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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos :) me apuré y escribí el tercer capítulo... Espero que les guste...

 

AQUI, es el inicio de toda la trama... lo mejor está a punto de comenzar :D

 

A leer!!!!

CAPITULO III: El primero de todos los besos.

Una semana ¿saben lo que es eso? Siete días en los cuales no he pensado en nada más que no sea en mi profesor. ¿Cómo le voy a decir que su prometida le es infiel con su tía? Esto es de locos. –Por amor al prójimo… deberías decirle a aquel pobre hombre que tiene los cuernos más grandes que se puedan tener… He conocido historias de personas engañadas con uno de sus familiares, otros que son una ilusión para no querer demostrar que se es homosexual, pero el hecho que te engañen con tu tía y que tu pareja sea lesbiana, es algo de locos… Además… aquí estoy yo… La tía Cata puede ayudarle a pasar sus penas. Mira que andar engañando a un profesor tan buenmozo y adinerado… Si esa tal Adriana no lo aprecia, yo sí que lo voy a cuidar… a desnudar, succionar, lamer, dar con el látigo y uf, lo que él quiera….- Es la forma como mi mejor amiga trata de aconsejarme. Lejos de sus desvaríos de cincuentona soltera, el fondo de su mensaje es sincero, debo contarle la verdad, para así impedir que cometa el peor error de su vida. Un matrimonio sin amor, creado solo con la intención de fingir ser alguien quien no se es, debe ser horrible. Sé perfectamente qué debo hacer, ahora lo único que me hace falta es buscar el momento preciso y por supuesto, las palabras idóneas para revelar una verdad tan nefasta.

Hoy me levanté decidido, iré a su oficina en la hora de colación, le pediré que se siente y le contaré toda la verdad. Cuando me enteré de aquella infidelidad, y por su supuesto luego de salir del shock, fotografié el momento, si he de acusar a Adriana de algo tan grave, debo tener con qué sustentarme. Cinco son las imágenes que muestran claramente a Sor María Iluminada besando apasionadamente a la prometida de su sobrino en plena iglesia. Supe el nombre de la monja un día que hablé con don Diego. –Tengo… tengo algo que decirle… Profesor… ¿Usted tiene una tía religiosa verdad?... Pues bien… ella… ella…- Quería contarle todo, estaba decidido, pero fue él quien me interrumpió. -¿Sor María Iluminada? Ella es hermana de mi madre, la amo desde pequeño, ya que ayudó a criarme, siempre con aquella sonrisa tan cálida y sus brazos… que delicia de abrazos me entregaba cuando yo me sentía solo… Es una de las mujeres que más amo en este mundo.- De la nada comenzó a rememorar su infancia y yo me quedé en blanco. Vi tanta ternura en sus ojitos de viejo de matemáticas, que me fue imposible romperle el corazón. Pues sí, aunque no lo crean, también puedo llegar a ser sensible, no porque piense en músculos y penes todo el día, no significa que no tenga algo de sentimientos.

Luego de narrarme por más de media hora lo mucho que su tía monja se ha sacrificado por él, me preguntó la razón por la cual quería saber de ella. –Pues… resulta ser que… Ah sí, mi hermana está grabando “Sor Rita, la monja que te atiende y no grita”, tiene que caracterizar a una religiosa que se enamora… pues… del prometido de su sobrina y… se besan en la iglesia, ambas solas… digo ambos solos… porque es un hombre y una mujer… no dos mujeres… y quería saber si ella… ¿Sabe sobre alguna historia parecida? Quizás pueda ayudar a mi hermana a caracterizar a una novicia, ¿cree que pueda ser buena idea?- Lo intenté, estuve a punto nuevamente de decirle la verdad, pero fue su ceño fruncido, su puño apretado y sus labios tensos los que me dieron a entender que no le gustaba la idea que su adorada tía se relacionara con mi hermana, la actriz porno. Si supiera los gustos de Sor María Iluminada, pensaría de otra manera. Al final esa plática me sirvió solo para saber el nombre de la susodicha, y claro, para recibir una reprimenda por parte del profesor. ¿Acaso este sujeto nunca vio películas eróticas? Pero si tiene una cara de pajero insaciable. ¿Será virgen aún? Y sumado a que debo confesarle que es cornudo, ahora me cabe la duda si todavía nada de nada con su prometida, porque él tiene pene, no vagina, que es lo que le gusta a Adriana. Siempre que lo pienso quedo congelado, virgen a los veintidós…

Luego de las clases de la mañana, llega la hora de almorzar y ocupo este tiempo para ir a la oficina del profesor Recabarren. Lo haré de la forma más sosegada posible, trataré de no parecer brusco, aunque seré firme al mostrarle las fotografías, tiene derecho a saber a quién ama. Toco la puerta y espero a que me dé la autorización para entrar. Pasan cinco minutos y nada, ¿no está aquí? Luego de otro periodo de tiempo me hago una brillante pregunta ¿Los profesores también comen? Y claro, recién en ese momento me percato que debe estar en el comedor, almorzando junto a sus colegas. Me dispongo a retirarme cuando veo frente a mí a un hombre hermoso. Lleva el pelo corto, es de un castaño claro, casi rubio. Su piel es nívea como la leche, aunque se ve la sombra que provoca su barba afeitada. La nariz la tiene respingada y decorada con tiernas pecas, abundantes cabe decir. ¿Es el hermano perdido de Adriana? Son iguales. Es alto, su cuerpo no es muscular, pero si fornido. Lleva una camisa blanca sencilla, pero desabotonada en los primeros ojales. Su pantalón es gris, pero ajustado, remarcando su voluminoso trasero y por qué no decirlo, total ya van conociéndome, haciendo notar su impactante paquete.

-¿Prats? ¿Quieres hablar conmigo? ¿Renato?... ¿Hola?- Creo que a lo lejos escucho unos llamados, pero solo luego de un rato me percato que se trata de mi adonis. ¿Aquel hombre tan guapo sabe mi nombre? ¿Este si es el semental que me quitará mi virginidad? –Sí, quería hablar contigo… Toma mi lechuga y hazla trizas… Deshójala a gusto…- Le digo embobado aún por su imagen celestial, es que por más que lo intento no logro despegar la mirada de su cuerpo. -¿Cómo te atreves a tratar de tú a uno de tus maestros? Que falta de respeto jovencito… Siempre debes referirte a mí como don Diego o profesor Recabarren, ¿entendido cabeza de lechuga? Además… ¿qué es eso de deshojar uno de esos vegetales?- Ok, caigo de pronto al horrible mundo terrenal. ¿Qué? ¿Aquella hermosura es el viejo de matemáticas? ¿Se hizo cirugía plástica?

Se cortó el cabello, antes le llegaba casi al mentón y parecía que no se lo lavaba, ahora creo que hasta brilla y se ve más dorado. Ha cambiado de ropa, porque de tener un armario del siglo pasado, ahora parece estar más a la moda, con vestimenta más ceñida a su cuerpo. Sin embargo, el mayor de los cambios es la desaparición de su frondosa barba, aquella que le hacía parecer unas décadas más viejo. ¡Oh por Dios! ¡Ahora si aparenta los veintidós años que tiene! Y de qué manera -Profesor, es que no puedo dejar de mirarle, se ve muy guapo… antes se daba la vuelta en la sala y era tan aburrido, en cambio ahora podré ver su trasero… Créame que me alegrará el día…- Le digo cuando ingresamos a la oficina. Le tengo sentado frente a mí, al otro lado del escritorio, y no puedo impedir que aquellas palabras broten de mis labios. No es la primera vez que le digo esto a un hombre, lo malo es que se trata de mi profesor, uno muy conservador y cuadrado. El golpe que da en el escritorio logra pararme el corazón, veo cómo de pronto se levanta de su asiento y me mira fijamente. Todos los músculos de su cuerpo están contraídos y veo cólera en sus ojos. -¿Cómo te atreves a decirme cosa tan repugnante? ¡Maricón de mierda! Ponte en tu lugar, pecador asqueroso… Arderás en el infierno junto a todo el resto de desviados, junto a las prostitutas… Junto a tu hermana, aquella ramera que graba videos indecentes…- Puede pisotearme, decirme maricón y desviado, pecador y hasta podría aguantar un golpe en mi rostro, pero si hay algo que jamás podré perdonarle a este pedazo de mierda es el hecho de denostar a mi hermana, al ángel que me ha mantenido con vida.

Me levanto tranquilamente, meto mis manos a los bolsillos y saco de ellos unos papeles que imprimí tan solo la noche de ayer. Miro serenamente a don Diego, quien aún hierve en cólera, tomo su mano y deposito en ella las fotografías. –Arderé en el infierno sí, por maricón y pecador… pero no crea que estaré solo, porque me iré junto con la puta de su prometida y su hermosa tía, esa que ayudó a criarlo, la misma que se besa con su amada…. Ambas son lesbianas y se han acostado por años, se han burlado de usted, le han engañado como el desgraciado que es… ¿Qué se siente ser tan poco hombre que ni siquiera puede mantener a una mujer a su lado? ¿Qué tan asqueroso es que la pobre Adriana tuvo que consolarse en los brazos de una monja?...- Y tan solo al contemplar la destrucción de su espíritu, la forma en que tiritan sus manos, su rostro descompuesto, el sonido de la silla al recibir de pronto su peso, y aquella descompensación que siente al enterarse de la verdad, todo ello junto me dan a entender que he logrado poner en su lugar a un hombre tan desagradable como este. Espero que nunca más se le ocurra meterse con mi Natalia.

Salgo victorioso de la oficina, primero pude vengarme y segundo, terminé diciéndole la verdad sobre su prometida. Fui lo menos brusco posible… tomando en cuenta que mi sangre hervía por la rabia y que lo único que quería era golpearle, de hecho… lo iba a hacer… pero luego me acordé que es más alto y tiene más cuerpo que yo, entonces ¿para qué? No es que me haya dado miedo, para nada… Quizás un poquito, pero lo disimulé bien y lo dejé devastado. Sé que hay una persona sufriendo, pero no puedo dejar de sonreír.

Se me ha quitado el hambre, así es que me dirijo al baño para poder despejarme un poco, mojar mi cabeza y librarme del peso en la conciencia que comienza a gestarse desde que salí de aquella habitación. Miro en el espejo mi rostro mojado y solo puedo recordar el desconcierto en la mirada de don Diego. Ahora que tengo la mente serena, me doy cuenta que aunque él me discriminó, yo le destruí la vida, sin compasión. ¿Debería pedirle disculpas? No, que se joda, total solo le dije la verdad. Renato, deja de ser corazón de abuela y vuelve a ser el chico pervertido de siempre.

Entre tanta confusión, me dan ganas de orinar, por lo que me pongo enfrente del urinal, saco mi pene y libero el líquido que tenía contenido. Me siento tan relajado, que no me percato cuando un compañero se coloca en el urinal de al lado y saca su maquinaria. Mi ojito derecho se va solo, yo no lo controlo, y termino mirando el miembro desnudo de aquel chico, que ni siquiera le he visto su rostro. ¿Será muy notorio si saco mi celular y lo fotografío? ¡Oh por Buda! De la nada comienza a erectarse, veo como se levanta orgulloso poco a poco y de pronto está erguido frente a mis ojos. ¿Esto es normal? ¿Qué está sucediendo? -¿Te gusta? Mira, no te lo voy a impedir…- Escucho una voz muy cerca de mi oído, puedo sentir su respiración y eso me desconcierta. Levanto asustado la mirada y me encuentro a un palmo de distancia de Matías, quien me observa fijamente. Siento como si sus ojos derritieran mi piel, su intensidad es feroz. De pronto se aleja un par de pasos, pero se para frente a mí, con su miembro en la mano. Lo sacude como si quisiera llamar mi atención, blandiendo su arma, ¡y que espada! Luego, comienza deliciosamente a  hacer presión sobre él, moviendo su mano de arriba hacia abajo, mientras crece cada vez más, llegando a un punto en el cual logro ver que se extiende más allá del ombligo. Se detiene un momento para acariciar sus tetillas por sobre la camisa, produciendo un dulce gemido, que llega a mi convertido en un cántico de ángeles.

Sigue con su jugueteo íntimo, pero esta vez es distinto, porque comienza a mirarme fijamente, como si todo aquel acto estuviese dedicado expresamente a mí. Veo el placer en sus ojos, en la forma cómo muerde su labio inferior. De vez en cuando acaricia con fuerza la glande, y es en ese momento cuando veo como todo su cuerpo se encoge, como un pequeño felino siendo acariciado por su amo. Su voz ronronea e inmediatamente cierra los ojos, al no poder resistir el vendaval incesante que sus propias manos le están  provocando. Sigue con aquel movimiento rutinario, entregándome la más bella de las postales, una de un hermoso chico complaciéndose, retorcijándose de placer mientras yo estoy inmóvil ante su supremacía. Llega un momento en que todo su ser se contrae, cierra fuertemente los ojos y sus labios producen el gemido final, el sonido profundo del gozo. Sus manos se detienen y todas sus energías se convierten en un torrente blanquecino que inunda sus amplias manos.

Tras recobrar el aliento y arreglar su uniforme escolar, se lava las manos mientras se observa triunfador en el espejo. Como todo chico que se sabe atractivo, es pretencioso, me percato de ello cuando se demora más de cinco minutos arreglando su cabello. Se ve como siempre, un dios terrenal. Antes de marcharse me da unas palmaditas en el hombro. –Estaba caliente y quería que alguien me viera, no hay nada que me encienda más que un pervertido…- Me dice con una risa burlesca, antes de marcharse con su inconfundible seguridad.

No puede ser un día más extraño. El viejo de matemáticas se ve apetecible, me discrimina, yo enojado le revelo toda la verdad, me siento culpable, el chico guapo del colegio se masturba haciéndome un espectáculo, y yo me pregunto ¿Para qué mierda hay tantos hombres guapos si ninguno quiere hacerme perder la lechuga? Estoy harto de esta sociedad tan hipócrita, ¿qué es eso de amar al prójimo? Para mí es una buena sesión de sexo por caridad, entregarle placer a quién lo necesita ¿y quién más deseoso que yo? Pero no, prefieren gozar ellos solos… Gente malvada.

-Mira esta página, para esto existe internet. Ayer me junté con un hombre en el parque, era un oso cuarentón… así en el estilo roquero a la antigua, esos peludos, con frondosas melenas y ropa de cuero. Fuimos a la esquina más lejana y oscura del lugar… Fue exquisito… Luego, nos despedimos y si te he visto, no me acuerdo… Te falta mundo querido, necesitas ser más como yo…- Es el sabio conejos que Cata me da. Me muestra una de esas páginas de citas para mantener sexo que tanto abundan en la red. ¿Creen que no me he metido? Pero claro: confirme si es mayor de edad. Envío fotografías y me rechazan porque aún tengo rostro de niño. –Podrías ocupar imágenes que otro chico…- Nuevamente interviene mi amiga estilista, pero no creo que sea buena idea, ¿qué le diré al sujeto una vez vea que no soy yo? Es muy arriesgado hacerme pasar por otra persona. Estoy destinado a morir virgen, eso está seguro.

Luego de esta charla cultural, me hace la pregunta que quería evitar. No sé cómo decirle la forma en que le confesé la verdad al profesor Recabarren. –Bueno, yo… Fue su culpa… Me dijo maricón y degenerado, pero lo peor fue que le dijo prostituta a Natalia y tú sabes cómo soy cuando se meten con mi hermana… Así es que… terminé diciéndole lo de Adriana en medio de la discusión y él quedó muy afectado…-Tímidamente revelo lo sucedido y Catalina me queda mirando un tanto feo. –Bueno, si ese imbécil se le ocurrió tratarte mal, se merece los cuernos que la lesbiana le colocó, ¿quién se cree para tratar mal a mi cachorro?- Y sin más me abraza. De vez en cuando la mujer es muy tierna conmigo, especialmente cuando le cuento las burlas que me hacen en el colegio por el mero hecho de ser gay. Creo que ella se siente identificada conmigo y por eso me consuela, sabiendo lo que significa ser diferente en este mundo. Paso un buen rato recostado en el pecho de plástico de mi amiga, y no sé cómo, pero comienzo a llorar. ¿Tanto me afectaron las palabras del maestro? No, no es eso. Me siento mal al imaginar la tristeza que debe reinar en el corazón de don Diego, eso es lo que me hace llorar. Creo que debo entregarle mis disculpas, es lo mínimo que puedo hacer, y cómo sé su dirección, decido ir a visitarle. –Ese es mi cachorrito… Caliente y pervertido, pero por sobre todo una persona de bien. Me alegra que seas tan considerado.- Me dice Catalina antes de dejarme ir de su negocio. A veces me pregunto, ¿cómo subsiste esta mujer? Porque cada vez que entro a la peluquería, esta se encuentra vacía.

Vagón lleno, vagón vacío… Vagón lleno, vagón vacío… Veo pensativamente ambos, aunque decido rápidamente por subirme al carro más lleno del metro. El común de la gente prefiere viajar lo más lejanamente del resto, pero como yo soy un pervertido profesional, prefiero estar lo más apegado a los hombres, así no va a ser tan notorio cuando les toque alguna parte íntima de sus bellos cuerpos. Aprovecho el momento para aclarar algo. A veces uno lee “pervertido” y piensa de inmediato en un anciano de cabellera cana, con mirada sediciosa, que gusta de toquetear a muchachas jóvenes, pues bien, yo no soy así. ¿Quién acosa a los hombres? Claro, ellos suelen piropear y manosear a las mujeres, pero ellas como son delicadas, no hacen lo mismo con ellos. Entonces, aquí llega el justiciero de las mujeres indefensas, de las chicas que por pudor no pueden defenderse de aquellos actos impropios que las humillan y denigran, aquí llega Súper Renato Pervert, el héroe que le enseñará a los varones calentones qué se siente al ser palpado sin su consentimiento. ¿Lo ven? Si todos mis actos tienen una justificación.

¡Hoy es mi tarde de suerte! ¡Un fisicoculturista! Córrase señora, su trasero no me deja toquetear al hombre. Mientras un grupo se baja del metro, aprovecho y me escabullo  entre la conmoción, para mi suerte quedo justo detrás de mi objetivo. Respira profundo Renato, es el momento decisivo. Bajo la mano izquierda, la muevo un poco, miro por la ventana de la puerta y en el momento menos pensado, la adhiero en aquel trabajado y duro glúteo. ¡Se siente como en el paraíso! Lo malo es que siempre dura poco, ya que el sujeto se voltea alarmado de inmediato. Yo sigo mirando por la ventana como si nada. Siento sus ojos quemándome un rato, pero luego desiste y mira hacia otro lado.

-¿Fuiste tú quien me tocó?- Escucho una voz gruesa y con miedo volteo la cabeza para saber si se dirige a mí. Con aquel cuerpo, un golpe certero me parte el rostro en dos. Para mi suerte, lo he despistado y el fisicoculturista le pregunta al sujeto de bigote, ubicado detrás de mí. –No, yo no he hecho nada…- Responde tímidamente el señuelo. Trato de no reírme, no quiero levantar sospechas. –Pues no te ves mal, ¿quieres ir a mi departamento? Podemos pasarlo bien… a solas…- A solas… A solas… A solas… Creo que esa palabra se repitió en mi mente hasta el momento en que me bajé del vagón. ¿Cómo? ¿Por qué? Ayudé sin querer a alguien que no conozco, le di la oportunidad de una noche desenfrenada a un desconocido, esto es horrible. ¡¡Era a mí a quien el tipo ese tenía que penetrar!! ¡¡A mí!! ¿Dios? ¿Qué te he hecho para merecer esto? ¿Es por ser gay? ¿Por no ir a misa? ¿Por no creer en ti? A verdad, si pienso que no existe, mejor no le hablo.

Y nuevamente me encuentro aquí, frente a la mansión Recabarren. Hace una semana me tuve que hacer pasar por Arturo, ahora vengo con el rabo entre las piernas a pedirle disculpas a un homofóbico. Toco el timbre y luego de un rato aparece una sirvienta, una anciana muy simpática que me sonríe tan solo al verme. –El ladrón de la semana pasada, ¿qué tal? ¿Viene a visitar a don Diego? Pues me alegra su visita joven, el hombre está destrozado, quizás ver a su estudiante estrella logre reanimarlo un poco…- Con lo brillante que son mis notas, lo más seguro es que el pobre decida suicidarse.

La mujer me lleva por aquellos amplios pasillos hasta una habitación apartada de la entrada, el silencio en aquella casona me intimida, pareciera que no hay nadie y que en cualquier momento me encontraré con un fantasma. Primero entra ella al cuarto, creo que le avisa al profesor que tiene visitas. Luego la anciana aparece por el umbral para señalarme que puedo ingresar, le hago caso un poco temeroso. Lo último que sé de la sirvienta, es el golpe que produce al cerrar la puerta tras de mí. –Buenas tardes, ¿maestro? ¿Está ahí?- Camino por aquella habitación a tientas, y es que las cortinas están cerradas, la luz no está encendida y todo es oscuridad. De repente siento una presencia detrás, pero no alcanzo a escapar cuando una mano me tapa la boca y otra me inmoviliza por la cintura. -¿A qué has venido? ¿A burlarte de mí nuevamente? Pues no te lo permitiré… ¿Me dijiste que me veía guapo en la mañana? ¿Mi prometida me engañaba con mi tía? ¿Es lesbiana? Pues si ella lo hizo, yo también puedo…- Me susurra terroríficamente al oído, para luego voltearme y quedar ambos a muy poca distancia. Logro observar dentro de aquella oscuridad sus ojos, aquellos oscuros orbes que ahora brillan, su fulgor es inmenso y ya no es aquella tenue llama que me hacía creer que era mayor, sino que es el resplandor de un alma joven, de un adolescente. Siento su respiración profunda rozar mis labios y me estremezco cuando decide acercar mi cintura a su cuerpo. Siento aquel miembro que tanto contemplé en la mañana, imponente y majestuoso, rozando mi menuda existencia, mostrándome su poderío. –Si ella estuvo con una mujer, ¿por qué yo no puedo estar con un hombre?... ¿Tú eres gay no es verdad? Pues prepárate, porque ahora conocerás a un verdadero semental…- Me dice las mismas palabras que podría escuchar en una película erótica, de la nada pareciera que estoy dentro de una, siendo el protagonista que pronto será brutalmente penetrado. Percibo una extraña sensación en mi pecho, como si me estuviera ahogando, pero no logro explicarlo, ya que siento unos labios acariciando mi boca. Me besa, mi profesor de matemáticas me está regalando mi primer ósculo, el primero de todos… El inicio de mi gran sueño. 

Notas finales:

¿Quién de ustedes creyó que el primer beso se lo daría Matías en el baño? jajajajaj :P

Nos leemos pronto :3

Por fa u.u comentenme qué les parece... ya??? :3


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