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Sensei por Aomame

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Sensei

 


En el inicio del final.

Pensé que la luz estaría prendida, pensé que al abrir la puerta me recibiría un gesto adusto. Pero no. La luz estaba apagada, y no había nadie. Tras las cortinas la mortecina luz de una mañana próxima me dijo por dónde dirigir mis pasos a través de la sala y hasta la cocina.

Me sentía mareado, me dolía la cabeza, como si hubiera bebido en demasía. Me había embriagado, sin embargo, en un momento de esos que sabes que no duraran y que aun así te atreves a vivirlos. Es decir, como casi todos los momentos de la vida.

 Me senté en la mesa de la cocina, con un vaso de agua entre los dedos y una sensación extraña en el pecho. No sé cuánto tiempo pasó. Entré en un trance complicado, tan intrincado que sólo aumentó mi dolor de cabeza.

+++

Esa madrugada, al despertar, me senté en el sofá, escondí en mis manos mi rostro y me tallé los ojos. Estaba aturdido, somnoliento y solo.  Una manta cubría mi cuerpo desnudo, pero era todo. Aún no salía el sol y no tenía idea de dónde estaba mi teléfono para averiguar la hora. No tuve que buscarlo, muy pronto la respuesta llegó en la voz que más deseaba escuchar.

—Pronto abrirá el metro.

Miré a mi costado, en las sombras de la habitación la figura recortada de sensei me miraba, al menos eso creí. Me decía que, sin importar lo que el reloj marcara, era hora de que me fuera.

Asentí completamente desorientado. ¿Realmente había pasado lo que en mi recuerdo se había instalado? Mi cuerpo me decía que sí. Pero la actitud de sensei me decía que bien podía dudar de mi memoria. Sensei encendió la luz y pude localizar mi ropa sobre la mesa de centro. Sin decir nada y después de un breve instante de contemplación, me vestí.

+++

La puerta se abrió y alguien (sabía muy bien quién) chocó contra la mesita de la entrada y tiró un cenicero de metal. Después sus desordenados pasos se escucharon por la duela del apartamento, se dirigían a la luz, hacia la cocina.

—¡Zero! —Kaito apareció en el umbral de la entrada y se apoyó en la pared; tenía los ojos rojos y sus pies parecían inestables. —Pensé que estarías dormido.

—Estás ebrio, ¿no es así? —le pregunte mirándole de reojo desde la mesa, levanté el vaso de agua que tenía en la mano y se lo tendí—Vamos, bebe un poco de agua.

Kaito asintió, hipó y tras tomar impulso llegó a la mesa en la que tuvo que apoyarse. Tomó el vaso de agua y lo bebió derramando un tanto por su barbilla. Después, se sentó en una silla con cierto trabajo, suspiró y me sonrió ampliamente.

—Debiste haber ido —me dijo—, fue muy divertido.

—¿En serio?—yo no quería hablar. Ni siquiera quería mirarlo directamente a la cara.

—Seh… oye, ¿me estabas esperando? —Estiró el brazo y lo apoyó en mi hombro, estaba más cerca de lo que lo hubiera querido y cuando habló, el aroma del alcohol alcanzó mis fosas nasales — ¿Sabes? Tú y yo también deberíamos festejar.

—Estás ebrio, Kaito, olvídalo—me puse de pie y él, al perderme como punto de apoyo, se fue de bruces contra la mesa, su frente se estrelló en ella y escuché como salía un quejido de su garganta. —Mejor será que vayas a dormir un poco.

— ¡No! ¡Yo quiero estar contigo! Vamos a la cama los dos, Zero… —dijo desfalleciente con la cara en la mesa. —Estoy ebrio, pero eso no significa que no sepa lo que quiero.

+++

—Si me dice que este fue un error, lo golpearé, sensei.

—Kiryuu kun, estaba ebrio…

—Sólo quiero que me diga la verdad… ¿qué pude haber de malo en ello? Además, ¿no los ebrios suelen decir la verdad?

Sensei bajó la mirada, parecía que no había dormido nada. Alrededor de los ojos se le dibujaban unas grandes ojeras, pero parecía que estaba completamente despierto y sobrio.

—Lo siento, Kiryuu kun, te he causado un gran problema ¿no es así? Por favor, no se lo digas a Takamiya, estoy seguro de que es lo mejor.

Lo miré con tristeza, y sé que lo notó porque una vez más evitó mirarme.

—¿Quiere decir que deje todo tal y como está?

—Eso mismo.

—¿Cómo voy a hacer eso, sensei? Explíqueme, ¿cómo puedo volver a los brazos de alguien que  no amo?

—Eso no importa, mientras estés bien. Y con él estás bien.

—¿Bien? ¿Cómo puedo estar bien con alguien que no amo?

—Se puede. Yo estaba bien… con mi mujer y mi hija, estaba bien. Si amaba a otra persona eso no importaba, porque yo estaba bien, ellas estaban bien. Fue un descuido, una estupidez de mi parte exteriorizar ese amor extraño, lo que arruinó todo— sensei me miró por fin, pero lo hizo enojado. Lo que no pude saber fue si estaba enojado conmigo o consigo. — ¡Tú estás bien con él! ¡No lo arruines por alguien como yo! ¡Quédate con él y no vuelvas aquí!

+++

Tal como lo supuse Kaito se quedó dormido sobre la mesa nada más decir esas palabras. Tiré de él y lo llevé a la habitación. Lo dejé en la cama durmiendo y yo me di un baño caliente, tal vez demasiado caliente, como si quiera quemar la piel que  le había sido infiel.

Infiel.

La palabra se repitió con eco maldito en mi cabeza. Jamás había hecho algo así. ¡Caramba! Ni siquiera me lo había planteado. En la mañana no le di importancia. Estaba tan contento de despertar ahí, de saber que había estado con sensei y que cada beso, caricia y palabra había sido correspondida, que no me detuve a pensar en el hecho de la infidelidad. Porque lo era, Kaito era mi pareja oficial, con  quién vivía, y con quién me iría fuera del país.

 No se lo diría, no confesaría, tal como me había pedido sensei, no por él, sino porque ahora tenía miedo.  Sensei tenía razón, mover las aguas es peligroso. Estaba bien, sí, lo estaba. Y ahora mi indiscreción ponía en juego ese bienestar. Y no sólo el mío.

—Perdóname, Kaito— murmuré tan bajo, que cada silaba se ahogó con la caída del agua de la regadera.

+++

Supongo que lloré bajó el agua. Pero honestamente no lo recuerdo. Si no fuera porque Takuma san pinchó las bolsas bajo mis ojos y ser rió con bastante sorna al respecto, no lo habría notado.

—No es bueno para el cutis llorar así— me dijo.

Nos habíamos encontrado a las afueras de la biblioteca. Últimamente me lo encontraba muy a menudo y siempre me preguntaba lo mismo: “¿Has visto a Kaname?” Mi respuesta por lo general era que no. Pero ese día tardé en dar mi respuesta, Takuma san interpretó aquello de manera correcta y echó a reír. Su risa me pareció casi una burla, pero después comprendí, que reía a falta de palabras.

Me invitó entonces un café (diluido) de la cafetería de la universidad y nos sentamos en una de las bancas que bordeaban los jardines. Ese día, tal vez, porque no tenía con quién hablar, puesto que mi mejor amigo era también la persona a la que no le podía decir nada, le conté todo lo que pasó entre sensei y yo.

—Ya veo—dijo inclinándose sobre sí mismo con cara entre preocupada y hastiada. —He intentado hablar con Kaname de esto muchas veces. Pero no quiere escuchar. Está empeñado.

—Lo cierto es que no puedo hacer nada, Takuma san. Sensei me rechaza una y otra vez.  Pero cada vez que lo hace… o soy muy estúpido y siempre malinterpreto todo o… o… no sé.

—Nah, no malinterpretas nada—Takuma san sacó un cigarrillo, me ofreció uno; y no fue hasta entonces que me di cuenta que necesitaba que el tabaco me adormeciera un poco la mente —, es él quién no entiende nada. Ni siquiera se entiende a sí mismo.

Encendí el cigarro, pero no dije nada. Hubo un breve silencio en el que pensé que realmente no importaba cuál de los dos comprendiera mal las situaciones, el resultado era siempre el mismo.

—Kiryuu kun, él te ama ¿sabes? —continuó Takuma san con un tono repentinamente solemne. —Te ama en serio. Cada día lejos de ti es como una loza de cemento que se suma en sus hombros. No puede caminar erguido, no puede ni siquiera mirar hacia enfrente. Está sumergido en la vergüenza y la culpa; y por ello se cree indigno de cualquier felicidad por muy pequeña que ésta sea.

—¿Por qué me dice esto, Takuma san? No necesito que intente levantarme el ánimo ¿sabe? Ni que me dé esperanzas...

—ja, ja, claro que lo sé. Pero te lo digo porque es verdad. Porque necesitas saberlo. Aunque bien sé que no soy la persona correcta para decirlo.

Fumamos un rato sin decir nada, cada uno inmerso en sus propias divagaciones.

—Takuma san…

—¿Mmh?

—Sensei nunca lo dirá ¿cierto?

Takuma san terminó su cigarro y después de apagarlo con la suela de su zapato se giró para mirarme. Sonrió con una sonrisa que parecía pedirme comprensión.

—No, nunca lo dirá… lo siento, Kiryuu kun.

+++

+++++

Le dije a Takuma san que lo entendía. Pero lo cierto es que no lo hacía. Después de esa conversación mi mente se quedó en la misma confusión. Era como estar atorado en arenas movedizas y que, cada vez que hacia un movimiento para salir de éstas, me hundía más.

—Zero, ¿ya tienes todo?

—Sí, ya todo está empacado.

—¿Seguro? Mejor será que revises de nuevo.

—Estoy seguro, Kaito, tranquilo.

—Bueno… ¿ a dónde vas?

—Compraré algo que me falta, no tardo.

—¿No que no te faltaba nada?

Al día siguiente partíamos a Australia. Y siendo honesto, me encontraba impaciente. Quería irme ya, tan pronto como el alba llegara, a primerísima hora. Pensaba ingenuamente que podría ahogar todo en el mar que separaba a Japón de Australia. Sí. Eso. Por fin me liberaría y sería completamente feliz con la persona que tenía a mi lado. Ya no tendría pretexto para buscar a sensei, ni siquiera para tener la esperanza de verlo.

Pero, antes de irme, antes de marcharme para siempre, había algo que quería decirle, sólo una cosa. Y después, después… ya veríamos. 

 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. No me maten jaja pero de eso trata esto: avanzan, retroceden, avanzan, retroceden... ¿adivinen que toca? XD 

Tal como dice el capitulo, es el inicio del final, el final... ¡el proximo capítulo!

Sí, esta historia está ya en su recta final.

Acompañeneme en el siguiente capítulo, por favor.

Hasta la próxima!

 

Continuará...


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