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Your Small Wishes of a Thousand Cranes por Karasu_Seiko VI II I

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Notas del fanfic:

Autor: vaguesalvation

Publicación original: Your Small Wishes of a Thousand Cranes

Fecha: Octubre 16, 2011

-Oneshot-

Opinión personal: Quién no ama los fics que se centran en los inicios de la banda? Yo sí, mucho XD
Lo único malo es que regularme no aparecen Aoi o Kai, y éste no es la excepción; sólo se les menciona. Pero fuera de eso, me gustó bastante. Es algo simple, pero está bonito, lo juro~

Notas del capitulo:

Cuánto tiempo ; ;
Ya han sido 6 meses desde que publiqué por última vez, lo extrañaba.

Anteriormente había publicado ya este oneshot diciendo que lo fragmentaría en capítulos, pero resultó que tenía mucho menos tiempo libre del que pensaba. Jodida escuela. Como ya salí de vacaciones pude terminarlo y revisar errores, así que ahora lo subo completo. Es la primera vez que publicó algo largo! D:

Tengo otro anuncio, pero ese viene en las notas finales, por lo pronto vayan a leer XD

Solamente pasó esa única vez, incluso antes de que se hablara de Yuu y Yutaka, cuando eran sólo ellos tres, empezando desde cero. Literalmente sin nada de su parte, ya que había sido pateado fuera de su casa. Pero las cosas lucían bien; una luz al final del túnel y todos esos otros clichés que son usados para describir la ingenuidad adolescente, sosteniendo la absoluta certeza de que, a donde se dirigiera, los otros lo seguirían. Sólo tenía que escoger su destino.

Tenía exactamente 1500 yenes a su nombre, y la única ropa que llevaba con él era esa que había sido capaz de empacar en su mochila antes de dejar la casa de sus padres. Su cabello estaba desteñido, y tenía más perforaciones en una sola oreja que la mayoría de las chicas en dos. Era aceptado por unos pocos y se sentía bien con eso. No había necesitado mucha interacción social antes y el tipo de atención que atrajo no era para nada deseada.

Después se daría cuenta de que aceptación era justo lo que había estado buscando, pero eso sería luego de muchos años de recorrer su camino, siendo ya más minucioso en su auto-análisis y más fácilmente atento a la verdad. No obstante, en ese entonces todo trataba sobre hacer declaraciones acerca de la independencia y la importancia del éxito, de alcanzar sus metas, de hacer algo de sí mismos. 

Habían sido tan, pero tan jóvenes.

--

Las luces fluorescentes de la tienda de conveniencia hacían que la piel de Takanori se viera verde.

Se quedó parado en el pasillo con ramen instantáneo y barritas de granola sabor a fruta, preguntándose cuánto MSG podría ingerir antes de que su cuerpo decidiera devolverlo por él. Probablemente demasiado; era joven. Pensó en usar el dinero que había tomado antes de dejar su casa para comprar algo de pocky y una bolsa de frituras.

—¿Puedo ayudarte?

Se volvió, y encontró que el origen de la voz era un chico larguirucho, probablemente unos cuantos años mayor que él. Lucía agotado, y entonces Takanori se percató, gracias al gafete que llevaba en el pecho, de que su nombre era Hiro.

—Sólo espero a un amigo —dijo, cambiando su peso de un pie al otro y cruzando sus brazos sobre el pecho. Las mangas de su camisa eran suaves, gastadas.

Hiro parecía estarse debatiendo consigo mismo, tenía los ojos entrecerrados y sus labios formaban una mueca. —Bueno, no puedes simplemente quedarte aquí. Tienes que comprar algo. No puedo... no puedo dejar que te quedes.

Taka luchó contra el impulso de rodar los ojos y se mordió los labios para no decir algo que inevitablemente lamentaría más tarde. Sus ojos recorrieron el pasillo otra vez antes de decidirse por el lado en donde se encontraban las barritas. Sacó una bolsa de la estantería, el celofán crujió entre sus dedos, y luego mostró la parte frontal de la bolsa al empleado.

Hiro suspiró pesadamente. —Sólo... paga por eso antes de irte.

Asintió y observó a Hiro regresar a la caja registradora. Arrojó las barritas de nuevo a la estantería y metió la mano en su bolsillo, sacando su teléfono y abriéndolo de un tirón.

No se mostraron llamadas perdidas ni mensajes en la pantalla. Habían pasado casi tres horas desde que se fue de casa y todavía nadie había intentado contactarse con él. No esperaba mucho, pero tampoco había esperado que fuera nada en absoluto. Sólo reafirmó las palabras de su padre. Se preguntó si alguna vez sería recibido de vuelta.

No era que le importara, no tenía planes de volver de todos modos.

Alzó la vista al tiempo que la campanilla sonaba, notando a alguien adentrarse en la tienda. El sonido de la lluvia golpeando el pavimento en el exterior se hizo más fuerte antes de silenciarse de nuevo cuando la puerta estuvo en su lugar.

Era fácil reconocer a Tetsuya, con su cabello teñido y su sudadera de Nintendo, caminando más allá de los pasillos frontales para llegar hasta Takanori. Sus ojos oscuros se elevaron para trabarse con los de Taka, y Tetsuya sonrió radiante. La cara del rubio estaba mojada por la lluvia y la familiaridad hizo que el pecho de Takanori ardiera.

—Te tomó demasiado —dijo, cuando Tetsuya estuvo lo suficientemente cerca para escucharlo, con irritación fingida presente en su voz.

Tetsuya rió. —Mamá me dijo que tenía que lavar los platos antes de irme, así que jódete, ¿de acuerdo?

—Quizá después —respondió encogiéndose de hombros.

El rubio volvió a reír, entonces se trasladó a la parte trasera de la tienda, donde se encontraba la máquina de raspados. Taka juraba que, para alguien que declaraba tener aversión a los dulces, Tetsuya bebía una gran cantidad de raspados.

—Entonces, ¿qué pasa? —preguntó Tetsuya, alcanzando uno de los vasos de plástico más grandes antes de llenarlo hasta el borde con raspado rojo. Sabía que el otro chico prefería el azul, pero había estado atendiéndole su amor anormal por el sabor artificial de cereza a Taka desde hacía años.

Recargándose en una de las puertas del congelador, Takanori suspiró y respondió la pregunta de Tetsuya con un sonido evasivo y un encogimiento de hombros.

Los ojos del mayor se estrecharon y asintió hacia la bolsa de lona colgada del hombro de Taka. —¿Qué hay en la mochila?

—Sólo ropa y otras cosas. Algunos de mis cuadernos. Cosas que voy a necesitar después.

—Vaya, grandes planes para la ciudad —Tetsuya tomó un sorbo de su raspado. Cuando sonrió, sus dientes estaban manchados de rojo. Takanori se encogió de hombros y el rubio recargó su peso en su cadera—. Ya en serio, de toda la mierda que pudiste haber tomado antes de irte, ¿sólo fue ropa, y algunos cuadernos? Estoy seguro de que eres dueño de toneladas más que eso.

Era cierto, pero Taka se había limitado a reclamar lo que realmente consideraba propio dentro de la casa de sus padres. Así que había dejado la mayor parte de sus posesiones de cualquier valor monetario en su habitación, como una especie de recordatorio de que ya no necesitaba más de ellos. Ya no necesitaba que cuidaran de él, y definitivamente no necesitaba su dinero. Era inmaduro, lo sabía y sentía en lo más profundo de su ser, pero no le importaba. Taka no era nada sino consciente de sí mismo, pero había algunas cosas acerca de él que simplemente se negaba a cambiar.

—¿Conseguiste el boleto? —preguntó, tratando de sacudir de su mente los recuerdos de los últimos momentos en su hogar.

Tetsuya asintió frenéticamente acompañándose de su voz, metiendo la mano dentro del bolsillo de su pantalón y sacando un boleto de tren ligeramente arrugado. Se lo entregó a Taka y tomó otro sorbo de su raspado.

—Simplemente no puedo creer que de verdad lo estés haciendo, ¿sabes? —dijo el otro chico—. Quiero decir, seguro que hablaste de ello, pero... No lo sé, creí que sólo era palabrería.

Taka se encogió de hombros otra vez. Podría haber sido sólo palabrería para cualquier número de adolescentes con sueños de hacerla grande en Tokio, pero para él no era sólo un sueño, era una promesa que se había hecho a sí mismo.

Apretó el boleto entre sus dedos, sintió el calor de la piel de Tetsuya en el papel. No había mucho que extrañar acerca de su ciudad natal, pero sí algunas cosas que sabía que no podría reemplazar.

—Gracias por esto —dijo, y Tetsuya lo miró confundido a través de sus pestañas pintadas.

—No hay problema, hombre. Para eso estoy.

Asintió y se guardó el boleto en el bolsillo, luego sonrió con tristeza.

—Entonces —dijo, cruzando los brazos sobre el pecho y recargado su peso sobre la cadera—, ¿no tenemos una partida de Takken por jugar antes de irme?

--

Después de haber vivido en Yokohama la mayor parte de su vida, Taka había pasado mucho tiempo en la estación de tren en Shibuya. Estaba acostumbrado a los edificios altos con ventanas de piso a techo, a las luces de neón brillantes que nunca se apagaban, a las señales y el ruido.

Sobre todo, Taka estaba acostumbrado a estar rodeado de personas desde todas direcciones. Le gustaba la ciudad aunque sólo fuera por sus habitantes. Le gustaba el hecho de que podía caminar por la misma calle que un centenar de personas, las cuales con el tiempo serían millones y aun así el lugar parecía sentirse nuevo, fresco y emocionante.

Le gustaba la sensación de estar solo en una multitud, de rodearse de las vidas de tanta gente que hasta le era difícil distinguir dónde terminaba una y comenzaba otra. Todo era un desenfoque de ruidos, olores y presencias fugaces, donde su piel parecía sobresalir aún más contra el telón de esa neblina. Había una barrera entre él y el resto del mundo que consistía sólo de un conocimiento real: el conocimiento de su pasado, de sus sueños para el futuro. Estas personas no sabían nada de él, no en realidad, y él no sabía nada de ellos. Todos coexistían muy bien en esta ciudad a causa de eso.

El hostal estaba a pocas cuadras de la estación, y la tienda de tempura donde trabajaba como ayudante de camarero estaba a unas cuantas calles en dirección opuesta. Pasaba la mayor parte de su tiempo en esta área, cruzando de ida y vuelta. Sus turnos en la tienda eran largos y extenuantes, de tres de la tarde a media noche, cuando la tienda cerraba, de lunes a viernes.

Tenía los fines de semana y las mañanas para dormir, pero usualmente no lo hacía mucho. Pasaba las mañanas en la estación, mirando a la gente y escribiendo en el diario que se había comprado antes de dejar su casa. Los fines de semana estaban dedicados a conciertos, a clubes oscuros que olían a cigarro, a alcohol y equipo para los escenarios. A la determinación de conseguir posibles compañeros de banda y así poder desbancar esa música que era menos que mediocre. A ir a casa solo, decepcionado y dolorido, sólo para regresar a la tentativa rutina en la que se había convertido su vida.

--

—Matsumoto-kun, por favor, no te pago para que te sientes por ahí a hablar con chicas lindas —dijo Haruko, empujando una charola a sus brazos extendidos mientras ella regresaba por las puertas que daban a la cocina. Taka se tambaleó bajo el peso, sujetando un lado de la charola justo antes de que dos platos de vidrio mal colocados se desplomaran hasta el piso de linóleo.

Suspiró aliviado y reposicionó la charola en sus manos. Les sonrió a las dos chicas con las que había estado hablando antes, sabiendo que su cara estaba roja de vergüenza.

—Disculpen, señoritas —dijo—. Tengo que volver al trabajo.

—Fue un placer hablar contigo, Takanori-kun —le dijo una chica. Su nombre era Matsumaki Kiyoko y había estado en un año superior a él en la escuela privada de Yokohama. Su cabello estaba teñido de un castaño claro natural y llevaba puesto un montón de maquillaje. Golpeteaba con sus uñas perfectas la mesa y sonreía mientras esperaba, con su amiga de la escuela, por la comida que planeaba llevar a su apartamento universitario. Ella era todo lo que amaba y odiaba acerca del dinero que salía del distrito de negocios de Yokohama.

—Igualmente —respondió, dirigiéndose hacia la cocina—, pasa de nuevo cuando tenga más tiempo.

Se abrió paso a través de las puertas de vaivén y los otros pocos trabajadores en la cocina para llegar al lavabo. Dejó la charola y su contenido en el mostrador y sumergió sus manos en el agua humeante para poder alcanzar los platos remojándose en el fondo.

Inmediatamente deseó no haberlo hecho.

Siseando, conteniendo maldiciones que amenazaban con rasgar su garganta, sacó sus manos por reflejo. Sus ojos estaban cerrados con fuerza y apretaba sus dientes debido al dolor de su piel ardiendo.

—Lo siento, chico —escuchó una voz burlona detrás de él—. Traté de advertirte, pero llegaste hasta aquí muy rápido.

Se volvió hacia Tomo, mirándolo enfurecido. —¿Por qué el agua está tan caliente?

El hombre se encogió de hombros. —Había algo de grasa que no podía quitar de una cacerola, así que la estaba dejando remojarse.

—Ese es mi trabajo —No le quitaba los ojos de encima a Tomo, pero éste no parecía perturbado—. ¿Por qué no me dejaste hacerme cargo de ello?

Tomo rió. —Bueno, tú no estabas precisamente haciendo tu trabajo tratando de ligarte a esa zorra ahí afuera, ¿no es cierto?

Taka pensó que no valía la pena meterse en problemas con Haruko por decirle a Tomo, en términos no muy agradables, que no estaba tratando de "ligarse" a nadie; y si a Tomo le parecía, podía irse a morir en un horrible accidente de tren. Tentador, pero no valía la pena el problema.

—Como sea —Prefirió decir, rodando los ojos y regresando al lavabo. Bajó la mirada a sus manos. La piel ahora estaba ligeramente roja, y en realidad no le dolía tanto. Probablemente ni siquiera habría salido lastimado si en primer lugar hubiera sumergido sus manos de una forma más gradual.

El resto de su turno pasó frustrantemente lento y monótono. Se las arregló para derramar sólo la mitad de una charola de tazas de té frente a cerca de veinticinco personas, pero Haruko le había enviado fuera a fumar para calmarse antes de que realmente se rompiera y comenzara a llorar como si apenas estuviera en su segunda semana. Cuando regreso adentro, el desastre ya había sido limpiado; pero Momo, una mujer mayor que llevaba sirviendo de hacía casi diecisiete años, susurraba con condescendencia a sus compañeros de trabajo cada vez que sabía que él podía escucharla.

Haruko le había preguntado qué le pasaba, pero él sólo había sacudido la cabeza, diciéndole que todo estaba bien, que sólo estaba cansado, y que iba a tratar de ir a la cama más temprano esa noche. Ella le había desestimado el problema con bastante facilidad. No era como si Taka hubiera mentido. No había dormido mucho. Alguien había tirado de la alarma de incendio esa mañana y después de que quedó claro que no había ningún peligro cercano, Taka ya había estado despierto el tiempo suficiente como para no poder volver a conciliar el sueño.

Caminó solo de la tienda a casa, con su mochila colgada del hombro derecho y un cigarrillo en la mano izquierda. Pasó por la gente en silencio y ellos lo dejaron con sus pensamientos y su nicotina. Hacía frío y había dejado su chaqueta en el hostal por la mañana. Se estremecía y sus dientes castañeaban, deseó que la primavera llegara pronto. No creía que cambiaría mucho, pero su vida podría ser mejor si tan sólo no estuviera tan frío todo el tiempo. No tenía el dinero suficiente para conseguir un abrigo apropiado. Apenas tenía el dinero para comer y dormir bajo un techo.

Esto no era en lo que había pensado que se convertiría su vida cuando yacía despierto en su casa en Kanagawa. Había soñado con algo más, había soñado con la libertad y el entendimiento. Esto no era libertad, y la única cosa que entendía mejor era el aprecio por las necesidades de la vida.

Se las tenía que arreglar solo, día con día, porque era demasiado terco como para admitir que había cometido un error; demasiado independiente como para admitir que necesitaba de alguien, quien fuera, para que lo ayudara.

No había sido parte de una banda en casi un mes y el deseo de tocar, para verter su frustración en algo que pudiera escuchar y sentir físicamente, era abrumador. Lo devoraba lentamente y él se despertaba cada mañana con más huecos, más vacío que antes.

Pensó en detenerse en la estación, en escribir, en todas las metáforas oscuras y el simbolismo enfermo. Pero el cansancio hizo su visión borrosa y sus movimientos lentos. Así que continuó hasta las puertas del hostal y tropezó con sus propios pies hasta llegar a su cama.

Dejó su mochila en el suelo.

--

Taka soñaba en blanco y negro.

No comprendía ni siquiera por qué lo sabía, sólo que cuando se despertaba por la mañana y los últimos restos de su sueño estaban escurriéndose de su mente, las imágenes fugaces eran todas en diversos tonos de gris.

Se preguntó qué podría significar el que su subconsciente fuera incapaz de producir color. Tal vez no era incapaz; tal vez simplemente se rehusaba. No creía que fueran normales estos sueños sin color, sin la vitalidad de la vida. Tampoco creía que fueran muy saludables.

Pero él no era precisamente el mejor ejemplo de salud mental, por lo que probablemente no debería dejar que le molestara.

Había dormido bien la noche anterior, estaba tan exhausto por el trabajo y su vida que se había tirado en su colchón sin contemplaciones, permaneciendo sin moverse durante toda la noche. Al levantarse, se tronó sus articulaciones adoloridas hasta devolverlas a su lugar y se sentó en la cama, cuidándose de no golpear su cabeza contra la litera.

Se frotó los ojos y se pasó los dedos por el cabello hasta que estuvo satisfecho, cuando ya no parecía como si un niño hubiese estado masticándolo por horas. Se había quedado dormido con los pantalones del trabajo puestos, pero su camisa estaba tendida en el suelo al lado de la cama. Casi sacó el teléfono de debajo de la almohada para comprobar la hora, antes de recordar que había estado apagado desde hacía una semana, por lo que no se había molestado en cargarlo. Maldijo en voz baja y balanceó sus piernas por un lado de la cama.

Bajo su cama, mantenía la más grande de sus dos bolsas. Contenía principalmente cualquier cosa que no pudiera cargar en su pequeña mochila de lona que llevaba de ida y vuelta con él al trabajo. En uno de los bolsillos delanteros estaba su reloj.

—Gracias a Dios que es sábado —murmuró para sí mismo, con voz áspera y sin uso. Ya eran las cuatro y media de la tarde, y si hubiera sido un día entre semana, ya estaría tarde para el trabajo.

Estaba justo a tiempo para ir a verificar los clubes locales para ver quién tocaba esa noche.

Pronto tendría que lavar la ropa de nuevo, lo decidió mientras volvía a remover el contenido de su bolsa. La última vez que había ido a la lavandería había sido hacía casi dos semanas, por lo que había estado usando camisetas sucias durante los pasados días.

Sacó una camiseta amarilla descolorida del fondo de la bolsa y la sostuvo contra su nariz. Al menos no olía mal, así que la introdujo por su cabeza y deslizó los brazos por las mangas.

Metió la bolsa bajo su cama y se levantó. Sus piernas estaban entumecidas por haber permanecido en la misma posición durante tanto tiempo y, cuando caminó, su tobillo amenazó con darse por vencido. Se sostuvo en la pequeña mesa que había entre su litera y otra. Estaba agradecido de que nadie estuviera alrededor para ver su caída próxima.

Tomó su gorro de lana y la mochila que había dejado en el extremo de su cama la noche anterior, antes de hacer su camino por el largo pasillo hasta las puertas que daban al exterior. Muchas de las literas estaban ya vacías, y se preguntó cómo había sido capaz de seguir durmiendo con tantas personas empacando sus cosas y yéndose. Pero estaba tan acostumbrado a las personas que entraban y salían del lugar, que incluso si se hubiera despertado, no habría pensado nada de tanto movimiento.

Se colgó la mochila sobre el hombro mientras caminaba pasando a Risako, la dueña del hostal. Era una mujer corpulenta, con facciones delicadas. Siempre lucía kimonos muy elaborados y el cabello recogido en un moño apretado que le quedaba en la parte superior de la cabeza, sujetado con palillos. Takanori sólo podía asumir que los trajes eran para impresionar a los turistas que pasaban por ahí, ignorantes del hecho de que no había habido una sola geisha en Japón por al menos unos cien años.

Aun así, supuso que era divertido mirarla.

Risako reparó en él cuando éste empezó a salir de su pequeño establecimiento. Takanori tenía la esperanza de que sería capaz de evitar hablarle hasta más tarde en el día. Ella tenía una tendencia a relajarse mientras más tiempo pasaba desde que se hubiera despertado. De cualquier forma, ahora se dirigía hacia él, luciendo menos que alegrada ante su presencia.

—¿Por qué sigues aquí? ¿Aún no has conseguido una vida? —Se puso en la punta de sus pies en un intento de nivelar su cara con la de él—. ¡Olvidaste pagarme lo de anoche! No creas que tienes un trato especial sólo por ser japonés.

—Discúlpeme, Risako-san.

Taka temía que fuera a golpearlo. Lo había hecho varias veces en el pasado. Generalmente era cuando olvidaba pagarle su noche de estancia. Estaba muy agradecido con ella; había hecho por él más de lo que todos los propietarios de hostales juntos en ese distrito harían. Incluso le dio un descuento de doscientos yenes porque había estado viviendo ahí durante mucho tiempo.

—No te lo dejaré pasar más. Los otros inquilinos comenzarán a pensar que me gustas.

—Sí, Risako-san

—Espero el dinero para antes de media noche o te echaré de aquí. Te he dado suficientes oportunidades como para cincuenta inquilinos.

—Se lo daré, Risako-san.

La mujer se fue sin decirle una palabra más para saludar a una joven pareja americana que acababa de entrar. Takanori rodó los ojos ante su acento inglés excesivamente exagerado y salió del hostal justo cuando ella estaba ofreciéndoles un descuento de mil yenes por ser una “feliz pareja recién casada”. Eso le hizo reír.

Los extranjeros eran realmente estúpidos.

La áspera luz del sol le dio en la cara mientras emergía del callejón ensombrecido. Deseó haber tenido un par de lentes de sol geniales, como las que vio que Sugizo usaba durante el comentario más reciente de Luna Sea. Se recordó a sí mismo que probablemente ya no estaba considerado como reciente. A veces se le olvidaba que habían pasado casi dos meses desde que se había ido de casa, dos meses sin estar conectado a la industria de la música fuera de las bandas de mierda que escuchaba fin de semana tras fin de semana.

Regresó de golpe a la realidad debido a que casi se topa con una mujer mayor que paseaba a su perro. Ella dijo algo acerca de que la juventud era desconsiderada y Taka sintió ganas de gritarle alguna especie de obscenidad, pero al final decidió no hacerlo. Era mejor no ceder a lo que la gente esperaba de él.

Sólo era vagamente consciente de lo que estaba haciendo. Se había despertado más tarde de lo normal, así que no creyó tener el tiempo suficiente para hacer todo el camino hasta Ebisu por su ramen favorito y todavía ir de regreso antes de que comenzara el talento local. Cada segundo que perdía era un segundo que podría conducirlo a su gran oportunidad.

Se acordó de un puesto de barbacoa del que había escuchado hablar a Tomo el otro día con un cliente. No había comido algo así en mucho tiempo, además estaba cerca. Supuso que podría ir a probar. Pensó que, después de lo de ayer, las cosas en realidad no podían empeorar.

Eso, por supuesto, resultó ser una equivocación en los pocos minutos que le tomó a Takanori sacar su billetera de su mochila antes de comprar comida. La dejó abierta en la palma de su mano, anticipando el gran fajo de billetes que había estado ahorrando. Pero en lugar de dinero, no encontró nada más que cuero oscuro.

No había nada.

Una semana de ahorros. Una semana de apenas comer. Una semana de trabajar más duro que ninguna otra vez en su vida. Una semana de poco sueño y más frustración de la que pensaba era posible.

Nada.

Seguramente había sido un extranjero imbécil, quien ahora estaría de camino al otro lado de la ciudad.

Taka estaba más allá del punto en el que podía sentir algo. Estaba entumecido, con la mente en blanco. No podía pensar en nada más que hacer salvo quedarse ahí parado en el medio de la acera mirando el suelo.

De pronto lo asaltó una sensación incómoda en el estómago. Estaba muy hambriento. Contempló caminar a la tienda de tempura. Sabía que si rogaba lo suficiente, Haruko eventualmente le daría algo de comer.

Su orgullo ganó y decidió que sería mejor si sólo iba a la casa de lives a deambular hasta que el espectáculo comenzara.

Necesitaba algo con qué distraerse de cuán horrible su vida se estaba volviendo.

--

Su tiempo en Tokio no había sido completamente infructuoso. Durante las semanas había ido a tantos conciertos como su horario y su necesidad de dormir se lo permitían. Había conocido personas, muchas personas, y a pesar de nunca haberse considerado a sí mismo como alguien sociable, había hecho un razonable número de amigos. La mayoría de esos amigos estaban ligados a la música. Lo mejor de tener ese tipo de amigos era que casi nunca requería pagar para ver a las bandas locales.

Esa noche estaba excepcionalmente agradecido a este hecho, ya que al menos le había dado algo por lo que esperar.

Era un club pequeño, apenas más grande que el sótano de la casa del padre de Tetsuya en Yokohama, y no había mucha gente. La banda era conocida lo suficiente como para haber reunido una pequeña multitud, eran unos veinte —tal vez treinta— adolescentes con demasiado maquillaje y tintes decolorados. Se sentía cómodo en ese grupo de marginados, y también se sentía disgustado de sentirse cómodo. La ironía era una parte fundamental de su vida. 

Su estómago rugió de nuevo. Había perdido la cuenta de las veces en las que había tenido que ahuyentar su hambre. No era como si no hubiera pasado un día sin comer anteriormente. No era como si se fuera a morir por perderse una comida.

Era mejor que admitir que había fallado.

El nivel de sonido en el pequeño lugar aumentó unos cuantos decibelios mientras la banda a presentarse tomaba sus posiciones en el escenario. Taka nunca los había visto, pero había escuchado que eran bastante buenos. Algunos de los rumores que circulaban eran que estaban por tener algún tipo de lanzamiento limitado de un EP. 

Esperaba no ser decepcionado, no estaba seguro de cuánto más de eso podría soportar en un día.

Taka comenzó a aproximarse al escenario. No quería estar demasiado cerca; ser empujado contra gente extraña no era exactamente su idea de algo agradable, pero quería estar lo suficientemente cerca para ser capaz de escuchar la música. El equipo de sonido en ese lugar no era precisamente material de gran calidad.

Cada que iba a un concierto trataba de buscar a alguien que estuviera ahí por la misma razón que él o que, por lo menos, lo pareciera. Una vez que encontraba al individuo que consideraba más interesante, le gustaba acercarse. Sólo por en caso de que estuviera buscando un nuevo compañero de banda. O supiera de alguien que lo estuviera.

Cuando se tomó un momento para pensar en ello, se dio cuenta de qué tan patéticas podían llegar a ser sus tácticas.

Rápidamente escudriñó a los ocupantes que no se habían lanzado hasta el frente del escenario. Fuera de las cinco personas que tenía para elegir, estaba más intrigado por un chico alto y de cabello oscuro que estaba parado en un extremo izquierdo de la sala. Tenía los brazos cruzados con fuerza frente a él y estudiaba el escenario. El tipo parecía serio.

Takanori se acercó casualmente, tratando de no ser muy obvio. El chico no pareció notarlo y la banda comenzó a tocar.

Después de la primera canción, Takanori estuvo sorprendido de que la banda hubiera podido entusiasmar a toda la gente. De ninguna manera eran perfectos, pero eran la mejor banda que había escuchado desde que llegó a Tokio. Y había escuchado un montón de bandas.

Los guitarristas trabajaban bien juntos y no opacaban al un tanto decente vocal. Eso era mucho decir, tomando en cuenta la calidad del sonido. Había tenido dificultades para escuchar al bajista.

Pero ninguno de ellos se comparaba al batero.

A medida que la canción llegaba a su fin, escuchó al chico a su lado decir algo para sí mismo.

—Si yo tuviera un baterista así de bueno, mi vida sería jodidamente fácil.

Takanori no trató de esconder el hecho de que lo había escuchado. El chico habría querido que así fuera; porque incluso cuando la gente decía lo que pensaba, no lo hacía así de fuerte. Lo miró y le sonrió un poco.

—¿Necesitas uno?

El chico alzó una ceja. —Depende. ¿Eres bueno?

—Me gusta pensar que sí.

—Habla conmigo después del concierto.

Takanori sonrió mientras una ola de adrenalina corría a través de él. Había pasado casi un mes desde que tuvo a alguien con quien tocar. El pensamiento le fue suficiente para olvidar sus recientes desgracias mientras disfrutaba del resto de las bandas establecidas.

--

El nombre del chico era Takashima Kouyou.

Era un guitarrista y tenía un sitio que estaba a dos paradas de tren de distancia del hostal. Era alto y delgado, con un cabello largo y oscuro, y una mandíbula cuadrada. En general caminaba lentamente, y hablaba con una voz profunda. Le dijo a Taka que había estado buscando miembros nuevos para su banda, Karasu, durante cerca de cuatro meses. También era de Kanagawa.

Dejaron el club juntos y Taka sentía su estómago encenderse con emoción a cada minuto que transcurría. Había pasado mucho tiempo desde que tuvo a alguien con quien hablar de música. Incluso con sólo unos pocos momentos en los que habían hablado, Taka pudo sentir una conexión. Kouyou era diferente, era mejor que los otros que había conocido antes.

Aunque aún no quería poner sus esperanzas en alto. Recientemente había estado decepcionado demasiadas veces y se mostraba aprensivo acerca de cuándo esta pequeña racha de buena suerte terminaría. Ya había tenido su porción de fortuna esa noche. Era tiempo de que su vida volviera a su desaliento original.

Y llegó a él en forma de un gran bolso en los escalones de la entrada del hostal. Por un momento, todo lo que Takanori pudo hacer fue quedarse parado en el medio de la acera mirando su bolso, demasiado aturdido para hablar siquiera.

—¿Ésta es tu parada? —preguntó Kouyou, posicionándose a su lado.

Taka se burló y sacudió la cabeza con incredulidad. —No más, ya no lo es.

Subió las escaleras de dos en dos y se arrodilló junto a su paquete. Inspeccionó todos los bolsillos para asegurarse de que Risako no hubiese dejado nada en su litera. Suspiró pesadamente y se desplomó contra la pared.

¿Qué iba a hacer ahora?

—¡Mierda! —gritó, golpeando su puño contra el escalón de concreto en el que había quedado sentado.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Son tus cosas? —Kouyou lo había seguido por las escaleras y ahora estaba apoyado en la pared.

Taka sólo pudo asentir. Quería llorar, pero no lo haría. Quería demandarle a Risako dejarlo quedarse una noche más, pero no podía. Estaba demasiado endeudado con ella como para pedirle favores ahora.

—Le debo dinero a la dueña. Me ha estado dejando quedarme gratis desde la semana pasada, pero me dijo que estaba fuera si no le pagaba antes de la media noche de hoy —explicó—. Supongo que no esperaba que de verdad cumpliera su amenaza.

Kouyou lucía confuso. —¿No puedes pagarle ahora? Es sólo la una y media.

Taka casi se rio de la simplicidad del plan. Pensó en simplemente decirle que eso era lo que iba a hacer, entonces podría esperar a que Kouyou desapareciera por la esquina de la calle antes de hacer su camino a otra parte de la ciudad para buscar algún lugar dónde dormir durante el fin de semana.

—No puedo —dijo en su lugar—. Todo mi dinero fue robado anoche.

Kouyou se volvió para mirar por la calle, una expresión de dolor retorcía sus facciones. Suspiró y se rascó la parte trasera de la cabeza. —Bueno —dijo—, sé que no nos conocemos mucho, pero tengo un sofá que podrías usar. No es lo ideal, pero es gratis.

Taka parpadeó atontado por un rato. —¿Es... es en serio?

Kouyou se encogió de hombros, como si ofreciera su apartamento a completos extraños todo el tiempo. —No vas a tratar de matarme mientras duermo, ¿o sí?

Con eso, Takanori sonrió y se puso de pie, envolviendo su mano alrededor de la correa de su bolso y echándosela al hombro. —No te preocupes. Si voy a matarte, me aseguraré de que estés despierto.

—Es todo lo que pido.

Taka rio de nuevo y siguió a Kouyou escaleras abajo. No hablaron durante el resto del trayecto a la estación de tren.

--

—Entonces, ¿cuántos años tienes? —preguntó Kouyou mientras salían de la plataforma y ascendían las escaleras a una parte de la ciudad con la que Takanori no estaba familiarizado.

—Dieciocho.

—¿En cuántas bandas has estado desde que te mudaste aquí?

—No sé. Fui el sustituto de alguien como por cinco minutos mientras el verdadero baterista estaba fuera drogándose, o algo así. Creo que esa es mi historia favorita.

Kouyou se echó a reír. Metió sus manos en los bolsillos y sacó un paquete de cigarrillos. Colocó uno entre sus labios antes de ofrecerle a Takanori, quien no dudó en tomarlo.

Inhaló profundamente y sintió su cuerpo relajarse.

Kouyou miró hacia el cielo mientras caminaban. Taka no estaba seguro de lo que el chico miraba. Era imposible ver nada además de unas cuantas nubes que estaban teñidas de un rojo ceniza debido a la contaminación de luz.

—¿Y cuál es tu plan B? —preguntó Kouyou de repente.

—¿Eh?

—Ya sabes, si todo eso de la música no funciona, ¿qué harás entonces?

Takanori fue tomado por sorpresa. Nunca le habían preguntado eso. —Supongo... supongo que en realidad no tengo uno.

Kouyou se rio y soltó humo en el aire sobre sus cabezas. Pintó el aire de un espeso gris por un momento antes de desaparecer. —Tampoco lo tenía al principio, pero después de un tiempo pensé que sería inteligente buscar al menos una cosa que pudiera hacer por si esto no funcionaba.

Taka levantó sus manos hasta detrás de la cabeza y bostezó. —Bueno, si esto no funciona, estoy bastante jodido. Ni siquiera terminé la secundaria.

Kouyou lo miró enarcando las cejas un poco, probablemente por sorpresa. Taka estaba acostumbrado a eso. Un montón de gente le había dicho que era un estúpido por dejar la escuela sólo para perseguir un sueño adolescente. Se lo esperaba ahora.

Pero Kouyou simplemente volvió a mirar al cielo y dijo: —Vaya, sí que vas en serio.

Y en verdad iba muy en serio con la música. Sabía desde el momento en que su hermano le había dejado escuchar esa vieja cinta que quería ser músico. Lo quería tanto que estaba dispuesto a trasladarse a la gran ciudad sin un diploma, a estar sin comer, a dormir en la misma habitación que cuatro o cinco extranjeros cada noche durante semanas.

La música era su vida, su destino.

El apartamento de Kouyou no era uno en el que Taka hubiera soñado vivir, pero definitivamente era mucho mejor que un hostal barato donde tenía que pagar renta cada noche. Era simple. Una habitación, un baño, una sala y una cocinita con un hornillo eléctrico y un microondas. Había una televisión pequeña puesta en la parte superior de un refrigerador de tamaño personal y un sofá de un verde espantoso acomodado en la parte posterior de la sala principal. Enfrente de él había una mesa de café, adornada con varios ceniceros repletos.

No era mucho, pero podía decir que Kouyou y su compañero de piso habían trabajado duro por ello. Por eso, su respeto por el chico creció en gran cantidad.

Un pequeño bulto gris que estaba acostado en el sofá se movió cuando ellos entraron en la habitación. Otro chico, que lucía más joven que Taka, se sentó y asomó su cabeza de debajo de la manta. En la oscuridad, su cabello parecía casi blanco, y su ropa era varias tallas más grande de lo que necesitaba.

—Ese es Akira —dijo Kouyou—. Está enfermo. Es por eso que no estaba conmigo esta noche. Toca el bajo.

Akira se veía confundido y cuando habló, su voz sonaba suave y forzada. —¿Quién eres?

Antes de que Taka pudiera responder, Kouyou lo tomó por el hombro, zarandeándolo ligeramente. Taka tuvo la clara impresión de que el chico no era consciente de lo fuerte que era. —Va a ser nuestro nuevo baterista.

El ruibio asintió y levantó uno de sus pulgares escondidos al aire. La manta se levantó simulando una tienda de campaña en donde sobresalía su mano. —Genial.

Se dejó caer hacia atrás en el sofá y cayó dormido antes de que Taka pudiera darse cuenta.

Kouyou habló de nuevo a espaldas de él. —Le di algo de medicina para noquearlo. Es la única forma de hacerlo dormir cuando está enfermo.

Takanori asintió y siguió a Kouyou a la cocina, luego se sentó en uno de los taburetes acomodados contra la pared. Se sentía extrañamente cómodo, casi como si no acabara de seguir a un completo desconocido a su diminuto apartamento después de conocerlo en un diminuto club.

Supuso que eso es lo que ser un músico le hacía a una persona. "Demasiado personal" adquirió un nuevo significado. Todos estaban fuera por la misma cosa, y todos estaban dispuestos a ayudarse unos a otros. Porque, ultimadamente, lo que era más importante que el logro individual, era que la música continuara. El visual kei era ir contra el sistema, contra eso que les habían inculcado desde que eran niños. Mientras su mensaje estuviera siendo transmitido, al final no importaba quién lo estuviese transmitiendo.

Se sentaron en silencio por un rato, y aunque Taka normalmente podría ser considerado una persona tranquila, se encontró con ganas de romperlo. —Así que... la banda de esta noche, eran bastante decentes. ¿Cuál era su nombre?

—Mareydi+Creia.

—Jesús, ¿de dónde sacan esos nombres? Todos son jodidamente raros.

Kouyou se encogió de hombros.

—Así que has conocido a... —Taka se interrumpió, sentía extraño llamar al otro chico por su primer nombre, pero no sabía otra forma para llamarlo. Señaló en dirección al sofá, esperando que Kouyou captara su indirecta.

—¿Akira?

—Sí. ¿Lo conoces desde hace mucho?

Kouyou asintió. —Desde primaria. Su apellido es Suzuki, por si te lo estabas preguntando.

El otro se echó a reír. —¿Sabes?, todo el tiempo se escucha de qué tan común es el apellido Suzuki, pero yo nunca había conocido a uno.

Kouyou no respondió. Se bajó del taburete y caminó hacia la habitación contigua mientras hablaba: —Estoy cansado. Moveré a Aki para que puedas dormir en el sofá.

Taka miró cómo Kouyou sacudía gentilmente al rubio para despertara lo suficiente para poder caminar de regreso a la habitación. Se preguntó si esos dos estaban juntos de forma romántica. Sabía que no era lo más probable, después de todo se habían conocido durante mucho tiempo. Se imaginó que después de tanto, las personas se convertían en algo así como familiares.

Envidiaba tal sentimiento.

--

Eran buenos. Más que buenos. Eran perfectos. No tanto en el sentido literal, pero comparados con otros a los que Taka había estado escuchando tocar durante las semanas pasadas, Kouyou y Akira eran exactamente lo que estuvo buscando. Tenían talento, y en realidad eso era todo lo que había estado buscando durante años.

Los dedos de Akira eran ágiles y rápidos a lo largo de las cuerdas de su bajo, y la guitarra de Kouyou parecía ser una extensión más de sus brazos. Taka consideró la idea de que su cerebro estaba exagerando las cosas por él para saciar su insistente esperanza. Pero ya no le importaba mucho. Podían tocar, eran buenos, y él estaba siguiéndolos a su pequeño espacio de prácticas donde un equipo de batería sería preparado para que lo utilizara en su audición.

Había estado quedándose con ellos por casi una semana durmiendo en el feo sofá verde de su sala. A Akira le había llevado aproximadamente la mitad de ese tiempo recuperarse de su resfriado, así que Taka en realidad no había llegado a conocerlo aún, y Kouyou trabajaba mucho. La mayor parte del tiempo, como cuando no estaba con Haruko, era dejado a su propia suerte. Y consideraba que eso le venía bien.

Kouyou y Akira eran cercanos, demasiado. Todo eso se hizo evidente bastante rápido y para los primeros días que se quedó con ellos, Taka casi se convenció a sí mismo de que su suposición inicial de que no eran una pareja era errónea. Sin embargo, un miércoles por la noche, Kouyou salió con una linda chica que trabajaba con él en el mercado, y Akira había rodado los ojos mientras le decía: «no te sorprendas si la trae de vuelta cuando regrese. Si eso sucede, voy a dormir contigo».

Siguió detrás de ellos en la acera, en silencio, mirando a los edificios de los alrededores pasar. Tiró de una de las mangas de la camiseta que llevaba puesta. Era de Kouyou y le colgaba suelta por los hombros. El mayor le había dejado tomarla prestada porque aún no había tenido tiempo de ir a lavar.

Estaba más agradecido con los dos que caminaban delante de él de lo que pudiera decir con palabras. Se había ofrecido para ayudar a pagar la renta de ese mes. Kouyou se había reído y le dijo que no lo detendría si aún se quedaba con ellos para cuando el inicio del mes llegara, pero que hasta entonces dejara de preocuparse por ello. Taka esperaba que el mayor no sólo estuviese teniendo compasión por él. No reaccionaba bien a la compasión. Y ciertamente no la necesitaba de un chico que seguía recibiendo un sustento mensual de sus padres. No se lo había dicho, pero había comenzado a prestar más atención a sus conversaciones. No le era difícil reconocer cuando las personas no lo querían cerca. Esperaría a que dejaran de ser pacientes con él, y entonces se iría.

Fue sacado de sus pensamientos por el sonido de un andar pesado. Miró para encontrarse con que Akira había desacelerado el paso para caminar junto a él. Kouyou todavía estaba en el frente.

Akira era un chico pequeño, más alto que Taka pero no tanto como Kouyou. Tenía el cabello teñido de un rubio claro y sus labios se curvaban en las esquinas. Taka asumió que, en unos cuantos años más, Akira se ensancharía y su cara redonda se alargaría y sería más angulosa. Ahora estaba atrapado entre una apariencia de niño y de hombre, y a veces lucía extraño. Pero en unos cuantos años, Akira sería muy atractivo.

—¿Nervioso?

—¿Hmm? —preguntó, confundido.

Akira rio. —Hemos estado buscando un batero por mucho tiempo. Kouyou es muy impaciente. Yo estaría nervioso.

En realidad no lo había pensado hasta ahora. Es sólo que había estado tan emocionado por ser capaz de tocar de nuevo que la anticipación había eclipsado cualquier ansiedad. Pero ahora que Akira lo mencionaba, su estómago estaba un tanto inestable.

—Un poco, supongo.

Akira le sonrió. Siempre estaba sonriendo.

—Traté de tocar guitarra cuando era más joven —le dijo—, aunque no pude hacerlo. No tomé un bajo sino hasta mi último año de secundaria, cuando Kouyou dijo que iba en serio con eso de hacer una banda.

—¿Por qué bajo?

Akira se encogió de hombros y todo su cuerpo pareció moverse por la acción. —No puedo mover mis pies y mis brazos al mismo tiempo, así que la batería quedaba descartada; y no tengo una gran voz, pero...

Taka asintió. —Pero no querías que Kouyou hiciera una banda sin ti.

—Exacto.

—Aunque eres bueno —dijo Taka, y se maravilló de lo fácil que parecía elogiar a este chico, de lo fácil que se podía hablar con él.

—He practicado mucho —Akira jugaba con el cierre de sus sudadera—. Tú también serás bueno.

Entonces fue el turno de Taka de reír. —Demasiada confianza en alguien que ni siquiera conoces.

El chico rio de nuevo, y el sonido fue como luz bailoteando alrededor de Taka. Hizo aparecer destellos de amarillo y azul a través de su visión y sintió que sus músculos se aflojaban considerablemente. Ni siquiera se había percatado de que estaba tenso.

—Mamá siempre ha dicho que tengo la peor suerte en buscar amigos. Me atraen las personas que son mala influencia —explicó Akira, agitando sus manos en el aire—. Dijo que uno de estos días iba a llevarme una sorpresa desagradable. Aunque aún no me han hecho daño.

Taka repentinamente deseó poder ser tan confiado, pero el realismo llegaba sólo con la ausencia de fe ciega en las propias capacidades.

—Espero que estés en lo correcto, Suzuki-kun.

Akira seguía sonriendo cuando le dijo: —Llámame Aki.

--

No regresó a saldar su deuda con Risako sino hasta casi tres meses después de dejar el hostal. No sabía cuándo se había mudado "oficialmente" con Aki y Kouyou, pero después de esa primera noche simplemente continuó regresando, y ellos siguieron recibiéndolo. Aún estaba trabajando para Haruko y todavía empleaba mucho de su tiempo en la estación de tren, mirando a la gente y escribiendo en sus cuadernos.

Cuando no estaba trabajando o escribiendo, estaba practicando. Y en algún momento entre el final de Karasu y la formación de Ma'die Kusse, tuvieron que encontrar un otro lugar para practicar.

El sitio nuevo para practicar estaba a sólo unas cuantas cuadras de distancia del hostal de Risako, así que tenía que pasar por el viejo edificio cada vez que se reunía con los otros. No era que se hubiese olvidado de la vieja, pero tener que cruzar delante de su establecimiento casi todos los días durante dos meses le recordó que todavía le debía mucho.

Estaba lloviendo el día en que decidió que había ahorrado lo suficiente para pagarle. Y caminó desde la estación hasta el hostal cubierto bajo un paraguas transparente. Las gotas se aferraban al plástico, negándose a aflojar su agarre. Lo creyó conveniente, era un espectáculo de determinación que igualaba la suya.

Subió los escalones y abrió la puerta. Una campanilla por encima de él repicó en señal de su llegada.

La pequeña mujer estaba vistiendo uno de sus acostumbrados kimonos, su cabello suelto colgaba sobre sus hombros. Estaba examinando algunos papeles de trabajo mientras él se acercaba al escritorio.

Sus ojos se alzaron y así pudo ver quién se acercaba a ella. Al principio, su expresión fue difícil de leer, era casi como si no estuviera viendo nada, pero después de un rato sus cejas se cruzaron y saltó de su asiento.

—¡Cómo te atreves, Matsumoto Takanori! —Bordeó el escritorio y procedió a golpearlo con el pequeño abanico de papel que guardaba en su manga.

Taka retocedió. —Oiga... ¡Oiga! He venido a traerle su dinero.

Risako bajó su abanico e hinchó el pecho. A Taka le recordó a un pájaro que trataba de espantar a algún tipo de enemigo. Cuando habló de nuevo, su voz estaba más calmada, pero aún conservaba el mismo tono agitado. —¿Crees que está bien sólo irte sin decir palabra y luego mostrarte, de la nada, tres meses después? ¿Es acaso tu meta darle un ataque al corazón a esta vieja?

Taka la miró confundido. Abrió la boca para decir algo, pero ella lo interrumpió.

—Ahora no me importa ese dinero. Guárdalo. El cielo sabe que lo necesitas más que yo. Pero, en su lugar, espero que vengas al menos una vez a la semana y me dejes saber que estás bien. ¿Entiendes?

El chico la miró asombrado. La Risako que él conocía jamás le habría dicho algo así de lindo a sus inquilinos, especialmente a alguno le debía tanto dinero como él.

—No... no entiendo.

Risako regresó a su silla detrás del escritorio y continuó con su montaña de papeleo. —No tienes que entender, niño. Es sólo algo que los ancianos hacemos.

Mientras ella no levantaba la vista de su escritorio, Taka intentó deslizar el pequeño sobre con dinero sobre la superficie, pero ella lo golpeó hasta que se detuvo. Después de otro débil intento, Taka se rindió y pensó que si ella realmente no lo quería, no tenía sentido obligarla a tomarlo.

Suspiró, diciéndose a sí mismo que simplemente tendría que regresar en una ocasión diferente a tratar de darle el dinero, si es que lo tenía. Sin una palabra más, se encaminó fuera del hostal, inconsciente de la tenue sonrisa dibujada en la cara de Risako.

--

Akira dormía como si estuviese muerto. Eso era, si es que los muertos producían suficiente calor como para mantener un pequeño cuarto por encima de temperaturas de ebullición y se aferraban al cuerpo sólido más cercano como una ameba pereciendo.

Taka yacía de espaldas en diagonal sobre el colchón en el suelo del apartamento, con Aki envuelto alrededor de él como un mono. El cabello del mayor le hacía cosquillas en la parte inferior de la quijada. Levantó la vista hacia el techo y trató de no pensar en lo mucho que quería mover el brazo de debajo de la cabeza del rubio, simplemente porque no quería despertarlo.

Por fin se movió a su costado, acurrucando las piernas hasta su pecho, encarando al otro chico. Vio las sombras moverse a través del rostro de Akira mientras éste dormía. La boca de Aki estaba abierta ligeramente y sus ojos se movían bajo sus párpados cerrados. A veces, el bajista murmuraba cortas e incomprensibles palabras, y su agarre en la camisa de Taka se apretaba.

Taka sonreía y trataba de no reír a carcajadas. Una vez cuando le había mencionado esa manía a Akira, el bajista pareció avergonzado. Taka no le había dicho que le parecía ligeramente entrañable, aunque un poco molesto cuando trataba de dormir.

No podía recordar cuándo Akira había comenzado a dormir en la sala con él, sólo una noche en que había caído dormido solo en el colchón que se había comprado, y a la mañana siguiente había despertado con un brazo enredado en su cintura y con la cara repleta de cabello rubio.

Había cosas peores, pensó.

Levantó su mano y acomodó un poco del cabello de Akira detrás de su oreja. Estaría mintiendo si dijera que no le gustaba dormir cerca de alguien. Quizá no dormía tan bien como lo hacía solo, pero la comodidad de otra persona a su lado, de otro cuerpo, era algo que no se podía reemplazar fácilmente. Y se sentía seguro allí, con Akira presionado junto a él, en la tranquila oscuridad mientras afuera la ciudad seguía en su asunto.

Era tan cálido.

Algo se movió detrás de él. Se volteó para ver a Kouyou caminando a través de la puerta de su habitación. El guitarrista cruzó la sala y entró en la cocina sin prender ninguna luz. Taka escuchó el sonido familiar de la porcelana sobre la encimera y esperó a escuchar el grifo abrirse. Cuando pasó, suavemente sacó el brazo de debajo de la cabeza de Aki.

El bajista apenas se movió.

Taka se encaminó a la cocina, accionando el interruptor de una pequeña luz sobre el lavabo. Kouyou no pareció sobresaltarse cuando la luz se encendió, así que Taka supuso que el otro chico debía haberlo escuchado levantarse.

—¿No puedes dormir? —preguntó, su voz fue sigilosa más porque estaba asustado de romper el silencio que por pensar en si Akira se despertaba.

Kouyou gruñó en afirmación y empujó cuatro pequeñas tabletas amarillas al fondo de su garganta. Taka lo miró tragarlas en seco antes de tomar un sorbo de agua.

—Tienes que madrugar mañana, ¿no?

Esta vez Kouyou se quejó, levantando una mano para frotarse las sienes. —Los inherentes golpes de la vida.

Taka asintió y se sentó en una de las sillas de la cocina. Kouyou llevó su agua hasta la mesa para reunirse con él. El silencio apretaba alrededor de ellos como una presencia tangible. Taka creyó escuchar su codo crujir cuando se rascó la nuca.

—Creo... —comenzó Kouyou, se detuvo un momento para buscar las palabras—, creo que podría conseguir un segundo empleo.

Taka tragó densamente. —Pero...

No tuvo que terminar su declaración; Kouyou sabía lo que estaba diciendo. Si tomaba un segundo empleo, entonces sus prácticas se reducirían, y ya estaban por debajo de dos horas cada tres días. No podían darse el lujo de reducirlas ni siquiera un poco. Apenas conseguían terminar algo así como estaban.

Kouyou suspiró. —Ya ha pasado un año y medio, Taka.

—¿Y qué?

—¿Y qué? —Los ojos del guitarrista se mostraban incrédulos—. Que hemos estado perdiendo ese tiempo tocando en clubes nocturnos mediocres sin paga, y justo acabamos de perder otro vocalista ayer. No podemos permitirnos seguir mintiéndonos a nosotros mismos, Taka. Es hora de que aceptemos la realidad.

Las manos de Taka se cerraron en puños bajo la mesa y tuvo que mantenerse de gritarle a Kouyou. —Ésta es mi realidad. La música es mi vida, Kouyou.

El cuerpo completo del otro chico pareció desinflarse. Kouyou se desplomó en el respaldo de la silla y asintió. —Es que no sé cómo continuar desde aquí. Sin Kei, no sólo tengo que encontrar un nuevo vocalista, tengo que encontrar uno que pueda escribir las letras. Y unas decentes, de preferencia.

Taka sintió algo apretarse en su pecho. Había tenido la intención de sacar el tema durante las últimas semanas, desde que comenzaron a sospechar que Keisuke quería dejar la banda.

—Yo... —Tomó un profundo respiro antes de continuar—, yo podría ser capaz de ayudar con eso.

Una de las cejas de Kouyou se alzó en interrogación. Taka se fue de la cocina y regresó con su mochila. Sacó el cuaderno que había estado llevando con él a la estación de tren y lo puso frente a Kouyou sobre la mesa.

—No es algo asombroso ni nada —dijo nervioso—. Quiero decir, son sólo palabras, pero creo que podría ser capaz de acomodarlas en algún tipo de orden. En todo caso, son ideas que podemos utilizar.

Kouyou no habló mientras pasaba las hojas del cuaderno hasta la última. El guitarrista estuvo en silencio mientras leía las palabras y Taka miraba, inquieto en su asiento al otro lado de la mesa.

No sabía qué esperaba que Kouyou le dijera de sus palabras, si esperaba elogios o críticas, o ambos. Pero sí sabía lo que no esperaba.

No esperaba que Kouyou lo mirara y dijera: «¿Puedes cantar?».

--

Resultó que lo hacía mucho mejor de vocalista que de baterista.

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—Ten, bebe, el azúcar hace la vida menos difusa —le dijo Akira un día en el apartamento, empujando un gran vaso de plástico en sus manos.

—¿Qué es esto? —preguntó, levantando un poco la tapa para poder ver el interior. Removerla por completo parecía demasiado trabajo.

—Raspado —El bajista se sentó en el sofá a su lado—, de la tienda de la esquina.

Levantó una ceja hacia el otro chico. —¿Qué sabor?

Aki sonrió. —Cereza.

—Eres mi persona favorita en este planeta —lo alabó y tomó un sorbo.

Bebió casi la mitad del raspado antes de devolvérselo a Aki, pero el bajista no se quejó.

Había salido del trabajo hacía sólo veinte minutos, pero ya se sentía como si únicamente quisiera dormir durante el resto del día y hasta bien entrado el siguiente. La televisión estaba encendida, pero no la estaba mirando. Sus extremidades se sentían pesadas.

Se dejó caer hasta terminar con su cabeza descansando en el regazo de Akira Una de las manos del bajista se posicionó instantáneamente en la parte superior de su cabeza, enredando los dedos en su cabello. Suspiró su aprobación y subió sus piernas sobre el sofá para acurrucarse mejor.

Estaba casi dormido cuando sintió algo frío y mojado deslizarse sobre su espalda.

—Aki —dijo—, no me digas que acabas de derramar raspado rojo en mi camisa amarilla.

—Ehm —El otro chico se rio nervioso—, ¿no acabo de derramar raspado rojo en tu camisa amarilla?

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Su gran oportunidad llegó un día sorprendentemente cálido en enero, en la forma de un hombrecillo con un impedimento del habla y más perforaciones de las que incluso Taka tenía. Su nombre era Seta Hiromichi y pasaba un poco de tiempo revisando el talento local. Había venido a tres de sus presentaciones. Pensó que realmente podrían llegar alto.

Les dio instrucciones simples: conseguir un mejor baterista y otro guitarrista, entonces que volvieran a él.

Los dejó con una tarjeta de presentación y sonrisas tentativamente esperanzadoras.

--

—Nunca me he llevado bien con mi padre —dijo, contestando a la pregunta de Akira de por qué nunca había ido a casa a visitar a su familia—, él y yo no estamos de acuerdo en muchas cosas.

Akira se encogió de hombros. —Yo no he visto a mi padre desde hace quince años.

—¿En serio?

Akira asintió.

Estaban sentados fuera del apartamento en las escaleras, compartiendo el último cigarrillo de un paquete y acurrucados en busca de calor. Taka llevaba puesto uno de los gorros de Aki porque el suyo había sido hecho jirones por la secadora hacía unos meses. Aunque le gustaba más el gorro de Aki, era suave y cálido, y no era demasiado grande para su cabeza.

—Me pregunto cómo habría sido mi vida sin mi padre cerca.

El bajista se encogió de hombros y tomó una larga calada al cigarrillo. —En realidad no era la gran cosa. Aunque mamá tuvo algunos problemas con el dinero. Mi papá no nos ayudaría en absoluto después del divorcio, así que mamá tenía que trabajar mucho.

—Mi mamá no trabajaba. Nunca.

—Eso debió haber sido lindo, ¿no? —Akira le pasó el cigarro y soltó el humo sobre sus cabezas—. Quiero decir, probablemente pasaste mucho tiempo con ella.

Taka sacudió la cabeza. —La idea de mamá de afecto era usar el dinero de mi padre para comprarnos cosas.

—Igual debe extrañarte.

—Probablemente —concedió—, pero estoy seguro de que su vida es más fácil sin mí. Causé muchos problemas mientras estuve allí. Ella no trató de persuadir a mi padre para dejar que me quedara después de que me corrió.

No la culpaba. Había sido buena con él mientras estuvo ahí. Y aunque no se mostraba mucho, sabía que se preocupaba por él. Su relación no había sido perfecta, pero al menos los dos tuvieron un acuerdo: él no demandaba más de lo que ella podía darle, y ella no le hacía demasiadas preguntas.

Ahí fue donde la relación con su padre falló. Él no había demandado nada del hombre, pero su padre había continuado haciendo preguntas que Taka no respondería. Y cuando se hizo evidente que Taka no respondería, su padre se hizo más entrometido.

No había habido balance, nada que mantuviera a los dos nivelados. Y Taka se había cansado de que sus errores pesaran mucho más que los de cualquier otro.

—Ya verán un día —dijo Aki, sacándolo de sus pensamientos—. Cuando seamos famosos, van a tener que reconocer de lo que se perdieron.

Taka no dijo nada, pero esperaba que Akira estuviera en lo cierto.

Apagó el cigarrillo en el escalón por debajo de él.

--

Sucedió ese abril, disfrazado de risas inocentes y las palabras suavemente susurradas de «te seguiré adondequiera que vayas». Estaban solos en el apartamento porque Kouyou estaba trabajando hasta tarde y la única luz provenía de la televisión. Proyectaba sobras alrededor de la habitación, tiñendo su piel de azul. Y el cabello de Akira se sentía tan suave entre sus dedos, sus labios tan dóciles bajo los propios.

No pretendió que pasara. En realidad ni siquiera sabía cómo había pasado. Todo lo que sabía era que su estómago se encogía cuando la lengua de Akira se deslizaba entre sus labios, por lo cerca que el bajista estaba presionado contra él en el sofá.

Había pasado un tiempo desde que besara realmente a alguien, desde que sintiera manos perderse bajo su camisa. La tela se desprendió y fue tirada al suelo, entonces se dispuso a besar el cuello del otro.

No era primerizo, pero era menos confiado que Akira en sus movimientos. El bajista lo aprisionó entre sus brazos para acercarlo más, luego se recostó contra los cojines del sofá y tiró de él hacia abajo. Estaba atrapado entre las piernas del otro y podía sentir que Akira estaba duro a través de sus pantalones.

Sus manos temblaban. Se sentían demasiado grandes y torpes, pero tiró de los pantalones de Akira hasta que estuvieron desabrochados. Condujo su mano bajo la ropa interior para envolver su mano alrededor del miembro del bajista.

Akira gimió en su hombro.

--

No hablaron de ello después. Sólo se quedaron tendidos en el sofá, envueltos, tratando de reducir la velocidad de sus corazones. La boca de Taka sabía a la esencia de Akira y trataba de pasar el sabor, pero no se iba. Estaba pegajoso donde su piel se presionaba contra la camisa del bajista.

Después de unos minutos, se movieron de nuevo. Tenían que vestirse antes de que Kouyou regresara a casa. El guitarrista no apreciaría encontrar a sus amigos medio desnudos y echados uno con el otro en el sofá.

No hablaron en lo absoluto por el resto del día y a Taka le pareció bien. Estaba bajando las escaleras fuera del apartamento cuando Kouyou llegó del trabajo, le dijo al guitarrista que se iba a la estación. Se quedó allí hasta que el último tren partió.

Cuando llegó a casa, Akira estaba durmiendo en el colchón y decidió acurrucarse junto a él.

No pretendía que las cosas se pusieran incómodas entre ellos.

--

Se despertó para encontrarse con unos ojos oscuros observándolo. La cara de Akira estaba a centímetros de la suya en la almohada, pero no se movió para darse más espacio. El bajista debió haberse pegado a él en algún momento durante la noche porque su camisa estaba pegajosa por el sudor y las piernas de ambos estaban enredadas. Por alguna razón, la incomodidad de antes parecía haberse disipado.

—Siento que puedo decirte lo que sea —dijo Akira de repente, con la voz rasposa. Se preguntó si el chico se estaba enfermando de nuevo—. Incluso más que con Kouyou.

No respondió, no sintió la necesidad de hacerlo. Comprendió que estaban bien ahora. Ambos simplemente habían necesitado de un par de horas para procesar lo que había pasado. Akira se parecía mucho a él en ese sentido.

—No quiero que pienses que no significó nada —continuó el bajista.

—Lo sé —dijo, y cuando Akira abrió la boca para decir más, presionó su frente con la suya—. Lo sé, Aki.

Lo sabía. Probablemente no era algo que fueran a hacer otra vez, pero ya había pasado. No iba a alejarlos. En todo caso, Taka se sentía más cerca del otro chico.

—Gracias.

—¿Por qué? —preguntó.

—Es difícil. Vivir así, trabajando tan duro por algo que tal vez nunca llegue a pasarnos —explicó Akira—. Es fácil desanimarse. Es sólo que... es lindo saber que no tienes que hacerlo solo, ¿sabes?

Sonrió. También sabía eso.

La ciudad hacía ruido alrededor de ellos, pero estuvieron en silencio por un largo rato, con las cabezas inclinadas juntas. Entonces Aki se apartó lo suficiente para mirarlo de nuevo.

—Hablé con Kouyou anoche, después de que te fuiste —dijo—. Me contó que ayer habló con un chico acerca de ser nuestro guitarrista. Y ese chico conoce a alguien más también, un baterista.

Taka sintió su estómago encogerse con emoción, acelerando su ritmo cardiaco. —¿De verdad? ¿Y cuál es su nombre?

Aki tuvo que detenerse a pensar por un momento. —Shiroyama Yuu.

--

Sintió la paradoja de estar tanto en la cima del mundo como sometido a su voluntad, balanceándose en el precipicio que separa el éxito del fracaso. Lo sentía ampliamente y de forma aguda al mismo tiempo, un gran sentido de presencia, corriendo como dedos fríos sobre su piel sólo para verla erizarse con claridad aterradora. Estaba esperando que su vida se solucionara, pero también esperaba que se desmoronara, destrozada, dispersa e irreconocible. Tenía mucha vida por delante, pero también tenía mucho por perder.

Ya no estaba seguro acerca de todo esto de la fama.

Pero la música. La música estaba ahí; la música era sólida. Había millones de pequeños errores por cometer en su nueva vida, pero todos ellos parecían infinitamente pequeños en comparación con la música. 

Notas finales:

Le doy un premio a quien haya identificado dónde se le menciona a Kai además de en el inicio (?).

Perdón si esperaban lemon, hay un corte muy repentino en plena acción, pero no es mi culpa XD

Por cierto, alguien recuerda What it takes to be a daddy? Lo actualizaron! Luego de casi un año, pensé que no lo harían nunca ; ;
Y bueno, será lo siguiente que suba. SÍ, MÁS REITUKI (?). Es un capi cortito, así que espero que lo vuelvan a actualizar pronto para saber qué más pasa~

Oh! Me olvidaba de algo. Hace poco me hice un twitter a petición de una amiga y no pensé que me fuera colgar tanto, incluso me alejó de fb X'D
Aquí se los dejo por si gustan pasar: @KarasuSeiko

Es todo, gracias por leer <3


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