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Sensei por Aomame

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Sensei

En la fogata.

Aquella noche de principios de verano, me encontré a sensei sentado solo en la fogata.

 

El viaje escolar de ese año se llevaría acabó en una playa de Aichi, lo cual significaba mucho trabajo, pero también era la culminación de mis prácticas como profesor, y por fin me vería libre de esos mocosos  apestosos.

-¿Dónde carajos dejaron sus permisos?- vociferé a mis alumnos una semana antes de vacaciones. Como me había dado pereza recogerlos yo, se lo encargué al tipo más nerd del salón. Pero olvidé, que al tipo nerd siempre se lo bullean. Así que, en ese momento, tenía dos problemas: 1) un niño moqueando por que sus compañeros le habían robado los permisos, y 2) los malditos permisos que tenía que entregar- ¿Y bien?

-Neee, Kiryuu sensei no se enoje-una de las chicas se levantó de su pupitre y decidió que la mesa de éste era más propicia para sentarse- si quiere, yo lo contento.

-No, gracias y siéntete bien. A ver bola de…estudiantes, si quieren ir al paseo entreguen eso. De lo contrario, no irán.

-No se pueden ir sin nosotros-repelo un chico que se las daba de sabiondo.

-Oh, claro que sí. Y mejor para mí, no tendré que andar detrás de ustedes como los bebes que son.

-¡Ah, que cruel, sensei!-dijeron varias voces.

Como no veía ningún movimiento de parte de esos imberbes, me encogí de hombros.  Mandé al llorón a su lugar y tomé la tiza para empezar una clase más. Por supuesto, esos pequeños bastardos, lo que querían era gastar el tiempo de mi clase con lo de los permisos. Pero se les olvida que yo no he olvidado todas esas triquiñuelas.  

Escuché a mis espaldas una queja generalizada y volteé a verlos con una sonrisa malévola. Llené el pizarrón de fórmulas y les di lo que quedaba de clase para resolverlas, si no les bajaría puntos, dependiendo de mi ánimo, que no era muy bueno, y les recordé que si me acusaban me valía tres pepinos porque después del viaje escolar me iba.

Sonreí satisfecho cuando los vi enfrascarse en aquella tarea fútil. Les había puesto cosas que ni un universitario puede resolver con facilidad. Así que sonreí más satisfecho cuando entre las hojas de intentos de resolver aquello aparecieron los permisos.

Cuando llegué a la sala de maestros tiré aquellas tareas, que evidentemente no iba ni siquiera a revisar.

-Eso no es ético, Kiryuu kun.

Sensei me había visto tirar aquello con una sonrisa ensanchada en mi rostro.

-Eran parte de un chantaje así que no importa.

-Eso, es aún menos ético, Kiryuu kun.

-Usted no vio nada-le guiñé el ojo y corrí a entregar los permisos.

 

 

Como dije el viaje escolar fue en una playa. Después del incidente de los permisos, mis alumnos se volvieron como perritos amaestrados. Así que, lo pasé bien. No tuve que corretear a nadie, ni desgañitarme dando órdenes.  Tal vez se debía a que yo parecía uno más de ellos, o más bien, la cabecilla. Jugamos, nadamos, nos revolcamos…en fin…no sirvo para profesor.

Sensei iba con su propio grupo, uno mucho más calmado que él mío. Todos eran más calmados que él mío, pero el mío se divertía,  por más cabezas que se movieran reprobatoriamente.  Al final del día, se hizo una gran fogata y los chicos quemaron malvaviscos insertados en una vara.  Le dábamos la espalda al mar, y tan sólo escuchábamos su oleaje de vez en vez resonando por encima de nuestras voces.

-Sensei, dígale  que se calle- uno de mis alumnos había empezado a contar historias de terror y eso no le gustaba a una que otra chica y chico también.

-Pero si es una buena historia- replicaba yo cada vez.

De vez en cuando notaba una mirada diferente por encima de todas.  Y cuando la localizaba me daba cuenta que era la mirada de sensei, y en cuanto clavaba mis ojos en los suyos, él los apartaba. A veces, si no es que siempre, sensei hace cosas que me confunden.

 

A las 10 de la noche mandamos a los diablos a dormir y se convirtió en Sensei’ s time. Bajamos a beber algo al bar del hotel y a relajarnos en la alberca. Sin embargo, por más que busqué, entre todos los profesores que íbamos, no estaba sensei. Pregunté por él pero nadie lo había visto.

-Kuran sensei, nunca quiere venir con nosotros.

-Es un lobo estepario, Kiryuu sensei, déjelo.

-Por ahí debe de andar, seguramente en su habitación leyendo.

No sé porque, pero tales apreciaciones  de sensei me chocaron bastante. Ninguno de ellos sabía cómo era él.  Es más, no sabían nada acerca de él. Sensei  sólo buscaba compañías que merecieran la suya. Incomodo por esos pensamientos, salí del bar rumbo a la playa. Y fue ahí, en la fogata ya extinguida, que reconocí su figura iluminada apenas por las pálidas luces que llegaban del malecón.

-Sensei-lo llamé y el giró el rostro hacia mí. A diferencia de unas horas atrás, él estaba de frente a mar.

-Kiryuu kun, pensé que estarías con el resto.

Me senté a su lado en aquel tronco y levante la vista hacia la negrura del mar nocturno.

-Nah, me aburren.

-Es porque son viejos.

-Tal vez.

-Yo soy viejo.

-Usted es diferente.

Sensei me miró brevemente y me tendió la botella de cerveza que llevaba entre los dedos. A diferencia de otros días no le había tomado nada.

 

-¿Está bien, sensei?

-Hace mucho tiempo que no lo estoy.

Sus palabras pintaron en mi mente su mirada triste. A pesar de la corta distancia no podía verle bien la cara, pero en ese instante, la vi perfectamente. Lo vi, de nuevo, con esa aura solitaria.

-Ya veo-guardé silencio. Aun cuando tenía curiosidad, no quería meterme en donde no me llaman.

-Le gustaba el mar-dijo de pronto, y preferí no contestar. Sentía que sensei quería hablar, y sin embargo, nada más salió de sus labios.

-¿A quién?-me atreví a preguntar después de un tiempo.

Sensei bajó la vista, entrelazó los dedos de sus manos y suspiró. Algo se quebró en él en ese momento, creo que lloró…si, lo hizo. Pude ver como se sacudían sus hombros. Lloró en silencio, y en silenció me quedé yo con la mirada en el mar y la botella de cerveza pendiendo de una de mis manos.

-¿alguna vez lo has perdido todo…?-volvió a hacer la pregunta de hace tiempo, sólo que está vez añadió algo a ella-¿…Sólo por soñar con algo imposible?

Le miré entre las sombras y me tomé mi tiempo para contestar.

-No…pero perdí lo que soñaba. Supongo que, es una forma de perderlo todo.

-No lo entiendo.

-Yo tampoco- me encogí de hombros- sólo es así.

-¿y qué hiciste para superarlo?

-¿Superarlo?-lancé una carcajada sarcástica- Jamás se supera lo que se ha perdido, sólo se aprende a vivir sin ello.

-Hablas como un anciano- sensei rió por lo bajo y eso me alegró- Un anciano muy sabio.

-Soy un alma vieja.

Sensei rió de nuevo y revolvió mi cabello con una mano, luego apoyó la sien en mi hombro.  Ya no dijimos nada.

Y cuando la luna llegó a lo  más alto, nos pusimos de pie, y fuimos a dormir. 

Notas finales:

Wola! espero que les haya gustado. Había perdido el rumbo un poco con está historia, pero lo he encontrado. 

Esta la próxima. 


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