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Vida, obra y deshonra de Andrew Isley por subtratosfera

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Collage fue un álbum que apareció de la noche a la mañana. Se decía que con sólo dos canciones de Motel Rabbit en la radio, la gente enloqueció y su compositor, Vincent Motel, tuvo el respaldo de la discográfica para que grabara el resto de las canciones que formarían su primer disco y éxito masivo.


La crítica lo recibió bien, aunque se abstuvieron de darle todos los pulgares arriba que en realidad merecía. La Rolling Stone fue sincera: “[…] las letras de Vincent Motel son poesía polifacética, se mimetiza con los personajes que creó en Collage y quienes lo escuchen pueden identificarse con al menos uno de ellos si es que no con todo el repertorio. Es un buen comienzo”. Así continuaría perdurando hasta los triunfos de Broken Iris e Insecto.


Pero no era sólo el material de Motel Rabbit lo que fascinaba a la gente sino también el personaje emblemático de su compositor Vincent Motel, un muchacho demasiado sencillo teniendo los bolsillos cargados de dinero. Nada de actuaciones como las de The Who ni una belleza de niño bueno como The Beatles o la extravaganfcia de David Bowie. Vincent Motel casi siempre lucía cansado y su cabello rubio oscuro mal peinado y su piel blanquísima delataban sus orígenes de Estonia, país que pocos sabían ubicar en el mapa.


Siempre salía al escenario con una sudadera rosada cuya capucha tenía dos orejas de conejo, dándose un aspecto de niño, de niño maltratado, ¿por quién?, bueno, esa era la parte divertida, porque todo el mundo tenía historias diferentes. Ahí estaba su encanto místico.


De ese modo despertó la ternura de las mujeres, la admiración de los muchachos por sus letras sabias y cuestionadoras del sistema, incluso la tolerancia de los mayores porque Vincent Motel no rompía sus instrumentos y todavía no se lo había encontrado drogado o conduciendo ebrio. Tenía un perfil bajo, igual que Andi Isley de Andi and The Chocolate Muffins. Eran pocos los que lo identificaban por la calle cuando caminaba vestido de “civil”.


Si uno se ponía a pensar, se daría cuenta de que, más allá de la música, no había otras maneras de conocer a Vincent Motel. No se consiguieron fotos de él antes de se volviera popular, no se sabía dónde había nacido, dónde estaba viviendo, quiénes eran sus padres o si tenía pareja. No le gustaba dar entrevistas, el único hobby que asumían que tenía era lo relacionado con la música.


Secretamente, dos cosas preocupaban de verdad a Vincent Motel: una, que la gente supiera que era bisexual, por no decir homosexual al cien por ciento. La otra, tener que hablar seriamente de sí mismo en los medios, y ambas cosas eran riesgos a los que estaba expuesto por ser una celebridad. No importaba cuán bajo fuera su perfil, no podía negarse a todas las entrevistas que le pedían a través de su manager.


Cuando volvió a Estados Unidos después de la pequeña gira en Europa para presentar Broken Iris, Shannon Wright lo invitó a su talk show que en ese entonces era el programa por el cual, a las ocho de la noche, el país entero se paralizaba para encender el televisor.


Shannon Wright estaba dispuesta a extraer todos los datos que nadie más había podido conseguir hasta el momento. Negarse a contestarle sería una ofensa para todos los televidentes norteamericanos, así que hizo todo tipo de jugadas para poder sonsacarle a Vincent Motel algún dato jugoso, cualquier cosa que rasgara el velo misterioso que lo rodeaba.


Cuando comenzaron a bordear el tema su infancia, él lo resumió de forma sencilla y lo suficientemente directa y cruda para dejar en claro que no quería hablar de ciertas cosas:


—Shannon, no creo que la gente en televisión quiera oír cómo pasé la mitad de la secundaria con la cabeza dentro de un retrete. ¿O sí?


Hubo risas, pero forzadas, y Vincent Motel no siguió más el juego. En otro momento, Shannon comentó que una de las cualidades que más le llamaban la atención eran sus actitudes que remitían a lo infantil, a lo que él respondió:


—Así es, son los miedos puros e irracionales los que más nos afectan, pero a medida que crecemos, tememos más al desempleo que a los monstruos de abajo de la cama. Mi problema, Shannon, es que yo no puedo dormir si no me cobijo los pies, y preferiría temerle a la caída de la bolsa que a estas otras cosas.


Y Andi Isley vio el show de Shannon y dos deseos muy fuertes pasaron por su cabeza:


Abraza al pobre conejito…


Quisiera atenderlo todos los días.


Siempre había querido tener un conejo desde los cuatro años, y al parecer la oportunidad llegó algo tarde.


Pero llegó.


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