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Caligrafía de amor y fe por FanFiker_FanFinal

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Notas del fanfic:

Título: Caligrafía de amor y fe
Autora: FanFiker_FanFinal

Pareja: Harry/Draco
Rating: T
Género: Espiritual/Romance

Universo: muggle (AU)
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.

Notas de autor: Esta historia la he tenido mucho tiempo reposando en el baúl. Es mi última historia escrita de Harry Potter, y es un fic un poco diferente a lo que habitualmente suelo escribir, pero quería estrenarme con este género. Es posible que la historia suscite controversia y diferencia de opiniones; por tanto, si eres muy religioso o muy científico; si no te gusta o te incomoda, puedes dejar de leer. Si, por otro lado, te apetece intercambiar opiniones con respeto, estaré encantada de escucharte. La historia puede parecer ambigua porque quiero que cada uno saque sus conclusiones. No todo está demasiado claro, porque aquí, el lector también participa en la historia. Porque como seres distintos y únicos, interpretamos de forma diferente lo que leemos. Y porque, después de leer este fic, seré yo quien se admire de vuestras interpretaciones. Así que, dejad reviews, ¿vale?

CALIGRAFÍA DE AMOR Y FE

FanFiker_FanFinal

1. La ayuda no se niega a quien la pide.

Harry se secó el sudor una vez más. Frente a él, el pequeño de cabello castaño parecía adherido a la vida de forma tan sutil, que Harry temía que, al moverse de su lado, se fuera en cualquier momento. Aunque agradecía los ratos en los que Hermione y Ron se pasaban por su casa para hacerle compañía, las noches eran especialmente duras, sobre todo si el enfermo resultaba ser la única persona importante en su vida. Harry había perdido a sus padres de pequeño, a su padrino Sirius, que le cuidó después de la muerte de ellos, y también a un querido amigo de Sirius, y comenzaba a pensar si es que su existencia llevaba implícita alguna especie de maldición, una que condenara a toda persona cercana a él dejar de vivir. Muchas veces se había preguntado por qué no podía cambiarse por ellos. En el caso de Sirius y de sus padres, Harry debía vivir según el derecho de juventud y su impredecible futuro, pero ahora las cosas se habían invertido: el enfermo gozaba de un derecho a vivir superior a él —tras haber disfrutado veintisiete años de su vida—. El moreno evaluó, por enésima vez, el sacrificio de cambiarse por Teddy Lupin. Y escuchando su respiración mientras encendía una vela, deseó poder entregar cualquier cosa a cambio de tenerlo vivo y sano.

Se lavó la cara y contempló las enormes ojeras permanentemente instaladas en su rostro; ese rostro que estaba envejeciendo visiblemente debido a lo poco que dormía y comía. Ese rostro que ya nadie miraba, porque Harry, a su edad, tenía a un menor a su cuidado, y no mucha gente estaba dispuesta a cargar con ese obstáculo. Además, Harry era gay, y eso reducía considerablemente sus opciones. Algunas mujeres le habían propuesto vivir juntos, y la verdad es que no les hubiera importado cuidar de Teddy, como fue el caso de Ginny Weasley, la hermana menor de su amigo Ron, o de Laylen Smith, una jovencita tres años menor que él que había conocido durante unas vacaciones. Pero al moreno no le parecía bien emparejarse con ellas cuando no las amaba realmente; nadie debería estar condenado a una vida así, de modo que las rechazó. Suspiró, se secó la cara y al mirar al espejo se sobresaltó: una figura humana yacía tras él, o eso le mostraba la imagen en el espejo. Pero cuando miró atrás, no había nada más que su imaginación; su falta de descanso hacía a la mente jugarle malas pasadas. Regresó a la habitación de Teddy y se apoyó nuevamente en el sillón para velarlo.

Cuando los padres de Teddy, amigos de Sirius, fallecieron en un accidente, Harry se encontró de nuevo con la tragedia: no solo había perdido a dos personas cercanas a él, sino que además tenía la responsabilidad de explicarle al pequeño dónde estarían sus padres cuando despertara.

Harry salió al día siguiente sin desayunar, tras comprobar que su ahijado Teddy seguía respirando. Se había tomado muchos descansos para cuidarle, y no podía pedir más permisos para quedarse. Se cruzó con la mirada de Hermione en cuanto entró a su oficina, quien poco después apareció con un té y un generoso plato de galletas.

—Buenos días, Hermione —sonrió el joven.

—Harry, tienes que desayunar. No podrás concentrarte en los casos si no vienes a tope. Y está bien que tengas alguna noche de insomnio, pero no comer ya es grave. Por favor —y empujó el plato hacia él. Harry sonrió levemente y asintió, metiéndose una en la boca—. Volveré y registraré la papelera por si te han dado las ganas de tirar el desayuno que con tanto cariño te he preparado.

Harry rio, sin poderlo evitar. Realmente, su amiga estaba preocupada, y lo entendía, pero no quería a ninguna mujer batallando en su vida, aunque Hermione estuviera empeñada en desempeñar el papel de madre con él.

—¿Necesitas ayuda este fin de semana? —se ofreció la chica, ataviada con un traje azul marino muy entallado, el que usaba habitualmente para ir a los juzgados.

—No te preocupes, Hermione, estaré bien.

—Bueno. Ron y yo iremos con Rose a la playa. Por favor, llámanos si nos necesitas, ¿de acuerdo?

Harry asintió y añadió:

—Si Laylen está por aquí, le diré que se pase. Solo para tu tranquilidad.

Esa explicación pareció convencer a la chica, y así, Harry fue dejado solo con su té, las galletas y los casos. Harry era abogado desde hacía siete años y quería avanzar en su carrera para ayudar a los más necesitados.

El jefe del bufete le había ayudado cuando ocurrió lo de Teddy, utilizando esa ley que permitía al pariente poder instalar al enfermo en casa, adquiriendo toda la maquinaria y profesionales disponibles. Aunque primero hubo que solventar un obstáculo importante, porque Teddy, familiarmente hablando, no era de su sangre. Afortunadamente, su abuela habló por él y gracias a eso, Harry podía volver a casa a estar con Ted en lugar de hacerlo a un hospital y seguir trabajando.

Teniendo esa deuda de vida para con el señor Harris, Harry aceptó cualquier caso que él le derivara. De momento había sido asignado como abogado de oficio a distintas familias cuyo salario no permitía pagar a uno más caro, y él se movía bien en ese ambiente. Le gustaba ayudar a los más necesitados. Se levantó al finalizar el desayuno y se dirigió hacia la mesilla más cercana a la puerta. No era muy creyente, pero siempre le ayudaba prender una vela todos los días, rogando que cuando terminara su jornada, Teddy lo estuviera esperando en casa, aunque estuviera inconsciente. De ocurrir algo, Christine, la enfermera personal de Teddy, le llamaría de inmediato. La vela se empapó del fuego de la cerilla, y cuando Harry alzó la vista, juraría que alguien lo estaba mirando. Eran unos ojos enigmáticos, como si no fueran de ese mundo. Le dieron escalofríos. Regresó a su mesa de nuevo, dispuesto a revisar un montón de papeles y artículos.

Harry se sentó junto a Teddy tras despedir a Christine: otro día más, se dijo, mientras acariciaba la suave mejilla del pequeño de ocho años. Le quitó el suero tal como le había indicado ella y procedió a mirarlo con detenimiento. Quizá se encontraba demasiado cansado, porque hasta le parecía que le había regresado el color. Sus tripas rugieron: llevaba ocho horas sin comer nada de nada: no había podido saltarse el desayuno, pero sí el almuerzo, y ahora debería cocinar algo para calmar a su estómago. Besó al muchacho y bajó a la cocina para hacerse una sopa. De paso abrió el frigorífico y encontró un poco de pavo. Podría hacerse un sándwich. Desde que Teddy dormía, Harry no quería poner la televisión porque le recordaba mucho a él, a sus ratos felices de los domingos, cuando veían dibujos juntos, así que comía en soledad en la cocina de su residencia de Grimmauld Place. Después se retiró a su cuarto a descansar un poco, pero esta vez no fueron unos extraños ojos ni una cara, sino una extraña sombra la que lo delató. Harry comenzaba a pensar que tenía alucinaciones; sin embargo, cuando subió a ver a Teddy y bajó de nuevo a su cuarto, una voz lo sobresaltó.

—Hola.

Harry se giró, quizá esperando ver a Laylen o a Hermione, o a Christine, las únicas personas que tenían la llave de la casa, pero se topó con una figura masculina, delgada, vestida de gris perla, con ojos a juego y una cara alargada y cabello rubio casi blanco. Parecía de su misma edad.

—¿Quién eres? —su reacción produjo cierta sonrisa en el extraño individuo.

—Sabía que no te asustarías.

Harry se acercó más, para nada intimidado. Si aquel hombre se había colado para robar, él lo echaría. Protegería a Teddy a riesgo de su vida.

—¿Qué quieres, cómo has entrado?

El rubio volvió a sonreír:

—Solo quien no tiene nada que perder puede mostrar una ausencia de miedo.

—Si has venido a robar, no hay nada. Nada que te puedas llevar —ahora el rubio sonrió aún más.

—Por Dios, ¿tengo pinta de ladrón? Me ofendes.

—¿Quién eres? Te recuerdo que no te he invitado a entrar, así que me debes explicaciones.

Ambos se estudiaron, atentos a los movimientos del otro.

—Oh, pero sí me invitaste, lo que pasa es que no lo hiciste de forma consciente.

El muchacho rubio se había adelantado un paso, y entonces Harry le vio las manos, delgadas, a ambos lados de su túnica gris. La luna arrojó cierto brillo por la ventana, haciéndole parecer una divinidad. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el extraño no era sólido, sino algo… incorpóreo. Difuso. Como si pudiera traspasarlo.

—No entiendo...

—Hiciste un hechizo —y al ver el rostro extrañado de Harry, añadió—, aquel día, encendiste una vela frente al espejo. Después, deseaste desesperadamente que tu ahijado sanara.

A la mención de Teddy, Harry abrió los ojos de forma desmesurada.

—¿Cómo sabes eso? ¿Nos has estado espiando?

El rubio suspiró, murmurando algo como "me ha tocado un no creyente", y de nuevo adoptó una postura cómoda y neutra.

—Bueno, podría explicarte que lo sé porque soy una criatura que cumple deseos, pero al parecer, no me creerías, así que sigue pensando entonces que soy cualquier otra persona. Aunque lo de ladrón me ofende, sinceramente, ¿cuándo has visto un ladrón con este atractivo?

Harry no daba crédito: un extraño sin nociones de parecer humano estaba de pie, en su habitación, diciendo venir de otro mundo y se permitía bromear. Debería hacerle caso a Hermione y dormir más. Se frotó los ojos, pero la figura seguía estando ahí.

—Dime la verdad y yo decidiré si te creo o no —el rostro del moreno estaba endurecido, sospechando de esa persona, de ese extraño que estaba en su casa. ¿Qué era? ¿Y por qué podía hablar con ese fantasma?

—Normalmente... venimos y concedemos los deseos, luego nos marchamos, pero... me está dando grima ver en lo que te estás convirtiendo, sin comer, ni dormir. Solo vine a decirte que tu ahijado empezará a estar mejor a partir de mañana. Así puedes dormir tranquilo. Se despertará.

Harry se acercó a él como un resorte.

—¿Cómo? ¿Sabes lo que le pasará?

—No lo sé. No veo el futuro. Solo puedo decirte que se despertará.

—Entonces, con mayor razón dejaré de dormir —y Harry salió de la habitación para regresar junto a Teddy. El rubio lo siguió.

—¿Eres tonto? ¿Me he dejado ver para que puedas hacer tu vida normal y solo se te ocurre seguir al lado del niño?

Harry se volvió, furioso.

—Ese niño —recalcó—, es lo único que tengo en la vida. Y si despierta, quiero que me vea a mí, esperándolo. Porque no tendrá a sus padres y no lo sabe. Y quiero que sepa que nunca lo dejé solo.

El rubio se encogió de hombros, torció la sonrisa y sacó una pequeña libreta.

—Como quieras. Usaré esa información para decir que me tuve que dejar ver porque tu vida corría peligro.

Aún atónito, Harry elevó la vista de la silla donde se había sentado. Teddy seguía respirando débilmente, entre la oscuridad. El "hombre" miró la libreta durante un buen rato y, al cerrarla, Harry se aventuró a preguntar:

—¿Estás muerto?

—No —la libreta desapareció de sus manos como si fuera el truco de un prestidigitador—. Estoy en un plano dimensional diferente al tuyo. Pero los demás no pueden verme.

—¿Solo yo?

—Sí, porque eres quien pidió el deseo.

—Todo esto es... muy raro —Harry se frotó la cara, nervioso—, pero si realmente vas a salvar a Teddy, tengo que agradecértelo de alguna manera.

—No es necesario. Nosotros estamos para eso. Nos nutrimos de luz cuando hacemos nuestro trabajo, lo cual nos permite redimirnos de vidas anteriores en las que no fuimos bondadosos.

Harry ahogó una exclamación. ¿Vida eterna? ¿Reencarnación? Se le aceleró el corazón. Eso no era posible.

—¿En serio? No creo en nada de eso.

El rubio se encogió de hombros, frente a él. Tomó aspecto parecido al que tomaba Hermione a punto de darle un sermón.

—Bueno, que no creas tú no significa que eso no exista. Mucha gente no cree, pero no importa. Al final, las cosas están ahí, para el que quiera mirar más allá.

Harry abrió la boca: iba a dar mil y una razones de por qué eso era físicamente imposible cuando un sonido de llaves y un grito les alertó.

—¡Harry!

El moreno miró al otro rápidamente y explicó:

—Es mi amiga Laylen, puedes irte.

—¿En serio? Si no puede verme. ¿O es que acaso quieres que no vea lo que tú y ella vais a hacer?

Harry ignoró al bastardo entrometido y bajó las escaleras. A mitad de ellas, una chica delgada y con pelo rubio y rizado se echó a sus brazos.

—Harry. Espero no molestar.

—Claro que no, pasa.

—¿Estás solo? Escuché voces.

—No, no —Harry se obligó a sonreír—, probablemente era yo, disertando.

Ambos se sentaron en la mesa del salón, en la primera planta, y Harry comenzó a contarle su semana. No veía a Laylen desde hacía tiempo, ella había estado muy ocupada, y Harry tampoco había tenido ganas de ver a nadie, pero era un encanto. Siempre preguntaba por Teddy y cada vez que se veían le traía un regalo. Esta vez lo había tenido oculto en un bolsillo, y se lo dejó a Harry en la mesa. El moreno se quedó mirando el papel amarillo con topos negros, derrotado.

—Laylen, ¿qué voy a hacer con todos estos regalos, de verdad?

Ella sonrió con cariño, y sin ninguna duda, respondió:

—Se los darás a Teddy cuando despierte.

Siempre era la misma cantinela. Obviamente, nadie quería decir "¿y si no despierta?" porque sería inapropiado, aunque ambos lo pensaran. Harry se giró para observar al muchacho de pie, observándolos, con gesto cómodo. ¿Es que ahora iba a tener un fantasma auto invitado en casa?

Sin embargo, el chico no dijo nada y cuando Laylen y él se despidieron, informó:

—Es muy afortunada —Harry se volvió, sin entender—. Tiene una protección divina. Todo lo que haga en la vida le saldrá bien. Y además está protegida de almas impuras.

Harry pareció algo sorprendido, pero aún escéptico.

—¿Todo eso lo has sacado simplemente observándola?

—Sí. Los humanos son insensibles a las capas áuricas —como Harry frunciera el ceño, precisó—. Con tus ojos no se puede ver, pero con los nuestros, sí. Además, tiene fe en las personas. Si lo explota, podrá sacar mucha luz para su siguiente existencia.

Harry se tiró del cabello. Prefería ser ignorante, no quería discutir. No creía en la reencarnación. Uno era la misma persona, siempre. Y al morir, todo se acababa.

—Ya. Si no crees, ¿por qué pediste ayuda divina?

Esa era una muy buena pregunta. Pero Harry también tenía una buena respuesta.

—Los humanos solo creemos cuando estamos desesperados. Si se realiza algún milagro, esa es la única forma en que alguien pueda creer —recogió los vasos y platos que había utilizado y comenzó a fregarlos mientras el rubio lo miraba con diversión.

—No es cierto, no todo el mundo es así. Y esa es la primera etapa.

—¿Etapa?

—Sí. Voy a marcharme, no puedo estar aquí contigo siempre —informó el chico, descruzando los brazos—, supongo que me pasaré algún otro día, ya que he violado las reglas. Pero no importa. Aquí todo tiene solución.

Harry no quiso hacer más preguntas, toda la información lo estaba molestando; y a pesar de la incomodidad de las palabras del desconocido, deseó en ese instante no perder aquella compañía: le había dado una esperanza y quería aferrarse a ella. Tenía que volver.

—¿Te… puedo llamar de alguna forma?

—Me llamo Draco —sonrió el rubio, sabiendo que no era eso lo que había preguntado; y haciéndole un gesto de despedida, comenzó a desaparecer ante sus ojos.


Tres días transcurrieron hasta que el desconocido chico de otro mundo volvió a Grimmauld Place. Harry estaba acariciando a Teddy; le cambió, le peinó y fue al baño a lavarse. Dio un respingo al llegar al marco de la puerta.

—Oh, joder, ¡qué susto! Podrías avisar de que vienes.

Harry se encontró con la intensa mirada de Draco. El chico seguía llevando la túnica gris y una postura descarada.

—Ya te dije que volvería. ¿Cómo está Teddy? —los ojos del moreno parecieron llenarse de vida.

—No he notado nada, a pesar de que dijiste que despertaría. Pero Christine dice que su respiración y sus latidos han variado y parecen más estables, y ella es la que entiende, así que supongo que está mejor.

Ambos se estudiaron con curiosidad.

—Veo que tú sí estás mejor —destacó Draco—, parece que has comido y descansado. Me alegra.

Harry entró en el baño y abrió el grifo para lavarse las manos.

—Oh, no, por favor. No empieces tú también. Mi mejor amiga, Hermione, ya se encarga de hacer de mi mamá. No necesito otra, gracias.

Draco se paseó por el cubículo de muebles viejos y descuidados.

—¿Te parezco tu madre? Cada vez que vengo a verte tienes el don de ofenderme de forma increíble. Ahora no parezco lo suficientemente masculino, ya veo… ¿qué pasó con el look de ladrón, ya no doy el pego?

Harry sonrió ligeramente, el chico tenía sentido del humor. Lo escuchó disertar acerca de lo que debería hacer, como afeitarse, vestirse mejor y deshacerse de su timidez. El moreno bajó a la cocina con el fin de hacerse la cena, y Draco lo siguió.

—Te invitaría a cenar, pero no sé si comes o no.

Draco hizo una mueca de desagrado y señaló el pollo picado.

—Claro que como, pero no esas cosas.

—¿Eres vegetariano? —bromeó Harry.

—No me alimento de sólidos.

—¿Comes papillas como los niños bebés? —insistió el moreno, pasándoselo en grande.

—Oh, veo que te diviertes mucho vacilándome —el rubio se desplazó hacia Harry, con tan mala suerte que el otro chico colisionó con él. Harry se llevó la mano al corazón al notar que el otro no tenía un cuerpo sólido, que lo había traspasado y sentía como si hubiera pasado a través de un obstáculo que le impidiera moverse. No tuvo palabras ni siquiera para maldecir, porque jamás había sentido algo tan… raro. Era como si Draco impidiera que él pudiese avanzar, pero sin la suficiente fuerza como para detenerlo de verdad. Harry se preguntó cómo podría vivir alguien así. Y su mente se llenó de preguntas.

—¿No puedes tocar cosas? —preguntó, volviendo al pollo.

—Sí, todo es tan sólido como en tu mundo. Pero no tengo el permiso de intervenir, así que no te preocupes, no podré tirar objetos ni asustarte de ninguna otra manera que no sea apareciéndome.

—Muy gracioso, Draco.

El rubio contempló cómo Harry cocinaba, cómo echaba la sal y las especias, sintió el olor a comida en el lugar y musitó:

—Echo de menos cocinar en La Tierra. Yo era muy bueno cocinando, ¿sabes?

Harry sonrió con burla.

—¿Mejor que yo?

—Podría competir contigo.

El moreno calló. No quería volver a la conversación profunda. Quería hablar de su trabajo, su vida y sus preocupaciones, pero con Draco no podía hacerlo. Porque era todo un misterio y Draco no comía, ni dormía, aparentemente. Era… un genio de los deseos que ni siquiera tenía un cuerpo como el suyo. ¿Qué podría compartir con él?

—Te comes el coco —se burló el rubio, que de alguna forma podía adivinar lo que pensaba el otro.

—No. Es que no tengo ganas de una conversación profunda —respondió él en toda su sinceridad.

—No es necesario que me hagas preguntas —recordó el chico—, al fin y al cabo, me iré pronto.

Harry removió bien el guiso e ignoró la sensación de angustia que pareció incrementar dentro de su persona. Cierto, Draco solo estaba ahí por un deseo, después se iría. No es como si tuvieran que ser amigos. Se sintió mal entonces, por la razón de su presencia, si esta era cierta: Teddy iba a despertar. No debería portarse mal con quien propició que todo eso sucediera. Y ya estaba ocurriendo.

—Perdona, he sido grosero. Es solo que no quiero hablar de mundos paralelos ni nada de eso.

—No importa. Podemos hablar del tiempo, o de tus amigos. Tengo mucho de qué conversar —Harry asintió y le estuvo contando cómo conoció a Ron, a Hermione, que eran amigos desde el colegio; después le habló de Laylen, y de algunas personas de la universidad que incluso creyó haber olvidado. Draco escuchó pacientemente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Después se dio cuenta de los pocos amigos que tenía. De que, desde que Teddy cayó en coma, se fue distanciando de muchas personas importantes. Y su trabajo de abogado tampoco había ayudado nada, pues debía estar leyendo y repasando muchos documentos día tras día. Se acordó de que debió haber revisado un sobre que le pasó Hermione, y se dijo que lo haría mañana a primera hora. Después, Harry subió a su cuarto para cambiarse e ir a dormir. Draco lo observaba apoyado en la jamba. Quizá pensara que el edificio fuera a caer en cualquier momento, o es que tal vez tenía una manía de pararse junto a los marcos de la puerta. El moreno se quitó la ropa para embutirse en un cómodo pijama negro.

—Te sienta bien —fue el repentino comentario de Draco, y Harry se volvió con nostalgia.

—Gracias. Me lo regaló… un amigo —Harry se sintió observado, así que subió a la cama y se tapó con el edredón—. ¿Podrías… hacerme un favor? Si Teddy se despierta, ¿podrías avisarme?

—¿Ahora quién soy, la chacha? —bromeó el rubio con gesto de enfado—. Te vas superando, Harry. Está bien, lo haré. Ya te pediré algo a cambio.

El moreno lo miró, agradecido. Realmente, Draco no debía tener nada mucho más importante que hacer.

Notas finales:

CONTINUARÁ

Los reviews hacen que Harry crea XD


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