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Ave sin alas por Soul-CaT

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Notas del capitulo:

En mi defensa dire que ya lo habiamos subido, pero pase a revisar unas cosas y me di cuenta de que no estaba...

Perdon...

Pequeñas piernas iban abriéndose paso entre los jardines de la enorme mansión, empleando toda la velocidad que sus extremidades le podían brindar, dejando escapar el aire sin preocupación alguna. Entre sus dígitos sostenía la correa de su maleta con entusiasmo mientras les daba batalla a los hombres del mafioso, las risas abordaban el lugar con enorme alegría observando la dificultad con que le seguían el paso y sus respiraciones entrecortadas.

Volvió al punto de partida, dándose el lujo de llegar a base de brinquitos, y una vez terminado el juego siguió doblando las rodillas al máximo, tratando de llegar más alto, siguiendo una ruta circular alrededor de los adultos jadeantes.

– ¡Gane, gane! – Repetía una y otra vez con entusiasmo. Por su parte, los mayores se alegraban de que no hubiera nadie más presente, y que el jefe jamás estaba cuando Aluade hacia sus competencias  antes de ir a sus clases, realmente les resultaría muy vergonzoso ser vencidos por un infante y con la apariencia de este, que no hacía más ejercicio que el de un niño promedio al jugar.

– Vaya que sí, nos has derrotado, y ahora—

– ¡Hora de ir a clases! – Antes de que el adulto terminara la oración su brazo izquierdo se alzó en el cielo mientras sonreía ampliamente, al tiempo en que respondía con alegría.

Inicio su marcha hacia el vehículo que le llevaba a una pequeña empresa no muy lejos de la mansión.

El viaje no duró mucho mientras el menor tarareaba con ganas, sacando pequeñas carcajadas a sus acompañantes con sus inocentes comentarios sin sentido.

Una vez llegado a su destino, bajo con cuidado y avanzo hasta la puerta, donde una joven de carismática sonrisa le esperaba.

– Te lo encargamos –

– Como siempre, no se preocupen, cuidare del pequeño – y dicho esto tomaba su mano guiándolo hasta un estacionamiento donde les esperaba una pequeña camioneta azulada, sin mucha demora el infante abordaba el transporte.

Siempre era lo mismo, un muy laborioso viaje, cuidadosos de no ser descubiertos o levantar sospecha alguna, y Aluade nunca pregunto el porqué de los sucesos, pero algo en su interior le decía que era mejor obedecer y no hacer tantas preguntas.

Con cuidado de no ensuciar balanceo las piernas lentamente, esta vez no quiso tararear, presto atención a su acompañante, la mujer era una belleza sin igual, con una sonrisa preciosa y actitud agradable pero no terminaba de ganarse la confianza del infante. Había algo que no lo dejaba acercarse a ella y prefería mantenerse a distancia, hablando únicamente cuando lo necesitaba y de forma que la femenina no creara una conversación, cuidando de no sonar grosero.

La mujer conducía con cuidado, observándolo por el retrovisor de vez en cuando al pequeño de rubios cabellos. Le frustraba el poco interés que mostraba el niño en su persona.

En cuestión de media hora, tal vez más, terminaron por llegar a la residencia de su tutor, acompaño al pequeño hasta su interior y permaneció a su lado, atenta de todo lo que necesitara, era una rutina impuesta, aquella dama solo existía para acompañar al infante.

Después de una larga sesión, tomó entre sus delgadas manos los cuadernos empleados, acomodándolos con cuidado y dedicación dentro de su maletera. Nuevamente le había costado trabajo el comprender pues aún no se acostumbraba del todo al idioma.

En una pequeña reverencia dio marcha para salir del enorme salón, tomando nuevamente la mano de la femenina al cruzar la puerta. Si bien Aluade era un niño increíble que fascinaba a todo aquel que se acercara a su persona, pero era muy difícil de tratar en ciertas cuestiones, razón por la cual, a pesar de su gran intelecto, los profesores terminaban botando la toalla y disculpándose con el capo.

Al subir al vehículo esta vez la mujer se decidió por hablar más propiamente.

– Excelente trabajo el de hoy joven amo, ¿le gustaría pasar por un helado como recompensa de su arduo trabajo? – Empleo el tono más amable y dulce que poseía mientras mostraba una sonrisa que fácilmente era apreciada por el retrovisor.

No obstante, Aluade solo pudo mirarla y preguntarse el porqué del cambio, aquella persona no le agradaba, y no comprendía algunas cosas, como la forma de dirigirse hacia él. En otras ocasiones, llego a pasear acompañado de la femenina, solía llamarlo por su nombre en público, pero en privado o frente a primo utilizaba un tono formal, inclusive actuaba como si fuera su madre frente a otras personas, y de nueva cuenta, como una empleada más en presencia de su Primo.

Tenía conocimiento de que lo estaban ocultando, ¿De quién? ¿Por qué?, era algo que desconocía, mas no preguntaba más, su único deber era no causar problemas. Así que observo el reflejo de la joven manteniendo su mirada neutral, respondiendo afirmativamente, agregando un “por favor” de manera educada.

Giraba el volante en otra calle y otro intento fallido de conversar con el chiquillo quien parecía sonreírle a todo mundo menos a ella.

¿Había sido muy grosero? ¿No utilizo las palabras adecuadas? ¿Acaso debió sonreír?

No podía evitar que las preguntas llegaran a su cerebro cada vez que las personas no actuaban de manera satisfecha. Miro por la ventana viendo las calles una por una. Había visitado muchos lugares, pero realmente no podía decirse que salía seguido, o tenía permitido el abandonar la casa, desde que llego a Italia no conocía más que adultos, y los niños que veía atreves de dicha ventana en sus recorridos. Sin embargo, realmente no necesitaba conocerlos, aun cuando vivía en Japón, no era como si interactuara con los niños de su edad, o tuviera una gran cantidad de amigos, tampoco era una prioridad suya. Todos los días solo se preocupaba por tener listas las vendas y remedios para cuando su hermano mayor llegara con alguna lesión por haber peleado.

En aquel entonces tenían una pequeña complicidad donde ninguno de los dos delataba al otro, así que a la larga, Aluade termino por hacerse cargo del lastimado Kyouya aun si este no lo necesitaba.

Tampoco extrañaba el asistir a una escuela, plagada de infantes de diferentes edades y diversos maestros y autoridades, solía ser molestado entre sus “compañeros” por preferir otras cosas, por no seguirles el juego o pensar con lógica, terminando por refugiarse en alguna biblioteca inclusive después de clases, no era de cuerdos llegar temprano a casa, no a su casa.

Ambos chicos siempre fueron ajenos a la sociedad, apartados del resto.

Aun sumergido en sus pensamientos ignoro el hecho de que un gran escalofrió recorrió la espalda de la adulta, quien observaba la mirada perdida del niño. Esa era la principal razón porque los maestros e inclusive ella pensaran en tirar la toalla. Aquella mirada que inusualmente mostraba cuando se perdía en lo más profundo de sus pensamientos enfriaba la sangre de cualquiera. Inconscientemente intimidaba a la gente a su alrededor. Era una expresión difícil de ver en un niño de su clase, logrando un enorme golpe en el observador.

Sus ojos, fríos, sin brillo, en completa tranquilidad, daban una impresión de perdición, como si calculara el juicio final de una persona, su palidez y el movimiento del flequillo siempre oportuno le daga un toque aterrador de alguna manera, la sombra que creaba el cabello aportaba aún más a la vista.

Era aterrador verlo mostrando aquella expresión, pero era mucho más fuerte el recibirla. Desgracia por la cual había pasado la femenina.

Con nerviosismo, acelero levemente, llegando a su objetivo, donde solicito al menor que bajara para escoger su helado.

Analizo cada uno de los sabores, y después de un rato se decidió, esperando solo unos minutos para que sus pequeñas manos sostuvieran el cono, nuevamente agradeció, retirándose del lugar junto a su acompañante.

En el trascurso solo un pensamiento atravesó la cabeza de la joven. Sin duda alguna, aquel chiquillo era un digno heredero de la cavallone.

– “Oh, mi amado señor, su hijo es una excelente muestra de todo su ser”

Una vez con los hombres del potro, el niño volvió a sonreír como de costumbre, aferrándose en un abrazo a Stefan, la mujer agradeció, se despidió del niño y acto seguido desapareció.

– Bien, hora de ir a casa Aluade –

No tenía problema con esos sujetos, eran hombres allegados a primo a quienes solía ver seguido en la casa, sin embargo aún le incomodaba la presencia de esa mujer, mientras camino hasta el vehículo evito el contacto con aquellos hombre aun mostrando su sonrisa. Una vez que llegara a casa lavaría sus manos, no quería tocar sus cosas o abrazar a Primo después de tener contacto con esa mujer.

Le causaba cierto grado de “repulsión”.

El viaje fue tranquilo y corto, en cuestión de minutos logro apreciar las puertas de la mansión adentrándose a ella con alegría y cuidado, al cruzar por aquel arco de madera decidió subir hasta su alcoba, depositando con cuidado todas sus pertenencias, sin mucho lio termino por cambiarse de ropa, y, sin nada más que hacer, se tumbó en el cómodo colchón estirando su cuerpo de una manera satisfactoria.

¿Cómo estaría su hermano? ¿Habrá comido adecuadamente? ¿Estaría descansando? ¿Estaría trabajando tal vez peleando? ¿Olvido cerrar la puerta al salir? ¿Habría terminado los estudios? ¿Ato correctamente sus zapatos? ¿Viste el uniforme como es debido?

Con mil y un incógnitas en la cabeza giró sobre la cama de un lado a otro tratando de relajarse. No era del tipo inquieto o hiperactivo, pero no podía evitar actuar de esa manera cada vez que pensaba en la alondra mayor. Su hermano lo era todo para él. Un sentimiento mutuo si me permiten mencionar.

Con determinación estrello ambas palmas contra sus mejillas dejando un notorio color rojizo marcado sobre ellas, ardía, pero su mirada se mostraba decisiva, creándose un mohín extraño en los labios que fácilmente podría ser confundido con un puchero, así que, con cuidado bajo de la cama y tomo rumbo al salón donde una enorme fila de libros se esparcían por todos lados, busco y busco, aquel libro cuyo olor era más que familiar. Lamentablemente no tuvo logro alguno.

Un suspiro, un largo suspiro escapo de sus callados labios, fusionándose con una cálida briza, que termino por golpear su espalda.

 – Adivino, buscabas esto –

La voz más que conocida le alerto, volteando de inmediato, dejando mostrar una brillante sonrisa que fácilmente le hacía competencia a la sonrisa que el capo mostraba en ese momento.

En su mano el adulto sostenía un libro de tamaño regular con una malgastada pasta de color ámbar, e inmediatamente, la habitación se llenó de ese agradable olor, aunque en aquel momento, el infante no supo reconocer cuál de las fragancias abrazaba más cordialmente sus fosas nasales, si las paginas amarillentas y suaves de aquella historia o la colonia extrañamente dulce del capo.

Lo miró por unos segundos asintiendo con la cabeza, de inmediato el mayor le ofreció aquel objeto, le tomo entre sus dígitos con cuidado y cariño, para después mirarlo con un brillo en los ojos.

– Sabes, no es necesario que vengas a buscarlo, si lo pides, puede ser tuyo y quedarse en tu habitación –

– No gracias, así está bien, este libro es tuyo –

Hablo con sinceridad y seriedad, mirándole de frente. Acto que, nuevamente, se ganó el respeto de Cavallone.

Aluade era un niño sorprendente y sin igual.

– Bien, en ese caso – Se acercó al infante cogiéndolo entre sus brazos para acto seguido caminar fuera del lugar – ¿Qué te parece si hoy lo leo yo? Ya he terminado mi trabajo – el rostro del menor mostro una clara felicidad ante sus palabras, respondiendo con un energético “si”, dirigiéndose ambos a la habitación del menor.

¿Era acaso posible que aquel demonio nacido para la destrucción mostrara tal amabilidad hacia un infante?

Y  más sorprendente aun, aquel niño ¿dónde había encontrado las palabras necesarias para lograr tal hazaña?

¿Cuál era el truco detrás del acto?

La relación del capo con ambos chicos era curiosa, tan extraña y confusa que había días en que el mismo Primo perdía de vista su objetivo. Hibari Kyoya  era un simple objeto de ventaja al igual que Aluade: así debería ser, pero sin darse cuenta el tiempo corría cada vez más lento,  aquella mansión se llenaba de sonidos desconocidos.

Y una extraña calidez rodeaba las noches aun en invierno.

¿Esto… era siquiera posible?

Los negocios seguían avanzando, la familia progresaba y sus títeres seguían el guion a la perfección pero ¿Qué tan bien lo tenía controlado? ¿Realmente era el único espectador?

Miró de reojo al menor mientras continuaba con su lectura. Tan pequeño e inofensivo cuya melena dorada brillaba de alguna manera, sus ojos eran realmente hermosos. Tan bello y bien parecido pero sus rasgos… y aquella actitud aclaraba sus dudas. Aluade era algo tan hermoso pero que en definitiva nunca podría amar, más bien todo lo contrario.

Aluade representaba, todo lo que había perdido, sus errores y pecados. La clara combinación de lo que más amaba y odiaba en este mundo.  Cada que miraba al pequeño, encontraba lo que tuvo y lo que nunca fue suyo. No negaría que con solo verlo le hervía la sangre ¿Qué tan fácil le resultaría acabar con un ser tan pequeño?

Pero la cría era inocente, ingenua e ignorante de su situación.

Con una fuerte pero a la vez delicada alma, después de todo seguía siendo solo un niño.

Mientras que Kyoya, sin duda había heredado todos los encantos de su madre, y el coraje y carácter de su padre, al igual que la personalidad retorcida de ese sujeto o posiblemente, la aprendió de él.

Su cabello, piel y ojos eran una copia exacta de su progenitora, aquella mujer que entre llantos desesperados y palabras incoherentes suplicaba por su vida arrastrándose en el piso como el vil cerdo que era, aun recordaba cuando jalo el gatillo y los finos rastros de dicha “dama” se vieron distorsionados y manchados de sangre, su propia sangre.

“Bueno, de que me sorprendo, tu madre era una perra”. Recordaba haberle dicho aquellas palabras a la alondra en una ocasión mostrándole una sonrisa de superioridad, pero la reacción del muchacho fue vaga y vacía, mantenía ira en su mirada al igual que un temblor casi imperceptible, sin embargo no se movió, no reclamo cosa que, le otorgo toda la razón; “Así que él ya lo sabía” fue lo único que pensó.

Cuando ese par de niños opuso resistencia, cuando les veía en la actualidad aún se preguntaba si creían en la palabra “padres” o si alguna vez la conocieron, y de alguna manera le sorprendió saber que no poseían un especial vínculo con dicho termino.

Mucho antes de haber llegado a sus vidas, ellos no poseían nada.

Mucho antes de haberles arrebatado la libertad, ellos ya eran presos.

Hace dos páginas atrás, el menor le despojo de su trabajo como narrador, continuando el con la lectura. La voz de Aluade abrazaba la habitación con un tono tan dulce que resultaba embriagante. Sus pequeñas manos sostenían el libro, y no pudo evitar pensar que algún día esos dígitos tan diminutos crecerían, o al menos eso esperaba, realmente lo deseaba.

Los diminutos labios del niño se movían con gracia aun a pesar de la dificultad del idioma, y Cavallone no perdía ni el mínimo movimiento de la alondra, aquel pequeño ser que a su parecer no necesitaba protección pero…

Primo presto atención a la siguiente parte de la historia, era su favorita, cuyas palabras tenia grabadas en la mente como un recordatorio importante.

 

 

“Y entonces la bestia se alzó entre los muros, tan magnifica y sublime, sobresaliendo entre las copas de los arboles adornados por el otoño.

La joven, impactada por su presencia retrocedió, soltando así la mano de su amado e ignorando sus palabras dejo salir un sonido sorpresivo con un toque desgarrador.

Solo ese segundo basto para cumplir el mandato.

De inmediato, el corazón de la joven comenzó a cristalizarse y sus rasgos fueron perdiendo brillo hasta convertirse en piedra. Se había sumergido en un profundo sueño, donde el mago no podía acompañarle.

Sus manos tocaron la superficie de la joven ahora áspera por su consistencia.

En un momento de descuido había perdido al amor de su vida.

Esa parte de la historia si bien no era la más feliz pero era la más verdadera.

Aprecio al niño con orgullo por su dominio del idioma, aunque tuvo fallas en varias ocasiones, las cuales corrigió,

– Te gusta mucho – Afirmo interrumpiendo al niño en su lectura. Aluade solo se limitó a asentir con la cabeza, sintiendo la cálida mano del adulto acariciando su cabello.

– Eres realmente suave – Otro comentario casi ignorado. La menor de las alondras tenía la mala costumbre de descuidar su alrededor cuando se encontraba inmerso en su lectura, resultando varias veces grosero al ignorar a sus acompañantes o hasta algo altanero, pero aquel defecto era algo encantador para el adulto.

“Realmente quiero que vivas”

°    °    °    °

Sus días eran tranquilos y normales dentro de lo que cabía pero no podía evitar el desesperarse al saberse observado por ambos Cavallone, por otro lado Varia no le dejaba en paz, continuando con su trabajo como prostituto y algunos trabajos que miembros de la alianza le otorgaban, sobretodo aquel sujeto de porte elegante y patillas extrañas; Hibari no era un imbécil y podía darse cuenta de sus intenciones además del hecho de que se habían encaprichado con él.

Estaba tan familiarizando con que los mafiosos con los que se relacionaba terminaran acosándolo que no le sorprendía ni le tomaba importancia a aquel italiano. También podía notar otro tipo de interés en él, ¿acaso quería convertirlo en un subordinado más? O simplemente deseaba comprarlo, siendo sincero, la última opción no le agradaba pero si de esa manera podía saldar su cuenta y proteger a Aluade, no le importaba ser propiedad privada de por vida.

Miro a su derecha aun cargando con las bolsas de la despensa y logro visualizar la camioneta con el logo tan despreciable para su persona, en realidad que ese rubio torpe no se rendía. Aquel sujeto lo hartaba, le irritaba como ningún otro, siempre cargando con esa sonrisa bobalicona y un aura tan deslumbrante que le dejaba ciego.

Desde que “Dino Cavallone” había llegado a su vida no hacía más que ocasionarle problemas y disgustos, hacía ya unas semana desde que el tipo se apareció en el instituto y desde ese dia Varia lo tenía ocupado debido a que una orden muy sólida había salido de boca de su tutor.

Ganas le daban de dirigir sus pasos hacia el vehículo y arrojarles encima el jugo, la comida, todo lo que cargaba y porque no, romperle un par de ventanas, gritarles en la cara que lo dejaran en paz y botaran esa farsa que ellos mismos armaban, que se bajaran del escenario de una buena vez y le permitieran proseguir con su terrible prologo.

Prefirió caminar a la banca más cercana, saco un pan de una de sus bolsas y comenzó a degustarlo, si aquel vehículo aun le seguía era mejor comer de una vez, antes de que Varia apareciera nuevamente y le arrastrara de mala gana. ¿Cuántos problemas le ocasionaba Cavallone?

Una vez terminada la pieza se tomó su tiempo para levantarse y volver a andar, apenas se alejó unos cuantos metros de la zona pudo notar dos movimientos, el primero, provenía del vehículo de Cavallone que trataba de seguirlo y el segundo era aquella tan conocida camioneta de Varia, quien nuevamente se interpuso en su camino de manera peligrosa y hasta amenazante para introducirlo salvajemente y arrancar como alma que lleva el diablo, perdiendo al capo en cuestión de segundos.

Podría agradecerles la intervención, puesto que gracias a ello aun no tenía al mafioso en la puerta de su departamento suplicando como cachorro, pero todo favor tiene un precio, volvían a tomar una ruta diferente, entre risas retorcidas le arrojaban prendas, una vuelta más y al hotel, bastaban un par de palabras, una foto y al cuarto, Hibari debía realizar su trabajo esta vez con una “dama de la alta sociedad” pero el asco seguía siendo el mismo, sin importar el cliente.

Terminaba su agotada jornada y se retiraba de inmediato, sentía unas nauseas tremendas, y juraba que el piso se movía, a su memoria llego la imagen de su compañero y pensó que en verdad le gustaría poder hacerle caso siquiera una vez.

Una paliza, algún insulto de parte de belphergor y de vuelta a su apartamento, se dejó caer en el suelo, era frio y áspero, sucio, lleno de polvo a pesar de gustar de lo ordenado, durante los últimos días no tenía tiempo para nada, ni siquiera par––

Un sonido molesto salió  de algún punto de la habitación, el joven lo busco por instinto hallándole en la “cocina”, se trataba de aquel aparato infernal llamado teléfono, una llamada entrante con un número desconocido, decidió ignorarlo y silenciarle pero siquiera finalizo la llamada un mensaje llego.

Hola, me parece que no te la haz pasado bien últimamente, espero que te encuentre mejor y no sé si yo podría ayudarte…
Por más mínimo que sea, me gustaría servirte de ayuda, si lo deseas.

 

¿A quién debía reclamarle el premio “al más acosado del año”?

El nombre del remitente iba a un lado del mensaje de una forma algo “infantil” y hasta sosa según su parecer.  Se trataba de una mujer, una adinerada más con apellido prestigioso que asistia a la Vongola, sin mucho interés y sin importarle el darle una respuesta boto el aparato lejos y se encamino a su habitación, quería descansar un poco, tan solo un poco.

Pero para su desgracia no logro dormir, los sucesos de la última semana regresaban a su mente como una película, sobre todo la última vez que había respondido ese celular antes del mensaje de la chica.

 

El tan solo había ido a pasear, solo se permitió el descansar y encontrarse con esa persona pero cuando puso un pie en el apartamento, el celular sonó y se precipito a contestar sabiendo muy bien de quien se trataba, entonces la voz se coló en su cabeza, tan firme y penetrante que lo paralizo al instante.

– Hola Kyo, ¿Me extrañaste? Lamento no llamar seguido – aquel tono insinuante que siempre usaba con él solo para molestarlo se hizo presente asqueándolo al instante.

– ¿Ahora qué quieres? – Respondió de golpe sin siquiera tratar de ocultar el desprecio en sus palabras.

– Tranquilo, solo quería saber cómo estaba mi joven favorito – Y se reía, porque para él su actitud no era más que un logro personal.

– Pésimo, como siempre, si no tienes nada mejor que decir voy a colgar –

– Jajaja ¿Por qué insistes en actuar rudo aun en tu posición? Ese orgullo sí que es muy grande mi querida alondra – Nuevamente se burlaba de él y aunque le hirviera la sangre, sabía que era verdad, no estaba en posición de hablarle así, pero igualmente lo haría, el odio y repulsión que sentía por aquel hombre eran más grandes que su ser.

– Pero tienes razón, hay algo mucho mejor que quiero decirte, ¿Recuerdas a mi sobrino verdad? – Apenas mencionarlo Hibari dejo salir un “Oh” de manera inconsciente, llegando a su memoria el rostro de aquel rubio sonriente y sus extrañas costumbres y manera de ser que tanto le irritaban.

–  Wow, veo que si lo recuerdas, bueno, quiero que lo olvides – Lo último lo desconcertó un poco, ¿olvidarlo? ¿Por qué le pedía algo como eso? Sonaba infantil, además, lo había dicho de una manera un tanto… como si aquel sujeto significara algo para su persona, cosa que no era así ¿Por qué Primo intuía lo contrario?

– Veras, nunca fue mi favorito así que… está prohibido acostarse con él – Sentenciaba tan  claro que le dejaba lugar a dudar o reflexionar, lo había dicho de una manera tan apresurada pero sobre todo seria… desde un principio no era necesario que le dijera eso, no era como si escogiera a sus clientes o algo por el estilo, aun así Hibari tuvo un mal presentimiento.

– Aunque no te culparía si algo pasa, tienes buen sabor y después de todo él es un Cavallone pero… – Hizo una pausa amenazante que le heló los huesos – Escúchame bien, ese mocoso vuelve a cogerte y yo acabo con Aluade ¿Entiendes? – Trago seco, era la primera vez que le amenazaba directamente con liquidar a su hermano ¿Por qué? ¿Por qué llegaría a algo tan extremo? Que mierdas estaba pasando por la cabeza de Primo.  ¿Qué mierdas pasaba con Dino?

– Entiendo – Se limitó a responder, su respiración se encontraba agitada y un temblor comenzó a recorrer su cuerpo entero, maldijo al mundo entero y se mantuvo atento al mínimo sonido.

– Deacuerdo, eso era todo lo que quería decirte por el momento, espero que comprendas bien –  – Ah, y Kyo… – agrego antes de terminar la conversación – Sigues siendo un excelente amante~ –

Apenas se finalizó la llamada trato de regularizar su respiración, su corazón latía mas rápido de lo normal y un sentimiento de asfixia le invadía, verdaderamente soñaba con el día en que al fin se deshiciera de ese hombre, sin importar el precio.

 

Se mantenía preocupado por las amenazas de Primo, inclusive se había topado de frente al rubio un par de veces en las que verdaderamente temió por la vida de su adorado hermano. Por más que trataba de alejarse parecía que el capricho de Dino se hacía más grande y eso le perjudicaba.

Miro a su alrededor y noto algo ¿Cómo fue que aquella mujer consiguió su número? Y si mal no recordaba, el apellido que se encontraba escrito era el que mencionaron lo chicos en el incidente del baño ¿No?

– El incidente del baño –

 Susurro para si mismo, de solo recordarlo su estómago se revolvía y las náuseas volvían, tenía miedo de que su mentor se diera por enterado y llevara a cabo su amenaza, temía con todo su ser lo que pudiera sucederle a su menor y maldecía su decisión, aunque si bien, en aquel momento su presentimiento era cierto, la persona con quien planeaba llevarlo belphergor era…

Negaba fuertemente con la cabeza mientras hundía su rostro en la almohada. Solo tenía que evitar a ese sujeto, Varia le apoyaba así que no había problema, además en verdad deseaba deshacerse de ese Cavallone. Pero… ¿aquel sujeto se daría por vencido? ¿En qué momento dejaría de perseguirlo? ¿Cuándo dejaría de ver esa brillante sonrisa bobalicona?

 

El corazón del joven comenzó a latir y su rostro se volvió mas caliente a medida que pensaba las cosas, aquel órgano no dejaba de retumbar con fuerza mientras buscaba una manera de deshacerse del capo y la cabeza le daba vueltas…  

Hibarí pensó que posiblemente se estaba enfermando.

 

¿Tan difícil era que lo dejaran vivir en paz?
La mañana llego sin que pudiera abrazar a Morfeo, mostrándose al mundo con un evidente cansancio bajo los ojos. Los Cavallone eran un problema, y Dino parecía ser uno peor.

Y ahí estaba, nuevamente, un grupo de jóvenes con apariencia amenazante le esperaban a unos cuantos metros de la institución mirándolo retadoramente. La idea de oír crujir sus huesos bajo sus puños le era atractiva, pero la fatiga le pedía pasar de largo, de modo que, dio caso omiso a los mayores para adentrarse al lugar o al menos intentarlo mientras cerraban el camino frente a él.

– Hoy no rata – Palabras sin sentido y en cuestión de segundos se encontraba esquivando golpes, uno tras otro.

Se las arregló para golpear al más grande e imponente de sus rivales, dejando en claro la diferencia entre ellos. Los sujetos no retrocedieron ni un solo paso, que tercos se habían vuelto últimamente, pensó Hibari.

Repentinamente un hombre con mayor porte se abrió paso entre los matones, mostrándose con respeto como el dueño de aquellos perros de caza, jalando las correas de los susodichos, dirigió una mirada de interés y superioridad hacia la alondra dejando mostrar una retorcida pero bella sonrisa.

– ¿Te retiras? Eso es de muy mala educación – El joven, cuyos ojos mostraban tanto el cielo como el infierno se dirigió hacia Hibari sin dudar en un solo paso. El azabache dejo caer al hombre inconsciente prestando atención quien le llamaba.

“Heterocromia” pensó al instante apenas cruzar ambas miradas, creyó jamás ser capaz de conocer a alguien con dicha anomalía.

– Veras, me gustaría conversar contigo, ¿Me darías un minuto? – La mano del joven era estirada, tratando de alcanzar la contraria. La alondra no reacciono ni correspondió el acto, simplemente se mantuvo contemplando los ojos del contrario y una idea cruzo su mente; “3D”, le recordaba las salas de cine.

– Y… ¿Bien? – Volvió a preguntar ofreciendo nuevamente su mano. Hibari noto lo impropio y estúpido de su propio pensamiento negando con la cabeza, lo que el contrario interpreto como una negación a su petición.

 – Vamos, solo será un momento – El mayor insistió pero Hibari seguía indagando en sus pensamientos ajeno a lo que fuera que dijera el joven, varias comparaciones cruzaron su mente, inclusive recordó una vez que Aluade tomo un par de hojas de color rojizo y azul, usándolas para un extraño origami.

 

Su mirada viajo hasta la mano del joven, las palabras no eran escuchadas pero aun así lo siguió guiado por su instinto.

Solo podía mirar su espalda y el caminar del contrario con cierta gracia de un aristograta, una necesidad de golpearlo apareció de repente, era como si le provocara de una u otra manera. El peli-índigo parecía un oponente digno, y podía adivinarlo por la manera en que se movía y el filo discreto de sus palabras.

Los jardines de la institución eran hermosos, constantemente cuidados por los empleados logrando dar una imagen perfecta de su belleza, el azabache no solía apreciar dicho lugar pero en su pequeño recorrido tenía que reconocerlo.

– Bueno, parece que aquí está tranquilo – Un par de pasos más y el joven de sonrisa ladina seso sus pisadas, dio media vuelta y comenzó a hablar nuevamente.

– ¿Fon, verdad? – Hibari asintió a la interrogación sin saber aún a que iba su llamado – Excelente. Sabes, esta es una de las mejores escuelas, y solo hay dos formas de entrar a ella; la primera es pagar por ello y la segunda es una beca de estudios, hasta donde sé estas aquí por la segunda opción. –

– Imagino que ha de ser difícil para ti, sobre todo por cómo te trata la población estudiantil, son algo desalmados. – A la alondra le hizo gracia el comentario, pues apenas hace unos momentos lo trato igual. – Pero el punto a donde quiero llegar es a tu desventaja en esta escuela, hasta ahora solo te has encontrado con basura que no piensa lo suficiente, pero en algún momento alguien con mayor cerebro tratara de acabar contigo, como es debido – Lo último  lo dijo en un susurro audible para su persona, aun así al nipón no le molesto.

– ¿Qué quieres? – Le daba muchos rodeos y eso le molestaba. Se hacía tarde y le costaba no divagar por culpa del color de su iris.

– Tengo un trato que podría favorecerte, pero solo si aceptas a mi petición –

– ¿Cuál es esa? –

– Chrome Dukuro, la conoces, ¿Linda verdad? Bueno, últimamente se ha interesado por cierto perro callejero, es algo molesto e inconveniente para la familia, solo necesito que ese perro no se acerque ni le permita acercarse mas. Fácil ¿No? – Hizo un extraño ademan con sus manos, señal que la alondra pudo reconocer de inmediato.

– Y que te hace pensar que a ese “perro” siquiera le interese esa… ¿Chrome? –

– Tal vez no le interese, pero siendo hija de una buena familia cualquier animal se vería interesado ¿O me equivoco? –

– Si así fuera, ¿Qué gana a cambio dicho “perro”? – Le seguía el juego, tanto en la conversación como en las intenciones, el que lo llamaran de una manera descriptiva no le interesaba, de hecho “perro” ha sido la referencia mas decente que se le ha hecho.

– Curiosamente, su seguridad, sería bueno vagar por las calles sin ser atacado como hace unos momentos. Pero, si llegase a negarse, creo que no solo él, sino sus familiares, amigos y conocidos terminarían dañados. – Hibari rio levemente, ¿Familiares? ¿Cuáles amigos? ¿Acaso cree que le interesaban sus “conocidos”? Pero aun así, quitarse una carga de encima no estaba mal.

Sonrió de manera retorcida involuntariamente y respondió – El “perro” no se acercara, pero antes, necesito saber algo ¿Quién es “Chrome”? –

El rostro de Hibari le hizo saber, que verdaderamente no sabía el por quien se había armado todo eso, lo que hizo sentir a Mukuro como un estúpido, no había tanta necesidad ni apuro, a aquel chico verdaderamente le tenía sin cuidado, no había ningún interés y mucho menos estaba consciente de la existencia de su querida hermana, pero no estaba de mas prevenirlo.

Se sintió algo estafado, pero hasta cierto punto la actitud del Azabache le agrado, era un extraño sentimiento de desprecio y reconocimiento lo que hayo al hablar con él. Sencillo, letal y desinteresado.

Después de intercambiar un par de palabras se despidió con una reverencia, marchándose sin más.

Hibari lo observo alejarse, y viendo acabada la conversación se dio un pequeño lujo – Lentes 3D – Dijo para si mismo, permitiéndose divagar nuevamente por el peculiar color de ojos, en otro momento hubiera sido divertido molestarlo por eso.

Se dirigió al campo, su clase habría acabado para cuando volviera y después de eso tenia una hora libre, así que decidió ir a dormir en un lugar cómodo. El césped estaba muy bien cuidado, era suave y reconfortante, busco un buen lugar y se dispuso a descansar un poco. El sol era brillante y cálido, aunque incomodo no molestaba la vista, sus rayos le abrazaban con amabilidad, aquel calor le parecía reconfortante, y en algún punto, la imagen de un rubio sonriendo cual sol apareció por su cabeza, hizo un extraño mohín a la vez que se movía a su derecha.

Quería descansar, no había razón para pensar en el justo ahora, pero ese lugar tan cómodo, esos rayos tan cálidos y ese sol tan brillante, no hacían más que recordarle al Italiano y lo agradable que llego a resultar su compañía algunas veces. El brillo de su sonrisa y lo calido de sus palabras.

Miro el cielo, hallando un par de nubes a su alrededor.

– Se parece… –

Era curioso, el cómo sin importar a donde fuera la nube, no podía escapar del cielo.

Poco antes de caer dormido, logro escuchar un golpe, una pelota impactando contra madera, un grito de precaución y unas pisadas corriendo a su dirección, entonces, pudo dormir tranquilamente.

 

 

Su trabajo era ir por ella pero justo frente a el, la figura inconfundible de un azabache durmiendo lo hizo detenerse. Su rostro se mostraba relajado, como nunca lo había visto. Se veía tan cansado que decidió acercarse cuidadosamente dejando caer las rodillas contra el césped. Ver su rostro le era tan nostálgico, así que, corriendo el riesgo que conocía de antemano, paso sus falanges por la frente del mayor lo más lento que pudo, acomodando el flequillo para poder apreciar su rostro y ahí estaba: el agresivo y apuesto presidente del comité disciplinario. Y sincerándose con su persona, se veía mucho más atractivo ahora.

Sonrió para el mismo, dejando que varios recuerdos agradables le atacaran para luego mirar en dirección a la pelota que se suponía debía traer. Decidió que por una vez, aquel objeto circular podía esperar.

Tomo asiento a su lado sin hacer ruido, dándose el lujo de observarlo de pies a cabeza. Varias partes de su cuerpo se encontraban lastimadas pero lo encontró mejor que la última vez. Hasta ahora, ¿En cuantos problemas le han envuelto?

Sus muñecas e inclusive su cuello se veain dañados, algo tan típico en su persona. Siempre se pregunto como seria llevarse bien con ese chico. Tuvieron encuentros antiguamente pero ninguno amistoso. Meterse en problemas se había vuelto parte de su rutina diaria. Mirar su rostro era algo normal.

Ese hombre de cabello azabache brillante y fuerte presencia siempre estaba remendandolos. Se veía bien incluso cuando los golpeaba. Con cuidado acaricio su cabeza, apreciando la suavidad de su cabello ¿Siempre fue asi de agradable el tocarlo? No, nunca dejo que nadie lo tocara si no era para pelear. Asi que tocarlo resultaba aterrador.

Ahora se veía tan frágil.

– Ha pasado un tiempo, Hibari –

Aunque no podía oírlo, el quería hablar.

– ¿Qué haces aquí? ¿Dónde dejaste tu amada Nammi? –

Siguio conversando al aire. Se veía frágil, desinteresado, calmado. Y para alguien como èl que logro verlo en sus mejores años era fácil decir que había cambiado demasiado…

– ¿Por qué estas durmiendo? Aun no me has golpeado. ¿Si quiera me recuerdas? –

Y su cambio no demostraba nada bueno.

– Como fue que un día de repente… tu y mi preciada vida cotidiana desaparecieron… –


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