo fuera a reconocer.

—Onew, estoy un poco mareado. ¿Te importaría llevarme a casa?

 Preocupado por él, Onew lo sacó de la pista.

 —¿Te encuentras mal?

 —No, tranquilo —cuchicheó medio escondiéndose—. Toma. Ve por el auto, te espero en la salida. ¿De acuerdo? Onew asintió con la cabeza.

Taemin, con paso acelerado, caminaba hacia la salida cuando alguien lo cogió suavemente del brazo; él se volvió y allí estaba él.

- Oh... no... oh... no, pensó al tenerlo tan cerca.

 —Feliz año nuevo, Taemin —susurró Minho.

 Lo había visto salir de la pista con su hermano y no podía creerse que de nuevo tuviera la oportunidad de encontrarlo. Por ello, y sin importarle la chica que dejó sola en la pista, lo siguió hasta que lo alcanzó.

Lo miraba hipnotizado. Estaba precioso vestido de blanco y con el cabello sobre los hombros, era como ver un ángel. Por un momento pasó por su cabeza la idea de besarlo, pero prefirió contenerse. No sabía cómo podría reaccionar.

—¡Feliz año nuevo, Minho! —dijo tratando de hacerse el sorprendido—. ¿Qué haces tú por aquí? Creía que ibas a pasarlo con tu familia.

—He venido con un grupo de amigos —contestó señalando hacia donde estaban—. ¿Quieres que te los presente? —dijo devorándolo con la mirada—. O mejor. Ven conmigo, te invito a una copa. Sin soltarlo, él se dirigió de nuevo al interior de la sala, pero Taemin, con un rápido movimiento, se soltó y se separó.

—No, gracias, Minhio, ya me iba —contestó mirándolo a los ojos—. Llevo aquí desde las nueve de la noche y ya son las seis de la mañana. ¡Estoy agotado! Y lo que más me apetece en este momento es llegar a casa, y meterme en la cama... Por lo tanto, adiós... me esperan. Me tengo que ir.

 Incrédulo por cómo se lo había quitado de encima, lo miró. ¿Quién lo esperaba? No quería que se marchara. Le apetecía estar con él y, asiéndolo del brazo, sentenció:

—Te acompaño hasta la puerta.

—Necesitaba saber qué tipo, además de su hermano, estaba con él.

 Molesto, Taemin lo miró y dijo:

—Minho, no hace falta. Sé cuidarme yo solo.

De pronto apareció Onew.

—¡Minho! —saludó afectuosamente—. ¡Feliz año! Qué coincidencia estar todos en la misma fiesta. Pero al ver la expresión de su hermano supo que debían desaparecer de allí cuanto antes, así que dijo:

—Pero es una pena. Ya nos vamos. Estamos agotados.

Minho, sin darse por vencido, comentó:

 —Le estaba pidiendo a Taemin que se quedaran cinco minutos. Los invito a una copa.

En ese momento la rubia se acercó por detrás, lo cogió cariñosamente por la cintura y, apoyándose en el brazo de él, sonrió, mimosa. Aquello no le hizo mucha gracia a Minho, y aún menos al ver la expresión sombría de Taemin.

—No —remarcó Taemin con frialdad—. Estamos cansados, y ya que estás tan bien acompañado, te dejamos en buenas manos. Adiós, Minho. Que lo pases bien. Sin darle tiempo a decir nada más, Taemin se dio la vuelta y salió por la puerta del local.

 Onew, incrédulo por cómo se había comportado su hermano, sonrió. Le había recordado a su madre. Onew se volvió hacia un boquiabierto Minho, que en ese momento le indicaba a la rubia que lo esperase en la mesa.

—Bueno, Minho, en tres días regreso a Japón. De todas formas —dijo sonriéndole—, encantado de haberte conocido. Por cierto, ¿Santa se acordó de traerle cosas a JiEun?

Minho sonrió al pensar en su hija.

—Más de las que necesita —dijo mientras se estrechaban la mano. Incapaz de marcharse sin obtener una respuesta, Onew, acercándose a él, le preguntó directamente:

 —Una cosa más, Minho. ¿Estás casado o algo por el estilo?

—Divorciado —contestó, al entender lo que quería saber.

Onew sonrió, miró hacia la puerta por donde había desaparecido su hermano, e indicó sin dejar de sonreír:

—Si realmente te gusta, adelante, ve por él. Pero como lo hagas sufrir, vendré y te daré la mayor paliza que te han dado en tu vida. Ambos se estrecharon la mano y Minho lo vio alejarse mientras en su boca se dibujaba una sonrisa.

 

**

Dos semanas después Onew se marchó  a Japón y Taemin volvió al trabajo y, con ello, el agotamiento diario. Una mañana muy fría salió con desgana hacia la oficina. Sabía el duro día de trabajo que le esperaba. Con seguridad, el señor Noda convocaría una reunión iban hacer cambio en el personal.

 Le dolía pensar en lo poco humana que se volvía la gente cuando escalaba niveles en la empresa. Recordaba cuando el comenzó como recepcionista. Era duro trabajar diez horas al día, y por la noche estudiar en casa en la universidad a distancia. Con el tiempo, ascendió a auxiliar y, cuando por fin terminó la carrera de Derecho, se sintió la persona más feliz del mundo. ¡Era abogado!

 Lo malo era trabajar con un jefe como Nado. Un hombre sin escrúpulos, siempre lo miraba como si fuera inferior.  De hecho, intentaba darle los trabajos menos importantes, mientras que a DongJoon, otro abogado, lo trataba con todos los honores. Sabía que por la oficina se comentaba lo mucho que le gustaba a Nado hacerlo de menos.

Taemin ya se había acostumbrado a ese tipo de indiferencia, y se lo tomaba con humor. Aquella mañana fría llegó antes que Luna, su secretaria. Se sentó en su mesa y se vio envuelto en montones de papeles.

A las ocho y media llegó Luna, que se emocionó al encontrar encima de su mesa un regalo de parte de su jefe. La mañana transcurrió con normalidad hasta que entró Luna hecha un manojo de nervios.

—Taemin, tienes que ir al despacho del señor Yang urgentemente.

—¿Qué pasa? —preguntó extrañado mientras se levantaba y se dirigía hacia ella.

—No lo sé. Pero creo que es algo relacionado con el viaje que tenían que hacer Yang, Nado y DongJoon a la convención anual de Alemania.

 Al parecer, DongJoon no tiene las estadísticas de este último año y Nado está que arde. El señor Yang las está pidiendo desde hace una semana. Eso significaba problemas incluso para él. Rápidamente se dirigió a su mesa y sacó una carpeta con varios CD. Allí tenía las estadísticas de los cuatro últimos años. Algo que no le había resultado nada fácil conseguir. Según el señor Nado, aquello no era de su incumbencia. Siguió mirando y recordó que él había ido preparando una estadística del último año.

 De pronto, allí estaba lo que buscaba. Levantó la mirada y fijó la vista en Luna. Tendiéndole el CD, y con voz temblorosa, susurró:

—Diles que en diez minutos estoy allí. Sácame varias copias de lo que hay en este CD. Rápido. Luna salió del despacho dejando a Tamin sumido en un mar de dudas. No sabía si estaba bien lo que iba a hacer, pero se daba cuenta de que era el momento que llevaba tiempo esperando. Apartó los papeles que tenía en la mesa dejándolos a un lado, y, por un momento, miró la foto de su madre.

 Contemplarla le daba fuerzas. Un minuto después entró una nerviosa Luna con las copias que le había pedido. Las repasó durante unos segundos comprobando las estadísticas de los últimos años junto con las del presente. Menos mal que soy ordenado y me gusta llevarlo todo al día, pensó al imaginar que aquello acabaría en la mesa del jefe Yang. Tomó aire y, ante la atenta mirada de Luna, murmuró todo lo tranquilo que pudo:

—Llama a Krystal, y dile que ya voy. Luna salió disparada y cuando Taemin se dirigía hacia el despacho del jefe, Luna lo  llamó. Taemin se volvió hacia ella.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó con el corazón a mil. Su secretaria se acercó y, le dio un cariñoso apretón en el hombro.

—Solo era para decirte que están todos los jefes —susurró.

-Ay, Dios mío, pensó mientras el estómago le crujía. Por un momento, deseó no haberse levantado de la cama. Taemin no era responsable de lo que estaba pasando, pero intuía que Nado trataría de perjudicarlo.

 —De acuerdo. Espérame aquí por si te tengo que llamarte para algo, ¿de acuerdo?

—Aquí estaré —contestó cogiéndole las manos para infundirle ánimos—. Y piensa: eres el mejor, el  más listo y el más profesional.

 —Gracias, Luna—sonrió. Mientras subía en el ascensor a la planta presidencial, notó que las rodillas le temblaban.

-Dios..., qué tensión, pensó agarrado a la barandilla. Cuando se abrieron las puertas del ascensor vio a Krystal, una antigua compañera de sus principios en la empresa. Una chica muy guapa que había ascendido gracias a lo bien que se lo montaba entre las sábanas. Era la secretaria del jefe, Yang.

—Joven Lee —saludó con profesionalidad—. Lo están esperando en la sala de reuniones. Sígame, si es tan amable. Mientras se dirigían hacia la sala, Taemin empezó a sentir náuseas. Tenía que controlarse. Cuando llegaron frente a la puerta de la sala, y antes de abrirla, Krystal se acercó a él y, muy bajito, cuchicheó:

—Ve ellos, que tú puedes. Aquello le renovó las fuerzas. Tras asentir y sonreír, Krystal tocó la puerta con los nudillos; luego la abrió.

—Señor Lee, pase y siéntese —saludó Yang con amabilidad.

—Gracias, señor—sonrió agradecido, aunque al punto del infarto.

 Luego, mirando al resto de los hombres, dijo:

—Buenos días, señores. Acto seguido Changsung, uno de los consejeros, se dirigió a él, le indicó que estaba encantado de que personas tan jóvenes comenzaran a formar parte de los puestos de responsabilidad de la empresa. Tras aquello, le preguntaron por sus estudios, y poco después comenzaron a hablar del tema que les preocupaba: las estadísticas.

 —Creo que hace una semana más o menos —señaló Yang mirando a Nado, DongJoon y Taemin—, les pedimos las estadísticas que todos los años llevamos a la convención de Alemania.

Nado estaba inquieto en su sillón y no paraba de moverse. Miraba fijamente a DongJoon, quien a su vez intentaba evitarlo con la mirada. El responsable de las estadísticas era él. Solo él.

A Taemin le sudaban las manos. Había un silencio incómodo y se esperaba que alguien comenzara a hablar. Se le comenzó a resecar la boca. Necesitaba un trago de agua. Miró y vio que había varias botellitas de agua y vasos en una bandeja. Estiró la mano para coger una botella y un vaso, y se sirvió agua. Se percató, por el rabillo del ojo, que Nado lo miraba, pero también se dio cuenta que aquel, delante de Yang, no lo trataba tan despectivamente como a solas o delante de los otros empleados.

Cuando hubo bebido agua, miró los papeles que estaban encima de la mesa, y dijo:

—Yo... me he permitido traer unas estadísticas que he ido confeccionando a nivel particular en estos últimos años. La de este año aún no la he evaluado... pero creo que les puede servir como referencia. Se levantó y dio una copia a cada uno de ellos sin excepción. Echaron una rápida ojeada a los papeles que él les entregó, y al cabo de unos minutos, que le parecieron una eternidad, Yang lo miró y le preguntó:

 —Taemin, ¿le apetecería venir con algunos consejeros y conmigo a la convención de Alemania?

 -¡Sí... sí... sí! quiso gritar Taemin, pero no lo hizo. No lo podía creer; el jefe se lo estaba pidiendo.

Llevaba años anhelando ir, y allí estaban, pidiéndole que fuera con ellos en calidad de abogado.

—Claro está —siguió hablando Yang—, tiene tres semanas para sacar las estadísticas definitivas. También nos interesaría tener un posible proyecto sobre las ventas a alcanzar el año que viene.

—Un momento —habló Nado mientras se levantaba—. Creo haber entendido que irán a Alemania usted, los consejeros y el joven Taemin. ¿Solamente ustedes? ¿Por qué me excluyen? Nunca le he fallado en los veinticinco años que llevo trabajando con usted en la empresa. No creo que esto sea un pago acertado a mis servicios prestados.

 Todos lo miraron directamente y Taemin tragó saliva.

 —Querido Nado... —sonrió el jefe—, tengo que disculparme.

En ningún momento he intentado excluirte del grupo. Siento que me entendieras mal. Simplemente hablaba con Taemin y creí oportuno invitarlo a que nos acompañase, pero sin ánimo de ofenderte, querido amigo. Damos por hecho tu asistencia, que para nosotros es valiosísima. Pero al igual que contamos contigo, también tengo que decir —miró fijamente a DongJoon— que en este viaje no contaremos con su presencia, DongJoon. Creo que sobra decir que sabemos que, para Nado, usted es un número uno.

Pero para ser un número uno en una empresa competitiva como esta, hay que demostrarlo día a día, y más cuando se trabaja al nivel que se trabaja aquí. Le hemos dado un cargo de responsabilidad, y creo que puedo y debo decirle que nos ha decepcionado. No solamente por no tener preparadas las estadísticas anuales de ese año, también por los múltiples escándalos de faldas con los que se le relaciona. Quiero decirle que sus escarceos amorosos no nos interesan. Pero en interés de nuestra empresa, no nos beneficia que le relacionen a usted con las empresas Owlson.

Por lo tanto, y sintiéndolo mucho, tenemos que comunicarle que su contrato quedará rescindido a partir del día uno del próximo mes. Boquiabierto, DongJoon  miró a Nado para pedirle ayuda. Pero este desvió la mirada hacia otro lugar. Sabía que tenían razón, pero nunca imaginó que Nado, al que consideraba un colega, fuera a reaccionar así. Conocía muchas cosas que podrían perjudicarlo sacándolas a la luz en el momento que él quisiera.

Lo estaban despidiendo, y DongJoon, incrédulo, veía cómo aquel no hacía nada por ayudarlo. Pero no, no estaba dispuesto a irse así, sin más. Ese viejo zorro se las iba a pagar.

De pronto DongJoon se levantó y se dirigió hacia los grandes ventanales. Se estiró la chaqueta de su caro traje y volviéndose hacia ellos con aire aparentemente tranquilo, dijo:

 —Muy bien. Me echan. —Y mirando a Nado, gritó—: ¡¿No vas a decir nada?! Te vas a quedar tan tranquilo mientras mi futuro se va al garete. Pensé que eras mi amigo, además de mi jefe.

Nado le clavó una dura y fría mirada y contestó:

 —DongJoon, sabes que últimamente te he advertido varias veces respecto a tus salidas nocturnas. Te había dicho que fueras más discreto porque esto podía pasar. Sabes que nos habían pedido las estadísticas y tú eras el responsable de ellas. Pero últimamente estás fallando y aquí solo queremos los mejores y...

—¿Y qué, viejo zorro? —interrumpió DongJoon, fuera de sí—. Quiero que sepas que si yo caigo, caerás tú también.

—Mirando a Taemin, se dirigió a él enfurecido—: Mira, Taemin, yo ya no tengo nada que perder, pero ten cuidado. Nunca te fíes de un superior que te trate como a un igual, ese ha sido mi fallo. No lo cometas tú. Con la poca dignidad que le quedaba, se dirigió hacia la puerta y cuando llegó hasta ella se volvió y aclaró:

 —Recogeré mis cosas hoy mismo. No estoy dispuesto a ser el hazmerreír de esta empresa. Pónganse en contacto con el departamento de personal para que vayan preparando mi liquidación, y que sepan que no estoy dispuesto a aceptar cualquier miseria. Espero que lleguemos a un buen acuerdo económico, si no quieren que me querelle contra ustedes. Buenos días. Se dio la vuelta y, dando un portazo, se marchó.

Taemin, horrorizado por lo sucedido, no entendía nada. Yang y los consejeros miraron a Nado, esperando a que este aclarara ciertas cosas que había dicho DongJoon.

 —¡A esta rata la voy a hundir! —dijo Nado levantándose indignado—. No va a volver a encontrar trabajo nunca.

—Luego, mirando a Yang, dijo—: Respecto a lo que dice de querellarse, no tenemos que preocuparnos de las posibles injurias que ese individuo pueda decir de nosotros. Tengo ciertas informaciones sobre ese cabrón que le podrán callar la boca. Más le vale no crear problemas.

 Pasados los primeros minutos de tensión, Yang se dirigió a Taemin para darle instrucciones del viaje. Le indicó que la querían más cerca de ellos. Pronto empezaría la mudanza para el  a la planta presidencial. El jefe le preguntó si quería cambiar de secretaria o prefería quedarse con la que tenía. Taemin, sin dudarlo, afirmó que Luna era la mejor secretaria que podía tener. Aclarada la situación, Yang llamó por el interfono a Krystal, su secretaria, quien segundos después entró en la estancia y tomó notas de lo que su jefe le indicaba sobre los nuevos cambios en cuanto a la Asesoría Jurídica.

Tras haber apuntado todo, Krystal se dirigió a la salida y, cuando pasó al lado de Taemin, le guiñó un ojo con complicidad.

—Taemin, ¿puedo tutearlo? —preguntó Yang mientras se levantaban. El asintió—. Creo que en unas semanas, una vez finalizadas las obras, tú y tu secretaria se podrán acomodar ya en los nuevos despachos.

—Muchas gracias, señor Yang —asintió aún sin creer lo que había pasado.

 El jefe abrió las puertas de la sala y lo invitó a salir mientras decía:

—Me imagino que ya sabías que habría una nueva reestructuración en esta planta para poder ubicaros. Taemin se encogió de hombros mientras por el rabillo del ojo miraba a Nado, que seguía discutiendo con Changsung, uno de los consejeros.

—Ven —invitó Ynag—. Vamos a ver los despachos. Aunque, lógicamente, están aún sin terminar.

 Se dirigieron hacia una parte de la planta que hasta entonces había estado cerrada. Taemin no podía creer lo que veían sus ojos. Allí estaba el despacho que él  siempre había anhelado: grandes ventanales y amplio espacio para habitar. Nada que ver con la pecera en la que hasta el momento había trabajado. A través de uno de los ventanales se veía el rio Han. Por un instante notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, pero en ese momento intervino Yang.

 —Tenemos que encontrar más personal para la Asesoría. Habrá que buscar dos abogados más y por supuesto dos secretarias. Mientras los seleccionamos, la obra habrá llegado a término. Pero ellos no estarán ubicados hasta que no volvamos del viaje a Alemania. Este —comentó indicándole uno de los despachos— es tu futuro despacho, Taemin. ¿Qué te parece? Creo que en el momento en que pongas tu toque quedará perfecto, ¿no crees?

 —¿Este será mi despacho? —preguntó sin creérselo—. Pero si es el más grande.

 —¡Claro que sí! —asintió él con naturalidad—. Tienes que dar buena imagen cuando hagas las entrevistas y la selección de tus futuros ayudantes en la empresa.

—¡¿Qué?! —exclamó en un hilillo de voz sin entender—. Pero el señor Nado... Él es el encargado de las entrevistas para acceder a este departamento. ¿Qué va a decir? —preguntó horrorizado —. Yo... yo no sé si estaré al nivel de poder decidir quién es mejor que otros. Yo... Yang, consciente de los miedos de aquel joven, lo interrumpió con una sonrisa.

—Taemin, quiero gente nueva. Gente emprendedora y que sepa aprovechar la oportunidad que le vamos a ofrecer. En definitiva, buscamos un buen equipo, y quiero que seas tú quien cree ese equipo. Las manos le sudaban como nunca.

—Yo... me siento muy honrado y...

—Mira, Taemin, te confesaré algo.

En este último año, aunque tú no lo supieras, te he estado observando. Sé la cantidad exacta de veces que DongJoon te ha pedido ayuda, y tú le has ayudado desinteresadamente. Tengo buenos informadores. —Lo miró sonriendo—. Tampoco creas que no he notado el poco interés que Nado ha mostrado hacia tu trabajo.

 En la reunión dije que Nado consideraba a DongJoon un número uno, pero creo que ese calificativo te corresponde a ti. Solo quiero, y necesito, que respondas como hasta ahora. La única diferencia que habrá entre antes y ahora es un ascenso en tu carrera. La oferta que te estoy haciendo es interesante para ti y tu futuro, y no creo que seas tonto y vayas a desaprovechar esta oportunidad. — Ambos sonrieron—. En lo que se refiere a Nado, no te preocupes. Ahora tengo una reunión con él y le ofreceré un puesto que lleva tiempo ambicionando en Japón. Por supuesto, dentro del departamento Jurídico.

—Mirando hacia atrás, Ynag vio que los otros se acercaban y cuchicheó en confianza—: Todo depende de ti. Si eres la persona que creo que eres, aceptarás este reto. Si necesitas hablar algo más con respecto al tema, solo tienes que ponerte en contacto con Krystal y te dirá dónde encontrarme. Espero tu contestación de todo lo que te he expuesto después del viaje a Alemania —dijo tendiéndole la mano para despedirse de él.

Dándose la vuelta, el jefe se dirigió hacia Nado y ChanSung. Estos se despidieron de él y se encaminaron hacia el ascensor charlando, mientras él se quedaba solo y sumido en un mar de dudas. Volvió a dirigirse hacia su futuro despacho. Pasó por encima de unos tablones que había en el suelo y, mirando al rio Han, pensó que esta era su oportunidad; lo que llevaba tiempo esperando. Poco a poco sus pulsaciones se normalizaron y comenzó a sentir ganas de bailar. Casi no se lo podía creer y se pellizcó para ver si estaba soñando.

En ese momento se acordó de Luna, y sintió unos deseos enormes de contárselo. Se dirigió hacia el ascensor y, mientras esperaba, miró a ver si alguien podía verlo en ese momento; cuando se cercioró de que no había nadie, dio un chillido de alegría y saltó. Las puertas del ascensor se abrieron y, muerto de risa, se metió corriendo en él.

Cuando llegó a su planta, allí estaba esperándolo Luna, que rápidamente se levantó de su mesa al verlo. Taemin, muy seria, pasó por su lado y le dijo que entrara en su pecera. Esta, rápidamente, cogió un cuaderno y un bolígrafo y la siguió.

—Bueno, Luna —dijo sentándose—, no sé cómo decirte esto pero... ¿Qué te has traído de comida hoy? Con los nervios de punta y sin entender nada respondió:

—Dos sándwich de jamón y queso. ¿Tienes hambre? ¿Quieres uno?

—No... —respondió Taemin mientras empezaba a tener un ataque de risa.

—¿Qué pasa? Cuéntame —rogó Luna—. He visto a DongJoon salir hecho una furia. Pero Taemin no podía parar de reír. Y su secretaria no sabía qué pensar.

—¡Por Dios, Taemin, me estás asustando! No nos habrán despedido, ¿verdad?

-Ay, Dios... tengo que pagar el alquiler. ¿Se puede saber qué es lo que ha pasado? Taemin levantándose, aún muerto de risa, cogió el bolso y el abrigo y dijo:

—Vámonos. Te invito a comer. Tengo que contarte muchas cosas, y te aseguro que te van a gustar. De camino al ascensor, de pronto Luna se paró en seco y, dando un grito, se abrazó a su jefe. Los que andaban por la planta los miraron, pero a ellos les daba igual. Comenzaban el año bien y con un prometedor futuro por delante.

Notas finales:

*-* MInho tan cobarde XD ... debe atacar de frente no creen....

jejejejeje ya tuvo permiso de Onew .. pero si han leido falta la hermana de Taemin kkkk.... 

 

Que piensan de Nado... ._.! 

 

lamento la demora.... pero intentare actu el domingo... *-*/ lo prometo saben q cumplo verdad!!!

 

gracias por sus rw... 

 

ya saben dejen rw y actu

 

bye bye cuidense


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