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Azul y Carmesí por Tsuki Nightray

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Notas del capitulo:

Respecto a mi larga ausencia... de corazon lo lamento

No ha pasado un dia sin que escribiera a lo menos una palabra.

Muy por contrario a lo que yo misma creia, aun no subire el final de este fic. Puesto que este capitulo es bastante extenso y si continuaba no lo subiria en unos cuantos meses mas, por eso sin mas que acotar espero que disfruten la lectura.

PD: Sus comentarios son siempre bien recibidos y hacen que las escritoras se inspiren el doble para continuar, espero con ansias sus reviews con sus observaciones y detalles. No he revisado este capitulo mas de quince veces y aun creo que puede tener fallas, me disculpo de ante mano pero ya no podia seguir teniendo tan abandonada esta hsitoria, espero me comprendan...

El leve crujir de la leña y el crepitar del fuego los tenia sumidos en el silencio de aquella noche, ambos frente a la chimenea y envueltos entre una tibia manta miraban fijamente el danzar incesante de las llamas.

-No tenía por qué hacerte algo tan horrible- Ciel no le miraba, ni siquiera parecía estar consciente de que Sebastian se hallaba  a su lado.

-Pero lo hizo- Contesto a secas, aquello no era algo en lo que le gustara pensar. Hizo a un lado aquellos recuerdos y se dedicó a mirar al peligris, que le era por mucho más interesante que cualquier otra cosa.

-Me alegra saber que está muerto- confeso con aquella frialdad que a veces dejaba salir a flote únicamente ante los ojos  de Sebastian. Solo el podía ver aquella parte suya que tan bien sabia ocultar de todos.

Sebastian guardo silencio, no sabía exactamente que debía responder. Le había relatado todo con lujo de detalles, en medio de la confusión que había nublado su mente a causa de aquella pesadilla. Lo miro fijamente entonces,  y con una ligera caricia levanto su rostro y lo observo; su semblante serio y su mirada tranquila lo atravesaban. Un Te amo quizá hubiese sido suficiente en aquel momento pero el duque deseaba más que solo decirle por medio de una palabra tan sencilla todo lo que  provocaba en su ser, todo lo que significaba. Se acercó hasta sentir la calidez de su respiración y la tibieza de su piel, cerró los ojos por un instante como queriendo grabar la imagen tan excepcionalmente bella de su joven amante.

 Rozo sus labios y se alejó al instante dejando al menor con deseos de sentir un beso más intenso. Una sonrisa se dibujó en los labios del duque al ver el puchero que hizo  Ciel y con sensualidad poso uno de sus dedos en esos delicados  labios ordenándole silencio. Los ojos azul profundo del peligris  lo miraban sin pestañar, con atención absoluta en cada uno de sus movimientos. Dejo deslizar ambas manos por los hombros del peligris, removiendo la delgada camisa que lo envolvía. La suavidad de su piel le incitaba a más y sin prohibirse nada  beso su cuello, dejando lentamente caer su propio cuerpo sobre el de Ciel que con sus ojos cerrados y la respiración pesada mordía tentadoramente su labio inferior,  sin haber removido del todo aquella prenda subió sus manos hasta sobre el nivel de su cabeza, dejándolo completamente indefenso ante sus ojos. Ciel lo vio fijamente entonces  al sentir la intensidad en la mirada carmesí; Este sin demorar recorrió la piel de su rostro dando leves caricias a las mejillas de su amante, tocándolo como si fuese de cristal. Un ligero beso más, que poco a poco sumía a Ciel en la más dulce y embriagante locura, deslizo con sutileza su otra mano recorriendo la blancura de sus piernas  provocando un leve pero aun así notorio estremecimiento - Ciel – le nombro - Te amo tanto – confeso en medio de un susurro que colmo a Ciel de una felicidad que creía nunca  llegaría a conocer y que al mismo tiempo le brindo una sensación de inseguridad total. Era tanta la dicha que estaba experimentando que dudaba que  pudiera llegar a ser real, no quería imaginar que todo eso acabara.

-¿Qué ocurre?- pregunto al ver dolor en la mirada de su amante- ¿Recordaste algo malo?- debía saber si aquello lo asustaba o le hería de alguna manera.

-No, no es eso… lo siento es solo que, Sebastian – se detuvo un instante y respiro profundamente- No quiero perderte- le dijo extrañando por completo al moreno- Eres lo único que no soportaría perder-Le confeso y antes de que Sebastian mencionara palabra le robo un cálido beso.

El duque se dejó llevar sin más,  él también tenía el mismo temor;  Le aterraba la sola idea de volver a perderlo, de experimentar el mismo miedo que sintió al despertar y saberlo en manos de ese bastardo.  Y contrario a los besos antecesores este estaba  completamente cargado de pasión,  lo beso con locura. Abriéndose paso entre sus labios; jugando con su lengua hasta que a ambos les falto el aire. Se miraron fijamente una vez más. Sebastian  sin apartar sus ojos de Ciel pidió su consentimiento para seguir y un movimiento afirmativo le concedió dicho deseo.

El moreno complacido se acercó  seductoramente y ejerció un poco más de presión en las muñecas del peligris.

Ahh- Gimió al sentir aquel fuerte roce que le dio a su entrepierna con la ayuda de su rodilla-Mmm- Los ardientes labios de Sebastian comenzaron a descender lentamente por su cuerpo. El calor comenzó a expandirse por sus venas  y su mente perdió todo pensamiento racional. El calor que emanaba de la chimenea no era nada en comparación a la piel del pelinegro o eso le parecía a él, que creía se derretiría por completo. Sucumbió entonces, y en un arranque de deseo  beso y  lamio su cuello como si este fuera hecho de chocolate. Sebastian rio quedamente ante la inesperada caricia.

-Esta vez no seré suave contigo – le susurro y mordió el lóbulo de su oreja – Estamos en la habitación más alejada de la mansión, tus gritos solo podre oírlos yo – Advirtió sensualmente mientras  abría las piernas de Ciel que se relamió los labios.

-Nadie te ha pedido que seas suave, idiota – le refuto y mordió el labio inferior del pelinegro hasta hacerlo sangrar.

Sebastian sonrió picarescamente antes de entrar en Ciel de golpe.

¡¡¡Ahhhhhhgggg!!! –El peligris se retorció en el suelo arqueando la espalda, cerró los ojos un momento para tratar de acostumbrarse rápidamente a la sensación de tener a Sebastian dentro suyo- Mmm, espera…aghhhh…- Pidió pero Sebastian se retiró y  lo embistió con fuerza una vez más –¡¡¡ Aggggghh!!!  Mmm Sebastian - Cerro los ojos una vez más y el duque pudo contemplar unas pequeñas lagrimas que rodaron por sus mejillas. Las beso con cuidado y Ciel abrió los ojos provocándole cosquillas.

¿Qué demonios… mmm  estás haciendo….Ahhgg? -  Quería reclamar por tan extraña acción pero Sebastian no le daba tiempo, seguía embistiéndolo. Haciéndolo olvidar lo mucho que dolía. Enredo las piernas alrededor de su amante recordando aquella vez cuando el pelinegro le indico que lo hiciera. Sonrió sinceramente, esta vez sin importar lo duro que fuera con él sentía que lo estaba tomando de una forma distinta. Y como disfrutaba esas embestidas.

Sebastian lo besaba con lujuria al tiempo en que le penetraba salvajemente, ahogando sus gemidos, dejando marcas por su níveo y delgado cuello.

Aghhhhhh…..Seb….hummm – Ciel no conseguía  pensar,  todo lo que podía hacer era sentir las estocadas profundas y  certeras que su amante le provocaba, se cernía con fuerza a su fornida espalda mientras el vaivén se hacía incontrolable. 

El sol de la mañana obligo a Sebastian  a abrir sus ojos encontrándose con la apacible imagen de su amante aun dormido, se quedó ahí contemplándolo quedamente. Cada que lo observaba dormir le parecía más hermoso, se acercó acortando la poca distancia que los separaba y le robo un beso como aquella vez en su mansión.

-Déjame dormir- le reclamo el peligris haciéndose bolita y pegándose inconscientemente a Sebastian que ante la pereza de su joven amo no pudo más que sonreír.

-No puede, lo sabe joven amo- Y ese extraño título logro quitarle todo el sueño que pudiera tener esa mañana.

-Lo sé, pero deja ya eso de “Joven amo” – le reprendió – Es insoportable- termino.

Si al joven amo le molesta no volverá a ocurrir- prometió sin quitar aquella sonrisa que no podía disimular, una sonrisa con evidente intención de fastidiar pero a la vez completamente genuina.

Tch- definitivamente ese duque no tenía remedio, decidió guardar silencio y prepararse para ese día, todavía tenía muchas cosas por hacer. Y a pesar de estar más feliz que nunca no olvidaba que Lord Gregson estaba en las celdas, aun bajo el mismo techo en ese mismo lugar.

-Tanaka debe estar esperándonos en el comedor- comento seriamente mientras buscaba una camisa para Ciel – la reunión con los notarios  es en dos horas – miro su reloj  - Ciel, mírame- Le pidió una vez estuvieron los dos preparados- Estaré  de tu lado sin importar lo que ocurra, no te dejare solo – le retuvo un momento y le entrego una carpeta.

Aquella declaración y esos documentos  hicieron que ambos cruzaran sus miradas.

¿Qué es esto Sebastian? – le pregunto curioso y al no obtener respuesta  bajo la mirada hasta la carpeta, donde con cuidado la abrió descubriendo ahí un papel con su nombre, su fecha de nacimiento  y varios certificados con su estado de esclavitud escritos en ellos- Volvió a mirar a Sebastian con intriga y retomo la lectura de los documentos.

 

Viernes 14 de Noviembre de 1887

Yo Sebastian Michaelis, duque de Yorkshire y bajo la actual ley de propiedad de esclavos, con todas mis facultades mentales en orden y con el único propósito de hacer valer el derecho de libertad que todo ser humano debería poseer entrego  este documento firmado bajo juramento  con los señores  Mr. John Beresford y Mr. Henry Crowder , ambos barriesters de la Mystery of Writers of the Court Letter como testigos oficiales y a los caballeros Sir Randall Brown y el duque Stephen Marshall en calidad de testigos no oficiales.

Concediendo legalmente la libertad absoluta a Ciel Phantomhive, actual esclavo al servicio de la familia Michaelis. Devolviendo además los bienes y títulos  heredados por la excelentísima familia Phantomhive, todos preservados por la real Corona Británica.

Ciel no alcanzaba a creer lo que sus ojos veían – Imposible- pensó y volvió a releer el documento, una y otra vez.  Sebastian le observaba atentamente, pudo distinguir el leve temblor en sus manos y una indescriptible ternura lo embargo.

Sé que no remedia nada, absolutamente nada de lo que has pasado durante todo este tiempo pero con esto ya no volverás a pasar por  algo así nuevamente, ya nadie podrá ponerte un precio- le dijo y levanto sutilmente la barbilla de Ciel con su mano izquierda; encontrándose con unos brillantes y  muy profundos ojos azules.

Ciel no podía emitir ni la más mínima palabra, todo sonido se desvaneció de su garganta se encontraba tan asombrado que ni siquiera lograba pensar con claridad. ¿Había leído bien?, ¿Libre?, ¿El?, ¿Era libre?- ¿Por qué?- fue lo único que atino a preguntar antes de volver la vista hasta Sebastian que le miro confundido – ¿Por qué me das esto?, ¿Es una forma elegante de pedirme que me vaya? – Soltó de golpe.

¿Pedirte que?-No logro procesar aquellas palabras pero el tono con el que fue hecha aquella pregunta le hizo sentirse alarmado.

¿Por qué me estás dando esto?- presiono fuertemente las hojas y dio un paso adelante –  ¡¿Acaso te hartaste de mí y quieres que me vaya?!- le grito sin poder  contenerse. Las palabras  de Gregson aun daban vueltas en su cabeza.

Sebastian le miró fijamente, cada pregunta que le hacia el peligris era absurda a su pensar, pero viendo el desconcierto que había en los ojos azules de Ciel, ese torrente de una angustia que parecía estar haciéndose con él. No pudo resistirlo y en lugar de decirle de todas las formas posibles lo equivocado que estaba simplemente opto por cortar aquella pequeña distancia que los separaba  con un apasionado beso que tomo al peligris totalmente desprevenido.  Le aprisiono entre sus brazos, evitando de ese modo que Ciel pudiera escapar de ese abrazo mientras se abría paso entre sus labios forzosamente, con pasión.

Los pensamientos del peligris se detuvieron de golpe en cuanto sintió esos cálidos labios sobre los suyos y todo ese temor se desvaneció en cuanto Sebastian le abrazo de esa forma tan posesiva, tan protectora, tan única. Y le correspondió, le beso con esa misma pasión con ese mismo sentimiento que el sentía arder dentro de su cuerpo cada que estaba cerca o siquiera pensaba en Sebastian.

Sebastian se alejó un par de centímetros para permitirles a ambos tomar aire, y sin deshacer el abrazo lo atrajo hasta si rodeándole - Si te estoy dando esto no es para pedirte que te vayas Ciel – Susurro en su oído – Todo lo contrario, es para pedirte que te quedes a mi lado – Ciel parpadeo tratando de entender – Eres libre, libre de ir y de hacer lo que desees – la voz de Sebastian bajo extrañamente de nivel- Sé que me porte horrible contigo, sé que me aproveche de tus circunstancias al comienzo y esta es mi manera de pedir tu perdón por todo. Cuando te encontré aquella noche en ese lugar por segunda vez me di cuenta, si hubiese muerto en el incendio tu aun seguirías siendo forzado por ellos, por cualquiera que fuera capaz de pagar por ti y odie que fueras un esclavo, odie que no tuvieras libertad- Confeso por fin.

Ciel cerro sus ojos un momento, respiro profundamente – Perdóname – le dijo mientras correspondía a ese abrazo – Ayer cuando Gregson dijo esas cosas, me hizo dudar… lo lamento. Esto que me estas obsequiando es más de lo que nadie me ha dado, no sé qué hacer – le confeso avergonzado - pero si de algo estoy seguro Sebastian es que quiero quedarme a tu lado, quiero estar junto a ti. No voy a irme a ningún lugar.

-Señor Sebastian los abogados le esperan en la sala – la voz de Tanaka les obligo a separarse bruscamente.

-Disculpen – concedió el hombre mayor y les dejo solos una vez más, sin olvidar el  cerrar la puerta tras de sí.

Vámonos, tenemos asuntos que terminar –le dijo mientras seguía los pasos de Tanaka y salía de la habitación con Sebastian siguiendo sus pasos.

-Terminaremos esta conversación más tarde- le dijo deteniéndolo bruscamente para depositar un beso en sus labios antes de llegar a la salida y continuar andando como si nada hubiera pasado.

La extensa reunión con los abogados dejo dos cosas como resultado,  a Sebastian como comprador absoluto de los bienes pertenecientes a Gregson, y la resolución de un juicio público para Gregson, quien estaba acusado de alta traición a la corona y su majestad. Tenía las horas contadas. Todos lo sabían.

El constante ir y venir de abogados por la mansión mantuvo a Ciel y a Sebastian alejados la mayor parte del tiempo. El primero  haciendo de anfitrión con cada una de la visitas y el segundo encerrado en su despacho firmando las actas y cambios en el patrimonio de Gregson.

A la hora del almuerzo tanto Tanaka como Marie les avisaron que debían presentarse en el comedor ya que Arthur y Wesley los esperaban en la sala. La mención de dicha reunión les tomo desprevenidos a ambos que entre tanto ajetreo lo habían olvidado por completo. 

Sebastian fue el primero en llegar al salón y de dirigirlos hasta al comedor indicándole a Tanaka que le informara a Ciel que lo esperaban en el comedor.  El peligris por su parte se encontraba bajando la escalera cuando de un momento a otro vio como la habitación daba vueltas haciendo que tastabillara en los dos últimos escalones y cayera hincado en la alfombra.

¿Que fue eso?- se preguntó el peligris mientras llevaba una mano hasta su frente y respiraba aceleradamente tratando de controlar el temblor de su cuerpo – No es momento para estar cansado Ciel- se reprendió mentalmente mientras se levantaba con algo de dificultad- Los anteriores trabajos que realizaba no se comparaban con lo que llevaba haciendo desde temprano, no comprendía el motivo de aquel repentino mareo. Pero no le daría importancia en absoluto, tenía demasiadas cosas que hacer para estar deteniéndose por  pequeños malestares. Continuo su camino al comedor ignorando por completo las luces de colores que aun podía divisar a través de sus ojos e ingreso con elegancia al comedor donde ya todos le esperaban en sus puestos.

Buenas tardes Dr. Wesley, Dr. Arthur – les dijo con cordialidad acostumbrada y con rapidez tomo asiento junto a Sebastian que de inmediato noto la palidez de su rostro.

Buenas tardes joven Ciel- le saludo Wesley – Me alegra saber que ya está mejor- comento mientras  se disponía a tomar los cubiertos.

Lo estoy, muchas gracias por preocuparse – respondió – ¿Cómo han estado ustedes? – pregunto con el fin de desviar la atención a otro asunto.

Pacientes nunca faltan aquí en Londres y me estoy quedando en la residencia de Wesley,   le ayudo en las consultas.  Esto esta delicioso, que excelente chef tiene Sebastian- dijo alegremente el joven doctor Arthur.

Gracias- respondió divertido – Marie es excelente preparando guisos – desvió la mirada hasta su joven amo  que en silencio bebía agua fría. Pudo notar el leve temblor en su mano, pero no dijo nada, cuando estuvieran a solas le preguntaría. Por ahora solo le mantendría vigilado desde ahí, a su derecha en la mesa. Fuera lo que fuera estaría cuidándole.

Escuche que Lord Gregson  ha perdido sus títulos recientemente- comento como si nada el doctor Wesley- según tengo entendido es su socio- afirmo.

Así es y en efecto lo era, pero malverso fondos pertenecientes a la Corona y realizo múltiples delitos que preferiría no comentar, el término de nuestras relaciones comerciales ha sido bastante extenuante- contesto diplomáticamente, no quería referirse al asunto. Al menos no en su único momento libre de todo aquel asunto, el almuerzo.

Es una pena, mira que verse involucrado en un asunto tan turbio, lo siento por usted Sebastian – Arthur como de costumbre era sincero, realmente lo sentía por el duque.

Descuide, todo esto se solucionara muy pronto. La corona ha sido muy radical al respecto – comento y continuo degustando la comida, concordaba con Arthur, Marie cocinaba de maravilla.

La velada fue de mucho  provecho para todos, en especial para Ciel y Sebastian quienes pudieron disfrutar de unos momentos de relajo en compañía de ambos médicos, pudiendo olvidar por unos instantes el estrés constante de tener a Gregson como prisionero y lo agotador que resultaban los interrogatorios a los que la Corona le obligaba a someterlo. Sebastian sabía lo mucho que Ciel disfrutaba torturando a su ex socio pero también notaba lo extenuante que estaba resultando para ambos que debían estar en constante vigilia con los agentes de la Corona, y se turnaban para dormir; No podían permitir que uno de ellos le sacara más información de la que debían y Ciel se obstinaba en pasar a “Saludarlo” para evitar que este,  en medio de los interrogatorios dijera algo en contra de Sebastian que  pudiera ponerlo  en riesgo. Llevaban así poco más de una semana y esperaba con ansias que dictaran por fin la sentencia.

Tres golpes a la puerta  hicieron que todos guardaran silencio y prestaran atención al viejo Tanaka que ingresaba con una bandeja de plata,  con una carta en su interior.  

Señor Sebastian, ha llegado esto para usted- le informo y saludo con un gesto a su sobrino y al Dr. Wesley.

Si me disculpan les dejare un momento a solas- les dijo y se dispuso a salir- Ciel ven conmigo un momento- le pidió y ambos abandonaron el salón.

¿De qué se trata? – consulto con curiosidad una vez estuvieron en el despacho del duque.

No lo sé y poco me importa, ¿qué te ocurrió hace un rato? – Pregunto dejando la carta en la mesa y dirigiéndose hasta el peligris que lo miro confundido-En el comedor, estabas pálido y tus manos temblaban-Relato, viendo como el peligris desviaba la mirada con indiferencia- No me digas que no fue nada-continuo con el entrecejo fruncido.

Ciel lo miro con reproche por haber robado su respuesta- Estoy bien- atino a decir.

-No mientas -

-No lo hago –

Se miraron desafiantes por incontables minutos, Sebastian suspiro con resignación y volvió al escritorio donde levanto la carta y con parsimonia abrió el sobre. Ciel le seguía con la mirada.

Estimado duque Michaelis

Se le notifica a través de la siguiente carta el veredicto final del caso Gregson, quien acusado de fraude, delito de apropiación, espionaje y alta traición a la Corona y por consiguiente a su majestad la reina Victoria de Inglaterra, como castigo a  dichos crímenes su sentencia será la ejecución en la horca.

Con respecto a sus títulos nobiliarios, estos quedan revocados  de forma irreversible, siendo imposible para su linaje optar a ningún título que otorgue La Corona, La Cámara de los Lores o La Cámara de los comunes.

Sebastian sonrió con crueldad y fijo sus ojos rojizos en Ciel que sintió una descarga eléctrica recorrer su espalda.

Gregson obtuvo la pena capital- Comento mientras le entregaba la carta en las manos.

Ciel se apresuró a leer el contenido y en sus labios se dibujó una sonrisa – Perfecto- fue lo único que pudo decir, pues Sebastian en un arrebato le quito la carta de las manos y lo atrajo con fuerza besándolo  con una pasión que encendió a Ciel de forma irresistible. Sin esfuerzo lo levanto y le sentó sobre el escritorio mientras sus manos recorrían con maestría su espalda  hasta llegar a su cintura.

¿Qué ocurre contigo Wesley?, desde que volvimos de los terrenos de Morstan estas muy callado, sé que la muerte de los sirvientes fue algo duro de asimilar pero debes reponerte, hay muchos pacientes que te necesitan también – le reprendió - ¿Qué fue eso que hablaste con Bill para haber salido tan extraño?- pregunto con mucho interés, desconfiaba de ese sujeto, después de haber visto como mantenía al joven encerrado y los tratos que se llevan a cabo en ese lugar, no podía creer que ese hombre fuera alguien honesto.

¿No te has preguntado porque el duque Michaelis trata a Ciel de ese modo?, ¿Por qué le otorgo su libertad y devolvió todos sus títulos? – dijo mirando dubitativamente a la ventana.

¿Eh? Pues porque Sebastian no es de ese tipo de personas que esclavizan a otros, seguramente después de conocer la historia del joven Phantomhive él quiso ayudarle y darle su protección- contesto como si fuera lo más obvio del mundo.

La primera vez que vi a Ciel fue porque el duque le azoto hasta dejarlo inconsciente- respondió con molestia. Arthur se atraganto con el vino que bebía.

Cuando vine a revisar a Ciel a pedido de tu tío, él se encontraba tan lastimado incluso sus manos tenían heridas- se levantó- No entiendo cómo es que ahora esos dos parecen tan cercanos- dio una vuelta inquieta por el salón y clavo sus ojos en su amigo- Algo aquí está mal- dijo más para sí mismo que para Arthur. Recordaba lo que Bill le había insinuado cuando se quedaron a solas hace unas noches. Sebastian y Ciel tenían una relación mucho más íntima de  la que tienen dos amigos, había algo malo en su  relación de amo y esclavo. Desde que lo vio con Ciel en el carruaje cuando le rescataron lo pensaba y la plática con Bill lo confirmaba, era una aberración y si realmente era cierto no tendría más remedio que poner cartas en el asunto - Por ahora no puedo continuar aquí, iré al despacho de Michaelis a disculparme, con permiso Wesley te veo por la noche- no permitió que Wesley respondiera y con prisa se encamino al pasillo.

 

Sebastian… para Arthur y Wesley… Sebasti… - no podía resistirse, aunque su mente le gritaba que debían atender a sus invitados su cuerpo se negaba a cooperar, aquellos labios le hacían perder todo pensamiento racional. Dejo a sus manos subir hasta el cabello azabache.

Sus pensamientos le tenían la razón nublada, una parte de él quería confiar en que Michaelis era una buena  persona y que su cliente, Bill estaba viendo cosas donde no las había, el mismo quería creer que era todo parte de su imaginación.

Tan distraído estaba  con lo que se cocinaba en su cabeza que no reparo en golpear la puerta y solo giro el pomo de la misma.  La imagen que presencio lo dejo sin aire. El duque Michaelis  besaba el cuello del joven Ciel mientras sus manos le despojaban de su camisa blanca y acariciaban toda piel expuesta, mientras el joven con los ojos cerrados respiraba pesadamente y suspiraba.

No podía  creer lo que sus ojos le mostraban, se mantuvo unos minutos de pie en ese mismo lugar parpadeando repetidas veces como si al hacerlo la imagen fuera a desvanecerse. Ellos no le habían visto, ni siquiera habían notado su presencia, fue entonces que sus sentidos le instaron a salir de ese lugar. La decisión estaba tomada. Ayudaría a Bill Morstan lo antes posible, una relación de ese calibre era algo que no podía permitir, no lo dejaría pasar. Al principio creía que Sebastian no merecía tal castigo, después de todo el entendía bien que lastimar físicamente a alguien era reconfortante en muchas maneras, pero el tener esa clase de relación con alguien de su mismo sexo era algo que no podía aceptar, dejaría de pensar como el buen doctor que todos creían que era y le daría vía libre a la pasión para ejercer la profesión que más disfrutaba.  En la mansión nadie sospecharía de él, solo tendría que ajustar algunos detalles con Bill y todo esto terminaría.

Sebastian se alejó suavemente  de Ciel al sentirse observado- Espera un momento – dijo en un susurro y con sigilo salió del despacho. No había nada ni nadie al parecer,  pero esa sensación tan molesta no se iba del pecho del duque. Alguien les había visto y no le gustaba.

¿Qué ocurre?-  El autocontrol de Ciel pareció por fin regresar y prestando atención a los movimientos del duque se levantó.

Nada. Sera mejor que volvamos con Arthur y Wesley - dijo de soslayo y se giró a ver a su amante que intentaba abrochar los botones de la camisa con dificultad, no reprimió la suave carcajada que afloro natural y con diversión llego hasta Ciel para hacer lo que con toda la concentración del mundo él no podía.

¿De qué demonios te ríes? -  pregunto altanero y con las mejillas encendidas.

De su cara de preocupación, no sabía que abrochar una camisa supusiera tanta dificultad – le sonrió y acto seguido robo un fugaz beso de sus labios- Para que no olvide que debemos terminar lo que hemos comenzado, más tarde lo hare mío joven amo- Advirtió con una socarrona sonrisa mientras veía como el rostro de Ciel se ruborizaba y de un manotazo lo hacía a un lado.

Guardo silencio, no supo si era por no dar en el gusto a Sebastian o solo porque el mismo deseaba que cumpliera aquello, deseaba a Sebastian en todos los sentidos de la palabra y le molestaba sentirse tan débil ante sus caricias.

Entro al salón con ímpetu mal disimulado asustando en el proceso a Arthur que se encontraba mirando la chimenea como si fuera la cosa más interesante del mundo.

Joven Ciel- le nombro haciendo que el peligris suavizara su semblante en el acto.

Arthur, disculpe si le asuste ha sido sin intención – se disculpó mientras se acercaba a él.

¿Puedo hacerle una pregunta? – El joven  asintió en respuesta – Entre el duque y usted… - comenzó y Ciel sintió que le faltaba la respiración de un momento a otro – Wesley me dijo hace un rato sobre la primera vez que lo atendió.

¿Wesley me entendió? Disculpe pero no le entiendo – dijo con esperanzas de que la pregunta desviara la primera inclinación en esa extraña charla – No recuerdo que tal cosa haya ocurrido, de hecho la primera vez que le vi fue junto a usted en  esta mansión - respondió naturalmente.

No sé exactamente dónde pero menciono algo sobre un castigo que le dio el señor Sebastian – su  timbre de voz era bajo, para que solo pudieran oírlo los dos, aunque estaban solos en el salón.

La mirada de Ciel se ensombreció recordando ese momento y no pudo evitar sentir un escalofrió al recordar la gélida mirada que tenía Sebastian esa noche, el odio tan desbordante en sus ojos carmines.

Ya veo… entonces Wesley estuvo esa noche también, no puedo recordarlo porque seguramente…

-Estaba inconsciente – termino Arthur y Ciel nuevamente asintió.

Sé que no me corresponde preguntar pero cuando el duque despertó lo primero que hizo fue preguntar por usted, se levantó incluso sabiendo que no tenía fuerzas y no le importo ni la opinión de mi tío sobre esperar unos días. Lo mismo ocurrió cuando usted recobro la consciencia al abrazarlo tan eufóricamente… Me siento confundido, como es que parecen tan cercanos el uno del otro si él le dio un trato tan horrendo- confeso y Ciel supo que no eran solo palabrerías del médico, el realmente quería saber sobre el  porqué del cariño que se profesaban mutuamente, no había malas intenciones en su mirada; Entonces respondió.

Sebastian me compro como esclavo hace unos meses, cuando supo cuál era mi apellido. No puedo ahondar mucho sobre la relación entre mi familia y la de Sebastian pero puedo decirle que los Phantomhive hicieron mucho daño al actual duque, busco vengarse conmigo- hizo una pausa para que Arthur procesara la información- Esa noche en particular había hecho enfadar a Sebastian más de lo normal, y pues el…

-Le castigo por ello – menciono dubitativo.

Exacto, no justifico sus medidas pero a su favor puedo decir que cuando recobre la consciencia él estaba a mi lado, velando mi sueño, suministrándome medicina y alimentándome. No recuerdo nunca haber recibido tantos cuidados como los que él  me brindo y no importaba cuantas veces pidiera mi perdón, desde el momento en que vi sus ojos esa noche no pude sentir nada más que aprecio, un aprecio que con los días se convirtió en afecto  y que conforme pasaron los meses nos hizo muy cercanos – No podía decir que desde la primera vez que vio sus ojos en los terrenos de Bill su corazón había dado un vuelco, no podía mencionar que le encandilaba aquella mirada profunda y apasionada con la cual le veía, o que su cuerpo temblaba cuando se le acercaba demasiado.  No, definitivamente no podía decir todas esas cosas, no a menos que esperara a que el medico muriera de un infarto.

Sebastian permaneció en la puerta unos segundos, sin girar el pomo, escuchando atentamente lo que Ciel decía, sonriendo para sí mismo ante todas esas palabras.

Marie que pasaba por ahí tocio levemente para que su señor dejara de espiar a sus invitados y se apresurara a ingresar a la estancia. El duque avergonzado lo hizo y tanto Arthur como Ciel cambiaron rápidamente la conversación. Mas no hizo nada al respecto, por esta vez les seguiría el juego y pretendería que esa conversación sobre Tanaka era genuina.

La tarde paso fugazmente dando paso a una noche de luna llena totalmente despejada, hermosa.

Ciel se distraía dando un paseo por el jardín, admiraba el inigualable brillo de la luz de la luna sobre las rosas blancas, estaba tranquilo. Como nunca antes lo había estado.

¿Te encuentras bien?- pregunto Sebastian a su espalda.

Mejor que nunca- admitió – ¿y tú?, ¿terminaste ya el papeleo?- giro para mirarlo y le vio asentir levemente con la cabeza.

Me alegro –comento acercándose al duque, quedando frente a frente – Sebastian – le nombro pero no continúo, su mente se quedó en blanco, perdido en la mirada carmesí que lo miraba intensamente.

Ciel estas pálido-menciono sin parpadear.

Es la luna, idiota, estoy bien – respondió algo molesto.

Te amo - confeso de la nada y dio por terminada esa pequeña distancia que los separaba, tomo sus labios en un beso delicado e intenso que duro eternos minutos, con sus corazones latiendo desenfrenados. Se amaban, como se amaban.  Y ahí, bajo la luz de la luna, rodeados de rosas blancas,  en medio del jardín que les vio odiarse tantas veces  ambos olvidaron todo,  sus apellidos, sus crueles pasados, sus obligaciones, sus propios pensamientos y hasta sus nombres. En ese instante solo existían  ellos y  nada más.

La falta de aire les obligo a separarse y Sebastian no dudo en levantar a Ciel y llevarlo hasta su habitación, en medio de pequeños y traviesos besos abrió la puerta y con delicadeza lo dejo sobre la cama para hincarse sobre una rodilla y verlo fijamente a los ojos mientras sostenía una de sus manos, donde lentamente coloco un anillo en uno de sus dedos. Ciel se sobresaltó, asombrado.

Este anillo perteneció a tu padre, es de tu familia y debe estar contigo. Sé que es importante para ti – comento suavemente.

¿Cómo diste con él? -Pregunto  y Sebastian negó dándole a entender que de momento no le diría nada - El anillo del jefe de la familia Phantomhive– sus ojos brillaron y antes de permitir que una lagrima brotara de sus ojos sujeto el rostro de Sebastian y cerrando sus zafiros un momento  unió su frente a la de su amante que en silencio cerro también sus rubíes.

Aquella noche Sebastian hizo el amor a Ciel como si fuera la primera vez, lo tomo suavemente y luego con tanta  fuerza entre un vaivén erótico y delicado a la vez, Ciel gemía de placer mientras Sebastian le embestía y le besaba ardiente. Devorándole como si fuera un demonio y el con gusto le entregaba su cuerpo y su alma, pues él le pertenecía a Sebastian y Sebastian le pertenecía también.

El alba trajo consigo la ejecución pública de Gregson, Ciel en primera fila se sorprendía de  la cantidad de gente que asistió a tan funesta celebración- El morbo de estos días, la gente no respeta nada –decía y Sebastian asentía divertido, amaba oírlo comentar con tanto enfado, su amante aún era inocente, aun no comprendía que los humanos en si eran criaturas crueles que en ocasiones disfrutaban la desdicha de otros. Más de lo que el joven a su lado imaginaba.

Los guardias dieron lectura de los cargos, y la gente en silencio murmuraba. Gregson miraba a todos con desprecio, en especial a Ciel que lo veía orgulloso y burlesco.

Lo tienes merecido – murmuro lento para que Gregson leyera sus labios, y acto seguido el chacal  presiono una tabla y el ex duque cayo, balanceándose. Ciel contuvo la respiración y dio un paso atrás. Sebastian lo sujeto dándole apoyo, sabía que Ciel tenía un corazón amable, no se alegraba aunque demostrara lo contrario. 

Guardo silencio hasta que la última persona abandono la plaza. Ciel les miraba con frialdad, no se sorprendía realmente de la crueldad que habitaba en las personas pero le revolvía el estómago que solo vinieran a ver por morbo. Se preguntó si entre toda esa gente había alguien que extrañaría al duque.

Vámonos Sebastian, esto aún no se termina – Giro en su posición y se adelantó un par de pasos de donde se encontraba el duque quien no dudo en seguirle y adelantarse unos pasos para abrir el carruaje – Además quiero algo dulce, hace frio – comento al sentarse y Sebastian sonrió.

Preparare Tarte au citron y te Ceylán  para esta tarde – respondió y esta vez fue Ciel quien dejo aflorar una sonrisa.

Sebastian… ¿que pasara con el cuerpo de Gregson?- pregunto mirando distraídamente a la ventana- No es como si me importara, en lo absoluto, es solo que siento curiosidad.

Se quedara en Scotland Yard hasta que algún  familiar lo reclame – contesto ocultando el asombro que le ocasionaba el que ese joven pudiera sentir compasión de aquel bastardo, definitivamente su Ciel era único- Si nadie lo reclama seguramente utilicen su cuerpo para alguna clase de medicina pública.

Ya veo, como sea se lo tiene merecido – dijo con rudeza, recordando las heridas en el cuerpo de Sebastian y sin proponérselo se acercó y puso su mano izquierda sobre el pecho del pelinegro que guardaba silencio, expectante a lo que diría o haría Ciel- ¿Aun te duele? – pregunto dubitativo sin levantar su mirada. Sumiéndose en sus pensamientos mientras le acariciaba lentamente, ajeno al mundo fuera del carruaje.

Sebastian puso su mano por sobre la del peligris y con la otra levanto su barbilla- Estoy bien, no tienes que seguir pensando en ello.

No puedo evitarlo Sebastian, si no me hubieras protegido…  – era un reclamo contra sí mismo, se sentía impotente al sentirse el causante de esas heridas.

No lo digas- le acallo- De no haberlo hecho hubieras sido tu quien resultara lastimado, y en efecto te recuerdo que terminaste muy mal en todo aquello – se le acerco lento, acechando su cuello – Todo eso Ciel está en el pasado, no te preocupes más – le susurro y sin querer contenerse más tiempo rozo su cuello con los labios y deslizo una mano sobre la cintura del joven mientras con la otra desabrochaba el listón de la camisa.

Sebastian que… ¿qué estás haciendo…? – pregunto alarmado.

Le desnudo – contesto como si nada y prosiguió desabrochando rápidamente los botones.

¡Sebastian! –

Shhh no alce la voz o le oirán – dijo divertido mientras ignoraba la mirada agria que le regalaba – deslizo ambas manos por sus hombros y la camisa cayo, Ciel tembló en el acto y Sebastian no espero una aprobación para continuar y atacar con hambre los labios de Ciel que luchaba por no dejarse dominar  por la pasión que estaba sintiendo, más fue inútil. En el instante en que Sebastian lo atrajo contra si haciendo que quedara sentado a horcajas sobre él, Ciel olvido que se encontraban en un carruaje rumbo a la mansión y enredo ambos brazos en el cuello de Sebastian  profundizando mucho más aquel apasionado beso. El duque lo recibió con gusto mientras retiraba lo que quedaba de la ropa del peligris, y entre tirones desenfrenados volvió a su cuello, recorrió su pecho, rodeo su cintura. Se detuvo un momento para desabrochar sus pantalones y sin preparación previa entro en él. Ciel encorvó  la espalda y mordió con fuerza el hombro de Sebastian  que aún seguía ataviado con su chaqueta. Sebastian podía ser un bruto al tomarlo pero sabía perfectamente como aliviarlo, como besarlo. Ardía. Su cuerpo quemaba lentamente. Sebastian lo llevaba a la locura, mas no permitía que sus gemidos se alzaran, lo besaba lo devoraba. Era una entrega total, dar y recibir, se entregaban todo. El traqueteo del carruaje más los leves e intensos movimientos de Sebastian le hacían querer rogar por más, solo su orgullo le impedía tan acción, pero para Sebastian eso no era necesario. El sabía como hacerle el amor, como hacerlo delirar y el estar en un carruaje no sería un impedimento, le tomo fuerte por la cintura y en un fugaz movimiento lo recostó sobre el silloncito que antes ocupara el peligris para envestirlo con mayor libertad, seguía besándole evitando así que el cochero pudiera descubrir lo que ambos hacían. Ciel luchaba por contener los gritos que se atascaban en su garganta al sentir que faltaba poco para el final, mordió sin medir el hombro de su amante y sintió una última y fuerte estocada. Ambos con la respiración agitada y los cuerpos perlados en sudor  temblaban.

La noche estaba por caer, el sonido del viento era perturbador había algo en él y en todo el entorno que le hacía sentir cierto temor – Serán imaginaciones mías- se repetía – Debo estar cansado – pensó en voz alta.

La cena está servida señor, pero si está muy agotado puedo llevarla a su habitación- sugirió Tanaka que se encontraba a su espalda.

Tanaka, me asustaste – comento e ingreso junto al mayordomo- Cenare en el comedor, viejo, no te preocupes mejor dime ¿Ciel donde se ha metido, está de nuevo en la biblioteca?- pregunto curioso mientras se acercaba a la chimenea.

El joven menciono que se daría un baño antes de cenar y se fue a su habitación- le respondió con una sonrisa y se dispuso a salir de la estancia. Todo marchaba bien, ambos habían llegado muy sonrientes y las cosas en la mansión parecían retomar su apacible normalidad, se sentía alegre. Escucho que llamaban a la puerta y sin dilación se dirigió hasta la entrada.

¿Esperamos a alguien?- se preguntó el duque y siguió con la vista a Tanaka.

Como una sombra se escabullo en la mansión con maestría digna de un ladrón, sin ser visto ni oído por ninguno de los habitantes de la misma; Con un solo objetivo en mente. Ciel Phantomhive.

El cansancio por poco y lo venció en la tina, el calor del agua caliente solía relajarlo más de la cuenta. Toco su cabeza con cierto fastidio, le dolía desde hace rato y temía que Sebastian lo descubriera porque definitivamente comenzaría con eso de que aún no estaba bien de salud y necesitaba más descanso. Quizá fuera cierto pero con el ritmo de los últimos días y en particular aquellos momentos con su amante no se había permitido siquiera recostarse en la cama sin que le interrumpieran. Se alisto lo más rápido que pudo vistiendo únicamente un pantalón y una camisa de algodón blanca y salió rumbo a la sala principal.

¿A dónde vas con tanta prisa Ciel? – Pregunto una voz trémula desde las sombras.

Un  escalofrió lo recorrió de pies a cabeza mientras detenía abruptamente su andar. Aquella voz, claro que la conocía, le resultaba inconfundible- Bill - le nombro pero antes de poder darse la vuelta el mencionado le rodeo con ambos brazos impidiéndole librarse, poniendo sobre su boca un pañuelo impregnado en cloroformo. Ciel intento con todas sus fuerzas no respirar pero fue inútil y en menos de un minuto perdió la conciencia.

 

La oscuridad se abría paso en abanico ante él, todo sonido se oía distorsionado, la cabeza le daba vueltas y el asco que abatía a su estómago era casi insoportable. Trato de ponerse de pie pero las amarras en sus manos se lo impidieron, trato de sentarse lentamente y noto que incluso sus piernas estaban atadas. Respiro profundamente tratando de captar todo a su alrededor, recordaba haberse bañado y también haberse alistado lo mejor que pudo para bajar a cenar pero no conseguía acordarse de nada más. Forzó a su mente a volver a ese instante y como un balde de agua fría recordó la voz de Bill. No tuvo que esperar mucho para que quien ocupaba sus pensamientos hiciera acto de presencia y encendiera una luz tenue ante el que le permitió enfocar la vista a su alrededor, tratando de descubrir donde se encontraba.

¿Me extrañaste Cielito?- pregunto divertido aquel hombre.

¿Qué quieres?- Su voz le pareció ajena, su garganta estaba seca y la rabia en ella la volvía dura.

Pero que altanero te has vuelto, tratarme de ese modo después de que no nos hemos visto en tanto tiempo, ya me entere que el imbécil de Michaelis te dejo libre- comento como si nada mientras se acercaba a Ciel.

Y si así fuera qué, en primer lugar fuiste tú quien me vendió al duque – recalco – Ya no puedes seguir usándome- continuo- Ya no soy de tu propiedad- termino y por única respuesta recibió un fuerte golpe en la mejilla que le llevo violentamente al suelo.

¿Crees que esto es por ti?- pregunto  alterado- Que equivocado estas- dijo y Ciel se sentó de nueva cuenta escuchando con atención lo que fuera a decirle.

Esto es por Michaelis; al comienzo solo quería ganarme su confianza y por eso te vendí tan barato  a ese bastardo pensando que sería feliz por unos meses teniéndote a su disposición, jamás pensé que te metería en su cama, debes ser bueno en ella – se inclinó y lo cogió por la barbilla- no importaba cuanto pidiera, todos pagaban felices cualquier precio por tenerte- confeso haciendo que Ciel recordara el tiempo en ese lugar. Su cuerpo tembló de ira.

No sabes lo mucho que deseo matarte- le dijo con la mirada fría y la voz segura, aun cuando la situación no estaba nada a su favor. No sabía dónde estaba, no tenía ni idea de cuánto había dormido y todo su cuerpo aún estaba entumecido  y para colmo estaba atado de pies y manos.

Vaya así que tenemos algo en común Phantomhive- era la primera vez que lo llamaba por su apellido y al peligris se le hizo raro – Yo también deseo matarte, y muy lentamente- agrego- Pero eres alguien especial para el duque, lo sé, me lo han contado todo. El vendrá por ti y le estaré esperando.

Aquellas palabras hicieron que Ciel temiera, aunque sabía lo fuerte que era su Sebastian algo dentro de él le hacía temer por su amante. No quería verlo aparecer, no quería que nadie le dañara. No otra vez.

¿Qué es todo esto?- pregunto tratando de desviar la atención de Bill y buscar alguna forma de salir de ahí. Recorría con la mirada el lugar en donde se encontraba; Estaba en medio de una habitación iluminada tenuemente gracias a una vieja lámpara de araña, sin ventanas, en lo que parecía ser una mesa había extraños instrumentos, dagas que le parecían extravagantes con sus coloridas joyas incrustadas, tres o cuatro libros de piel y grueso empaste marrón, de alguna manera estos llamaron mucho su atención, particularmente uno abierto boca abajo que daba la impresión de estar secándose, sus ojos se quedaron fijos en él, algo goteaba desde la mesa, algo denso de color oscuro.- No me digas que ahora te dedicas  a la magia negra- quiso ser sarcástico pero todo ese ambiente le ponía nervioso.

Realización de rituales satánicos seria la expresión más adecuada mi pequeño conde – comenzó mientras se alejaba  lentamente de el- ¿te gusta leer no es así?- había tomado uno de los ejemplares y lo tiro al suelo donde Ciel permanecía arrodillado con ambas manos atadas a su espalda – Léelo- ordeno, y aunque reacio, el peligris bajo la vista clavándola en la cubierta que citaba: Cutis Vera Johannis Horwood.

Imposible –negó repetidas veces-  Eso, ¿es una clase de broma no es así? – Contemplo los bordes y la extraña calavera dibujada con sus  huesos cruzados – Un título exagerado de algo que no…

Se llama Biblioplegia antropodermica, es real, una maravilla ¿no te parece? Se ha practicado por años – sonrió e hincándose frente a Ciel abrió el tomo y le permitió leer  dos  páginas. Ciel asqueado volteo la vista- tengo varios como este, ¿quieres ver más? – sugirió.

¡Estas demente! – Le grito – Tú y quienes quiera que sean los que hicieron libros como este- su paciencia estaba en sus límites, el sonido goteante que se repetía como un eco en la habitación le ponía de los nervios. Entonces recordó el líquido oscuro y un macabro pensamiento cruzo por su mente.  Deslizo la vista a lo que se encontraba tras Bill y la fijo en el pequeño charco. Trago saliva al notar que era de un rojo profundo, casi negro.

¿Qué?- pregunto Bill al notar la concentración del peligris- Ahhh eso… es mi nueva adquisición, te gustara mucho leer ese libro, tu ayudaste mucho en su creación- afirmo y Ciel negó.

Mientes – le enfrento.

¿Qué miento?  No pequeño bastardo, tú  y el infeliz de Sebastian fueron quienes hicieron que mi hermano se convirtiera en eso – Confeso ante la mirada atónita de Ciel.

¿Tienes un hermano?- aquel comentario le confundió sobremanera.

Tenía, está muerto ahora– admitió- Tu y Sebastian fueron los culpables de su muerte.

Gregson – le nombro con asombro. Claro, su cabello, su piel, aquellos ojos fríos. Todo le recordaba a Bill-por eso el parecido entre ustedes – pensó en voz alta y volvió la vista hasta la mesa- Estas enfermo – sentía deseos de vomitar, Bill había perdido la cordura por completo, sabía que debía salir lo antes posible de ahí; comenzó a forzar las ataduras en sus manos.

Que pasa, ¿te asusta saber que contribuiste al empastado? – Se acercó a Ciel y lo cogió del cabello obligándole a verle - Que lo colgaran fue culpa tuya, tuya y de Sebastian y a ambos se los voy a cobrar.

Deja a Sebastian fuera de esto – le contesto y por única respuesta recibió un golpe aún más fuerte que el anterior, su vista se nublo por unos instantes.

Sebastian te está buscando y cuando de con este lugar, cuando lo traiga junto a ti podremos comenzar con todo; eres perfecto Ciel… eres mi perfecto sacrificio- admitió y Ciel por fin comprendió la situación en la que se encontraba.

No vengas Sebastian… hagas lo que hagas no vengas por mí – pensaba con desesperación- No podrás con Sebastian, él es mil veces más fuerte que tu – le advirtió y era cierto, el pelinegro le superaba en destreza, fuerza y agilidad.

¿Y quién dijo que estaría solo? – hablo una voz tras Bill, una voz que el peligris reconoció enseguida.

¿Wesley ya está todo listo?- pregunto Bill emocionado.

Todo, aunque fue difícil drenar toda la sangre – comento como si nada.

Doctor Wesley… porque – Para Ciel todo aquello no tenía sentido, no entendía que hacia el medico ahí junto Bill, no entendía de que hablaban ¿dijo sangre? ¿De que estaban hablando?

¿Por qué?  Mmm buena pregunta, no lo sé, digamos que estuve años juzgando a tipos como Sebastian que podían comprar personas y hacer con ellas lo que les viniera en gana sin saber lo maravilloso que se siente cuando ves la sangre brotando de heridas frescas – confeso como si nada.

Sebastian no es así – le defendió el peligris con rabia – no lo compares contigo- nuevamente cayo bruscamente al suelo cuando Wesley  le empujo, un extraño olor asalto su nariz. Olía a sangre, a muerte, contuvo una arcada y con dificultad volvió a hincarse- Es un médico… ¿porque está haciendo estas cosas? – Insistió- tiene una esposa, una hija, Arthur le aprecia – prosiguió.

Un esclavo nunca lo entendería- afirmo- ni mi hija ni mi mujer logran satisfacerme, mis pacientes son unos debiluchos quejándose de todo y todo el tiempo, en cambio Bill… el sí puede comprender mi afición por los cadáveres, mi afición por sus órganos y sus gritos. No creo en los demonios Ciel ni nada parecido pero sin con ello puedo realizar mis investigaciones y además recibo una gran suma de dinero para financiarlas, el preparar  rituales no me parece algo tan malo.

Estas igual de enfermo que Bill- resolvió.

Da igual lo que pienses – se burló el médico – porque cuando venga tu amante podrás ver las maravillas que hacemos con el – lo tomo por los brazos y rasgo un poco más la manga de la camisa – pero por ahora debes dormir, no te preocupes cuando llegue el momento podrás verlo, podrás contemplar con esos grandes ojos tuyos lo que es la locura- la mueca que apareció en sus labios hizo que Ciel se estremeciera antes de sentir el piquete en su brazo.

Sebastian no vengas – pedía en su fuero interno mientras todo ese escenario se desvanecía lentamente haciéndolo caer pesadamente en el suelo.

Si, lo mejor es que nuestro corderito duerma- afirmo Bill que se sentaba a leer ese libro olvidado en el suelo – que duerma hasta que Sebastian llegue.

Notas finales:

Te amo – leyó en los labios de Sebastian – antes de que esa dulce mirada que le dedicaba perdiera totalmente su brillo y el duque se desvaneciera  por completo ante los incrédulos ojos azules, que le llamaba y le mecía con desesperación.

No, Sebastian por favor no…  no te vayas no te atrevas

 

Un pequeño adelanto del siguiente capitulo "Pacto"

 


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