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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!

Espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo :D

Bueno aquí les traigo un nuevo capítulo.... y es otro especial, porque ahora será Arturo quien les cuente su vida... 

Cata vivió haciendo frente a la vida, mientras que Arturo se ha escondido siempre... Todos vivimos de forma diferente, lo importante es hacer frente a los miedos, porque cuando te dejas invadir por ellos, relegas las riendas de tu vida a quienes solo te harán daño...

 

A leer!!

CAPITULO ESPECIAL III: Arturo.

¿En qué me he convertido? Antes todo parecía tan sencillo, cuando uno es un niño no existen las preocupaciones, ni el miedo al fracaso, pero por sobre todo, no hay prejuicios. He llegado a un punto en el cual ya no hay regreso, donde aun cuando te disculpes no podrás ser perdonado, he pasado el límite de la vergüenza y ahora no queda nada. He vivido trece años y siento que si he de seguir existiendo de esta forma tan lastimera, ya no hay razón para continuar.

Me llamo Arturo, asisto al Instituto General, soy hijo de Guillermo Ferreira y Josefa de Almeida, hermano de Tomás, un alumno ejemplar, aquel que siempre sabe las respuestas a las preguntas hechas por los maestros en clase, un ejemplo para mis compañeros quienes ven en mi a un guía moral, aquel que sabe qué es lo correcto y aquello errado. Mis padres están orgullosos, siempre hablan sobre mí con sus amistades, de mis logros y de lo promisorio que se vislumbra mi futuro. Debo admitir que no ha sido un trabajo fácil, toda mi vida la he sacrificado con tal de buscar el reconocimiento de mi familia, que sientan que valgo la pena. Soy un ejemplo, soy un genio, soy un trofeo… soy homosexual.

No sé la razón, ni desde cuándo, sólo estoy seguro que esto no lo pedí. Mientras mis compañeros comenzaban a encontrar deseables las figuras redondeadas de las mujeres, yo me percataba que me atraían más los cuerpos rectos de los hombres, el vigor que sus músculos pueden mostrar. No creía estar equivocado, no tenía la madurez para descifrar lo que estaba sucediendo, no imaginaba que eso que sentía era tan mal visto por los otros. Lo aprendí finalmente, mi familia me lo recalcaba constantemente, no sabiendo lo que se desarrollaba en mi interior, pero de todos modos me enseñaban que sentirse atraído por alguien de tu mismo sexo estaba mal, era asqueroso y abominable.

De todos los chicos con quienes me juntaba en la escuela, había uno con el cual me gustaba gastar mis recreos y es que era el único con el cual podía sentirme seguro, libre de ser yo mismo sin tapujos, sin esconderme de los ojos acusadores de mi padre, aquella mirada que me persigue constantemente, que no me deja en paz ni por un segundo de mi vida. Recuerdo su risa espontánea, sus grandes mejillas moviéndose mientras corría detrás de mí cada vez que le decía que me gustaba el mismo chico que a él. Mi pecho se congela al pensar que tal vez ha sido el único amigo verdadero que he tenido y es que he sido yo quien durante todos estos años ha destruido su felicidad, quien ha buscado callarle, detenerle porque él tiene la valentía que me hace falta, porque puede decirle al mundo que es diferente y no temer, todo lo contrario a mi penosa persona. Tengo los mejores recuerdos de ti Renato y aun así te he dañado, soy como la maleza que crece sobre las raíces de un árbol, que le ve desarrollarse fuerte y poderoso, queriéndole porque le ha dado cobijo, mientras le daña matándole desde su interior, destruyéndole a la vez que le admira.

Guillermo Ferreira fue un reconocido militar de este país, un hombre intachable, de moral férrea y que logró construir una familia en base a los valores que sustentan esta sociedad. Ha sido un padre generoso, que me ha ayudado siempre que lo he necesitado, pero a la vez es estricto, testarudo y empecinado por no dejar que sus hijos sean una vergüenza que opaque su distinguida reputación. –Deberíamos matar a todos esos maricones como antaño, pronto comenzarán a violar a nuestros hijos… el mundo está cada vez peor.- Es lo que suele decir una y mil veces, mientras aparento que concuerdo con sus pensamientos. Jamás podrá saber la verdad, eso significaría perderle, que me rechace como lo hace con todo aquel que es diferente, que me castigue con su indiferencia, sería quedarme solo en el mundo. Me aterra pensar en las consecuencias de mostrarme tal cual, prefiero morir fingiendo en vez de sufrir aquellas penurias.

Como es el hermano mayor, Tomás siempre debió dar el ejemplo, ser un alumno intachable, recto moralmente y seguir el camino que nuestro padre siguió, su responsabilidad era convertirse en militar, heredar el legado de una familia entera. Tal como lo he hecho yo, intentó seguir los designios de don Guillermo, tan solo que su fuerza se fue debilitando mientras crecía, a la vez que conocía los favores del sexo y el alcohol. Cuando cumplió dieciocho años dio la prueba para ingresar el ejército, todos creíamos que sería aceptado, pero grande fue la sorpresa cuando no lo pudo lograr, cuando el psicólogo se dio cuenta que el peso sobre sus hombros era tanto que no era apto para seguir ese camino, que su mentalidad era tan frágil que no servía para ser un soldado, que la violencia era tan grande en su interior que solo servía para estallar en ira. Nuestro padre enfureció, se sintió humillado por aquel inútil incapaz de seguir el destino que le había creado con esfuerzo. Sintiéndose miserable Tomás se unió a una pandilla, a un grupo tan parecido a nuestro padre que le hacía gracia sentirse valorado por aquellos. Su imagen de doctrina intachable, de valores incorruptibles y de la búsqueda de un bien superior, lavaron su cerebro, como así su voluntad. El creerse superior a otros suplió la inferioridad en la cual tuvo que crecer, aquella que don Guillermo obliga a vivir a todos quienes le rodean. Por fin era grande, victorioso… nazi.

Así pasé a convivir con dos dictadores, con dos hombres que buscaban engatusarme con sus sueños de grandeza, con sus elucubraciones sobre mi futuro, uno que debería ser magnifico porque debía ser el hombre que sacara de las sombras a los Ferreira. Sin embargo ninguno de aquellos caminos me servía para sentirme libre, ambos me asfixiaban y me obligan a reprimir cada vez más aquella verdad que quiere escapar por mis poros. Y en esos momentos de falsa niñez me acerqué poco a poco a Renato, al faro que me permitía ser tal cual era.

Él soñaba con su primer beso, con el cuerpo atlético de Tomás, mientras yo le contaba lo mucho que soñaba con mi vecino, con aquel muchacho de cabellera cobriza que tantas noches me dejaba en vela. Le aclaraba que me gustaba un hombre y luego recordaba la mirada de mi familia, regresaba a mi escondite y le mencionaba que todo era un juego, que realmente no podría estar atraído de otro muchacho, y así me asfixiaba por mi propia cuenta.

Cuando sentí que ya éramos verdaderos amigos le invité al escondite que había encontrado con mi hermano en las montañas, aquel lugar en el cual él quería convertirme en hombre, que supiera cómo comportarme y dejara de ser tan delicado ya que eso estaba mal. Renato parecía alegre en nuestra compañía, usualmente no salía de su departamento, por lo que aquella excursión era un panorama memorable. Caminamos por largas horas rodeados de frondosos árboles, sintiendo el gélido viento de la cordillera invadir nuestros pulmones, refrescándonos y señalándonos que la ciudad había quedado atrás. La noche llegó de pronto, justo en el momento en que logramos encontrar nuestro preciado refugio. Tomás hizo la fogata mientras mi amigo le contemplaba extasiado debido a la imagen varonil que representaba al hacerlo. –Tú hermano es muy guapo, me gustaría que él me diera mi primer beso…- Me dijo al vernos solos un momento y es que todo aquel espectáculo le había llevado a las mismísimas nubes. –A mí me gusta mi vecino, siempre imagino que cuando grandes nos vamos a casar…- Le revelé nuevamente mis sueños, me arrepentí inmediatamente y es que eso está mal, no puedo sentir ello porque es inmoral. Estaba a punto de retractarme cuando apareció mi hermano desde las sombras, sus ojos ardían de ira, como un jaguar a punto de atacar a su presa. Observó con repulsión a mi menudo amigo y sin más le empujó con tanta fuerza que el pobre cayó estrepitosamente al suelo. Tomó nuestras pertenencias y con ello afirmó mi brazo para arrastrarme lejos de aquel degenerado, de aquel ser inferior que no merecía vivir en un mundo hecho para los normales.

Recuerdo el dolor de sentir sus manos presionando mi carne, llevándome lejos de aquella cueva. Rememoro la oscuridad de la noche, el frío que me inundó y el miedo terrible de saber que en algún momento Tomás reaccionaría, me daría mi castigo por caer en la tentación. Sobre el tronco de un árbol fue donde me empujó, colocó su brazo alrededor de mi cuello y acercando su rostro furibundo me dijo aquellas palabras que jamás olvidaré. –Prefiero verte muerto antes que maricón… Te enseñaré a golpes que debes ser un machito y no una mariquita como aquel engendro…- El dolor no me abandonó nunca más luego de ello. Mi hermano me dio una paliza en aquel momento, mi estómago quedó tan delicado que vomité sangre mientras caminábamos de regreso a la ciudad, en medio de aquel bosque tenebroso.

Luego de ello me llevó a sus reuniones con su pandilla, me enseñó sobre una raza superior, acerca de nuestra responsabilidad de limpiar esta nación de todos aquellos que la ensucien, de abominar a los extranjeros, a las prostitutas, a los negros, a los mendigos, pero por sobre todo a los homosexuales, a reprimir aquella asquerosidad que aquel niño había creado en mí. –Ese cretino tiene toda la culpa… no merece vivir a nuestro alrededor… Tienes que combatir contra su perversión porque como tú, otros pueden caer en sus engaños… Con la superioridad que te rodea eres el encargado de hacer mierda a ese maricón, ¿entendiste?- Me dijo una vez, y como una oración me la aprendí de memoria, la internalicé a tal punto que terminé creyendo que todo ello era verdad y que mi misión era limpiar a mi escuela de toda escoria. Nunca más volví a ser amigo de Renato. Incluso desde que teníamos siete años comencé a molestarle, a pegarle en los recreos, a hacerle la vida imposible. No puedo creer que haya cometido tanto daño desde tan corta edad, no puedo entender cómo Tomás actúo a través de mi por tantos años.

Crecí de aquella manera, el tiempo transcurrió, me fui convirtiendo en alguien que no quería ser, fui reprimiendo mis instintos, ocultándolos en lo más oscuro de mi ser. Todo parecía controlado, jamás pensé que aquel hombre remecería tanto mi vida. Recuerdo que era otoño, las hojas de los árboles comenzaban a caer, creaban una alfombra rojiza a mis pies cuando contemplé por primera vez a aquel profesor, a aquel varón que robó mi corazón marchito, que me hizo recordar que podía sentir amor. Mi pecho se estremeció al saber que sería mi nuevo maestro de matemáticas, que sería el encargado de impartir la clase que siempre he adorado. Añoraba cada noche que llegase pronto el día para entrar a aquella aula y ver su piel pálida, aquel cabello castaño que al ser tocado por los rayos del sol se convierten en dorados, de ilusionarme con poder tocar aquellas pecas juguetonas que adornan sus hermoso rostro. Odiaba a los homosexuales, buscaba desterrarlos de esta tierra sagrada, a la vez que me enamoré de Diego, del amor de mi vida.

Cada duda era resuelta por su inteligencia, me deleitaba con el sonido de su voz, con las caricias en mi cabello cada vez que me felicitaba. Estudiaba ya no para congraciarme con mi padre, sino que para recibir sus halagos, sus muestras de afecto hacia el mejor de sus alumnos, hacia aquel que le hacía brillar sus ojos ante la pasión de la enseñanza. Pronto se creó una cercanía entre nosotros, una amistad entre profesor y alumno que me hacía estremecer, que me volvía frágil, porque Diego era mi debilidad.

De vez en cuando me escondía tras los árboles para contemplar a mi amado caminar por el patio, me gustaba empaparme con aquella imagen celestial, con la idea estúpida que algún día él pudiera corresponderme. Eran sueños imposibles y que de pronto fueron descubiertos por quien no debía, por un ser que no merecía estar en aquel lugar. Todavía recuerdo aquellos ojos acusadores, revelando que había descubierto lo que escondía en mi corazón. No podía permitir que un ser inferior como él tuviera aquel poder sobre mí, que supiera sobre mi amor hacia Diego.

Por largos años mi objetivo había sido destruir a Renato, había puesto todos mis esfuerzos en ello y nunca pude lograrlo, él se levantaba cada vez que le empujaba, me respondía los insultos, me devolvía los golpes y su mirada derretía mis fortalezas, su coraje lograba mostrar mi inferioridad. Sentía rabia por no poder destruirle, creí que no sería de ayuda para la lucha de Tomás y de pronto, fui descubierto por aquel sujeto. Aquel simio descubrió mi amor por el profesor Recabarren y decidí que debía callarle. Mis puños conocieron su rostro a menudo, le ataqué con gusto y es que a diferencia de Renato, él era débil, la presa perfecta. No podía permitir que alguien tan inferior como Dieter respirara el mismo aire que yo, mucho menos que revelara mi secreto. Poco a poco destruí su alma, del mismo modo como mi hermano lo hizo conmigo. Me sentía orgulloso, por fin podía demostrarle a Tomás que era un justiciero como él.

La dicha se esfumó aquella mañana, en aquel momento en el cual las lágrimas de Renato cayeron sobre mis heridas, las mismas que él estaba generando. Mis ataques habían acabado con la vida del extranjero, mi odio le obligó a suicidarse y en ese momento pude sentir por primera vez aquello que ahora carcome mi mente, la culpa de extinguir la valiosa llama de un ser. Ya no pude ver más a los ojos a un moreno, la vergüenza me asechaba y la superioridad me abandonaba. ¿Qué había hecho?

Me sentía asqueroso, mucho más que antes, sin embargo la ira logró enceguecerme una vez más y es que la fuente de todos mis sueños había sido robada. Los rumores de una supuesta relación entre el profesor Recabarren y Renato llegaron a mis oídos corrompiendo mi cordura. No podía dar crédito a tamaña asquerosidad, el ser de luz que tanto he amado no podía estar liado con alguien tan inferior como Prats. ¿Por qué se fijó en él y no en mí? ¿Acaso no vio en el brillo de mis ojos aquel inmenso amor que siempre le profesé? La muerte de Dieter por mi culpa y el saber que aquel sujeto a quien por tantos años quise destruir se había robado el amor de mi vida, terminaron desquiciándome. Ya no podía dormir por las noches, miles de imágenes transitaban por mi mente y todas terminaban con sangre.

-¡No te preocupes, ya hemos terminado! Ya no soy el novio de tu querido maestro… Tal vez… Ahora si puedas estar a su lado… Porque para cualquier persona cuerda, lo que acaba de suceder… es fruto de los celos. ¡Claro! Por eso siempre eras tan atento en clases de matemáticas, por eso eres tan buen alumno, porque querías impresionar a Diego… debido a los sentimientos que has creado hacia él…. ¿Y entonces es verdad? ¿Qué detrás de cada homofóbico hay un homosexual reprimido?- Es lo que me gritó luego que un día no pude contener más la rabia y le encaré, le recalqué que no le iba a dejar destruir la vida de Diego, que no le permitiría estar a su lado, porque él es solo mío, porque no concibo mi vida sin imaginar sus besos, sus caricias y su piel. Las palabras de Renato me golpearon como yo nunca pude dañarle y es que eran la verdad, aquella que por tantos años quise esconder. Me sentí desnudo, descubierto ante todo el colegio y es que aquel rumor comenzó a expandirse por todos lados. Mis nervios empeoraron, cada mirada de mis compañeros me hacían estremecer, porque estaban escudriñándome, buscando revelar mi homosexualidad, aquel pecado por el cual todos deberían destruirme.

Cuando todo parecía un caos, uno del cual no podría salir jamás, escuché aquella propuesta, aquella estúpida oferta que terminó por destruir mi vida. –Quiero que le des su merecido a Renato, que le enseñes que de nosotros no se puede burlar… Se ha reído tanto de ti como de mí y ahora debe pagar por su osadía…- Y tal como si hubiese sido embrujado por los cánticos de una sirena, creí que era la mejor solución, que debía terminar de una vez por todas con aquella escoria, demostrarle que era alguien peligroso y que debía alejarse de mi vida para siempre. Así pedí la ayuda de Tomás y toda su pandilla, quienes se deleitaron con tal propuesta.

Aquella noche se ha convertido en una nebulosa, y es que jamás imaginé que  todo terminaría de aquella manera. Me encuentro en el escondite de mi hermano, aquella cueva en las montañas donde todo se originó, donde él me enseñó que debía destruir a todo aquel que atentara contra mis principios. Es difícil de imaginar que esté refugiándome en el lugar donde comenzó mi fin, que termine donde todo inició. Tiemblo pero ya no es por el frío ni por el hombre, sino que por las imágenes que transitan por mi mente sin descanso. Veo a Renato llorando mientras corre, la valentía de su amiga que enfrenta a mi grupo, le recuerdo recibiendo los golpes, cayendo exhausta al suelo, y aquel momento en que divisé el brillo escabroso en los ojos de Tomás, cuando entendí que ellos no dejarían pasar esta oportunidad y acabarían con la vida de la pelirroja. Por mi cerebro aparece la sangre surgiendo en abundancia desde aquel cuerpo maltrecho, las estocadas con aquellas malditas botellas de alcohol, las quemaduras de cigarrillos y el sonido aterrador de huesos rompiéndose, gritos desesperados de dolor, del aliento desgastado llamando a la muerte. Yo no hice nada, no toqué a aquella mujer y sin embargo soy el culpable porque tuve la idea, porque llevé a mi hermano, porque me dejé guiar por aquel dolor que he reprimido por tantos años.

Tal parece que ha atardecido, contemplo el rojizo del ocaso adentrándose a la cueva. – ¡No me mates! ¡Te lo suplico!- Escucholos gritos desesperados de Tomás proviniendo desde afuera. El miedo en su voz me advierten que ha llegado el momento que tanto he esperado, nos han descubierto por fin. Estamos escondidos debido al pavor de mi hermano a ser apresado, a terminar sus días pudriéndose en una celda, mas no por mi decisión y es que ya nada puede ser peor que seguir viviendo de esta manera. He asesinado a dos personas debido a mi debilidad, al miedo que tengo de ser libre, de amar a quien amo y de gritar al mundo entero quién soy realmente. Ya no merezco el perdón de nadie y solo espero que esta pesadilla se acabe pronto, que esta vida culmine por fin.

Salgo de mi escondite y me encuentro con una imagen que jamás pensé presenciar. Renato ha recordado este lugar y ha sabido que nos esconderíamos aquí. Ahora lleva entre sus manos un arma, con la cual apunta a la cabeza de Tomás, mi otrora ejemplo se arrodilla ante quien siempre quiso ver destruido, ante la escoria que él siempre repudió. Es capaz de asesinar por sus creencias, pero cuando se ve enfrentado a su propia muerte llora ante el enemigo, suplica por una vida que ya no tiene sentido. –Tú no tuviste piedad con Cata… no mereces vivir…- Pronuncia Prats con el rencor a flor de piel, moviendo sus labios voluminosos mientras observa con asco el rostro compungido de su presa. De pronto el muchacho se percata de mi presencia y me regala la más horrenda de las miradas, cargada de repulsión y coraje, tanto que hace arder el poco espíritu que llevo conmigo. Aquella distracción es ocupada por Tomás para intentar escapar. Se levanta para correr desesperado hacia la protección que le brinda el bosque y aunque Renato se percata del hecho, al no saber disparar no logra herirle. Huirá lo más lejos posible, está espantado y no regresará por venganza, ni siquiera para ayudarme, ahora solo vale su vida.

Podría haberme escapado, tuve el tiempo suficiente, pero no es lo que quiero, estoy cansado de esconderme y ahora solo deseo que aquella arma silencie por fin mi sufrimiento, que la ira de aquel valiente apague la llama de este débil. –Pudiste maldecirme, aborrecerme, golpearme e incluso asesinarme… cualquiera de ellas me hubiera hecho sufrir mucho menos que el haber perdido a Cata… ¿Sabías que por tu culpa la conocí? Cuando pensé que no podía hacer frente a tus burlas, apareció ella para enseñarme que debía ser fuerte… Gracias a ella he podido vivir sin temerte… Me quitaste el mayor tesoro que esta vida me ha entregado y te haré pagar de la misma forma…- El chico se acerca apuntándome con su arma, observándome con la mayor de las iras y decidido a acabar con mi existencia. Sintiéndome agradecido me arrodillo ante él y cierro los ojos, deseoso de abrir mis brazos a la muerte.

-Soy homosexual como tú… era feliz jugando a tu lado porque era el único momento en el cual podía ser yo mismo… Mi hermano y mi padre me enseñaron que estaba mal ser gay y por ello te ataqué… o eso creía hasta este momento, al verte me di cuenta que siempre te he envidiado… porque tienes la fortaleza que jamás poseeré… Sí, tenías razón, estoy enamorado del profesor Recabarren y quería darte una lección porque detestaba la idea de verte a su lado… Sé que puedes hacerle feliz y ahora… me siento aliviado que seas tú quien termine con mi martirio… Por favor culmina con esta pesadilla… ya… ya no puedo más…- Mi boca comienza a moverse sin siquiera quererlo. Digo aquello que no debería y sin embargo no me importa, ya todo da igual. Lloro por fin y las lágrimas limpian los malos recuerdos de mis errores, de aquella sangre que cubre mis manos sucias. Siento el olor a pólvora y el calor del arma recién disparada sobre mi frente, solo hace falta que Renato apriete el gatillo y toda pesadilla desaparecerá, toda culpa se disipará y seré libre de una maldita vez.

Siento un fuerte estruendo y creo que la muerte me ha visitado, pero nuevamente mis sueños no son reales. Abro los ojos y me encuentro con el rostro descompuesto de Prats justo a mi altura, se ha derrumbado y soltado el arma que me liberaría. –No puedo… no soy capaz de matar a otra persona… Cata no querría que lo hiciera…- Dice mientras llora desesperadamente al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer. Le contemplo mientras se desmorona, y le entiendo al arrepentirse. Me he sentido miserable tras ser el culpable de la muerte de dos personas, sé lo horrible que es y de lo que se ha librado. Aunque lo intentase, él no puede ser como yo, es una buena persona, uno de aquellos seres que nacieron para brillar. Me hubiera gustado ser así, arrodillado frente a él me doy cuenta que le he admirado en secreto, que siempre ha sido Renato a quien he tenido como ejemplo. Yo ya no tengo solución, pero él tiene una vida entera por delante. Acerco mis labios desgastados, aquellos que jamás han conocido el amor y beso su frente, le doy las gracias por demostrarme qué es realmente la vida y lo equivocado que siempre he estado.

Camino lentamente mientras me alejo de él. Como si estuviese guiado por los lienzos del destino, me dirijo directamente hasta un prominente acantilado. El viento poderoso de la montaña limpia de mi cuerpo toda la suciedad que he acumulado durante mi vida y a lo lejos, la luz del sol escondiéndose, me entrega el valor suficiente para terminar con este recorrido. Extiendo mis brazos ante la libertad, ante la dulzura de entregarme por fin a la muerte. Bajo mis pies no hay nada más que la profundidad del fin. Jamás me había sentido de esta manera.

Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

Y cuando todo había acabado una voz aparece de la nada para regresarme a la vida. A mi espalda un poema me recuerda los días alegres jugando con mi amigo, su risa y por sobre todo, la mía, aquella que hace tantos años no escucho. Volteo convertido en aquel pequeño temeroso y me encuentro con Renato abriéndome los brazos, dejando de lado los rencores y observándome con cariño, con el calor que nunca nadie me ha brindado. –No lo hagas, aunque no lo creas la vida es bella… solo debes dejar de tener miedo… Ven aquí, ya nadie te hará daño…- Su dulce voz me seduce y me entrega la lección que debí aprender hace mucho. Me acerco a quien por tantos años aborrecí y me cobijo en el calor de su pecho, aquel que desvanece tanta oscuridad en mi interior. Lloro sin control mientras escucho el delicado palpitar de su corazón abrazándome. Ya no hay ataduras, ni temores, solo la inmensidad de la libertad, de aquella paz que solo un verdadero amigo te entrega. Haré frente a mis miedos, pagaré por aquello que he cometido, pero antes que todo, viviré… Viviré porque es todo lo que me queda, porque es todo lo que necesito…

Notas finales:

Gracias por leer!!! :D

Pronto un nuevo capítulo... y bueno... ya no habrá TANTO drama e.e o tanto e.e

Eso....

Nos leemos!!!


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