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Sensei por Aomame

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Sensei

 

En el inicio del final II

Nada más abrir la puerta, se colgó a mi cuello.

—¡Zero! ¡Volviste!

La mañana de ese día era fría, gris; y sin embargo, las manos de Kaito eran cálidas. Las maletas estaban ya a un lado de la puerta, las suyas y las mías. Y la  casa ya tenía esa aura, que tienen las casas deshabitadas.

—Kaito, yo…

—El taxi está por llegar. Vamos, ayúdame a sacar las maletas.

Kaito me soltó, empujó la puerta de nuevo y comenzó a arrastrar una de las maletas. Lo detuve, tomé su muñeca y lo hice mirarme. Había algo que tenía que decirle, más bien, que confesarle.

—Hay algo de lo que debo hablarte.

—Después…—se soltó y volvió a arrastrar la maleta y yo volví a detenerlo.

—Es importante, por favor escúchame.

—¿Vendrás conmigo, no es así?

Lo miré por un instante en silencio y después asentí. —Sí, iré contigo.

—Es todo lo que necesito escuchar.

—Pero Kaito…

—Zero—desistió de la maleta, se irguió y me miró seriamente—, no soy estúpido. Sé perfectamente de dónde vienes— me sorprendió y estoy seguro de que abrí la boca por ello, al mismo tiempo, que me sentía avergonzado. — Pero no importa, porque volviste. Es lo único que necesito.

—Kaito, lo sien…

—No te disculpes—afuera el taxi se estacionó, y Kaito recibió el aviso de su llegada en su teléfono móvil. —Vamos, no quiero perder el vuelo.

+++

Nada más abrió la puerta, me colgué de su cuello; y al tiempo que le empujaba dentro de la casa, lo besé en la boca, sin mediar palabra.

Sensei se paralizó por un instante pero después, quizás sin entenderlo aún, me abrazó y correspondió a aquel beso. Fui demandante en él, como si no nos hubiéramos besado antes, con dientes, labios y lengua, como si lo quisiera todo en ese beso. Y sensei no me negó tal demanda.  Fue entonces, cuando el aire nos faltó, que se articularon las palabras.

—Kiryuu kun… ¿qué estás haciendo?

Sonreí y miré hacia las escaleras, nunca las había subido y me pareció una buena ocasión para hacerlo. No le dije nada, tiré de su mano escaleras arriba. Abrí un par de puertas antes de encontrar lo que buscaba: la habitación de sensei.

—Kiryuu kun, espera ¿me puedes explicar que es lo qué…?

—No.

Me miró confundido, frunció el ceño y balbuceó algo que no le dejé articular, puesto que lo besé de nuevo. Deslicé las manos por debajo de su camisa para tocar su cuello, su clavícula, y por fuerza los botones se abrieron,  dejándome descubrir su pecho. Fue entonces, que sensei me sujetó las muñecas y rompió el beso lentamente.

—¿Qué haces, Kiryuu kun?

No respondí, volví a besarlo. Y él, tal vez se rindió, tal vez no supo qué otra cosa hacer, pero  soltó mis manos y volvió a envolverme en sus brazos.

+++

Sentí los dedos de Kaito tocar mi mejilla y después, levantar un poco mi flequillo para mirar mejor mis ojos.

—Parece que no dormiste del todo bien—dijo.

El taxi avanzaba sin dificultad por la ciudad, era temprano y aún las avenidas no se congestionaban. No lo miré, sólo bajé la vista hacia mis manos. Sí, me sentía mal, pero al mismo tiempo no. Una especie felicidad culpable.

—Estoy bien— contesté y sus dedos se apartaron lentamente de mi rostro. —Kaito, ¿en verdad sabías dónde estaba?

—Sí…—se apartó el flequillo y dirigió la mirada hacia la ventanilla —Nakamura me contó que fuiste por  Kuran sensei  al bar el día de mi despedida.

—Kaito, yo sé que ninguna disculpa es válida, y si tú quieres…

—Basta, Zero. En verdad que no me importa—el taxi llegó entonces al aeropuerto y se detuvo, el chofer salió para ayudar con las maletas y Kaito, abrió la puerta del auto, pero aguardó un poco para apearse. —Es hora de irnos, ¿no? De empezar desde el inicio.

+++

Al despertar me senté en el colchón y vi a sensei dormir a mi lado. Afuera aún estaba oscuro y la habitación sólo tenía la lámpara de mesa prendida. Encogí las piernas y oculte mi rostro entre mis manos. En ese momento, no pensaba realmente en nada. Me sentía contento, pero había algo en el centro de esta felicidad como un manchón de tierra o una basura.

Entonces, cuando estaba por levantarme e irme, sentí los dedos de sensei recorrer mi espalda. Fue un toque suave, casi con la punta de sus dedos. Levanté el rostro y volteé a verlo. Su rosto seguía teniendo una expresión confundida. Y una vez más, como toda la noche, hizo una pregunta.

—¿Por qué?

Tardé unos segundos en contestar. Simplemente le miré y sonreí poco a poco. Yo quería decirle algo, a eso había ido pero no lo había pronunciado en toda la noche… la última noche.

—Vine a despedirme, sensei.

—¿Despedirte?

Asentí— ya lo sabe, ¿no? A dónde voy y con quién, Takuma  san debió decírselo— fue turno de asentir. —Yo sólo quería despedirme…tal vez, esta no era la manera correcta pero…

Suspiré. Sensei no dijo nada, sólo me miraba con la cabeza apoyada en la almohada, ni siquiera podía entender la manera en la que lo hacía. No sabía si me reprochaba algo, o simplemente no tenía nada que agregar.

—Sensei, yo… me equivoque. He hecho cosas que no debería. He traicionado a Kaito ¿y sabe? No lo merece —desvié la vista, abrace mis piernas sobre la sabana y miré mi rostro en el espejo de enfrente. —No le he dicho nada, como usted me pidió, pero se lo diré hoy mismo. Es probable que Kaito no quiera que lo acompañe después de ello, pero aun así, me iré.

—¿Sin él?

Asentí. 

Guardamos silencio. Esa era mi decisión, no podía seguir haciendo daño; ni a Kaito que me amaba con mi indiferencia ni a sensei que no me amaba con mi amor. Así de simple. Y en cierto sentido, prefería caminar solo.

—Me voy, sensei —aparté las sabanas y baje los pies de la cama. Sensei, tomó una de mis muñecas.

—Es el adiós.

—Sí—dije aunque no era una pregunta. Él me soltó, yo busque mi ropa y comencé a vestirme.

—Kiryuu kun, yo… lo siento.

—Está bien, sensei. Esta vez fue mi culpa por completo. Haga de cuenta que no pasó.

—¿Cómo puedo hacer eso?

Sonreí y me encogí de hombros. Terminé de vestirme, me dirigí a la puerta, pero antes de salir me giré. “Adiós” no era lo que había ido a decirle.

—Takuma san dice que usted nunca lo dirá… —sensei  frunció el ceño— estoy de acuerdo con él. Pero a diferencia de él, creo que no lo hará porque no lo siente, o porque no quiere.  Y al final es lo mismo ¿verdad?

—Kiryuu kun, no entiendo que es lo que…

—Yo lo diré, entonces…

—¿El qué?

—Te amo… sensei.

+++

—¿Por qué?

—Zero, déjalo ya. No quiero seguir hablando de esto.

—Pero yo sí, quiero que me digas, ¿por qué a pesar de que lo sabes, tú… quieres que vaya contigo? ¿Por qué no estás molesto?

Kaito detuvo su carrera, me lanzó una mirada molesta y luego revisó su reloj. —Es casi la hora. Vamos, acerquémonos a la puerta de salida.

—¡Kaito!

—¿Qué es lo que quieres que te diga? Como sea, ya no puedes arrepentirte.  Ya registramos las maletas y el vuelo está por salir. Anda, déjalo ya —se giró y acunó mi rostro con sus manos. —Es un nuevo comienzo, tú y yo. ¿No es lo que quieres?

—Sí— reafirme con la cabeza y le sonreí.

 Él también asintió y sonrió, me rodeó los hombros con un brazo. En el altavoz anunciaron nuestro vuelo. Nos habíamos puesto en marcha, cuando una voz detuvo mis pasos. Una voz conocida que me hizo girar el rostro y a Kaito soltarme.

Sensei se detuvo a unos pasos de nosotros. Parecía que había estado corriendo, y yo no tenía ni la más mínima idea de que hacia ahí, o como supo en dónde buscarme. Yo no le había dado información alguna sobre el vuelo.

—Kiryuu kun… —resolló.

Verlo ahí hizo que me diera un vuelco al corazón.

—Sensei… ¿qué hace aquí?

—Necesito hablar contigo—sensei dio un paso hacia mí y yo di uno hacia atrás.

—Ya… ya no puedo hablar. Mi vuelo está por salir y…

—Espera… Kiryuu kun—miré de reojo a Kaito, su expresión era mortalmente neutra. La mía debía ser una completamente anonadad. Mientras la de sensei era la de alguien que había corrido mucho, sus mejillas estaban rojas y aún luchaba por controlar su respiración. —Lo siento, en verdad lamento todo lo que ha pasado, todo lo que he dicho.

En el altavoz se hizo un nuevo llamado para los pasajeros de mi vuelo. Retrocedí y tiré del brazo de Kaito para que que siguiéramos nuestro camino. Pero sensei hizo lo mismo con mi brazo y me hizo deshacer los pasos que había dado y mirarle de nuevo.

—Tenías razón, yo estaba equivocado. No está bien. No es suficiente estar bien. El statu quo no siempre es lo mejor. Yo estaba bien, sí, con mi esposa y mi hija. Y sé que tú estarás bien con Takamiya kun. Pero no era lo que quería, no es lo que tú quieres ahora —hizo una pausa para tragar saliva. — “Estar bien” no es suficiente. ¿Cómo puedo estar bien, realmente bien, sin ti?

Mientras sensei decía todo aquello, sentí como en mi garganta se formaba un nudo de lágrimas. No podía entender nada, precisamente ahora que había decidido marcharme, recomenzar, justo ahora.

—Injusto… Sensei es injusto—murmuré y sentí que las lágrimas me traicionaban. — ¡No me retiene, pero tampoco me deja ir! ¿Por qué? ¿Por qué?

Sensei intentó abrazarme, pero logré esquivarlo. En el altavoz dieron la última llamada del vuelo. Y lo limpié mis lágrimas con el dorso de mi mano.  

—Es hora de irme, sensei— di media vuelta —Vamos Kaito, o perderemos el vuelo.

—Zero—Esta vez fue Kaito quién me detuvo, poniendo su mano en mi hombro—, no huyas.

—¡No estoy huyendo! —me giré molesto, con mucha rabia e impotencia en mi interior. Me preguntaba por qué yo, ¿por qué ahora era yo el culpable? Señale a sensei — ¡Él es el único que siempre ha huido! ¡Y yo simplemente no quiero seguir persiguiendo algo…algo… que nunca…!

—Kiryuu kun —sensei se adelantó y me sujeto de los hombros con sus manos tibias —Perdóname, te llevé hasta el límite. No te culparé si quieres irte, porque…

—¡Entonces déjeme!— manoteé, me solté y de nuevo, di media vuelta, no me importaba si Kaito me seguía o no, sólo quería alejarme de una buena vez. Pero entonces, sin que pudiera entender la razón en ese instante, fue precisamente Kaito quién cortó mi camino, al ponerse frente a mí.

—¡Ya basta, los dos!—Kaito puso su mano sobre mi hombro y  le dirigió una mirada significativa a sensei detrás de mí —Yo tengo que irme, pero tú no tienes porque— me dijo. —Es absurdo que sigan con esto, huyen uno del otro. Estoy cansado.

—Kaito, vámonos, vámo…

—No, no me iré contigo.  Pelea con él, grítale, golpéalo, hazle el amor… yo que sé. Sólo termina con esto de una buena vez—me soltó y  se colocó la maleta mano sobre el hombro. — Si, una vez que hagas lo que tengas qué, me eliges, te estaré esperando allá… y si no, mandaré de regreso tus maletas.

Esbozó una amplia y amable sonrisa; y sin mediar más palabras me besó.

—¿A qué soy genial?— dijo y se marchó corriendo.

+++

++++

Había una taza té sobre la mesa de centro. El vapor se elevaba por el borde de la taza y se perdía después en el ambiente. Estaba en casa de sensei, en la sala. Habíamos ido ahí por no sé qué clase de suerte. Desperté como de un trance en aquella habitación. Ya no lloraba, pero aún sentía las lágrimas pegadas a mis pestañas, los ojos enrojecidos, y unas ganas crecientes de sonarme la nariz.

Sensei me había dejado sólo, después de darme el té. Un té que no había tocado y que no tenía intención de tocar. Sólo quería quedarme ahí, sentado con las manos entrelazadas en mi regazo y la mirada perdida en el vapor que salía de la taza de té.

—Lamento haberte hecho esperar—sensei volvió y dejó sobre la mesa, esquivando milagrosamente la taza de té, una caja enorme de cartón. Le quitó la tapa y pude ver varios papeles y cuadernos desordenadamente dispuestos en su interior.

—No importa.

Sensei asintió, se sentó en el piso y comenzó a sacar las cosas que había en la caja. Los papeles y los cuadernos tenían las hojas oxidadas, es decir, estaban un poco amarillentas; al parecer tenían ya mucho tiempo.

—Me dijiste que, querías la verdad ¿cierto?

Asentí.

—Te la contaré, Kiryuu kun, aunque estoy seguro de que ya sabes una parte. —Lo miré sin expresión, mientras él continuaba sacando cosas de la caja. — Era muy joven cuando me casé— comenzó —, lo hice porque… bueno, mi novia, Yuuki, estaba embarazada. En ese tiempo ya trabajaba en el instituto. Mi idea era trabajar ahí temporalmente, pero los planes cambiaron.

Se puso de pie, se encaminó al librero y extrajo de él lo que descubriría como un álbum de fotografías. Se sentó de nuevo, hojeó el álbum y me lo tendió. Era la foto de un bebé.

—Mi hija nació, la llamamos Ai—me dijo con una sonrisa—, era muy linda, y yo la adoraba. Era mi motivo, mi razón de ser, mi más grande amor…

Sentí renovadas ganas de llorar. Pero no pude apartar la mirada de las fotos que progresivamente mostraban el crecimiento de aquella pequeña niña. Se parecía a sensei, tenía el mismo tono de color en sus ojos.

—Cuando yo tenía más o menos la edad que ahora tienes, Kiryuu kun, me enamoré de nuevo —sensei apartó el álbum de mis manos de a poco, lo cerró y lo dejó a un lado suyo en el piso. —Se trataba de un estudiante. Un estudiante con el que no tuve una relación real. Quiero decir, no éramos muy cercanos. Era un maravilloso estudiante de matemáticas, pero un desastre para la literatura. Nunca  leía los libros que dejaba, o los leía a medias, los reportes tenían buena caligrafía, pero eran un desastre en redacción. Era terrible calificar sus ensayos…los que entregaba, claro— sensei rió ligeramente y por contagio, yo también. —Pero me gustaba. Me gustaba mucho. Tenía una sonrisa encantadora, un temperamento duro y firme, a veces parecía de mal humor, pero era amable con sus compañeros, respetuoso con los profesores, aunque, de vez en cuando, se rebelaba. Me gustaba mucho su mirada clara, precisa, inteligente… Era difícil no verle. —Guardó silencio un momento, como si evocara esos recuerdos —Pero era un estudiante.

—Y no podía hacer nada—dije, por alguna razón, las ganas de llorar se estaban disipando.

—Exacto. Terreno peligroso… prohibido —se encogió de hombros. —Pero no me importaba. Nunca pensé en hacer nada. Era un estudiante, yo su maestro. Y además estaba casado, tenía una hija; no iba a arriesgar nada. Sin embargo, necesitaba canalizar mis sentimientos, darles salida de alguna manera. Es aquí donde entra esto —puso la mano sobre el borde de la caja y mi vista se dirigió  a las cosas que había sacado de ahí.

—¿Qué es todo eso, sensei?

—Cartas, poemas, cuentos… que escribía para mi estudiante, le convertía en mi protagonista, le contaba mis penas, mis sentimientos. Era suficiente con ello ¿sabes? Estaba bien y creía que era suficiente.

Suspiró, tomó una de las muchas hojas y la abrió para darle un vistazo muy, pero muy fugaz.

—Una noche, volví a casa y Yuuki me esperaba con una de estas cartas en la mano. Descubrió mi secreto y estaba más que furiosa. Me gritó, me insultó, dijo que era un pervertido, rompió la carta en mi cara y después de abofetearme, fue por Ai a su habitación. No quería estar ni un solo momento más a mi lado—volvió a doblar la hoja y me miró, ya yo sabía lo que venía, pero no me atreví a interrumpirlo. —Subió a Ai al auto, estaba tan molesta, tan cegada en su enojo, que no pensó en los cinturones de seguridad. Arrancó antes de que pudiera detenerla, más bien, estaba seguro de que no podría detenerla— volvió a tragar saliva, esta vez, por que intentaba controlar las lágrimas que ya vibraban en su voz. —Iba demasiado rápido, perdió el control del auto y chocó contra un árbol… Ai salió disparada por el parabrisas hecho trizas… los médicos dijeron que murió instantáneamente. Yuuki, Yuuki tuvo tiempo para maldecirme, murió en el hospital, después de escupirme a la cara.

Me quedé quieto, arrepentido de pedirle que me contara todo. Eran heridas que se volvían a abrir por mi culpa. Quería decirle algo para confortarlo, pero no encontraba las palabras adecuadas, y tampoco habrían salido con el nudo que oprimía mi garganta.

—Después de ello, me deprimí —sensei levantó la vista y volvió a esbozar una tenue sonrisa. —Comencé a beber de más, a compadecerme y culparme. Me prometí quemar todos mis escritos, pero sólo pude quemar unos cuantos. Me sentía mal cada vez que lo intentaba, sentía que mataba a alguien más al quemar cada hoja. Me mataba a mí, a mi amor. Mi extraño y culpable amor. Si no me hubiera enamorado… si no hubiera escrito nada… Todas esas imposibilidades me comían el cerebro cada noche. Pero estaba bien… mi amor se graduó, sin siquiera enterarse de lo ocurrido. No tenía por qué saberlo, de todas maneras. Y desapareció de mi vida.

Sensei se levantó de nuevo, tomó algunas hojas más y se sentó a mi lado en sofá. Me pidió mis manos y colocó esas cartas sin sobre en mis manos.

—Tal vez esto ya lo sabías, al menos un poco… lo que nunca te dije es que, todas estas cosas que escribí, siempre, siempre, te llevaban dentro —la respiración se me cortó por un breve momento, al tiempo que un salto terrible inquietaba mi estómago. —Tú eras ese estudiante. Y antes de que digas cualquier cosa, nada de lo que pasó fue tu culpa.

Estiró la mano y acarició mi mejilla, mis ojos estaban fijos en esas hojas de caligrafía perfecta, pero que no me atrevía a descifrar.

—Cuando estaba pisando fondo, como si se tratara de una jugarreta de la vida, te encontré de nuevo. La casualidad, el destino, Dios, el diablo, que sé yo, me llevó a estar frente a ti una vez más. No resistí  las ganas de llamarte, ni de volver a verte, de tocarte, de hablar contigo, de besarte. Nada.  Todo se volvía más urgente, más vertiginoso. No podía defenderme de ti, de tu amabilidad, de tu cariño. No podía levantar mis armas contra mis sentimientos, que bullían de nuevo como agua hirviente. Me asusté, la culpa volvió a golpearme. ¿Cómo podía permitirme ser feliz a través de un amor, que había sido el mismo que había condenado a mi esposa e hija? ¿Cómo? Fue cuando intente alejarte, cuando te lo suplique. Y tú, como siempre, atendiste a mi llamado. Me hiciste caso. Te lo agradecí mucho ¿sabes? Tuve paz por un momento, pero la inquietud siempre estaba ahí.

—Nos volvimos a ver…—murmuré. El recuento de la historia, por un lado me hacía sentir bien, me hacía sentir parte de sensei, parte de su vida, aún si era un poco dura.

—Sí—sensei volvió a sonreír. —No puedo escapar de ti, ¿verdad? Porque hacerlo es escapar de mí mismo. No te voy a sacar de aquí —se tocó el pecho con la palma de la mano y luego, se señaló la sien —ni de aquí. No puedo, eres parte de mí.

—Sensei—solté las cartas y me abrace a su cuello, no tenía palabras, ni pensamientos coherentes.

—Tampoco puedo deshacerme de está culpa —sensei cerró el abrazó y lo hizo con fuerza, aferrándose a mí y hundiendo el rostro en mi cuello, sus palabras desde ahí sonaron ahogadas. —Pero no puedo salvarme, si no estás conmigo. Kiryuu kun… Zero, quédate conmigo, por favor…

Asentí y murmuré un sí. Y cuando nos separamos y rompimos el abrazo, llorábamos y sonreíamos al mismo tiempo.  

—¿De verdad, Zero? ¿De verdad te quedarás conmigo?—asentí.  —¿Me enseñarás, verdad? ¿Lo que es ser feliz? ¿Serás mi guía, mi maestro?

—Yo no sé si puedo ser un buen maestro.  Porque honestamente, no sé qué puedo enseñarle,  sensei. Pero una relación es eso  ¿o no? Quiero decir, es un aprendizaje constante… del otro, hacia el otro. Comprender, apoyar, guiar, estar ahí… sólo eso… es amar… ¿verdad?

Sensei sonrió, al tiempo que asentía.

—Aprendamos juntos, entonces.

Nos besamos como si se tratara de la primera vez.  Nos supo a sal, pero también a dulce. 

Las cartas se quedaron sobre la mesa. Algún día las leeré, pues, tal como dice sensei, por fin encontraron a su destinatario. Sé que moriré de vergüenza cuando lo haga, pero también sé que me enamoraré más de sensei. Tengo miedo de ello. Porque todo es demasiado frágil, como el cristal, pero ¿no es el cristal un material precioso?

—Zero

—¿Uhm?

—Ya no me llames “sensei”

—¿Eh? ¿Por qué no?

—Kaname es mi nombre y es todo tuyo.

—Tendrá que enseñarme como se dice eso—sonreí y sensei acunó mi mejilla con su mano tibia.

—Te enseñaré a deletrearlo —dijo atrayendo mi rostro hacia el suyo. — Está será tu primera lección…

Y mi risa se ahogó en sus labios.

 

FIN

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado!

Sí, ¡se terminó! tengo que decir que me siento contenta por un lado, puesto que terminé un fic! Ya es algo tan raro en mí, que hasta pena me da jaja Y por otro lado, me entristece, creo que me gustaba mucho este Kaname callado y melancolico, y este Zero confundido, herido, pero amoroso. 

En fin, no es el fin, ¿por qué? Porque falta el epílogo. Ya saben que me gusta dejar siempre un pequeño extra. Nos vemos ahí!

Hasta la proxima!


continuará...


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