2017, Junio.
Abrió las puertas de la central, su imagen perfecta, con su camisa correctamente arreglada que desentonaba notablemente con la resaca que traía consigo. Nadie dijo nada, todos lo notaron sin embargo, pero era bien sabido que el humor del capitán Redfield, y en lo que a su bebida se refiere, era algo que nadie en vida deseaba ver. Un soldado saludó y le señaló el camino con gestos simples de sus manos, con un paso presuroso ambos se dirigieron hacia una habitación grande mientras el joven soldado pasaba un breve reporte de la situación – Llegó buscándolo, parece peligroso, pero no mostró señales de hostilidad, aún así decidimos que se quede en esta habitación para mantenerlo bajo estricta vigilancia. No dijo ni una palabra pero por lo visto lo aceptó muy bien. Aunque cada tanto golpea alguna puerta preguntando por usted. Parece realmente interesado en encontrarlo señor. Los superiores no pudieron identificarlo en las bases criminales y no permitió que le quitaran el tapado, por lo que tampoco pudimos verificar su procedencia. - Chris asintió con la cabeza tras escucharlo, y se dirigió a la gran puerta blanca que lo separaba de la persona que lo buscaba. - Proceda con cuidado capitán – dijo nuevamente el soldado.
bien – dijo Chris con una mirada seria mientras dejaba su arma lista para atacar. Con mucha cautela, abrió la puerta que se quejó en un intenso rechinido, y allí estaba esa extraña silueta. Una persona se encontraba en la otra punta de la habitación leyendo una revista, cómodamente, con los pies sobre la mesita ratona de la sala. La capucha solo dejaba ver los zapatos del sujeto, que por alguna razón a Chris le resultaron familiares. Se acercó con lentitud, mostrándose determinado a disparare ante cualquier movimiento que hiciese.
Hasta que llegaste – Dijo la persona. Esa voz. Esa voz taladró los recuerdos de Chris y le hizo un nudo en el estomago. La misteriosa persona se acercó a paso lento y se posicionó enfrente del capitán. Su estatura, su fragancia, ¿Podría ser? Los ojos del mayor se llenaron de lágrimas cuando vio la sonrisa debajo de la capucha, que bajo la luz blanca de la sala se dejaba ver a duras penas, instintivamente le quitó la capucha con rapidez, solo para comprobar lo que era obvio ya. La luz dio en la hermosa sonrisa del joven, y así Chris rompió en llanto, las lagrimas bajaron sin aviso alguno mientras una lluvia de imágenes atiborraba su memoria. Cada segundo en su existencia volvía a tener sentido.
Hola Chris – Dijo Piers sonriendole amorosamente. Confundido, pero increíblemente feliz, Chris abrazó con fuerza al joven, sintió el calor de su piel, su bello perfume, hundió su nariz instintivamente en su cabello, embriagándose en su aroma, asegurándose que eso que veía no era un espejismo causado por el alcohol aún en su sangre. Ese muchacho que se mantenía tal cual sus recuerdos, su cabello, su olor, su sonrisa, su mirada. Era el joven que había amado y echado de menos por tantos años, vivo y en carne y hueso, justo frente a sus ojos, y nuevamente meciéndose en sus brazos.. Las lágrimas del mayor caían sobre los hombros del menor, quien lo abrazaba suavemente y acariciaba su espalda para reconfortarlo. El joven sonrió y hundió su cabeza en el pecho de su amante y también dejó que las lagrimas fluyesen de sus ojos, tanto tiempo esperando ese momento. Tanto esfuerzo había hecho en esos 4 años, que valieron la pena en el segundo que lo vio. Supo el dolor que había pasado y la soledad en la que se había sumido, sabia las noches de espera en las que Chris se recostaba en la cama, y acariciaba con añoranza las sabanas como tantas veces él mismo había hecho. – Esta vez...ya nada nos va a separar – Dijo el muchacho sonriendo suavemente.
Estacionó el auto en la casa, ese había sido tal vez, el viaje mas gratificante en mucho tiempo. Podría voltear a su derecha y ver al joven que lo miraba también. Las miradas cómplices llenas de amor y cariño, esas imágenes a las que Chris se había aferrado por tanto tiempo. Bajaron del auto, y se sonrieron mutuamente, recordaban la primera vez que estacionaron el auto. Chris se acercó a Piers y lo tomó entre sus brazos, nuevamente como su joven princesa. Entre risas y sonrojos entraron a su hogar, juntos de nuevo. Chris dejó al muchacho sobre el sofá y se dirigió a la mesada a preparar algo de beber.
Ey, que yo me haya ido no es excusa para volver a las andadas, sabes? - Lo reprochó Piers al ver las botellas amontonadas cerca del sofá. El mayor no dijo nada y le dirigió una mirada apacible. Se sentaron con una taza de té en el sofá, pues había muchas explicaciones pendientes y Chris no iba a dejar pasar un segundo más sin reclamarlas.
C-como...? - Preguntó finalmente, con sus ojos húmedos como si en cualquier momento volviese a romper en llanto.
Pues... El virus... Me salvó la vida – comenzó el joven – Luego de la explosión, subi a la superficie y me quedé en una islilla desierta, o eso pensaba. Noté con el tiempo que mi brazo podía volver a la normalidad con un poco de esfuerzo. Pasé varios años esperando que sane, hasta que pude volver a hacerlo.. normal. - Dijo mirando su brazo con rostro serio – Luego, fui recorriendo senderos y alguien alertó a las fuerzas armadas de mi existencia. Al parecer la BSAA me siguió el rastro, pensando que yo era un BOW. Y, graciosamente, la encargada de buscarme no fue otra que tu antigua compañera Sheeva. Ella fue quien me reconoció por lo que recordaba de tus relatos y en cuanto dije tu nombre me dio asilo político. Expliqué la situación y fue ella quien convenció a la BSAA que no era un peligro. Me tuvieron en África, haciéndome un par de estudios para corroborar si mi existencia debía ser erradicada, o si podría realmente ser un ser humano normal de nuevo, o medianamente normal. Al parecer, no soy contagioso por lo que Sheeva pidió que se me trajese a Estados unidos. Tomaron mis muestras y las almacenaron para poder hacer una cura, Sheeva a va a comunicarse en cuanto esté lista. - Concluyó el relato sonriendo amistosamente.
Chris lo miró anonadado, aún no podía creer que el joven estaba vivo. Las secuelas de lo que habían pasado aun estaban presentes, sus ojos ya no serian de nuevo como antes. Uno de sus hermosos ojos color miel se encontraba de un color blanquecino, y una gran cicatriz salia desde su parpado hasta su frente, y otra muy grande recorría su hombro, pero no importaba. Ya nada de eso le interesaba. Se acercó al joven y plantó un apasionado beso sobre sus labios. La sensación fue única, eran esos hermosos labios que había besado por ultima vez 4 años atrás. Se sentían igual de suaves y perfectos como entonces. El menor lo abrazó y le sonrió de manera amorosa, un juego de miradas de amor puro se desató, donde ya no existía mas nadie aparte de ellos dos.
A pesar de las adversidades, de los temores, de los riesgos, ambos estaban juntos de nuevo. Ambos para amarse por siempre. Para ser uno el resto de su existencia, para estar unidos hasta el final de los tiempos.