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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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El ronroneo del motor de la camioneta hacía eco en las paredes del campamento, los renos levantaron la mirada intrigados, ese sonido era algo que perturbaba su paz y así lo hicieron saber cuándo, al levantar las cabezas, masticaron levemente la hierba que tenían en sus bocas. La hembra lactante prefirió meterse al establo seguida por su cría que ya estaba grande, pero aún seguía a su madre a donde quiera que fuera. El macho siguió viendo con algo de disgusto a ese invasor, retrocedió un par de pasos cuando la parrilla de la camioneta se acercó peligrosamente al lugar dónde estaba comiendo. El animal mugió con agresividad y bajo su cresta para luego hacer un movimiento con la cabeza adelante y atrás, si aquél de color azul quería pelea, pelea tendría.


 


- ¡So! -  Hyoga se acercó al animal antes de que embistiera la camioneta y se causara daño. El reno relinchó y se inclinó sobre las patas delanteras haciendo a un lado su cornamenta. El caballero del Cisne acaricio la frente del animal, calmándolo. El reno agitó la cabeza en señal de satisfacción y se alejó de ahí para ir a comer al otro lado. Hyoga sonrió y fue a la camioneta. – ¡Muy bien Iakov! Excelente trabajo. – El chico sonrió con satisfacción y le dedico una mirada de suficiencia. – Ahora que ya sabes manejar podrás ayudar mejor a los aldeanos. – Iakov sonrió y Hyoga caminó hasta el para palmotearle la espalda y apretarle el trasero. El muchacho sonrió y volvió la vista a Shun, el caballero de Andrómeda no había visto el gesto lascivo pero ya se enteraría con quién estaba tratando.


 


- Shun, ayúdame a cerrar el portón. – El mencionado sonrió y camino a la hoja de metal a pocos pasos de él mientras que Hyoga hacía lo propio con la hoja contraria.


 


Shun suspiró antes de encender levemente su cosmo y empujar la hoja, le costaba algo de trabajo pero no era el fin del mundo, ya dormiría después, tal vez un par de días o semanas.


 


- ¿Por qué no viniste a pie? – Pregunto el Cisne cuando estuvieron lo suficientemente cerca para hablar en susurros. Shun suspiró.


 


- Han pasado muchas cosas desde que te fuiste. – Hyoga volteó a ver al joven y suspiró.


 


- Hubieran llegado más rápido si manejas tú. – Hyoga cerró las hojas y colocaba las trabas. Shun volvió a suspirar.


 


- Mi licencia está revocada. – Hyoga rio.


 


- ¡Al fin! Supongo que Ikki ya respira tranquilo. – Shun no respondió, simplemente se alejó de Hyoga y abrió la puerta del primer cuarto que vio a su derecha. Hyoga estaba pensativo ¿qué había ocurrido? Shun estaba más débil de lo normal, podía sentirlo. Pudo sentir que hizo un sobre esfuerzo al cerrar el portón. Pero también sentía una enorme energía proveniente del chico, cómo si Shun se estuviera restringiendo. Eso no estaba bien, lo que sea que Shun tratando de controlar era peligroso.


 


Shun entró al cuartito y vio que estaba cubierto por una fina capa de polvo, tendría que limpiar antes de acomodarse ahí, empezó por quitar la sabana que cubría la cama cuando escuchó que alguien entraba a la habitación.


 


- Puedes usar mi habitación, las sabanas están limpias. – Shun volteó a ver a Hyoga.


 


- ¡Gracias! Pero yo… - Hyoga se le acercó y lo jalo por el brazo. Iakov se había acercado al cuarto y vio cuando Hyoga arrastraba a Shun, eso le gusto, quería ver que Hyoga hiciera eso para sacar al otro caballero del campamento. Iakov caminó detrás de ellos y entraron al cuarto de Hyoga, y espero en el marco de la puerta por el desenlace de todo aquello.


 


- Entiende algo, Shun. – Pasó saliva al escuchar mencionar su nombre, Hyoga no estaba molesto ni estaba gritando, su rostro era una perfecta piedra, de hecho su tono de voz era bastante calmado y neutro. Era eso a lo que Shun más temía, ser incapaz de leer el rostro de su amigo, que no le dejara ver ni un poco de las emociones que fluían por su ser. – No eres una molestia para mí, por el momento necesitas descansar. – El chico bajó la mirada algo avergonzado, le molestaba que todos pudieran ver que no estaba bien, suspiro tratando de tranquilizarse, miro de soslayó al otro. – Quédate en está habitación por hoy, ya mañana te ayudo a arreglar la otra habitación. – El joven suspiro y asintió no muy convencido, pero no quería contrariar más al Cisne. – Bien, bajemos las cosas de la camioneta. – Hyoga soltó los hombros del menor, ante esto, el chico le sonrió, pero el caballero de los hielos no le regresó el gesto. Iakov miraba a aquellos dos con algo de aprehensión, si bien el ruso ocuparía el cuarto de al lado, lo que significaba que compartirían cama, no le había gustado para nada la preocupación y el cariño en la voz de su novio. Por qué eso era, ¿no? Nunca lo habían discutido, pero antes no había un tercero en discordia. Tendría que aclarar eso con Hyoga. Hyoga por su parte estaba sorprendido por la breve mirada de molestia de Shun, en ese momento se asemejo tanto a Ikki que quiso abofetearlo. Lo mejor que podía hacer en ese momento era concentrarse en algo que no fuera su compañero de batallas.


 


Trabajaron en silencio mientras bajaban las cosas de la camioneta. Shun intentó bajar un costal de trigo, pero no tenía las fuerzas suficientes. Hyoga se acercó al muchacho y le quitó el costal de las manos, aquél sonrió y tomó una bolsa pequeña con algunas frutas para seguir al rubio caballero quien llevaba un costal de arroz bajo un brazo y el costal de trigo en el otro.  Hyoga cargaba las cosas con mucha facilidad pero no sonría cómo en la mañana, a cada momento notaba más y más el parecido de Shun con Ikki. Terminaron de acomodar todo antes del almuerzo y durante este, Iakov paseaba al reno más joven junto a la camioneta, y trataba de subirlo a la caja.


 


- Sería más fácil si estuviera en reversa. – Iakov fulminó al chico con la mirada.


 


- Pero no está de reversa y no se puede dar la vuelta aquí. – Hyoga le alcanzó las llaves de la camioneta al caballero de Andrómeda cómo si le diera permiso para manejar el vehículo. Shun suspiró y tomó las llaves,  una leve sonrisa iluminó su rostro, si bien ya no podía conducir si podía dar vuelta a un vehículo dentro de la cochera. Iakov miro intrigado a Shun mientras este subía a la camioneta y la encendía. El reno remilgó un poco y Iakov lo llevó hacia los cuartos, para alejarlo del sonido, mientras que Hyoga había encerrado al resto de los animales en el establo, Shun tenía camino libre.


 


Iakov no entendió que había pasado, pero frente a él estaba la parrilla de la camioneta. El caballero de Andrómeda bajo del vehículo y le lanzó las llaves al Cisne quién las atrapó sin ningún problema.


 


- ¡Ese es mi conejo! – Shun entrecerró los ojos y Hyoga sonrío con picardía. Le encantaba fastidiar a Shun y soltarle ligeros coqueteos, aunque ese comentario había sido un poco más ácido de lo normal. Sin embargo, sabía que Shun no se lo tomaba a mal después de todo ambos tuvieron que pasar por lo mismo al decirles a los demás que eran homosexuales, para Hyoga era un simple juego. Y Shun lo sabía y le dolía en el alma. Por años vio al Cisne perseguir a su hermano, por años fue su paño de lágrimas, por años lloró en silencio por el caballero frente a él, pero ahora tenía una oportunidad única y no la desaprovecharía, haría que esos coqueteos fueran de verdad, tendría al Cisne enamorado de él.


 


Iakov tenía la furia reflejada en el rostro, para él ese coqueteo era muy real, entonces ¿Hyoga solo estaba jugando con él? Qué se traía entre manos el flacucho ese y ¿si tan bien sabía manejar por qué no había manejado aquél?


 


-   ¿Si podías llegar tu solo porqué molestar a otros? – La molestia en la voz del chico era evidente, Shun suspiró y Hyoga encogió los hombros.


 


Iakov siguió paseando al animalito acercándolo a la camioneta, hasta que por fin se subió a la caja, ahí se quedó un rato hasta que se bajó y el chico de la aldea lo llevó al establo.


 


- ¿Para qué hace eso? – Pregunto Shun mientras bebía un poco de té.


 


- Iakov quiere que se acostumbre a la camioneta, se lo va a llevar al pueblo, ya casi tiene un año y será sacrificado en la última semana de otoño, dijo Hyoga al tiempo que tomaba el pocillo para dar un sorbo al chocolate. – Shun volteó a ver a Hyoga con sorpresa. – El ciclo de la vida, Shun. – El menor de los caballeros suspiró y dejó de lado su taza de té. De entre todas las cosas que le molestaban últimamente la idea de la muerte era algo con lo que no estaba muy de acuerdo. Aunque lo que lo molestaba era la idea que se le había metido, de que toda muerte tenía un propósito y no debía ser cuestionada. Es más pensaba que la muerte era lo mejor que le podía pasar a cualquiera. Ese era su conflicto ¿acaso se estaba transformando en Hades de nuevo? No eso no era para nada posible, él no podía ser Hades. Volvió a la realidad para encontrarse cara a cara con una de sus pesadillas que le olía la cara con curiosidad. Hyoga no mostraba sentimiento alguno, simplemente acarició al caballo por el cuello hasta que vio el pálido rostro de su amigo. – Iakov, lleva a Fenir al establo. – El muchacho hizo un puchero, Hyoga le sonrió cómo pocas veces hacía, eso molesto más al menor. El Cisne usaba esa sonrisa cuándo quería que el chico hiciera algo por él, cómo hacer el almuerzo, posiciones incómodas o raras en la cama o lavar los trastes.


 


- No es mi culpa que tu amigo sea tan marica. – Por un momento, el caballero de los hielos reflejo una emoción en sus ojos, era la primera vez que Iakov usaba ese término despectivo y le chocó que se lo dijera a una de las personas a las que más quería, sin embargo recobró el control. El chico suspiró derrotado, el mismo sabía que se había pasado de la raya y negó al ver la indignación en el rostro de su amante, sin más se encaminó hacia el establo. Shun ni por enterado se había dado del vocablo, estaba perdido siguiendo los movimientos del animal y no reaccionaba a nada más.


 


- ¡Hey! – Shun no le hacía caso al otro. – Es un caballo domesticado, no te hará daño. – Hyoga tomó  el rostro del chico entre sus manos giró suavemente hasta que sus miradas se cruzaron. Poco a poco las pupilas de aquellos ojos verdes comenzaron a relajarse, dejando ir el miedo. Hyoga suspiró, Shun ya se había puesto así con los caballos de Saori. – Así que, se puso peor ¿no? – Shun solto el aire al ver que el caballo ya había sido encerrado en el establo. El caballero de Andrómeda se levantó y se fue a encerrar al cuarto. Hyoga suspiró, era lo mejor, el menor necesitaba descansar, eso significaba que podía estar a solas con Iakov.


 


Iakov tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro, la cara de susto de Shun sería algo que lo acompañaría por mucho tiempo, no le iba a dejar el camino tan fácil. Hyoga era de Iakov y eso lo tendría que entender el ñango aquél. Estaba limpiando el corral del caballo cuándo sintió que lo presionaban contra la pared y le masajeaban su zona intíma.


 


- ¡Hyoga! – El Cisne besó delicadamente la nuca del muchacho mientras que con una mano acariciaba el pecho sobre la camisa. Hyoga levantó la camisa para acariciar suavemente el pecho del menor. – Nos va a ver. – Iakov se apoyó en la pared del establo mientras que Hyoga desabrochaba el pantalón del menor. Internamente, Iakov quería que Shun los viera, para que entendiera que Hyoga ya tenía dueño.


 


- Está descansando. – Hyoga continuo con las caricias, el caballero del Cisne podía admitir que Iakov le volvía loco, todo el chico le atraía. El aroma, la textura de su piel, sus labios, la rebeldía y la desfachatez. Podría tómalo mil y un veces por esos días de ausencia. Pero no lo amaba, no aún. Hyoga se repetía eso una y otra vez. No, no podría amar a nadie con la misma intensidad que al Fénix. No podía amar después de amar al Fénix. Tal vez si lo repetía suficientes veces se hacía realidad.


 


El establo se llenó de gemidos ahogados mientras que los animales ahí presentes preferían voltear al lado contrario para dar privacidad a la pareja. Hyoga y Iakov se demostraron cuanto se deseaban uno al otro muchas veces esa tarde. Iakov se entregaba con respeto y devoción al santo de Athena, pero lo mismo no podía decirse de Hyoga, quién en algún momento llegó a pensar en Ikki. Ikki y sus brazos fuertes y marcados. Ikki con su voz profunda. Ikki y su mirada azul. Ikki siempre al pendiente de Shun. Shun siempre con Ikki. Shun siempre a su lado. Shun y su mirada tierna. Shun con su férrea voluntad de mantenerlos a todos unidos. Shun con su perspicacia. Shun con sus suaves manos. Shun con sus ojos de niño pequeño y sabiduría de viejo. Shun y su eterna sonrisa.


 


Iakov estaba exausto. Hyoga había sido un poco más rudo de lo normal, pero incluso eso lo había disfrutado mucho. Se acurrucó en la cama y se quedó dormido. Hyoga por su parte había disfrutado mucho esa tarde, pero su mente llegó a divagar en el chico que dormía en la habitación de al lado. ¿A qué había ido? Shun siempre defendió a Ikki de sus acercamientos y siempre le había advertido a Hyoga de no buscar más al mayor. No dudaba que la visita de Shun fuera por orden de Athena. Si hubiera sido con otro propósito Shun habría llegado antes. Así que Shun no estaba ahí por que quisiera, estaba ahí porque se lo habían pedido. Hyoga suspiró, estaba cansado y se dirigió a la cama. Se acostó girando a Iakov para acomodarlo sobre su pecho. Shun pudo ser la persona más dulce y tierna, el corazón más puro de su generación, pero ahora no era más que un alguien que estaba ahí para asegurarse que el cisne se mantuviera lejos de Ikki. Hyoga abrazo con fuerza al muchacho y cerró los ojos para dormir.


 


Era más de medio día, el sol brillaba en lo alto y cada día que pasaba bajaba más en el cielo indicando que ya pronto iniciaría la larga noche. Shun seguía en el marco del cuarto, firmemente sostenido en la puerta. Se sentía algo mareado y en ese momento intentaba juntar fuerzas para llegar a la cocina. Podría estar herido, pero inútil no era. En la cocina Iakov preparaba un poco de carne asándola sobre una cacerola con parrilla. La carne de cabra soltaba un jugo delicioso y sería un desperdicio no aprovecharlo. El vapor con el olor a la carne cocinada y las especias inundaba la estancia y salía por la puerta. Además de la carne, Iakov ya había preparado algo de vegetales cómo papas, zanahorias y guisantes.  Shun entró atraído por el aroma a la cocina y vio a Iakov ocupado con la preparación de los alimentos.


 


- ¡Huele delicioso! – El cumplido fue sincero y eso fue lo que más le caló al menor. - ¿Ocupas ayuda con algo? – Iakov soltó un ligero bufido.


 


- Si tus flacos brazos pueden ¿podrías traer un cubo de agua del pozo? – Shun suspiró y arrastrando los pies fue a buscar el agua. Sí tenía brazos flacos, no había nada que pudiera hacer al respecto. Sí parecía chica, eso no lo podía cambiar. Pero ¿podría pasar una semana de su vida sin que le recordaran lo que más le molestaba de su cuerpo?


 


Se entretuvo un rato admirando el cielo azul y las nubes ligeras que lo cruzaban. También se acercó a los renos y les acarició levemente el lomo, los animales lo veían con recelo y aunque permitieron que los tocara un poco, se alejaron de lo más rápido que pudieron. El caballo era otra historia, apenas Shun se acercaba al animal, el caballo golpeaba el suelo. Seiya decía que los caballos le tenían miedo y que Shun simplemente sentía el miedo de los animales. El caballero de Andrómeda no estaba tan seguro de tal conjetura. Cuándo al fin regresó a la cocina con el cubo, Hyoga ya estaba sentado a la mesa. Iakov estaba contrariado, sería la primera vez que comerían ahí y no en la habitación.


 


- ¿Descansaste bien? – La pregunta de Hyoga parecía más bien retórica, pero a Shun le supo a qué el Cisne ya había perfeccionado el sutil arte del control emocional y sonrió por toda respuesta.


 


En silencio los tres se sentaron a la mesa. A Shun le extraño y no le gustó que Iakov le sirviera a Hyoga, pero solo eran amigos. Eso se repetía el joven una y otra vez. Finalmente se sirvió un plato con comida y bajo la cabeza sin esperar a que le dijeran algo. Hyoga llevó sus manos al frente, lo mismo hizo Iakov.


 


- Gracias, señor por enviar a la tierra a las criaturas que hoy nos dan sustento. Te damos gracias por todas las bendiciones y te pedimos que las personas que viven en la pobreza tengan hoy casa, vestido y alimento ¡Amen! – Hyoga y Iakov se persignaron, mientras que Shun juntó sus manos frente a su pecho para luego tocar su barbilla y su frente con ellas y luego llevarlas al frente y hacia arriba.


 


- ¡Itadakimasu! – Hyoga le sonrió al otro mientras comenzaba a comer a Iakov se le hizo la falta de respeto más grande el que Shun dijera aquello y no comprendía porque el mayor lo toleraba. El menor consumía sus alimentos o más bien acribillaba los trozos de comida que se llevaba a la boca. Cada vez que tomaba un trozo de carne, lo clavaba cómo si el animal fuera a despertar en su plato. Hubiera sido algo gracioso de presenciar, de no ser por la mirada furibunda que dedicaba al chico sentado frente a él al otro lado de la mesa.


 


- Dime Shun ¿Cómo estuvo la ceremonia? – Iakov volvió la vista sorprendido ante la pregunta del Cisne, Shun tomo el bocado que tenía en los cubiertos y estudio la expresión de Hyoga, pero no había nada, hielo pulido era lo que veía.


 


- Fue algo muy hermoso. Sencillo dentro de lo que cabe. – El chico bajó lentamente sus cubiertos, no sabía que más decir. Todo aquello era un asunto delicado ¿Y si Hyoga quería dañar a Ariadne? Hyoga no sabía del embarazo. El joven controló su expresión lo mejor que pudo y tomó otro bocado del plato.


 


- ¡Ah! – Hyoga estaba tratando de hacer conversación, en realidad no le interesaba la boda de Ikki y la chica que había conocido en la fundación. – ¿Y estuvo la familia de la novia? – Shun mordia levemente el tenedor, si bien el Cisne no reflejaba ninguna emoción, la última pregunta si llevaba un leve toque de malicia.


 


- Sus padres y sus hermanos, lo usual supongo. – Dijo encogiendo los hombros, el otro suspiró. Iakov turnaba la mirada entre uno y otro, se sentía una tensa calma. Se notaba que aquél era un tema que incomodaba a ambos jóvenes.


 


- Supongo que los nuevos inversionistas estuvieron presentes. – Shun detuvo sus movimientos por unos segundos. El rostro de Hyoga seguía imperturbable y su tono de voz había recobrado cierta monotonía, pero había algo que no había pensado y que hasta ese momento su mente procesaba lo que había ocurrido durante la ceremonia.


 


- Uno de ellos, estuvo un rato y se fue después de felicitar a Ikki. – Shun se perdió en sus pensamientos un momento para luego continuar comiendo en silencio. El silencio les acompaño por unos minutos más y el chico de la aldea agradeció porque la tensión se había disuelto un poco.


 


- ¿Vendrás a entrenar conmigo mañana? – Shun bebió un poco de té al tiempo que escuchaba al Cisne. – Si aún te sientes cansado puedes quedarte, aunque me gustaría tener con quién entrenar. – El de Andrómeda bajo su vaso con lentitud y estudio a los dos presentes. Había curiosidad  y molestia en el rostro de Iakov y la mirada de Hyoga era indescifrable. El caballero de Andrómeda meció levemente la cabeza, aun así, el mayor espero por la respuesta.


 


- Me gustaría mucho, pero no puedo. – Iakov disimuló una sonrisa de satisfacción bebiendo un poco de su vaso.


 


- ¿Por qué? ¿Te ves un poco cansado pero no creo que sea para tanto? – Shun encogió los hombros, una sonrisa amable estaba en su rostro, como si tratara de infundir confianza en los otros dos.


 


- ¿Recuerdas cuándo enfrente a Afrodita? – Hyoga asintió. – Bueno, tengo una espina incrustada en el corazón. – Iakov frunció el ceño, no entendía, pero pudo distinguir que Hyoga si había entendido. Shun no había dicho todo, solo lo suficiente.


 


- ¿Es en serio? – Shun volvió a encoger los hombros. – Pero… tú… ¿Qué harás ahora Shun? – El mencionado rio por lo bajo.


 


- Terminar la universidad, trabajar en la fundación y... - Shun se detuvo, no sentía que fuera el momento de decir algo más. – no sé, tal vez viajar un poco. – A lo último frunció el ceño ¿Viajar? ¿Es qué estaba loco? ¿Viajar en qué?


 


- Shun pero tú… - El joven dirigió su vista al Cisne. – Me ayudaste con el portón ayer. – Shun suspiró y asintió.


 


- Es de cuidado, pero no es grave en realidad. Hay cosas más graves. – Hyoga iba a preguntar algo más pero Shun se adelantó. - ¡Gracias por la comida, Iakov! Estuvo en verdad delicioso. – Dijo levantándose y recogiendo su plato. Para ninguno de los otros dos pasó desapercibido que el chico apenas había probado bocado. El Cisne se preocupó un poco, si bien su amigo acostumbraba dejar algo de comida en el plato, aquello no era lo usual. Volvió la vista a Iakov cómo buscando confirmación a lo que había visto, el otro joven enarcó una ceja y encogió los hombros, en realidad al ruso menor no le interesaba si el de Andrómeda era o no anoréxico, pero mejor para el. Sin más Shun se llevó el plato al cuarto que antes había intentado limpiar y que Hyoga se lo había impedido. El resto del día lo dedicó a limpiar y hacer habitable el cuarto. En esta ocasión, Hyoga no intervino para detenerlo.


 


Mientras el santo menor trabajaba en la limpieza del cuarto, Iakov lo veía con una ceja enarcada, el adolescente pensaba que Hyoga se obsesionaba con la limpieza, pero no había conocido a Shun y verlo sacudiendo y limpiando el cuarto le llamo la atención por la atención que ponía a todos los detalles y la habilidad que el santo demostró tener para limpiar el lugar usando poca agua y aun así, quedara reluciente.


 


El brillo del sol se hacía menos intenso cuándo Iakov encendió la camioneta. El ruido del motor despabilo a los animales pero no los asusto, solamente veían al vehículo con suma curiosidad cómo preguntando qué clase de animal era aquel y porqué tenía que rugir todo el tiempo. Para esa hora, el reno más joven ya se había acostumbrado al sonido del vehículo y lo aceptaba con cierto celo. Hyoga caminaba alrededor de la camioneta guiando al reno. Shun estaba sentado en las escaleras que subían a la torre del vigía viendo la escena. La atmósfera estaba tranquila, y no había rastros de tensión entre los tres jóvenes. En menos de 6 vueltas, Hyoga había subido al reno en la caja de la camioneta y lo ató a los postes que bordeaban la caja asegurándose de que quedara bien sujeto.


 


- ¿Por qué te vas? – Shun se había acercado a Iakov quién estaba recargado en el cofre del vehículo viendo a Hyoga subir al animal. El caballero de Andrómeda entendía que aquel era un lugar por demás agradable para el chico, aunque no le pasaba por la cabeza el que Iakov pudiera estar interesado en Hyoga. La pregunta descolocó al menor, quién sonrió con suficiencia, si el menso ese creía que era un mero amigo del Cisne, no le iba a quitar la idea, al contrario, sería más dulce ver su cara cuando la realidad alcanzara a Andrómeda.


 


- Ocupan la camioneta en el campamento, normalmente vengo en carreta o a caballo, pero insistieron en que trajera el vehículo. – Shun suspiró y bajo la mirada avergonzado. Shiryu había tomado esa decisión para no arriesgar más la salud del santo de Andrómeda.


 


- ¡Muchas gracias por todo! -  A Iakov le desesperaba ese tonito de ratón asustado que traía Shun. Le enervaba que fuera tan amable ¿Por qué tenía que ser amable? ¿Por qué era tan propio? ¿Por qué tenía que ser Shun? – Espero verte de nuevo, y perdona por mi comportamiento cuando llegue… no era un buen momento. – Iakov suspiró, Shun era un marica y sería muy fácil quitarlo del camino.


 


- ¿Qué ocurrió cuando llegaste? – Shun volvió la vista a Hyoga que se había acercado a los dos jóvenes.


 


- Fui un poco grosero con Iakov. – El joven pensó que Hyoga le iba a reclamar pero en lugar de eso rio con fuerza y sacudió a Shun por los hombros en forma amistosa.


 


- No te preocupes Iakov, de seguro se estaba despertando. – El menor estaba sorprendido. – La única hora del día en la que Shun se parece a su hermano. – Hyoga bajo un poco el tono de voz al decir lo último, apretó levemente la nuca del menor y se dirigió a abrir el portón.


 


- ¿Necesitas ayuda?


 


- No, tú descansa, yo me encargo de todo. – Shun suspiró.


 


- Nos vemos Iakov, maneja con precaución y que llegues con bien a tu destino. – Shun se despidió del menor a quién le palmeo el brazo. Iakov no dijo nada ni hizo ningún movimiento, Shun suspiró y se dirigió a la torre del vigía. Quería ver el paisaje y ese era el punto más alto del campamento.


 


Iakov se despidió de Hyoga, quién acarició la cabeza del menor y lo beso levemente en los labios. Shun, perdido en el paisaje que veía no vio el gesto de cariño entre los dos jóvenes. Después de eso, Iakov subió a la camioneta y manejo despacio y con cuidado hasta salir del campamento y tomar el camino que lo llevaría al pueblo. Mientras el vehículo avanzaba, el reno agitaba la cabeza tratando de zafar las amarras y mugía asustado. La hembra respondía desde el establo, se buscaban el uno al otro. Un recuerdo sepultado en la mente de Shun pugnaba por salir, era un recuerdo doloroso. Shun sintió una ligera punzada en su pecho, era una ligera molestia, pero a medida que el recuerdo se hacía más nítido la punzada era sustituida por una opresión más grande que poco a poco le quitaba la capacidad de respirar. Por reflejo encendió su cosmo, el aire a su alrededor se agito levantando polvo, sintió un par de manos sujetarlo por los hombros.


 


- ¡Estoy bien! – Dijo en un susurro. - ¡Estoy bien! ¡Estoy bien! – Hyoga suspiró y masajeo los hombros del menor suavemente con sus pulgares.


 


- ¿Puedes levantarte? – Shun asintió, pero apenas intentó hacer fuerza para levantarse sintió una punzada de dolor en el pecho. Entonces Hyoga pasó uno de los brazos de Shun sobre sus hombros y le ayudo a levantarse, así Hyoga ayudo a Shun a bajar de la torre del vigía. Aunque Hyoga le ayudaba, el Cisne aún no decidía si aquello era un ardid del joven para manipularlo o si realmente se sentía mal. No le había gustado para nada la perturbación en el cosmo del más joven, eso podía acarrear problemas con los aldeanos.


 


Una vez instalado en su cuarto, Shun se acomodó en la cama y abrazó un oso de felpa que había llevado consigo. Al Cisne le extraño la forma del peluche, no esperaba encontrar un conejo, pero tampoco esperaba un oso polar. Hyoga se sentó en el borde de la cama y se quedó un rato junto al menor, podía ver cómo el santo de Andrómeda apretaba levemente el peluche mientras hacía respiraciones pausadas para controlar el dolor. En ese punto Hyoga no sabía que pensar. Al parecer Shun no había ido antes por problemas de salud, no porque no quisiera. El Cisne decidió que Shun estaría bien solo y salió del cuarto para pasear por los alrededores del campamento meditando sobre los acontecimientos recientes. La duda persistía ¿a qué había ido Shun?


 


Aunque no sabía decir cuándo era de día y cuando era de noche, en ese momento en que su reloj le decía que eran las 6 de la mañana, el cielo estaba comenzando a nublarse. Nubes grises comenzaban a desplazarse por el firmamento, y una leve brisa hacía que sintiera más frio del que indicaba el termómetro. Había salido desde temprano para correr en el interior del campamento, y eso le había sentado muy bien. El aire del ártico había sonrosado sus mejillas y su nariz, aunque sus labios estaban secos y se habían abierto, poco le importaba al sentir la brisa del mar ártico golpeando su rostro. Por unos breves minutos se sintió sano, feliz y completo. Hasta que el cansancio y la temperatura comenzaron a sentirse en su cuerpo. Aunque su pecho no dolía, si se sentía aletargado, su cosmo no era suficiente para mantener su temperatura corporal y su corazón comenzaba a latir un poco más rápido. Sonrío al sentir la presencia de Hyoga en el patio del campamento y lentamente bajo de la torre de vigilancia para ponerse algo más abrigador.


 


Los días pasaban más o menos igual, casi todos los días Shun salía a ejercitarse en la mañana, para luego desayunar con Hyoga. El Cisne entonces salía a entrenar al glaciar, al tiempo que se hacía cargo de reforzar la capa de hielo y vigilar que los animales del santuario ártico estuvieran en buenas condiciones. Mientras tanto, Shun cuidaba lo mejor que podía a los animales en el campamento. Los renos lo ponían un poco nervioso, pero había un entendimiento mutuo. El caballo era otra historia. En definitiva el caballo no quería a Shun, fuera miedo o no, el animal se levantaba sobre sus patas traseras y relinchaba en cuanto veía al menor acercarse a su corral. Al principio Hyoga encontró el asunto un poco divertido, pero no le hizo gracia llegar un día y ver a Shun con un tremendo moretón en el hombro y una costilla fisurada debido a las patadas del caballo. El caballero del Cisne tenía planeado llevar al animal al pueblo, pero la lluvia se había hecho presente desde hacía ya una semana, y no tardaría en caer la primera nevada. Eso imposibilitaba el tránsito entre el campamento y la aldea. Para disgusto de Hyoga, Iakov no se presentó a la semana siguiente, pero era lo mejor. Con los caminos anegados y capas de hielo formándose por allí y por allá, no era seguro que el menor viajara de la aldea al campamento.


 


Una semana y media desde su llegada había pasado y Shun aún no se animaba a hablar con Hyoga del asunto que lo había llevado hasta allí. Una vez más estaba en la torre del vigía, contemplando la nieve caer. Durante las horas diurnas, la primera nevada de la temporada había llegado. Los colores de la naturaleza poco a poco iban cambiando y el día anterior habían tenido dos horas de oscuridad. Su reloj le decía que eran poco antes de las 6 de la mañana, Hyoga no tardaría en despertar y Shun no había ejercitado ese día, se sentía demasiado cansado y aún le dolía la costilla. El caballo ya no lo había agredido, Hyoga había movido al animal al corral del rincón para que Shun no tuviera que pasar frente a él.


 


Sintió cómo una manta cubría su cuerpo y volteó a ver al Cisne quién se apoyó en el pilar contrario de la torre.  Ambos se quedaron en silencio contemplando el panorama, hasta que Shun bajó la mirada y se dispuso a dejar la torre.


 


- ¿A qué viniste, Shun? – Andrómeda se quedó quieto en su lugar. Era un tema que estaba evitando lo más que podía, pero conforme pasaban los días era evidente que su estancia en el campamento del ártico no era meramente de negocios. Suspiró sujetando la cobija.


 


- ¿Podemos hablar en otro lugar? – Dijo sin volver la mirada al Cisne. El caballero se limitó a bajar de la torre de vigilancia, guiando a Shun hasta el cuarto que ocupaba. Una vez ahí, el Cisne colocó la tetera sobre la chimenea y avivó el fuego. El de Andrómeda se sentó en la cama mientras que Hyoga había acercado una silla al lecho y se sentó frente a su compañero.


 


- ¿Bien? – El menor se quedaba sin opciones, no podía rehuir el tema para siempre.


 


- Recuerdas que te dije que habías dejado pasar muchas oportunidades por andar detrás de Ikki. – Hyoga suspiró y se talló los ojos con la mano izquierda.


 


- Shun, eso…


 


- Era yo. – Hyoga apartó la mano y veía al menor a los ojos.


 


- ¿Tú qué? – Aunque Shun ya se había acostumbrado al tono neutral del Cisne, el caballero del sacrificio ya había identificado que su camarada no controlaba del todo su rostro, no aún. Había ciertos movimientos, especialmente alrededor de los ojos que delataban su estado de ánimo.


 


- Siempre anduviste detrás de Ikki, y estabas tan concentrado en la idea de por lo menos un beso suyo que no notaste cuánto deseaba yo un beso tuyo. – Hyoga abrió la boca, no sabía que decir. – Por eso vine. – Shun bajó la mirada y se cubrió mejor con la manta. Esperaba la respuesta del Cisne, pero la respuesta no llegaba. Shun optó por dejar al otro solo en la habitación. Hyoga lo vio levantarse y salir del cuarto, pero se sentía capaz de nada. El Cisne no lo siguió, antes bien, Hyoga dejó el campamento y no regresó hasta mucho después.


 


El caballero del Cisne se dedicó a vagar por la tundra pensando en las palabras de Shun. Y es que había algo que le estaba molestando de apoco hasta que se dio cuenta de lo que era. El menor de los caballeros de bronce, el más pequeño del grupo, el dulce y tierno niño, estaba subestimando la vida amorosa de Hyoga. Ese niño pensaba en verdad que Hyoga estaría solo y sin perro que le ladrara y que ante tal confesión el Cisne se arrojaría a sus brazos y le haría el amor salvajemente. Hyoga suspiró, si eso era lo que Shun quería, por qué no dárselo.


 


Shun estaba en la cocina preparando algo de comer. Ya habían pasado dos días desde su confesión y Hyoga no aparecía. Había llegado a la conclusión que el Cisne necesitaba espacio, y más aún, probablemente ya había alguien en su vida. Inmediatamente pensó en Iakov. El chico era atractivo, inteligente y tenía mucha presencia. No era del todo cómo Ikki pero en algo se parecían. Se sentía mal, debió preguntar primero y hablar después. Shiryu y Saori ya se lo habían advertido, pero el hizo oídos sordos y ahora estaba en un predicamento peor. Se sirvió la carne y el puré en un plato y al darse la vuelta, ahí estaba Hyoga.


 


- ¡Hyoga! – Sin decir más, el Cisne se acercó al caballero de Andrómeda y lo besó en los labios. Shun se sentía volar, era la sensación más cálida, sentía que nada más existía, el calor que irradiaba de su pecho podía curar cualquier cosa y así lo sentía. Los labios del Cisne eran suaves y carnosos, la mano que sujetaba su nuca era firme y el calor que irradiaba el cuerpo de aquél caballero le volvía loco. Hyoga quería dar por zanjado ese asunto, pero apenas posó sus labios en los del muchacho, una descarga eléctrica lo recorrió. No eran cómo los besos de Iakov, tímidos e inexpertos, no. Shun besaba muy bien y se le notaba la experiencia. Sus labios pequeños y suaves eran la ilusión de muchos, no precisamente la ilusión de Hyoga. El caballero del Cisne sentía un deseo inmenso crecer en su interior, no era lo mismo que sentía por Iakov. Quería recorrer la piel del santo de Andrómeda, explorar su cuerpo y sus rincones escondidos que lo llevarían al éxtasis. El Cisne quería llenar con su esencia cada rincón del cuerpo del menor de los caballeros de bronce, pero nada más. Quería ese cuerpo, era simplemente eso.


 


Se separaron después de un rato. Hyoga hinchado en deseo y Shun confuso y temeroso. Hyoga le sonrió, pero por dentro estaba bastante molesto ¿Qué no quería aquello?


 


- Hyoga, yo… - Shun comenzó a hablar, pero no sabía bien que decir. Se había sentido tan bien besando a Hyoga, pero no fue lo que esperaba.


 


- Tranquilo, no hago promesas vacías, Shun. – El aludido asintió. – Lo que será, será. – Andrómeda terminó por sonreír y palmeó el pecho de Hyoga en señal de acuerdo.


 


Las cosas cambiaron un poco a partir de ese día. Shun seguía levantándose temprano, y aprovechaba para preparar el desayuno de ambos. Pero con un detalle extra. En cada salida del campamento, Hyoga llevaba consigo un pequeño envoltorio con comida que Shun le perparaba para que consumiera mientras estaba en el glaciar. Shun siguió ayudando con los animales siempre que podía. Esa semana tampoco fue Iakov, lo que molesto en gran medida a Hyoga. Principalmente porque las provisiones corrían peligro, si Iakov no iba la siguiente semana, tendría que ir el a la aldea. A Shun eso no le incomodó mucho, platicaba de muchas cosas con el Cisne, de sus expectativas en la vida, de sus planes en un futuro cercano. Shun era el que más hablaba.


 


Era jueves en la noche, Hyoga estaba preparando el trineo para ir a la aldea por provisiones solo en caso de que Iakov no llegara antes del sábado. Shun se había encargado de la cena y lo llamaba para consumir los alimentos en la habitación de Hyoga. Era la tercera vez que tenían horas de oscuridad durante la noche. Principal indicador de que la gran noche se acercaba. A principios de esa semana, Hyoga le ofreció a Shun dormir en la misma habitación debido al frío y la escasa leña. Shun había aceptado, Hyoga tenía razón, no tenían mucha leña para calentar los dos cuartos.


 


- Esto te quedo delicioso. – Decía el cisne entre bocado y bocado. Shun sonreía.


 


- ¡Gracias! – Sin muchas palabras de por medio, consumieron su cena y se dispusieron a dormir. Estaban moviendo la mesa para colocar la colchoneta en la que dormía Shun cuando sus cuerpos chocaron. No era la primera vez que pasaba, pero esa noche una chispa se encendió en medio de aquellos dos. Sus labios se encontraron mientras que sus manos exploraban los cuerpos por encima de la ropa. Hyoga empujo a Shun y este chocó con la mesa en la cual se apoyó.


 


El deseo los invadía a ambos. Hyoga comenzó a masajear el trasero de Shun mientras que besaba su cuello. El menor se dejaba hacer, dejando caer la cabeza hacía atrás y empujando sus caderas hacía adelante. Sintió la erección de Hyoga y frotó con algo de torpeza su pelvis contra la pelvis de su compañero. Hyoga no mostraba ninguna emoción en el rostro, sus manos y boca hablaban por él. Lentamente abrió la casaca del más joven dejando al descubierto sus pezones, el Cisne se dedicó a lamer aquella anatomía mientras que Shun gemía y se retorcía de placer.


 


- ¡Hyoga! – Cada poro de la piel del Cisne se contrajo al escuchar su nombre con tal entonación y dicho por esa voz. El aludido llevó su mano al miembro del más joven y comenzó a masajearlo levemente sobre la ropa. - ¡Hyoga! – Shun empujó levemente al Cisne, el movimiento descolocó a Hyoga quién buscó el rostro de Shun y encontró ojos acuosos y mejillas sonrosadas. – Es mi primera vez, yo… - El Cisne pestañeó un par de veces, no se esperaba eso, pensaba que Shun era alguien con experiencia sexual, no esperaba aquella confesión del menor. Cómo si de un hechizo se hubiera tratado, las palabras de Shun tuvieron un efecto calmante en el Cisne, el caballero de los hielos soltó al menor y acomodando sus ropas salió de la habitación, dejando a un muy confundido y herido Shun.


 


Cómo era de esperarse, Hyoga no volvió esa noche. La campana del portón sonó al medio día del viernes. Shun cómo pudo, abrió el portón para encontrarse con Iakov y la camioneta llena de víveres. El de Andrómeda saludo al joven y lo ayudo a descargar. Shun se sentía débil y una pulsación en su pecho le decía que había ido algo lejos con tanto movimiento. Iakov no dijo nada, era evidente el estado maltrecho del chico. Se alegraba, eso significaba que Hyoga lo había rechazado.


 


- ¿A qué hora volverá Hyoga? – Shun suspiró y volvió sus ojos a Iakov al tiempo que acomodaba la carne en el cofre de madera.


 


- No lo sé, salió desde ayer. – A Iakov eso se le hizo extraño, pero no pregunto más.


 


Una vez que todos los víveres estuvieron guardados, Shun salió del campamento dejando cerrado el portón y camino por los alrededores. Necesitaba pensar, necesitaba espacio. Se había hecho tantas ideas en su cabecita que al saberse rechazado por Hyoga todo comenzaba a dolerle. Y no solo por el rechazo de Hyoga. Desde que aquél se había ido Shun se dedicó a recorrer el campamento y limpiar algunas cosas, no había dormido, había ayudado a Iakov a descargar la camioneta, no llevaba abrigo alguno y caminaba cómo si en sus mejores momentos estuviera. Regresó apenas vio el sol esconderse en el horizonte. No abrió el portón, no tenía necesidad. Escalo la pared y cruzo el patio. Todo alrededor del campamento era silencio. No se escuchaba nada, más que el ulular del viento, los sonidos del lejano mar, el ruido del hielo al romperse y reconstruirse. Esa noche estaba en calma, el silencio era más notorio. Y por eso mismo, los ruidos provenientes del establo eran más que evidentes. Al escucharlos, Shun se detuvo en seco, el único que sabía estaba en el campamento era Iakov, pero la presencia que sentía junto al chico ya la conocía, su mente no sabía qué hacer, una parte le decía que fuera a ver si el chico estaba bien y no se trataba de un intruso, otra parte que trataba de imponerse sobre la primera, le decía que no fuera, que se alejara de ahí y llamara a Shiryu. Ninguno de los dos pensamientos se puso de acuerdo, y cómo un robot, Shun avanzó hacia el establo, los gemidos se hacían más nítidos, había palabras que escapaban en medio de los sonidos guturales pero su mente se negaba a traducirlas para él. Su corazón latía con rapidez causándole un poco de dolor. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas aún antes de ver la escena que le esperaba. El grito de dolor no salió de su pecho porque sintió que sus pulmones eran aplastados. Ellos no lo veían, pero el sí los veía a ellos desnudos y acompasados en aquella danza carnal. La cara de Iakov llena de placer mientras boqueaba buscando aliento y los labios de Hyoga succionando la nuca del chico era todo lo que veía. Incapaz de pronunciar palabra, gritar o moverse, Shun terminó por recargarse en la pared tras de él. Escuchó los gemidos roncos del extásis y su mente se desconectó, el tiempo ya no existía, sus labios comenzaban a moverse pero no salía ninguna palabra, ningún pensamiento acudía a él. Vio una figura acercarse con una sonrisa de satisfacción y suficiencia en el rostro, algo le dijo, vio sus labios moverse pero no entendía las palabras o no quería entenderlas. Al fin un pensamiento nítido se formó en su mente al tiempo que su cosmo se encendía. Pero con la intensidad de su llamado también sintió cómo su corazón se partía en dos, casi literalmente, apenas si escuchó el estruendo en el patio antes de que todo fuera oscuridad, antes de que el mundo acabara para él.


 


Hyoga se estaba vistiendo, cuando escuchó la voz de Iakov en el pasillo del establo, el Cisne salió aún con el torso desnudo y sintió una corriente recorrer su espina dorsal. Vio salir a su amante y vió a Shun recargado contra la pared, con la mirada perdida en algún punto. Sintió el cosmo del más joven encenderse, apenas hizo moción de acercarse a él cuándo escuchó el estruendo en el patio. Los ojos de Shun se apagaban en medio de un gesto de dolor indescriptible. Hyoga trató de llegar a él, pero vio alguien se le adelantó. Ahí, digno del nombre de su ataque, Shiryu apareció para atrapar el cuerpo inerte de Shun entre sus brazos antes de que cayera por completo. Los ojos del Dragón destilaban furia pura. Hyoga trató de acercarse pero un muro invisible se lo impidió, enfrente de los dos que estaban junto a la entrada, estaba Kiki. El aprendíz de caballero ya había dominado el muro de cristal y lo proyectaba frente a él al tiempo que tomaba la mano de Shiryu antes de que los tres desaparecieran de su vista. La mente de Hyoga no entendía lo que acababa de suceder, había descifrado que Shun lo había visto a él y a Iakov mientras sostenían relaciones sexuales. Lo que aún no alcanzaba a entender eran las reacciones de Shiryu y Kiki.  En medio de todo el caos un simple pensamiento llegó a su mente.


 


- ¡Iakov!


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