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Azul y Carmesí por Tsuki Nightray

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Notas del capitulo:

Aqui va el segundo capitulo de este fics!!!!

Advierto que hare sufrir a Ciel un poquitin pero prometo recompenzarlo luego (hare mi mayor esfuerzo!!!) 

 

Muchas gracias a todos los que leen y en especial a Alu Phantomhive que me regalo mi primer Review T..T Muchisimas gracias Alu me hiciste tan feliz kyaaaaaaaaaaaa

Espero que les guste.

 

Veinte monedas de oro es un precio excesivo para un esclavo debilucho y pálido como tú- exclamo  sin quitar la mirada del joven frente a él.

No es ni la mitad de lo que valgo-  respondió con molestia- además no es mi culpa que existan idiotas que no saben en qué gastar su dinero.

ZAZ!!! Un golpe seco en su mejilla lo obligo a callar.

Tal parece que no te han enseñado a guardar silencio en presencia de tu amo, pero permíteme instruirte – con su mano enguantada sujeto la barbilla de Ciel y lo atrajo  sin delicadeza hasta si- Cuando yo hable te callas, cuando yo te insulte asientes y si te miro bajas la cabeza. ¿Entendiste? –Los ojos de Ciel brillaron con furia contenida, lo que Sebatian no paso por alto y agrego mientras su otra mano se deslizaba suavemente por los cabellos del chico –Algo tan sucio como tú no vale ni una mísera moneda de plata- le dijo al tiempo que jalaba sus cabellos y lo arrinconaba en el pequeño asiento del carruaje- Vas a trabajar hasta que pagues por cada moneda que me hiciste perder, y de la manera en que a mi plazca ya sea en la mansión o en mi alcoba.

Ciel trago con dificultad, ese hombre…  ¿acababa de insinuar lo que creía? 

Callado te ves mejor, no tienes permitido hablar hasta mañana. Claro, si es que me apetece escuchar tus disculpas- corto y cerró los ojos dando por terminada la conversación.

Ciel intentó calmar los latidos de su corazón que amenazaban con delatarlo frente a ese demonio que tenía enfrente porque si, definitivamente el tal Sebastian Michaelis tenía que ser un demonio  para haberlo hecho creer que lo salvaría cuando apareció tras la reja y pago sin dudar aquellas veinte monedas que el asqueroso de Bill, su carcelero como solía llamarle,  había pedido por él. Pero que era en verdad, solo otro asqueroso que pretendía no solo hacerlo trabajar sino también obligarlo a satisfacer sus retorcidos deseos en la cama.

Y pensar que lo primero que quise hacer cuando subí al carruaje fue agradecerte por sacarme de ahí  je – pensó con mofa- serás  idiota Ciel.

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El largo viaje se le hizo eterno, no solo porque de cuando en cuando Sebastian solía mirarle para luego sonreírle con esa mueca que le ocasionaba escalofríos también porque aún continuaba llevando aquella desgastada y húmeda camisa.

¿Tienes frio?- la voz profunda de Sebastian lo saco de sus ensoñaciones.

…..-

Responde!!!- le grito.

No.-

No?, mmm bien entonces espero que esto si te lo provoque- con una mueca de satisfacción giro la pequeña palanca en la puerta para abrir la ventanilla y dejar pasar el viento frio de la madrugada, Ciel se estremeció pero se abstuvo de abrazarse a sí mismo, el muy condenado podía hacer lo que le viniera en gana pero él no  le daría el gusto de verlo sufrir, y mucho menos se rebajaría a pedirle nada, así se estuviera congelando.

Pero que mocoso más orgulloso-  pensó el pelinegro que se ajustaba la gabardina para protegerse del gélido clima- no deja de temblar y aun así tiene el tupe de negarlo, va a ser divertido doblegarte Phantomhive.

 

Cuando llegaron a la mansión Michaelis  el sol ya mostraba sus primeros rayos y el alegre canto de los pájaros llenaba el ambiente, a Ciel todo eso se le antojaba tan irreal mientras iba caminando tras el mayor con la cabeza gacha justo como le había ordenado cuando bajaron del carruaje, todos los demás sirvientes  estaban sonriendo.

¿De qué demonios se ríen? – Quiso gritarles a todos- es que acaso están tan felices de servirle a este infeliz.

Señor Sebastian,  ¡¡¡bienvenido!!! – dijeron al unísono el mayordomo y las sirvientas.

Gracias- respondió y les regalo una sonrisa llena de amabilidad- quiero que conozcan a Ciel- dijo haciéndose a un lado y señalando al joven tras el- Eso, es mi esclavo, acabo de comprarlo.

Los sirvientes contuvieron la respiración asombrados, el Señor Sebastian nunca había comprado ningún esclavo y no entendían porque justamente estaba frente a ellos aquel chico con esa apariencia tan delicada y visiblemente maltratado siendo llamado “Eso” por la persona más amable que ellos conocían  y tenían por maestro.

Ciel se mantuvo en silencio, a pesar de que solo deseaba salir corriendo hasta perderse; hasta olvidarse de todo, de todos – le había llamado cosa?, es que ni siquiera tenía derecho de ser tratado como una persona, contuvo las lágrimas y levanto la mirada dejando a todos incluso a Sebastian cautivado por aquella mirada tan profunda como un océano en tormenta.

Mi nombre es Ciel Phantomhive, un placer conocerlos- dijo sin esperar la contestación de nadie. 

 

 


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