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Ave sin alas por Soul-CaT

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Notas del capitulo:

¡¡¡Muy buenas noches-madrugadas!!!
Krl: Sé que nos hemos tardado
Di-san: Pero por alguna razón comencé a perder el tiempo en el chat con krl :v
Krl: Es mucho tiempo sin vernos ni hablarnos, ¿Qué querían que hiciéramos? :v
Di-san: Bueno, tardo mucho para que este fic fuera actualizado, y peor aun, para regresar a la parte del lemon~
Krl: Así que espero que lo disfruten!! Y como en varios lugares ya es 18….

Katekyo Hitman Reborn no nos pertenece sino a la inigualable, admirable e irresistible de Akira Amano :*

 

¡¡¡¡FELIZ DICIEMBRE 18!!!!

Se abrió paso entre los escolares, girando por los pasillos en busca de un solo objetivo el cual parecía saber jugar a las escondidas, tal cual un niño pequeño lo haría. Poco le importa que el supuesto director negara su existencia, y entre los estudiantes no daban razón del chiquillo que le robo el alma, solo quedaban dos opciones:

1.- Esperar a que apareciera por su cuenta.
2.- Forzar la situación.

La segunda era mucho más rápida, la hubiese usado pero todo apuntaba a que no habría necesidad, solo un poco más y el mismo se entregaría, lo supo en el momento en que tuvo una conversación con aquel hombre de mayor edad.

 

[ – ¿Kyouya?, No ha regresado, tiene más de una semana sin venir – Al hombre poco le importaba lo ocurrido con el crio, era uno de tantos creyentes de que lo mejor era que su existencia desapareciera, solo traía problemas al instituto.

 – ¿Y? ¿Para qué lo buscan? Ese mocoso se metió en algo serio ¿Verdad? Si piensan deshacerse de él no diré nada, nos harían un gran favor a todos – Inhalo profundo dejando que el tabaco llegara hasta sus pulmones para llenar el lugar entero de la esencia asfixiante y reconfortante.

– Entiendo –  Fue lo único que menciono, no tenía ganas de hablar con aquel tipo que deseaba tanto la desaparición de su amada nube. Si lo pensaba bien, era posible que en su actual “hogar” no le quisieran, si era así él podría quererle lo suficiente, su principal objetivo era llevarse consigo al azabache, aun en contra de su propia voluntad.  No le importaba si era necesario crear una masacre entera para lograrlo, tendría a la nube más bella rondando su cielo.

– Por cierto ¿Quién eres? – la pregunta llego sola como en un acto reflejo, no obstante el semblante del hombre cambio apenas articularla.

– No importa, no me importa aquel mocoso, a nadie le importa en realidad – Nuevamente la negación, a pesar de ser el primero en aceptar la existencia de Kyouya en el instituto. Un profesor de cabellos castaños y barba descuidada atreviéndose a menos preciar a su “nube”.

– Si lo encuentras, solo, no dejes que vuelva, el ambiente se vuelve asqueroso con su sola presencia – Ese fue todo su testimonio, el hombre se marchó sin decir más, viéndose satisfecho por pisotear la existencia del azabache].

 

El recordar sus palabras le hacía pensar que dicho “ángel caído” era renegado de su propio mundo o más bien, su querido ángel era en verdad un “demonio” que devoraba la conciencia de los demás y los sumergía en sus propios deseos, o al menos eso le ocurrió a él.

Siendo controlado por el impulso de un muchacho, la necesidad de sentirle cerca le era agotador, tan solo podía colaborar dócilmente a lo que el destino le ordeno, dos vidas que eran entrelazadas por el capricho de un ser superior dispuesto a jugar un poco con la vida de esos dos humanos, agregando más personal al elenco solo para completar el acto, crear una trama y terminar en tragedia, ese era el deseo de su llamado “Dios”, ser desconocido que los atrapaba en una encrucijada de la que nunca se creyeron parte, el llamado “Destino”.

Uno, Dos, Tres, Cuatro pasos le fueron suficientes para llegar al punto de partida, cuatro pasos para firmar sentencia de muerte.

Justo ahora era el tercer día que pasaba rondando el instituto en busca de su amada nube, ser tan divino solo digno de los dioses, piel tan pálida creada en un mar de lágrimas blancas, y aquel deseo que despertaba en la piel ajena, algo completamente sobrenatural. La perfección en persona.

Dejaba salir un solo suspiro y se maldecía, acababa de perder la cuenta del número de veces que dejo escapar aquel sonido lastimero por causa de un simple estudiante de universidad.

El más bello estudiante de universidad.

°    °    °    °

Cuando al fin fue dado de alta se sintió tan aliviado que no espero a que el medico terminara con su explicación, le dejo colgado con los papeles y los exámenes, en automático partió del lugar sin importarle el semblante molesto que seguramente su compañero pondría.

Su alma se alegraba de salir de aquella cárcel con aire enfermizo, era lo único que le importaba en ese momento, y era lo único en que podía pensar. Al llegar a su departamento se lamentó de haber regresado. La puerta estaba más que dañada y la marca de golpes en la madera le hacía maldecir. Con dificultad entro en el recinto el cual sorpresivamente se encontraba pulcro a pesar del tiempo  en que estuvo abandonado.

Todo en perfecto estado, hasta los muebles parecían nuevos, pero eso sería pedir demasiado. El calor que emanaba de la cocina indicaba la creación de alimentos no hace mucho tiempo. Se dirigió para inspeccionar y en efecto, la maltratada estufa se encontraba caliente y el grifo del agua goteando levemente.

Todo esto le desconcertaba…

Volvió su mirada hacia el refrigerador, su sorpresa fue grande al notar como este estaba repleto de comida, toda en buen estado.

– ¿Pero qué mier-…? –  Busco a su alrededor pero ninguna pista delato a la supuesta alma caritativa.

Le costó trabajo hacerse a la idea de que alguien entrara a su casa, se ocupara de todo, no tomara nada y, por el contrario, le proporcionara de sustento.  Miro incrédulo la comida una vez mas. Cerro el refrigerado, y lo volvió a abrir, esperando que su interior se encontrara vacío, pero seguía igual, no estaba delirando.

Después de un rato decidió tranquilizarse y tomar un baño, durante su estancia en el hospital se había negado a que las enfermeras le asearan simplemente no quería que alguien más le tocara, suficiente ya con su “trabajo” como para dejar que otras personas lo hicieran aun si no tuviera nada que ver con aquello.

Se dejó sumergir en el modesto sofá  de color carmesí mientras sus dientes se encargaban de sostener una manzana. El clima era frio pero agradable para su persona. Ni un solo sonido se hallaba alrededor, tan solo ligero y solitario silencio.

Le encantaría poder ver alguna luciérnaga por los alrededores, sería más que hermoso. El cansancio se apoderaba de su ser terminando en un profundo sueño, la necesidad de escapar de su propia realidad le aniquilaba, en el fondo, solo deseaba huir, dejar todo atrás, refugiarse en algún lugar en la tierra y decir adiós a su martirio, decir adiós a todo, incluyendo a su querido hermano.

En el fondo era un ser muy egoísta.

~*~*~*~*

Ninguna sinfonía le acompañaba, únicamente la voz. Aquel sonido tan familiar, del cual una vez se aferró para vivir. Una balada tan amada para él.

– “Oh! Bella dama de cabellera negra, permítame apreciar tan solo un poco más su semblante al tenue de la luna.”

“Oh! Amada mía, permíteme en tus fuentes beber y rejuvenecer, en tus brazos pido asilo, mi amada, acógeme, permíteme despedirme de esta guerra sin sentido.”

Pudo oír en apenas un susurro el recital tan impregnado en su mente, ignorando la caricia en su mejilla izquierda y el calor de la manta rodearle, aquella sonrisa descarada desconocida pero conocida a la vez y la cabellera negra similar a la suya. Lo normal sería exaltarse y golpearlo, pero no lo haría, por primera vez no deseo acabar con su vida, tan solo prosiguió a descansar. Por extraño que sonase disfruto de su compañía y la entonación de su voz recitando tal poesía, aquel cuento lleno de verdad y mentira. Una balada de amor.

Una canción de destrucción, historia sin sentido con final trágico. La historia de su madre.

Lo soledad le azoto en la mañana mostrando la ausencia de aquel hombre, que si bien odiaría tener que verlo, sin duda alguna rompería todos y cada uno de sus huesos de haberlo encontrado aún en su apartamento, una existencia que siempre deseo borrar.

Contadas eran las cosas que no le irritabas, eran cosas pequeñas, simples, sencillas, de las cuales disfruto desde siempre. Todo aquello que apreciaba y todo lo que despreciaba, todo ello fue dado por una sola persona, la misma persona que le enseño a amar, también le mostro como odiar, y lo hacía muy bien.

Se alisto con el único objetivo de presentarse a trabajar, no pensaba regresar al instituto por los siguientes días. Llevaba tiempo de sobra por lo que aprovecho para caminar, su condición no era la mejor sin embargo se daba el lujo de andar como si nada, todo gracias a su resistente cuerpo. Al llegar dio cuentas a su jefe tomando su lugar como uno más de los empleados sin necesidad de mucha ceremonia. La mañana pasó tranquila hasta caer la tarde acompañada de reclamos sin sentido de parte del energético boxeador a quien tenía por compañero, basto un solo golpe para dejarle en claro que se encontraba en perfecta condición, la suficiente para dejarle inconsciente en el suelo si no cerraba la boca.

Por extraño que sonase para su persona, el otro solo asintió recuperando su lugar y comenzando con sus labores, a Hibari le sorprendía pensar que Ryohei realmente se preocupó por él. Ese pensamiento se mantuvo durante el resto del día.

°    °    °    °

El pequeño corría de un lado a otro, disfrutaba de su vida sin mucha preocupación, más que la de ser un buen niño, y lograr enorgullecer a su hermano.

– Aluade, ¿Cuál te gusta más? – El mayor de los Cavallone apareció sin previo aviso, interrumpiendo la labor de juego del rubio.

El niño se dirigió gustoso donde su tutor y mirando atento ambas manos señalo la derecha.

– Si, yo también creo que es la mejor opción – sonrió, por extraño que pareciera, el pequeño acababa de resolver una gran duda. Había sido una pregunta ocasional, algo sencillo, pero con un peso enorme para el futuro.

– ¿Para qué es, Dante? – Sus ojos reflejaban curiosidad ante la pregunta, toda la curiosidad que un niño podría contener.

– ¡Oh!, ¿Esto? Es un simple obsequio – Dejo ver una expresión que helaría la sangre de cualquiera, aun así el pequeño jamás se incomodó, siguió observándole con curiosidad persistente.

Lo inocencia de un niño era uno de los tesoros más grandes.

°    °    °    °

Fastidio.

 Fastidio e irritación fue lo que sintió al ver la brillante cabellera dorada entre las matas de pelo castaño, fusiono su cuerpo con la pared por inercia, tratando de mantener nula su presencia para el de ojos avellana, el rostro que aquel ser poseía le era terrorífico y repulsivo. Viva imagen de su captor.

Tomo la iniciativa de retirarse, lo que menos deseaba era ver a tal sujeto, dicho hombre mantenía una máscara llamada “sonrisa”, y él odiaba esas artimañas, atraía a la gente con una muestra de bondad, brillante perla resplandeciendo, cuando lo único que se encontraba dentro eran viles piedras, opacas, rotas y sin valor alguno. Todo eso fue lo que pudo notar, sin necesidad de conocerle, sin necesidad de interactuar, Hibari conocía a los de su clase y aún más a los de su estirpe.

Se alejaba silencioso, sin llamar la atención, pero notaba las miradas de aversión  de la multitud, aborreciendo su existencia. Era algo a lo que se había acostumbrado. Ser visto como una basura, ser un desecho de la sociedad. Un error de la creación.

Su escape hubiera sido todo un éxito, de no ser por cierta jovencita, la cual aparentemente  emocionada de su presencia dejo salir un “Kyouya” sin ningún título o respeto, con toda la confianza del mundo, virando la atención del mafioso. Hibari tuvo el impulso de matarla…

Apenas si recordaba el rostro de dicha joven, pálido como el suyo, sus orbes eran sumamente grandes y brillosos sin razón aparente. La curvatura de sus labios indicaba que por lo menos una persona estaba feliz de hallarle. Se acercó de manera frenética, entrelazando ambas manos observándole atenta.

– ¿Qué te pasó? ¿Todo está bien? ¿Por qué no venias? – Su pelo era atado por una simple liga, cayendo con gracia al lado de su cuello. El peinado que lucía era algo curioso, daba la impresión de haber copiado a una piña.

– Tks… – Sus preguntas sin sentido le mareaban, detestaba a esa mujer al igual que todos los presentes. No era el momento para responder dudas de una niña mimada proveniente de la realeza.

Trato de huir pero la chica le sujeto del uniforme. Se mostraba particularmente desesperada por entablar una conversación con el de iris plateado, su mirada alojaba preocupación y la expresión en su rostro era de alguien a punto de llorar. Hibari le hubiera obligado a soltarle si no fuera por la prohibición de agresión dentro del instituto. 

– No tenía ganas de venir… – se forzó a responder, de otra manera nunca le soltaría. La mirada de la joven se llenó de alegría al ver su cooperación. Soltó su agarre ligeramente.

– Me alegra que estés tan animado Kyoya – Nuevamente le llamaba por su nombre, como si se conocieran de toda la vida, y eso le causaba repulsión. Su nombre era pronunciado con cariño, de una manera que había olvidado. De una manera pura. La expresión de la mujer volvía a cambiar y sus mejillas se tornaban coloradas, causa tal vez del clima acalorado.

Ella daba indicios de continuar con una nueva pregunta o comentario, insistía en intercambiar palabras, pero él se negaría, tanto por el desprecio como por la situación que ocurría frente a él.

Fuera de su patética conversación, Kyoya comenzaba a entrar en pánico, aquel sujeto se dirigía hacia él, ni siquiera se preocupaba por disimular su objetivo. Miro a la chica, y aprovechando su descuido, se dispuso a escapar dejándola confundida.

Se alejó lo más que pudo. Camino lo más rápido que su ritmo daba, termino por correr por los pasillos de la elegante universidad, envuelto en una desesperación incoherente. Sus latidos se aceleraban y el nerviosismo se apoderaba de él. El Cavallone le seguía de cerca, odiaba su vida, y el acoso constante de esos engendros.

Creyó perderle al cruzar la biblioteca, aprovecho el lugar espacioso, lleno de estantes diferentes, el lugar poseía cuatro entradas, cuatro salidas. Siguió corriendo hasta alejarse lo suficiente, se encerró en uno de los salones aun deshabitados. Termino por derrumbarse detrás del escritorio, completamente acostado en el suelo, casi abrazando con euforia el mosaico importado.

Dejo salir un suspiro involuntario. Odiaba hacer eso.

 

°    °    °    °

¡!QUE LO PARTA UN RAYO!!

¡MALDITA SEA SU SUERTE!

Contenta estará la deidad que le aborrecía.

La creación más preciada del universo. El tesoro de los dioses del olimpo. Tuvo la fortuna y la desdicha de ver pasar una alondra mañanera, voló con su gracia, se posó justo frente suyo, para después volar como toda ave, escapar hacia el basto cielo.

Maldito sea Shakespeare, Charles, Poe y Benedetti por interponerse con su ángel caído. Casi podía sentir su calidez, pudo rememorar el sentimiento al mirarle por primera vez, ese momento en que la luna lamia su piel, y el viento pulía su esencia.

Lo busco por todas partes, no se rendiría. Después de todo, ser mafioso era una ventaja.

Su corazón latía de más y el nerviosismo era algo inusual en su persona. Un ligero cosquilleo se apodero de su ser al saberse cerca de su bella nube. Por primera vez en muchos años, corría sin rumbo fijo, no se detenía a pensarlo, nada tenía sentido, ni siquiera su persecución, era mucho más fácil mandar a su gente por el chico de orbes plateados pero se empeñaba en encontrarle el mismo.

Le causaba gracia verse tan agitado por un chico, tan perdido por un hombre. En su adolescencia jamás corrió ni llego tan lejos por alguna mujer,  ni su “primer amor” se comparaba con la desesperación de hallarle.

Para sus hombres era un capricho, para él una necesidad.

Necesitaba hablarle, necesitaba tocarle, necesitaba apreciarle, lo necesitaba. Por primera vez en su vida deseaba “algo” solo para su persona, y le obtendría, de la forma en que fuera necesario.

O al menos eso creía.

°    °    °    °

Reconsideraba la propuesta de aquel hombre, pensándolo bien, prefería estar en medio de un contrabando a respirar el aromatizante del recinto. Pero durante su ausencia en la escuela no había hecho más que trabajos sucios, no le molestaba, pagaban bien y no tenía que acostarse con nadie, simplemente debía deshacerse de unos cuantos idiotas.

Su verdadera especialidad era la pelea. Podía recordar la primera vez en que arrebato una vida, de forma casi tan clara como el momento en que le arrebataron la suya.

Extrañaba el calor de su tufon, y las tazas de cocoa caliente acompañadas de malvaviscos. A estas alturas seguía sin poder borrar esos recuerdos de su mente. Odiaba a sus progenitores y amaba a su hermano, la alondra más joven.  Sin embargo, añoraba esos días de tranquilidad al lado de su familia aun si esta nunca fue particularmente estable, sinceramente, nunca fue de gran ayuda, ignoraba a su hermano  gran parte del día. Entre su egoísmo le abandonaba, dejando atrás todos esos problemas familiares.

Inconscientemente tembló, y una lágrima amenazaba por aparecer, cubría su cabeza con ambos brazos, escondiendo el rostro entre el suelo y sus hombros alzados. Si tan solo hubiera obedecido aquella vez…

– Te encontré~ –

Sus parpados se abrieron sobre saltados por la sorpresa, hiperventilo por un momento, pero seguía sin alzar la vista, escondiendo aún más su mirada, casi tratando de desaparecer, fusionarse con el suelo y escapar por vía subterránea. Era patético temer a este punto de experiencia. La simple idea de lo que seguía le causaba nauseas, a veces agradecía que primo creara ciertas reglas cuando de su propiedad se trataba.

– Sabes jugar a las escondidas Kyoya –

El de melena dorada se divertía por la posición del joven, observándolo más de cerca era algo pequeño para su edad, si bien no se trataba de un enano ni algo por el estilo, y rodeaba el promedio de la altura normal, no obstante, seguía siendo pequeño para él.

Su delgada figura le agradaba, aunque de espaldas, vistiendo el uniforme del instituto, digamos que robaba algo de la magia que presencio aquella noche. Tal vez si se deshacía de esa prenda la magia volvería.

El azabache tomo aire, lo retuvo, y dejo salir.

– ¿Y? ¿Qué buscabas? – Su tono amenazador disfrazaba muy bien los nervios que contenía. Se las arreglaba para detener los temblores y aflojar el nudo en su garganta. Si debía trabajar, lo haría.

– ¿No es obvio? – Se agacho hasta donde el muchacho. Su palma acariciaba la mata oscura – Vine a ver a una bella nube – Encontraba agradable cada parte del chico, por más que buscara un defecto, no le hallaba.

– ¿Nube? Pero que apodo tan soso –

– Yo diría empalagoso –

Hibari se enderezó, descanso los glúteos contra sus piernas y miro atento el mosaico de tonalidad opaca. No lo vería de frente, era mucho más duro de esa manera, era tener al lado suyo a la persona a quien más odiaba, era algo que no podía perdonarle al destino.

Dino, por otro lado, se deleitaba con el perfil de Kyoya, su simple pestañear era un arte único, y esos ojos que le ignoraban, eran lo más anhelado, lo culpables de tantas noches de desvelo. Dichos orbes rodeaban su cabeza y le carcomían por dentro, acosaban su existencia, robando su cordura. Aun así debía admitir algo, Kyoya era un chico, sin duda alguna era un hombre, su figura pasaba desapercibida por la de una mujer en Yukata, pero con la ropa normal… era un universitario como cualquiera, pero guapo, muy guapo.

No paraba de mirarlo, detallando cada parte de su cuerpo, deseoso por explorar de cuenta nueva la piel ajena. Inconscientemente se relamió los labios

– Entonces… ¿Eso será todo? Necesito volver a clases – Trato de sonar apurado y desinteresado, aunque sería un auténtico milagro si eso servía para alejarse de esa molestosa voz.

– No me pareció que eso te preocupara hace rato – el tono de su voz era insinuante. Se asustó – Por cierto, fuiste muy cruel con esa chica, casi me dieron ganas de consolarla –

– Lo hubieras hecho, a mí no me importa –

“Ni siquiera la conozco realmente” pensó. No acostumbraba a relacionarse con las personas y mucho menos con esa clase de personas. Todos dentro de ese instituto lo tenían arto, y hasta donde había comprobado, el sentimiento era mutuo. Seguro estaba que su regreso desilusionaba a más de uno que soñaba con desaparecerlo del mapa.

– Eso hubiera sido contradictorio – Tomo su barbilla, obligando a mirarle, ambas miradas se cruzaron por iniciativa ajena – después de todo… –  Acerco sus rostros, el cálido aliento se impactaba contra su piel y los labios se rozaban –…vine por un chico, no una chica –

Entonces se llevaba a cabo, el tan anhelado beso. El menor no puso ni la mínima resistencia, respondiendo a la caricia húmeda, fusionando sus lenguas y deleitándose con la saliva ajena. Un profundo beso digno de una película de las grandes ligas. Sus respiraciones se sincronizaron alargando la danza de lenguas.

Despacio, con cuidado, marcando dentro del alma, tomando posesión de la cavidad con suma maestría. Existía algo llamado oxígeno, de lo que sus pulmones exigieron embriagarse. Así se realizó la separación, con el mordisco del labio inferior del nipón.

Dino volvió a relamerse.

– Parece que me extrañaste –  Su mirada mostraba deseo, contradictorio a su sentimiento. Le  observo cual depredador a su presa, dispuesto a saltar sobre el joven en cualquier momento, si era necesario.

– ¿Ah, sí? Me parece que fue al revés – Dejo mostrar una irónica sonrisa gatuna.

– Je, para que negarlo – volvió a besarlo, esta vez el tacto fue más corto. Se acercó lo suficiente para que sus manos se juntaran. Deseaba tocarlo.

Desvió su rostro hasta el cuello del estudiante, inhalando el aroma natural del joven. Le era tan reconfortante y placentera, sobre todo la piel rosando bajo su nariz

– Kyoya, ¿Me deleitarías con tu cuerpo? – susurro dejando escapar su aliento y que este golpeara contra la pálida piel.

– ¿Kyoya? ¿Quién es “Kyoya”? – Le miro por primera vez, fingiendo que desconocía la procedencia de dicho nombre.

– Ese eres tú, mi bella nube – Sujetaba la delgada mano, depositando un “casto” beso sobre ella. Un acto dulce, como los que tuvo aquella noche.

– ¿En verdad lo crees? ¿Quién te ha dicho que me llamo así? –

– Vamos, ella acaba de llamarte así – rememoraba a la joven de hace un momento. Hibari también la recordaba, y deseaba poder reclamarle. Por su culpa se encontraba en esa situación.

– Y tú crees que usaría mi verdadero nombre, aun formando parte de… todos esos enrolles –

– Pues al parecer sí – Aventuro la mano en su bolsillo obteniendo un papel ligeramente arrugado, donde descansaba una fotografía suya, acompañada de su nombre. Solo su nombre, el apellido era omitido.

– ¿Qué eres? ¿Un acosador? –

– Si así lo quieres ver –

Notas finales:

¿Como será el proximo capitulo?
¿Qué fue lo que le mostro Primo al pingüno?
¿Al fin habra lemon?
¿Quién era el hombre al lado de Kyoya?
Todo esto y mas en el--- ay mejor me callo :v

Muy bien! Eso fue todo, pero no se pongan tristes!
Di-san: como recordaran este fic inicio hace casi un año (porque se publicó el 22) durante la “semana d18”
Krl: Pues bien, esta semana se repite, y puesto que he actualizado un fic algo-muy tarde, esta noche habrá otro.
Di-san: El caso es que dentro de la semana habrá más capítulos de ASA
Krl: PERO dejen rr, porque si no para que subo tanto cap de ASA? xD así mejor me espero una semana para llenar lo que faltó.

Di-san: ya saben:

Del Miércoles al Martes (16-22)
Todas las noches habrá un nuevo fic o un nuevo capítulo de alguna fic ya publicada.
Feliz D18!!!!


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