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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que se encuentren muy bien :D

Quiero dar las gracias a quienes se dieron el tiempo para responder mis preguntas. De ella pude sintetizar que: 

Mexico:5 personas

Colombia: 1 persona

Venezuela: 1 persona

Argentina: 1 persona

Ecuador: 1 persona

Chile :2 personas

Eso quiere decir que... me leen más personas desde México jajajajaj :P 

Otra cosa que puedo concluir es que son casi todos raros jajajaja yo igual xD así que estamos muy bien

Lamentablemente.... casi todos son muy jovenes u.u me hacen sentir viejo u____________u

En fin.... para quienes no comentaron o no les respondí en sus reviews jajaja xD así voy yo...

Me llamo Juan Carlos 

Tengo 22 años u____U

Soy de Chile :3

No tengo personaje favorito, aunque puedo decir que mi personalidad es muy parecida a la de Martín de El Chico Perfecto e.e 

Me puedo definir como EXTRAÑO... creo que soy muchas cosas a la vez y nada finalmente xD

 

Esoooo!!!

Ahora a leer!!!! :D

CAPITULO XII: Solo romance.

“Quiero verte. Te espero en mi oficina.” Es el mensaje de texto que Diego misteriosamente me ha enviado. ¿Quiere conversar conmigo o intimar? Me inclino más por la segunda opción y de ser así, no entiendo cómo a estas alturas del partido no puede decir las cosas tal cual son, pedirme sexo con las palabras idóneas. Camino a su despacho pensando en que quizás ya nunca más podré tener un trío, y es que hace algunos días me despedí de Matías. Sus amigos le dieron a elegir entre ellos y yo, como vi que no podía tomar una decisión, pensé que lo mejor era dejar de darles problemas y retirarme de su vida. Me ha enviado mensajes a Facebook, al celular, correos a Gmail, y no he contestado ninguno. Sinceramente lo he pasado bien con él, sin embargo sería muy egoísta si le obligo a separarse de sus amigos, él tiene una posición privilegiada en el colegio y no sería justo que termine como yo, sin conversar con nadie y siendo el blanco de tarados que creen poder molestarme. En fin, me conformaré con el profesor, con quien aún llevo una relación clandestina.

Abro la puerta para ingresar a la oficina, mas no puedo seguir con mis movimientos, la imagen que allí se presenta me deja atónito. –Hola Renato, pasa… queremos hablar contigo.- Me dice Recabarren, quien se encuentra acompañado de Della Rovere. ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué están ambos juntos? Por alguna razón extraña me siento nervioso, como aquella vez en mi infancia que me llevaron a rectoría por haberle bajado los pantalones a un compañerito, o aquella vez en que tras golpear a otro niño le eché pegamento en el trasero, o cuando el profesor de religión me regañó tras preguntarle que qué hacía Jesús con doce hombres, porque es sospechoso solo reclutar hombres y viajar tanto tiempo sin que ocurran cosas. ¿Querrán experimentar nuevamente un trío? Descarto aquella idea al ver la seriedad en sus rostros. Me siento frente al escritorio, en el asiento de al lado se encuentra el chico de los ojos celestes y en frente Diego.

Existe un momento de silencio, los observo aun tratando de dilucidar qué ocurre allí. –Queremos saber qué sientes por nosotros.- Matías rompe el silencio imperante con la pregunta más sentimental que haya podido escuchar de un musculoso. ¿Le habrá llegado la menstruación? Digo, mi hermana me hace ese tipo de preguntas cuando está en sus días, y no la culpo, he sabido que las hormonas la destruyen por dentro, aunque ¿qué ocurre con estos dos machos? Al final me resigno y busco una palabra que explique claramente aquello que siento. –Bueno, yo creo que es obvio… lo que siento por ustedes es… ¿Pasión? ¿Lujuria? Ay, ya saben, veo sus cuerpos y me los imagino desnudos, acariciando sus miembros y… y…. ¿quieren intentar el trío de nuevo?- Les digo mientras me levanto para comenzar a desvestirme, pero es la mano de Della Rovere quien me detiene. Bruscamente me obliga a volver al asiento y escuchar lo que me tienen que decir. Ambos me observan con enfado, ¿qué hice ahora? Si lo único que nos une es el sexo.

-Lo que te dije en tu departamento no fue mentira, realmente he comenzado a sentir algo por ti. No quiero que me sigas viendo como un pedazo de carne, deseo que me ames como yo lo hago contigo… Ya me da igual lo que vayan a decir mis padres o la gente del colegio, anhelo estar a tu lado y enseñarte lo que es amar…- Son las palabras que escucho mientras su emisor acaricia mis manos. Recabarren me habla mirándome directamente a los ojos, a la vez que sus pupilas brillan cuales estrellas. Esto comienzo a tornarse incómodo, lo único que me gustaría hacer es huir, pero las cosas tan solo empeoran. –Yo no soy tan cursi como este sujeto… Tú vas a ser mío, te darás cuenta que me amas y en ese momento… haré todo lo posible para que mis amigos te acepten…- Es la intervención de Matías, quien desprende mis manos del agarre del profesor para poder hablarme. ¿Por qué quieren complicar todo? ¿No sería mejor que los tres fuéramos amigos y tuviéramos sexo todos los días sin ataduras? Necesito unirme pronto a un grupo hippie, ellos si me comprenderían. 

De pronto veo a ambos levantarse y mirarme fijamente, o van a hacerme un hechizo o ya se rindieron y comenzarán con mi trío. –Lamentablemente sabemos cómo eres y es por ello que hemos tomado una decisión.- Comienza el menor de los hombres parados frente a mí. Como si se tratara de un juez en la corte dando su veredicto, se prepara para hablar Diego. –Ya no tendremos más sexo contigo. Nos conocimos de esa manera y no ha dado frutos, por lo que creemos que la única forma de llegar a tu corazón es de forma romántica… Hemos prometido que ninguno de los dos caerá nuevamente en tus encantos y que desde ahora ambos buscaremos enamorarte de otra forma… como lo hacen las personas normales… Por mucho que patalees, nosotros no daremos nuestro brazo a torcer.- Mi boca comenzó cerrada, aunque tras cada frase que pronunciaba el profesor comenzó a abrirse a tal punto que ahora mi mandíbula inferior casi toca el pecho. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué se creen estos cretinos? Me siento abusado, estafado por un grupo de hombrecitos sin lívido. ¿Mi vida sin sexo? No puedo vivir así, ¿qué es esto? ¿Una tortura? Me levanto furibundo e intento rebatirles, sin embargo no me es posible, solo balbuceo sin sentido. Así decido marcharme del lugar, si ellos quieren guerra, pues eso tendrán. ¿Acaso son los únicos hombres en el mundo? Puedo perfectamente acostarme con muchos otros. –Y no se te ocurra buscar a otros chicos… Te estaremos vigilando y espantando a cada uno de tus pretendientes…- Me dice con un tono desafiante el chico de los ojos celestes. ¿Y aparte de ser malvados ahora leen la mente? No puedo salir más enojado de aquella oficina. Cierro la puerta con toda la fuerza que poseo, resonando como un fuerte estruendo.

Lo que queda de clases la paso ideando la manera de vengarme por aquella traición. Podría citarlos en mi casa, encerrarlos en mi cuarto y tenerlos allí de fugitivos, abusando de ellos cuando desee. Termino descartando la idea al recordar que soy pobre y no podría mantenerles, ellos comen mucho. Y aún peor, ¿cómo hago que vayan al baño sin que salgan de la habitación? ¿Colocando una cajita de arena como a los gatos? Simplemente descarto la primera idea. Tal vez podría contratar a un gigoló moreno, aquellos muy bien dotados, grabar cuando intimemos y subir el video a internet. Me gustaría ver sus rostros descompuestos al ver lo bien que lo pasaría con otro hombre. Elimino esta opción también debido a la posibilidad que Natalia se entere que he perdido mi virginidad y decida irnos a vivir a otra ciudad. También pienso en buscar a sus padres, obligarlos a tener relaciones conmigo y enseñarles que puedo estar con cualquiera, aunque sean viejos, arrugados, con estómagos flácidos, manchas en la cara y disfunción eréctil. La imagen mental es la que me da entender que no es factible hacerlo. Camino a casa pienso en comprar una cierra eléctrica, triturar a ambos hasta hacerlos cuadritos, cocinarlos y comérmelos. Recuerdo que no sé cocinar y desecho la idea. ¿Y si me vuelvo heterosexual? Podría penetrar a una chica y… Olvídenlo, todos sabemos que eso sería demasiado.

Estoy a punto de llegar a mi edificio cuando una bocina me asusta. Miro hacia la calzada y me encuentro con un elegante Audi, un automóvil nuevo, que brilla al contacto con el sol y cuyas líneas le hacen parecer lujoso. -¡Vamos, sube!- Dice una voz dentro de aquel carro. Al acercarme logro ver el rostro de Diego al volante. Tan solo en este momento logro recordar que su familia es adinerada y que obviamente debería tener un coche de estas características. –No quiero, Adiós.- Desprecio su propuesta luego de la forma en que me ha tratado en su oficina. Me dispongo a seguir mi camino cuando nuevamente me habla. –Te llevo a comer… ¿Qué te apetece? ¿Comida italiana?- De inmediato recuero que tengo hambre, mi estómago me exige comida y me veo en una encrucijada. Me gustaría comer pasta, lasagna, ngoquis, risotto o incluso pizza, pero no, no caeré en su trampa. Sigo mi camino. -¿Comida mexicana?- Vuelve a reclamar mi pobre estómago. Sería tan bueno probar tacos, quesadillas, enchiladas o burritos. Volteo para entrar al vehículo cuando regresa mi orgullo y me detengo. No, no puedo flaquear. -¿Comida coreana?- ¿Y este cómo supo que es uno de mis mayores deseos? Ni siquiera sabe que me gusta la música de aquel país. Siempre he querido comer Bulgogi, Bibimbap, Tteokbokki o incluso lo más común que es el Kimchi. –Pero no creas que has ganado mi perdón…- Digo cuando me siento en el puesto del copiloto. Tengo hambre, he caído en sus encantos, es que no pude vencer la tentación. Además, ¡Qué carro más hermoso! Si por fuera era lujoso, por dentro es mil veces más, me siento parte de la realeza. Una cenicienta hombre, homosexual, adicto al sexo, adolescente, latino y más pobre que ella, porque su papá de todos modos era rico, el mío ni siquiera lo conocí.

Estaciona el vehículo frente al restaurante, extrañamente se baja con rapidez y sin darme cuenta me abre la puerta. –Baje caballero.- Me dice mientras dibuja una sonrisa galante en su rostro. Me quedo un rato mirándole, esto es tan señorial, como si se tratara de una película antigua. No es que me gusten las cursilerías, pero debo reconocer que me siento bien ante sus cortesías. El local es amplio, con una gran fachada de cristal que se contrasta con la decoración tradicional que se encuentra adentro. Nos recibe una mujer vestida con su hanbok, la prenda típica coreana. En la parte superior lleva una pequeña chaqueta de color rosado, teniendo finamente estampada rosas por toda la tela. La parte inferior consiste en una falda larga y abombada de un simple color rojo. La mujer nos sonríe tenuemente antes de hacernos una reverencia y dejarnos pasar. Nos guía por la recepción hasta llegar a nuestro comedor privado. Desliza una puerta de papel y madera, detrás de ella nos encontramos con la mesa. Todo es perfecto a nuestro a alrededor, da la impresión de estar realmente en el lejano oriente, sin embargo la mesa es occidental, con patas y dos sillas. –Siéntese.- Dice Diego mientras desliza la silla con tal de que me siente. Su galantería está al tope, no puede ser más caballero conmigo y yo… dejo que sea así, nunca me habían tratado con tanta amabilidad, como si fuera un príncipe.

Pica mucho, pica mucho. Se me había olvidado que era de una las cualidades que caracteriza a la comida coreana. Me hago el fuerte y sigo combinando mi Al Bap con el Kimchi. El sabor del salmón crudo mezclándose con las verduras, el arroz y obviamente el picante, termina por llevarme al paraíso. Veo directamente a mi acompañante, me ha hecho sumamente feliz hoy, ya que ha cumplido uno de mis grandes deseos. –Tienes sucia la nariz…- Me dice apuntándome sin descaro. Claro, hasta aquí llegó la amabilidad. ¿Qué? No puedo controlar mis secreciones nasales cuando combato contra los estragos del ají. –No tengo pañuelos…- Le digo luego de revisar en mis bolsillos. El hombre tan solo sonríe antes de levantarse. Camina en mi dirección y al tenerme cerca, saca una pañoleta de papel con la cual limpia delicadamente mi nariz. Creo que esto ni siquiera lo hacía mi hermana al verme así en mi infancia. Reconozco que se siente un tanto incómodo, pero fue tan bello que… Olvídenlo, este tipo de cosas no me pueden conmover.

Sigo comiendo, esta vez buscando que mi cuerpo no me ponga en vergüenza. Ya queda la mitad del plato cuando un estruendo sacude nuestro salón privado. –Hasta que por fin los encuentro…- Dice cansado Matías tras abrir con fiereza la endeble puerta. Jadea como si hubiese corrido todo un maratón, mientras que su frente se derrite en sudor. Al instante Diego se levanta de su silla para encararle, toda la dulzura de antes desaparece en un vendaval de furia. -¿Qué haces aquí? No estás invitado, así es que márchate…- Dice con el típico aire de los profesores al regañar a sus alumnos, tan solo que el menor no le hace caso y en vez de salir, ingresa al comedor para sentarse justamente en mi silla. –Hola guapo… Tuve que perseguirles en mi bicicleta por toda la ciudad… en un momento les perdí de vista, así es que tuve que entrar a cada uno de los restaurantes de esta cuadra para encontrarte… Ahora no tienes de qué preocuparte, yo te protegeré de este anciano degenerado que busca aprovecharse de tu inocencia…- Me dice buscando aún controlar los jadeos. No sé si la falta de aire o el esfuerzo físico le afectaron el cerebro, porque sus últimas palabras no tienen sentido. Todo mundo sabe que no soy del tipo ingenuo, todo lo contrario, sino fuera por mi fogosidad, ninguno de ellos hubiese accedido a intimar conmigo. Al rato me percato que todo ha sido un acto, debido a que algunas de las sirvientas coreanas nos observan desde afuera. Recabarren debe tranquilizar a las mujeres que ya imaginaban que estaban frente a un violador en serie. –Soy el profesor de estos dos chicos, hemos venido para hacer un trabajo sobre multiculturalidad. No se preocupe, esas son palabras que él dice en tono de broma…- Trata de explicar el pobre, quien finalmente cierra la puerta y nos quedamos los tres allí.

-Abre la boca…- El chico de los ojos celestes toma con los palillos un pedazo de mi comida e intenta alojarla en mi boca. ¿Qué pasa con estos dos sujetos? Están haciendo en un rato todo lo que mi hermana nunca hizo en mi niñez. Me estaba resignando a los encantos paternales del muchacho, cuando por debajo de la mesa Diego le golpea las canillas y por el movimiento, la comida termina desperdiciándose en el suelo. Ambos se observan son recelo, como dos pequeños que pelean por un mismo juguete.

-¿Quieres pedir un postre?- Me pregunta el mayor de los presentes. Claro que deseo uno, esto será la velada perfecta. –No, no queremos… el dulzor de mi boca le basta y le sobra.- Termina respondiendo por mí Della Rovere, intentando alterar los nervios de su contrincante. Como estamos sentados en una misma silla, posa su brazo sobre mis hombros y con sus dedos acerca mi boca a la suya. Sus labios se apresuran para besarme, sin embargo sus intentos se ven arruinados por la mano de Diego. –Ni se te ocurra, esa boca es mía…- Le dice para encararle fuertemente. Finalmente la velada culmina allí, ellos discutiendo y yo pensando en la maravilla que hubiese sido probar un pastel coreano.

Llegamos frente al lujoso vehículo de Recabarren, este haciendo presente sus dotes de caballerosidad, vuelve a abrirme la puerta para que esta vez suba al carro. Le sonrío porque realmente me gustan sus detalles tan considerados. Estoy a punto de hacerlo, cuando un cuerpo musculoso se cruza en frente y ocupa mi puesto. –Gracias querido… eres todo un amor.- Dice Matías con un fuerte tono sarcástico, logrando que las venas del cuello del profesor sobresalgan y palpiten por la ira. Sin más ganas de ser amable, termino abriéndome yo mismo la puerta de atrás y sentándome solo mientras miro al par de simios discutir durante el viaje a mi casa.

Que debería quedarme con el menor… Que es mejor la madurez de un hombre, a las indecisiones de un adolescente… Que el pene largo es mejor… Que el miembro grueso es más placentero… Que es mejor un hombre de ojos celestes… Que no hay como las pecas infantiles en un rostro de facciones masculinas… Y un sinfín de otras razones me entregan ambos pretendientes para que les elija. No sé cómo pueden parlotear tanto mientras el carro se mueve por la ciudad. Toda la comida deliciosa que acabo de probar no ha podido ser bien asimilada por este rato tan incómodo que he debido sufrir. –Quizás deberíamos hacer de nuevo el trío para poder saber quién de ustedes dos me gusta más. Ahora estoy solo en mi….- Trato de incitarles a caer nuevamente en mi trampa. -¡¡No!!- Ambos al unísono gritan su respuesta un tanto ofuscados, sin siquiera permitiéndome terminar mi alegato. Los odio, esto es inhumano, prohibirme gozar del sexo luego que me dieron tantas horas, es realmente una tortura.

El coche se detiene frente a mi edificio y sin querer estar más con aquellos dos retardados mentales, me bajo y corro para perderles en el portal. Todo iba perfecto, hasta que me encuentro frente a frente con Cata, la que viene de la portería, el lugar que visita a diario para poder estar a solas con su nuevo novio. –Hola cachorro, ¿cómo te va?... ¿Quiénes son ellos?- Me dice mientras arruina mis planes de escape, ahora aquellos sujetos se encuentran detrás y deberé presentárselos a mi amiga. –Él es mi profesor de matemáticas, don Diego Recabarren… y este es un compañero de colegio que va dos años más adelante, Matías Della Rovere.- Me dirijo a la estilista, aunque no debo decirle más, ya les he hablado tanto de ambos, que ella comprendió de inmediato de quiénes se trata. – ¿Entonces eres tú el virgen de veintidós años que le quitó su lechuga a mi cachorro? Él me ha dicho mucho de ti, ¿En serio tienes el pene grueso? ¿Te lo has medido? ¿Podría verlo?- Cuestiona primero al maestro, acercándose tanto que puede depositar su respiración en su rostro. Pensé que mi amiga sería un poco más disimulada, pero claro, se me olvidó que se trata de Cata. -¿Virgen a tu edad? Qué cosa más patética…- El chico de los ojos celestes ocupa la información recientemente oída para atacar a su enemigo. Se ríe en su cara, mientras este solo se queda callado, aunque muerde sus labios ante la ira que crea el joven en él. –Pero mira a quién tenemos aquí… El machito que le terminó gustando ser gay… ¿Solo dos veces fueron suficiente para convertirte? ¿Sabes que he conocido a muchos hombres varoniles como tú que terminan gustándole que les penetren por el orto?- Arremete la estilista como si buscara defender al profesor. A Matías no le queda otra más que callarse, ha sido duramente humillado. Sinceramente, aún a veces esta mujer me sorprende.

-Que escándalo más bochornoso es este… la hermana una prostituta y el hermano un maricón… ¿A dónde llegará esta sociedad?- Dice al aire una de mis vecinas de edificio. Resulta ser doña María, la anciana que vive en uno de los departamentos del segundo piso. Acaba de llegar de hacer las compras y mientras se dirige a las escaleras, expulsa aquellas frases venenosas desde sus labios arrugados. –Tanto tiempo que no la veía, mujer. ¿Qué le ha sucedido? Hace mucho que no va a mi salón de belleza, ¿ya no se depila la espalda? El otro día me llegó un producto perfecto para sacarle los vellos que tiene en los hombros… Y además puede servirle para las nalgas… ¿Sabían ustedes que esta mujer tiene el trasero peludo? Nunca había visto tantos pelos juntos en esa zona… ¡Cinco horas! Cinco horas tuve que trabajar para dejarla sin ningún pelo…- Dice inocentemente Cata. Lo cierto es que es tanta la vergüenza que siente la mujer, que sube las escaleras tan rápido como los novios de mi hermana cuando les confiesa que se ha enamorado. En momento como este adoro a mi amiga, tan solo que luego de haberse marchado la señora peluda, sigue interrogando a mis pretendientes.

Dos certeros golpes con su cartera les da Cata a Diego y Matías en la cabeza. –Pobre que alguno de ustedes se le ocurra hacer llorar a mi cachorro… Soy una mujer sumamente recatada y fina, pero si se meten con la gente que amo, créanme que tomo sus hermosos penes y los corto de cuajo… ¿Les gustaría tener una vagina allí?- Les dice mirándoles con furia, amenazándole con aquellos ojos que solo utiliza cuando desea protegerme. Hemos estados treinta minutos en el portal del edificio, mi amiga ha interrogado a mis acompañantes como si fuese un padre ante una petición de matrimonio. Tras ser amenazados, ambos hombres prometen no hacerme daño, sonríen un tanto temerosos mientras se soban la cabeza. La cartera de Cata pesa mucho tal parece.

-¿Qué pasa Renato?- Aparece de pronto una voz conocida. Volteo asustado y me encuentro con Natalia. ¿Por qué últimamente está llegando tan temprano a casa? Nos ha vuelto a descubrir, por lo menos todos estamos vestidos esta vez. ¿Qué le digo ahora? ¿Cómo le explico la presencia de estos dos? Si es que nunca he llevado a nadie a nuestro departamento. Y lo peor de todo ¿Qué hago con Cata? Conociéndola terminará contando toda la verdad a mi hermana. ¡Estoy muerto! 

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!

Hasta pronto!!!

 


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