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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!

Espero que hayan tenido una hermosa semana... aquí les traigo un nuevo capítulo.... leanlo y me comentan :3 Ahora verán que la historia comienza a cambiar.... ni se imaginan que viene en el futuro ;)

 

Mañana comienzo con mis clases practicas de conducción.... espero no atropellar a nadie D: jajajaj

CAPITULO VI: ¿Y qué me das a cambio?

Tomo asiento en el área de descanso de aquel salón de belleza. El color rosado abunda por todos lados, los espejos reflejan cada silueta y yo solo espero a que Cata se termine de arreglar. No puedo pensar en nada más que no sea su pene, he descubierto su gran secreto tan de pronto, que creo haber quedado en shock. Luego de unos minutos veo a mi amiga atravesar el umbral de la puerta, está seria y apenas me mira a los ojos. Delicadamente toma asiento frente a mí y se dispone a explicarme todo. –Cuando era una prostituta… caí en una espantosa mafia que me dio la oportunidad de operarme, de reasignarme el sexo y convertirme en lo que siempre he sentido… una mujer. Estaba decidida a hacerlo, a dejar atrás mi pasado como Luís, pero… antes de la operación… me vi desnuda y… contemplé mi pene. No lo utilizo mucho, pero le tomé cariño… Estaba ahí, en el hospital tratando de despedirme de él, de explicarle que ya nunca más existiría y Luchito… solo me observaba con tristeza, decaído… Me gritaba ¡No me mates! Y me dio tanta penita, que decidí que no podía desprenderme de él y bueno… aquí lo tienes, está a punto de cumplir cincuenta y un años.- Es la manera cómo explica que se haya convertido en una mujer, pero sin haber adquirido una vagina. No tiene vellos abundantes en su cuerpo, su cintura es delgada, sus caderas anchas, su pecho es grande y relleno de silicona, sus facciones finas y su voz delicada. Sin embargo entre sus piernas, aún lleva consigo a aquel a quien bautizó Luchito.

-¿Seguiremos siendo amigos?- Me pregunta preocupada luego de unos minutos en silencio. Veo como un brillo extraño invade su siempre alegre mirada. No logra verme detenidamente, trata de esconderse como si fuera a hacerle daño. Recuerdo todos los años en que hemos sido amigos, nunca antes le había encontrado así. Cata siempre ha sido valiente, es amable aun cuando le insultan, siempre tiene una sonrisa para quien esté triste. Ella fue quien me enseñó a pelear. –No dejes que te traten mal, al primer imbécil que te trate de golpear, tú le aplastas los huevos con una patada…- Es el consejo que me dio cuando apenas tenía siete años. No sé a cuantos chicos he dejado estéril gracias a la sabiduría de esta mujer. Su estado me emociona y no puedo decir palabra alguna un par de minutos, por lo que decido levantarme de mi asiento y hacer lo que mi alma me suplica. Me acerco a  aquel cuerpo envejecido, maltratado por quienes han creído tener la razón, uno que ha recibido los golpes de un mundo injusto, pero una de las pocas pieles que me han cobijado, que me han consolado. Le abrazo con toda la fuerza que logro reunir, con todo el calor que este pecho puede albergar. No quiero verle triste, si ella comenzara a llorar, yo simplemente moriría. –Nunca… Jamás podría alejarme de ti. ¿Cómo pudiste pensarlo siquiera? ¿Qué es un pene? ¿Cambia en algo tu alma por el hecho de tenerle?- Le digo tomando su carita entre mis manos. –Eres la madre que nunca tuve, la que junto a Natalia logró criarme… aquella que un día me vio solo en la calle, triste… y decidió regalarme un corte de cabello gratis. La mujer que sin siquiera conocerme, decidió introducirse en mi vida para enseñarme que debo ser fuerte, que no puedo dejar de luchar por lo que deseo… No eres mi amiga Cata… Eres mi madre.- Y aunque no lo quería, termino viéndole llorar, aunque es diferente. Su sonrisa hermosea aún más su rostro. Por fin veo desaparecer aquel brillo de tristeza en sus pupilas.

La pena ha abandonado el salón de belleza y todo vuelve a la normalidad. Decidimos olvidar lo ocurrido, aunque para ser sincero no fue nada importante. ¿Por qué Cata le dio tanta importancia? Supongo que luego de tantos desplantes, su alma está acostumbrada a tener que resignarse al abandono. -¿Cómo va todo con el profesor? ¿Ya lo hicieron en público?- Me pregunta de la nada, con aquella expresión pervertida que siempre reina en sus facciones. Le debo responder que no, que hemos hecho muchas travesuras en su oficina, e incluso en su casa, pero nunca en un espacio de libre tránsito. -¿Qué? No puedo creer que aún no hayas vivido esa experiencia… Después de haber jugueteado con él en plena sala de clases, creí que lo harías con todas las de la ley…- Y así llego a la conclusión que Diego deberá aceptar una salida uno de estos días. Nuestra “Cita” será de lo más divertida.

La brisa golpea suavemente mi piel, los árboles a un lado de la vereda se mecen tranquilamente, mientras los rayos del sol iluminan la ciudad con esmero. Las vitrinas de las tiendas muestran lo último de la moda, los trajes que todos quieren vestir. Veo de vez en cuando algún trapo, pero no me interesa, simplemente con que me cubra el cuerpo es suficiente. Es sábado y a mi lado camina Diego, quien con unos anteojos oscuros cree que nadie le reconocerá. –Si alguien nos ve juntos pueden comenzar a sospechar. Un alumno no debiera salir a pasear con un profesor…- Me ha dicho más de cinco veces durante el transcurso de la tarde. No se quejó de la idea hasta que nos encontramos hoy, y es que ayer cuando le propuse salir, su cara se convirtió en un verdadero festejo. Sonrió ampliamente y aceptó de inmediato, como si le hiciera una gran ilusión. Si supiera la razón de todo.

Entramos a una gran tienda por departamentos. Los artículos están presentados ordenadamente, los vendedores lucen impecables con sus trajes, sus modales recatados y su acento calmado. Parece un palacio, uno en el cual un pobre puede transformarse en rey entregándole su alma al diablo. Vamos a la sección hombre, Recabarren quiere ver unos pantalones y yo le acompaño. Observamos las prendas en ventas y de pronto, me encuentro con un trasero que me hace desfallecer. Uno de los vendedores llena de forma magistral su uniforme, porque al darse vuelta puedo ver un redondo y perfecto bulto. Solo  la sensación de humedad en mi pera, logra avisarme que mi saliva se escapa de mi boca. Es tanta la impresión ante aquel ángel caído, que no logro controlarme y mi vista se adhiere a aquel espécimen. Camina como si fuese el rey del mundo, con aquel paso tan varonil que me encanta, separando las piernas como si al caminar de otra forma pudiera apretarse los huevos. En otros sujetos suele incomodarme, pero en él… ¡Por Buda! Es que no creo que pueda unir sus muslos, lo que hay entremedio no se lo permite. ¿Cómo puede haber hombres tan hermosos?

-¿Puedo ayudarle en algo?- Me pregunta aquel ángel. Mide más de veinte centímetros más que yo, es altísimo y su cuerpo, es el doble que el mío. Creo que todo su ser es duro, los músculos apenas logran esconderse debajo de la ropa, al más mínimo movimiento afloran gallardos. Sus hombros son amplios, sus pectorales marcados y yo me muero al escuchar su voz grave. –Bájate los pantalones y seré yo quien te ayude…- Le digo como si fuese un gatito en celo, ronroneándole al intentar seducirle. Su rostro se deforma de inmediato ante mis encantos.

Discúlpelo, cuando pequeño se cayó de la cuna y ya ve cómo quedó…- Escucho de pronto una voz a mi espalda. Resulta ser Diego, quien se ha percatado de la situación y se ha entrometido para impedir que siguiera en mi cacería. Estoy seguro que  estaba a punto de convencer a aquel bombón. -¿Qué estabas haciendo? ¿Ese tipo de hombres te gusta? ¿Siempre te ofreces a cualquier imbécil?- Me pregunta mi profesor con aquel tono duro que utilizaba al darse cuenta que no había hecho la tarea. Sus facciones han endurecido, su cuerpo se irgue ante mí y su voz demuestra la ofuscación. – Bueno, ¿eso te convierte en un imbécil? Porque para mi desgracia solo me has tocado tú…- Le digo sin darle mucha importancia a su malestar. ¿Quién se cree? ¿Viene a darme lecciones de moral? Eso me molesta muchísimo. Creo que el saber que todavía no he conocido otros placeres, termina por calmarle. La forma en que se jacta por ser el único hombre en mi vida no le durará para siempre, yo conoceré otras sabanas, eso es seguro.

Debo reconocer que verle enfurecido despertó algo en mí, por lo que aprovecho la llama creada y me acerco a Diego con decisión. Le miro detenidamente a los ojos mientras acaricio su sublime bulto, el que poco a poco comienza a despertar. No es tan grande como el del vendedor, pero algo es algo, tendré que conformarme. ¡No ha utilizado mi regalo! Eso es seguro. -¿Qué haces? ¿Quiénes que nos descubran?... Pero a quién le pregunto, claro que quieres que eso pase… Estás loco ¿sabías?- Me dice mientras permite que siga despertando sus pasiones, regañándome mientras afirma mis actos, no me detiene porque sé que quiere que continúe con esto. -¡Solo cállate!- Le digo mientras le empujo al suelo. Nos escondemos en medio de los pantalones ubicados en los percheros. Es una estructura metálica, de forma circular en el cual se forman hileras de prendas para que los posibles compradores logren testearlas. En medio de la distribución, queda un pequeño espacio disponible, escondido del ojo acusador de los caballeros conservadores que frecuentan esta tienda. Es ese es el espacio que ocupo como escondite, allí beso descontroladamente a mi profesor mientras masajeo su cada vez más prominente falo.

Uno a uno desabotono los ojales de su camisa celeste, al tenerle completamente liberada acerco mis labios a sus pezones, los que comienzo a succionar lentamente. Estaba a punto de seguir con la rutina, cuando ocurre algo inesperado. Diego me detiene, toma mis manos y acerca sus labios a mis oídos para susurrarme. –Debo estar loco ya, pero… deja que yo te guie. Sé sumiso aunque sea esta vez…- ¿Y esto? No me lo esperaba, pero tampoco me desagrada, así que le sigo el juego. Debo reconocer que me encanta la idea de ser el pequeño abusado, porque hasta ahora he cumplido el rol del anciano cachondo.

Comienza a besar mi cuello, entregándome su respiración en mi oído, estremeciéndome deliciosamente ante aquel estímulo. Sus manos recorren mi cuerpo hasta detenerse en mis glúteos, los que masajea laboriosamente. -¿Te gusta el pene verdad? Ahora tendrás uno bueno en tu trasero… perra…- Lo escucho y no puedo creer que es él. ¿Qué mierda me dijo? ¿Perra? Cuando se percata de mi molestia, comienzo a ver cómo todo su rostro se vuelve rojo, me esquiva la mirada y siento su alma disminuida en mil. –Pensé que te gustada todo eso… que te trataran mal…- Me responde con la voz sumamente baja, como si ahora cada uno de sus actos le diera pena. –Menos palabras y más acción Diego, ahora sácate el pantalón y comencemos de una buena vez…- Le digo volviendo a tomas la iniciativa y es que con principiantes como este, no se puede de otra forma.

Recuesto a mi profesor en el suelo, tratando que sus extremidades no sobresalgan de la estructura metálica. Está completamente desnudo y su falo se muestra erguido ante mí, invitándome a gozar de sus encantos. Saco de entre mis ropas un preservativo, rompo el envoltorio con mis dientes, le estiro hasta lograr el largo correcto y comienzo a colocárselo al pene que veo frente a mí. Dejo un poco de aire en la punta para que así no se reviente. Lo hago en poco tiempo, y es que ya soy todo un experto. Luego del regaño de Cata, todas mis incursiones sexuales han sido con protección.

 Me posiciono sobre él, mirándole a los ojos en todo momento, deleitándome con el placer que comienza a inundar sus facciones tras cada centímetro más que introduzco su miembro en mi ser. Hay un pequeño dolor al finalizar, creo que nunca había incursionado tan profundamente, pero no me rindo y comienzo a mecerme. Siento el deslizamiento de aquella carne caliente mientras le acojo. Subo y bajo, primero en movimientos lentos debido al poco acostumbramiento, sin embargo, no pasa mucho hasta que mis acciones se incrementan en velocidad. Debo acallar mis gemidos, mordiéndome el labio inferior, pero no soy capaz de impedir que algunos se escapen, espero que nadie nos haya escuchado. O en realidad, creo que si me gustaría, es eso lo que le da emoción a estar en medio de esta tienda teniendo sexo.

-Este pantalón me gusta, pero ¿no habrá en otro color?- Escucho la voz de un anciano y pronto el sonido de los metales corriéndose, alguien está viendo las prendas y si saca una de ellas, puede que nos encuentre. Veo la expresión trémula de Diego, hasta logro ver como su corazón se le escapa del pecho. Estamos a punto de ser descubiertos, pero la adrenalina que viaja por mis venas es más fuerte, y decido retomar la rutina, me meso sobre su falo ardiente ante su mirada aún más temerosa. ¡Estás loco! Es lo que me trata de decir, pero mis facciones le responden un ¡Eso ya lo sabías!

–Creo que me gusta aquel que está en el suelo… Es bastante bonito- Dice nuevamente el cliente. No puedo ver claramente lo que hace, aunque siento cómo recoge una prenda que estaba ubicada muy cerca de mis muslos. –Qué extraño, nosotros no vendemos este pantalón... De todos modos, vayamos a caja para ver qué podemos hacer.- De pronto escucho una segunda voz, una que he oído hace poco. Es el vendedor dotado que acosé hace un rato. Al parecer no nos han visto y siento sus zapatos marcharse lejos. Estar a punto de caer en manos de estos dos hombres, crea en mí un vigor inimaginable. Salto sobre las piernas de Diego con esmero y debo tapar la boca del hombre con mis manos, ya que le era imposible controlar sus gemidos ¿o trataba de decirme algo? De todos modos estaba haciendo mucha bulla.

Percibo como escurre un líquido desde mi sexo, he llegado al orgasmo y mi ser se contrae fervorosamente. El sudor recorre cada centímetro de mi piel, mi pecho se expande y sin querer gimo con fuerza. No pasa mucho tiempo para darme cuenta que Diego también llega a la gloria y así ambos terminamos tendidos en el suelo, incómodos debido al poco espacio, pero complacidos por lo que acabamos de hacer. -¿Por qué me tapaste la boca? Te estaba diciendo que aquel hombre se llevó mi pantalón…- Me dice preocupado luego de recuperar el habla. Quedó impresionado, no se me hubiera ocurrido. ¿Ahora qué hacemos? Sería muy raro que mi profesor saliera tan solo en ropa interior. Luego recuerdo que estamos rodeados de prendas. –Ven, colócate este y vámonos pronto… Antes que regrese el vendedor para averiguar por qué estaba aquel pantalón en el suelo…- Le digo un tanto apresurado. Le paso el primer trapo  que encuentro, la intención es salir sin llamar la atención. Nos vestimos como nunca antes, tan apresurados que no sabemos si lo hemos hecho bien.

Primero sale Recabarren y luego yo, desde nuestro escondite. Tratamos de caminar normalmente, viendo una que otra prenda, pero en dirección claramente hacia la salida. Al parecer nadie sospecha de nuestro sudor, de nuestros cabellos revueltos. Llegamos a la puerta e intentamos salir como si nada hubiese sucedido. Todo iba bien, pero de la nada suenan las alarmas de seguridad. –El pantalón tiene un dispositivo  antirrobo…- Me dice asustado. Veo el terror en sus ojos y como su cuerpo se ha paralizado de pronto. Estoy seguro que está pensando en los años que pasará detrás de las rejas. -¿Qué hacemos?-Me pregunta como un pequeño niño que se ha perdido del regazo de su madre. ¿Qué más podemos hacer? -¡¡¡Corre!!!- Le grito a la vez que le tomo de la mano. Será muy adulto, pero para algunas situaciones es un verdadero crío.

 Veo a los guardias detrás de nosotros. Salimos de la tienda y corremos entre la muchedumbre, derribamos a un par de personas, mientras siento como los guardias nos gritan detrás. -¡¡Ladrones!! ¡¡Deténgalos!!- Sin embargo, nadie se atreve a tomarnos. Pasan diez minutos de huida, y los hombres de seguridad de la tienda no se han dado por vencidos. Debo encontrar una forma de perderles y de pronto me encuentro con una tienda conocida. Llevo a Diego hasta ella y al ingresar le pido ayuda al dependiente. –Ayúdenos por favor… Nos han encontrado teniendo sexo en plena tienda de departamentos…- El hombre en un principio se queda impresionado, pero luego nos hace pasar rápidamente por una puerta detrás de él. -No he visto a nadie así por aquí… Ya ve, la tienda está vacía.- Escuchamos cómo nos defiende aquel vendedor. Los guardias se marchan del lugar y solo en ese momento, me relajo por fin. Me doy cuenta que estábamos tan asustados, que nos encontramos abrazados. Miro el rostro de preocupación aún en Diego y no puedo dejar de reír. No sé si es la adrenalina o los nervios aún, pero el ataque dura por largos minutos. Recabarren termina contagiándose y sin más parecemos dos ebrios mofándonos del destino.

-¿Ahora qué haremos? ¿Cómo pudiste decirle al caballero que habíamos tenido sexo en una tienda? Me da vergüenza salir…- Escucho nuevamente las quejas de mi profesor. La alegría se ha esfumado y comienzo a darme cuenta que aquel sujeto nunca cambiará, siempre tiene miedo por todo. -¿No viste el rubro de la tienda? Es un sex shop… Aquel hombre está encantando con nuestra historia. De hecho, fue el mismo que me vendió el paquete para agrandar penes…- Y sin más salgo de nuestro escondite. Como era de esperar, don Exequiel, está fascinado con nuestra vivencia, sus ojos se llenan de un brillo encantador, el mismo que puedo percibir en mis pupilas al ver un video erótico. –Tal vez podrían grabarse un día, yo vendería aquel video en esta tienda… Un alumno y un profesor, algo amateur… Se vendería como pan caliente…- Nos ofrece tan amablemente. –Claro que podríamos… sería algo genial… Nos vemos pronto… ya… me llevan…- Trato de cerrar el acuerdo, pero tan solo al percatarse a lo que lo obligaría, Recabarren decide jalarme hasta la salida y llevarme lejos de aquel hombre tan visionario, tan gentil que nos haría actores pornográficos como mi hermana.

Una nueva semana da inicio y yo tengo todas las energías como para vivirla a profundidad. Camino por los pasillos de la escuela ideando nuevas formas de intimar con Diego. Cada vez me cuesta más encontrar una forma original. He visto muchos videos eróticos, y creo que ya he realizado las temáticas más usuales que los sustentan. ¿Qué debería hacer ahora? Me cuestiono incansablemente hasta que tropiezo con uno de mis compañeros. Me enfado porque han osado a interrumpir mis pensamientos tan llenos de contenido e importancia. Levanto la mirada para ver quién se ha atrevido a tocarme, pero al percatarme de quién se trata quedo congelado. –Hola Prats, ¿cómo estás?- Es la forma cómo me saluda Matías, aquel chico a quien encuentro tan guapo. Nunca le había visto tan de cerca, le he contemplado masturbándose, pero aquella vez estaba a una distancia mayor que ahora. Su piel luce más clara de la que recordaba, su cabello corto refleja un dejo castaño, un brillo que le diferencia del negro. ¡Oh por Buda! ¿Tiene los ojos celestes? Para ser sincero, las veces que le espié no me fijaba precisamente en su rostro. Me sorprende la hermosura de sus facciones, lo respingada que es su nariz, lo dura que es su mandíbula, pero la tersura de su piel, la fineza de su mentón. Es una mezcla entre un ángel y un gladiador, dulce pero feroz.

-Bueno, esto es un tanto vergonzoso, pero… necesito pedirte un favor.- Me dice con una voz compasiva, cercana, como si yo fuera su amigo. Me ha llevado detrás del gimnasio, a un rincón apartado donde nadie pueda escucharnos. ¿Querrá pedirme sexo salvaje? Espero que sea eso, ya me relamo los labios ante tal imagen. –Resulta que debo cuidar una imagen. Soy un hombre, un macho que es un modelo a seguir. Mis amigos me admiran porque no hay chica que no caiga rendida en mi cama, pero eso ya no es suficiente… Estas muchachitas ingenuas de colegio ya no son un desafío, por lo que quiero llegar más lejos, hacer algo que nunca otro sujeto de quince haya hecho.- Me dice con aquella pose de dominación, como si esta escuela fuera su territorio y estuviera jactándose de su hombría, de aquel falo que pude contemplar en todo su esplendor. –Quiero follar con una actriz porno y como supe que tu hermana lo es… quiero que me ayudes para tener un encuentro con ella. ¿Puedes hacerlo por mí?- Me pregunta mientras acaricia mi cabello. Lo hace como todo un galán italiano, mostrando la seducción en sus ojos y la virilidad de sus labios. Su tono es sensual y sus manos se mueven gráciles por mi pelo. ¿Este sujeto cree que soy tan tonto? ¡Maricón pero imbécil jamás! Desprendo su mano de mi cabeza, me acerco intimidantemente y mirándole fijamente a los ojos le pregunto. -¿Y qué me das a cambio?- Veo como su mirada se estremece. Bienvenido a mi mundo, no sabes siquiera a dónde has venido a parar. ¡Prepárate Matías! ¡Tú serás el próximo!

Notas finales:

Gracias por leer... nos encontramos en el próximo capítulo!!!

 

Ques estén muy bien!!


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