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Una noche más por dazacu

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– No sabes las ganas que tenia de verte — emanaba un asqueroso olor a alcohol pero sus labios eran tan dulces como siempre.
– No! Suéltame! — pataleaba para poder zafarme de Santiago. Al fin pude librarme y me dirigí a la puerta, que estaba simplemente cerrada.
– Espera, no te vayas — dijo tomándome de la mano — quédate por favor, ya he pasado demasiado tiempo sin ti.
– Santiago..... — Sabía lo que tramaba, esta vez no funcionaria.
– No digas nada sé que me odias, fui un idiota y tenía miedo. — Realmente se veía arrepentido.
– Santiago..... — Repetí incrédulo, me había dejado anonadado.
– Te amo y lamento no haber podido demostrarlo. — Estaba parado frente a mí, acariciando mi mejilla.
– Santiago..... — No me alcanzaron los dedos de la mano para contar las veces que soñé con ese momento.
Me le quedé mirando, se acercó a mí pero me le adelanté y yo lo besé. Alargamos el beso haciéndolo mas profundo. Sentí como sus manos bajaban por mi cintura. Le rodee el cuello con los brazos. Dimos muchos pasos intentando llegar su habitación. Caminábamos topándonos con todo lo que estaba en nuestro alrededor. Caímos en el sofá con la mitad de la ropa puesta y la otra mitad regada por el suelo. Antes de que pudiera darme cuenta Santiago me besaba la espalda mientras se colocaba el condón que había sacado de no sé dónde. El dolor era menor a la primera vez. Entró despacio, pero la excitación nos invadió y tomamos un ritmo muy rápido. Acariciaba mis pezones mientras me embestía con brutalidad, sacándome gemidos tan fuertes que debieron despertar a los vecinos. Durante toda la noche.
Me desperté en ese mismo sofá, envuelto en una manta azul, con la camisa totalmente desabotonada y el cuerpo hecho polvo. Bostecé estirando un brazo y me levanté despacio. Sentí como me rugía la panza, recogí los pantalones del suelo, me los puse y fui a la cocina, allí estaba Santiago apoyado en la barra, comiendo una tostada y revolviendo la taza con café que tenía en frente con una cuchara, mostrándome su escultural torso desnudo y con unos bóxers azules que no hacían más que estorbar. Me oyó entrar.
– Sigues aquí ¿qué esperas para irte? — dijo acre por encima del hombro.
– Acaso lo de anoche no significó nad... — No me dejó terminar.
– No me digas que creíste que lo de anoche fue en serio — soltó la tostada en el aire y giro hacia mí. Me dejó sin palabras — No puede ser — exclamó para sí, sonriendo irónico — Mira. Me encantó que vinieras a follar pero debes entender que no...
– No vine para eso. — dije cortante con la mirada baja.
– Ah sí — dijo para nada asombrado — ¿Entonces porque viniste?
– Se trata de amor. — Demoré en contestar — No creo que puedas entenderlo. — dije y salí de la cocina abotonándome la camisa, para cuando partí de su casa ya estaba vestido.
Llegué a casa, Ángelo no estaba, era extraño, el se había quedado a limpiar y tenía la seguridad como para hacer más que quedarse a dormir, pero ni siquiera podía pensar en eso, me sentía dolido. Me encerré en el cuarto y no pude aguantar más, empecé a llorar. A llorar como un idiota. Santiago había vuelto a burlarse de mí y yo solo podía ir a llorar a casa. Oí una puerta abrirse y cerrarse y algún llavero caer en la mesa, era Ángelo que había vuelto. Lo escuché pasearse por toda la casa antes de llegar a la puerta de mi habitación. Recordaría que no la dejó cerrada. Abrió despacio y me encontró limpiándome los ojos, sentado en la cama. Con la mirada más tierna, fue y se siento conmigo. Me limpió una lagrimilla con la manga de su polera y me dio un beso en la frente. El llanto se me cortó en algún momento. Cruzó su mirada con la mía y su expresión cambio.
– Fue el imbécil de Santiago verdad? — dijo serio. Me ofreció su hombro y me acarició la cabeza. No me di cuenta de cómo se le hervía la sangre mientras yo lloraba a su pecho. — No entiendo que le ves a ese... — refunfuñó molesto. Intenté calmarme, me erguí y lo vi a los ojos, el miró a otro lado — Voy a matar a ese malnacido, como se atreve a...
– No pienses en eso — lo interrumpí haciéndome el fuerte — no vale la pena.
– No me gusta verte así — me obligó a verlo — Si supieras cuanto me duele verte así, porque yo... yo te.... tú me... — intentaba decirme algo, sin quitarme la vista de encima — TE AMO — declaró al fin, acercó su rostro al mío y me dio un beso, muy cerca del labio, me dio otro aun más cerca y otro aun mas. Sentí por completo sus labios, suaves y confortantes. Le respondí por instinto, por necesidad. Me despeinaba el cabello de la nuca mientras su lengua pedía permiso para entrar en mi boca. Lo dejé entrar y lentamente nos íbamos recostando en la cama. Apoyó un codo a lado de mi cabeza y con la otra mano se abría espacio entre mis piensa. Ahí fue cuando me di cuenta de lo que estaba pasando ¿Que pensaba hacer? ¿Me acostaría con Ángelo y mañana le diría que no lo quiero de la misma forma que él a mí? No. Yo no iba a desquitarme con Ángelo por lo que me hizo Santiago, no iba a jugar con alguien tan valioso como él, Ángelo no se merecía eso.
– Espera — prorrumpí apartando sus hombros con ambas manos.
– ¿Qué pasa? — me vio extrañado a los ojos.
– Perdóname, no puedo seguir. No te veo de la misma forma. Estoy enamorado de alguien más.
– ¿De quién? ¿De Santiago? — pronunció con voz entrecortada — ¿Sigues enamorado de él, aun después de lo que te ha hecho? ¿No te das cuenta de que él no te quiere? — estalló de dolor.
– Lo siento Ángelo, no puedo. — Se levantó con los ojos rojos y salió del cuarto, oí la puerta principal estrellarse de un solo golpe. Esa fue la última vez que lo vi.
Me quedé solo con mi llanto, los días se volvieron grises. Esa misma tarde tuve que ir a una de las clases en la universidad, salí temprano de casa para poder ir a buscar Ángelo o a Santiago, a cualquiera que encontrara primero. Como siempre, yo intentando arreglar las cosas cuando ya era demasiado tarde. Me choqué con Sandra y le pregunté por ambos, me dijo que Santiago acababa de salir del hospital y que debía estar en su casa recuperándose de la evidente paliza que se empeñaba en negar.
– Dice que quisieron robarle ésta mañana — me dijo con poco interés — para mí que al muy desgraciado le sacó la mierda el ex de alguna chica con la que no debió meterse.
– ¿Y Ángelo? ¿Sabes algo de él? — pregunté con la angustia impresa en el rostro.
– Lo llamé ayer y me dijo que estaba en tu casa ¿porque? ¿Pasó algo?
– No, no pasó nada.
Solo que la única persona que de verdad me amaba se había ido por mi culpa, porque no supe apreciar sus sentimientos, porque fui sincero, porque preferí atarme al juego interminable de Santiago en lugar de intentar ser feliz, porque fui un idiota y había dejado que se fuera. Ese amor único y perfecto había desaparecido de mi vida. No me di cuenta, hasta mucho después de su partida, que consigo se había llevado mi vida y entonces solo me quedaba llorar....
Notas finales:

Espero que les haya gustado, si fue así, por favor déjame un review, y si no, pues también deja tu comentario y ayudame a mejorar.


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