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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!! 

Espero que se encuentren bien y que todo les esté saliendo bien :D

Bueno, antes de entregarles el capítulo, quería agradecerles... Durante el último tiempo no me he sentido muy bien y gracias a los comentarios que dejan, he logrado sentirme un poco mejor... muchas gracias por todo :3

 

A leer!!!!

CAPITULO XVII: Declaración de guerra.

Me siento débil, hace mucho tiempo que no me encontraba de esta manera, frágil ante este mundo hostil. Desnudo como si toda la ropa que llevase se hubiera desvanecido de pronto, mi piel se muestra limpia ante los miles de ojos presentes en este universo. No aguanto más y me refugio en el calor de Diego, le abrazo fuertemente para que su fortaleza logre apaciguar este sentimiento tan extraño, tan lejano que ya ni siquiera puedo reconocer. -¿Te das cuenta que ya no podré dejarte ir nunca más?- Me susurra al oído, sin embargo ello no me asusta y es que busco precisamente eso, mi corazón desea quedarse junto al suyo, ¿siempre es tan fuerte el primer amor? Con mayor ímpetu le abrazo, quisiera fundir nuestras pieles en un solo ser, para así cumplir con su palabra y no dejarle escapar. Entiende que sé a lo que se refiere, que yo también lo anhelo y palpitando aún más enérgico su pecho, me rodea con sus encantadores brazos para entregarme todo la pasión que aquel cuerpo puede brindarme. Olvido todo y me decido a vivir por su existencia, a respirar por su aliento, a ver por su mirada y a amar por su amor.

-Entonces este chico debería venir a nuestra boda…- Escucho de pronto una voz introducirse en mi preciado paraíso. Recupero conexión con el exterior y recuerdo la presencia de Adriana. ¿Nuestro matrimonio? ¿Qué trata de insinuar? ¿Ellos dos se casarán? Me separo del abrazo de mi amado y volteo para encontrarme con la arpía, con la desdichada que busca quitarme a mi hombre. La observo olvidándome de todo el amor que hace poco brotaba por mis poros, encontrando el odio que solo puedes tener por quien intenta lastimarte. –Oh… No… no vayas a malinterpretar mis palabras… No es el matrimonio entre nosotros dos… Es mi boda con Valentina, la tía de Diego... ya sabes, Sor María Iluminada… No pensaste que… me quería casar con tu novio… ¿verdad?- Me dice cada vez más alterada la bailarina. Creo que finalmente solo ha sido un malentendido y ella ya no es un enemigo. Relajo las facciones hasta que escucho a mi espalda la voz de Diego. –No lo has negado, así es que supongo que estás de acuerdo… Ya sabes… dijo que éramos novios…- Como si se tratase de un pequeño niño me hace burla, dándome a entender que desde ahora somos eso, una pareja de enamorados. Solo me río ante esta nueva faceta con la cual me encuentro, alejada del profesor malhumorado y perfeccionista que conocí.

Finalmente estamos invitados a la boda y la novia se despide de nosotros. Claro, se ha dado cuenta que estorba. –Pensar que nosotros éramos una típica pareja heterosexual y ahora resulta que yo me casaré con una mujer y tú tienes una relación con un chico. Qué irónica es la vida…- Le dice a Recabarren a modo de despedida y aunque sea altanera, tiene mucha razón, ninguno de los dos lo hubiera imaginado. Creo que me tendré que acostumbrar a que ahora son amigos, sin embargo la vigilaré detenidamente, no vaya a ser que se arrepienta de ser lesbiana y quiera quitarme a mi guapetón. Vemos como se marcha con aquel paso elegante, la espalda perfectamente erguida y el mentón en alto. -¿Entramos?- Me invita a pasar a su casa Diego, supongo que cualquier cosa es mejor que estar a la intemperie, con este frío que ya me ha congelado la nariz.

Camino por largos pasillos, pronto me encuentro perdido, si no fuera porque Recabarren me guía en esta expedición, ya hubiera comenzado a gritar por ayuda. No recordaba que su cuarto estuviera tan lejos, aquella vez en que robó mi lechuga… o mejor dicho, cuando se la entregué gratuitamente, no tuve que caminar por pasillos tan enredados como estos. La duda me carcome, por lo que termino preguntándole. Me entero que nos dirigimos hasta el cuarto de sus padres. ¿Para qué vamos hasta allá? –Bueno, ya me elegiste, así es que supongo que no tengo que prohibirte más el sexo…- Me dice mientras me toma de la mano para caminar lo último que queda de trayecto juntos. No se siente mal, creo que podría acostumbrarme a este tipo de demostraciones de cariño. Finalmente ingreso a una habitación enorme, parece del porte de mi departamento. Las paredes están cubiertas por un delicado papel estampado con diseños simétricos, las cortinas se ven majestuosas al fondo, mostrando a simple vista que provienen de muy lejano. En el piso encuentro variadas alfombras, enormes que cubren casi la totalidad del cuarto y en medio de todo, se encuentra la cama más grande que jamás he visto, un montón de almohadas la cubren y al observarla, simplemente te dan ganas de saltar sobre ella. Como nunca contengo mis deseos, precisamente eso es lo que hago. Me elevo grácilmente, mientras mis pies descalzos tocan aquella tela tan suave, veo algunos artilugios caerse y de pronto, un movimiento brusco me derrumba sobre la comodidad de aquella nube terrestre. Diego se posiciona sobre mi cuerpo y me inmoviliza como si buscara abusar de mi ingenuidad. -¿Por qué no en tu pieza?- Le pregunto mientras él me observa detenidamente, buscando hacerse de cada centímetro de mi rostro. –Desde pequeño siempre he tenido la fantasía de intimar en la cama de mis padres… Suena sucio lo sé, pero quiero confiar hasta mis pensamientos más obscenos contigo.- Lamentablemente, aunque lo intento, no puedo impedir que mis boca se replete de carcajadas. –Es que… tienes nueve años más ¿y me vas a decir que ese es tu sueño más pecaminoso?... Por favor, yo te he hecho tener relaciones en una tienda departamental, he disuelto viagra en tu jugo, hasta te incité a hacer un trío con Matías… Eres tan tierno…- Le respondo aunque la risa me interrumpe constantemente. Tomo sus mejillas barbudas y las estiro como los abuelos suelen hacer con sus nietos y es que para ser tan grande, todavía es ingenuo.

Volteo la posición y dejándole bajo mis piernas le beso apasionadamente, hace tanto que no realizo esta rutina que todo mi cuerpo se emociona. ¡La sequía se ha acabado! Ahora me desquitaré por todo el tiempo en el que he vivido reprimido. Pongo en acción mi lengua, la que juguetea magistralmente con el lóbulo derecho de mi ahora novio. La respiración entrecortada que me entrega en mi propio cuello es el mejor regalo, junto con la poderosa erección que comienzo a sentir bajo aquella ropa inservible. Mientras jugueteo esta vez con su cuello, mis manos trabajan en quitarle la camisa, me da igual si desprendo uno de los botones, ahora lo que importa es que quiero verle desnudo. -¿No debería tomar yo la iniciativa? Podríamos variar de vez en cuando…- Me dice mientras me impide seguir con mis maniobras. Lo miro con un poco de ofuscación. –A la mierda… tú recuéstate y no hables…- Con mucho fuerza le obligo a seguir en la postura anterior, lo último que quiero ahora es conversar. ¡Me quiero volver loco! ¡¡Loco!!

Con fuerza desprendo toda la tela que envuelve aquella deliciosa piel. Diego me observa un tanto impactado, creo que mis expresiones faciales son un tanto desesperadas y es que intuyo que ahora me veo como Catalina cuando utiliza la cera depilatoria, en aquella batalla infernal que realiza por erradicar cada vello de su no tan femenino cuerpo. Por fin, ahora solo queda la ropa interior, el último envoltorio antes de aquel bombón que hace tanto no contemplo. Lo deslizo lentamente, disfrutando cada nuevo centímetro de piel con el que me encuentro y al finalizar, aparece airoso el falo erecto, sediento de acción y lujuria. ¡Tengo ganas de llorar! Es tanta la emoción por este momento, que estoy casi seguro que veo una luz celestial sobre el pene de Diego, como el trofeo luego de tanto tiempo de soledad. Ahí le tengo, santa carne viril, repleta de tantos milagros, te prometo que no te dejaré nunca más, no habrá eyaculación que no te contemple y a la hora que quieras que otros ojos te vean, con un cuchillo te asesino por infiel.

¡Oh por buda! Ya hasta había olvidado su sabor, aquel tan delicioso que ahora degusto. No puedo creer que esta experiencia sea mejor que mi primera vez y es que tras conocer sus encantos, es difícil dejarle ir, tal como si fuese un vicio. ¿Cómo hay gente que puede perder el lívido? Es completamente irrisorio en mi mundo. Acurruco aquella carne ardiente en mi boca, la succiono con poderío, haciendo que todo aquel cuerpo hermoso se estremezca desde sus cimientos. Diego acaricia mi cabello mientras le entrego placer, sus labios pronuncian los más encantadores gemidos y las palabras más gratificantes para mis oídos. –Que rico… Es una delicia… Sigue así…- Es como estar dentro de una película erótica, yo soy el protagonista cachondo que ataca sexualmente a su presa. ¿Y si en vez de ser director mejor me dedico a actuar?

Sigo con mi felación cuando de pronto me entero que unos ojos ajenos se han puesto sobre nuestra desnudez. Volteo la cabeza y me observo a un caballero muy bien vestido, de cabello cano y postura perfecta. Sus ojos están a punto de abandonar su lugar y su boca se encuentra abierta por completo. Recuerdo las veces en las cuales entraba a la pieza de mi hermana para robarle un par de chocolates que siempre esconde bajo la cama. A veces me descubría en el acto, repletando mi boca con chocolates, y sólo escuchaba: -Escúpelo… Escúpelo…- Me siento de la misma manera ahora y es que mientras observo al intruso, tengo aún en mi boca el pene de Diego. Poco a poco lo saco de la cavidad y decido volver a una posición un poco menos incómoda. Para mi desgracia, un hilo de saliva se crea entre mi mentón y la piel erecta de mi novio, haciendo aún más engorroso todo. –Venía a cambiar las sábanas, señor… No se preocupe, lo haré en otro momento…- Y luego el anciano se marcha como alma en pena, tal si hubiese visto al mismísimo demonio. –Está bien… él es de confianza… Digo, cuando era más joven me descubrió muchas veces masturbándome en mi pieza, y nunca se lo dijo a mis padres… No creo que ahora sea la excepción, ¿o sí?- Me pregunta con un dejo de incredulidad. Si lo vemos de ese modo, usar la mano o la boca de un chico menor, es lo mismo ¿no? Pero que ingenuo es este hombre. Le veo levantarse para intentar convencer al mayordomo que no diga lo visto. ¿Quién se cree? ¿Acaso me dejará con las ganas de tener sexo? Pues no, este de aquí no se va sin antes hacerme jadear como burro. Corro de la cama y le derribo en el camino, así de la misma forma como lo hacen en la lucha libre. Le inmovilizo y le observo con la peor de mis caras. –Ah no señor, usted vuelve a levantar su miembro y comienza a penetrarme justo ahora. De lo contrario, iré a buscar yo mismo al anciano, pero para violarlo…- Sentencio con ferocidad, no puede dejarme con los deseos rotos.

-Oh sí, eso… eso… No pares… Más fuerte… más fuerte…-  Trato de gritar mientras  me meso sobre la poderosa erección de mi amado maestro. Su falo es tan magnánimo, todopoderoso se adentra en mi cuerpo para repletarme de placer. Todo sería perfecto si no fuera porque cada vez siento más lacia su carne. Trato de alentarle con mis gritos, exagero incluso mis gemidos y mis movimientos, pero no hay caso, este barco se hunde miserablemente. –No puedo… después de lo que pasó con el mayordomo… no soy capaz de concentrarme…- Finalmente desisto y me bajo de su cuerpo lastimero. Vaya forma de iniciar un noviazgo. Me amurro a su lado mientras él intenta darme besos en el cuello, se siente culpable y bien que hace, nunca pensé que me pasaría tal aberración apenas a los trece años. Decido vestirme, ya no quiero estar en esta casa, y lo hago tan rápido que no le doy tiempo a Recabarren para seguirme. Camino por unos pasillos sin siquiera saber si voy en la dirección correcta. Por lo menos esto me sale bien y termino encontrando el hall central. Allí mismo está el anciano inescrupuloso que convirtió el sexo de mi novio en un tallarín remojado. –Gracias.- Le digo indignado mientras abro la puerta para retirarme. Sí, le agradezco sarcásticamente por matar la primera chance de orgasmos en mucho tiempo. Impotente, era lo último que me faltaba.

Esa noche Diego repletó mi celular de mensajes, quería disculparse por lo vivido en su casa. Me explicó que tuvo que sobornar al anciano para que no le contara lo visto a sus padres, así es que todo está resuelto. Lo último que pudiéramos esperar es que tras saber la verdad, sepan que aparte de homosexual, su hijo anda intimando en su propia cama. De todos modos no le respondo ninguno de sus intentos, puede gritarme, insultarme, insinuar que soy libertino, violarme desaforadamente, mirar con lujuria otro cuerpo, pero tener Disfunción eréctil, ¡ah no!, eso sí que no se lo permito. ¿Puede haber amor sin sexo? Claro que no, el mundo no es así.

Al otro día me envía una foto del nuevo juguete que ha comprado, unas esposas. Sí, caí en su invitación y aquella jornada la vivimos jugando con el aparato de acero. Traté de hacer todas las fantasías que mi mente recuerda con ellas, hasta disfracé a Diego de policía. Se veía tan sensual y el pantalón estaba tan apretado, que remarcaba aún más su trasero delicioso. No lo hice por mí, claro que no, lo hice por él, para curarlo de aquella trágica enfermedad y como es tan complicado, le di siete sesiones cada día durante toda una semana. Creo que fue la suspensión de clases más divertida que jamás he tenido, estoy casi seguro que Diego perdió más de tres kilos por todo el ejercicio que le hice hacer. ¡Esto es el noviazgo! Espero que no pierda la práctica, porque hoy después de clases le he arrendado un disfraz de doctor, tenemos que probar todas las profesiones posibles.

Aunque lo podrían creer, Diego no solo ha intimado conmigo, también se ha hecho cargo del caso de Dieter, tal como se lo prometió al director. Se ha puesto en contacto con la madre del muchacho y le ha ayudado para interponer una demanda al Instituto General por permitir la discriminación xenofóbica hacia su pequeño hijo. Me invitó a asistir a una reunión con la mujer, sin embargo no fui capaz, todavía no sé si puedo mirarla a los ojos y no comenzar a llorar, hay algo que se ha roto en mi interior y mientras no sane, no quiero convertirme en otra carga para la pobre que ya tanto ha debido sufrir. Recabarren se ha contactado con amigos de su familia, gente muy influyente que se ha puesto a disposición para ayudar en el caso. No solo se trata de abogados, también de periodistas, los que han informado sobre las torturas que debió sufrir Dieter en la institución, sin que nunca ninguna autoridad se dignara a ayudarle. ¿Cómo no podría haberme enamorado de él? Cada vez me siento más afortunado por tenerle, orgulloso que alguien tan generoso se haya enamorado de mí. Estoy seguro que la muerte del muchacho no quedará impune, pagarán los que tengan que hacerlo y entre ellos, debe estar el grupo de Arturo. Tal vez no puedan ser enjuiciados, si bien fueron los principales causantes de las humillaciones que le causaron, hubieron muchos otros y no hay pruebas para inculpar a nadie, mucho menos sabiendo que son menores de edad y ningún juez tomaría en cuenta una acusación hacia ellos. Más que mal en este mundo, aquellas son solo bromas, juegos inocentes que sin embargo han cobrado un alma inocente.

Camino al colegio, hoy es mi primer día de clases luego del castigo y lejos de sentir rabia por la decisión, estoy agradecido de la oportunidad, ahora me siento capaz de ingresar al edificio y no derrumbarme por la culpa, por no haber ayudado a Dieter. Tampoco atacaré nuevamente a Arturo de aquella forma, si ha de pagar sus pecados, no seré yo quien sea el responsable, la vida es muy sabia y será ella quien le enjuicie por sus pecados. Al llegar frente a la escuela me encuentro con una multitud, la gran mayoría periodistas y camarógrafos, quienes siguen cada paso que el director da fuera de la institución. - ¿Es verdad que los dueños del Instituto General han decidido desligarlo de sus funciones?... ¿Se debe a la acusación por el suicidio de uno de sus alumnos?... ¿Está preparado para enfrentar los trámites en tribunales?- Son una de las tantas preguntas que hacen los reporteros al hombre, quien los ignora y sigue adelante con su camino. Se dirige directamente hacia su automóvil y es que acaba de estar en una reunión con los representantes legales del Instituto General, quienes le informaron que para limpiar en parte la imagen del colegio, decidieron despedirlo. Se nota en sus facciones la frustración por haber perdido en una batalla que él nunca le tomó importancia. En un momento nuestras miradas se cruzan, creando un ambiente tenso. Me observa con rencor, sabiendo que me encuentro detrás de todo lo sucedido, que Diego le ha atacado tratando de cumplir mi sed de justicia. Mantengo la conexión sin demostrar debilidad, es él quien debe temer, ya que ha sido él el culpable. Todo cae por su propio peso.

La conmoción ha pasado y todos los estudiantes nos dirigimos hasta nuestras aulas, yo no soy la excepción. De pronto siento una mano poderosa tomando mi brazo y con ferocidad me arrastra hasta una pequeña sala, aquella donde se guardan los artículos gastados. No me sorprende que sea Matías, sabía que buscaría la forma de acercarse, de encontrar respuestas a todas aquellas dudas que ha creado durante una semana. –He ido a tu edificio, pero siempre encuentro el automóvil de Diego afuera, por eso no he podido hablar contigo antes, pero ahora no te escaparás…- Me dice inmediatamente después de cerrar la puerta de la bodega. ¿Tanto miedo le da que descubran que realmente le intereso? Porque ahora todos creen que se ha recuperado de su “recaída”, cuando en realidad sigue insistiendo. -¿Qué significa todo este alejamiento? ¿Estás enojado porque te escondo? Intenté ser directo y me declaré delante de todos, ¿qué conseguí? Solo rechazo, incluso de mis padres… Tal vez tú estés acostumbrado a vivir de aquella manera, pero yo no… No puedo soportar que el resto crea tener el derecho de burlarse de mí…. No soy capaz de soportarlo, aunque eso no significa que no pueda quererte, que no desee estar a tu lado. No te dejaré en paz hasta que te des cuenta que soy el indicado, no descansaré hasta que te separes de Diego… Soy el hombre de quien tienes que enamorarte…- Me dice enfurecido, como si fuese yo el culpable de todo y esa actitud de víctima, unido a lo que sus palabras realmente significan, provoca que todo mi cuerpo se replete de cólera. No puedo creer la cercanía que había creado a una persona que ni siquiera puede pensar en nada más que no sea el dolor propio. -¿Qué me he acostumbrado a vivir sintiendo el rechazo de los demás? ¿Acaso crees que alguien puede acostumbrarse a eso? Pensé que eras valiente, pero ahora me percato que no eres más que un niñito mimado y engreído… ¿Sabes? Me das pena, porque yo soy mucho más hombre de lo que tú nunca llegarás a ser… ¿Acaso no te has dado cuenta que ni siquiera te has enamorado de mí? Lo que sucede es que me has tomado como trofeo, como la meta que tienes que alcanzar para poder vencer ante Diego… No es que realmente te interese, de lo contrario harías a un lado el miedo al rechazo y reconocerías que me amas… ¿Crees que Diego no tiene miedo? Pero ahí ha estado siempre, apoyándome y estando dispuesto a todo con tal de verme a salvo…. ¿Sabes que un niño acaba de suicidarse por gente como tú? Que cree que lo único que vale es el bien propio, que es mejor burlarse del resto antes de ser uno el centro de los insultos… Yo no me he acostumbrado a los malos tratos, yo he aprendido que debo vivir para ser feliz, no para darle en el gusto a gente que ni siquiera importa… ¿Y te digo algo? Has llegado muy tarde, porque ya me he enamorado de Diego… ¿Escuchaste? ¡Perdiste! Así es que reconócelo y deja de hacer este tipo de escenas tan patéticas…- La ira producto de su altanería se une al dolor que aún siento por Dieter. Así es como termino encarando a Matías, intentando sacar todas las caretas que llevaba y enterándome quién es realmente Della Rovere.

Lejos de verle arrepentido, siento cómo el cólera comienza a invadir su cuerpo y desbordarse por sus poros.  Sus ojos se llenan de un profundo resentimiento, y sin siquiera poder presagiarlo, de pronto siento sus manos poderosas alrededor de mi cuello, mientras me empuja hasta inmovilizarme contra la pared. Acerca su rostro al mío, su respiración golpea mi cara violentamente, mientras sigue apretando con sus dedos mi carne. –Nadie me humilla de esta manera, ¿entendiste? Te vas a arrepentir por haberme rechazado… Nunca había sentido esto por nadie y no dejaré que te vayas con otro… Tú serás mío sea como sea.- Me advierte de forma casi animal, como si yo fuese su presa y estuviese a punto de darme el ataque final. No le tengo miedo, así es que empuño mi mano y le golpeo fuertemente en el estómago, sintiendo cómo todo su cuerpo se retuerce por la conmoción. Su respiración se entrecorta y se queja agachado. –No te tengo miedo… pero tú si deberías hacerlo, recuerda que tienes mucho más que perder…- Sentencio venenosamente antes de marcharme, no dejaré que me aleje de la persona que amo y es que cuando alguien se interpone en mis sentimientos, soy capaz de todo. Espero que no decida atacarme, porque no le voy a negar la guerra. 

Notas finales:

Y eso ha sido todo!! Los amo <3

Hasta pronto!!


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