Era la víspera de navidad: casi noche buena. El reloj marcaba las ocho en punto de la noche y en las calles todavía iban y venían un montón de personas haciendo las clásicas compras de último minuto. Las filas dentro de los centros comerciales eran largas y lentas, cajeros y empacadores no se daban abasto y terminaban confundiendo la mercancía de los compradores o dando mal el cambio; sin embargo, hasta eso pasaba desapercibido, el mal humor característico de todo el mundo se marchitaba y daba paso a simples negaciones de cabeza que se acompañaban de sonrisas. No había gritos y aunque de vez en cuando la gente se empujaba, la calidez de la navidad contrarrestaba con creces el frío de las calles de Seúl, volviendo los corazones de todo el mundo más cálidos, pacíficos y tolerantes.
Sí. Porque la navidad tenía el súper poder de curar heridas del pasado.
De volver a los enemigos hermanos.
A pesar de que la vida de Park ChanYeol estaba llena de turbulencias desde su infancia y de que, cuando a sus cinco años su alcohólico padre arruinó la maravillosa manera en que solo un niño podía esperar lleno de ilusiones la navidad; este año no se iba a dar por vencido. No. Porque esta sería la primera vez que pasaría una fecha tan maravillosa en compañía de un verdadero ser querido… su mejor amigo, aquel de quien estaba enamorado en secreto.
ChanYeol se levantó del sofá al recibir en su celular un mensaje de texto: KyungSoo le avisaba que pronto saldría del trabajo y llegaría al departamento para estar juntos. Una enorme sonrisa iluminó su rostro y corrió hasta su habitación para comenzar a envolver el enorme regalo con que sorprendería a su menor y, mientras preparaba el lazo de color dorado y el papel sin motivos pero de un impactante color rojo carmín, recordó cómo es que había llegado a ese día.
Se habían conocido hace solo cinco meses antes; era una noche lluviosa y ChanYeol vagaba por las calles como alma perdida. Sin una madre a la que recurrir y un padre metido en la cárcel por ser un asesino despiadado. Marchaba con paso firme y decidido hasta uno de los puentes que cruzaban el río a las afueras de la ciudad, dispuesto a suicidarse. Fue entonces cuando el joven universitario de cabello negro, baja estatura y semblante sereno se lo impidió, ofreciéndole por primera vez en su vida —luego de la muerte de su espléndida madre— una mano amiga. ChanYeol había dudado mucho en ese momento, pero hubo algo en su interior que lo impulso para que regresara los pies a tierra firme; tenía que aferrarse a la esperanza que un «niño» tan bonito le ofrecía… ¿Quién o qué hacia ese chico? Yeol no lo sabía y tampoco le importó, porque a pesar de que no sonreía y siempre vestía como personaje salido de película de terror, él le quería.
KyungSoo llegó al modesto apartamento que compartían solo media hora después de haber mandado el mensaje; fue el tiempo suficiente para que ChanYeol terminara de arreglar su regalo y lo escondiera perfectamente en las sombras detrás del árbol.
—Lamento la tardanza, pero el lema de la tienda es cerrar hasta que el último cliente salga.
—No importa. —ChanYeol caminó hasta él y le quitó la bolsa que cargaba—. ¿Qué has traído?
—Sopa instantánea y un bizcocho de canela.
—¡Pero qué banquete!
KyungSoo sonrió porque el castaño hablaba en serio, él no sabía ser sarcástico con esas cosas. ChanYeol corrió hasta la estufa para poner a calentar agua y preparar la sopa.
Se comieron todo lo que encontraron y brindaron con una caja de leche que ChanYeol había comprado en la mañana; luego terminaron enfrascados en una conversación bastante extraña sobre si KyungSoo debía cambiar el tono de su cabello; ChanYeol decía que el rojo era lindo y que le vendría bien, pero Soo se negaba, él amaba el negro.
El ruido de los fuegos artificiales explotando en toda la ciudad los interrumpió, avisándoles que por fin había llegado la tan ansiada navidad. ChanYeol se paró de un salto y obligó a KyungSoo a levantarse también:
—¿Recuerdas al chico que me dijiste te gustaba? —Preguntó sosteniendo las manos del más bajo con fuerza, con una amplia sonrisa adornando su rostro y los ojos chispeantes.
—Si… —La respuesta fue temblorosa.
KyungSoo ya no estaba tan seguro de que ese muchacho le gustara… ahora…
—Pues te tengo una sorpresa…
ChanYeol empujó el cuerpo de KyungSoo por detrás del árbol para que descubriera su regalo. El castaño estaba impaciente por ver la expresión de su amigo, ¿qué haría cuando notara que su regalo era nada más y nada menos que ese muchacho?
Feliz Navidad… hay un cadáver bajo el árbol.