Durante los últimos días del mes, so suele haber misiones interesantes, ni siquiera merece la pena tomar un trabajo sabiendo lo poco que ibas a ganar. En estos días, Erza aprovecha para comprar nuevas armas así como nuevos trajes y armaduras.
Estaba comenzando a chispear y las aceras estaban desoladas, no había ni un alma en las calles y la carrera de vuelta a casa se hacía muy pesada y el barro no hacía mas que pegarse a las botas. La visibilidad era cada vez menor y la niebla empezaba a reinar las calles de Magnolia, sin embargo, aunque la visibilidad era reducida aún podían distinguirse los carteles luminosos de las tiendas y entre ellos, había uno que no destacaba sobre los demás sin embargo, tenía un "algo" que causó cierta curiosidad en Erza, la cual no duda en adentrarse en esa misteriosa tienda. Cuando logra acercarse lo suficiente a la vidriera, Erza hace ademán de ver lo que hay dentro preguntándose que venderán en esa tienda, sin embargo, la humedad del ambiente dificultaba ver a través de la vidriera empeñada. Decidida a entrar, arrastra la puerta haciendo el suficiente ruido como para que la joven que atendía el mostrador se percatara de su presencia.
No era una tienda normal, de eso estaba segura, sin embargo, la duda arraigada en la mente de Erza provocó que esta comenzase a observar las repisas de la tienda así como todas sus estanterías, todos ellos objetos raros, de los cuales Erza no había visto durante su vida, se detuvo ante el primer objeto que la llamó la atención, rápidamente, leyó la etiqueta y la cara de Erza se tornó roja, el asombro provocó en esta que se cayese hacia atrás rompiendo una de las estanterías dejando una docena de artilugios encima de su cuerpo. Cogió uno de ellos para apartarlo de su cuerpo, era de tacto suave, parecía duro pero a la vez era blando, al tacto no podía distinguir bien lo que era pero ya se hacía una idea de lo que podía tener entre sus manos y no dudó en comprarlo junto a un montón de artilugios a cada cual mas raro y diverso, desde una cadena de bolas hasta una serie de látigos. El deseo de utilizarlos se hacía cada vez mas fuerte en la mente de Erza, sin embargo tras finalizar el pago con la cajera cayo en el principal problema, con quién utilizarlos. ¿Quién iba a unirse a este tipo de juegos? ¿Había alguien lo suficientemente cuerdo, o quizá loco, como para aceptar? Obviamente, a todas estas preguntas Erza no tenía respuesta, aún así, no iba a desanimarse en encontrar a la “persona”.
En el exterior, la lluvia chocaba contra el suelo semejándose el ruido a las pisadas de un ejército, los rayos comenzaban a tronar y a deslumbrarse entre la densa niebla. No dudó en echar a correr en cuanto pisase la calle, pero el barro y la escasa visión hizo que Erza chocase dos veces contra dos postes, causándola un fuerte desangre nasal, bañándola el escote en su propia sangre, mareada y aturdida caminaba ya sin rumbo cuando una joven pasó corriendo a su lado, derribándola y revelando el contenido de sus bolsas y sus utensilios recientemente adquiridos. Esa joven, era Lucy.