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El amor no mide el tiempo por Fchibi

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo, agradezco muchos los reviews y todas esas lecturas silenciosas.

Gracias~

Dylan Price era hijo de dos magos pertenecientes a la elite de magos de Inglaterra, sobrino de Dolores Umbrigde y por lo tanto, había sido controlado la mayoría de su vida. Fue un niño tranquilo desde pequeño, obedecía a sus padres e intentaba seguir las reglas que su tía le imponía cuando se quedaba bajo su cuidado. No se juntaba con malas personas, pero los adultos siempre decidían con quién debía hacer amistad y eso era algo que en verdad le molestaba. Ahora con quince años, Dylan comprendía que los pensamientos de sus padres y de su tía sobre la importancia de la pureza de la sangre eran completamente absurdos, pues la pureza de la sangre no definía la calidad del mago, pero esa era una idea que debía mantener guardaba por su propio bienestar.


En una ocasión cuando solo tenía ocho años había sido castigado por compartir sus dulces con un chico muggle en la calle y el castigo no había sido solo permanecer encerrado en su habitación durante una semana sino que también había sido atacado con el “crucio” por la gran falta que había cometido contra su linaje. Castigos de este tipo se habían repetido constantemente a medida que creía y sus ideales se alejaban de los de su familia, siendo catalogado como un rebelde por sus padres y por su única tía. Por este motivo, Dylan había sido transferido a Hogwarts cuando el año escolar ya había comenzado, porque de esta manera podía ser controlado por la persona con mayor autoridad dentro de su familia, Dolores Umbrigde.


El día que llegó a su nueva escuela y fue seleccionado en la casa de Gryffindor, supo que su tía lo utilizaría como un espía. Después de haberlo presentado como un trofeo frente a todos los estudiantes y profesores, lo llevó hasta su oficina y le indicó claramente que deseaba que se infiltrara en el círculo cercano de Harry Potter para conocer todo lo que hacían. Pero Dylan no tenía intenciones de acercarse a ese grupo de Gryffindor ni a ninguna otra persona dentro de esa escuela, él no había sido transferido por su voluntad y no estaba dispuesto a seguir soportando la presión social que recaía sobre su familia y sobre él.


Los rumores sobre su llegada a Hogwarts no tardaron en aparecer, él ya estaba acostumbrado a los rumores, las miradas despectivas y al rechazo de sus semejantes, por lo que escuchar a sus compañeros de casa cuchichear durante el desayuno no fue novedad. Y así pasó una semana entre clases y comentarios despectivos por parte de todos los estudiantes excepto Slytherin, quienes parecían estar más entretenidos en hacer cumplir las normas impuestas por Umbrigde que en molestar al nuevo compañero.


Ese sábado había sido citado por su tía temprano en la mañana, tuvo que salir del dormitorio común cuando todos dormían aún y caminó lentamente hasta esa oficina que quedaba cerca de las mazmorras. Sabía que su “querida” tía no lo necesitaba para nada bueno y solo lo comprobó cuando Umbrigde le atacó con una de las maldiciones prohibidas por no haber cumplido con sus órdenes. Ya estaba acostumbrado a esos castigos, pero no dejaban de ser dolorosos y provocarle cicatrices en sus muñecas, ya que su tía solía amarrarle las manos con fierros mientras le cruciaba. Esta vez Umbrigde no se conformó con lastimarle sino que también le entregó una carta escrita por sus padres, Dylan sabía que sus padres estaban decepcionados de él y que por eso lo habían alejado de su lado así que una carta proveniente de ellos solo significaba un regaño, malas palabras y el desprecio constante al que había sido sometido los últimos días que estuvo con ellos.


Eran las diez de la mañana cuando Dolores Umbrigde le permitió a su sobrino abandonar su oficina, el joven pelinegro caminó a paso lento de regreso a la sala común de Gryffindor y al dormitorio común, donde no tardó en esconderse debajo de las mantas de su cama y dejar salir todas esas lágrimas que había contenido. La verdad es que toda esa situación le dolía demasiado, sentía que con cada castigo una parte de su alma se quebraba y las palabras de sus padres solo empeoraban la situación, su corazón sufría con cada desprecio de sus progenitores. En algún momento su llanto se hizo más fuerte y agradeció que ese día todos sus compañeros salieran a pasear a Hogsmeade o por lo menos eso creía hasta que sintió unos brazos rodeándole y atrayéndolo a su pecho. Quiso alejarse, pero algo se lo impidió, un calor agradable que le hacía sentir en calma, poco a poco asomó su rostro debajo de las mantas y se sorprendió al ver que se trataba de Potter. No supo cómo reaccionar pero la conversación entre ambos se desarrolló con naturalidad, a pesar de su sorpresa inicial y cuando el ojiverde se fue, la sensación de paz seguía instalada en su pecho.


Ya pasado el mediodía Dylan decidió aprovechar ese día para pasear por los jardines de la escuela, su ánimo había mejorado un poco gracias al apoyo de Harry y debía aprovechar el agradable clima que todavía se mantenía a pesar del frío. Abandonó la sala común sin intenciones de ir a buscar un poco de comida, no había desayunado pero seguía sin apetito por lo que caminó por los solitarios pasillos hasta llegar a una de las puertas que daban acceso a los jardines. Pero una mano ajena lo tomó del brazo y tiró de él hasta que chocó contra una pared.


-Pero… ¿Qué?-


-Soy yo Dylan, creí que no vendrías a saludar.-Habló una voz demasiado familiar para el ojiazul.


-¿Qué quieres, Draco?- Preguntó Dylan con la voz cansada, la verdad es que no estaba de ánimos para hablar con el rubio Slytherin.


-Solo hablar, ya sabes. Quedó algo pendiente entre nosotros.-


-No quedó nada pendiente entre nosotros. No quiero hablar contigo ahora.- Murmuró Dylan mientras intentaba zafarse de ese agarre, pero todo movimiento fue en vano porque el Slytherin lo agarraba firmemente de la cintura.-Draco…-


-¿Umbrigde otra vez?-El ojiazul lo miró sorprendido ante su deducción, pues en todo el tiempo que compartieron no recordaba haberle dicho algo en relación con su tía pero Draco Malfoy era astuto y un muy buen observador.- Siempre que tu tía te castigaba, actuabas distante conmigo. ¿Qué te hizo esta vez?-


El tono de preocupación que Draco reveló en su voz hicieron que el corazón de Dylan latiera más deprisa y se arrepintió en seguida de haber reaccionado así. La verdad es que Draco siempre había sido bueno con él desde que se conocieron cuando ambos tenían diez años, a pesar del carácter caprichoso que tenía el rubio nunca fue egoísta con él y siempre le cuidó en cada verano que compartieron juntos. Incluso en ese último verano, Draco fue mucho más dulce con él y le demostró que podía ser una buena persona, que podía olvidarse de su apellido y solo ser un chico normal de quince años.


-Dylan… ¿Qué fue lo que pasó?-Insistió el rubio al tiempo en que le acariciaba una de sus mejillas para hacerle regresar al aquí y ahora.


-Yo… ¿Cómo sabes que Umbrigde me castiga?-


-Porque mis padres emplean el mismo sistema de castigos conmigo, pertenecemos a familias sangre pura de elite, Dylan.-


-Lo siento.-Murmuró el ojiazul con su mirada posada en el suelo, avergonzado por sus tontas reacciones pero la verdad es que a veces no sabía cómo comportarse con el rubio.


-Ven, no nos vemos desde el verano y mi padre no me había dicho nada de tu transferencia.-Dicho esto Draco Malfoy tomó al pelinegro de la mano y lo guió por los pasillos hasta llegar a la sala de los Menesteres.


Dylan simplemente se dejó llevar, no quería pasar más tiempo solo y la compañía de Draco era algo que realmente le agradaba muchísimo. No pudo evitar sonrojarse al darse cuenta de que caminaban con sus manos entrelazadas, pero los pasillos se encontraban completamente vacíos y si era sincero con él mismo, no le molestaba en absoluto el estar así de cerca con el rubio Slytherin.


Draco invocó una pequeña habitación con varios cojines y una bandeja llena de pequeños bocadillos, sin soltar la mano de Dylan lo guió hasta los cojines y se sentó a su lado. Dylan agradeció con una dulce sonrisa el lindo gesto del contrario y se inclinó para depositar un suave beso en una de las mejillas del rubio, acto que solía hacer con él porque se conocían hace años, porque eran cercanos y porque ambos sabían perfectamente que se gustaban aunque nunca hubiesen hablado sobre eso.


En algún momento  las manos de Draco habían comenzado a acariciar los brazos de Dylan, llegando hasta sus muñecas y sus dedos, las cuales delineó cuidadosamente. Sus ojos se entrecerraron cuando sintió bajo su tacto algo que sobresalía de la piel del ojinegro, por lo que levantó las mangas del sweater que vestía el chico y comprobó sus teorías al ver directamente esas cicatrices que recorrían toda la piel de los antebrazos y especialmente las muñecas.


-Dylan…-


-Fue Umbrigde y mis padres… Ellos no estaban realmente orgullosos de su hijo y lo exiliaron de casa, esto solo fue parte del castigo.-Comentó el ojiazul con tono bajo, desviando su mirada de esas cicatrices que llevaría durante toda su vida como un recordatorio de las ideas que finalmente lo habían alejado de su familia para siempre.


-Debo agradecer parte de ese castigo porque de otra forma no estarías aquí en estos momentos.-Susurró el rubio mientras se inclinaba un poco más hacia Dylan, eliminando poco a poco la distancia que los separaba.-En verdad estoy feliz de volver a verte.-


-No digas eso.-


-¿Por qué no? Es la verdad, por lo menos aquí puedo cuidarte.-


-Draco, no tienes que…-


Pero las palabras de Dylan no pudieron continuar, Draco había terminado con la distancia aprovechando que el ojiazul se encontraba confundido y le besó. Sus labios se posaron suavemente sobre los ajenos y comenzaron a moverse a un ritmo lento, Dylan tímidamente correspondió aquel beso. No sabía muy bien cómo hacerlo debido a que era su primer beso pero se sentía bien, era lo que hace tiempo deseaba hacer y se alegraba de que sus sentimientos fueran correspondidos.


El beso poco a poco se fue intensificando, Draco era quien marcaba el ritmo y podía notar con precisión como su corazón latía acelerado al dejarse llevar por primera vez por sus verdaderos sentimientos. Jamás se arrepentiría de haberle robado ese beso a Dylan porque era algo que había deseado por mucho tiempo y era la prueba de que él podía ser un chico normal que se enamoraba.

Notas finales:

Espero que les haya gustado~


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