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Una delicada rosa con espinas de hierro por ShiinaYumeno

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Notas del capitulo:

El primer HunHan que escribo y publico, espero que os guste. Lo tengo subido a otra cuenta, pero he decidido hacerlo en ésta también.

¡Disfrutarlo!

¿Cuánto tiempo llevaba intentándolo? ¿Cuántos habían pasado delante de él? ¿Cuántos habían desistido en intentarlo? ¿Tal vez debería dejarlo? No, aunque pasaran milenios, él nunca dejaría de intentarlo.

Sehun llevaba enamorado de Luhan cuatro años, y podía jurar que esos cuatro años habían sido los mejores y peores de toda su vida. Sabía que nunca tendría oportunidad con alguien de tal fama. Pero le daba igual, cualquier cosa por ver esa mirada brillante sobre él. Cualquier cosa. Cualquiera.

"Mátale" Cualquiera. ¿Seguro?

"No"

"Bien" Las cosas no eran tan fáciles. "Te contaré algo"

Ahora Sehun daba cualquier cosa por haberse tapado los oídos. Pero el pasado ya no puede cambiarse, agua pasada no mueve molinos. Lo único que le queda es una cama de sabanas escarlatas y un jardín de rosas negras. Podía irse. No, estaba encadenado, a un amor, a algo inexistente.

"Podrías pasear por el jardín" Ojalá.

"No, eso sólo hace que se clave más profundo" ¿Cuánto más puede enamorarse una persona de alguien? Todavía no está comprobado, de todas formas nadie lo descubrirá, nadie está interesado en un sentimiento tan disperso.

"Pues cuéntamelo"

"¿He de recordar cada detalle?"

"Solamente así podrás sacarlo" Sehun sabía que estaba mal, que le dolería, pero no podía evitarlo.

Se podría decir que todo empezó en una noche despejada, mientras caminaba despacio hacia su casa, con las manos llenas de bolsas de la compra. Fue un pequeño cuerpo entallado en ropa de cuero, un cabello negro peinado hacia la derecha, unos ojos profundos, una cadera moviéndose de un lado a otro, como un péndulo, hipnotizándole.

Se enamoró, de un cuerpo hecho por la perfección, de una cara hecha por la inocencia, de una personalidad creada por la maldad. Viejos tiempos nunca son olvidados, un amor grabado a fuego nunca es reparado. Sehun entró en un laberinto de espinas.

Día y noche, noche y día, día y noche, noche y día. Pienso y sueño, sueño y pienso, pienso y sueño, sueño y pienso. En un cuerpo de porcelana, en una cara delicada, una sonrisa encantadora, unas palabras matadoras. Realmente se enamoró al segundo día. Se negó a aceptar su obsesión, luego no pudo negarlo, más tarde se dio cuenta que nunca fue obsesión.

¿Realmente fue buena idea conseguir ser su amigo? ¿Fue morbo o masoquismo? ¿Observarle gemir como una perra, o verle siendo follado por otro? No, fue caminar entre espinas afiladas.

"Sehun, para"

"¿Por qué?"

"Vas a acabar mal"

"¡Cállate! ¡No sabes nada, tienes envidia!" ¿Amigos? ¿Qué es eso? ¿Personas que quieren quitarle su felicidad? Eso es lo que pensó Sehun, no quería consejos, ni verdades, quería remplazar al de la cama. Primero fue Jongin, luego los demás. Dicen muchas cosas del amor, la única cierta es que te aleja de los demás.

Estaba cuidando de una rosa negra, de una mala vida, de una figura rota, de un dibujo desteñido. Pudo abandonar, pero no saltó aunque se estuvo hundiendo.

"Luhan, te he comprado esto"

"¿Un regalo? ¿Para mí?"

"Claro"

"Gracias" Aquella conversación fue en navidad, justamente un día antes de que la nieve cayera.

"Sehun, no lo estás haciendo bien, tienes que contármelo, todo"

"¿Qué parte?"

"Dime cómo era" Luhan no era fácil de explicar, describirle mentalmente es el mayor reto existente. ¿Debería tomarse el tiempo? Recordaba una frase de él, un día antes de todo.

"Era una delicada rosa con espinas de hierro" Simple. Y él, era un jardinero sin experiencia. El primer día que entró en su casa se prometió curarle, ¿lo consiguió? Entonces, sí que debería tomarse el tiempo.

Cuando la puerta fue abierta lo primero que vio fue un gran salón, cuadros bocabajo, álbumes quemados. Luhan era fuerte, inquebrantable, recubierto de espinas.

"Luhan..."

"Están muertos, no quiero ver los retratos de unos fantasmas que nunca han estado en mi vida"

"Lo siento..."

"No tienes de qué disculparte, se lo merecían" Luhan podía ser clasificado como una persona fría, distante, aprovechada. Sehun lo ponía como alguien fuerte, admirable, irrompible. Si Sehun pudiera cambiar algo sería la forma de olvidarse del mundo de Luhan, no porque le doliera, ni porque estuviera celoso, más bien sería para evitar todo lo que causó. No eran ni un kilo de maquillaje, ni dos botes de colonia, era una ropa ajustada y una actuación maravillosa. Y quien lo niegue es que nunca le vio. Sehun le vio, por eso nunca lo negó, él deseaba satisfacer al chico de ropa entallada, sonrisa coqueta, ojos presumidos, culo necesitado. Y podría haberlo hecho, pero nunca fue dejado, Luhan era una presa difícil para él, y aquello le enganchaba.

"Sehun, te estoy dando la llave, cuídala bien" Una llave simplemente hubiera estado bien, pero en realidad era mucho más que eso, Sehun, lo entendía ahora. Y se maldecía doscientas veces, y se insultaba ocho mil veces, y se castigaba eternamente.

"Soy demasiado estúpido como para existir"

"Lo hecho, hecho está, ya no puedes cambiarlo Sehun, apechuga con las consecuencias" Ojalá pudiera evitar las lagrimas que caían lentas por sus mejillas, el dolor que torturaba su corazón, aquella noche en el hospital.

"Pero..."

"Pero nada. Sehun, aprende de tus errores" Los tenía aprendidos, perfectamente, a lo mejor, debió escuchar mejor a Yixing. Fue un día de trabajo, en el descanso de la hora de la comida, Yixing no era un amigo, era solamente un compañero, pero era quien mejor conocía al chico que se escondía tras una puerta blindada.

"¿Entonces ya son amigos?"

"¡Sí!" Sehun no cabía en sí mismo de la alegría que sentía, se lo contaba a cualquiera que pasara por delante de él.

"Y, ¿Qué te pareció cómo es?"

"Creo que es alguien muy agradable, fuerte y, por supuesto, guapo" Suspiró pensando en él, en su linda carita, en sus delicadas manos, en su cuerpo torneado.

"La verdadera belleza esconde más maldad de la que piensas, la soledad esconde más dolor del que imaginas" Mencionó Yixing, rompiendo la burbuja enamorada de Sehun, él no entendía a que venía aquello. Pero los ojos serios del mayor le inquietaban.

"Pero él no está solo, no es malo." Sehun estaba con él, no podía estar solo, pero ahora, despues de todo, sabía que la soledad no se evita con simplemente estar rodeado de gente. Ese fue un fallo, el error fue no evitarlo.

"Entonces no le conoces tan bien como dices." Y allí se quedó, en medio de un torbellino de sentimientos, de pensamientos. ¿Debería detenerse? No, había estado intentándolo un año, ahora más que nunca debía continuar.

La primera vez que su corazón sintió dolor fue un día nublado de noviembre, con el frio calando profundo, con la verdad destilando maldad. Entró con una sonrisa, con una bolsa llena de pastelitos, los preferidos de Luhan. Oyó ruidos procedentes de la habitación, sonidos agudos, excitados. Caminó despacio, con las manos temblando, con el corazón agitado. Tal vez, no debió abrir la puerta, ni mirar dentro, ni quedarse allí quieto, a lo mejor tuvo que haber corrido lejos, tan lejos como sus piernas le permitieran. Pero no lo hizo, vio el perfecto cuerpo de Luhan recubierto de sudor, subir y bajar, golpear y ser golpeado. Escuchó su voz romperse en gemidos agudos, jadear, maldecir y exigir. Observó sus ojos brillando en lujuria, aguados en placer, perdidos en desesperación. Saboreó el amargo sentimiento de desilusión, el ardiente sabor del dolor, el salado almizcle del deseo teñido en lágrimas.

Cuando la caja delicadamente decorada golpeó contra el suelo lo comprendió, aquello afilado y asfixiante estaba enroscándose en su cuello, haciéndole jadear costoso, apretando sin remordimiento su apedreado corazón, enganchándolo a una vida que no era más que la muerte disfrazada.

Pero a pesar de estar corriendo con el frío chocando en su rostro lloroso, empujando a personas desconocidas, gritando desolado, él no dejaría a Luhan. Aunque pase esto mil veces, aunque se rompa su corazón siempre, aunque sus lágrimas se sequen. ¿Hace cuánto ya que vivían juntos? Un año, justo hoy se cumplía un año. Él lo celebró columpiándose solitario en un parque abandonado, observando los círculos húmedos que se formaban en su pantalón cuando las gotas saladas caían, Luhan en cambio lo hizo siendo rudamente follado, olvidándose de su compañero, borrando absolutamente de su vista la mentirosa foto de ellos dos sonriendo.

Si volvió a casa no recuerda exactamente que pasó después, solo el vago recuerdo de una cálida sonrisa, un beso cariñoso y un susurro tranquilizador. Si soñó no recuerda nada más que caricias suaves, abrazos apretados y risas leves. Y al despertar, todo se difuminó hasta desaparecer, dejando una neblina húmeda y espesa. La casa estaba vacía, Luhan no estaba, aquel hombre tampoco, la cama estaba hecha y el desayuno sobre la mesa. Dos pastelitos de vainilla estaban rodeados de flores de azúcar, negras y brillantes, con una cucharilla dorada al lado del plato y una taza de chocolate enfrente.

Dos pastelitos que significaban un perdón, un tal vez nos veamos luego y un mejor olvídame. Varias florecillas que susurraban promesas dulces pero mentirosas, que reflejaban lo que estaba intentando curar. Sehun no comprendía que hay cosas en esta vida que no tienen cura, que no se pueden salvar, que simplemente se miran desde lejos pero no se tocan, viéndolas marchitarse poco a poco. Y tal vez por eso, por no querer darse por aludido, empleó todo el valor que poseía en comerse la realidad y seguir caminando cada vez más profundo en el laberinto de espinas.

"Un jardinero nunca se da por vencido, ni aunque su preciada flor se esté desprendiendo de sus pétalos" Ni aunque ya no existiera, el jardinero siempre seguirá amando a su preciosa rosa.

"¿Piensas que ese fue tu error?" ¿Error? Su propia existencia era un error, respirar era un error, sonreír era un error, pensar era un error, haberle dejado era un error.

"No, ese fue el único acierto" Fue un tiempo muerto en un partido perdido, una pausa en una película nostálgica, un alivio que le calmó durante un rato.

"Después, ¿qué pasó cuando volvió?" Pasaron tantas cosas que no sabría por donde comenzar. Debería contar los ojos indiferentes que le miraron con asombro, el labio tembloroso que murmuró su nombre, las manos frías que se apretaron más fuerte alrededor de la bolsa de plástico.

"Bienvenido a casa, Luhan" Se podría decir que se sintió satisfecho cuando un suspiro tembloroso salió de los labios de Luhan, satisfecho y alegre.

"¿Aún sigues aquí?" ¿A dónde debería de ir, Luhan? Cuando tú eres el primero que quieres que se quede, a lo mejor, tendrías que ser sincero. Sehun nunca imaginó que Luhan estaba pensando eso cuando dejó la bolsa sobre la encimera de la cocina. Tampoco hubiera cambiado algo si lo supiera.

"Siempre seguiré aquí" Masoquismo es la mejor palabra para describir al pobre chico que estaba plantado en el umbral, con un rostro inexpresivo que ocultaba tantos sentimientos.

"¿Y si yo me fuera? Para siempre" Cuando la risa burlona de la maldad rebotó en las paredes color azul claro, Sehun se planteó la cuestión de si aquel lugar no era una jaula que encerraba a un ave hermosa, tan magnifica que el mundo se pondría patas arriba nada más verlo. Se lo planteó, pero no se lo respondió.

"Siempre seguiré aquí, Luhan. Siempre" Como una melodía melancólica, como el último rayo de sol, como la luna escondiéndose detrás de una nube. Y dolía, dolía para él y para Luhan. Tan miserable que ninguno se daba cuenta, y Luhan no entendió si fue por el momento, por el semblante seguro o por el pequeño calambre placentero que invadió su cerebro.

"He comprado esto, pensé que te gustaría" No le gustaba, le encantaba, porque él se lo había comprado, y eso es lo que realmente valía para Sehun.

Durante la semana bondadosa de un invierno peligroso, ninguno pudo separarse del otro, ni del calor que desprendían. Hablaron, hablaron tanto que llegaron a conocerse, se escucharon, se escucharon tanto que se viciaron a las voces contrarias, y se tocaron, se tocaron tanto que sus cuerpos todavía se sentían. Pero luego de esos días tan perfectos, Luhan volvió a las andadas, junto a su ropa entallada y su sonrisa coqueta, Sehun chocó con la realidad tan fuerte que le costó levantarse dos días, y aún así le dolía.

"Puedes saltarte esa parte, si quieres¿De verdad? Eres cruel, y lo sabes, jodidamente imbécil para decirme eso.

"GraciasSí, soy la persona más imbécil del mundo, pero no te abandonaré. Y te diré la verdad hasta que reacciones.

"No agradezcas, lo entiendo¿Acaso Yixing te está comiendo el cerebro? No creas que por vivir en mi casa ya puedes cambiar mi vida, gilipollas.

"Aún así, gracias, de verdadEstá bien, no cambiaré tu vida, pero quiero que sepas que tú, sí has cambiado la mía. Radicalmente.

Luego de una discusión tan fuerte que Sehun huyó lejos de ese agujero depresivo, el invierno se volvió más difícil de soportar, con las noches heladas y los días congelados. Durmió varios días en la casa de sus padres, alimentándose de recuerdos y respirando de deseos. Puede que hiciera la cosa más estúpida cuando se plantó delante de esa puerta blindada, esperando que la llave entrara, y también puede que pareciera el ser más subnormal del mundo cuando gritó feliz al ver que sí podía abrir.

Porque Sehun, ese chico enamorado de una delicada rosa de espinas de hierro, haría cualquier cosa por su amor. Cualquier cosa. Morir, vivir. Sonreír, llorar.

¿Pero matar? Aún no estaba tan loco de amor, su cordura persistía finamente en su cerebro atolondrado.

"Bien. Te contaré algo" ¿Era necesario? ¿De verdad hacía falta restregarle cada una de sus apasionadas noches de sexo sin compromiso? Sehun no lo creía, pero no lo interrumpió al hablar.

"A veces, la gente no piensa las consecuencias de sus actos. No imaginan las cosas malas que le pueden suceder, ni en la mañana siguiente, simplemente disfrutan del momento. Y llega un día que despiertan, sintiendo un poquito más de asco por sí mismos, notando que un trozo de su vida acaba de desprenderse. Lo peor de todo esto es, que aunque lloren a más no poder, la enfermedad que crece cada vez más dentro de ellos, no se detendrá" Ojalá no lo hubiera entendido a la primera, ahora quiere retroceder el tiempo y ser tan inocente y puro que eso no lo pudiera entender.

"Luhan, ¿te estás muriendo?" A lo mejor, nunca estuvo vivo, por eso no lastimó tanto su maltrecho corazón. O simplemente no quiso aceptarlo, y no estalló en llanto allí mismo.

"Sí, Sehun. Me estoy muriendo" Gracias por contármelo, Luhan. Ahora, podré por fin hacerte feliz.

Y entonces cayó, la primera nevada. Pero antes, llegó la noche oscura, y junto a ello, la explosión de cariño que Sehun no pudo contener. ¿Demasiado tarde? Nunca.

"He venido a visitarte Lulú" Él pensó que si le ponía algún mote cariñoso podrían sentirse más como una pareja, a Luhan le gustaba, a él también ¿Cuál era el problema? Que sonaba tan falso que le daba asco, Lulú, él no podía, pero lo intentaba con todas sus fuerzas.

"No tienes que quererme, pronto te diré adiós" No, adiós sonaba mal, a él le gustaba más un hasta luego, tal vez un hasta pronto, pero un adiós no, sonaba demasiado radical.

"Llevo cuatro años, si no te quiero hasta el final luego me arrepentiré"

Pasaron las horas como minutos, los minutos como segundos, los días como suspiros. Mientras las nubes se preparaban, Luhan se sentía vivo, de una forma tan irónica que parecía una sátira borracha. Justo al final de su vida, lo que más le había faltado lo estaba recibiendo a borbotones. Ridículo, pero hermoso.

Jodidamente hermoso.

"Lo estás haciendo bien, Sehun" De todas formas ya no le quedaba nada que perder, las rosas negros se marchitaban, las ventanas se llenaban de vaho y las luces parpadeaban cansadas. Podía jurar que por más que deseara salir a la calle, no podría avanzar, una gran muralla de espinas se lo impedía.

Porque caminó y caminó, pasando a través de ellas, cortándose y pinchándose, clavándoselas profundamente, buscando la rosa que se escondía en medio para poder cogerla entre sus manos e intentar revivirla.

Y entonces sí, los copos flotaron por el aire livianamente, posándose delicados en las aceras, en los alféizares, en todas partes. Colándose en el pecho de Sehun, con un toque agradable, tranquilo, como pequeños besos húmedos y fríos. Cuando entró en la habitación del hospital, lo único que le daba la bienvenida era una nota y un recuerdo difuminado de una sonrisa jamás olvidada.

"Las cosas no son fáciles, Sehun, tú mejor que nadie lo sabe. Ojalá pudiera arreglar todo el daño que hice en mi vacía vida, pero me es imposible. Pero todavía me queda un pequeño truco bajo la manga, puede que sea malo, o que sea el mejor que he hecho en mi vida. No me importa, porque Sehun, mi motivo de sonreír eres tú. Con cada uno de tus te quiero, tus besos, tus abrazos, tus lágrimas, tus risas, tu todo. Es gracioso porque al final de mi recorrido, luego de haber tenido cuatro años para comprenderlo, me doy cuenta de que te quiero. Tanto, que me duele como nunca me ha dolido algo, ni la muerte de mi padre, ni el suicidio de mi madre, me duele, Sehun, el no poder decirte cara a cara que te amo. Con todas mis fuerzas"

Mi motivo de sonreír eres tú.

Me doy cuenta de que te quiero.

Te amo.

Con todas mis fuerzas.

Te amo. Te amo. Te amo. Esas simples palabras pusieron en movimiento su mundo al completo, poniendo en funcionamientos los engranajes. ¿Y para qué? Para correr, intentar escapar por entre las espinas, con esa frase haciendo eco de fondo. Pero aquello era un laberinto, y él entró hasta el fondo, por eso tropezó y se atravesó el pecho con la espina más grande de todas.

Se lo atravesó, con la sangre impregnándose en su camiseta y las lágrimas mezclándose con ellas.

"Ya ha llegado la hora ¿verdad?"

La última gota cayó, al igual que el pétalo se posaba en el suelo.

"Sí, por fin. Ahora, luego de mucho, podré volver a juntarme contigo, Luhan"

"Lo sé, te estoy esperando, así que ven ya y bésame"

Después de años volviéndose loco, de matar a aquel desgraciado, de perderse con el demonio del alcohol y la droga, de sentirse miserable, podría estar junto a su amor eterno.

Saltando a los brazos de Luhan, que lo miraba con amor, dejó de sentir el peso del mundo sobre sus hombros. Como un bálsamo, una anestesia dulce.

Ambos se sumergieron en el mundo de los sueños, tumbados en la cama de sabanas escarlatas.

En la segunda nevada, él por fin brilló como una estrella, con sus manos entrelazadas a las de Luhan.

Porque él era una delicada rosa con espinas de hierro, y Sehun lo sabía, aún así, siguió intentándolo y por eso se pinchó tan profundo. Pero no le importaba, porque amaba a Luhan y Luhan le amaba a él.

Se amaban tanto, que ni la muerte les pudo separar.

Notas finales:

¿Qué os pareció? Si no entendistéis algo me lo preguntáis, os responderé.

¡Gracias por leer!


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