CAPÍTULO 5
“Juego”
—¡Dame el puto control o te lanzo por la ventana! —Youngmin vociferó apenas Kwangmin salió corriendo con el control remoto en una de sus manos.
Kwangmin, seguro de su robo, se lo situó en el pecho y movió la cabeza, negándose.
—Esto no es un juego, Kwangmin. ¿O me lo das por las buenas, o por las malas? —Amenazó esta vez, apretando los labios, consiguiendo que se formara una línea recta. En toda la mañana Kwangmin había visto la televisión y ahora era su turno, sin embargo, el pequeño mocoso se aferraba en jugar para que Youngmin lo persiguiera por todo el departamento.
Y Youngmin podía corretearlo, pero era ridículo. Absolutamente infantil. Y no lo haría, se lo prometió a sí mismo, en cambio, cuando Kwangmin rodeó la sala y entró a la cocina, su paciencia se terminó y lo siguió.
No debía corretearlo, pero ya lo hacía y se sentía un tonto. Sólo un tonto podía caer en los juegos de Kwangmin, pero de igual modo Youngmin suponía que los niños se comunicaban por medio del juego y que era buena oportunidad para Youngmin, que buscaba entender a Kwangmin y sacarlo de su problemática etapa infantil.
Kwangmin sonrió, sonrojado y comenzó a correr cuando Youngmin, ágil, utilizó su rapidez para agarrarlo y juguetear con él. Corrieron en círculos, buscando uno atacar y otro huir, y Youngmin por única vez se sintió como un niño. Jamás había jugado así con nadie y que ese día lo hiciera resultaba patético, pero al mismo tiempo divertido, emocionante.
Kwangmin era muy interesante, estuvo seguro al atraparlo y cargarlo hasta el sillón para hacerle cosquillas, cuidadosamente, pero firme.
La boca de Kwangmin se abrió en grande y rió como nunca antes, de sus ojos cafés brotaron lágrimas de alegría y su notorio arrebol lo embelleció. Youngmin detuvo los movimientos de sus dedos y lo miró por un segundo. Y Kwangmin, que le correspondió la mirada, cómplice, se acarició el blanquecino abdomen de arriba abajo, buscando tranquilizarse.
El control remoto no estaba por ningún lado, pero el juego entre ambos parecía ser más importante, una comunicación primaria muy significativa.
—¿Te crees muy listo? —Picó Youngmin, sonriendo de lado e inclinándose.
Kwangmin por instinto abrió las piernas para que Youngmin se entremetiera en ellas y lograra acorralarlo. La cabeza de Kwangmin no se movió, así como tampoco contestó a ese cuestionamiento pícaro, confianzudo.
Al tenerlo totalmente bajo su cuerpo, Youngmin se acercó un poco más, consiguiendo que Kwangmin cerrara los ojos de golpe, no con miedo, pero sí sorprendido. La proximidad era demasiado íntima y Youngmin la ocuparía para verlo de cerca, todas sus facciones.
Lo había visto antes, pero todavía se le hacía imposible que fuera su hermano; esa personita debajo de su cuerpo era diferente, un chico interesante, sorprendente y también inteligente. Al mirarlo lo veía como una nueva persona, no como su gemelo.
Tenerlo demasiado cerca le reiteró que no los unía una liga fraternal. Nada.
Para Youngmin, Kwangmin no era su hermano, no se sentía de alguna manera ligado con él, ni tampoco palpaba esa fuerza que todos o la mayoría de los hermanos gemelos tenía, no obstante, eso era mucho mejor. Youngmin no necesitaba un hermano de todos modos. Pero sabía que aunque fueran gemelos, no lo sentía como tal. Esa extraña noción no le afectaba en lo absoluto, ¿pero a Kwangmin? ¿A él le afectaría cuando se diera cuenta que Youngmin sólo lo miraba como a un sujeto interesante?
El tiempo, el espacio, el rumbo de sus vidas y sus creencias habían cambiado. Sólo eran dos desconocidos que convivían en el mismo departamento por un tiempo estimado. No había nada detrás de eso. Nada fraternal, y Youngmin dudaba que llegase a crecer un cariño de hermanos entre los dos.
Sólo faltaba esperar que el tiempo evidenciara su presentimiento.