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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que se encuentren muy bien :3

Aquí les traigo el cuarto capítulo (quinto si cuentan el anterior xD) Espero que les guste!!!

 

Les informo que mañana me iré a la playa!!!!! Y creo que no tendré internet... ni tiempo, como para subir un nuevo capítulo, por lo menos por una semana.... aunque quizás no sea tanto xD Por lo que les pido su comprensión *-* necesito pasarlo bien *-* Les prometo que cuando regrese a casa, les subiré un nuevo capítulo :D

CAPITULO IV: Mi juguete.

Es tanta la emoción que no sé por dónde comenzar. Para ser más claro, puedo resumir todo en que machaqué mi lechuga de una forma brutal, le quité hojita por hojita hasta dejarla peladita. ¡Oh por Buda! Antes detestaba ir a clases, pero es que aquel profesor de matemáticas… De tan solo recordar aquel pene erecto se me hace agua la boca. Está bien, quizás no quieran saber detalles sobre nuestra intimidad. Tal vez no necesitan enterarse de la manera en que realicé mi primera felación, o los gemidos que produje en Diego, ¿Se dan cuenta? Ahora ya le puedo tutear. No les contaré ni un solo detalle, yo sé que ustedes son seres puros, devotos y virginales. ¿Eso es mentira verdad? Por algo están aquí, y yo sé cuán sucias están sus mentes, no lo nieguen. Puedo distinguir a leguas a un pervertido, y a ustedes se les nota mucho.

¡¡Soy tan feliz!! Por fin hice realidad mi sueño más importante. Debo reconocer que en un principio me asusté, no estaba preparado para perder mi lechuguita aquel día, pero como buen soldado sexual, me armé de valor y seguí con la frente en alto en el campo de batalla. Todo comenzó con un beso del profesor Recabarren, el primero de todos los que saborearé. Yo creía que vería ángeles bajar del cielo, que la luz celestial me iluminaría cual virgen María, pero lo único que sucedió es que me enteré del almuerzo servido en aquella casa. “Mire mijito, si quiere sexo, por lo menos debe lavarse la boquita” Pensé en decirle a mi macho, pero eso mataría toda tensión y mi deseo se vería truncado, así es que me hice de tripas corazón. ¡Nada podía quitarme mi momento de gloria!

Como buen católico casto, Diego se sintió arrepentido al ver que las cosas llegaban cada vez más lejos. - Pues prepárate, porque ahora conocerás a un verdadero semental…- Me dijo claramente al iniciar la travesía. Él estaba decidido, pero pasaron unos minutos y: –Lo siento mucho Renato, espero que puedas olvidar este lamentable incidente… Te prometo que nunca haría algo que te perjudicara…- ¿Qué me perjudicara? ¿Qué mierda tiene este viejo en la cabeza? Si lo único que quería es que me azotara como a su esclavo, que me castigara por ser mal alumno, que se sacara el cinturón de carne y me diera como  nunca le hizo a la desnutrida de Adriana. En ese momento recordé las sabias palabras de mi amiga Cata: “Usualmente el hombre querrá sexo, te incitará para que hagas lo que él desea… pero hay veces, en que lamentablemente te encontrarás con especímenes que no entienden la diferencia entre “besito con cariño” y “cariño ¿qué te beso?... En esos casos, tendrás que tomar la iniciativa, bajarle los pantalones y decirle a su yo interno… que en realidad es bastante externo, porque simplemente es su pene… que quieres tener sexo”. Y como siempre le hago caso, seguí al pie de la letra sus consejos.

El problema comenzó cuando estuve frente a frente con aquel miembro, le miré fijamente y estoy casi seguro que me saludó, me decía -Ven, si no te voy a hacer daño…- pero ¡Santa Cachucha! ¡Esa cosa me va a doler! Meditaba muy profundamente. Dicen por ahí que mientras más grande mejor, pero tomando medidas y calculando, no sabía cómo eso podría entrar en mi cuerpecito, era prácticamente imposible. Sin embargo, ¡Los milagros sí existen! ¡Aleluya hermanos!

Luego de quitarme de la cabeza los miedos, decidí practicar lo que por tantos años aprendí viendo videos pornográficos. Saqué mi lengüita y probé aquel espécimen. Solía creer que tendría un sabor dulce, y es que en internet los actores lo saborean con gusto, entonces pensaba que no sería difícil hacer una felación. Sin embargo, grande fue mi sorpresa cuando me percaté que su sabor era más salado, amargo y para nada parecido a un caramelo. ¡No estaba preparado para eso! Me mentalicé, para mi suerte no es ácido y no quedaría con la boca apretada. Hice mi segundo intento y esa vez introduje la glande en mi cabeza, la probé mejor, pero ya no fue una cuestión de sensaciones, por lo menos no mías, y es que al levantar la mirada me encontré con un brillo apasionado en los ojos de Diego, con un gemido naciendo entre sus labios. Saber que mis acciones producían aquel estado en mi profesor, fue lo que me hizo seguir con la exploración. Seguí bajando por su falo, sintiendo como su extensión llegaba casi a mi garganta y fue ese el momento en el cual sentí el estremecimiento en su cuerpo grande y gallardo. Mientras le tenía prisionero en mi cavidad, jugueteé con mi lengua, produciendo aún más pasión en él.

Sentía cómo la saliva transitaba por mi cuello, y es que tras tantos movimientos succionando aquel miembro, ya no me preocupaba el resto de mi cuerpo. Los movimientos eran rutinarios, pero los efectos distintos. Sentía el calor de Diego, el olor sensual de su cuerpo sudado, el sonido irresistible de su boca descargando placer. En un momento lo saqué de mi boca y contemplé las facciones complacientes de Recabarren. Sin decir palabra alguna, podía darme cuenta de sus intenciones, de sus deseos, como si sus ojos me dijeran que siguiera, que no me detuviera hasta que él acabara con aquel momento glorioso, pero fueron sus manos quienes me regresaron a la rutina. Delicada, aunque decididamente llevó su miembro hasta mis labios y me obligó a proseguir. Tal vez eso él no lo cuente, porque lo más probable es que les haga creer que fui yo quien le violó, pero para ser sincero, él siempre estuvo de acuerdo… o por lo menos la gran mayoría de las veces.

Luego de tanto gozo que le había entregado, pensaba que no se arrepentiría a la hora de pasar a la segunda etapa, pero nuevamente se hizo con la historia que me haría un daño, que eso era un pecado y no sé qué más tonteras. No tenía otra opción más que lanzarlo a la cama, posarme sobre él e introducir su miembro en mi interior. Obviamente antes le había pedido que me dilatara, y es que no quiero que me suceda lo que a Cata. –La primera vez fue horrible, lo hice con un primo cuando tenía como quince años. Ninguno de los dos sabíamos cómo debíamos actuar, así que proseguimos como creíamos. Él comenzó a penetrarme y yo me di cuenta que tal vez sería feliz siendo sacerdote, no teniendo sexo nunca y es que me dolió tanto, que pensé que en cualquier momento desfallecería…- Me contó una vez sobre su experiencia. Así es que tras estar preparado, comencé con el sexo. Así como dilatado, dilatado no estaba, y así como casto, casto si era Diego. Veintidós años y nunca había perforado nada, que vida más lastimera la suya.

Entró lentamente, y aunque me dolía, no di marcha atrás, seguí como si nada, valientemente. Debo reconocer que en un principio fue extraño, no era la sensación más placentera del mundo, pero luego de unos minutos comencé a balancearme sobre mi profesor, a provocar en aquella erección un mayor contacto, una fricción que desestabilizara las bases recatadas de aquel que siempre señaló lo que estábamos haciendo como un pecado. En aquel instante me sentí como el protagonista de una película erótica, mis piernas rodeaban los muslos de Diego, estaba sentado sobre su miembro, mis manos acariciaban su torso desnudo, cubierto de finos vellos que le hacen parecer más varonil. Nuestros cuerpos danzaban sudorosos, álgidos de tanto placer y gozo, nuestras miradas se unieron en un momento, aquel mismo en el cual ambos llegamos al clímax, al orgasmo que dio por terminado nuestro contacto.

-A que no adivinas qué hice hoy…- Fue lo primero que dije cuando entré al salón de belleza de mi amiga Cata. Como siempre la encontré leyendo una revista de modas mientras se limaba las uñas. Apartó la mirada del magazine y me contempló con detención. -¡¡No!! Ese brillo en tus ojos me lo dice todo… Cuéntame hasta el más mínimo detalle. ¿Quién fue el machote? ¿Te dolió mucho? ¿Era grande? ¿Velludo? ¿Casado o soltero? ¿Mayor de treinta o menor? ¿Te gustó? ¿Era gay o heterosexual curioso?.... ¡¡Cuéntame cachorro!- Apenas le vi respirar después de tantas preguntas que me hizo casi al mismo tiempo. Me abrazó fuertemente para luego hacerme sentar en uno de los sillones de espera. Ahí le conté todo lo sucedido, hasta el más mínimo detalle, tal cual lo acabo de hacer con ustedes. –Ya... pero lo más importante… ¿Se cuidaron?- Me pregunta luego de saber todo. Yo comienzo a hacer memoria y me percato que fue todo tan repentino que ni siquiera recordé el asunto de los preservativos. Mi amiga me conoce tan bien que logró interpretar mi silencio como una negación. Lo único que sentí fue el fuerte chichón que me quedó luego del golpe en la cabeza que me dio Cata. -¿Cuántas veces te he dicho los riesgos de no cuidarse? ¿Acaso quieres contagiarte con alguna enfermedad de transmisión sexual?- Me dice furibunda, como si se tratara de mi propia madre y me estuviera regañando. Le trato de explicar que ambos éramos vírgenes, por lo que tampoco puede haber mucha probabilidad de contagio, aunque de todos modos ella no logró desenfadarse conmigo. Al salir de su tienda solo sonreí, ella se preocupa mucho por mí, incluso como si fuese mi madre, por ello el enfado, el amor que me tiene le hace sufrir cada vez que me ve en peligro. Pienso que si a ella le ocurriese algo, yo igual reaccionaría de esa manera.

Una nueva semana ha comenzado y yo la inicio de la mejor manera posible, debajo del escritorio de mi profesor, esperando a que llegue para darle una entretenida sorpresa. Espero con un poco de sueño y es que para estar aquí escondido, tuve que llegar de los primeros. No importa, cualquier esfuerzo vale para realizar una de mis tantas fantasías. - ¡Maricón!... ¡Afeminado!... ¡Vete de aquí asqueroso!...- Son algunos de los gritos que mis compañeros me han vociferado desde que tengo uso de razón. Muchos en mi situación se hubieran largado a llorar, se sumirían en la tristeza y destruirían sus autoestimas por culpa de incultos, testarudos que no saben empatizar con quienes somos diferentes. No, yo no soy así. No me apenaré por gente que no se lo merece, porque si hablan de mí, si me gritan y burlan, es porque soy importante para ellos, me tienen guardado en sus cerebros y no pueden sacarme de allí. Que hagan lo que quieran, lo único que demuestran es su fijación conmigo, estoy casi seguro que más de uno tiene fantasías con mi cuerpo. ¿Tanto le molesta mi orientación sexual? Bueno, entonces les daré una demostración de lo que mi “desviación” es capaz de hacer. ¿Lo único que importa de mi personalidad es que me gustan los hombres? Pues entonces les haré una presentación, una tan buena que ni siquiera se darán cuenta: Le haré una felación a su profesor delante de todos ellos, quizás con eso quedan satisfechos.

Es la hora de dar inicio a la clase. Como es de costumbre Diego llega puntualmente, saluda a los presentes y se sienta frente a su escritorio para preparar sus materiales. Veo como acerca la silla al lugar donde me encuentro, quedo enfrente de sus muslos gruesos, los mismos en los cuales salté hace un par de días, aquel en el cual le inicié en el sexo. Debo comenzar lentamente, por lo que acaricio sus piernas, primero toco sus rodillas, una mano para cada muslo y así inicio movimientos gráciles hasta llegar poco a poco a la ingle. Le anuncio así lo que pronto ha de sentir.

Como era de esperar, decide mirar debajo de la mesa y allí me encuentra. Me divierte su expresión de estupefacción, como si su rostro tratara de decirme “¿volverás a violarme?” Así es que mi sonrisa pícara le responde “Claro que sí, aquí y en otras partes después”. No sé de qué tanto se queja, si sé perfectamente que le gusta todo este juego, ¿a qué veinteañero no le gustaría toparse con un adicto sexual? Es el sueño del pibe… Bueno, en su caso sería mejor si se tratase de una mujer, pero es lo que hay, le toqué yo y deberá conformarse. Me pregunto qué hará, ¿me sacará de aquí y me regañará? No, dudo que quiera colocarme en una situación en la cual pueda contarles a todos lo sucedido la otra noche. Así es que me decido a comenzar con mi plan.

Bajo el cierre de su pantalón, al estar destrabado introduzco mi mano con la intención de encontrar su ropa interior, correrla y dejar en libertad la parte del cuerpo de Diego que ahora me interesa. Me encuentro con sus vellos, que altaneros aparecen ante mí. Tomo entre mis manos el miembro inerte, lo extraigo de su cautiverio, al igual que a sus testículos, el lugar por donde comienza esta travesía. Acaricio aquellas gónadas sutilmente, una caricia leve puede estimular a mi profesor y es eso lo que busco lograr. Mis dedos recorren serenos la piel delgada y cada vez más caliente que recubre aquel órgano. Me adentro lo más lejos posible, hasta aquella zona en la cual la ingle se confunde con el muslo, es tan exquisitamente estimulante que logro ver inmediatamente como se gesta una erección. Sigo en la encomienda hasta lograr que aquel falo se erija gallardo frente a mis ojos. El calor se concentra allí, alzo la mirada y veo el rostro trémulo de Diego, quien no puede dar crédito a que esté sintiendo aquello en medio de una clase, frente a los ojos de sus alumnos. Esta situación me excita de sobremanera y es por ello, que paso a tomar con mis manos su miembro. Retiro el prepucio de su glande, para dejarla descubierta y fácil de atacar. Le acaricio la cabeza del pene viendo cómo sus labios son mordidos, sus manos se contraen intentando disimular el fragrante placer que comienzo a entregarle. – Bueno chicos… Quizás… la clase de hoy sea… diferente… Quiero que hagan el ejercicio que les di… y…. y…. Me vayan diciendo qué resultados les dan…- Trata de cambiar las reglas de las clases al saber que no podrá levantarse de aquí por largo rato. Su voz está entrecortada, apenas puede contener los gemidos que deliciosamente comienza a producir. Como su piel es pálida, logra notarse claramente el rubor en sus mejillas, está cohibido, temeroso de ser encontrado.  

-¿Profesor? ¿Cómo puedo calcular esta incógnita?- Llega uno de mis compañeros hasta el escritorio de Diego para hacerle una consulta. Escucho claramente como pasa la saliva por su garganta, demostrando el pánico que causa en él que este chico le descubra. Todo lo contrario ocurre en mí, ya que me doy cuenta que el mejor momento para iniciar la felación es aquel. –Lo que tienes que hacer es…- Pero no puede seguir con su explicación, ya que en ese momento mis labios hacen contacto con su pene y la excitación es tanta, que le quita el habla. Una sonrisa se gesta en mi boca mientras succiono su carne, y es que toda esta situación me provoca una mezcla entre diversión y satisfacción. – ¿Se siente bien?- Pregunta el muchacho, a lo que Diego le hace un ademan en afirmación. Debe disimular, por lo que en voz baja intenta enseñarle, pero es tanta la conmoción que se suele equivocar en el proceso, eso unido a que la voz se le entrecorta debido al esfuerzo que implica disimular los gemidos. Mientras él se encuentra complicado, yo llevo mi lengua desde el inicio de su miembro hasta la glande, remeciéndole y deleitándome con su sabor. Luego sigo succionándole, dejando que entre en mi boca, que salga, que vuelva a ingresar y así en una rutina que me está comenzando a gustar. Sé que mientras más estrecha sea la cavidad, mayor placer se le puede entregar al sujeto, por lo que hago un esfuerzo y llevo la felación más allá de mi garganta. Lo dejo reposar ahí un momento, hasta que no logro aguantar más y le libero. Tanto su miembro como mi mentón quedan bañados en saliva, pero lo más cautivante son las facciones de mi compañero, quien observa extrañado a Diego, ¿acaso nos habrá descubierto?

-Lo siento… es que he comido algo ayer que me ha caído mal y ahora… no me siento del todo bien…-Debe explicarse Recabarren ante el sonido gutural que ha emitido en aquel momento en que aumenté la intensidad de mis actos. Sigo con mi trabajo, uno mis boca al movimiento de mis manos y así me doy cuenta que pronto el profesor logrará su orgasmo. Intensifico la velocidad hasta el momento en que el miembro se estremece y de pronto, un torrente inescrupuloso inunda todo a su alrededor, impregna con su esencia la ropa de Diego, como también mi rostro y manos. Veo las facciones duras del profesor, el labio mordido, las mejillas ruborizadas y los ojos brillosos, ahora sí que le ha costado disimular sus instintos.

Todos abandonan de golpe la sala, haciendo ruido y moviéndose rápidamente, aquella estampida que solo puedes ver cuando hay muchos hombres juntos. Al instante nos quedamos ambos solos en el lugar y recién allí Diego puede increparme. -¿Cómo se te ocurre hacerme esto? Estuvieron a punto de descubrirnos.- Me dice con el ceño fruncido mientras se sube el cierre de su pantalón. –Mierda, he quedado todo manchado, me tendré que limpiar…- Es lo que dice inmediatamente después, olvidándose de su supuesto enfado. Yo me río con sus mejillas rosadas y aquella intención de disimular el placer que le causé. Le veo intentando secar su pantalón, me acerco hasta él y deposito mis brazos sobre sus amplios hombros. El profesor me queda mirando detenidamente, sintiéndose aún incómodo con mi proximidad, puedo sentir cómo su respiración toca mi piel. –Sé que te gustó lo que sucedió la otra noche y también lo que acabo de hacer… Reconoce que nunca te habías sentido así… Como un verdadero hombre…- Son las palabras que le dirijo antes de besarle apasionadamente en los labios. Desde mi primer beso que necesitaba repetir la sensación y esta vez fue mucho mejor, ya que al finalizar sentí su participación, dándome su consentimiento, afirmando que desea mis labios, pero por sobre todo, esta vez su aliento era mucho mejor. Al terminar el ósculo intento retirarme, debo ir al baño a mojarme el rostro, pero cuando me dispongo a ello me percato que he sido atrapado por los brazos de Recabarren. Le observo sorprendido, percatándome que se encuentra en otra dimensión, me observa fijamente pero no a mí, sino que a un pensamiento escondido en su cerebro. Está pasmado, no reacciona. -¿Estás bien?- Y recién en ese momento logra escapar del ensueño, avergonzado me deja ir. ¿Qué le ha sucedido? –No te sientas mal, si nadie se ha dado cuenta… Además, deberías comenzar a acostumbrarte, te aseguro que como esta experiencia, vivirás muchas más a mi lado…- Es lo último que le digo antes de cerrar la puerta de la sala, justo antes de despedirme con un guiño.

Veo mi cara mojada en el espejo, recuerdo lo vivido en clases con el profesor y no puedo dejar de sonreír, ha sido una de las experiencias que más he disfrutado en mi vida. Creo haberme sacado todo rastro de semen de mi rostro, por lo que salgo del baño y camino hasta las canchas, mis compañeros deben estar jugando fútbol, por lo que los iré a vigilar como de costumbre, quizás tenga suerte y vea a uno quitarse la camisa tras realizar un gol.

Estoy cómodamente sentado en las graderías contemplando aquel juego celestial, cuando de pronto siento un golpe en mi cabeza. Volteo para ver quién se ha atrevido a agredirme, cuando me encuentro con cinco de mis compañeros, los que me observan con disgusto. –Este es un colegio de hombres ¿sabes? No deberían aceptar a maripositas como tú… ¿Qué haces amanerado? ¿Te gusta verle el culo a los chicos mientras juegan?- Me dice el que parece ser el líder del grupo. Creo reconocerlos, son una tropa de estúpidos dos años más grandes, parece que compañeros de Matías, el chico más popular del colegio. –No solo el trasero, también me gusta verles el bulto cuando se les mueve.- Le respondo mientras dibujo una gran sonrisa sarcástica en mi rostro. Ese tipo de chicos no me intimidan, se sienten invencibles porque están en compañía de sus amigos, pero si me encarara solo estaría tiritando. Detestando la forma en que le he contestado, decide empujarme fuertemente, pero no logra derribarme, así es que lo intenta en compañía de sus amigos. Trato de resistir su ataque, pero por sobre todo, no bajar la mirada y demostrarles que no les tengo miedo. De pronto siento unos pies detrás de los míos, poco después me percato que me han derribado. Les veo alejarse lentamente hasta que percibo cómo mi cabeza se estrella con el cemento del suelo. Me han botado de las graderías, me he caído en seco desde por lo menos dos metros. Escucho unos ruidos a lo lejos, pero tanto la mirada como el oído se confunden en mi interior, pareciera que todo se estuviese moviendo.

-¿Ustedes qué hacen? Vayan inmediatamente a inspectoría… yo mismo me encargaré que les castiguen por lastimar a uno de sus compañeros.- Es lo primero que puedo escuchar. Recobro paulatinamente los sentidos, aunque mi cabeza me duele mucho. Esa voz la conozco, me suena muy familiar. -¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te lleve a enfermería?- Diego se agacha hasta el lugar donde me encuentro para atenderme. Ha sido él quien ha reprendido a mis agresores y ahora busca ayudarme. Me ve detenidamente, buscando algún rastro de sangre, pero para mi suerte, esta caída no ha pasado a mayores. Me percato del alivio en su respiración, aunque sus ojos se llenan de un brillo preocupante. Nunca ningún profesor me había defendido, algunos incluso viendo que me agredían no hacían nada para socorrerme. Ahora aparece Recabarren de la nada, protegiéndome luego que le hice pasar vergüenza en clases. ¿Por qué se está preocupando tanto por mí? ¿Acaso he comenzado a interesarle? 

Notas finales:

Muchas gracias por leer.... Luego de mis vacaciones, un nuevo capítulo!!!


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