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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!

Espero que se encuentren muy bien :D

 

Bueno... creo que necesito hablar con alguien u.u

Tengo miedo!!!! Hace una semana que he comenzado mi curso para aprender a conducir y no me ha ido muy bien, me siento frustrado y ayer llegué a llorar u.u me coloco muy nervioso U________u espero la próxima semana decirles que me ha ido mejor... envienme buenas energías... en serio que necesito mejor u.u mi profesor creo que ya se está molestando conmigo u.u

 

Bueno.. eso u.u lo siento si he sido molesto u.u pero quería decirlo u.u

CAPITULO VII: Y no era tan macho.

Su rostro se descompone en cuestión de segundos, apenas puede parpadear y su mandíbula cae lentamente mientras empieza a entrar aire a su boca. – Que tú… quieres… ¿qué?...- Me pregunta con el poco aliento que queda en sus pulmones luego de escuchar mi propuesta. –Si quieres intimar con mi hermana, primero lo tienes que hacer conmigo.- Le repito sin titubear. ¿Acaso creyó que llegar a Natalia sería tan fácil? Pues claro que no. Espero un poco, quizás desista de su petición y se marche tan perplejo como hasta ahora ha estado. –Y… entonces… sería… ¿Cuándo?- Pero no puedo responder de inmediato. ¿Eso significa que acepta mis condiciones? Es sumamente atractivo, con aquel cuerpo bien definido, una espalda amplia, unos brazos fuertes, tanto que podría tomarme con una sola de sus manos. Su cabello lo lleva corto, revelando una tonalidad más clara al sol, tan deliciosa como el chocolate. Su piel es clara, no tanto como la de Diego, pero el sol no ha cometido una atrocidad en su cutis. Y por último, uno de mis últimos descubrimientos, sus hermosos ojos celestes. Si es en realidad un príncipe azul. ¡No! Mucho más que eso, es un modelo de alta costura.  ¡No! Aún mejor, es como un actor porno. Siempre he dicho que es guapo, mas nunca que es inteligente. ¿En realidad piensa que luego de intimar conmigo lo dejaré ir tan fácilmente? Hay que ser muy ingenuo como para creer en mi palabra.

-Aquí y ahora.- Le respondo recobrando la cordura. No dilataré más el tiempo, quiero que se entregue a mí lo antes posible. Si antes había quedado boquiabierto, ahora simplemente podría introducir mi puño en aquella cavidad y hasta sobraría espacio. En estos momentos me acuerdo por qué no me bauticé, y es que creo que esto no se puede considerar como amor al prójimo. Comienzo a percibir un sentimiento grato en mi pecho al ver la desesperación de Matías. ¿Así se sentirá un evangélico cuando convierte a un alma perdida? Eso me transforma en un iluminado homosexualidad, cambiando a los hombres heterosexuales en gais, lo que es un beneficio para ellos. Si mal no recuerdo, somos 7.000 millones de seres humanos. Si antes Matías y Diego tenían la posibilidad de mantener relaciones sexuales con casi 3.500 millones de mujeres, ahora pueden llegar a la totalidad de la especie humana. Más posibilidad de gozo, crea una vida más plena ¿o estoy equivocado?

En un ataque moral que tuvo Natalia hace algunos años, quiso que entráramos al catolicismo, por lo que asistimos a unas cuantas charlas en las cuales buscaban “redimir nuestros pecados”. No me opuse debido a unos cuantos rumores que escuché de la boca de mi vecina. Uno de sus hijos decidió convertirse en sacerdote, por lo que primero se convirtió es presbítero y entró a un seminario para prepararse. La cosa es que estaba encerrado en una casa junto a otros jóvenes y vigorosos muchachos que poseían el mismo anhelo. Tan solo saber que habría tanta testosterona acumulada en una sola estructura, me dio a entender que en vez de ser director de películas eróticas, también podría ser cura. –Hermano José, usted no puede caer en el pecado de la lujuria… por lo que yo, como buen católico, me sacrificaré en su nombre… Súbase la sotana y yo caeré en el pecado, no usted… Aleluya hermano, soy todo un santo… Repita conmigo, ¡Gracias por el favor concedido!- Es lo que le diría a mis compañeros de puterío… digo, seminario. Tenía todo planeado, me iba a dejar mojar con esa agüita helada, pero… primero me confesaron. ¡Oh por buda! Nunca vi a un sacerdote convulsionar tanto al escuchar las inocentes palabras de un niño.

-Sin pecado concedida.- Respondí a su Ave María Purísima. ¿Qué era eso? A mí no me vengan con cuentos, sin follar no hay bebés. En fin, luego tenía que revelar todas mis malas acciones. Le dije al anciano vestido de sotana, que no había cometido ningún acto malicioso según su religión. Y era verdad, tenía diez años, seguía virgen ¿qué le podía confesar? –Hijo mío, también puedes pecar con el pensamiento.- Me dijo en un tono compasivo, el mismo que yo utilice con Matías al revelarle que tenía que bajarse los pantalones para pagarme el supuesto revolcón con mi hermana. Al escuchar eso, quedé helado. Estaba metido en esto, así que debía ser sincero. Moví mi cuello, estiré mis extremidades, aclaré mi garganta y me preparé para confesarle hasta el más mínimo deseo sexual que había tenido. Eso iba para largo. -… A veces cuando veo publicidad de ropa interior, trato de buscar el ángulo para intentar ver bien el bulto del modelo, distinguir entre los testículos y el resto… pero nunca puedo ¿Se colocarán calcetines? ¿Usted qué cree? ¿Lo ha podido hacer?... Antes de acostarme imagino a todos mis compañeros desnudos en sus camas masturbándose. Yo sé que lo hacen a esa hora, así que me gusta pensar que se la están masajeando justo en ese momento. ¿Se imagina que juntáramos el semen de todos ellos? ¿Podría llenar una botella?... En el edificio donde vivo trabaja un portero muy guapo, me gusta salir temprano de mi casa al colegio, para verle barrer las escaleras. Ocupa pantalones tan apretados que se le ve su trasero muy redondo y jugoso… Mi amiga Cata me dice que antes se lo engullía, ya sabe, su pene… Cuándo crezca quiero intimar con él, si lo hago ¿vengo a confesarme y queda todo listo verdad? Es que también quiero hacerlo con  mi profesor de educación física, el panadero de la esquina, el primo del panadero, el hijo del primo del panadero, el hermano del hijo del primo del panadero, el abuelo del panadero… y creo que con toda la familia masculina del panadero… con el lechero, el afilador de cuchillos, el que vende helados en la plaza, el que riega las flores ahí, el alemán de la pastelería, su hijo mayor, el de en medio y si crece regularmente guapo, el menor también… ¿Quién más?...- Pero no pude seguir con mi confesión porque el anciano se enfadó tanto, que me tomó de mi oreja izquierda y me sacó de la iglesia. –Muchacho pecador ¡Arderás en el infierno! - Me gritó cuando ya me tuvo lejos de su confesionario. Él me dijo que le revelara mis pensamientos, no sé por qué se enojó tanto, fue su culpa.

No sirvo para una vida religiosa, aunque soy muy bueno para pecar. Ahora tengo a Matías frente a mí, divagando sobre aquello que sucederá, lo que deberá enfrentar muy pronto. Su cuerpo es fornido, tan solo que ahora su alma se encuentra reducida, opacada por el temor. Sus ojos brillan como si se tratase de un pequeño gato en problemas. Se ve tan sensualmente tierno, que más ganas me dan de iniciar en aquel preciso momento. –Aquí no es buen lugar. Estamos en el colegio, nos pueden descubrir.- Me dice justo antes que comienzo a atacarle. –Nadie viene a este lugar… y si nos descubren… Es lo que le da adrenalina a todo esto…- Le revelo con aquel acento profundo que me gusta utilizar para demostrar la seguridad de mis actos. Sin más me acerco a su boca celestial, lamo su labio inferior y de inmediato me percato del estremecimiento que viaja por todo su cuerpo como una reacción. Le miro a los ojos con picardía, burlándome de su suerte, recalcándole que ¡Te lo mereces por caliente!

Con mis manos toco su cuerpo definido por sobre la ropa, recorro todo el terreno que muy pronto haré mío con mis labios, con mi lengua y con mis candor. Me posiciono detrás de él, acariciando delicadamente sus hombros, depositando mi respiración en su cuello, oyendo el satisfactorio sonido de su galopante corazón, sucumbido ante el vaivén de mis actos, temeroso del momento en que decida entrar de lleno al sexo. Aún posicionado tras él, comienzo a desabotonar ojal por ojal de su camisa escolar. Teniendo su torso al descubierto, inicio el viaje de mis manos por cada uno de sus músculos definidos, palpando el trabajo arduo de un adolescente invadido por la testosterona. Aprieto firmemente sus pectorales. ¡No ves Diego, esto te hace falta! Y me quedo congelado un par de segundos, ¿por qué me acuerdo de mi profesor justo en estos momentos?

Esta es una oportunidad única, por lo que no le doy importancia a pensamientos sin sentido y sigo con mi travesía. No trato de apurarme, quiero que cada movimiento sea grácil, que mi memoria logre guardarlo para así deleitarme más tarde al rememorarlo. Sigo bajando con mis manos, todavía a espaldas de Matías. Llego a su ombligo y en ese lugar comienza un delicado camino de vellos, que terminan ahí, en el lugar que tanto anhelo, aquel que hace un tiempo vi en el baño actuando magistralmente. Mis dedos avanzan y se topan con un miembro duro, airoso ante la tempestad. –Para estar tan nervioso, tu amigo si sabe cómo actuar…- Le susurro al oído a mi presa, señalándole que aun cuando es otro hombre quien le acaricia, su pene de todos modos está erecto. No logro observar su rostro, aunque estoy seguro que está incómodo, enfadado quizás, como si no quisiera sentirse excitado con tales circunstancias, intentando aferrarse todavía a su personaje de macho.

Me hinco para poder agarrar con mis dos manos aquel trasero gordo y levantado. Avanzo a tientas hasta poder besar su obligo, con mi lengua sigo viajando por ese duro abdomen que me lleva a sus pezones, los que deliciosamente succiono. De vez en cuanto me deleito al levantar la mirada y encontrarme con sus labios apretados, con sus ojos cerrados y una pose de soldado en batalla, tratando de no sucumbir a los placeres que le está entregando el enemigo, a no mostrarse débil y reconocer que un chico puede complacerle como lo hace una mujer.  Me levanto y al quedar a su altura, bajo las manos hasta tomar su cinturón. Penetro sus ojos con toda la pasión que mi perversa mente puede, sonrío para que entienda que no puede resistirse y que debe reconocer mi trabajo. Mientras él lucha por conservar su imagen, yo busco todo lo contrario, arrebatársela y obligarlo a gemir, a morirse de lujuria en el interior candente de mi cuerpo. –Te ganaré… y lo sabes…- Mi susurro se pierde en el espacio, al mismo tiempo que el sonido metálico de la hebilla anuncia la caída irremediable de aquel pantalón. Le tengo a medio desvestir, con la camisa abierta y su ropa interior a la vista.

Le empujo hacia una pequeña elevación que crea la edificación adyacente a nosotros. Es solo un cuadrado de concreto, pero para mis propósitos, se convertirá en nuestro lecho de pasión. Le contemplo ahí sentado, con sus piernas abiertas y su pose de macho inquebrantable. El temor ya se ha esfumado, ahora está en una competencia, tratando de ganarle al afeminado del colegio, ese que le obliga a sacar a flote su hombría. Debajo de la tela delgada de su calzoncillo, logro divisar su erección, aquel falo monumental que está duro, ardiendo gracias a las acciones que yo hice. Me agacho ante aquel cuerpo, acaricio los muslos de Matías y lentamente viajo hasta su entrepierna. Deslizo la ropa que me impide verle y como por arte de magia, se mueve ante mí como una imagen celestial. Sonrío una última vez ante la apatía de mi presa. ¡No podrás aguantar mucho! ¡Te venceré!

 Con mi mano derecha aprieto el tronco de su miembro, acerco mi cara a su cadencia y antes de comenzar acaricio mis facciones con su erección. Su pene toca mis mejillas, mi nariz, mi cuello, transita por mi piel como si estuviese acostumbrado. Él podrá pensar que de esta forma le incito, aunque la verdad es que siento tanta felicidad, que busco plasmarme con su falo. ¡Por fin! Luego de tantos años suplicando por este momento, por fin lo tengo entre mis manos. Esta es mi forma de demostrar mi emoción, y es que casi estoy llorando de dicha.

¡Ya basta de juegos! Por lo que doy inicio a la felación. Acerco mi hermosa boca hasta su glande, tan rosada y heroica. La beso con devoción, para luego succionarla detenidamente, haciéndome de su sabor, de su textura y de su olor. Todo en él me colpa de gozo. Poco a poco aquel miembro comienza a introducirse en mi cavidad, llevo el vaivén a una velocidad constante, subiendo y bajando con mis labios, aprisionándolo y logrando que su excitación llegue cada vez más alto. Luego de un rato su piel se encuentra bañada de mi saliva, mientras que su frente se repleta con su sudor. Levanto la mirada para conectarme con sus ojos, quiero ver sus reacciones mientras le succiono. Primero intenta taparse la vista con las manos, sin embargo es tanta la excitación, que no logra controlarse. Respira hondo siempre que percibe un gemido cercano, no se desinhibirá delante de un homosexual. Levanta la cabeza hacia el cielo, mostrando su potente manzana. Se ve tan varonil en aquella pose de cansancio, con las manos en la frente, la boca abierta mientras respira hondo. ¡Estás a punto de caer!

Bajo la mirada para concentrarme en sus testículos. Los tomo con mis manos para acariciarlos y es aquí cuando siento un breve salto. Matías no puede ante aquellas maniobras. Mi lengua juguetea tranquilamente con aquel par de gónadas, lamiéndolas y succionándoles de vez en cuando. Es cuando regreso al pene que ocurre lo que esperaba. Sin más, siento su mano grande y caliente sobre mi cabello, no quiere acariciarme, sino que empujar mi cabeza para que su falo llegue aún más adentro de mi boca. Llega hasta rozar mi garganta, mis ojos se repletan de lágrimas y solo quiero toser. No aguanto mucho y debo retroceder para sacar aquel invasor de mi interior. Respiro hondo, de todos modos no me enojo, es lo que quería, lograr sucumbir el alma de mi prisionero sexual.

-No querrás terminar ahora… todavía queda la mejor parte…- Le insinúo mientras él continúa introduciendo bruscamente su miembro en mi boca. Tal parece que ha llegado a la cúspide de la excitación, sin embargo no quiero que esto finalice tan pronto. Me levanto y mirándole fijamente comienzo a desnudarme. Dejo mi ropa a un lado y sin más prenda sobre mí, le declaro lo que ahora debe hacer. –Te falta penetrarme.- Le menciono sutilmente antes de sentarme sobre sus muslos, meciéndome un poco para poder sentir el calor de su erección en mi  piel. Nuevamente le contemplo tratando de negar que desee hacerlo, no queriendo continuar con esta travesía, pero ya hemos llegado muy tarde. Aunque no me he preparado, decido introducir su falo en mi interior, estoy en ese plan cuando recuerdo los consejos de Cata. Preocupado me detengo y le pregunto a Matías si tiene preservativos. –No… no ando trayendo… no podemos seguir…- Me responde con un aire de triunfo. Aquella sensación le dura poco, debido a que río fuertemente ante su ingenuidad. Me levanto para hurguetear entre mis ropas. –Pues yo sí… ¡Prepárate! No te librarás de esto tan fácilmente…- Así rompo el envoltorio del condón y lo introduzco en su carne ardiente.

Salto sin compasión sobre sus muslos, acariciando con mi candor su miembro erecto. Poso mis brazos sobre sus hombros y le entrego mis gemidos en su oído, susurrándole como si fuese un canto de sirenas, tentándole hacia el placer homosexual. Él ha adherido sus brazos en su nuca, mostrándome sus axilas, en aquella pose de relajo, demostrándome que no le ganaré, que no le importa lo que hago. Sintiéndome retado, comienzo a saltar más fuerte sobre él, meciéndome de tal manera que nuestra adherencia produjera aún más placer. Veo como muerde sus labios, ya no siendo capaz de contenerse. Finalmente agarra violentamente mis glúteos, presionándolos con fuerza, moviéndoles con el motivo de realizar el vaivén que su pasión le solicita. No pasa mucho tiempo para sentir cómo llega al orgasmo y el preservativo queda repleto de su esencia.

Ambos estamos desnudos, jadeando y sudando sobre el concreto de la estructura. –Creo que no eres tan macho como todos piensan… Actuaste de lo más bien conmigo…- Le digo en tono de burla, remarcando profundamente mi victoria. No escucho respuesta alguna, simplemente me visto y me marcho, quedándome con aquellas deliciosas imágenes que mi memoria ha guardado.

Me dirijo al baño para mojarme un poco y sacarme el sudor que aquel acto me ha provocado. Una vez limpio, camino a mi sala. He perdido una clase, pero ni siquiera me importa, nada puede ser más importante que el sexo. Mientras me muevo, reviso mi celular y en las carpetas de archivos encuentro un video sumamente importante. Lo abro y me encuentro con la vivencia que acabo de sentir. Sin que se diera cuenta Matías, al ir a buscar el preservativo, activé la cámara de mi celular y grabé todo lo que hicimos. Tengo pruebas irrefutables de nuestro encuentro, algo que puede destruir la moral del chico y que por ello, utilizaré para seguir satisfaciéndome de su piel. “Espero que te guste mi regalo. Te espero en mi departamento mañana después de clases, si no quieres que todo el colegio lo vea.” Es el mensaje que le envío a mi presa, adjuntando el video. Ya no tiene escapatoria, esto ha sido jaque y mate.

Estoy feliz cuando entro al aula, no me importan los gritos imbéciles de mis compañeros, quienes están reunidos en sus grupos de amigos. Camino hasta mi puesto como es costumbre, sin embargo, lo que encuentro allí es nuevo. En la madera de mi pupitre han dibujado una esvástica, aquel signo robado por los nazis, el lema de Hitler. ¿Qué pretenden ahora estos imbéciles? -¿Quién ha sido? Prometo que descubriré al responsable y le golpearé tan fuerte que no querrán molestarme nunca más…- Grito furibundo a todos los presentes. No puedo creer que hayan llegado tan lejos, que utilicen una historia tan horrenda para intimidarme. Es sabido que en la ciudad rondan grupos de neonazis, seguidores de aquel tarado genocida, quienes buscan limpiar a la nación de las lacras que la ensucian. En las noticias han aparecido casos de vagabundos asesinados por estos fanáticos, prostitutas y transformistas que han terminado de igual forma. Nos golpean en las calles, nos amenazan y nos quitan la vida por considerarnos basura, mugre de una sociedad que también nos discrimina.

De pronto escucho un sonido detrás de mí, una voz que casi susurrando me increpa. –Ten cuidado maricón… Esto no es broma, estás en nuestra lista…- Al voltearme me encuentro con Arturo, quien me observa con desprecio. Unido a su grupo de ñoños, buscan hacerme entender que han sido ellos. Obviamente no cumplo mi palabra y no les golpeo, son más de seis y sería un acto en vano. No les dejo de mirar detenidamente a los ojos, no me mostraré débil ante un grupo de enfermos mentales que ahora se creen nazis, arios cuando en realidad son un grupo de morenos. ¿Qué miedo les voy a tener a este grupo tan patético? 

Notas finales:

Muchas gracias por leer... espero verlos en los comentarios!!!

 

Hasta pronto!!


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