Junio 2013.
Todo había acabado. El joven a quien había amado estaba muerto. En su memoria se mantenía la imagen del joven, quien activaba la escotilla de seguridad para salvarlo. Ahora, ese joven era velado simbólicamente, con un ataúd negro vacío, tapado por una bandera estadounidense.
El pecho de Chris ardía en culpas y dolor. Las imágenes de su amado en sus últimos momentos, como fue de agónica su muerte, atormentaban sus días y sus noches. Cada atardecer era un martirio, soñar con el muchacho al despedirse. Sus palabras sonaban con ecos del tiempo en su cabeza. Su voz jamás se borraría de su mente, ni su rostro, ni su existencia en si. Ni las miradas, ni las respiraciones sobre su pecho mientras dormían.
Un día lluvioso, como esos que él amaba, decidió finalmente dar la terrible noticia a su padre. Condujo varios días con el uniforme de su amado en el asiento del acompañante hasta que finalmente llegó. Una casita modesta, a las afueras de la ciudad. Bajo con el Rifle y el uniforme del muchacho en sus manos y tocó la puerta. Un hombre de pelo blanquecino, que rozaba los 60 abrió la puerta y al ver al capitán Redfield, sosteniendo las pertenencias de su muchacho, lo invitó a pasar. La mirada del padre se perdió en la taza de café que sostenía entre manos. Parecía hacer un considerable esfuerzo por no quebrarse. Las noticias habían llegado de golpe, conoció al hombre que su hijo había amado y elegido como su pareja desde los 13 años, al mismo tiempo que tenía que velarlo.
Él … Sufrió? - Preguntó el padre, cuando finalmente pudo hablar. Las arrugas de su frente se marcaron un poco más. El rostro del anciano era la única prueba de que alguien en este mundo, amaba a Piers mas que Chris.
No lo se... - Dijo Chris bajando la mirada a las pertenencias del joven.
Primero mi amada Margaret nos abandona... ahora mi hijo... - Dijo llevando sus manos plagadas de arrugas y venas a su rostro para esconderse al llorar.- oh.. mi pequeño Piers... - Dijo mientras lloraba. Chris apretó su mandíbula a la par que apretaba la taza de café que tenia en sus manos.
Señor... no se si será de consuelo... pero.. Su hijo fue un Héroe. Él murió salvando al mundo... y salvándome a mi.- Concluyó mientras sus ojos se humedecían ante el recuerdo de ese instante que traerían consigo una vida de dolor y penas.
Mi hijo... siempre lo amó. - Dijo el anciano aún cubriendo su rostro. - Desde pequeño, cuando lo veía en la televisión... Siempre fue mi orgullo... y estuve tan feliz el día que me llamó diciendo que vivían juntos. Que Usted había correspondido a sus sentimientos. Es por eso... que alivia mi alma saber que el murió cuidando su vida. Protegiendo a aquello que más estimaba en el universo. - El anciano sacó las manos de su rostro, dejando ver sus ojos enrojecidos de llorar, el dolor en sus ojos era la imagen más devastadora luego de la sonrisa de Piers cuando accionaba la maquina. Chris apretó la taza levemente y asintió. No podía decir más nada, sus palabras se habias esfumado cuando el anciano comenzó a hablar.
Pasaron varias semanas hasta que Chris presentó su rostro de nuevo en la BSAA. Ya no le importaba retirarse, ni vivir, ni morir. Quería honrar la memoria del hombre mas valeroso que había tenido el placer de tener en su vida. Y pasaron los años, la misiones eran sencillas. Por ahora simplemente llevaba las vacunas a los lugares mas recónditos del mundo. Evacuaba civiles y buscaba grupos vivos en cada país. El mundo estaba en paz nuevamente, y ya no existía amenaza. Pero para Chris, tampoco existía alegría en vivir, toda su felicidad había muerto bajo el mar aquel día.