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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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El blanco impoluto del techo lo tenía exasperado, pero no había otro lugar en dónde fijar la vista, las estrellas en el cielo lo habían mareado hacía un rato y ahora permanecía acostado en el asiento con la ventanilla cerrada. El sonido de la vibración del aire no necesariamente lo ponía nervioso, pero prefería mantenerse tanto cómo pudiera en suelo firme, aunque las elecciones no eran muchas, era el avión o el barco. Definitivamente el avión era más rápido y cómodo. Dio la vuelta sobre su costado izquierdo buscando una posición cómoda para dormir pero una sacudida hizo que se levantara un poco, todo estaba bien, el avión seguía surcando los aires y ninguna luz de emergencia se había prendido. Se dejó caer en el sillón reclinable sobre su costado derecho y se cubrió hasta la cabeza con una manta de lana. Apenas sus ojos se cerraban y volvió a sentir una sacudida más fuerte, seguida de un par más. Un ligero bip se escuchó en la cabina y la luz para abrochar los cinturones de seguridad se encendió. Se incorporó de golpe y acomodó su asiento para asegurar el cinto en su cintura. Las sacudidas seguían y sin ser consciente apretó firmemente los reposabrazos del sillón y cerró los ojos firmemente.


 


- Ya puedes soltarte. - Shiryu le habló con un tono divertido. Shun abrió lentamente los ojos y comprobó que el avión ya no se agitaba, pero siguió sin soltar su asiento. - Haz desarrollado unas fobias extrañas, a las rosas, los aviones y hasta al mar. - Shun trató de reír, Shiryu tenía razón, intentaba manejar sus temores irracionales pero fallaba estrepitosamente y eso empeoraba el dolor en su pecho. - Ya puedes soltarte. - Shun suspiró y dejó ir el asiento. - Trata de dormir, falta un par de horas más para aterrizar.  Volvió a acomodar el asiento en la posición de acostado, esta vez sin desabrochar el cinturón. - Estoy muy seguro que estarías más cómodo en la cama. - Shiryu sintió un cojín golpearlo en la nuca y sonrió antes de cerrar los ojos y quedarse dormido de nuevo.


 


Era lo que se decía comúnmente, un día hermoso. El sol brillaba en el cielo y calentaba a unos gloriosos 2°C. El sueño de cualquier habitante del campamento, aunque en el glaciar apenas si llegaba a los -1°C. El hielo del glaciar brillaba bajo los rayos del sol, los osos se paseaban perezosamente por la planicie congelada. Junto a la playa, un gran oso emergía de las aguas arrastrando consigo el cuerpo de una foca, un par de oseznos se acercaron y con sus patas tocaban aún inocentemente a la presa que su padre había llevado hasta ellos. Hyoga sonrió, se encontraba en un lugar al que consideraba un paraíso terrenal, nadie se atrevía a acercarse a ese lugar, por eso se había llenado de una cantidad importante de fauna ártica. Sin embargo, el terreno era demasiado pequeño para sustentarlos a todos y pronto caerían en la desesperación por falta de alimento. El caballero del Cisne suspiró, no podía hacer mucho por mejorar esa situación, pero ayudaba en lo que podía extendiendo la gruesa capa de hielo y deteniendo a los barcos de las petroleras que buscaban excavar en aquel santuario ártico.


 


A pesar de la paz que había a su alrededor, algo le había estado inquietando desde el amanecer, un par de presencias se dibujaban en su mente pero no les hacía mucho caso, pensaba que le buscaban para algo relacionado al santuario de Athena y en esos momentos no estaba de humor para tratar con ellos. Hyoga caminó con pasos cortos y calmos hasta el campamento, el recinto estaba igual a cómo lo había dejado esa mañana. Los renos paseaban plácidamente por el lugar, la hembra preñada estaba a dos meses de alumbrar y Hyoga ya tenía que enviar al joven reno que le habían prestado. El animalito ya había sido destetado y ese fin de semana Iakov se los llevaría de regreso a la granja. El caballero se había encariñado con la cría, pero así era la vida y el macho joven sería sacrificado para el bien de la aldea.


 


No era muy tarde, aún así decidió pasar el resto del día en el campamento, Iakov llegaría en dos días y en esa semana había pasado solo un día en el campamento, el tiempo restante lo paso reparando lo que los buscadores de petróleo (y a veces también los de Greenpeace) habían destruido. Por esa razón, había muchas cosas por hacer en la cocina y en su habitación, así que comenzó por lavar los trastos para luego asear su habitación, limpiar el lavatorio y lavar algunas sábanas que Iakov había dejado en el campamento. El sol se ocultaba en el horizonte, y la ansiedad que sentía desde el amanecer se había intensificado, se forzó a ser paciente, si Iakov no llegaba al campamento en dos días, iría a la aldea, presentía que algo no andaba bien.


 


La vista desde la ventanilla era espectacular. El terreno al rededor era agreste, con rocas saliendo aquí y allá, los bosquecillos ahora crecían meciendo sus ramas suavemente bajo la luz del sol. Los pequeños árboles extendían cada una de sus ramitas para alcanzar a calentarlas antes del siguiente invierno, de vez en cuando un animal aparecía entre las plantas y se quedaba viendo al tren que avanzaba seguro por las vías sin importar la fragilidad del suelo bajo los durmientes. El tren se detuvo un momento en una improvisada estación, una familia subió al carro en el que se encontraban, mientras afuera, entre los árboles se asomó curioso un zorro de la tundra luciendo su brillante abrigo rojizo.


 


- Tengo hambre. - Dijo con una nota casi infantil. Shiryu sonrió y dejó de lado la revista que había estado leyendo.


 


- Te dije que desayunaras antes de bajar del avión. - Shun soltó el aire y vio con algo de molestia al mayor.


 


- No me gusta la comida del avión. - Dijo al tiempo que se tallaba los ojos. Shiryu rio por lo bajo, muy a pesar de sus 21 años Shun era aún el pequeño del grupo, y aunque sus palabras fueron dichas con mucha asertividad, el gesto con el que cerró sus palabras logró arrancar aquella risa al mayor. - ¿Por qué la risa?


 


- No me hagas caso, cosas de viejos. - Respondió moviendo la mano para restar importancia. - Ve al vagón comedor, seguramente tendrán algún refrigerio, ya después buscamos el camarote. - Shun suspiró cansado, su estómago comenzaba a gruñir en ese momento ni el avión, ni el barco parecían tan mala idea, se recargó la ventanilla y observó el paisaje. El zorro seguía en el mismo lugar observando detenidamente los vagones del tren.


 


- ¿Crees que esté con alguien? - Se mordió la punta de los dedos al soltar la pregunta, pero no volteó a ver a Shiryu. El Dragón levantó la mirada de la revista y vio al joven frente a él perdido en la vista. Shiryu también volteó a ver al exterior y vio al zorro alejarse sigilosamente entre los árboles.


 


- No lo sé, Shun. Hyoga puede ser impredecible, bien puede estar solo cómo una ostra o tener compañía en el campamento. - Shun suspiró y comenzó a golpear sus labios con el pulgar derecho.


 


- Sabes que no me refiero a eso. - Shiryu sonrió.


 


- Es un hombre sano y soltero, sin compromiso aparente, si tomas en serio la opinión de Minho y de Eris también es un hombre apuesto. No creo que falte quién quiera estar a su lado. - Shun comenzó a inflar los cachetes en desesperación. - Mis instrucciones son llevarte hasta la aldea o el campamento, después estás por tu cuenta. - Shun asintió con la mirada ausente mientras veía cómo el paisaje comenzaba a desplazarse, el tren volvía a estar en movimiento. - ¿Vendrás? - Volvió los ojos al frente ante la pregunta. Shun simplemente estiro los brazos para colocar sus manos entre las rodillas y se recargó en la ventanilla. - No será lo mismo sin ti y Shunrei quiere que la acompañes a escoger las flores. - Shun se enderezó cómo si le hubieran encajado un alfiler en su costado derecho.


 


- ¿Hablas en serio? - Shiryu sonrió. - ¿Yo? ¿En una florería? - Shun medió balbuceaba las palabras tratando de no gritar, Shiryu rio y se encogió de hombros. Shun entrecerró los ojos, estaba verdaderamente molesto. - ¡No es gracioso! - Dijo suspirando y llevando una mano a su cara para limpiar las lágrimas.


 


- ¡Oye, oye! - Shiryu se incorporó y se fue a sentar junto al caballero de Andrómeda. - Es una broma peque, no pasa nada. - Dijo mientras acariciaba los hombros del joven. Shun suspiró y tomo un par de bocanadas de aire para controlar sus nervios. - Perdóname ¿sí? - Shun asintió mientras limpiaba un par de lágrimas más. - Te acompaño al comedor, vamos por un sándwich de atún o algo. - El menor volvió a asentir.


 


Después del almuerzo, se dieron cuenta que el carro de dormitorios no estaba enganchado y que estaría disponible hasta después de las 6 de la tarde, cuándo pasaran por la última para del día. Sin más remedio, Shun se acomodó en uno de los asientos y apenas estuvo cómodo, se quedó dormido. Shiryu suspiró, el más joven no había dormido nada desde el día anterior, ya fuera por la emoción del viaje o por su miedo a los aviones. En ese momento cruzaban un túnel, Shiryu sonrió al escuchar el suspiró calmado del menor. ¿Por qué no le podían decir si tanto daño le estaba causando? Volvió a suspirar a veces el amor lastima, sin más regresó a su revista, la vista era muy hermosa, pero a veces se hacía tedioso el camino.


 


Las miradas eran fulminantes, esas personas lo respetaban y le tenían mucho cariño, pero desde hacía algunos meses lo miraban con desconfianza y algunos se apartaban del camino cuándo se cruzaban con él. Iakov caminaba por las calles de la aldea con paso apresurado, tenía planeado ir al campamento esa tarde pero sus tareas se habían acumulado y ahora apenas tenía tiempo de arreglar las cosas para su abuelo antes de partir. Además el retraso de la caravana con provisiones también lo tenía contrariado. Rara vez se atrasaban en la entrega durante el verano, aún faltaba un mes para que iniciará el otoño pero debían comenzar con la construcción del refugió o pasarían otro invierno con muchas dificultades para compartir las cosas con la comunidad y los que fueron a comprar provisiones también debían llevar algunas herramientas para la construcción del refugio.


 


Entró en la casa de su abuelo sin fijarse mucho en lo que ocurría a su alrededor, las miradas ya lo tenían harto. Amor era amor, fuera cómo fuera, lo diera o lo recibiera quién fuera, y Iakov estaba muy enamorado de Hyoga, tanto que si no fuera por su abuelo, no saldría nunca del campamento.


 


- ¡Abuelo ya llegué! - Ivraham se asomó por la puerta del estudio. - Iosef, el carnicero dice que traerá la carne mañana, todavía no la tiene lista. No me gusta, no quiero dejar pendientes ¿y si luego no viene? - Iakov suspiró - Iré mañana al campamento, no puedo dejarte así, además si no traen nada, prefiero ir mañana temprano y regresar por la tarde. - El chico se quedó pensando unos momentos. - ¡Si! ¡Eso haré! Me iré hasta mañana y estaré de vuelta para la merienda. - Ivraham sonreía.


 


- Hijo, puedes ir con Hyoga todo lo que desees, ya te lo dije, por mí tú no te preocupes, este viejo puede arreglárselas solo. - El menor sonrió con algo de tristeza.


 


- Me preocupa que la gente me miré así, es que se alejan de mí y no quiero que te releguen. - Ivraham se acercó a su nieto y lo sujeto por los brazos.


 


- Iakov, es un pueblo chico, serían tontos si no sospecharan de tus visitas al campamento ¿Crees que no se ha visto eso antes? ¿Crees que por ser caballeros de Athena no tienen necesidades? - El chico vió confundido a su abuelo. - Los mayores hemos visto esto antes, jovencito que iban y venían ilusionadas del campamento, chicos que iban furtivamente en las noches y regresaban con una sonrisa tonta en la cara. - El menor bajó la mirada. - No les gusta lo que creen que pasa entre tú y Hyoga. - Iakov suspiró y dirigió una mirada tímida al anciano.


 


- Y tú abuelo ¿crees qué tengo algo con Hyoga? - El anciano suspiró.


 


- Me preocupa que él no sienta lo mismo, qué te vea cómo una forma de desahogar sus deseos. - El anciano apretó con más fuerza los brazos del muchacho y luego lo soltó para dirigirse a su estudio.


 


- ¡Pero él...! - Ivraham se dió la vuelta.


 


- Hyoga es un buen muchacho, Iakov. Y tendrá oportunidad de demostrar a sí mismo y a ti, los sentimientos que realmente te dedica. - Iakov suspiró y asintió. - Si la caravana llega temprano podrás ir al campamento, pero si se retrasa más, tendrás que esperar hasta mañana para ir. - Iakov asintió


 


- Abuelo, necesito que me digas. - El mayor se detuvo en el marco de la puerta del estudio. - Si mi corazón está con Hyoga y el me acepta... ¿tú...? - Ivraham sabía la pregunta que venía, pero permaneció en silencio, dejando que el muchacho terminara de hablar. - ¿Sería bienvenido en tu casa? - Ivraham sonrió.


 


- Eres mi único nieto, Iakov, no voy a despreciarte por algo que no se puede controlar. En el corazón no se manda, hijo, pero si quieres permanecer junto a Hyoga debes entender, que para un caballero de los hielos, los sentimientos son fuente de debilidad. - Iakov asintió. - Si realmente lo amas, no te dejes llevar por primeras apariencias, debes confiar en él y Hyoga se abrirá contigo. - Iakov bajó la mirada. - Hyoga es tan nieto mío cómo lo eres tú, te podrá parecer que es frío y que no le importas, pero ante la duda, pregunta y él te dará una respuesta. - El anciano le sonrió al muchacho para luego palmearlo en el hombro y entrar a la oficina cerrando la puerta.


 


El muro de la aldea podía distinguirse a lo lejos, ya había divisado la torre de la iglesia hacía un rato. Estaban cada vez más cerca, volvió una mirada aprehensiva al chico que recargaba la cabeza en su hombro y le acomodó la manta una vez más. Shun apenas y había abierto los ojos para bajarse del tren y subir a la camioneta. Su equipaje iba en el camión de carga un poco más atrás que la camioneta en la que viajaban. En el mismo vehículo que ellos iba la familia que se había subido al tren el día anterior y varios hombres de aspecto rudo. Todos se les quedaban viendo como si tuvieran una enfermedad altamente contagiosa. Shiryu hizo que no veía ni escuchaba, un par de respiraciones ahogadas hicieron que bajara la vista y acomodara la manta de lana hasta cubrir a Shun desde la cabeza hasta los pies, el frío agravaba su condición, el médico se los había advertido y notaron que sus palabras eran ciertas desde que pusieron un pie en Siberia. Shiryu volvió a suspirar y masajeaba distraídamente el hombro del menor, a lo lejos sonó la campana de la Iglesia. Era medio día, la caravana se había atrasado debido a un árbol caído y a la falta de vehículos para trasladar todos los objetos y las personas. Era casi la una de la tarde cuándo por fin entraron a la aldea.


 


En cuánto los vehículos cruzaron las puertas del guardia, la gente se dirigió a la plaza, todo el pueblo iba a ayudar a descargar los víveres y los materiales para construir el refugió. Iakov salió de la casa y veía con disgusto a los conductores que aparcaban los vehículos alrededor de la plaza.


 


- ¡Tienes idea del tiempo que hemos perdido! - El conductor de la camioneta de carga suspiró.


 


- ¡Hola, Iakov! Es un placer verte también. - Dijo el hombre al tiempo que cerraba la portezuela y se dirigía a la parte posterior para abrir el área de carga.


 


- No seas condescendiente. - Le espetó indignado el menor.


 


- Vamos, Iakov, no es para tanto, tu novio entenderá. - A Iakov no le pasó desapercibido el tono de la palabra novio, pero se guardó sus comentarios o de lo contrario Boris no volvería a ayudarles con el transporte de víveres.


 


La familia ya había bajado del vehículo y estaban justo afuera estirando los músculos de la espalda y buscando entre sus ropas el boleto del equipaje. Los hombres de mirada ruda también habían bajado y le dedicaban una mirada burlona.


 


- Shun... - Dijo moviendo suavemente al menor. - Ya llegamos. - Escuchó un leve quejido y el menor se pegó más al cuerpo de Shiryu, el Dragón suspiró. Al parecer, tendría que despertar el lado más malo del tierno conejito, ese lado que pocos privilegiados podían ver y que era testimonio innegable de la genética de su amigo. Sin embargo, vio una tercera opción, y tan suave cómo pudo, acomodó al caballero de Andrómeda en el respaldo del asiento para después salir del vehículo.


 


El fresco del lugar golpeó su rostro y lo hizo desperezarse mejor, suspiró para llenar sus pulmones con ese aire fresco y puro. Se estiró un poco más y regresó su atención al presente cuando percibió el silencio a su alrededor, apenas antes de que saliera del vehículo, había mucha algarabía por la llegada de la caravana, por lo que el silencio fue notorio. Lentamente se giró, Shun seguía recostado en el asiento de la camioneta, revolviéndose un poco. Shiryu paseo entonces su mirada en rededor suyo. Todas las personas presentes tenían los ojos fijos en ese extraño de cabellera larga y negra, con un cuerpo alto y delgado y vestido con un pantalón de mezclilla oscuro y una chamarra de pluma de ganso también oscura. Se veía ligero de ropas, pero él no necesitaba protección excesiva contra el frío. La gente del rededor vestía ropa hecha con fibras gruesas y abrigos de piel. Shiryu suspiró, la gente comenzó a hablar entre ellos susurrando palabras en ruso, el Dragón pudo distinguir algunas que fueron dichas un poco más fuerte de lo que se pretendía. El caballero dejó salir el aire de golpe y sin dejarse intimidar sacó el boleto del equipaje de la bolsa de su chamarra y se dirigió al camión de carga. El hombre le sonrió y le saludo en ruso. La gente seguía murmurando, y veía curiosa cómo le entregaban dos maletas deportivas al extranjero.


 


Shun despertó al golpearse la cabeza contra el vidrio de la ventanilla, no fue un golpe fuerte, pero fue suficiente para que el muchacho se incorporará y buscara a su acompañante, la luz lo encegueció por un momento, eso le molesto sobremanera. Respiro profundamente y sintió una leve presión en su pecho, soltó el aire suavemente para que la molestia pasara. Un poco después, notó el ambiente tenso, las personas que estaban reunidas en la plaza veían fijamente al chico junto a la camioneta. Shun vio a Shiryu ir a recoger el equipaje, unas mujeres del otro lado señalaban al interior de la camioneta en clara referencia al que aún se encontraba en el vehículo. Shun se desperezó levemente y se incorporó para salir del automotor. En ese momento no le interesaba que encontraba la gente tan interesante en él, solo quería ir a la posada y dormir un poco más. Le dolía la espalda, tenía sueño y hambre y la molestia en su pecho se estaba intensificando conforme avanzaba por la plaza.


 


- ¡Oye! - Shun vio con algo de fastidio a su compañero y le soltó un bufido cuándo Shiryu lo alcanzó y le acomodó la chamarra. - Me encanta tu humor mañanero. - Dijo extendiendo la mochila al menor, Shun tomó la correa con algo de molestía y soltó un simple gruñido. Shiryu sonrió y le pellizco la mejilla al menor, Shun soltó un leve manotazo que falló en el blanco por milímetros. - Dioses eres igual a Ikki. - Shun suspiró.


 


- ¿Dónde ésta la posada? - Preguntó dirigiendo su mirada a los edificios que rodeaban la plaza.


 


- Debe estar por esa calle. - Dijo señalando la calle que se extendía detrás de Shun. - ¿Estas bien? - Preguntó al menor que tenía la cara pálida y los ojos hundidos. El menor no respondió y se dirigió a dónde le señalaba.


 


- ¿Quiénes son ustedes y qué quieren aquí? - La voz hizo que los dos caballeros se detuvieran para enfrentar al hombre que los había cuestionado.


 


- Son caballeros de la orden de Athena, Egor. - El hombre dirigió la mirada hacia el chico que había hablado. - Se habían tardado en venir. - Shiryu volvió su vista al muchacho tras de Shun, sería un par de años menor aunque con una constitución más sólida que él caballero de Andrómeda. - ¿Esperaban que se congelara en el glaciar y así deshacerse de él? - Shun iba a contestar pero Shiryu puso un brazo frente a él y lo hizo callar.


 


- Venimos a tratar asuntos de importancia con el consejo de aldeanos. - Dijo mientras paseaba la vista entre todos los presentes - Y a supervisar a un compañero nuestro. - Iakov movió los hombros a forma de burla.


 


- Lo que sea. - Un ligero viento se levantó en el lugar arremolinándose a los pies de Andrómeda. Shiryu volteó a verlo y suspiró. - Mi abuelo quiere hablar con ustedes, síganme. - Sin más se dio la vuelta y caminó con rumbo a la casa frente a la iglesia. Shiryu y Shun intercambiaron miradas, el mayor pasó un pulgar sobre las mejillas del menor para luego golpearlo levemente en el hombro, sin más remedio, Shun siguió al Dragón y ambos siguieron al muchacho.


 


El que estuviera molesto y adolorido no significaba que no apreciara la belleza del paisaje. El otoño ya había empezado y eso se notaba desde los bosquecitos que habían dejado atrás hasta en el empedrado de las calles de aquella aldea. Las piedras brillaban bajo el efecto del agua cristalizada sobre de ellas, los mismos cristales de hielo se habían formado en la torre de la iglesia, haciendo que el techo de esta resplandeciera bajo los rayos del sol. Shun veía todo con detalle, se había perdido el paisaje desde la improvisada estación de tren hasta la aldea porqué se había quedado dormido ni bien puso su cabeza en el hombro de Shiryu. Estaba inusualmente cansado, suponía que era parte de lo que el médico le había advertido. El galeno estaba seguro que Shun utilizaría mucha energía en mantener su temperatura corporal, lo que lo cansaría y haría que su corazón latiera más rápidamente. Lo primero lo haría buscar comida con muchas calorías y también dormir más. Lo segundo, lo segundo haría que el desgarre en su corazón le doliera más.


 


Un grito ahogado hizo que Shiryu se volviera e instintivamente sujetara al menor por los hombros.


 


- ¿Estás bien? - Shun se llevó una mano al pecho, algo intentaba decir pero no le salían las palabras. - Vamos, necesitas descansar. - Dijo masajeando los hombros del menor e instándolo a completar los menos de 10 metros que faltaban para la puerta, en dónde ya los esperaba aquel muchacho.


 


- Pasen. - Dijo con tono seco. - Shiryu entró a la casa ayudando a Shun a subir el escalón de la entrada. El salón se le hizo algo oscuro comparado con el ambiente afuera, en la chimenea ardía el fuego que calentaba todo el salón. Junto a la chimenea estaba sentado un anciano en un sillón alto, el hombre sonreía amistosamente al par recién llegado y señaló una banca frente a él. Shiryu sonrió y pasó un brazo sobre los hombros de Shun para ayudarlo a llegar a aquel lugar.


 


- ¡Bienvenidos! - Dijo la voz de un anciano. - Mi nombre es Ivraham, ese de allá es mi nieto, Iakov. - Shun viró bruscamente para ver al chico, con el movimiento se mareo y Shiryu lo sujeto con fuerza para evitar que cayera de bruces en el suelo.


 


- ¡Oye, oye! - Le reprendió mientras lo sentaba en la banca. - Sin movimientos bruscos, de acuerdo. - Shun asintió mientras que Iakov soltaba un bufido burlesco, Ivraham no hizo caso a las reacciones de su nieto.


 


- Los esperábamos antes. - Shiryu suspiró.


 


- Hubo complicaciones. - Explicó Shiryu sin entrar en detalles. - Además, Hyoga necesitaba estar solo para reflexionar. - Ivraham asintió y fijó sus ojos en Shun. Shiryu miraba fijamente al anciano.


 


- Debes estar cansado, es un largo viaje. Hyoga durmió casi una semana cuando llegó aquí. - Shiryu apretó los labios, habría preferido que esa información no le fuera revelada a Shun. - Aún no entiendo porqué insisten en llegar usando la fuerza bruta habiendo medios de transporte. - Dijo con un tono jovial el jefe de la aldea.


 


- Vinimos en tren. - Dijo Shun en un hilo de voz. El anciano rio por lo bajo.


 


- No me extraña que vengas en esas condiciones, el viaje en tren es igual o un tanto peor que viajar a pie desde Japón hasta aquí. - El anciano le sonrió cuando dijo lo último. - Iakov, prepara la habitación del fondo, mañana los llevarás al campamento. - El muchacho asintió de mala manera y fue al cuarto que había ocupado Hyoga durante su visita. - No le hagan caso, esta contrariado por el retraso con la caravana. - El hombre no perdía la sonrisa en ningún momento. - Ahora, si pueden decirme, ¿qué les trae por aquí? - Los dos caballeros volvieron a intercambiar miradas, Shiryu comenzó a hablar y tomó la batuta del encuentro con el anciano.


 


Iakov se había retirado del salón sin ganas de hacerlo. Hyoga le había contado lo ocurrido en Japón, el menor ya estaba al tanto del enamoramiento que el Cisne había tenido con Ikki. Pero aún más, Iakov había visto las fotografías de Hyoga, en muchas de las fotos salía Shun, un poco más joven un poco menos escuálido y menos pálido, eso no era raro, Hyoga le había contado que Shun era su mejor amigo y que lo quería cómo a un hermano, pero Shun no veía al Cisne de esa forma ¡oh no! En algunas fotos, Shun le sujetaba sin ningún pudor el trasero a Hyoga, inclusive había una foto de Hyoga viendo la luna en un parque mientras que Shun veía embelesado al Cisne. Si Hyoga era realmente ciego a las miradas de Shun o si elegía no verlas Iakov no lo sabía y era lo que lo tenía contrariado.


 


Shun conocía a Hyoga de mucho tiempo antes que Iakov. Shun era muy atractivo, aunque le tranquilizaba ver que se había descuidado un poco. Shun era un sol con todas las personas, excepto un momento atrás cuándo se molestó por los comentarios de Iakov. Shun era un valiente guerrero, fuerte y valeroso, pero también era el hermano del amor de la vida de Hyoga. Iakov arregló la habitación como lo hacía en cualquier otra ocasión que recibían visitas, aunque estuvo tentado a deslizar una rata bajo las sábanas de la cama que ocuparía Shun. Shun era hermoso, Shun era un sueño de hombre, y si no se equivocaba, Shun estaba ahí por Hyoga. Shun había ido por Hyoga, Iakov no podía permitir que Shun le arrebatara el amor, haría lo posible (y lo imposible) para impedir que el Cisne notara siquiera la presencia del otro.


 


Iakov volteó a ver su trabajo quedó satisfecho con el resultado. Sin esperar más se dirigió a la plaza y continuó ayudando a los hombres de la aldea a descargar los camiones con los viveres y las herramientas para el refugio. Regresó al atardecer, o lo que parecía el atardecer, la luz había disminuido considerablemente, pero aún faltaban un par de semana para la primera noche de la temporada. Entró a la casa y se dirigió a su habitación para preparar sus cosas para el viaje al campamento. Por primera vez desde la mañana sonreía cómo un tonto, iría a ver a Hyoga, estaría con él y la presencia de Shun no arruinaría nada, Shiryu podría encargarse de ese estorbo, tal vez por eso estaban juntos, porqué Shiryu era pareja de Shun y no lo iba a dejar solo.


 


Las horas de descanso pasaron demasiado rápido para gusto de Shun, el despertador había sonado no hacía mucho y eso lo había contrariado mucho. Se sentía muy cansado y le dolía todo el cuerpo. Pero el pensamiento de ver a Hyoga después de tantos meses lo hizo desperezarse y salir de la cama con prontitud, en menos de una hora ya estaba listo con sus cosas dispuestas, Shiryu lo veía desde la cama con algo de preocupación, Ikki le había advertido, pero aún no se acostumbraba a la idea de un Shun adulto y confiado, siendo restringido por su propio cuerpo. Suspiró una vez más, no había mucho que pudiera hacer, esa era decisión de Shun y solo podía apoyarlo.


 


Iakov vio extrañado cómo Shun ataviado con un pantalón de mezclilla azul y una chamarra gruesa de plumas de ganso, salía de la casa de su abuelo con una mochila al hombro y subía a la camioneta que los llevaría al campamento. Shiryu caminaba detrás de él, pero al contrario de lo que Iakov había imaginado, el Dragón se limitó a acariciar el cabello de Shun y cerrar bien la puertezuela antes de regresar junto a Ivraham. El muchacho ruso suspiró exasperado, mientras que Shiryu dejaba salir el aire de a poco, eso no le gustaba, su instinto le decía que algo muy malo estaba por ocurrir.


 


Hyoga no había abandonado el campamento desde el día anterior. Se suponía que Iakov iría a verlo y llevaría provisiones en preparación para el invierno. El día volvía a estar hermoso, el sol resplandecía en el cielo y el aire se arremolinaba juguetonamente en el patio del campamento. Una hora después de tomar su desayuno, escuchó el ruido característico de la camioneta que usaban en el pueblo para trasladar objetos pesados, Hyoga sonrío y subió a la torre del vigía. A lo lejos vio el vehículo, pero algo no estaba bien, el sentimiento de desasosiego de antes volvió a hacerse presente. Algo venía en camino que lo tenía inquieto, no sabía bien que era. Sentía la emoción de encontrar un objeto por mucho tiempo perdido, pero al mismo tiempo sentía el miedo de abrir una carta que se ha esperado por mucho tiempo pero que puede traer malas noticias. Hyoga no sabía describir ese sentimiento. El Cisne suspiró y bajo par abrir el gran portón.


 


No pasó mucho tiempo para que llegara la camioneta hasta las puertas del campamento, Hyoga contuvo la respiración al ver que alguien más venía en el vehículo, y reconocería la silueta en dónde fuera. El pecho comenzó a dolerle, su corazón latía a mil por hora, y mucho sentimientos se acumularon en sus venas. Miedo, alegría, ansiedad y enojo. No sabía cuál de todos era más intenso, le emocionaba ver al que venía con Iakov, pero tenía miedo de verlo, aunque no sabía la razón, aquel muchacho era un ser de luz, no había razón para tenerle miedo.


 


Iakov bajó de la camioneta y corrió hasta alcanzar a Hyoga. El Cisne lo abrazó sin mucha alegría, su atención estaba en el chico que aún no dejaba la camioneta.


 


- Yo no quería traerlo, pero el abuelo me obligo, puedo llevarlo de vuelta al pueblo si no lo quieres aquí. - Hyoga volteó a ver al menor y sonrió.


 


- Él es casi mi hermano, Iakov. Me alegra que lo hayas traído. - Iakov suspiró y vio cómo el Cisne se alejaba para acercarse a la camioneta y acariciar la nariz que se asomaba en la capucha.


 


- ¡Hola, tú! - Dijo Hyoga al muchacho en la cabina.


 


- ¡Hola, tú! - Contestó Shun. Hyoga lo repasó con la mirada, la barbilla estaba más marcada al igual que los pómulos y las sombras bajo los ojos, las manos que buscaban calentarse frotándose entre sí estaban más delgadas y secas. Hyoga sonrió y acaricio levemente la nariz y la mejilla de Shun.


 


Sin contenerse más, el Cisne abrió la portezuela y jaló a Shun para rodearlo con un abrazo fuerte y firme. Hyoga lo sujetaba fuertemente, Shun estaba en las nubes, se sentía muy bien. A pesar del dolor en el pecho y el cansancio del viaje, estaba feliz de estar con la persona que tanto le agradaba y que tanto deseaba. Por fín despejaría las dudas, estaba emocionado y asustado, pero por ese momento, era la persona más feliz del mundo por estar con Hyoga.


 


Junto al portón, Iakov miraba la escena con el fuego de los celos brillando en su mirada, no permitiría que el menor de los hermanos dañara también al Cisne. Quién pega primero pega dos veces, se dijo mientras sus ojos azules seguían analizando al caballero de Andrómeda.


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