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Una noche más por dazacu

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Notas del capitulo:

Se que el primer capítulo no tuvo éxito, a pesar de eso creo que ea justo terminar de publicar esto. 

– Ah, soy Ángelo — exclamó aún más preocupado. Me incorporé y quedé sentado en la cama.
– Ángel…. — yo empezaba a procesarlo — Oh, eres tu Ángelo — acerté — ¿Que quieres?
– …....... Solo quería saber cómo estabas, te has perdido muchas clases ¿Te sientes bien? Me tienes preocupado, hombre, nadie sabe nada de ti, ni siquiera Santiago.
– ¿Santiago? — mi desesperado corazón no lo aguantó más, sentí un mar de lágrimas desbordarse en mis ojos y la rabia conquistar mis venas, mi cuerpo se puso tenso y temblaba mientras apretaba el teléfono hasta casi romperlo. Me sentí mareado y lo último que escuche antes de caer al suelo y quedar inconsciente fue a Ángelo repitiendo mi nombre con gritos cada vez más desesperados, desde el otro lado de la línea.
Desperté en el sofá de la sala. Mi vista era borrosa y lo único que pude distinguir fue un hermoso rostro frente a mí y un pedazo de algodón con un fuerte olor a alcohol que se rozaba contra mi nariz.
– ¿Estás bien? — Me dijo acercándose.
– ¿Que pasó? — Le dije agarrándome la frente, tratando de controlar el mareo.
– Que te desmayaste mientras hablábamos por teléfono. Vine tan pronto como pude y…. ¿hace cuánto que no limpias aquí? — Tomó un enorme plato de sopa caliente de la mesa y se dispuso a darme de comer — Te preparé algo, debes estar muy débil ¿cuándo fue la última vez que comiste algo?
– No lo sé — dije aun mareado antes de abrir la boca para recibir una modesta cucharada de la mejor sopa de todo el mundo. — Oye Ángelo ¿Porque estoy húmedo?
– Debería pasarte mis apuntes, estas muy atrasado en las materias — exclamó evadiendo mi pregunta.
– Ángelo —  lo miré fijo a los ojos — ¿De dónde sacaste esta ropa y porque la llevo puesta?
– Este.... yo..... Es que — dio un hondo respiro antes de soltarlo todo — Bueno cuando llegué a tu casa lo primero que hice al encontrarte tirado en el suelo al lado de la cama fue intentar reanimarte y estabas como despierto pero no respondías, además de que olías como a perro muerto así que pensé que estabas muy débil y de que seguro solo necesitabas comer, fui a la cocina y puse agua a hervir para prepararte algo pero como tardaba demasiado y me daba pena verte así, decidí buscarte ropa limpia y lavarte la cara o algo, pero mientras pensaba como hacerlo acabe desesperado y termine metiéndote en la tina de baño y estas pijamas fueron lo único que pude encontrar.
– Me vestiste?! — Me exalté — Me bañaste?!
– Te juro que no vi nada. — Se le subieron los colores al rostro — Lo siento, lo siento, lo siento — no dejaba de disculparse.
– Ángelo..... Gracias. Yo de seguro me habría muerto si no hubieses venido.
– ¿Pero que te pasó? ¿Porque estabas así?
– No quiero hablar de eso
– Bueno, no importa, se que todo va a estar bien — me acarició la cabeza como a un niño.
– ¿Porque estas tan seguro? — exclamé cuando terminó de despeinarme.
– Pues... — vaciló un poco — porque estoy contigo. — Los ojos le brillaron cuando lo dijo — Abre la boca.
– ¿Ah? — reaccioné tarde y me llevó otra cucharada de sopa a la boca.
Ángelo y yo nos conocíamos desde que éramos muy pequeños. Solíamos jugar juntos cuando éramos vecinos y esa unión que teníamos no nos la quito ni siquiera su abuela, cuando se lo llevó a vivir lejos con ella. Por suerte sus padres lo regresaron a casa un mes después de que yo me mudara con los míos, entonces tal vez dejamos de ser vecinos pero al menos podíamos visitarnos hasta que empezara la escuela. Recuerdo muy bien como le rogaba a Sara, mi nana, para que me llevara en el auto de mis padres a ver a Ángelo o cuando a él lo traía su padre en su, para entonces, lujoso convertible.
Mis padres lo adoraban por ser tan atento y mil veces le habían ofrecido ir a vivir conmigo a una casa que teníamos en Venecia. La idea de trasladarnos acababa con que ambos nos acostumbraríamos a compartir piso, con el otro, para cuando fuéramos a los Estados Unidos a seguir los estudios. La segunda intención de esto era que él cuidara de mi ya que yo me había negado a tener alguna ama de llaves. Yo quería aprender a vivir solo, porque, aunque se suponía que vivía con mis padres y ellos solo me descuidaban cuando estaban en sus "cortos" viajes, que no duraban menos de tres meses, mis padres casi nunca estaban en casa. Así que Ángelo me visitaba todas las semanas y de vez en cuando se quedaba a dormir, a diferencia de Santiago que nunca había puesto un pie en mi casa, pero que siempre se la quise mostrar. Aquella noche Ángelo se encargo de que me recuperara, me asistió con las clases perdidas y también me habló de algunos amigos de la universidad como Sandra; que esos días la habían encontrado fumando marihuana en los baños. Incluso me habló de Santiago, al parecer él y Tatiana habían terminado por culpa de un misterioso chupetón. Sus amigos lo estaban consolando justo antes de que yo hablara con él. Esa debió ser la razón por la que estaba tan molesto. El normalmente no se comportaba así, yo lo sabía y también sabía bien que hacer, hablaría con él para arreglar las cosas, además podría dejar en claro lo que pasó aquella noche y terminar con todo esto.
El día era claro, Ángelo me convenció para que saliera mientras él se quedaba a limpiar un poco, eso no significaba otra cosa que dejar la casa en extremo impecable y no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo, así que salí a buscar a Santiago a su casa, en el camino iba imaginando las cosas que le diría y lo mucho que nos reiríamos de todo ese patético drama. Pensé que debía desestresarme un poco antes de verlo, así que fui a pasear a muchos lugares para relajarme y divertirme, como quería Ángelo. Ya era un poco tarde cuando me canse de leer comics en la librería y salí de la tienda con las manos vacías para ir a ver a Santiago. Fui caminando porque estaba cerca. Llegué a su casa y toqué la puerta de una manera gentil, estuve parado un buen rato hasta que alguien abrió. Tenía ojeras muy marcadas, la cara pálida y el cabello enmarañado. Santiago se veía muy diferente. Me jaló del cuello de la camisa, introduciéndome en su casa, haciendo que chocara contra su pecho, mientras me recibía con sus labios. A la vez que cerraba la puerta detrás mío. Me plantó un beso en la boca y fue en busca de otro antes de que yo lo detuviera.
– Pero que estás haciendo?! — pronuncié apenas escapando de sus atenazadores brazos.
Notas finales:

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