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Sensei por Aomame

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 Sensei


En la lluvia helada II

-Para- murmuré sentado sobre el piso frío de mi departamento con el rostro entre mis manos- para- quería que se detuviera, quién quiera que fuera, que dejara de golpear mi puerta.

Pero eso no pasó. Los golpes en lugar de detenerse, se hacían más fuertes, más desesperados. Levanté el rostro y me giré para ver la madera  barnizada de la puerta.

-Por favor, vete-dije no demasiado alto, y quizás por eso el golpeteo continuó. Me levanté y  limpié las mejillas.

Por mi mente cruzó que quizás era sensei, pero lo deseché de inmediato. No quería abrir, no quería. Pero terminé haciéndolo. Quería decirle al impertinente que no podía recibirle, que se fuera, que volviera luego, que me dejara solo y en paz, yo quería…

-Zero ¿estás bien?

Las palabras no salieron de mi garganta, se atoraron todas en un nudo. No hice más que llorar de nuevo, y abrazar a quién estaba delante de mí.

-¡Hey! ¿Qué pasa?- Mi mejor amigo, Kaito, reaccionó con sorpresa ante el espectáculo que estaba dando. Estuvo a nada de perder el equilibrio cuando me abalancé hacia él y  dudó un breve instante en abrazarme también.

Kaito me hizo entrar y cerró la puerta tras de sí. Luego, cuando me calmé un poco me levantó el rostro y limpió las lágrimas con sus pulgares. No dijo nada al respecto de ello, y se lo agradecí.

-Estás empapado- me dijo al tiempo que ponía una mano sobre mi cabeza- Ve a darte un baño, o vas a enfermar.

-No quiero-dije. Yo sólo quería quedarme estático, sin moverme, sin pensar, sólo así.

-Anda, no seas necio- me empujó por el pasillo- si no lo haces, tendré que cuidar de un enfermo y eso me da flojera.

-Idiota.

Kaito rió y me dio el último empujón al baño. Suspiré largamente antes de quitarme la ropa y meterme a la regadera. El agua tibia me hizo sentir mejor, el frío de mi cuerpo se esfumó poco a poco y al mismo tiempo me di cuenta que tenía una herida más aparte de la del labio, tenía una rodilla raspada, el agua caliente hizo que ardiera. Definitivamente no era mi día.

Me puse la bata y salí del baño. Cómo no vi a Kaito me dirigí a mi habitación. Justo ahí, estaba él. Tenía la televisión prendida, estaba sentado sobre la cama y a su lado tenía una caja de plástico.

-¿qué es eso?- señalé la cajay trepé a la cama.

Kaito se giró y se sentó frente a mí en flor de loto- Esto, es para curarte- abrió la caja y me mostró  su contenido: gasas, algodón, alcohol, yodo… todo para curación- Ni creas que no noté que tenías sangre en el labio y la rodilla.

-Olvídalo- le dije encogí las piernas y las abrace- eso arde.

-No seas llorón- sacó el algodón y el yodo, los puso sobre la cama y me sonrió malicioso- ¿Te peleaste o qué? ¿Cómo te hiciste eso?- me tocó con la punta del dedo el labio inferior.

-Me mordí.

-Te mordiste-repitió él incrédulo, al tiempo que  empampaba el algodón con yodo- se me hace que te mordieron.

-No, en serio, me mordí. No me di cuenta que me había lastimado hasta que llegue aquí.

Kaito levantó la ceja y el algodón-¿Por qué estabas corriendo?

-¿Corriendo?

-Sí, te vi…trae acá-tiró de mi pie y estiró mi pierna- Pasaste por el bar, ibas como un demonio y me preocupe- dejó caer el algodón en el raspón de mi rodilla. Evidentemente ardió e intenté apartar la pierna pero, Kaito mantuvo mi pierna sujeta fuertemente. 

No respondí su pregunta, y por un momento pareció que no insistiría. Por un momento, porque cuando dirigió su atención a mi labio, volvió al ataque.

-¿Y bien? ¿Me vas a decir que te pasó?- sentí el escozor de la herida de mi labio cuando la curó. Y después de guardar todo de nuevo en la caja, se sentó a mi lado en la cama. Ambos nos quedamos en silencio en ese tiempo, sólo las voces inarticuladas provenientes de la televisión y el sonido de la lluvia afuera llegaron a nuestros oídos.  Si había a alguien con quien pudiera hablarlo era él, así que le conté brevemente lo que había pasado.

-Ya veo, ¿así que tu profesor volverá con su esposa?

-Supongo que sí. No lo dijo tal cual, pero lo dio a entender…Tampoco es como si tuviéramos algo  muy claro él y yo.

-Pero te afecta.

Me encogí de hombros. Sí, me afectaba, aunque pensándolo con tranquilidad no debería afectarme así. Estaba más allá de mí, de mis pensamientos, era por completo algo que nacía desde el fondo de mi corazón. 

Kaito suspiró y se recostó en la cama.

-Ten sexo.

-¿Ah?

-Estás pensando de más. Cuando piensas de más te enredas innecesariamente-. Acomodó una almohada debajo de su cabeza- Si tienes sexo, dejas de pensar ¿cierto? Ten sexo, te sentirás mejor.

Fruncí el ceño, vaya idiotez me estaba diciendo ese idiota. Pero, quizá, lo que intentaba era distraerme y de alguna manera lo estaba logrado.

-No tengo ganas de tener sexo y no tengo con quién, para empezar.

-¿Y yo estoy pintado o qué?

Eché a reír y me acomodé también en la cama, miré al techo- Tú no cuentas.

-¿Ah,  por qué no?- se incorporó un poco y se apoyó en sus antebrazos para mirarme con un fingido gesto de enojo.

-Porque no y ya.

Kaito se dejó caer de nuevo en el colchón y suspiró  largo y profundo.

-¿Sabes? Si me di cuenta- dijo.

-¿Cuenta de qué?

-De qué yo te gustaba.

Volteé a verlo y él giró el rostro también. Me sonrió como un niño que hace una travesura.

-Me di cuenta, cuando entre en la preparatoria y tú en la secundaria. Me di cuenta, tus ojos son transparentes, Zero, era muy obvio- me sonrojé y aparté la mirada- ¿Y sabes qué fue lo peor? Que yo no me había dado cuenta de que me sentía igual hasta ese momento.

-¿Ah?- eso sí, que no lo esperaba.

-Entré en pánico. No sabía qué hacer, eras mi amigo de la infancia y  un hombre como yo. No se supone que tenía que ser así. Sabía que los sentimientos a veces salen sin esperarlo, y antes de que tú o yo cometiéramos tal cosa, me apresuré a conseguir una novia. ¿Ridículo, no? Pero me quedé con ella todo este tiempo para evitar que lo que sentía y lo que sentías saliera a flote.

Seguramente estaba escuchando mal, así que me incorporé y lo miré desde arriba con el ceño fruncido, confundido.

-No me mires así. No te miento- dijo y me sonrió lacónicamente- De alguna manera estaba tranquilo. No importaba con quién estuvieras, o si mi relación continuaba, podía ver en tus ojos que nada había cambiado, seguías queriéndome. Eso me tranquilizaba y de alguna manera pensé que siempre sería así. Que algún día, cuando tuviera el valor estaría contigo.

-¿Hablas en serio?

-Oh, te estoy diciendo que sí- rodó los ojos y dejó escapar una pequeña risita- Pero, de pronto tus ojos comenzaron a cambiar. Ya no estaban llenos de mí. Estaban siendo invadidos poco a poco por una imagen diferente: la de tu sensei.  Eso me asustó-levantó una mano y alcanzó un mechón de mi cabello húmedo aún-  Hace como tres meses terminé con mi novia, estaba dispuesto a decirte como me sentía, y…

-¡No me dijiste que habías terminado con ella!

-No, no te lo dije. Como tampoco no te dije sobre mis sentimientos porque me di cuenta lo bien que lo pasabas con él- Tiró de mi cabello suavemente y luego, lo soltó- Pensé que tal vez, así estaba bien. Si eras feliz con él, yo no tenía por qué entrometerme. Había dejado escapar mi tiempo, había sido mi error y estaba bien.

No sabía que decirle, ¡diablos! No tenía idea. Si su objetivo era que dejara de pensar, lo había logrado. En ese momento, nada cruzaba por mi mente o si lo hacía, era todo muy confuso.

-Y ahora- continuó él con una renovada sonrisa en los labios- el que cometió el error fue él. Así que tomaré la oportunidad, no voy a esperar a que se arrepienta. Aún no lo inunda todo, algo en tu mirada aún es mío, sigo ahí. Puedes amarme de nuevo, puedo volver a estar ahí por completo, lo sé. Aún  no es tarde… ¿Qué dices, Zero? ¿Te quedas conmigo?

-Ah…yo…

No tenía más que monosílabos para responder aquello, y para colmo, monosílabos incoherentes. Mi respuesta era tan confusa como lo estaba mi mente. Lo miré con la impotencia en el rostro y él me sonrió amablemente, con esa tranquilidad que da el liberarse de algo que te apresaba desde hace mucho tiempo.

Sensei, me había dicho que le dijera a mi amor no correspondido como me sentía. No esperaba que fuera dicho amor no correspondido el que se confesara. Inesperado y quizás, inoportuno. Pero estaba hecho.

-No tienes que responderme ahora- me dijo y tiró de mi brazo para hacerme caer en su pecho. Me abrazó y apoyó la mejilla en la coronilla de mi cabeza- Pero desde hoy y hasta que digas que te quedarás conmigo, voy a insistir.

Advertido por aquella extraña amenaza, no pude más que reír. Me abrace a su torso y acepté el hecho de que tenía razón. Aún estaba ahí, un poco eclipsado tal vez, pero seguía ahí mi amor por él.

 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. Estamos llegando a un punto critico con está historia y de alguna manera eso me emociona jaja

¡Feliz día de la independencia! (para quiénes son de México) y

Hasta la próxima!

                                                     continuará...


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