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Días de Estocolmo. por Weyrna

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Notas del capitulo:

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Aquella situación estaba siendo muy vergonzosa, realmente vergonzosa, pero después de darme cuenta de lo que había comentado el ojirojo, solamente baje la mirada y asentí con el rostro rojo hasta las orejas, que seguramente Alek ya se habría dado cuenta. Cuando elevé mi cabeza ya pude verle con una toalla que rodeaba su cintura hacia abajo, y al ver eso suspiré aliviado. Era muy vergonzoso eso. De pronto noté como algo acariciaba mi cabeza con delicadez. 

  - No pasa nada, cuando acabe iré al salón para hablarte sobre la cena. — Dijo esbozando una sonrisa sincera.    Volví a asentir de entrecortada y me volteé para salir del cuarto de baño, para acto seguido irme directo al salón, un lugar limpio y amplio, el mejor lugar para relajarse después de algo como lo que acababa de ocurrir.    Pasaron varios minutos, diez para ser exactos, cuando un traqueteo se escuchó desde lejos.   - Bien, ¿como has estado? — Habló acercándose a mi lado.   - P-Pues bien, llegué tarde por tu culpa, pero bien. — Remarqué aquel “tu” de una manera divertida.   - Ya te he pedido perdón, vamos, debes ducharte para irnos pronto. — Estaba apunto de levantarme de mi asiento en el sofá para tres personas.   Pero algo me lo impidió, era la mano de Alek agarrando la manga de mi camisa blanca que llevaba puesta del colegio. Extrañamente pude ver como unas manos frías se acercaron a mis mejillas jalándolas levemente.   - ¿Estas bien? Te ves muy nervioso. — Bufó el mayor con una mirada preocupada.   - E-Es que no me gusta volver a la preparatoria, es muy aburrido. — Sonreí de una notable manera forzada.   - Esta bien, ve a ducharte, te espero aquí. — Suspiró sentándose con fuerza sobre el sofá negro en el que anteriormente también me sentaba.   No contesté pero caminé a paso lento hasta el baño.   Me quité la ropa escolar para una vez entrar a la bañera húmeda por haberse usado anteriormente. Tenía tanta prisa que me duché con agua fría y templada por lo que salí con el cuerpo tiritando de frío, me coloqué una vestimenta casual y formal a la vez pero mas casual que formal; una camiseta blanca con botones, un jersey de cuello rojo carmesí, una corbata de rayas rojas, azules y verdes, un pantalón algo desgastado de color y unos zapatos “Vans”, quería que se notase que soy un adolescente y no un viejo aburrido como Aleksander.   Salí con los cabellos aún sin peinar y levemente mojado por las gotas de agua que caían a causa de haberme duchado, luego de eso ande al trote hasta llegar al grandioso salón, allí estaba Alek apunto de abrir la puerta también pero su acción fue interrumpida cuando lo abrí yo en vez de él.   - Ya estoy. — Murmuré mirándole fijamente con mis ojos azules oscuros.   - Bien, ¿vamos? — Apoyó su mano izquierda en mi hombro.   Asentí como un perro faldero de esos y le seguí hasta la puerta en donde esperé para que cerrara la puerta e irme directo al coche junto a Alek que era el conductor. Durante el transcurso del camino hubo un gran silencio en el que para mi no era incomodo ya que no hay mucho de que hablar.   - Eryk, ¿te duchaste con agua fría? Te he dicho que no lo hagas, vas a coger un resfriado. — Interrumpió aquel silencio que había durado bastante tiempo.   - Tenía prisa. — Entrecerré los ojos viendo el paisaje que pasaba con rapidez.   Todo andaba tranquilo por las calles ya que hoy era un día en el que no es que se salga mucho a la calle y es mejor quedarse en casa, según dicen, hubo hay una leyenda, mejor dicho, rumor de un fantasma extraño.   - Llegamos. — Dijo Aleksander alejándome de mis pensamientos por completo.   - No me digas. — Di una leve carcajada al intentar actuar sarcástico.   - Ya veo que estas de mejor humor. — Sonrío mientras sostenía su abrigo gigante.   Entonces salí del coche, un coche bastante nuevo. Me dirigí a la entrada dando unos pasos lentos ya que mis pies se habían acostumbrado a no moverse mucho luego de estar una hora entera sentado, pero me espabilé cuando Aleksander me jaló el antebrazo para darme mas prisa.   Al llegar a la entrada que tenía pinta de ser un restaurante muy conocido se pudo percibir el aroma tan atrayente de la pizza cuando esta al horno, un aroma de los dioses en mi caso.    Continúe caminando hasta llegar a la parte de recepción en el que conversamos algo para poder pasar a una mesa disponible, en efecto es un restaurante de esos clásicos. En cuanto nos sentamos en una mesa para dos personas y nos acercaron el menú, noté como una mirada penetrante se fijaba en mi.   - Aleksander, ¿me harías el favor de no mirarme? — Continúe mirando detenidamente el menú.   - ¿Como quieres que no te mire si eres jodidamente adorable? — Contestó a la pregunta alargando aquel “adorable”.   Al oír aquellas palabras el rostro de indiferencia que tenía anteriormente se volvió rojo, como un tomate, ¡¿qué hombre diría eso a otro hombre?!   - ¡C-Cállate! — Murmuré tapando mi rubor con la carta de menú.   Solo comenzó a reír con una sonrisa burlona para colmo.   - M-Maldita sea, Aleksander, pide que la camarera venga. — Seguí aun con esa cara tan embarazosa.   Alzó su mano derecha para hacer un signo de que venga la camarera.   - ¿Habéis ya decidido? — Dedicó una sonrisa la camarera de pelo violeta, seguramente teñido.   - Uhm, quisiera pedir un ragú de ternera guisado y agua, por favor. — Contesté decidido.   - Yo una pizza margarita y vino tinto, por favor. — Dijo seguidamente de mi, Aleksander.   La camarera asintió con la misma sonrisa de cuando había llegado y se retiró de la mesa dando una ligera reverencia antes de irse.   La cena transcurrió algo mas animada ya que Aleksander me estuvo intentando molestar, pero con buenas intenciones, claro, pero lo malo es que no me dejaba soltar tonterías... ¿Por qué? El idiota se había emborrachado, y demasiado.   Tenía que llevarlo a casa en cuanto antes ya que acabaría muy mal con el vino y esas cosas que no querría hablar ahora, saqué su cartera y avise a una persona para atendernos, cuando llegó le di el dinero y nos dirigimos a la salida con la mayor rapidez posible, no me gustaría que nos echaran del restaurante, ya tenía suficiente con él.   - O~ye, Eryk, dame un beso. — Susurró en mi oído haciendo que un escalofrío recorriera por toda mi espalda.   - Déjate de bromas, hay que irnos a casa. Tienes suerte de haberme enseñado algo de conducir. — Comenté mientras sacaba las llaves del coche.   Entré al coche sentando en el asiento de conductor y Aleksander en el de co-piloto, metí las llaves en la cerradura para que el coche se ponga en marcha, tragué saliva pidiendo en mi mente que no hubiera policías a esta hora del día, a las diez no creo que haya policías, creo, ya que sólo tenía 17 años, Alek es el único legal para conducir con sus 20 años.     Con suerte en el camino a casa no hubo casi nadie por las calles, cuando divisé la casa en el que vivíamos comenzó a caer gotas de lluvia en el cristal.   - Mierda, ¿Alek? — Pregunté por él al ver que estaba totalmente dormido.   De repente noté como su cabeza rodó a mi hombro derecho, sonreí mientras buscaba el aparcamiento para aparcar y salir con Aleksander colgando su brazo sobre mi cuello hasta entrar a casa totalmente empapados.  

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