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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que se encuentren muy bien!!!

Bueno... esto es díficil... pero.... la vida es así...

Lo que leerán a continuación no es algo que no suceda en la vida real, de hecho, está basada en un reportaje que leí hace un tiempo sobre una psicóloga que atendía gente homosexual y transgénero, ahí narraba algunas historias en las cuales me basé para la vida de Cata....  Espero que puedan comprender que con esto busco dar a conocer una verdad que muchos esconden y que aunque se diga que estamos en el siglo XXI, que somos más modenos que antes, en muchas situaciones es solo una pantalla, una mentira que utilizan para ocultar que no mucho a cambiado... Los últimos años se ha visto mayormente la homosexualidad entre hombre, ¿pero qué sucede con las mujeres? Todavía tienen poca visibilidad y para qué hablar de la gente transgénero, que simplemente siguen en las sombras....

A veces las palabras puden provocar mucho daño, puedo reconocerme como un afectado por este hecho y espero, que como esta historia pueda conmoverlos, también sean capaces de reflexionar, de pensar antes de hablar, porque aunque te dirijas a una persona en particular, aunque tus intenciones no sean malas y solo bromees, tus frases pueden dañar mucho a alguien... No porque no agredas físicamente, significa que no eres una persona violenta...

Recuerdo cuando era pequeño y veía la televisión... una vez en el parlamento querían despenalizar la homosexualidad... Sí señores, la "Sodomía" era delito en Chile hasta 1998, o sea... cuando tenía 6 años... Un senador dijo que él no legislaría a favor de desviados, de aberraciones... y esas palabras quedaron marcadas en mi memoria... porque estaba hablando de mí, de mi futuro.... Recuerdo también las conversaciones de mis padres, de mis tíos... los retos de mi mamá cuando me decía que yo "era un hombrecito y que me tenía que comportar como tal"... la vez en que me retó porque le dí vergüenza ante un primo... las veces que me acosté temprano solo para llorar y era tan pequeño, que no puedo recodar nada bonito de mi infancia... tal vez yo sea la excepción, quizás soy demasiado sensible... pero es algo que me marcó y que lamentablemente, me ha costado superar... Me esfuerzo por superarme, pero siempre tengo recaídas...

Espero no haberles aburrido... Simplemente quiero que se quedan con este concepto: 

 

LA FUERZA DE LAS PALABRAS....

 

Gracias por leer... esto significa mucho para mí...

CAPITULO ESPECIAL II: Cata.

Las personas tienen miedo. Madurar no significa dejar de temer, sino que saber cómo ocultarlo de quienes te rodean. Ese el camino que la gran mayoría transita, sin embargo existe otro, uno escabroso y solitario, pero que resulta ser el único que verdaderamente te lleva a la felicidad, aquel rumbo que te enseña a convivir con el dolor. No debes separar los recuerdos tristes de los alegres, ambos son la misma cara de una moneda. Cuando sufras, al verte llorar frente a un espejo y sientas que ya nada puedas hacer, da las gracias al sufrimiento, a aquel amigo que te enseña lo bello de la vida, el que te hace grande, aquel del cual aprendes a ser humilde y amar lo que tienes, porque sabes que finalmente lo perderás. No, no es ser derrotista, es entender qué significa vivir, darte cuenta que la pena es el pago que debes dar para ser feliz. No hay sonrisa que no hayas comprado con una lágrima. Alégrate cuando sufras, estás vivo y sabrás que muy pronto, al cruzar la esquina del miedo, encontrarás tu recompensa. Paralizarte, esconderte de las penurias, solo te hará morir, perder la única oportunidad que tienes para ser realmente feliz.

Nací hace muchos años ya, tantos que me da vergüenza reconocerlos, pero digamos que hay muchos países más jóvenes que yo. Al principio creí que todo estaba mal, que aquel cuerpo que me habían designado sería mi cárcel, la tumba de tantos sueños que finalmente nunca cumpliría. Mis padres me dieron por nombre Luís, el de mi abuelo, aquel hombre varonil que no le temía a nada ni a nadie, que levantó la cabeza cuando todos creían que había perdido el orgullo. Si aquello significa ser varón, pues soy el más varón de todos y es que aunque me costó, aprendí a no vender mi integridad ante ningún insulto, a sonreírle a aquel que me ataca porque le amo, a sanar el odio con besos y caricias.

Recuerdo mis primeros años de vida escondido en las faldas de mi madre, temeroso que el resto se diera cuenta que era distinto, que me comportaba como una niña, que deseaba jugar con muñecas cuando lo único que me regalaban eran cochecitos. Adoraba el aroma de aquella mujer, sus manos tersas y sus besos cálidos, la que me acariciaba el cabello cada vez que un compañero de clases me llamaba marica, o me golpeaba al ver mis manos moverse con tanta gracia, por mi voz fina y mis anhelos de conocer el amor de otro chico. –No les hagas caso… a tú edad los niños son hirientes… Creen que por ser delicado eres gay, pero ya verás… crecerás y comenzarás a salir con chicas mucho más guapas que sus novias y allí morirán de celos por la suerte que tiene mi pequeño… Te amo hijo y no quiero que sufras… Mi cachorrito…- Moría un pedazo de mí cada vez que le escuchaba hablar así. Hubiera dado todo lo que tenía por no herirla. Quería ser como todos los demás, que ella se sintiera orgullosa de su cachorro. Temblaba mientras me decía que yo solo era fino, que no significa que fuera homosexual, mucho menos que en realidad fuera una mujer atrapada en pieles de varón. Creí que estaba mal, que mostrarme tal cual significa lo mismo que asesinar a mi madre, por eso me oculté en el más oscuro de los abismos.

A los quince había tenido tres novias, más de lo que cualquier otro compañero de clases había ostentado. -¿Por qué todas son tan feas? ¿Acaso no puedes buscar una más guapa?- Me preguntaba mi madre, yo sólo le contestaba que el amor no tiene ojos y que me interesaba en sus bellas personalidades más que en su exterior. La verdad es que buscaba en ellas al hombre al cual no podía amar. Aquella a quien más quise fue a Bernarda, la adoré sólo por el hecho de tener bigote. Al cerrar los ojos y besarla, me hacían sentir que realmente estaba con un chico. ¡Gracias Berni por ser tan peluda! Al final la pobre quería tener sexo y yo le dije que por religión no podía, que debía llegar casto al matrimonio. Obviamente no quería conocer sus selvas, sus túneles femeninos que tanto envidiaba. Yo quería tener vagina, no encariñarme con una ajena. Ella me creyó, y es que ser el hijo del pastor me daba credibilidad. De hecho, mi hermano mayor realmente llegó sin conocer ninguna mujer al matrimonio.

Alberto Molina era el hombre más recto de todo el barrio, aquel a quien podías confiarle un secreto y con quien podías contar en caso de una emergencia. Siempre ayudó a las ovejas perdidas de su congregación, a todos menos a una, aquella que llevaba su sangre y a quien apartó cual leproso. El pastor Molina, todos le llamaban así y mi familia estaba orgullosa de su importancia, todos éramos respetados gracias a sus labores. Cuando niño creía que realmente era un ser de luz, que incluso Dios le había entregado un sexto sentido y que podía oler a los pecadores. Esa era la forma que tenía de explicarme por qué nunca me quiso, la razón por la cual siempre prefirió a mis otros hermanos y a mí tan solo me criticaba. – ¡Sé un hombre!... ¡No llores como mariquita!... ¡No camines como uno de esos degenerados!- Y siempre todo lo mío era errado. A mi madre la amaba, a él le temía. Yo era un engendro, un problema que debía permanecer en secreto, buscando no llamar la atención para así no humillar al gran pastor evangélico.

Siempre recordaré aquella cafetería, aquel asiento en la barra donde conocí a Leandro. Él fue mi primer amor, aquel que me ayudó a entender que estaba mal, que no debía ocultar mi diferencia. Fue el primero en escudriñar mi piel virgen, que tomó mi mano al caminar en la calle, aquel con quien corría ante los ataques de la gente “moralmente” decente de la época. Si ahora sigue siendo un tema la homosexualidad en esta sociedad, antes era una aberración, incluso un delito sancionado con cárcel. Sodomitas, era el sonido que escuchábamos de los hombres mayores, los que no iban a permitir que dos desviados corrompieran la pureza de su cultura, los que no dejarían que violáramos a sus hijos. Los prejuicios eran enormes, éramos peor que asesinos, cuando nunca le hicimos daño a nadie, lo único que hice fue amar a aquel chico de larga cabellera castaña, ojos profundamente oscuros y la valentía que cualquier soldado desearía.

Los diecisiete fue la edad en que todo cambió. Los rumores de mi homosexualidad no tardaron en llegar a los oídos del pastor Molina y mi vida se convirtió en un verdadero infierno. Vi a mi madre llorar mientras mi padre me regañaba, me leía versículos de la biblia dónde quedaba claro que lo que cometía era pecado y que él no dejaría que eso ocurriera en su familia. -¿Acaso no me amas?... Soy tu hijo, nada ha cambiado… ¿Acaso no pregonas el amor al prójimo? Lo único que he hecho ha sido amar a aquel muchacho, ¿acaso no lo puedes entender?- Le gritaba al hombre mientras me golpeaba con una varilla, enfurecido por mi terquedad, por tener el coraje que nunca había tenido antes, por encararle con la frente en alto por primera vez. Aquel acto me costó caro, demasiado caro.

En esa época mi hermana ya se había casado, era muy joven cuando tuvo a su primer hijo, mi querido Ignacio. Luego del rechazo de mi madre, de que aquellas manos tersas dejaran de acariciar mi cabello, enfoqué todo mi amor a aquel inocente, la criatura más hermosa de la creación. Como desearía que todos fuéramos como niños. Él no estaba contaminado, mi sobrino tocaba mi rostro con cariño sin pensar que era un monstruo, un leproso al cual hay que sanar. Obviamente debía verle a escondidas, me tenían prohibido verle, quizás qué asquerosidades podría hacerle a aquel infante. Mi propia madre me lo dijo, aterrada al verme un día contemplar con cariño a Nachito. Sus rasgos endurecieron como si hubiese sido capaz de hacerle daño a aquella criatura. -¡Aléjate!- Es como finalizó antes de sacarme a empujones de la habitación. Ahí entendí que ya la había perdido, pero nunca la culpé, intenté siempre recordar sus mimos en mi infancia y olvidar los malos tratos en mi adolescencia.

No me dejaron salir más sin compañía. Me iban a dejar al colegio y cuando terminaba la jornada, también me iban a buscar. No pude ver nunca más a Leandro. ¿Habrá sufrido tanto como yo lo hice? ¿Cómo estará ahora? Espero sinceramente que haya sido muy feliz y que esté con su alma gemela. Fue una relación corta, gracias a él me enfrenté a mi familia y aunque sufrí, le agradezco porque me dio al valor para comenzar el largo camino de la felicidad, aquel que me permitió ser realmente libre.

El esposo de mi hermana tuvo un accidente y debió que dejar la institución que tanto quería. Fue por muchos años militar, de aquellos machos que no dejaban a sus esposas trabajar y que incluso cuando no les hacían caso, las golpeaban. No sabía nada más que las artes de la guerra y tras perder uno de sus brazos en un choque automovilístico, quedó cesante, imposibilitado y completamente reprimido. Vendieron su casa para hacer frente a los gastos y así llegaron a vivir a al hogar de nuestros padres. Faltaban piezas y como el hijo perdido no quería seguir las reglas divinas de un Dios castigador, decidieron relegarme al lugar más denigrante que me ha tocado habitar. Tan sólo tenía diecisiete años cuando mi padre me echó a vivir a la casa del perro. –Cuando regreses al camino de Dios podrás vivir como hombre, antes… seguirás siendo una bestia y como tal… debemos tratarte…- No tuvo compasión e incluso en las noches de invierno, se regocijaba al oírme toser. Años después me reiría de lo que viví y es que cuando mis clientes me decían perra, recordaba que en realidad sé cómo vive una.

Era menor de edad y ninguna persona me iba a acoger, tenía miedo de vivir en la calle y no tener a nadie con quien contar, pensaba que mis padres recapacitarían algún día, que todo sería mejor, que equivocado estaba. Tenía pavor de equivocarme, de dejar todo lo que me dañaba y empezar desde cero, prefería pensar que aún había amor a mí alrededor. Fueron los días más fríos, tiritaba sin parar y comía lo que mi madre “gentilmente” me dejaba en la cocina. Podía entrar a la casa y utilizar el baño, pero ya no era mi hogar, me sentía como un mendigo recibiendo los favores de una gentil familia, tal como ellos querían que fuera. Estaba en lo más bajo, pero no baje la mirada ante el pastor, no me retracté de mi decisión y siempre dije la verdad, no fingí más ser otro.

Cumplí dieciocho años y días después, mis padres se dignaron a dirigirme la palabra. –Nuestras responsabilidades contigo se han acabado, ahora nadie nos obliga a tenerte… sin embargo te daremos una última oportunidad. Dentro de la bondad infinita que nos entrega el señor todopoderoso, somos capaces de olvidar todo el daño que has cometido contra quienes te han dado la vida y darte la posibilidad de redimir tus pecados, siempre que dejes de lado la aberración y nos permitas sanarte… Dios odia el pecado, mas no al pecador…- Fueron los últimos sonidos que escuché de la boca del pastor. Mi madre le acompañaba en silencio, mirando el suelo sin siquiera poder contemplarme, claramente ella sabía lo que ocurriría. –Dios me ama tanto que me ha dado la oportunidad de alejarme por siempre de usted… Los golpes nunca me dolieron tanto como sus palabras, las cuales nunca tuvieron cariño hacia mí, ¿en serio algún día me amó? ¿O simplemente siempre esperó el momento en el cual deshacerse de quién no le sirve?... Yo me iré, seré libre mientras usted sigue oprimiendo a una familia entera… Espero que algún día Dios pueda perdonarle por sus pecados…- Y sin más me fui. El sonido de la puerta al cerrarse fue lo único que me llevé de allí y es que no tenía nada más, nada sino que mi integridad, la que permaneció resplandeciente aun tras los ataques de mi verdugo. Soy quien soy y amaré a aquellos que lo sepan.

El frío escapó y es que sólo estaba alojado en mi pecho, transformado en el deseo desesperado de recuperar el amor de quienes jamás volverían a quererme. Tal vez mi madre nunca dejó de hacerlo, sólo se veía influenciada por su marido. En aquella época las mujeres no podían ni siquiera pensar libremente, quizás todo hubiera sido diferente si ella hubiese sido más fuerte, si no hubiera creído en todas las mentiras que el pastor le comentó, si no me hubiera tenido miedo. Luego entendería que no me odió, simplemente tenía pánico de verme sufrir, tanto que sin quererlo me infringió la más profunda de las heridas, tan honda que me terminaría llamando como ella, Catalina.

Viví por poco menos de un año en las calles de la gran ciudad, compartiendo con otros mendigos más viejos, dejando que me penetrarán con sus cuerpos hediondos a alcohol, solo para recibir las migajas de sus comidas. Fue difícil, vi nieve caer sobre los adoquines de aquellas avenidas antiguas, sobre los rieles del tranvía, sin embargo mi interior permanecía cálido, ya me había deshecho de la gelidez que me inmovilizó por tantos años. Y cuando no tenía nada más que mi amor propio, llegó quien terminaría siendo el hombre de mi vida.

Sus ojos eran dos esferas perfectamente oscuras, su piel tostada combinaba con las camisas claras que solía usar, sus labios eran tercos, duros cual acero y sin embargo me entregaron los más deliciosos besos. Llegó a mi lado una fría mañana de otoño, las hojas de los árboles se acumulaban en el suelo tiñendo todo de aquel marrón mágico. Me regaló un café y junto con él, una propuesta. -¿No estás cansado de vivir en la calle? Yo sé que tú puedes llegar lejos… solo tienes que saber cómo ocupar mejor tu cuerpo…- Patricio fue quien me sacó de la marginalidad, me dio un techo donde cobijarme, aunque todo tiene un precio. Él era uno de los secuaces de don Anselmo Di María, uno de los mafiosos más poderosos de aquel entonces en la ciudad, el mismo que controlaba la prostitución, los bares, restoranes, casinos y por más de veinte años, el dueño absoluto de mi vida. Era delgado, de facciones finas y no tenía a nadie a quién importarle, era el candidato perfecto para convertirme en uno más de los transexuales que trabajaba en las calles vendiendo su cuerpo.

-Los actores entretienen con sus interpretaciones, los cantantes con sus melodías y las prostitutas con la forma en que chupan la verga… No hay de qué avergonzarse, es una profesión más…- Es como Marquitos me dio la bienvenida al negocio, aquel hombre que en aquel entonces era el cabrón a cargo, el jefe y uno de los más antiguos amantes de don Anselmo. Todos especulaban que il capo di tutti capi siempre le amó, que era su más preciada joya, pero que debía ocultar sus sentimientos para no demostrar debilidad. Cierto o no, aquel hombre mitad mujer, se convirtió en mi mejor amigo, quien siempre estuvo a mi lado y quien me entregó una de las más preciadas lecciones. –De nada sirve ser inteligente… de nada sirve ser guapo… de nada sirve ser adinerado… Puedes ser la cosa más horrenda del mundo, pero si sabes cómo hacer reír a la gente, nunca tendrás enemigos… te llenarás de camaradas que buscarán en ti la fuente de la felicidad y serás tan importante, que no necesitarás nada más… Cambia esa cara de culo que tienes y sonríele a la vida… que los hombres buscan el conocimiento, hacen guerras, conocen a las mujeres más hermosas, asesinan por dinero, todo con la intención de alcanzar la alegría y no se dan cuenta que la pueden lograr tan solo al abrir la boca… Sonríe Luchito, ya verás cómo terminarás siendo feliz…- Y tal como mi maestro me enseñó, no hubo día luego de ello que no formara en mi rostro la más amplia de las sonrisas, aún después de aquel horrendo día.

Me paralicé por miedo a mis padres y perdí a Leandro, no sucedería de nuevo con Patricio. Lo conquistaría, él sería mío porque lo amaba desde que me rescató. Fui prostituta por dos décadas, me vestía de mujer todas las noches y por las mañanas, regresaba a ser hombre, todo eso antes de decidir operarme. Gracias a los consejos de Marquitos, terminé aceptando los ofrecimientos de don Anselmo de pagarme la operación de reasignación de sexo. Sería un proceso lento, no sólo sería una intervención quirúrgica, sino que varías que terminarían con el resultado deseado. Amaba a Patricio y si le iba a conquistar, quería que fuera con mi propia imagen, con aquella que siempre sentí mía, no en aquel cuerpo tosco que detestaba, sino que como la mujer como nací. –No quiero que me veas así… Me esconderé hasta que todo esté terminado…- Le dije una vez que preocupado me fue a visitar a mi cuarto. Tenía vergüenza de que me viera hinchada, vendada por todos lados y aun así, pareciendo deforme, él decidió confesarme aquello que por tanto tiempo había escondido. –Te amo… Como Luís o Catalina, me da igual…- Me dijo justo antes de besarme. Finalmente me sentía plena, convertida en lo que anhelaba y junto al hombre que amaba.

La última operación estaba agendada para una semana, todo iba viento en popa y de pronto, una sorpresa agitó mi vida. Patricio le había pedido a don Anselmo que me dejara retirar del negocio, que él me amaba y deseaba convertirme en su esposa. Tal vez casados por ley no sería posible, pero deseaba comprarme una casita e irnos a vivir juntos. Me llevó vendada al departamento y solo cuando ingresamos me destapó los ojos pudiendo contemplar todo lo que aquello significaba. Era hermoso, el lugar más preciado que jamás tuve. Iniciaría una nueva vida, tal cual como lo había soñado en mis delirios de infancia. Ya no debía dejarme tocar por otros hombres, ahora sólo le pertenecía a mi amado. Las cosas prosperaron, vivimos juntos largos años sin problemas, todo era tan perfecto que hasta logré ahorrar el dinero suficiente como para comprar una tienda, una donde iniciaría mi salón de belleza.

Fueron los años más hermosos, aquellos que aun hoy puedo recordar y llenarme de emoción, pero como todo en esta vida, tuvo que acabar. Es extraño, podría ser que la neblina define cada uno de mis recuerdos, o es como si todo lo importante me hubiese sucedido en invierno. Era tarde, la noche ya había caído, la función del teatro había terminado recién y nosotros caminábamos por las calles de la ciudad en dirección a nuestro pequeño refugio. La neblina inundaba todo, sin embargo nos sentíamos poderosos, dueños de un amor envidiable. Íbamos abrazados como cualquier matrimonio hasta que un grupo de desconocidos nos abordó. Lo primero que pensé fue que nos querían asaltar, que habría un grupo tan estúpido que atacaría a uno de los secuaces de don Anselmo, nunca imaginé lo que sucedería luego. Aquel término era nuevo para nosotros, un grupo extinguido, esfumados de la faz de la tierra luego de una poderosa guerra y sin embargo, ahí estaban frente a nosotros, decididos a acabar a aquel grupo de degenerados. –Sabemos que ella en realidad es hombre… Vaya, que no hay que ser un genio para darse cuenta… No ha sido un trabajo fácil, pero hemos logrado destruir a aquella organización tan nefasta… Il capo di tutti capi, pero que miedoso más grande, fue el maricón que más lloró antes de matarlo… Lástima que su acompañante logró escapar, aquel anciano fue sigiloso…- Es lo primero que nos dijeron. Patricio no podía creerlo, nadie había podido antes con su jefe y ahora resulta que aquel grupo de jovencitos lo había asesinado. Los subestimó y aquel fue su error, ya que todo lo que decían era verdad. Ahí conocí a los nazis, en ese momento me entregaron el peor de los regalos, la pesadilla más horrenda que me ha tocado superar. Por mi mente todavía transitan sus palabras, aquellas que fueron las últimas que pude oírle. –Corre mi amor, huye…- Se enfrentó a todos esos asesinos solo, con la única intención de salvarme. Le dejé, le abandoné en el momento de su muerte. Quizás debí quedarme a su lado, fallecer a su lado como se lo había prometido, estar hasta la eternidad con él. El pánico me invadió como nunca antes y en vez de hacerlo, corrí desesperadamente. Nunca pude perdonarme aquel error, solo hoy entendí realmente lo que sucedió y como un pequeño suspiro, pude por fin respirar aliviado.

Fue un luto mutuo, yo lloraba a Patricio, mientras Marquitos a su Anselmo. Nos hicimos compañía un tiempo, como una madre y su hija ante la adversidad, tan solo que el anciano no es más que una alegre y risueña hoja a la deriva, una hada madrina que no puedes guardar en cautiverio, y que sin quererlo, siempre regresa a tu lado cuando la necesitas. Así volví nuevamente a quedarme sola, tal vez esta vez estaba mejor preparada, ya no era una adolescente rechazada, era adulta y podía seguir adelante. No niego que me costó, pero lo logré, sonreí cada día como mi amigo me enseñó, ayudé a quien me necesitaba y así, poco a poco, fui sanando de aquel dolor.

Era el octavo aniversario de la muerte de mi amado cuando al mirar al cielo, mi pasado regresó de improviso. Iba caminando hacia mi salón de belleza cuando por esas casualidades de la vida levanté la mirada hacia lo más alto de aquel edificio y vi en sus ojos, la misma tristeza que me consumía a su edad. No podía creer que una criatura tan hermosa, tan pequeñita, estuviera a punto de atentar contra su vida. ¿Qué podía haberle ocurrido? ¿Qué tan horrendo le había hecho esta sociedad contaminada? Recordé los bellos ojos de mi sobrino, lo mucho que lo amé y lo triste que sería si supiera que él sufre de aquella manera, pero por sobre todo, me vi reflejado en él. El miedo a ser rechazado, sentir que eres un cruel error de la naturaleza, que tal vez la muerte es la mejor solución ante tanto sufrimiento. El mundo había madurado, la gente piensa diferente e imaginé que mis vivencias ya nadie las volvería a experimentar, nuevamente me equivocaba.

Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

Los ojitos de Ignacio brillaban cual estrellas cada vez que le recitaba aquel poema y yo, lloraba al pensar en todo lo que él podría sufrir si es que hubiese nacido igual que yo, lo mucho que el pastor Molina le rechazaría y moría al pensar que un ser tan puro pudiera tener aquel destino. Deseaba con todo mi ser que él fuera normal, que no importaba que luego me insultara, que me rechazara como lo hizo mi madre, nada dolería si supiera que él no había sufrido lo mismo que su tía. Esos mismos versos ahora se los regalaba a aquel pequeño desesperanzado, a aquel inocente que no se merece recibir los ataques de un mundo cobarde, de gente que al ver el más mínimo ápice de valentía, atacan cual jauría. Me acerqué lentamente recitándole como si tuviera en frente a mi sobrino, a aquel que esas alturas ya debería ser un adulto y que sin embargo, yo todavía recuerdo como un bebé. No hubieron más palabras esa tarde, solo su cuerpecito menudo abrazándome, llorando descontroladamente mientras yo acariciaba su cabello. Hubiese dado mi vida a cambio de su sufrimiento y es que ningún pequeño se merece crecer así. ¿Acaso no ven que sus palabras le dañan? Profieren insultos sin imaginar que un oído inocente puede estar escuchándoles y que su odio infundado, puede ser la destrucción de un pequeño. ¿Quién les defiende? ¿A quién le importan los infantes diferentes si no pueden llorar por consuelo? A este no me lo arrebatarían, a este niño no, me aferraría a su lado con uñas y dientes con tal de no verle marchar. Ese día prometí que a Renato nada ni nadie volvería a dañarle, que no tendría el mismo futuro mío. No, no dejaré que asesinen nuevamente a un alma pura.

-Míreme muy bien a los ojos, porque esto se lo diré una sola vez… Usted es hermoso, es el regalo más maravilloso que la creación ha puesto en este mundo y no me lo van a romper… No vaya a llorar nunca más por gente que no se lo merece… No oirá nunca más los insultos, no sentirá nunca más los golpes, no recibirá nunca más las miradas acusadoras… Vivirá feliz, sonreirá siempre y luchará… Va a batallar todos los días desde que despierta hasta que se va a dormir, ¿me entendió? Lo peor que puede hacer es rendirse… eso es lo que quieren, pero usted es inteligente ¿verdad? Y no dejará que esos desgraciados acaben con su integridad…- Le dije días después de conocerle y desde ahí, no me separé de su lado nunca más. Es impresionante lo fácil que es amar a alguien. Muchos creen que es un gran trabajo, que es más difícil incluso que odiar, pero están equivocados y es que nos es natural, estamos destinados a querernos entre nosotros. Yo sé que Renato será feliz, conmigo o sin mí, él lo será. Estuve enamorada del amor de mi vida y tras perderle, logré ser madre, madre del ser a quien más he querido, por quien me despierto todos los días, por quien rezo en las noches aun cuando no soy religiosa, aquel que me alegra con su sonrisa y me entristece con sus lágrimas. Solo al tener a este chico entre mis brazos, pude comprender el pavor que sintió mi propia madre al imaginar lo mucho que su hijo lloraría.

La vida da muchas vueltas y del cielo apareció Germán para alegrar aún más mi vida, todo fue mágico con él, perfecto desde el día en que le conocí y ahora, tan solo me gustaría pedirle disculpas por no poder cumplir la promesa, por no envejecer a su lado, pero es que no tenía otra opción, no podía permitir que me volvieran a arrebatar el más preciado de mis tesoros, la joya más bella de mi alma.

Como aquella noche, la neblina cubre fuertemente la ciudad y sin siquiera avisar, apareció aquel grupo de nefastos justicieros, cegados por creencias erradas, por un odio infundado a quienes solo queremos amar. Estábamos rodeados y pronto nos atacarían, ¿qué más podía hacer? No es una opción, no es que lo haya elegido y es que ni siquiera lo pensé, solo actué. Enfrenté a nuestros verdugos para poder liberar a mi cachorro, porque de todos modos moriría, porque si a él le sucediera algo, yo no podría permitírmelo.

Cuando pequeña tiritaba al ingresar al colegio, sabía que todos se burlarían de mí. Al caminar por la ciudad temía que alguien me hiciera parar tan solo para recriminarme ante el resto lo mal que había sido creada. Escuché muchos insultos en mi vida, me observaron con desdén siempre, desconfiaron de mi valentía, de mi cordura y hasta de mi integridad, fui rechazada por mi familia, me arrebataron a mi Ignacio, me quitaron sin compasión al hombre a quien amaba, pero nunca dejé de luchar, siempre me sobrepuse y le sonreí al mundo. El dolor de sus golpes, las estocadas y las quemaduras de cigarrillos en mi piel no son nada en comparación a todo lo que he debido enfrentar. Soy valiente y no agacharé la mirada ante ellos, pueden tomar mi vida, mas nunca mi alma.

De pronto pierdo el conocimiento y al despertar, me siento flotando en una nube, no siento mi cuerpo, solo soy yo y el mundo, no hay ataduras ni límites. Veo el cielo estrellado, la neblina se ha disipado y todo parece haberse limpiado. No puedo oír nada, solo soy yo jugando con los astros. No puedo hablar y tampoco me es necesario. Un fuerte viento me azota y como por arte de magia me encuentro con el sol más refulgente que pueda existir. No llores mi vida, te prometo que  estaré bien, que te protegeré aun cuando no sea más que polvo. Sé que Renato ha regresado, veo su rostro empapado en lágrimas, su boca moverse estrepitosamente, sin embargo no logro oír nada. Me encantaría pasar el resto de la eternidad contemplando su rostro, abrazarle y entregarle mi calor. Es mi niño, mi pequeño pedazo de cielo, aquel robó mi corazón y por él soy capaz de dar la vida. No llores mi niño, que mi amor por ti jamás desaparecerá. Y como si los astros hubiesen escuchado mis plegarias, aquella hermosa criatura es todo lo que me llevo de este mundo, me quedo con sus grandes ojos marrones, que estoy seguro brillarán cual diamantes por la felicidad que se merece, porque mi cachorro es puro, porque él pudo sanarme mucho más de lo que yo intenté ayudarle… No llores mi niño… 

Notas finales:

Les agradezco que hayan leído la historia...

 

Espero que estén bien y que estén preparado, porque el drama no termina en este capítulo...

 

Atentamente...

 

Jotaceh...


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