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Ave sin alas por Soul-CaT

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Notas del capitulo:

Hola!!! Hemos vuelto (aunque creo que es fácil darse cuenta)

Krl: El capítulo de hoy es bastante corto pero no se preocupen fue así porque de cualquier otra forma terminaría metiéndome en el siguiente cap si lo alargaba xD
Di-san: Dejaremos las palabras para la nota final.

Katekyo Hitman Reborn no nos pertenece sino a la perfecta e inigualable (sensual) Akira Amano :*

Papeles, papeles y más papeles era lo único que lograba conseguir, ninguno con alguna información importante que le ayudara a conocer la localización exacta del menor, solo obtuvo los datos del comienzo:

Nombre: Kyouya
Edad: 19
Nacionalidad: Japón
Sexo: Masculino

¿A eso le llamaban información? ¿Qué hay del domicilio? ¿Nombre completo? ¿Talla? ¿Horarios? ¿Número del seguro? ¿Grupo sanguíneo? ¿Algo más detallado es mucho pedir? Al parecer si lo era.

– Lo sentimos jefe, no podemos comunicarnos con Varia, al parecer son algo cuidadosos con este chico – sus hombres se disculpaban por la mediocre investigación del nipón, aun así Dino no podía ni siquiera culparlos.

– Pero no se preocupe, no tardaremos en dar con su localización exacta – afirmaba uno de sus hombres brindando confianza a su superior.

– Eso espero – Dejo escapar un tono de desilusión en sus palabras inconscientemente creando un sentimiento de culpabilidad e inefectividad en los subordinados del capo.

Acto seguido sus subordinados fueron desapareciendo del despacho del Don hasta dejarlo en completa soledad. El frio se filtraba dentro del recinto, inmediatamente poso sus dedos sobre el segundo cajón de la derecha, obteniendo de su interior un papel donde el rostro del nipón se apreciaba frio y tranquilo a la vez, con algún deje de fastidio.

Paseo sus dedos sobre la fotografía, despacio, con cuidado, soñando con el roce de sus labios y el timbre de su voz. Era extraño tener esa necesidad de pertenencia hacia tal persona y un más por las circunstancias de su encuentro, poco le importaba al potro, había quedado hechizado por el par de ojos de luna, por la silueta angelical, sus hebras oscuras y el puente de sus piernas al flexionarse. Ese par de labios los sentía aun sobre los suyos, un tacto tan profundo que se le quedo tatuado en la piel.

 

°    °    °    °

 

El infante se revolvía entre las sabanas tratando de acomodarse en el reboso de su hermano mayor posando sus rubios cabellos en el torso del azabache y refugiándose cual ave en nido. Recibió un dulce tacto en las hebras del cabello, una caricia protectora.

 El cuarto era bastante amplio, lleno de todo tipo de juguetes y libros, adornado de la forma correcta para un niño de su edad y un gran ventanal les permitía apreciar la luna en todo su esplendor, con el vidrio lo suficiente resistente como para impedir cualquier accidente, así mismo, cualquier intento de escape de parte de la alondra mayor.

La voz dulce y tierna salía de los finos y pequeños labios en una inocente petición para poder sentirse como en casa, hace dos años.

– ¿Podrías leerme algo? – esa fue su pregunta y como única contestación el azabache asintió sonriendo, obtuvo el permiso para pasar esa noche en la gran mansión, algo que le alegro desmedidamente por el simple hecho de poder cuidar de su hermano un poco más.

– ¿Qué te agradaría? – Visualizo de  un estante de libros cargado con obras de todo tipo de grosor en una de las esquinas de la habitación, el mueble era realmente grande y los libros sobre el de un contenido que difícilmente le interesaría a un niño, aunque tratándose de Aluade no era de extrañar.

– Cualquiera estaría bien – El hecho era que solo quería oír la voz de su hermano hasta caer en el sueño, pero no tenía ningún interés en ninguna historia en particular, era por eso que cualquiera estaba bien para él. Aunque a decir verdad había uno específico, del cual se sentía atado.

– Si tú lo dices – dijo con un ligero aire de desinterés. Mientras tanto el “pingüino” buscaba con la mirada la historia que más le agradaba, o mejor dicho, la que ocultaba la verdad que tanto deseaba.

Estaba a punto de levantarse antes de oír unos ligeros golpes a la puerta para que esta se abriera seguidamente dando paso al actual tutor de ambos chicos. Aluade se puso de pie comenzando a brincar en la cama de mero gusto, por el contrario Kyouya hizo una mueca de molestia apuñalando con la mirada al hombre de bronceado perfecto.

– ¿Buscabas esto? – miro sonriente al infante mientras con su mano tatuada sostenía un libro de contenido ligero, una pequeña obra que en especial le agradaba al de cabellera rubia, el único objeto que le permitió acercarse al pequeño.

– ¡Sí! – apenas Primo se hubo acercado lo suficiente Aluade dejo a un lado su tarea de desacomodar la cama por sus repetitivos brincos para saltar a los brazos de mayor dejando aún muy irritado Kyouya solo en la cama.

Primo le recibió notando al instante la aura amenazante del mayor de los Hibari, entrego el libro al mayor y al menor le devolvió a la cama, sonrió revolviendo los cabellos rubios y con media vuelta se disponía a marchar de regreso a su despacho, no obstante el mismo Kyouya le detuvo.

– Espera – Sujetó bruscamente la camisa del mayor obligándolo a detener su paso. Aunque segundos después se arrepintió de su acto impulsivo.

– ¿Si? ¿Necesitas algo Kyo? – Cavallone volteo para mirarle a la cara, le sorprendía bastante que fuera él quien le dirigiera la palabra primero, sin importar la posible razón por la que lo hacía. Pasaron tortuosos 15 segundos donde no se mencionó palabra alguna, silencio que incomodó hasta al menor de la habitación.

– No es nada… – se corrigió al no encontrar las palabras y al saber que no era el momento para aquello, o por lo menos no enfrente de Aluade.

– Si tú lo dices, por cierto, si necesitas algo solo utiliza el teléfono que está al lado del librero, automáticamente te comunicara con alguien de la servidumbre – miro el rostro de Kyouya con algo de duda, lo que el azabache quería tratar era algo de lo cual ignoraba, además necesitaba saber algunas cosas – Buenas noches – se despedía para volver a sus labores.

– Espera – quien lo detuvo ahora fue el menor de rubios cabellos – ¿Por qué no dormimos juntos? – Proposición más que incomoda para Hibari, por otra parte Primo tuvo que contener la risa por lo irónico de aquella petición: El propio hermano de Hibari le pedía que pasara tiempo a su lado, siendo que le odiaba tanto.

¿Cuánta inocencia puede retener el alma de un niño?

– Lo siento, tengo mucho trabajo – Se disculpaba con el menor y con una sonrisa deposito un pequeño beso en su frente para después marcharse.

Hibari suspiro de alivio, la sola presencia del jefe Cavallone en un lugar como ese le era asfixiante al grado de entrar en pánico, y la proposición de su menor no le era de mucha ayuda, comprendía a la perfección el hecho de que para Aluade el bastardo de primo significaba mucho, después de todo había vivido a su lado por los últimos dos años y al parecer le trataba muy bien pero eso no quitaba el hecho de que lo despreciara por todo lo que le ha hecho vivir a lo largo de todo este tiempo.

Se limitó a mirar el libro y delinear con sus dedos la textura amable del objeto en cuestión. Aquella prometía ser una buena noche, muy a pesar de los malos ratos provocados por su “dueño”.

El libro, de dulces y tenues palabras, lleno de aquella historia maravillosa, donde no sabías quien era el “bueno” o quien era el “malo”, historia que cuenta otra historia. Historia que cuenta su historia. Inicio de la desgracia propia. Fina introducción del acto.

 

°    °    °    °   

Una semana…

Una semana había pasado desde aquel encuentro con “Kyouya”, una semana y simplemente no podían encontrarlo, aun siendo una de las familias más importantes y después de ocupar casi todos sus contactos, le era extraño no poder localizarle y se le estaba acabando la paciencia.

Durante las noches anhelaba su tacto, dibujaba su figura entre las sabanas y revivía el recuerdo, rogaba por el roce de sus delgados dedos y el abrazador aliento sobre su piel. Embriagante sensación.

Solo podía soñar con el momento en volver a verle, todo lo demás desaparecía a su alrededor, aquel ser tan llamativo como lo es una luciérnaga para un niño, con aquel resplandor que le atraía y le embelesaba a tal grado de buscarle con tanta necesidad, la misma necesidad con que un niño trata de alcanzar las luciérnagas, y la misma dicha con que les aprecia. Aunque esperaba que el chico no fuera como aquellas luciérnagas, que se esconden y esfuman su luz apenas tratan de acercarse, eso era todo lo que temía.

No creía en reencarnaciones, ni creía en las personas mucho menos en el amor pero ahora le quedaba claro lo que es sentir a alguien tan dentro de tu ser, porque aquel encuentro tan normal en ambos mundos le llevo a pensar por un segundo que se había enamorado de aquella nube pasajera.

No estaba tan equivocado.

Llamaron a la puerta interrumpiendo sus pensamientos y con una simple oración de índole amable le dejo pasar.

Las palabras brotaban de la boca del subordinado llenándole de satisfacción, emocionándose al terminar de pronunciarlas, cuando al fin hubo acabado sintió un gran alivio y una necesidad de reír le ataco, realmente estaba feliz, habían encontrado a “Kyouya”. No exactamente a el chico masbien a los “Varia” pero aquello era un gran inicio.

Al parecer el grupo se encontraba en el este de Tokyo,  y por lo que habían visto los últimos días las probabilidades de que Kyouya les acompañara eran grandes.

Un comunicado de más satisfactorio. De este modo, Cavallone dio la orden de investigar directamente en el lugar, mandando a un grupo por un único propósito.

Cualquiera de sus hombres podría tacharlo de caprichoso, pues la insistencia con que le buscaba era de extrañar. “He de confesar que no es ningún capricho, sino una necesidad el verle de nuevo y terminar sin alentó, producto de la euforia”.

Sí, esos eran los sentimientos del capo.

Sentimientos que crecerían y serán fortalecidos, aun después del clímax.

Porque el cielo no es nada sin la nube, ella que crea aquel ambiente de bienestar, al verle, cambiando de forma a voluntad propia, guiada por el viento y alentada por el sol. El cielo le permite a la nube existir pero solo dentro de su ser, un cielo sin nube no es cielo, y una nube sin cielo simplemente no existe.

 

°    °    °    °


Lluvia, sangre propia y ajena, armas “blancas” regadas en el suelo al igual que el cuerpo de algunos sujetos, de los cuales destacaba el joven de cabellera oscura con una mirada tan fiera que asimilaba un dragón.  Apoyaba su palma en el rígido pavimento, su mirada perdida se centraba en dirección a la parada de autobús.

Fuera de aquel callejón pasaban las personas sin persuadirle, preocupadas tal vez por llegar a tiempo a una reunión o por preparar la cena de aquella noche, viviendo su vida cotidiana de manera tan trivial que le envidiaba.

Trataba de levantarse; inútil intento. Sus ropas rotas producto del enfrentamiento y las heridas infectadas por el barro provocado por la lluvia que dejaba caer su peso sobre su ser, su ira y sufrimiento sobre el ajeno. El sonido de los cristales de agua caer e impactarse contra el suelo, los murmullos de los que seguían su camino sin prestar atención a la escena de sangre. Quería llorar, debía llorar, pero no lo hacía, estaba tan seco por dentro que ya nada tenía sentido para él, su cordura le abandonaba por 29 o 30 días consecutivos, volvía un único día, ¿Los demás? Que importaba.

1…
2…
3… 
5…
8…
12…

12 personas se detuvieron frente suyo, 12 personas le miraron detenidamente, 12 personas le llamaron buscando respuesta, 12 personas fueron las que movieron los mechones de su cabello buscando algún signo de vida. 12 personas le rechazaron siguiendo su camino. Así eran todas las personas, no había ninguna diferencia jamás podría encontrar un ser de naturaleza amable que estuviera dispuesto a tenderle la mano por el simple y sencillo hecho de que la mordería apenas se acercara. Ese era su destino.

Un ave que no puede volar es un ave que ha perdido sentido, solo un ser más llenando un hueco, algo sin razón alguna de existencia. Presencia irrelevante.

No era consciente del tiempo que paso postrado en el pavimento, entre el lodo y la lluvia, las diminutas piedras que brincaban producto del impacto del agua contra en suelo, su vista se nublaba aún más, tal vez por la falta de alimento, de sueño o la pérdida de sangre, cual sea la razón le daba igual, después de todo morir no era una mala idea ¿O sí? Lo era, era una pésima idea porque entonces todos estos dos años se irían al caño, morir era igual a huir y abandonar a su querido hermano. Era una acción que jamás ocuparía.

El cansancio atacaba, no escuchaba nada a su alrededor, solo la lluvia caer, nada más.

Lluvia.

Irónicamente la lluvia era mucho más gentil que cualquier otro, era fría, le paralizaba y justo ahora le impedía el moverse debido al dolor que sentía cuando esta entraba en contacto con sus heridas pero a la vez actuaba como pidiendo disculpas, como si le comprendiera, si siempre le hubiera observado y ahora sentía lastima por él. Así era la lluvia. Justo ahora, justo hoy.

Antes de perder el conocimiento pudo ver el calzado de un hombre acercarse, no le vio la cara, ¿A quién le importa eso? Simplemente pasaría de largo, sin contar que su ángulo de visión no se lo permitía, el único detalle que noto eran los gastados converse de los cuales era dueño aquel sujeto. El hombre se agacho a quedar a su altura, casi podía sentir su cálido aliento chocar contra su frente cuando menciono una irónica frase “Tiempo sin verte” seguido de una ligera risita y una sonrisa despreocupada.

~    ~    ~

Perezosamente fue abriendo los parpados hasta quedar de par en par, examino su alrededor con cierta curiosidad e intriga, el lugar donde se encontraba, con un decorado entristecedor, las cortinas brillando en blancura al igual que las camas que se encontraban desocupadas a su lado, los aparatos desconocidos y otros no tanto que se encontraban esparcidos y algunos en su cuerpo monitoreando lo que sea que necesitaba, noto la delgada tela color celeste y algo gastada de la bata que cubría su cuerpo, el viento que entraba por la pequeña ventana no le era de mucha ayuda para acabar con el aire asfixiante del recinto. Odiaba los hospitales.

Aspiraba hondo tratando de llenar sus pulmones de algo que no fuera ese olor a medicina, sus ojos se cerraban cuidadosamente para escuchar algo que no fuera el llanto de aquel chiquillo de la habitación adjunta que lloraba tal vez por alguna inyección que debían aplicarle, poco le importaba.

No necesitaba ser doctor para saber que debía pasar un buen tiempo en dicho lugar para recuperarse, pero no lo haría, prefería adelantarse y marcharse, o tal vez solo esperaría a que el médico le revisara por última vez, saber de su condición y luego escapar, después de todo el no llego por cuenta propia y la deuda no era suya o por lo menos no completamente.

Justo cuando se dedicaba a pensar en  quien podría haberlo rescatado, la respuesta llego a él acompañada de un fuerte grito de euforia y unas cuantas frutas regadas por el suelo:

– ¡¡T-te despertaste!! – Aquel sujeto nadaba en sudor, tal vez resultado de la preocupación e inmediatamente abandono la idea de recoger la comida y opto por acercarse de manera demasiado exagerada con un tartamudeo nervioso en su voz, emitiendo sonidos inexplicables – ¡¡¿Qué te pasó?!! – cuando al fin pudo articular esa simple pregunta Hibari estaba a punto de estallar, demasiada idiotez de su parte era sorprendente.

– Cállate, eres molesto – Le miro fiero, el solo tratarlo le provocaba un severo dolor de cabeza peor que cualquier cruda.

– Lo siento – Rápidamente se disculpó mientras con ambas manos cubría su propia cavidad bucal, evitando así cualquier comentario innecesario que bien podría costarle una buena paliza de parte del Ex-prefecto de Namimori.

– ¿Cuánto tiempo llevo aquí? – esta vez su tono de vos era mucho más calmado lo que infundio confianza en su compañero para que dejara atrás la pose defensiva en la que se posiciono de manera casi automática

– ¿Eh! Bueno, ya son las 5 de la tarde, justo ahora le he pedido permiso al jefe para venir a verte, desde anoche que estas inconsciente – utilizo el dedo índice para rascar el reverso de su oreja de manera despreocupada pero midiendo sus palabras por el temor de que su “amigo” se levantara –a duras penas- de la cama de hospital solo y exclusivamente para que ocupara su lugar.

– ¿Había alguien más contigo? – la mirada penetrante regresaba a sus ojos y el peli plata recordaba los duros días de secundaria donde tanto él como parte de sus compañeros de clase y club terminaban mal heridos o inclusive en una cama de hospital.

– Bueno… no, ¿Por qué? – Dudo al contestar pero le miro con sencillez que le vasto a Hibari para creer que lo visto anteriormente era solo su imaginación, o tal vez si sucedió y el “sujeto” se marchó dejándole a un lado. No le era de sorprender.

– Nada – su contestación fue breve antes de que sus falanges le libraran de la venoclisis, una ligera mueca de dolor se marcó en su rostro mientras se ponía de pie a la vez que su acompañante le impedía por todos los medios que lo hiciera – hazte a un lado – el joven dio caso omiso a las palabras del azabache.

– ¡DETENTE, AUN ESTAS HERIDO! – esa fue su gran excusa para bloquear su paso aferrándose a la puerta para evitar su escape con lo que no conto fue que la alondra tratara de “volar” por la ventana – ¡¡HIBARI!! – Corrió lo más rápido que pudo atrapando al joven de la bata e intento jalarlo hacia el centro de la habitación cuando este se encontraba con un pie en la ventana y el otro flotando no obstante, terco como siempre, opuso toda la resistencia que su maltratado cuerpo le permitía aferrándose al marco de la ventana – ¡¡¡BASTA, ESO ES SUICIDIO!!! – Grito con todas sus fuerzas dando paso a una creciente irritación y enfado de parte del azabache cuya bata perteneciente estaba pasando un mal rato llegando casi al punto de romperse por el contante esfuerzo.

La forma en que ambos debatían –uno por su libertad, otro por la salud del contrario– era de índole cómica, lo que agregaba más seriedad al asunto eran las amenazas de muerte y los constantes “extremo” que ambos sujetos brindaban.

A Hibari le sorprendía que hasta ahora ninguna enfermera llegara a regañarlos por el exceso de ruido que si mal no recuerda está prohibido en los hospitales.

 

– ¡CÁLLATE DE UNA MALDITA VEZ! – por primera vez alzo la voz, poco le importaba la opinión del contrario, pero si seguían en esa situación sus heridas se abrirían, entonces podría decir adiós a su fuga.

– ¡¡¡NO!!! – la negativa no se hacía esperar seguido de más discusiones de ambas partes, todo aquello hubiese terminado con un Ryohei accidentado desde el sexto piso de no ser que una enfermera de tez bronceada y cuyo cabello se encontraba perfectamente arreglado les detuvo entrando a la habitación acompañada de un par de hombres de uniforme azul celeste quienes les separaron sujetándoles de los brazos. Para retener a Kyouya necesitaron a tres hombres y un sedante, además de la enfermera que lo administro, al joven le sorprendía la fuerza con que contaba el pálido cuerpo de su “amigo”.

EL boxeador se limitó a sentarse en una silla haciendo compañía al azabache durante las siguientes tres horas que el susodicho guardo silencio, en ningún momento cruzaron miradas pero podría jurarse que más de una vez estuvieron a punto de viajar con Morfeo, sobre todo Kyouya quien de vez en cuando parecía quedarse dormido.

El hombre de tez morena jugueteaba con alguna fruta y de vez en cuando mordía la manzana cuyo color rojizo sobresalía entre las otras. Harto de la tensión decidió ir en busca del médico para que este revisara al joven y así de una vez por todo saber que tan malo sería que se escapara de aquella cárcel de conocimientos médicos y enfermos.

Durante los siguientes 30 minutos Hibari durmió, tratando de conseguir algo de paz, lo que no conto fuera que su subconsciente le hiciera tal jugarreta. No fue consiente de en qué momento se alejó de la realidad para volver a una fantasía.

De un segundo a otro paso de estar postrado en una cama, al frio y reconfortante piso construido en la azotea de la escuela, el viento corría fuerte contra su rostro desarreglando su perfecto uniforme que tanto amaba, juraría oír el canto de un ave de plumaje amarillo posarse en su cabeza, solo disfrutaba del cálido sol contra su rostro, la tranquilidad que le rodeaba era de admirarse. A lo lejos los chicos daban salida hacia sus casas, otros tal vez a algún parque a perder su tiempo.

Los pasillos, el personal académico, la construcción, el campo, la entrada, los árboles, absolutamente todo de aquel lugar le encantaba, prefería estar ahí antes de volver a su casa donde solo encontraría a un padre tomado y una madre preocupada tratando de hablar con su marido. Aluade hacia lo mismo que él, pasaba el tiempo en una biblioteca o en su misma escuela, aprovechaba  para estudiar. Ambos evitaban el aire negativo del recinto.

Al llegar la noche volvía hacia el santuario. Lo primero que le recibía eran las luciérnagas marcando el camino con su ritmo desigual, bailando de un lado a otro, el ruido de las ramas mecerse le cautivaba, produciendo una orquesta si bien no perfecta en armonía pero cuya música era suficiente para llenar su alma. Se detenía justo frente a la entrada y suspiraba, dejaba que el aroma de los arboles entrara a sus fosas nasales. La voz de un niño se oía a lo lejos cuya vestimenta era una yukata de tono azul celeste, los rubios cabellos moviéndose al ritmo del viento y la sonrisa llena de esplendor que era correspondida.

Así pasaban sus días, nunca le fue cansado, jamás llego a llamarle “rutina” por mas repetitivo que fuera. Porque cada mañana era distinta, la manera con que el sol acariciaba su rostro, la delicadeza con que el viento le besaba la piel, la entrada del ave cada vez con un nuevo tono en su cantar, la formación de las luciérnagas cambiaba creando nuevos caminos y formas cautivadoras, la yukata variaba de tonalidad según el tiempo que era usada, la noche no siempre era tan oscura ni tan clara como la anterior, el resplandor de las estrellas al caer la noche, todas aquellas nubes moviéndose lentas y con cautela en el cielo, inclusive el caer de las gotas de lluvia. Todo tenía su toque especial que sabía admirar.

* – Volviste – *

Aquella voz repetitiva con un dulce tono agregando un toque de severidad.

El rostro de aquella mujer le era encantador, tan blanco como la nieve de cuya piel emanaba un largo rio completamente negro, aquellos riachuelos sujetados siempre por un bello broche color bronce imitando las rosas de verano. Labios finos y rosados tan delicados como una hoja de cerezo, sus orbes simulaban ser seguido por la luna cada vez que paseaba el iris hacia cualquier dirección, siempre creyó que la curva creada en sus labios era perfecta. Lo creyó fielmente, hasta aquel fatico día.

La mano de la mujer paseo despreocupada sobre la cabeza ajena revolviendo los negros cabellos en una caricia protectora, siendo recibida por alguna protesta provocando el sonido más bello jamás escuchado: la risa, tierna e inocente de la femenina. Las mejillas de Kyouya tomaron vida en un fuerte color rojizo y sus labios se distorsionaron en una mueca de disgusto fingido, apartando la mano ajena y marchándose en busca de su hermano.

Poco le importaba el hombre de semblante imponente a quien le llamaba “padre”, el carácter de ambos era similar, siempre neutro pero uno más que el otro habiendo pasado ya por el sendero de la vida y las problemáticas de ella, maduro ante el dictamen del más joven pero sin ningún sentido de responsabilidad verdadero, puras frases falsas, sermones sin vida y muestras descaradas e hipócritas de una vida “digna”. Sumergido en la bebida cada mañana sin falta como si se tratara de un pacto firmado con algún demonio.

* – Iras a vivir a Kyoto – *

Rebelde como siempre se negó a la orden, evitando por 3 semanas enteras el mudarse lejos de lo que tanto amaba, error del que siempre se arrepentiría.

En tan solo un segundo la realidad vivida en su cabeza se tornó de un profundo color negro, solo podía oír voces y un llanto, la desesperación se apodero de él al reconocer la pertenencia del llanto, mirase por donde fuera no encontraba nada, todo era negro e inmenso, por más que avanzaba no podía hallare, el llanto aumentaba de fuerza y creía desfallecer. Silencio, inesperado silencio lleno el lugar dando paso a varias escenas girando alrededor como un rollo de película, terminando con un pequeño rubio de la mano del azabache, sonriendo complacido…

– ¿Hibari? – Logro escuchar débilmente la voz del chico más ruidoso que jamás creyó conocer. Sus ojos se abrieron de par en par por el sobresalto causado ante aquel sueño, como si le hubieran devuelto la capacidad de respirar su pecho se liberó de aquel gran dolor que le oprimía por dentro.

Pudo notar como el joven le mecía delicadamente para tratar de despertarle, cosa que le pareció rara en demasía debido a su energética forma de ser.

– El doctor dice que si quieres irte habrá complicaciones más adelante, es mejor esperar tres días más – le informo apenas se hubo enderezado imaginando que comprendería un poco la situación en que se encontraba.

– Mucho tiempo… – Menciono creando un gran ovalo desigual con sus labios dejando escapar un gran bostezo tratando de ocultar aquel hueco con la palma de su mano.

– Si no aceptas te sedaran por diez días completos para poder internarte – Hablo serio el boxeador logrando que la ceja izquierda del azabache se alzara de manera incrédula con un mensaje escrito: *No, ¿Enserio? ¿Quieres morir verdad?*  –…eso dijo el doctor… – concluyo algo indeciso por el mensaje mudo de su compañero que le helo hasta los huesos – Yo te ayudare con el pago, no te preocupes, el gerente también comprende – Por primera vez no alzaba la voz para hablar.

Hibari dejo es capar un leve bufido para después cambiar posición dándole la espalda al joven con vendas en las manos. Por primera vez le había hecho caso a Ryohei durante 7 años de conocerse.

 

°    °    °    °

El auto imponente entre los otros desde el momento que entro a la ciudad avanzaba sin problemas siendo seguido por la vista destellante de algunas mujeres y la mirada de asombro y envidia de varios hombres, siguió su rumbo hasta llegar donde las majestuosas puertas de Vongola se alzaban dando a conocer a todo el mundo la importancia de aquella institución, ambas partes talladas con infinita delicadeza se abrieron para dar paso el reconocido emblema de los Cavallone.

Los estudiantes viajaban en grupos hasta el lugar de los acontecimientos guiados por la curiosidad y el deseo de poder sacar algo de provecho del llamativo invitado que se hacía presente.

La melena dorada se dejó ver ante la mirada de todos los presentes, presumiendo de la atrayente sonrisa y el bronceado perfecto del que era poseedor su piel, algunas mujeres trataron de acercarse al de ojos de miel siendo interceptadas por los guarda espaldas del capo.

El joven jefe de los Cavallone tomo rumbo hasta los adentros del edificio en busca de aquello que tanto había buscado durante las últimas dos semanas.

Esta vez no se le escaparía de las manos, y respondería a todas sus dudas acerca de su existencia. Llenaría el vacío que dejo en su piel y reclamaría por el lugar ocupado en su mente, lo haría hacerse responsable por su torpeza, sus suspiros y todas esas noches de insomnio.

Notas finales:

Bien: Disculpen la demora de tres meses xD pero estamos de vuelta.

1.- Este cap tiene mucha participación de Ryohei porque me parece perfecto para ser amigo de Hibari, además ambos elementos son independientes de los demás ;D
2.- Si bien Dino no ha tenido una “brillante partición en la obra, pero no me gusta apresurar las cosas.
3.- ¿De quién estará hablando Hibari? ¿Quién era aquel hombre? ¿Sera importante?
4.- Como fue que llegaron a ese punto, cual fue la vida del azabache y del “pingüino” ¿Por qué le llamo “Pingüino”? (Por que se me antoja :v )
5.- ¿Cómo reaccionara Dino al encontrarse con la “nuvola”? peor aún, ¿Se encontraran? (o los dejare esperando un cap más? xD)
6.- Con lo del Mpreg ya lo decidí y he tomado una decisión B| (habrá parejas secundarias sin importancia en la trama xD)
7.- ¿Ya se acabaron las preguntas y comentarios sin sentido en forma de comercial de mala calidad? Si :3

Krl: Bien ahora estoy de vacaciones y me fue muy bien en mis exámenes, además tengo el dinero para mi inscripción y todo lo necesario para el siguiente semestre, así que creo poder descansar.

Di-san: por eso pronto les tendremos una sorpresa, o tal vez dos. En lo que eso pasa, agradecemos el apoyo hacia la historia y hacia esta niña que se la vive pensando en D18.

Krl: fue culpa de Diego y los demás que me gustara: v yo solo dije, “sino puedes con ellos… que viva el D18!!”
NOS LEEMOS A LA PROXIMA


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