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Mariposa Negra. por Zusumi Mei

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                        “Mariposa Negra”

 

 

Cerró los ojos y estampó su cara contra la almohada de su cama. Odiaba admitirlo, pero le gustaba. Sí, a él, Nate River, le gustaba nada más ni nada menos que Mihael Keehl. Maldita sea, y no era sólo eso, le amaba. ¿Por qué negarlo? Se enamoró perdidamente de Mello. De todo lo que él era. Se enamoró de su sonrisa, aquellos ojos azules que siempre le hipnotizaron, su cabello dorado y sedoso que le gustaba sentir entre sus dedos cada vez que tenía la oportunidad. Amaba cuando se ponía celoso cuando alguien le hablaba y él le respondía de manera cálida; cuando caminaban de la mano e intensificaba el agarre cada vez que alguien le miraba de reojos; sus sonrojos repentinos; pero lo que realmente hizo que se enamorará perdidamente de él, fue sin duda el hecho de que no le trataba como un fenómeno. Siempre le trato de una buena manera, le miraba con cariño, le hacía sonreír, —rara vez—, pero lo hacía. Lo hacía sentir único y especial; aunque sonara jodidamente cliché y como una ridícula adolescente enamorada, al menos así se sentía.

Pero había un solo problema, ellas.

No podía controlarlas, siempre que él estaba cerca o pensaba él, su corazón se aceleraba a límites insospechados, —haciéndole doler el pecho—, y ellas se alborotaban, haciéndole sentir una extraña sensación en su estómago. Al principio creyó que solo era un malestar o quizás estaba experimentando una rara enfermedad de la cual no estaba enterado, pero al darse cuenta de que era extrañamente agradable, descartó de inmediato aquello extraños pensamientos; y sólo se dejó llevar.

Mala idea.

Cada vez ellas se intensificaban, eran más y más, tanto que pensaba que le desgarrarían el estómago, pero al segundo recapacito: «Eso es totalmente imposible»

Poco a poco empezó a convivir con ellas, ya no les molestaba, es más,  hubo un tiempo en que eran bastante agradables, no había nada de por medio, simplemente se alborotaban un segundo y desaparecían, como entendiendo que no las necesitaban tanto, y eso le hizo sentir bien; pero claro, no siempre es así.

Una tarde, mientras disfrutaban los dos solos en un parque muy poco concurrido, Mello le miro directo a los ojos.

r13;Sucede algo—se aventuró a preguntar el albino cuando sintió la profunda mirada sobre él—

r13;Sólo pensaba…

—En qué

—En nosotros, ¿sabes? No puedo creer lo feliz que me has hecho en todo este tiempo—le respondió mientras le daba un leve beso en la nariz—.

Y ahí mismo surgió el problema. No sintió nada; ni cuando le miró, ni cuando le beso. Era como si ellas, las mariposas, le abandonaran. ¿Ya no estaban? ¿Se habían ido? ¿Por qué ya no revoloteaban en su estómago?

 En cambio una sensación de vacío ocupo su lugar, y también se anido en su pecho. « ¿Qué demonios sucede?» Pensó frunciendo ligeramente el ceño y apartándose del rubio. Esto era totalmente nuevo para él. ¿Por qué ya no sentía nada? ¿Se habían marchado realmente?

—Near, ¿estás bien?—Mello, al ver que el menor no reaccionaba, le agito ligeramente—Near, ¿estás bien?

—Sí… sí, estoy bien, creo. Discúlpame, Mello, pero debo marcharme—y sin esperar respuesta de su parte, se alejó—

 

 

Y ahí estaba, tumbado en la alfombra ubicada en el centro de su habitación, como si fuera lo más interesante del universo. No entendía nada. ¿Por qué se sentía tan vacío de pronto? ¿Qué era ese sabor amargo que le recorría el paladar?... Su celular le hizo desprenderse de sus pensamientos, mientras sonaba en medio de toda la habitación. Con algo de pereza saco su celular del bolsillo de su pantalón.

—¿Diga?—contestó apenas lo desbloqueó. Una voz un tanto chillona sonó seguido de un “Hasta que me contestas”—… ¿Con quién hablo?…

—Near, soy yo, Linda—se escuchó un bufido de frustración desde el otro lado de la línea—

r13;Vaya, no reconocí tu voz. ¿Sucede algo?

—Sí—respondió seca—Es sobre Mello, Near… él… él… ¡Puta mierda!—se quedó callada—¡Near, Mello ha estado engañándote todo este tiempo!—gritó luego de una larga pausa—.

Near tardo en contestar, pero al mismo tiempo se sentía ligero. ¿Por qué no le molestaba o le ponía triste? No entendía.

—Eh, vale, gracias por decírmelo, Linda—dijo en cuanto pudo reaccionar—Adiós—y colgó.

Guardó su celular nuevamente y se sentó. Y otra vez se sintió extraño, ellas volvieron. Pero ahora no era agradable, sino que le dolía y mucho. En vez de mariposas sentía avispas que le perforaban el estómago y que poco a poco le iban desgarrando la piel. Sintió una punzada de dolor, seguida de otras más que se iban intensificando.

Y las vio.

No eran avispas, eran mariposas—graciosamente con una mezcla de amarillo y blanco en sus alas—que gracias a sus dientes, le desgarraban la piel y por ende salían por su abdomen. El dolor era insoportable; pero no se comparaba con el dolor en su pecho, miró en aquella dirección al mismo tiempo que veía como la su sangre y más mariposas salían por su abdomen. El dolor en su pecho se intensificaba y le quemaba de una manera jamás experimentada por él, hasta que de ahí salió una, completamente distinta a todas. Esta era de un significativo color negro. También era más grandes que las demás. Sus ojos se fueron humedeciendo, puesto que la última mariposa salió de dónde se supone estaba su corazón. Fue cayendo y termino tumbada en la alfombra, rodeado de su sangre y aquellas mariposas revoloteando sobre él, sus párpados fueron cerrándose y antes de perder el conocimiento se fijó en una en específico, en ella, la mariposa negra, que en ella llevaba su corazón y el amor que una vez creyó sentir.

Pero bueno, esto le pasaba a los débiles y él era uno. Siempre se dijo a sí mismo, «Si no sientes, no sufres. Así no te ilusionas para luego morir de desilusiones» Pero ya era tarde, demasiado, y ahora cumplía su condena, y todo por haberse enamorado.  

 

Fin~

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.


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