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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!

Espero que se encuentren muy bien :D

Yo ya estoy saliendo de mi resgriado.. ¡¡Por Fin!!! así es que me siento mucho mejor de ánimos...

Aquí les dejo un nuevo capítulo.... ¿qué creen que pasará? ¿A Diego le gustará ser pasivo? ¿Y a Renato ser activo? jajajaj pues descubran todo ello aquí!!! :P

 

pd: gracias por responder la pregunta del capítulo anterior, me ayudó a saber que otras personas tambián andan viendo traseros en la calle jajaja xD

CAPITULO XXVII: Soluciones.

“Llega un momento en toda relación homosexual, en la cual los novios comienzan a indagar más en sus cuerpos y es inevitable que cambien sus roles. Cuando llegue ese momento, solo tienes que dejarte llevar, quizás y te termine gustando ¿o no?... Además seamos sinceros, Dieguito tiene una cara de morder la almohada y soplar la nuca a la vez…” Son las palabras que algún día Cata me dijo en su salón de belleza, y que ahora regresan a mi mente instantáneamente. ¿Será verdad la versatilidad de mi chico? Si fuese así, debido al amor que le profeso, creo que debería ayudarle a indagar mejor en sus gustos, eso es lo que haría un verdadero enamorado ¿cierto?

Atino solo a afirmar con mi cabeza ante su petición, veo algo de duda en sus facciones y es que creo que no puedo ocultar el temor. Si bien me considero como alguien normalmente sexuado, bueno, en realidad soy bastante pervertido, sin embargo, nunca se me había pasado por la cabeza el intentar ser activo. ¿Y si me termina gustando? ¿Puede existir esa posibilidad? Inevitablemente me imagino con una polera sin mangas, mostrando mis ejercitados músculos, parado frente a un colegio cualquiera, esperando a que salga el chico de turno, aquel pasivo sumiso al cual penetraré más tarde en mi habitación. ¿Qué mierda es esa? Termino pensando en mi yo activo saciándose de las bondades del cuerpo de mi yo pasivo, y es que verme como el seme de la relación, es algo casi inimaginable y no obstante, estoy a punto de hacerlo.

Me posiciono detrás de aquel cuerpo grande, trago saliva antes de bajarle los pantalones, en una procesión más bien de sacrificio personal, más que de placer íntimo. Veo mi delgadez frente a la magnitud de Diego, mi trasero es del porte de una de sus nalgas, mis piernas son del grosor de uno de sus brazos y qué hablar del vello, aquel parece una jungla indomable, mientras que yo apenas puedo divisar mis pelos. Por donde lo mire, parezco más una garrapata diminuta, succionando la sangre de su lomo abundante. Soy más una chinche asustada en vez de un lobo sediento de placer.

Si quiero ser director de películas pornográficas, debo ser también un muy buen actor, por lo que me mentalizo y busco aquel semental que llevo dentro. Me cuesta encontrarlo y es que parece que estaba muy bien escondido. -¿Estás listo para saber lo que es realmente bueno?... Bebé- Le digo al oído mientras trato de engrosar la voz. Si eso no es ser un activo dominante, no sé qué puede ser. –Menso, no quiero que cambies… solo busco que experimentemos un poco. No me gustaría que dejaras de ser el chico tierno de siempre.- Debo meditar un poco sus palabras y es que nada de lo que pronunció me hizo sentido. Primero que todo, si quiere ser penetrado es porque desea ser sumiso ¿no? Pues a mí ese tipo de frases me encienden como fogata en desierto. Lo segundo, ¿tierno? ¿En serio cree que soy adorable? Por favor, si quien siempre ha dominado esta relación, he sido yo. Es él el tierno, es quien se le ocurre las frases románticas, las salidas a comer, estar ahora en la playa. Ahora que lo pienso este chico tiene mucho de pasivo y yo… pues… ¿será que no puede haber un uke calentón? ¿Siempre tienen que ser tan sumisos y adorables? ¿Será que mi destino es ser seme?

Despejo mi mente y es que no es el momento para sacar conclusiones, sino que ahora debo actuar. Beso el cuello de Diego, mientras masajeo aquella zona que pronto conoceré, aquel lugar que tanto miedo me provoca, pero que por amor osaré a descubrir. ¡Santa Cachucha! No sé si pueda funcionar de esta manera y es que el saberme activo, no enciende en nada mi lívido. Debo imaginarme otra escena, olvidar que estamos al lado de una fogata frente al majestuoso mar nocturno y comenzar a recordar todos aquellos hombres majestuosos que he podido contemplar en la calle. Visualizo sus espaldas anchas, sus mandíbulas apretadas, sus brazos majestuosos capaces de levantar hasta el peso más insoportable, escucho sus voces graves, aquellas que melodiosamente me hacen sucumbir. ¿Por qué hay hombres tan atractivos? ¿Tan varoniles? Hay tantos ahí afuera, y justo a mí me tenía que tocar el que quiere que le clave por atrás. ¡No hay compasión en este mundo! Nadie piensa en este pobre e indefenso pasivo que lo único que anhela es estar al lado de un varón semental.

Cuando todo está preparado, cuando ya no puedo retrasar más mi accionar, en el momento en que puedo notar la pasión en mi piel, decido abrirme paso en aquel cuerpo vigoroso. Dos y dos con cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis... Brinca la cuerdita, yo ya la brinqué. Bríncala de nuevo, y así yo también… Penetra este cuerpito, yo ya lo penetré. Penétralo de nuevo… y ni de coña vuelvo a hacerlo, ¡jamás! No sé por qué, pero aquella canción de mi infancia se instala en mi cerebro. Parece que es la única forma que he encontrado de abstraerme y olvidar lo que mi cuerpo está haciendo. Debo reconocer que un principio me dolió, jamás había utilizado a mi pequeño Renatito para hacer este tipo de acciones, antes solo servía para orinar. Luego de unos minutos, me ocurre lo mismo que sucede cuando vas al dentista. Los primeros momentos son dolorosos, casi insoportables, sin embargo, con el transcurso del tiempo, todo parece normal, como si el dolor fuese parte de tu vida y el sonido de aquella maquina asesina de caries, fuese un dulce.

¿Han visto a un perro montando otro en la calle? Pues yo sí, casi todos los días me topo con aquella escena mientras camino al colegio y ahora no puedo evitar recordarlo. Sin querer transporto mi rostro al perro dominante, y la barbuda cara de mi novio en la del can sumiso. ¡Oh por Buda! Que mal me debo ver ahora, espero que nadie nos esté observando. Está oscuro, lo sé, y estamos en un lugar apartado, aunque de todos modos veo a mi alrededor para cerciorarme de nuestra soledad. Lo único que encuentro es el envoltorio de las golosinas que Diego compró camino a este lugar. Ahí estoy, contemplando el rostro de un tigre naranjo, sonriendo con gusto al deleitarse con la comida que promociona. ¿Realmente sonríe por eso? ¡Claro que no! La verdad es que me ha estado espiando y ahora se burla de lo ridículo que debo verme. ¿Pero por qué lo hace? Por más que le veo, no puedo encontrarle un pene. Es como el Pato Donald, si no fuera por la ridícula voz, creería que es mujer, ¿o es que eran lesbianas con la pata Deysi y Disney no quería revelar ese gran secreto? Claro, hablaba tan raro porque intentaba hacer una voz de hombre. ¡Ahora me queda todo más claro! Y ese tigre ahora me observa burlescamente, porque al no tener una verga, no debe pasar por estas situaciones tan vergonzosas.

A quien engaño, busco cualquier excusa para olvidarme de lo que estoy haciendo y es que por más que lo intente, no me puede gustar ser activo. Espero que este esfuerzo sea valorado por Recabarren y es que es lo mismo que pedirle a un sacerdote, que tenga relaciones con las feligresas su comunidad… Ah no, esperen, eso ya lo hacen.

Escucho un fuerte alarido, uno proveniente de lo más profundo de las entrañas de mi amado. –No aguanto más, lo siento amor… pero me duele mucho…- Dice finalmente con voz lastimera. Resulta ser que todo este momento, en el cual estaba discutiendo con el tigre del envoltorio y resolviendo la verdad detrás del pato Donald, Diego estaba mordiéndose el puño para no demostrar lo mucho que le dolía estar siendo penetrado. ¿Dolor? ¿Por qué? Si mi Renatito no es ni la mitad que su cosita, realmente este chico es exagerado.

Después de tanto sacrificio, terminamos la travesía sin haber llegado al final, desistiendo de la peor idea que hemos tenido y es que, para mi suerte, ninguno de los dos ha estado satisfecho con el cambio de roles. -¿Cómo puedes resistir aquel dolor? Es realmente insoportable…- Para ser sincero, solo las primeras veces es traumatizante, ya luego de unas veces, te acostumbras y hasta llegas a disfrutarlo. ¿Pero me conviene que él sepa eso? Claro que no, porque si quiere otra vez intentarlo, sabrá que con el paso del tiempo, podría incluso llegar a gustarle. –Es algo que soporto debido a lo mucho que te amo…- Le respondo finalmente, ni muerto le diré la verdad, esta idea loca se acaba aquí ¡y punto!

Aquel fue todo el sexo de aquella noche, lo que queda lo pasamos acurrucados al lado de la fogata, contemplando la magnificencia del océano, deleitándonos con el sonido de sus olas y más importante, con el palpitar del corazón del otro. Es tanta la tranquilidad que percibo a mi alrededor, que no puedo creer todo lo sucedido hace un rato, ni mucho menos todo lo acontecido con Cata y Arturo. Lo amo, es lo único que puedo concluir y es que el compartir este momento a su lado, aunque traumatizante, me ha ayudado a olvidar en parte todo el dolor que había almacenado en mi alma. Nadie lo había podido lograr antes, solo su ternura y contención pueden hacer esto en mí. -¿Has conseguido trabajo como profesor?- Le pregunto sin darme cuenta. Realmente el saber que ha debido dejar de realizar aquello que tanto anhela, me preocupa de sobremanera, si nuestra relación no hubiese sido descubierta, ahora él podría encontrar empleo en cualquier institución educacional. –No quería hablar de esto, pero… mi padre me ha convencido de entrar a la empresa familiar, creo que ya no me queda otra opción… Lo bueno, es que cumpliré su sueño, él siempre deseó que me interesara por los negocios Recabarren.- Intenta ser positivo, sonreírme creyendo que de esa forma podrá convencerme que está bien, cuando sé perfectamente que eso no le hará bien, que no es lo que desea para su futuro. Me gustaría ayudarle, encontrar la solución para sus problemas, sin embargo no puedo, solo soy un chico de trece años.

Nuevamente el silencio se apodera del espacio, aunque no digamos palabra alguna, no es necesario y es que nos sentimos a gusto solo al saber que el otro respira a un palmo de distancia. –Lancaster… ¿te das cuenta que es una de las familias que fundaron este país? Si mal no recuerdo, si tu madre pertenecía a esa familia, significa que estás emparentado con los Edwards, o sea, que tienes algo de la sangre de don Antonio Palmer Edwards, la persona más poderosa de la nación…- Dice de repente, con esa voz que solo utilizaba en clases, demostrando toda su sapiencia. Supongo que él sabe de todo eso, porque viene también de una familia influyente. Renato Bolingbroke Lancaster, pero que mal suena, no termina por convencerme, prefiero los apellidos de siempre, Prats Castelló.

Sé que detrás de toda aquella información, Diego lo que realmente quiere es preguntarme sobre qué decisión tomaré, si perdonaré a don Benjamín o simplemente olvidaré lo que acabo de saber, si seguiré siendo el mismo de siempre o usaré el poder que me acaban de conceder. ¿Qué es lo más importante? ¿El dinero o el amor? Obviamente que lo segundo, y esta respuesta me lleva a responder lo que el hombre quería entender. Me rechazó cuando era un bebé, en el momento en que más le necesitaba. Si no fuera por mi hermana, tal vez ni siquiera hubiera sobrevivido. Ella es mi única familia, ahora solo ella me queda y es que Cata se ha marchado. Por todo el dinero del mundo, no quiero cambiar eso, no daré mi brazo a torcer y continuaré mi vida como el chico sencillo de siempre, aquel que mi madre del corazón creó. –No me importa todo lo que pueda prometerme… Aunque he sufrido, es esta la vida que he elaborado con esfuerzo y no deseo cambiarla.- Le digo a Diego convencido, no necesito pensarlo mucho para llegar a una conclusión. -¿Y si Natalia quiere regresar al lado de su padre?- Me pregunta sin compasión, dejándome completamente perplejo, porque no sabría estar sin ella. ¿Qué haré si ella desea seguir a don Benjamín?

La luz del sol regresa, dejando que la elegante luna descanse nuevamente. Diego me deja en el departamento y se marcha. Ya nadie se encuentra allí, todo parece calmo y normal. En la pieza me encuentro con Natalia, que solo atina a abrazarme al darse cuenta que sigo en pie. –Te enteraste de todo… ¿qué sientes? ¿Podrás seguir adelante sabiendo que realmente tenemos una familia?- Me dice impaciente, como si hubiese pasado toda la noche pensando en ello, imaginando lo que podría estar sucediendo en mi corazón. –Mi familia eres tú, te seguiré a donde quieras ir… si lo que anhelas es recuperar el tiempo perdido con don Benjamín, te comprenderé y apoyaré… mas no me pidas que le vea como un padre, porque jamás lo lograré…- Es lo que siento, es la más sincera de las confesiones. Dejo en sus manos la decisión, solo ella dictará el camino que habremos de seguir y es que como siempre, sé que buscará lo mejor para todos. Le doy un beso en la frente, de la misma forma como ella lo hacía cuando era pequeño, para luego marcharme y dejarla tranquila. No deseo presionarla, que llegue a la conclusión que mejor haga a aquella alma tan generosa y bondadosa. Decidió abandonar a su padre hace trece años, y ahora solo ella puede determinar si regresaremos a aquel lecho tan distante.

Duermo un par de horas, lo único que quería era descansar luego de aquella noche tan extravagante. Al despertar una sola imagen llega a mi mente, como si alguna fuerza superior estuviese dándome una señal. Así, decido que debo abandonar el departamento y dirigirme a donde él se encuentra. En todo este tiempo de letargo, sufriendo por la pérdida de Cata, no le he visitado y ahora es momento de hacerlo. Tras salir del edificio me dirijo hasta el metro, y es que aquel lugar queda distante de mi hogar. Al entrar al vagón me encuentro frente a la mujer más voluptuosa que he visto en mi vida, dos grandes senos que bien podrían ser dos cabezas, dos enormes sandías que se muestran casi liberadas de aquel diminuto vestido. ¡Oh por Buda! Si ni siquiera los implantes de mi amiga eran tan grandes. La mujer se muestra a leguas totalmente artificial, desde el luminoso cabello oxigenado, pasando por sus voluminosos labios rellenos con Botox, aquellos senos de madre con quintillizos, una cintura de avispa que no sé cómo resiste tanta silicona sobre ella, terminando con el trasero más diminuto que he visto. ¿Será que le alcanzó solo para operar el tren superior de su cuerpo? Y es que es totalmente desproporcionada, como cuando uno era un niño y colocaba la parte de arriba de un juguete sobre las piernas de otro, que anteriormente había derretido con las llamas de la cocina. ¿Ustedes nunca lo hicieron? Pues yo hacía eso, además de transformar las muñecas de mi hermana en hombres y a los hombres en mujeres. Quedaban divinos.

-¿Puedes dejar de ver mis senos? No puedo creer que los hombres sean tan pervertidos desde tan pequeños…- Bufa la operada. ¿Le estaba viendo las tetas? Pues parece que sí, pero no lo hacía porque me gustaran, ¡qué asco! Lo hacía porque me era imposible despegar la mirada de aquel par tan extraño. –No es que me guste, es que no puedo comprender cómo no se va hacia adelante con tanto peso… ¡A ver!- Y la empujo para ver si mis conjeturas son verdaderas. Y sí, la oxigenada se cayó estrepitosamente al suelo, delante de la mirada atónita de todos quienes nos rodean. Lo que más me impresiona, es el sonido que se produce, como si un globo se hubiese reventado de pronto. –Niño imbécil, obviamente me iba a caer si me empujas con tanta fuerza.- Responde la afectada mientras intenta levantarse a tientas, y es que el metro sigue en movimiento. Tampoco fui tan brusco, ¿o sí? La cosa es que iba a iniciar una gresca con la artificial, cuando me encuentro con la imagen más extraña que he visto en mi vida. ¿La mujer no tenia dos senos? ¿Por qué ahora solo tiene uno? ¿El otro no era más pequeño? Delante de mí, tengo a una criatura sobrenatural, porque en una sola caída, logró juntar sus dos pechugas en una sola, ahora es ¡La gran tetona!

Me es imposible parar de reír ante tal imagen, lo que termina ofuscando más a la falsa rubia. –Mira lo que me has hecho, acababa de pagarlas… ¡Tú me costearás la nueva cirugía!- Me grita a la vez que intenta golpearme con su cartera. ¡Santa Cachucha! ¿Y cómo le pago ahora la teta reventada? Pues la solución llega de inmediato, y es que tan pronto como se abren las puertas del vagón, salgo corriendo desesperado, no me haré cargo por un par de cosas falsas que ni siquiera me gustan. A lo lejos escucho los alaridos desesperados de la afectada. No sé por qué no me agradece, tal vez ahora la dejen trabajar como atracción en un circo.

No me queda otra opción más que caminar lo que me queda de viaje hasta el centro de reclusión para menores. Sí, iré a visitar a Arturo. Como tiene mi edad, se quedará los primeros años de su sentencia en aquella institución, el lugar donde viven los adolescentes que han infringido la ley. La corte decidió darle una pena efectiva de treinta años y un día. La familia de mi amigo quedó atónita, aunque agradecida y es que lo máximo que podía lograr, era la cadena perpetua. Me detengo exhausto frente al edificio, una construcción de concreto completamente gris, que cada ciertos metros muestra una pequeña ventana, el único espacio por donde logra adentrarse la vida en aquel lugar tan lúgubre. A las autoridades que me atienden les pido poder conversar con el muchacho. Los que saben del caso, se sorprenden al verme allí y es que no es normal que uno de los afectados vaya a ver al responsable de tamaño acto de crueldad.

Antes de entrar a la habitación de visitas, un gendarme grandulón se me acerca. Mide casi dos metros, sus manos son del porte de mi cabeza y su musculatura, resalta airosa debajo de su uniforme verde opaco. –Debo registrarle con la intención de descartar cualquier artefacto dudoso.- Me dice con una voz profunda. –Toca todo lo que quieras.- Le respondo abriéndome de brazos para hacer más fácil su laboriosa tarea. El sujeto se sorprende ante mi respuesta, aunque de todos modos prosigue con el procedimiento. –Yo que usted inspecciono más mi trasero, quizás esté escondiendo algo allí…- Le dijo juguetonamente al darme cuenta que ha obviado dicha parte de mi delicioso cuerpo. –Olvídalo, prefiero ser despedido… ¡Solo entra!- pero que soldado más miedoso y homofóbico. Pues no sabe lo que se pierde.

Entro a una pieza pequeña, iluminada solo por una lámpara que cuelga traviesa en el techo. En medio de ella se encuentra una mesa con dos sillas de metal, en una de ellas me siento a la espera de Arturo. No me encuentro solo allí, ya que un guardia está en una de las esquinas, creo que es quien nos vigilará para cerciorarse que no hagamos nada indebido. Luego de unos minutos veo al chico atravesar la puerta de acero acompañado por otro gendarme grandulón. Lo primero que pienso, es lo afortunado que es por estar rodeado de tanto hombre guapo. ¡Debería cometer un delito para que ellos me hicieran pagar por mis infracciones! –Qué sorpresa verte aquí, pensé que no querrías verme nunca más.- Me dice un tanto apenado, realmente está arrepentido por todo el daño que cometió. Imagino que Cata hubiese hecho lo mismo, se convertiría nuevamente en su amiga para así ayudarle, para enseñarle que la vida es más sencilla de lo que imaginamos y que estemos donde estemos, siempre habrá una luz de esperanza.

-En realidad no es tan mal lugar… Digo… porque… resulta ser que… pues… aquí he perdido mi virginidad… y no fue solo con uno, sino que con tres… No sabes lo apasionados que se convierten los chicos estando aquí encerrados. Como no hay ninguna mujer que ver y ya se han cansado de la masturbación, se aprovechan de quienes somos más débiles… aunque, para serte sincero… ¡Me encanta! Hay unos muy guapos, con músculos perfectos, cicatrices y grandes tatuajes… ya sabes, el típico rebelde sin causa que tantos suspiros nos saca… Aunque es horrible estar privado de libertad…- ¿No me digas? Si apenas puede ocultar la sonrisa que se crea en su rostro al recordar todas las orgías que ha hecho aquí adentro. Es extraño, porque al ser encarcelado ha logrado encontrar por fin la libertad. Ya no esconde que es homosexual, ya no reniega de su sexualidad y la vive abiertamente. Por un lado me alegro por él, aunque mi lado más oscuro se muere de la envidia. ¿Por qué él tiene a tantos machos a sus pies y yo solo a uno que quiere ser versátil? Realmente la vida vale verga… no, eso para mí vale mucho… pero entienden a lo que me refiero.

Lo abrazo fuertemente y le aseguro que le visitaré constantemente, que no se librará de mí tan fácilmente esta vez. Le pido que dibuje a los chicos que han conocido sus bondades, quiero saber cómo son verdaderamente los ángeles. ¿Y si entro a robar a un supermercado? ¿Cuánto tiempo me dejarían internado aquí? Lo más probable es que nada, si tengo tan mala suerte. Finalmente me voy del reclusorio, dejando atrás a un nuevo amigo.

La luz del sol inunda mi rostro, encegueciéndome luego de estar tanto tiempo en la oscuridad. El clima parece estar mejorando, se siente la fragancia de la primavera acercándose y por ello, decido caminar un rato antes de regresar a casa. Me encuentro con un hermoso parque que no conocía. Estoy al otro lado de la ciudad, en una zona que no muchas veces he visitado. Siento los árboles mecerse sobre mí, agraciándome con su sonido y protegiéndome con sus sombras. Aquel lugar es inmenso, tanto que debe ser uno de los más conocidos. ¿Cuál será su nombre? Busco algún letrero y tras largos minutos de búsqueda, me entero que aquel lugar es el mismo que con tanta añoranza siempre habla Martín Arístegui, mi cantante favorita en la banda Cassiopeia. Sabiendo que él ha estado en este lugar antes, decido sentarme en una de las bancas para poder empaparme con sus recuerdos. Realmente amo la forma en que canta. ¡Es mi ídolo!

Cierro los ojos para recordar todas las coreografías que me sé, aquellas que siempre veo en internet y que algún día me gustaría ver en persona. Lamentablemente soy muy pobre y nunca he podido pagar una entrada a uno de sus conciertos. -¿Estás durmiendo? Ten cuidado, alguien podría violarte.- Escucho la voz de una anciana de pronto, asustándome y abriendo los ojos de golpe. Se trata de una mujer de cabello cano, el cual llega hasta sus hombros, ojos celestes y piel gastada. Viste una llamativa blusa verde y unos aún más vistosos pantalones rojos, podrías verla cuatro kilómetros a la redonda, creo que si llegase la noche, al pobre brillaría en la oscuridad. –Lo siento por asustarte, soy Enriqueta Fernández de Castro… ¿y tú guapo? ¿Cómo te llamas?- Se presenta cordialmente, regalándome una gran sonrisa. Parece ser una buena persona, sumamente gentil y agradable. Le digo mi nombre y sin más comenzamos a conversar. Me cuenta que acaba de discutir con su esposa, que por eso decidió descansar un poco en el parque. Muero de dulzura al saber que es lesbiana y que sus ojos se iluminan al hablar de su amada, aun cuando ya tiene más de setenta años. Yo le comento lo ocurrido con Diego, obviamente no sobre lo acontecido en la playa, sino lo culpable que me siento por impedir que siga con su profesión. –Pero que estupidez más grande, no porque se haya enamorado de un alumno, significa que lo hará con todos… Mira, yo soy directora del colegio Fernández de Castro, uno de los más inclusivos y es que quiero contribuir con algo en esta sociedad. Si quieres, puedes darme el número de teléfono de tu novio para arreglar una entrevista y así ver si puede trabajar en nuestra institución…- No puede ser… no puede ser… Es la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo. Es tanta la felicidad, que sin querer beso apasionadamente a la anciana en la mejilla, para luego abrazarla con toda la fuerza que su delicado cuerpo puede resistir. Le agradezco mucho aquella oportunidad. Estallo en alegría no solo porque he conseguido la solución para los pesares de Recabarren, sino que también porque aquella escuela es donde estudió Martín, y por ende, la mujer que tengo a mi lado, es la esposa de su abuela, es su pariente. Es como si lo hubiese conocido a él mismo. ¡Por fin la vida comienza a brillar!

Notas finales:

Nos leemos pronto!!

Gracias por leer!!

Byebye!!


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