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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Holaaa a todoooooos :D

Espero que se encuentren muy bien y que hayan comenzado de buena manera este 2015 :3

Que todos sus deseos se cumplan y que tengan una sonrisa en sus rostros los 365 días que se aproximan *-*

Bueno... aquí les traigo un nuevo capítulo... aquel en que !!sas a la lechuga!! jajajajaja espero que les guste... especialmente por el lemon... porque ... aaaam */////* no soy muy bueno para ser sincero...

Este es un capítulo especial, porque no es Renato quien lo narra, sino que su profesor, el ahora sexy Deigo ;)

 

A leer!!!!

CAPITULO ESPECIAL I: Diego.

No sé por dónde empezar, pero primero supongo que debo presentarme. Me llamo Diego Recabarren, tengo veintidós años y soy profesor de física y matemáticas en el Instituto General. Soy devoto, busco conservar las buenas costumbres y seguir los designios de Dios, casarme con una buena mujer y tener hijos a quienes amaré. Todo parecía resuelto en mi vida, era perfecta, pero supongo que uno nunca puede tener todo en este mundo.

Aquel muchacho que encontré espiando a sus compañeros en los camarines, el mismo que utilicé para saber si realmente Adriana me era infiel, hoy me entregó en mis propias manos aquellas imágenes, esas fotografías donde pude observar cómo mi prometida se besaba apasionadamente con mi tía. Me han engañado todo este tiempo, yo me iba a casar con esa mujer, no puedo creer que en mi familia ocurran este tipo de barbaridades.  No me di cuenta cuando Renato se marchó de mi oficina, estaba conmocionado con la noticia, apenas podía respirar y es que mi corazón se rompió en mil pedazos.

Justo hoy, el día en que decidí cambiar mi apariencia, preparándome para lo que sería nuestra boda, que ingenuo fui. Diez años amando a alguien que sólo me utilizó como una pantalla para esconder su gran secreto. No pude hacer clases esta tarde, decidí tomarme el resto del día libre, con el alma destrozada no podría concentrarme. Así caminé por el parque, quería aclarar mis ideas y llegar a una conclusión, pero no tenía mucho qué pensar, debía encarar a Adriana y revelarle que ya sabía toda la verdad, que ella es la amante de Sor María Iluminada.

Me subí a mi carro y conduje hasta el Ballet Nacional, ya no me importaba si todos quienes la conocen se enteraban sobre su orientación sexual, debo preocuparme por mí, por levantar mi orgullo, el que fue vilmente pisoteado por dos pecadoras, las mujeres más mentirosas que he conocido. Entré a aquella estructura ostentosa, caminé por sus pasillos y la encontré practicando junto a sus compañeros. Vi como sonreía, se movía grácilmente en medio de la sala de ensayos, mientras contemplaba su perfección en los espejos que revisten aquella habitación. Creo que la contemplé algo más de media hora, recordé todos los momentos felices que vivimos, los abrazos y besos que me regaló diciendo estar enamorada. Nuestra relación es una mentira, siempre lo fue y yo soy un cretino, alguien fácil de utilizar. –Adriana, tenemos que hablar.- Es todo lo que le dije cuando ingresé a aquel cuarto.

Me senté en una de las tantas bancas ubicadas en aquellos amplios pasillos. Vi preocupación en el rostro de quien tanto amé. Se ubicó a mi lado, con aquella delicadeza que la caracteriza, la misma que aún sigue atrayéndome. -¿Qué sucede amor?- Me preguntó amorosa, produciendo todo lo contrario a lo acostumbrado, ya no hizo que me derritiera con su dulzura, sino que me llenó de un coraje espantoso, de las ganas de tomar su fino cuello y acabar con su vida ahí mismo.

De pronto vino a mi cabeza el recuerdo del muchacho de ojos negros, aquellos tan grandes y profundos, los mismos que hoy con rabia me revelaron la verdad. Renato me entregó las fotografías cómo si no fuera a acabar con mi vida, y fue esa la decisión que tomé con Adriana. Saqué de mis bolsillos las mismas fotografías y las deposité en sus tiernas manos, no pasó mucho tiempo antes de ver cómo se descomponían sus facciones. Tartamudeó un par de segundos, mas no pudo concretar una respuesta y simplemente calló. Llevé mi mano izquierda a mi anular derecho, saqué de él el anillo de compromisos, ya no puede existir nada entre nosotros, por lo que le entregué la alianza demostrando el final de nuestras ilusiones. –Me has hecho mucho daño… Espero que entiendas que con esto también pondré fin a los negocios entre nuestras familias, no quiero volver a verte nunca más el rostro…- Intenté medir mis palabras, pero la rabia me lo impidió y le di a entender que buscaré todos los medios para destruirle, aun cuando sea por medio del dinero. ¿Habrá sido esa la razón por la cual quería que fuéramos esposos? ¿Todo por la fortuna de mis padres?

Mi madre tan solo al enterarse de la relación de mi prometida con su hermana, decidió abogar a mis deseos y se dirigió junto con su esposo a la casa de los López. Están decididos a cortar todo lazo con aquella familia, luego de la deshonra que me han hecho sufrir, lo mínimo que puede sucederles es quedar en banca rota. Así me quedé solo en la mansión, solo acompañado de los sirvientes, los que están en todo momento en la cocina o el jardín, apartados de mí. Me encerré en mi habitación, cerré las cortinas y comencé a sumirme en mi propia miseria, a restregarme lo patético que tuve que parecer durante tanto tiempo, lo mucho que aquellas dos traidoras tuvieron que reírse a mi espalda.

Si ella me ha engañado con una mujer ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo con un hombre? Pasa aquello por mi mente de forma fugaz. Necesito desquitar todo esta ira contenida y solo se me ocurre la venganza, consumir la cólera en el sexo homosexual, aquella experiencia que jamás se me hubiera ocurrido antes de esta infidelidad. Si todos son pecadores ¿por qué yo no?

El destino es caprichoso, porque justo cuando comienzo a pensar de esta manera, ingresa a mi habitación quien podría ayudarme a hacer realidad mis nuevas fantasías. –Buenas tardes, ¿maestro? ¿Está ahí?- Escucho la voz delicada de un adolescente. Mi sirvienta me ha anunciado la llegada de Renato, y de inmediato le digo que lo haga pasar, esta es la señal que necesitaba para decidirme, hoy le haré a Adriana lo mismo que ella a mí. –Si ella estuvo con una mujer, ¿por qué yo no puedo estar con un hombre?... ¿Tú eres gay no es verdad? Pues prepárate, porque ahora conocerás a un verdadero semental…- Es lo que le digo teniéndole de frente, tomando su cintura delgada e inmovilizándole, restregándole la erección que ha provocado el deseo de penetrarle, la intención de pecar en su piel tostada, en ver el placer en sus oscuros y enormes ojos negros, escuchando gemidos de sus gruesos y rosados labios, adentrarme en sus piernas delicadas e introducir en su cuerpo sudoroso mi enorme satisfacción.

¿Qué estoy haciendo? De repente me percato en lo que realmente me ha pasado. Deseo sexualmente el cuerpo de uno de mis alumnos, deseo con todas mis fuerzas sucumbir ante la pasión de otro hombre, de un joven que apenas ha salido de la niñez. Debería acabar aquí, echar a este mocoso entrometido y olvidar todo, pero ya es muy tarde, la llama de la lujuria se ha encendido y termino besando a Renato. Jugueteo con sus labios, les mordisqueo y termino depositando al muchacho en mi cama.

Me encuentro sobre aquel cuerpo delicado, siento la respiración entrecortada de mi alumno, veo cierto brillo extraño en sus ojos y solo en ese momento, cuando observo la inocencia en sus pupilas, llego a la conclusión que no puedo arruinarle la vida, no debo aprovecharme de un joven confundido. Sintiéndome miserable me despego de su contacto, me levanto y le doy la espalda, la vergüenza me ha sumido, no pudiendo ni siquiera observarle directamente a los ojos. –Lo siento mucho Renato, espero que puedas olvidar este lamentable incidente… Te prometo que nunca haría algo que te perjudicara…- Le digo aun estando en aquella posición. Solo deseo que se levante y se marche, que pueda superar este trauma, convirtiéndose en un hombre de bien, aquello que todo docente desea para sus alumnos. -¿Esto es una broma?... ¿Acaso se dio cuenta de la erección de su pene?... ¿Qué es eso del trauma? Por favor, me vio espiando a mis compañeros desnudos y ahora cree que no deseo conocer los favores de aquel miembro tan precioso que debe tener… No sea imbécil y bájese los pantalones… ¡Yo le enseñaré lo que es el placer!- No puedo dar crédito a las palabras que aquellos labios de trece años pronuncian. No sé qué crianza le pudo haber dado una actriz erótica, pero yo no me aprovecharé de su vulnerabilidad. Decido sacarlo de mi habitación antes que cometa un error. Lo levanto rápidamente de la cama e intento guiarlo hasta la salida, pero en medio de aquel forcejeo, Renato logra zafarse, me mira fijamente a los ojos, siento como si me derritiera con la potencia de sus pupilas, con aquella pasión exquisita que me hace disminuir mi alma hasta el tamaño de una nuez. Se acerca poco a poco hasta mi boca y me besa como nunca antes, de una manera que ni siquiera en mi primera experiencia había vivido. Juguetea con mi lengua, mordisquea mi labio inferior y todo esto mientras sigue derritiéndome con aquella llamarada de lujuria impregnada en su mirada.

Aquel contacto tan profundo me deja sin aliento, pero lo que luego sucede me hace tocar el más delicioso de los pecados. Su lengua cálida y húmeda recorre mi mentón, avanzando prolijamente hasta desembarcar en mi oreja. Juguetea con el lóbulo y eso unido a su respiración penetrando mi oído, hacen que cada poro de mi cuerpo se estremezca. Mi corazón palpa acelerado, como si estuviera a punto de estallar en un frenesí irreconocible. Sus dedos desabotonan uno a uno los ojales de mi camisa, cada movimiento que aquel cuerpo menudo realiza, crea en mí un enorme fervor, ya no tengo dudas, solo deseo saciar en sus entrañas tantos años de placer reprimido.

Abandono de pronto mis sueños, cuando un pequeño dolor estremece mi ser. –Lo siento… creo que me sobrepasé…- Se disculpa Renato tras haberme mordido una tetilla. Intentó replicar la experiencia tan gratificante que me había entregado en la oreja, pero resultó en un fracasó. Dándose cuenta que estaba perdiendo interés, decidió seguir en su travesía y dirigirse poco a poco al epicentro de todo deseo en mí, aquel lugar que necesita urgentemente conocer sus bondades. Hizo una pequeña escala en mi ombligo, donde introdujo su lengua, estremeciéndome de pies a cabeza.

Desliza mi ropa interior con delicadeza, mis vellos afloran gallardos uno a uno, hasta que comienza a mostrarse mi ardiente pene, cada centímetro de piel nuevo es un gran descubrimiento para Renato, quien parece estar frente al regalo que siempre deseó en navidad y que ahora puede disfrutar a libertad. De repente se relame los labios, creando en mí una excitación aún más poderosa, y es que aquel gesto realza su anhelo por descubrir mi sabor, la experiencia de hacerme llegar a las nubes gracias a la cadencia de su ser, dejando que me introduzca en sus entrañas para repletarle de deseo. Cuando ya todo mi miembro se encuentra expuesto, es el momento en el cual mi alumno hace el primer contacto, su lengua toca la glande una vez, se detiene para procesar aquel estímulo, y luego se alienta a unir sus labios a mi pene. Inicia la travesía serenamente, tan solo en la glande, pero luego llega cada vez más profundamente. Sobrepasa la primera barrera mientras su lengua sigue jugueteando y sus labios abrazando mi carne ardiente, estremeciéndome y convirtiéndome en el hombre más poderoso del mundo, en un conquistador sin igual. Sus movimientos son ascendentes, la velocidad aumenta mientras su saliva escurre por mi miembro, introduciéndose por mis muslos e hidratando aquella zona que desconocía de aquellos favores. En un momento el muchacho decide elevar su mirada y hacer contacto con aquel a quien ha enaltecido. Sigue allí el fulgor del deseo, haciéndome entender que todo aquello es parte de un plan mayor, la primera parte del festín que aun debo saborear.

Me toma por el cuello, se acuesta en la cama y abriendo sus piernas me deja posicionar sobre su cuerpo, me acerca cada vez más a su tez, como si quisiera que me impregnara con su aroma. Estamos ya desprovistos de toda ropa, nuestras pieles desnudas se regocijan en aquel contacto. Ardo en deseos de conocer sus bondades, de introducirme en él para hacerle entender quién es el macho a quien debe obedecer. Intento penetrar aquella piel rosada, dar inicio al clímax de este encuentro, pero una risita me detiene de pronto. -¿Crees que es tan fácil? ¿Qué es igual que con las mujeres? Pues déjame romper tus ilusiones… porque primero debes dilatarlo…- Me dice como si se estuviera burlando. Siento tanta confianza en sus acciones, que me da a entender que él ha tenido mucha experiencia. –No, en realidad soy virgen… pero he visto tantos videos porno que me sé la rutina de memoria… Tú no te preocupes pequeñín, déjame todo a mí… yo te iniciaré en el sexo…- Me dice con confianza, ¿en qué momento me convertí yo en el adolescente virgen a quien intentan enseñar?

Debo introducir primero un dedo, tratar de dilatarle, para luego comenzar con dos. Son las instrucciones que me da mi alumno y las cuales yo acato lo mejor que puedo. En este momento comienzo a tomarle el peso a la situación, a que… aunque no me guste reconocerlo… perderé mi castidad con uno de mis alumnos. Durante diez años de relación, quise llegar virgen al matrimonio, lograr que Adriana fuera la primera y única mujer de mi vida, pero nada de ello se cumplió. ¿Será buena idea iniciarme de esta manera? La rutina encargada por mi compañero termina, ahora es el momento de la verdad y yo decido retractarme. –Ya he llegado muy lejos… lo siento, pero ahora sí que no puedo seguir…- Le digo mientras intento levantarme de la cama. De pronto siento unas manos jalarme, no sé cómo, pero regreso a las sábanas de un solo golpe. Si antes era yo quien estaba sobre alguien, ahora los papeles se han invertido y me encuentro debajo de Renato, el que me mira con furia. – A no… no me quitarás este momento… Prepárate hombrecito… porque ahora sabrás lo que es llegar al cielo.- Me dice impidiéndome cualquier movimiento para oponerme.

Lentamente comienza a introducir mi pene en aquella cavidad tibia. Noto un tanto de dolor en sus expresiones, el mismo que puedo demostrar yo, y es que algo raro me ha sucedido. ¿Así son vividas las primeras experiencias carnales? Luego de unos minutos, ambos perdemos aquella sensación de dolor, y es que los movimientos comienzan a ser cada vez más bruscos. El menudo cuerpo de mi alumno se mece con naturalidad sobre mí, mientras yo… yo… no hago nada. No soy un experto, pero creo que debería ser quien debiera llevar el mando y solo me encuentro tendido, mientras transita por todo mi ser una sensación de placer, viaja por mis piernas, por mis brazos, termina desbordándose en mis labios, los que producen gemidos. No quiero parecer extasiado con esta situación, no me debo ver débil ante Renato, pero no puedo aguantarme.

–Ya… ya… voy a terminar…- Es lo único que digo durante toda aquella travesía. La pasión se acumula de pronto y termino desbordando toda mi virilidad dentro de aquel cuerpo sudado. Veo la expresión complaciente de mi acompañante, quien jadea y suda, siguiéndome en todo momento. Me percato que él ha sucumbido al gozo al mismo momento y ahora ambos nos tendemos extenuados sobre las sábanas blancas. No decimos palabra alguna durante largos minutos. “Me siento violado”, es todo lo que transita por mi mente, y es que este muchacho me obligó a seguir. Está bien, también tengo culpa porque al sentir placer consentí esta relación, pero fue él quien hizo todo el trabajo, ¿dónde queda mi orgullo de virilidad?

Creo haberme quedado dormido un par de minutos, porque cuando abro los ojos veo a Renato vistiéndose. No niego que no disfruté nuestro encuentro, pero esto no es correcto, yo soy su profesor y él mi alumno, además ambos somos hombres y no quiero ser enviado al infierno una vez muera. –Esto es un pecado… he sido poseído por el demonio… Espero que no comentes con nadie lo sucedido… Podrías destruir mi vida si lo hicieras…- Le digo preocupado, realmente puede suceder aquello y de ser así, ya nada tendría sentido en mi vida. Sin amor ni profesión, rechazado por mi familia y excomulgado de la iglesia, sería la peor de las existencias. –Si gozas y gimes, pecado no puedes decir que es… Una vez un hombre me encontró espiando a mis compañeros y decidió chantajearme… Pues bien, ahora soy yo quien tiene las riendas de esta situación… Y adivina, no te dejaré ir tan fácilmente… Además reconócelo, lo pasaste bien… y seguirás haciéndolo, porque no será la última vez que sudes a mi lado… Que esté bien profesor, pronto nos veremos de nuevo…- Me dice una vez vestido. Quedo sorprendido con sus palabras, porque parece como si se hubiese convertido en un gánster de la mafia italiana. No dirá nada si volvemos a tener sexo… creo que esto comienza lentamente a convertirse en un problema mayor. Chantajeado por un adolescente.

Al día siguiente la culpa me agobia, no pude dormir en toda la noche debido a mis pensamientos sobre las consecuencias de mis actos. Debo hacer algo para remediarlo, por lo que visito temprano la iglesia, de seguro confesarme con un sacerdote me ayudará. –Padre Marcelo, debo confesar que he pecado… Ayer, mantuve relaciones con uno de mis alumnos… No sé qué me pasó, yo solo… me siento pecador…- Es lo único que alcanzo a decirle al cura, la vergüenza me consume y no puedo seguir con el relato. –Primero que todo hijo… tantos años asistiendo a esta comunidad, confesándote conmigo ¿y recién ahora me dices que eres homosexual? No sabes de las que te has perdido…. ¿Conoces a Leonardo de Gregorio? Él también es gay, y vaya que espécimen, si supieras como gime a la segunda… ¿y a Gonzalo Rosselot? Esa sí que es una loca en la cama, le gusta jugar a latigazos… Dime hijo mío, ¿qué noche te acomodaría que nos juntáramos? ¿Te apetece ser pasivo verdad? Es que a mí eso de darme por el culo… no me gusta mucho… ¿Quedamos?- Debo procesar un par de minutos antes de entender lo que he escuchado. ¿Dos hombres casados son amantes de este sacerdote? ¿Acaso todos quienes me rodean esconden su verdadera orientación? ¿Qué está pasando aquí? –¡¡Pero no te vayas!!... Oh por favor… acabo de perderme ese culito…- Es lo último que escucho del padre Marcelo antes de escapar de aquella iglesia. Prometo cambiarme de comunidad, ya no podré creer más en las palabras de aquel hombre, es más pecador que yo.

Aún sigo consternado mientras camino a casa, pero una visión me perturba de sobremanera. Dirigiéndose hacia mí veo a Adriana y a Sor María Iluminada. Van juntas, qué desvergonzadas. –Queremos hablar contigo Diego, ¿podemos explicarte lo sucedido?- Es lo primero que mi tía me dice al estar frente a frente. Su tono es el mismo de siempre, delicado y gentil, confundiéndome, haciéndome olvidar que me ha engañado vilmente. Decido darles una oportunidad, quiero escuchar cómo tratarán de defender sus abominaciones.

-Yo siempre me sentí diferente… No es que desee ser hombre ni nada de aquello, tan solo que los varones no me atraían como las mujeres. La sola idea de tener que besar a uno me hacía llorar. Cuando era una niña, pensé que era normal y jugaba con mis amigas, a quienes les decía abiertamente que me gustaban. Eso les molestó a mis padres, tus abuelos… no permitirían que su apellido se manchara por un “capricho de niña mimada”. Me pegaron cuando me encontraron haciendo aquello que ellos decían que estaba equivocado, me buscaron novios para ver si así “entraba en razón”. Sin embargo, al ver que no había resultados, se dieron por vencidos y me obligaron a entrar a un convento… Nunca he querido ser monja, pero tampoco deseo perder a mi familia, es por ello que me encuentro vestida así como ahora me ves…- Sentados en la terraza de un restaurante cercano, mi tía Valentina, como realmente se llama, decide comenzar a contarme su historia. Reconozco que en un principio sentí repulsión hacia la idea de saberla lesbiana, pero tras ver el brillo en sus ojitos, los mismos que me consolaban cuando yo era pequeño, me hicieron retractarme, ¿cómo podría sentir aquel sentimiento por alguien a quien tanto amo?

–Pensé que mi vida acabaría encerrada en aquel convento, pero de pronto llegó una luz a mi vida. Tú me presentaste a Adriana, nunca pude volver a olvidar aquel nombre ni aquel rostro, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida… pero claro, sabía que sería imposible, debido a que era tu prometida. Me resigné a amarla en secreto, tan solo que un día ocurrió lo impensado. Ella estaba  muy mal por aquello que sentía hace ya unos años y antes de casarse, debía confesar la verdad… El día en que sacaron aquellas fotografías… fue la primera vez que probé los labios de esta dama, nunca antes me hubiera atrevido… pero al saber que ella también estaba enamorada de mí, no pude resistirme y caí en la tentación… Nunca nos burlamos de ti, jamás quisimos hacerte daño… Tan solo que ahora, solo ahora, supimos que ambas nos queremos y que seguir adelante con nuestras vidas omitiendo este sentimiento, es reírnos de las personas que quieren vernos felices… Dejaré mis votos y me casaré con Adriana, tal vez nuestras familias no nos apoyen, pero haremos lo que nuestros corazones insisten… Ambas te estimamos mucho Diego, nunca quisimos y nunca querremos dañarte… Espero que puedas entendernos…- Y esa es toda la verdad, aquello que me faltaba por saber. ¿Qué tengo que hacer? ¿Debería perdonarlas? Sin embargo no puedo dejar de amar a Adriana tan fácilmente, verla al lado de mi tía Valentina es algo que no puedo soportar. Algo en mi interior quiere que ellas realmente sean felices, pero termino apagando aquella idea y me levanto de la mesa sin decir palabra alguna, me marcho dejándolas destruidas. Lo siento, pero aún me siento herido.

Aquel fin de semana fue desastroso, pero el inicio de una nueva semana me da energías para seguir adelante. La confesión de aquellas mujeres a quienes tanto amo unido a lo sucedido con Renato, me consumieron en un fuerte abismo, pero sé perfectamente que no debo darme por vencido. Me levanto en la mañana con nuevos ánimos, me baño, afeito y visto con la única intención de verme renovado, de demostrarle al mundo que sigo en pie.

Entro a la sala y saludo a mis alumnos, me siento en mi escritorio y me dedico a sacar de mi maletín el material necesario para realizar la clase. De pronto veo un examen, uno en particular, ese en el cual aparece escritor Renato Prats Castelló. Recuerdo la confesión de mi tía y pienso inmediatamente en la suerte de mi alumno. Él también es homosexual, huérfano de padre y madre, criado por su hermana, burlado por sus compañeros desde pequeño en la escuela, y de todos modos camina todos los días con la cabeza en alto, haciendo frente a sus problemas y diciéndole abiertamente al mundo que es gay. No se ha refugiado en una religión ni en una novia falsa, simplemente vive tal como nació… Tal como nació, porque si alguien tan respetable como mi tía me ha dicho que ella siempre se sintió así, si me dice que no encontró nada malo en ser como es, yo no puedo nada más que creerle… Claro que no es un pecado, no es una aberración y ellos no están equivocados. Quiero que Valentina y Adriana sean felices, no importa si yo aún amo a esta última. Quiero que Renato siga siendo como es, que crezca tan valiente como hasta ahora y sea un hombre de bien, que le demuestre a la gente que piensa como yo lo hacía antes, que no está equivocado y que la homosexualidad es normal.

-Abran sus libros en la página cincuenta, quiero que realicen el ejercicio cuatro, de inmediato comenzaré a explicarlo en la pizarra.- Les digo a los muchachos para dar inicio a la clase. Me propongo levantarme cuando percibo una sensación extraña en mis piernas. Veo por debajo de mi escritorio y me encuentro con un par de ojos negros que me ven con picardía, como un pequeño niño que se apronta a robar dulces. ¿Cómo ha llegado Renato hasta aquí? Recién en ese momento me percato que no lo he visto al entrar a la sala, por lo que ha estado escondido todo este tiempo. ¿Qué quiere hacer? No necesito mucho tiempo para enterarme de sus razones. Con sus dedos delgados comienza a acariciar mis muslos, acercándose provocadoramente a mi entrepierna. Le veo con temor, ¿intenta repetir lo de la otra noche en medio de la clase? ¿Frente a todos sus compañeros? Una sonrisa astuta se dibuja en su rostro y de la nada, comienza a bajar el cierre de mi pantalón. ¿Cómo impido que continúe? ¿O tal vez debería dejarle seguir? ¿Qué hago?

Notas finales:

Espero que les haya gustado... las reacciones de Renato... en el próximo capítulo ;)


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