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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Aquí les traigo un nuevo capítulo!! espero que les guste :3

Gracias a quienes me han dado ánimos por aprender a condudir *-* ayermi profe me dijo que había mejorado un poco xD espero que hoy me vaya mejor... de hecho, ahora mismo me voy a mi clase D:

 

A leer !!!

CAPITULO VIII: Entre dos.

¿Puede alguien cansarse del sexo? Me pregunto mientras me levanto esta mañana. Solía estar pendiente de los genitales de mis compañeros, de sus hermosos traseros al caminar, solo deseaba intimar con cada uno de ellos, por lo menos mil veces, pero ahora… ya no quiero más. Creo que he visto la luz de la divinidad celestial, ahora solo deseo encerrarme en el claustro y vivir una existencia alejada de los pecados de la carne, de las pasiones viriles y rezar día tras día para la redención de mi alma. ¡Sí señores! ¡Yo era un pecador y ahora he abierto los ojos! ¡Antes solía soñar con penes eyaculadores, ahora solo puedo imaginar penas redentoras!

Creerán que me han lavado el cerebro, que estoy loco o algo por el estilo, sin embargo nada de eso es verdad. Pienso que estarían igual que yo si vivieran esta tortura. Antes le veía lejano, un macho dominando, aquel que manda a sus súbditos, el falo más grande en una convención de condones, el asesino de hímenes, quien nunca se ha masturbado porque simplemente desde pequeño se le ofrecían las doncellas… y ahora Matías es… es… una marica más dentro de mi círculo de cercanos. ¿Cómo pude pervertirlo tanto en tan poco tiempo? Tan solo hace una semana le “obligué” a tener relaciones sexuales y ahora, es él quien me viola a diario.

-¿Qué tiene de malo? Nunca había probado con un chico, y me terminó gustando… Penetrarte me excita más, es hacer aquello por lo cual mis padres me regañarían, algo sucio y pecaminoso, pero tan placentero que lo haría por siempre. Las mujeres ahora me parecen sonsas, siempre tan delicadas, en cambio contigo… ¡Uf! Puedo tratarte como a una perra y te gusta, te coloco sobre mí, abajo, de lado, como un avión, en cuatro patas… puedo decirte groserías…  por sobre todo,  nunca me habían chupado el pene de esa forma… Y tu culito… me encanta follarte, es tan estrecho y tan…- Es lo que el EX machote del colegio me respondió hace algunos días. Quería saber sobre aquel cambio tan repentino, y es que luego de nuestro encuentro en la escuela, le obligué a ir a mi casa. Fueron solo dos veces en las cuales tuve el poder en mis manos, ya  a la tercera fue él quien me encontró en los baños, me colocó su ropa interior en mi boca para que no gritara y me penetró. La cuarta fue debajo de la mesa de su casa, y claro, no podía ser mientras nadie estuviera comiendo: fue en medio de la celebración del cumpleaños de su madre. Ocho pares de piernas tuve que contemplar mientras el quinceañero-vicioso-sexual me penetraba en el suelo. En un momento creo que toqué la pierna de una anciana ¡Me van a descubrir! Pensé, pero resulta que la abuela de Matías tiene una pierna de palo y obviamente no iba a sentir nada con ella. La quinta creo que fue en los baños de mujeres en el centro comercial. Y no me pregunten más, porque aquellas tres fueron durante la misma tarde y las más de cincuenta siguientes fueron en el transcurso de una semana, ya ni siquiera puedo recordarlas todas. ¡Por Buda si ahora hasta  cuesta sentarme!

¿Y saben lo peor de todo? Es  que luego de escuchar aquella respuesta, después de saber que me trata como a una esposa de espécimen canino, terminé cayendo en sus encantos igual. ¡¿Por qué soy tan caliente?! Y es que me gusta que me traten mal, debe ser eso. Lo más probable es que hoy baje las escaleras de mi edificio, salga por el portal y me encuentre con Matías, quien me llevará a una calle poco transitada y ¡Saz! Nuevamente veré su cosita. Me siento ultrajado, atacado con mi propio veneno. Es como si a Britney Spears la atacaran con drogas, si mataran nuevamente a Krilin en Dragon Ball, o si operaran una vez más a Park Bom.

“Yo era pervertido… ya no…

Que penita, que penita…

Ahora uno más caliente ha salido en mi lugar…

Que penita, que penita…

Grande es su cosita, grandecita, grandecita…

Quisiera decirle que no…

Que penita, que penita…

Pero tan caliente soy… que no puedo más y me doy…

Que penita, que penita…”

 

Canto mientras bajo las escaleras de mi edificio. No sé de dónde he sacado aquella canción, suena a villancico, tan solo improviso y es que ya sé lo que me depara hoy. Diré dos veces no, el me tomará de las manos, me guiñará con aquellos ojos celestes y yo, enmudeceré de pronto, él entenderá que me tiene a su disposición y el resto, ya lo saben. ¿Así se habrá sentido Diego? ¿Qué será de él? Creo que me ha hecho clases durante la semana pasada, pero como nunca tomo atención a los profesores, ni cuenta me he dado de su presencia. Debe estar feliz que le he dejado de molestar, ahora sí podrá seguir con su vida monótona, con sus pasos religiosamente cuidados, con su existencia bien planificada y alejada de los orgasmos. Mientras yo, debo pagar por mi mal karma, por mis acciones pecaminosas. Aunque debo reconocer que solo me quejo de aburrido, porque ansío estar con Matías y sus músculos. Termino bajando el último piso con alegría, sería peor no tener a nadie con quien intimar.

-Buen día Germán- Saludo al portero mientras éste barre el portal. Me hace un ademán con la cabeza y sigue con su trabajo. Saco las llaves para abrir la puerta y en aquel momento, comienzo a sentir cercana la presencia del hombre. Un tanto avergonzado intenta platicar, aunque no es hasta que volteo que decide hablar. –Bueno, yo… sé que eres amigo de la señorita Catalina y… pues… quería saber si ella… tiene libre alguna de estas tardes para… bueno… salir a tomar un helado por ahí… Claro, si es que ella lo desea…-¡Quieren tener una cita con ella! Dibujo de inmediato una gran sonrisa en mi rostro. Ahora que lo pienso harían una bella pareja. Ambos son mayores, la juventud les ha abandonado, pero se conservan en buena manera. Le explico a Germán que hablaré con mi amiga, aunque lo más probable es que acepte su invitación, así es que cuando regrese de clases le daré la respuesta. El hombre sigue trabajando muy dichoso, tal pareciera que ha estado por largo tiempo interesado con la estilista. Cierro la puerta del portal y una pregunta llega de pronto a mi mente, ¿sabrá de la existencia de Luchito?

Camino una cuadra cuando una mano me jala hacia detrás de una cabina telefónica. Me duele cuando me estrella contra la pared de ladrillo. Ahí estoy, contemplando nuevamente los ojos brillo del cielo despejado que vi tan solo ayer por la noche. Me tiene atrapado entre sus brazos fornidos, bien trabajados y que expiden testosterona. Su media sonrisa me parece varonil, excitante por decirlo menos, y es que el brillo de sus ojos menciona todas las intenciones que tiene conmigo. Se acerca poco a poco para restregarme en mi abdomen su indolente erección. –Sé que te gusta… Agáchate y bésalo…- Me dice su voz gruesa, mientras con la fuerza de sus brazos me obliga a hincarme, quedando frente a aquel falo, que deseoso anhela por atención. Bajo el cierre de su pantalón, me deshago de su calzoncillo y saco al exterior su carne candente. Lo tomo con ambas manos, le observo hacerse cada vez más grande, palpita de excitación en mi palma y arde en deseos de cautivar mi boca. Matías solo desea que comience la felación, mas no puedo dejar de preguntarme ¿Desde cuándo soy tan sumiso? Muchas preguntas llegan hoy a mi cabeza y es que no sé cómo he llegado a parar aquí.

¿Este pedazo de mono no sabe que la garganta es sensible? Me obliga a engullir su miembro como si no se diera cuenta que molesta, o como si no supiera que es grande. De todos modos le dejo, total, tiene algo de atractivo esto de ser dócil. Por fin lo saca de mi boca, y en ese momento decido pasar mi lengua por toda su extensión de carne, desde los testículos hasta su glande, la que hago estremecer con los jugueteos que solo mi lengua sabe efectuar. Pensé que se daría por vencido, pero no, nuevamente lo introduce como si se tratara de un dulce. Salivo de una manera exagerada, y el líquido comienza a escabullirse por mi mentón, pronto estoy todo babeado. No sé por qué recuerdo mi infancia, cuando aprendí a comer y no masticaba bien los alimentos. ¿Debería usar mis dientes ahora? Claro que no puedo, más que mal el alimento que engullo me gusta, sufro con él, pero es una extraña relación de amor-odio.

Los gemidos rebasan los labios de Matías, ha llegado a la cúspide del placer, la pasión se desborda por cada uno de sus poros, su frente aparece sudada, sus manos sobre mis cabellos, sus ojos se cierran, percibo cómo todas sus existencias se concentran en su falo, el que pronto se desencadenara en un baile cuyo final es la esencia nívea que expele. –No te salvarás de esta…-Me dice a la vez que se relame sensual, aunque virilmente los labios. Se desprende de mi boca, me observa de pies a cabeza en el suelo, intentando decirme que ahora procederá a penetrarme. Con toda la pasión en sus ojos, me levanta bruscamente como si fuera su esclavo, voltea mi cuerpo e intenta despojarme de mis prendas.

-¡¡¿Qué hacen ustedes?!!- Escucho de pronto un grito poderoso, proveniente de una garganta autoritaria. Como por arte de magia, ambos apuntamos la mirada hacia aquel hombre, quien resulta ser un policía. Matías abre sus ojos como si se tratase de un asesino, le veo perplejo, sin saber qué hacer ni decir. Poca importancia le doy a su rostro, y es que es su pene el que concentra luego mi atención. Lo que antes era una magnánima figura del más duro mármol, comienza poco a poco a transformarse en un plátano al sol, lacio, arrugado y sin vida. Decae poco a poco, como si estuviera grabado en cámara lenta y me pregunto qué hago viéndole caer, es estúpido, pero no puedo hacer nada más en aquel momento. –Esto atenta a la moral y las buenas costumbres, llamaré a sus padres para que se hagan cargo de un par de indecentes como ustedes…- Dice el hombre y recién en aquel momento le observo detenidamente, me despego del miembro alicaído de mi amante y veo aquella cabellera escasa, una panza monumental, casi redonda, como si estuviera embarazado de cien perritos. El chico popular del colegio aún con su pantalón abajo, me da unos golpecitos con su codo, a modo de preguntarme qué hacer. -¡¡Corre!! Es todo lo que alcanzo a responder.

Hago un gran esfuerzo y comienzo a correr para que el sujeto uniformado no me atrape, avanzo un largo tramo y pienso que Matías debe estar en las mismas condiciones, sin embargo grande es mi sorpresa cuando al voltear le veo con las nalgas en algo, tirado en el suelo ya que hace muy poco se ha caído. ¿Cómo? ¿Cómo puede ser tan guapo pero a la vez tan imbécil? ¿Acaso no se le ocurrió subirse los pantalones antes de comenzar a correr? Debemos agradecer que el policía corre lento debido a su sobrepeso, porque alcanzo a regresar para socorrerle. Le tomo de la chaqueta perteneciente al uniforme de la escuela y comienzo a arrastrarle, que vea él como se levanta, yo sólo me dedico a alejarle lo más posible del gordito.

Jadeo como nunca antes, esto de correr con un sujeto semidesnudo por las callejuelas de la ciudad, aquellas que nadie transita y por ello utilizamos para huir, me cansó más de la cuenta. Ahora nos encontramos detrás de un kiosco. –Me heriste el trasero… Lo tengo rojo…- Escucho una queda detrás de mí, volteo y me encuentro con mi “macho alfa” molesto como una pequeña niña porque al arrastrarlo por el pavimento le dañé la piel de sus nalgas. Le observo con toda la furia que logro reunir. - ¿Qué? ¿Acaso prefieres que te lleven a la comisaría y llamen a tus papás? Deberías agradecerme de rodillas… que te arrastré de espalda, podrías haber perdido tu “orgullo” si te hubiese llevado de otra manera…- Creo que mi faceta de gánster le atemorizó, porque no chistó más en un buen rato. Esperamos allí escondidos por lo menos media hora, para que así el policía se cansara de buscarnos, o le diera un infarto por correr tanto.

Me costó convencer al portero del colegio para que me dejara ingresar. Le supliqué de mil maneras, hasta que al final se compadeció por mi desgracia. Según mi relato, mi abuela ciega se cayó por las escaleras cuando intentaba ayudar a tener su hijo a mi mamá embarazada, pero como no puede ver, tomó al bebé y ambos se cayeron por los peldaños. Afortunadamente el bebé es superdotado y aprendió a caminar de inmediato. Mi abuela recuperó la vista cuando mi hermano perdido apareció con la fórmula ultra secreta que le robó a un millonario excéntrico que sabe la cura de la ceguera. Al final imagino que me dejó entrar más por mi creatividad, que por la veracidad del relato. Tuve que hacer todo el trámite solo, debido que a Matías le da miedo que todos sus amigos descubran sobre nuestro idilio, tiene que conservar la imagen de hombre heterosexual, aun cuando ya no le gusten las niñas y prefiera mi afamado trasero.

Camino por los pasillos un tanto apresurado, si mal no recuerdo, ahora tengo clases de matemáticas, espero que Diego no me haga problemas por llegar una hora atrasado. -¡Fuera! Sabes perfectamente mi reglas y no permito que ningún alumno ingrese después de la hora establecida…- ¿Qué reglas? Se supone que entre nosotros ya no hay, hemos hecho tantas cosas que no debiera tratarme así. ¿En una semana se le olvidó lo que pasó en dos meses? Debería enfadarme, sin embargo decido retirarme y esperar a la próxima clase para ingresar. ¿Quién se cree este hombre? Si quisiera podría revelar todos nuestros secretos y él perdería su trabajo. ¡Tengo rabia!

-¿Tampoco te dejaron entrar?- Escucho una voz muy cerca de mi oreja. Estaba esperando al siguiente bloque sentado bajo un bello sauce, en aquel espacio del patio escolar que más parece un bello bosque. Al voltear me encuentro con el brillo celeste de Matías. Ahora más relajados, nos reímos de lo que acabamos de pasar. -¿No ves que es excitante todo entre nosotros? Tan solo al verte me dan ganas de penetrarte… ¿Lo hacemos aquí?- Y comienza nuevamente a pervertirme. Yo solo quería estar sentado aquí, tranquilamente, pero él llega con su pene gigante y me incita a actuar. ¿Qué más puedo hacer? Solo me dejo guiar por sus manos. ¿Qué la hace el agua al pescado?

Nos escondemos detrás del sauce, en aquel lugar donde sus frondosas ramas logran crear una cortina, una que nos cobija en el ardiente arte del sexo. El chico de ojos celestes me saca la ropa delicadamente, botón por botón desprende la camisa de mi cuerpo, para luego quitarme los pantalones lentamente. Usualmente lo hace de forma salvaje, tan rápido y sin tacto, que no logro entender cómo en un segundo está mi calzoncillo puesto y luego regado por el suelo. Ahora no, es diferente y lo que me llama más la atención es como comienza sutilmente a besar mi abdomen, lo hace como si yo fuera un tesoro, algo que cuidar. Se acerca lentamente hasta llegar a mi mentón, allí me da el último beso antes de pronunciar las siguientes palabras. –Hoy me di cuenta que me gusta tu risa…- Me dice mirándome fijamente a los ojos. Ya no con aquella pose de chico viril, empecinado en conocer mis placeres, sino que todo lo contrario, con serenidad y madurez, serio como si se trata de una confesión. Siento como mis mejillas se sonrojan, un nudo nace en mi estómago y de pronto me encuentro nervioso. –Que cursilería más grande… Menos palabras y más acción…- Le digo entre risas, intentando ocultar que ha conseguido su propósito. ¿Qué busca? ¿Acaso quiere burlarse de mí? Pues no soy para nada ingenuo.

No toma atención a mi risa fingida, y sin avisarme si quiera, me toma entre sus poderosos brazos. Siento cómo late su corazón y como si fuera un bebé, me deposita en el suelo alfombrado de hojas marrones. El crujir de la vegetación seca se intensifica al desnudarse y pronto posicionarse sobre mi cuerpo, acompañando mi calor y refugiándome del frío que comienza a abundar en la ciudad, el indicio que estamos iniciando el invierno. Besa mi cuello como yo le hacía a él, trata de entregarme placer sin importarle su bienestar. –No… lo siento… no puedo ser tierno…- Me dice mientras se acuesta a mi lado. Luego me confiesa que trataba de hacer una rutina nueva, pero tal parece que ser el chico sensible no le va, él es muy bruto para entenderlo. Así debo revivir toda la locura que he presenciado por una semana. Sus movimientos bruscos, su respiración agitada que muere en mi nuca, los tirones de cabello, tratándome como si fuera un animal, cuando me muerde la oreja creyendo que eso me excita y por último, lo único que no puedo tolerar de su rutina, es la pregunta final. -¿Cómo lo hice?- Siempre es lo mismo, quiere que le califique la forma en que me ha penetrado. ¿Por qué siempre tiene que competir tanto? Esto no debería ser un desafío.

Nos vestimos para poder asistir a la siguiente clase. Ambos sonreímos y es que no podemos negar que disfrutamos el intimar, es algo que ya se nos está transformando en un vicio. Salimos de aquel escondite creado mágicamente por el sauce, me río de una historia que acaba de decirme Matías cuando de pronto topo de golpe con otro ser humano. Es alto y por su postura, no está para nada contento. -¿Qué estaban haciendo allí?- Y como si fuera otro mal chiste, somos nuevamente descubiertos in fraganti. Levanto la mirada lentamente para identificar a nuestro verdugo, pero puedo reconocer la voz, tan solo compruebo que se trata de Diego. Me observa como nunca lo había hecho antes, con una intensidad desconocida, una ira tan potente que siento como mi piel se desvanece con su contacto. Tal parece que ha estado espiándonos, ha descubierto que le he dejado de molestar debido a la presencia de Matías. ¿Eso le incomoda? ¿O es por tener el descaro de faltar a su clase para tener relaciones con otro alumno?

–Tú vendrás a mi oficina, no puedo permitir que perviertas a tus compañeros…- Me dice duramente, a la vez que me toma por la muñeca. Intenta llevarme a la fuerza, como si se trata de un padre que desea regañar a su hijo en privado. Me zamarrea con descaro, pero sus pasos no lo llevan muy lejos, ya que sin presagiarlo de pronto otro decide detenerle. La mano que llevaba desocupada del agarre del profesor, es usada por Matías para forzar a Diego a no seguir con sus actos. –Él no me ha obligado a nada, he sido yo quien lo convencí… A mí debería reprender.- Encara a nuestro verdugo con decisión. Pensé que no deseaba reconocer lo que hemos hecho, que le daba vergüenza, sin embargo de pronto comienza a defenderme. Ambos tratan de ganar esta contienda, ambos me tienen presos de sus agarres, ambos se observan detenidamente, ninguno de los dos quiere soltarme y desean pelear con el otro con tal de ganar. ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué mi corazón se acelera tanto en este momento? ¿Por qué estoy escribiendo tan cursi? 

Notas finales:

No ven? si igual habrá romance.... y saben qué mas? también habrá drama y no saben cuánto llorarán e________________e 

 

Nos leemos!!!!


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