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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

HOLA A TODOS!!!

Espero que se encuentren muy bien el día de hoy y que todo les esté resultando a la perfección :3

Bueno, aquí les traigo un nuevo capítulo y sobre él... solo les diré que.... "Luego de la tormenta siempre aparece el Sol" Espero que les guste...

Para quien quiera saber, el poema que aparece se llama Piecesitos de niño de Gabriela Mistral... ¿saben lo mejor? Ella era lesbiana *-* La amo <3

CAPITULO XVI: Solo te puedo amar a ti.

Me suspendieron por una semana. Todos quienes asisten a ese colegio han sido los responsables de la muerte de Dieter, lo hostigaron de tal manera que no concibió mejor manera de ser feliz, que acabar con su propia vida. Desde el director hasta mis compañeros, todos son culpables y la única persona que trató de ayudarle, es quien finalmente terminó castigado por golpear a un estúpido neonazi. Siento rabia, no puedo creer que aquellas personas que supuestamente velan por nuestra educación, prefirieran justificar la discriminación de Arturo, antes que el atisbo de justicia que brotó de mis puños. –Nunca supe de ningún acto que atentara contra la integridad de aquel muchacho. A esta edad los chicos pueden ser muy molestosos, se hacen bromas, mas no son acciones que busquen destruir a nadie, es un juego de jóvenes que todos hemos vivido. Créame señor Prats, lo más probable es que la lamentable decisión que ha tomado el alumno Bazile, se haya originado en su propio hogar, ¿qué más se puede pedir de una familia de inmigrantes? Nosotros fuimos muy generosos en aceparle otorgándole una beca especial…- Es lo que el director trata de decirme en su intento por contenerme. Ya ha entregado mi sentencia, siete días sin clases, y ahora busca aminorarla con sus palabras, que de seguro cree son las más apropiadas, es el juicio correcto ante el suicidio de un pobre niño. –He asistido la mitad de mi vida a esta institución… Todavía recuerdo mis primeros años, esos en los cuales temblaba de miedo tan solo al ver esta estructura. Tenía pavor de enfrentar a mis compañeros, por eso nunca me defendía, ni siquiera podía pedir auxilio. ¿Sabe usted lo que es sentir vergüenza? ¿Creer que todas aquellas palabras hirientes son verdad? Lo último que uno quiere es preocupar a sus seres queridos y decide callar, limpiarse las lágrimas antes de entrar a casa y dibujar una sonrisa cínica, ocultar la tristeza para no contagiársela a quienes no tendrían por qué pagar las consecuencias de la propia debilidad…- Le digo a aquel hombre, aquel de poca cabellera, pequeños ojos que esconde detrás de unos enormes lentes, piel arrugada y cuerpo regordete, un anciano que podría darte confianza, pero que sin embargo en estos momentos comienzo a detestar. ¿Qué sabe él sobre lo que sucede en su escuela? ¿Alguna vez se habrá preocupado de sus alumnos más frágiles?

Como una tortura, los malos recuerdos de aquella época afloran fantasmalmente en mi memoria. Aquel día aparece por primera vez en mucho tiempo, aquella jornada en que no deseaba nada más que esconderme, ocultarme de los ojos ajenos para así no dar explicaciones, para terminar de ser una carga de aquella jovencita. – ¿Por qué no dejaste que su padre se hiciera cargo? Eras muy pequeña cuando te fuiste de casa, incluso aún ahora eres muy joven… Aquel hombre es un irresponsable, ¿Dejar de cuidar a su propio hijo solo por la muerte de su mujer? Renatito no tiene la culpa de su fallecimiento, no puede odiarle debido a que Fernanda haya muerto en el parto.- ¿Por qué cuando vives un momento traumático tu cerebro te depreda recordándote todo lo malo que has vivido? Ahí estoy yo, tratando de enjuiciar al director por su pasividad ante la muerte de Dieter. Mis palabras brotan de mis labios sin mayor esfuerzo, mientras mi mente se encuentra muy lejos de aquel despacho. Vuelo en el tiempo hasta aquella tarde luego de clases. Como era costumbre me detuve ante la puerta de mi departamento para secarme las lágrimas, olvidarme de las burlas de mis compañeros y sonreír, entregarle aquel regalo a Natalia. Sin embargo, mientras me mentalizaba, escuché cómo una mujer conversaba con ella. Tal parece que la conocía de antes, de aquella época en que era feliz viviendo junto a nuestros padres, aquellos días que yo destruí con mi nacimiento. -¿Cómo lo iba a abandonar? Él no se iba a hacer cargo de mi hermano, ni siquiera le estaba alimentando… Cuando escuché que lo daría en adopción, decidí que tenía que salvarlo y me lo llevé. Huimos y vinimos hasta la ciudad. Dejé de estudiar y me dediqué a trabajar mientras nuestras vecinas lo cuidaban…- Escuchar su voz, aquel cántico del único ángel que he conocido, me terminó por convencer que todo lo que oía era cierto. Natalia ni siquiera intuye que hace seis años me enteré de toda la verdad, está segura que yo aún creo que nuestros padres murieron en un accidente automovilístico. Algún día te retribuiré por todo lo que has hecho por mí, por todos los sacrificios que has tenido que hacer y por todos los insultos que has debido sufrir.

Recuerdo que quería desaparecer, volar lo más alto posible, perderme en las nubes y dormir sobre ellas. Por mi mente transitaban todos los insultos que recibía en el colegio. –Eres un inútil… No vales nada… Deja de ser tan afeminado, tus padres deben estar avergonzados de ti…- Y por primera vez me daba cuenta que era verdad. Mi padre me odia, aquel hombre a quien ni siquiera conozco me detesta por haberle arrebatado a su amada. No valgo nada y es que he hecho sufrir tanto a mi hermana, que sería mejor si yo no estuviera. Pensaba en ello mientras subía las escaleras hasta la azotea. Todavía recuerdo el viento golpeando mi rostro, agresivo como si buscara maltratarme, frío como la vida que he llevado. Las nubes viajaban alegres por el cielo, y yo tan solo deseaba juguetear con ellas. Me empiné en una de las esquinas del barandal, desde allí la vista era preciosa y estaba seguro que así llegaría hasta el cielo.

Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

Allí estaba esa voz dulce, melodiosa recitando a mi espalda, las mismas palabras de Gabriela Mistral ahora dirigidas a aquel niño de siete años. Parecía como si el viento se hubiese detenido, como si las nubes me estuviesen observando, como si el mismísimos sol brillara tan solo para mí. Voltee para ver los labios que tan laboriosamente me hablaban y allí la reconocí, la mujer más bella que mis ojos pudiesen contemplar, la sonrisa más cálida que he podido recibir y los brazos más generosos que se han extendido frente a mí. Me estaba ofreciendo un corazón, un pecho en el cual llorar, un regazo en el cual protegerme. Aquella tarde lloré como nunca antes, pero fue el calor de Catalina el que me reconfortó, fueron sus caricias las que me salvaros, fueron sus ojos los que apaciguaron mi alma. Ella ni siquiera me conocía, jamás le había saludado y sin embargo estaba allí, protegiéndome de todo aquel que quisiera hacerme daño.

-Míreme muy bien a los ojos, porque esto se lo diré una sola vez… Usted es hermoso, es el regalo más maravilloso que la creación ha puesto en este mundo y no me lo van a romper… No vaya a llorar nunca más por gente que no se lo merece… No oirá nunca más los insultos, no sentirá nunca más los golpes, no recibirá nunca más las miradas acusadoras… Vivirá feliz, sonreirá siempre y luchará… Va a batallar todos los días desde que despierta hasta que se va a dormir, ¿me entendió? Lo peor que puede hacer es rendirse… eso es lo que quieren, pero usted es inteligente ¿verdad? Y no dejará que esos desgraciados acaben con su integridad…- Me dijo cuando ya el llanto había desaparecido. Tomó mi cabeza con sus manos y obligó a que la observara directamente a los ojos. Aquella vez fue la primera en que pude ser valiente, en que fui capaz de contener la mirada y no sentirme inferior. Pude percibir cómo Catalina invadía mi espíritu y lo repletaba, lo alimentaba con toda aquella valentía que me hacía falta. Y nunca más volví a ser el mismo, ese día ella se convirtió en mi madre y es que me devolvió a la vida cuando estaba sumergido en el abismo. –No dejes que te traten mal, al primer imbécil que te trate de golpear, tú le aplastas los huevos con una patada…- Era lo que me repetía día tras día luego de clases, aquellas tardes en que me enseñó a pelear.

Mi amiga me encontró en la azotea del edificio, se introdujo en mi corazón sin siquiera pedirme permiso y gracias a ella, ahora puedo decir que estoy a salvo. No es que solo haya impedido que cometería aquel terrible error, sino que me enseñó a vivir, a luchar cada día, a jamás rendirme. Y ahora ¿dónde estaba yo cuando Dieter me necesitaba? ¿Por qué no lo encontré en aquella azotea y le enseñé a pelear?

Sigo en el despacho del director, escuchando las incoherencias de aquel anciano que busca por todos los medios limpiar su conciencia, hacerme creer que no tiene culpa, cuando lo que siempre ha hecho ha sido ocultarse en aquel escritorio, convenciéndose que todo  va bien. Ya no quiero oírle más, me levanto del asiento para encararle, para alzar aún más la voz y restregarle en la cara que él es uno de los involucrados en la muerte de Dieter. Mis labios comenzarían a trabajar, sin embargo, de pronto se abre la puerta y de un solo golpe veo ingresar a uno de mis profesores. –Esto es injusto, todos sabemos que aquel grupo es el que atormentaba al muchacho y a muchos otros. Aquí debería ser castigada la discriminación y en vez de eso, reprende al único alumno que demostró ser íntegro, que defendió la memoria de un fallecido injustamente.- Nunca había visto tan alterado a Diego, aunque a la vez la convicción en sus ojos y en sus palabras, me sorprenden, me embrujan cual cántico de sirenas. Él no estaba presente cuando golpeé a Arturo, se ha enterado gracias a los chismes que deben estar circulando por los pasillos, los cuales obviamente no deben ser favorables a mí, prácticamente soy el último eslabón de la cadena, un paria. Y de todos modos, está aquí, levantando la voz para defenderme, para velar por mi seguridad aun cuándo podría haber sido como el resto y creer que era mi culpa. ¿Qué está haciendo profesor Recabarren? ¿Acaso confía en mí? ¿Puede confiar en alguien tan extraño como yo?

Me encuentro frente a una discusión álgida, en estos momentos el director está desprendido de toda condescendencia, ha perdido los estribos y alza la voz para defenderse de los ataques de uno de los maestros le dirige. Veo como las facciones de Diego endurecen mientras me defiende, busca librarme de este castigo injusto. Finalmente desiste, aquel hombre es testarudo y jamás reconocerá sus  errores. –Haga lo que quiera, despídame si así lo desea…. No, ¿sabe qué?... ¡Renuncio!...  pero yo ayudaré a la madre de aquel muchacho para que demande a esta institución por no velar por la integridad de su hijo…- Dice firmemente antes de tomar mi muñeca y sacarme de la oficina. Debo reconocer que es brusco, tanto que deja roja mi piel, mas no me importa, me siento repleto de una alegría extraña, como si de pronto toda la pena y la rabia hubieran abandonado mi interior. Ha sido su confianza, ha sido la fe que ha puesto en mis actos los que me entregan esta fortaleza. Pronto me percato que todos nos observan mientras nos dirigimos hasta la salida. Pareciera como si Diego me estuviese castigando, su mirada severa y la tosquedad con la cual me lleva del brazo, tan solo que no es eso, no busca dañarme sino que todo contrario, me está protegiendo.

Entre los tantos ojos que observan nuestra retirada, hay un par que me llama profundamente la atención. Su inconfundible brillo celeste se conecta con mi mirada, me cuestiona, trata de indagar en mí lo que acaba de ocurrir y tal vez lo que sucederá. Matías es una persona sencilla, fácil de descifrar y ahora me percato de inmediato que quiere separarme de Recabarren, odia la idea que sea él quien me rescate, aunque también me doy cuenta que no nos separa porque le da miedo, tiene pavor de reconocer que en realidad siente algo por mí, por otro chico. No está interesado en mi castigo, ni siquiera en la pena que puedo sentir, incluso puedo jurar que no le importa la muerte de Dieter. Me ha dicho tantas veces que quiere estar a mi lado, que se ha enamorado de mí, pero en realidad nunca me ha apoyado, no me ha defendido, simplemente ha competido con Recabarren. Una pregunta llega a mi mente, ¿por qué dijo delante de todo el colegio que me amaba? Incluso afirmó que éramos novios, si en realidad no le importo ¿por qué habría dicho aquel disparate? La misma situación de ahora me lleva a la respuesta. No es que lo haya sentido, simplemente buscó destruir la ocasión de su enemigo, no quería que Diego me confesara su amor, por ello se precipitó al hacer dicha confesión públicamente. ¿Qué hay de ahora? ¿Por qué no lo vuelve a hacer? Pues eso debe ser porque ya ha conocido el rechazo, ha sentido lo que significa ser menospreciado por ser diferente y el miedo le tiene paralizado. Mis conjeturas tienen sentido, ¿tengo razón? ¿Matías? ¿Realmente no me amas? ¿Todo ha sido una competencia? ¿Solo has buscado conservar tu honor?

La ciudad se muestra majestuosa ante nuestros ojos, voy sentado en el lujoso automóvil de Diego, viendo detenidamente cómo los tenues rayos del sol invernal tocan los cristales de los edificios, como los árboles se mecen debido al poderío del viento y la alegría con la cual las nubes se mueven en el alto cielo. Hemos dejado atrás el colegio y ha sido tanta la conmoción que solo deseo permanecer en silencio, me pierdo en mis divagaciones, escapo de los recuerdos de mi infancia que aún me inundan y del rostro angelical de Dieter. Sé que el profesor está preocupado, me mira de vez en cuando para cerciorarse que me encuentre bien, quiere hablarme, mas es mi semblante el que le detiene. Los edificios han desaparecido, estamos a la afuera de la ciudad, rodeado de árboles y montañas, el polvo inunda nuestro camino, nunca he estado en este lugar antes, sin embargo no me importa, estoy como aquella vez en el regazo de Catalina, protegido por la calidez de un corazón que solo busca mi bien. Nunca podría temerle a este hombre de mejillas pecosas, pupilas pardas y cabello claro.

Lo que veo delante es el paraíso. El sonido del río resuena alegremente en mis oídos, el brillo de sus aguas impetuosas alegra mi rostro y la claridad de su corriente me tranquiliza. Al bajar del carro soy acariciado por la sombra de aquellos frondosos y verdes árboles que repletos de pequeños pajarillos me entregan la mejor de las sonatas. El olor es puro, tierno como la pureza en aquel par de ojos que se deleitan con mi fascinación por el lugar. Me acerco lentamente al río, estoy concentrado en mi tarea, tanto que no me percato de su presencia a mi espalda y de pronto, me veo envuelto por sus brazos gruesos, inundado por el calor de su pecho y anonadado por el fuerte galopar de su corazón. –No quiero verte triste… Catalina y Natalia tampoco… mucho menos Dieter… Deseo verte sonreír, molestarme con tu pasión, enojarte porque no te doy en el gusto… Tienes que ser fuerte, enseñarles a todos que no pueden derrumbarte… Demostrarle a Bazile que seguirás siendo su héroe, el chico fuerte a quién imitar… Y si eso llegara a suceder, yo te recogeré… No voy a permitir que nunca te sientas solo, ni mucho menos que te rindas.- Me susurra al oído a la vez que su perfume conquista mi olfato. ¿Por qué es tan imbécil? ¿Cuál es la idea de alegrarme con este paraje tan hermoso y luego deprimirme con sus palabras cariñosas? Finalmente termino haciendo lo que no quería y las lágrimas brotan con la misma fuerza que aquel río frente a mis ojos. Volteo y me refugio en su pecho, allí doy rienda suelta a aquella tormenta que nació esta mañana al enterarme del trágico final de un ángel.

Las estrellas titilan en el cielo como pequeños niños danzando. El frío se ha apoderado del bosque, o eso pareciera, porque Recabarren me abraza tan fuertemente que no deja que mi cuerpo se enfríe. –Primero me quitas la castidad, luego la cordura y ahora hasta mi trabajo… ¿Habrá algo más que el señor quiera de mí?- Me dice fingiendo enojo, pero no le resulta y termina riendo fuertemente. Sus carcajadas rebotan en mi cuello y su respiración acaricia mi cabello. Estamos sentados en el suelo, me encuentro en medio de sus piernas y acurrucado por sus brazos. De vez en cuando me dice una que otra broma para hacerme sentir mejor, lo logra, tan solo que no le respondo y me dedico a seguir maravillándome con la naturaleza. ¿Y si quisiera su corazón? ¿Si deseara que esta noche nunca se acabara y quedarme por siempre a su lado? Hace no mucho estaba destrozado, martirizado por la culpa y gracias a él, al calor que me ha entregado, ahora me siento como si nada hubiese sucedido, tranquilo y renovado para seguir por el mundo con la frente en alto. No le respondo lo que sucede en mi pecho, no le revelo que todo lo que necesito para seguir respirando es su confianza, su serenidad y por sobre todo, su amor. Solo atino a tomar su mano, aquella palma gruesa, esos dedos poderosos y besarle tiernamente, como si fuese la mano de la princesa atrapada en lo más alto de la torre.

Inserto la llave en la cerradura, es pasada la medianoche y recién estoy llegando a casa. Diego no ha querido dejarme en el portal y ha subido hasta el tercer piso conmigo. De pronto, antes de siquiera intentar abrir la puerta, esta se abre y aparece Natalia, quien sin preguntar nada me abraza fuertemente. –Estaba muy preocupada… En la tarde vino Matías y me contó todo lo sucedido. Sé que estás abrumado por lo que pasó con aquel pequeño y temía por tu seguridad, como no contestabas el celular… Yo imaginé que tú… que tú….- Intenta explicarme lo que ha vivido, pero le es imposible y vuelve a abrazarme tan fuertemente, como si tratara de cerciorarse completamente que estoy con vida. –Lo siento, la verdad es que he sido yo el culpable. Le vi muy afectado y por ello… fuimos de excursión al bosque. No teníamos señal, por eso no te pudimos llamar antes… Como adulto tomo toda la responsabilidad por….- Diego busca explicarle a mi hermana, tan solo que es ella quien le silencia. Le mira mientras sonríe tiernamente, a la vez que se detiene a contemplarme. Es algo extraña la expresión que crea en su rostro, tanto que comienza a darme miedo. Su mirada es tan… tan… orgásmica al observarme cerca del profesor, que prefiero despedirme de Diego y entrar pronto a casa, esta mujer no está para nada bien. –Gracias…- Trata de decir Natalia antes que cierre la puerta, todavía sin borrar aquella felicidad boba que le hace ver tan tierna.

Estoy cansado, ha sido mucho para un solo día, por lo que me recuesto en mi cama, ya ni siquiera quiero colocarme el pijama, dormiré con lo puesto. Cuando mis párpados comenzaban a cerrarse, oigo el rechinar de la puerta al abrirse y luego, por arte de magia, mi hermana salta sobre mi cama y se mete entre las sábanas para acompañarme. ¡Por Buda! ¿No va a borrar esa expresión nunca? Sigue mirándome con aquel rostro de unicornio contento, casi puedo ver arcoíris brotar desde sus pupilas. Y como su interior es rosado, todavía me tiene aún más demostraciones de ternura. Su risita adorable, esa que me regala cada vez que busca en mí un favor, aparece de pronto. Quiere hablarme, preguntarme sobre algo que está atascado en su garganta, tan solo que le apena hacerlo. –Ya basta, dime… ¿En qué estás pensando?- Le digo finalmente para que termine con aquella tortura en base a encanto. –Nada, solo estaba recordando…- Y se interrumpe nuevamente con aquella risita de ardilla traviesa. –Ahora entiendo por qué me dijiste que era gay… y por qué parecías tan enfadado cuando le coqueteé… ¿Desde cuándo que te gusta? ¿Ya se han besado? ¿Sentiste las mariposas en el estómago? Dime, ¿quién se le declaró a quién?- Quiere indagar hasta en el más mínimo detalle y ahora me observa con detención, parpadeando solo como ella puede hacer, con aquel dejo de ternura que tanto me derrite. –No es nada de lo que crees… Solo es mi profesor y él… se preocupa por mí… Solo eso, no crees fantasías en tu cabecita…- Le respondo a la vez que empujo su frente con mi índice, señalando que deje de ocupar ese cerebro para crear historias románticas. -¿Estás enamorado?- Pronuncia sin más, como si fuese la pregunta más fácil del mundo. Quiero decirle que es mentira, sin embargo no puedo, por alguna extraña razón mis labios no pueden moverse y quedo mudo frente a Natalia. Ahí va la sonrisa del triunfo, esa que ella dibuja enormemente en su rostro, para luego levantarse de la cama y marcharse. Está a punto de apagar la luz cuando se voltea y da su sentencia. –Deberías confesarle lo que sientes… Nunca sabes cuándo puedes perderle y si no lo haces, te culparás de por vida.- Ha conseguido quitarme el sueño con aquel consejo. Ahora me encuentro a oscuras mirando detenidamente el techo, pensando en aquello que ocurre en mi corazón, en que tal parece que yo… Eso que dijo mi hermana.

Apenas pude dormir, así es que me levanto temprano y salgo a la gran ciudad. He tomado una decisión y lo haré lo antes posible. Traté de vestirme lo mejor posible, cosa que nunca había hecho. Como estoy suspendido por una semana, no debo ir al colegio y al conocerle, ahora que ha dejado de trabajar en el colegio, debe estar en su casa. Así es como memorizo la manera de llegar a su hogar, aquella mansión tan grande. Entro al tren subterráneo y espero ansioso llegar a la estación correspondiente. Me encuentro de pronto rodeado por hombres, no veo en ningún lado del vagón a una mujer y eso me extraña. Lo peor viene cuando me percato que todos son muy guapos, con unos traseros regordetes, espaldas anchas y piernas fornidas. ¿Qué está pasando aquí? ¿Son visiones? ¿Espejismos creados por la abstinencia sexual? La verdad es que tras tanto refregarme los ojos solo consigo dejarlos rojos. Sí, el sueño de toda mi vida se ha cumplido, de hecho, creo que algunos colocan sus nalgas cerca de mi mano para que les toquetee. ¿Qué debería hacer? ¿Caigo en tentación? Finalmente escucho el nombre de la estación donde debo bajarme. ¡Verdad! Vengo a hacer otra cosa aquí, por lo que despejo las dudas y me bajo sin haber manoseado a ningún varón. Quizás me arrepienta más adelante, pero lo que estoy sintiendo en estos momentos, me impide caer en la lujuria ajena.

Camino por aquel lujoso barrio, pienso en las palabras con las cuales le hablaré a Diego. Estoy tan concentrado que no me percato cuando llego a la esquina de la mansión Recabarren, ni mucho menos que mi profesor se encuentra afuera, conversando con una mujer en la calle. Me detengo en seco ante tal descubrimiento. Es muy temprano para estar reunido con alguien. ¿Quién es? No hace falta mucho tiempo para reconocer aquel cabello castaño, la piel extremadamente pálida, su cuerpo esbelto, sus largas y delgadas piernas que le hacen ver refinada. Va vestida elegantemente y su postura es perfecta, típica evidencia de una bailarina clásica. ¿Por qué está hablando con su antigua prometida? Pensé que ya no se veían, que su relación se había acabado cuando revelé toda la verdad. ¿Qué hago? ¿Por qué les espío? Mi pecho duele de pronto, un cuchillo martiriza mi corazón punzándolo dolorosamente. Todo empeora cuando les veo abrazarse, no como una despedida, más bien como una señal de afecto. ¿Qué? ¿Se han reconciliado? ¿Se han dado cuenta que siempre han estado enamorados? ¿Adriana se aburrió de ser lesbiana? Ya no quiero ver más aquella escena, no me hace bien y solo deseo huir. Volteo y comienzo la retirada.

¡Qué diablos! Si la ha de elegir a ella, que lo haga, pero yo no me quedaré con este sentimiento. Le confesaré todo y luego me iré, que por lo menos la delgaducha sepa que ha tenido competencia. Así es que regreso a mi rumbo, hago contacto visual con Diego, quien no puede creer que yo esté allí. ¡Sal de aquí estorbo! Los separo con fuerza. No hay palabras de por medio, ninguno de los tres ha abierto la boca y así, sólo con el sonido de la gran ciudad a lo lejos, me empino para alcanzar los labios de Diego. Primero rozo aquella piel rojiza y suculenta, siento cómo cada pedazo de su cuerpo se estremece y luego, invado altaneramente su lengua, con la cual jugueteo y saboreo en un baile en el cual ambos participamos. –Te amo.- Le digo inmediatamente luego de terminar el ósculo. Me siento desnudo, acabo de revelar en aquella simple frase, todo lo que ocurre en mi interior. Nunca antes lo había hecho, jamás imaginé que llegaría a experimentarlo. Solo veo el brillo refulgente en los ojos de Recabarren, quién me mira como si no hubiese nada más en este mundo, como si la vida se le fuera en ello. Podría estar así por siempre, incluso morir ahora mismo y ya nada me importaría más que él. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer :3 

Hasta pronto!!!!!


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