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Nuestros días en California por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hooola otra vez ♥

Subo la segunda parte de este cap, y mañana o pasado a más tardar subo el siguiente. Este fic no tendrá muchos caps, no los haré muy extensos. Quiero describir la vida en pareja de dos chicos homosexuales durante los años 70, cuando ni siquiera estaba permitido el matrimonio igualitario.

Espero que con mis ocurrencias se diviertan y puedan encariñarse con estos dos tórtolos ♥

Si la historia parece no comprenderse les dejo un resumen de la situación de ambos personajes.

Misha tardó mucho tiempo en reconocer su homosexualidad por el rechazo de su familia, y Lyod siempre fue un bisexual que poco se interesaba en el amor y sólo quería tener momentos de sexo. Por eso sus dudas y sus cavilaciones. Esto en la trama se va a ir notando, en los siguientes caps ♥

-Corre Segunda Parte...

 

*-*-*-*-*-*-*-*-* 1 *-*-*-*-*-*-*-*-*

Una Navidad problemática


*-*-*-*-*-*-*-*-*
El día de Misha Ivanov



Mañana del 23 de diciembre, año 1976

08:30 a.m.

"La nieve, cariño, la nieve... la tienes por todas partes. Está cayendo sobre los techos como si quisiera cubrir la ciudad entera. Así que, por este día, necesitamos algo de ayuda de nuestros queridos Beatles para enalzar el espíritu navideño ¡Que corra la música!"

Dio vueltas sobre la cama. Un pedazo de las mantas aún le cubría el rostro, y sus piernas buscaban estirarse para sentir un poco la frescura del invierno.

"Help, i need somebody... Help!
No just anybody... Help!
You know, i need someone... Help!"


Se levantó de un salto. La planta de sus pies sentía la textura sedosa del alfombrado. Comenzó a bailar, o al menos eso intentó, ya que al dar un par de pasos cayó de bruces al suelo. Fernando se lanzó a la carga y se apresuró a lamerle el rostro y parte del cuello.

—Buenos días, mi cosita hermosa—le tomó el hocico con ambas manos dándole varios besos sobre los bigotes
— ¿Tienes hambre, eh? Sí, siempre tienes hambre, sí...

Dejó las sábanas sobre la cama, hecha jirones, y fue a la cocina con el lazarillo de cuatro patas pisándole los talones. Llenó de trozos de carne cruda el tazo de Fernando, y lo observó cómo se devoraba con rapidez todo el contenido. Se suponía que debía darle su ración de carne con un tazón de arroz, para que le cubriera todo el mes, pero Misha siempre olvidaba cocinar el arroz. De todas formas, por más que intentara hacerlo, era un desastre en la cocina.

Con las yemas de los dedos fue tanteando la alacena. Conocía la contextura del paquete de cereales. Jaló de un golpe y desparramó el contenido por todas las baldosas. Las que logró rescatar fueron directo al tazón, el resto se las devoró Fernando. No había necesidad de limpiar.

En ese momento de la mañana, mientras estaba desayunando y miraba la puerta del baño entreabierta, aún con la toalla que había usado Lyod colgada de la manija, Misha recostaba la cabeza sobre la mesa y comenzaba a pensar.

"¿Por qué siempre se va sin despedirme?"

Las lamidas de Fernando sobre los dedos de los pies volvieron a sacarle una sonrisa.

09:30 a.m.

La Universidad de California quedaba a media hora del apartamento. Tomaba el autobus que pasaba a unas pocas cuadras. Las barredoras ya habían sacado una gran cantidad de nieve, y un sol blanquecino intentaba emerger pero no lo lograba. Había terminado el año de cursada a finales de noviembre, pero seguía yendo al intensivo de invierno, donde rendía los talleres anexados a la carrera. A mediados de enero ya estaría libre nuevamente, y podría pasar más tiempo con Lyod. Y también con el pobre Fernando que quedaba todo el día solo en el apartamento.

10:00 a.m.

Las instalaciones del campus parecían inmensas bajo la notoria capa de nieve. Algunos jardineros intentaban en vano sacar la mayor cantidad posible. Parecía que el frío jabía esfumado la vida agitada de la universidad, y ahora apenas andaban por los corredores los profesores y pocos alumnos. Misha se apresuró a ir a su aula para sentarse junto a la estufa de gas.

El profesor llegó y comenzó a dictar la clase. Con el paso de los minutos la mitad del salón quedó completa.

01:00 p.m.

El primer y segundo taller duraban alrededor de tres horas. Tenía un lapso de una hora para sentarse a comer algo en la cafetería. El bar estaba prácticamente vacío, a lo sumo se veían algunas pocas almas sorbiendo lentamente su café, ocultos bajo su camperón. Lo bueno de aquel lugar era que tenía una gran chimenea a leña y mantenía la sala bastante climatizada.

Lsa escasas personas con quien Misha se hablaba habían abandonado el campus a mediados de noviembre. El joven rubio no era muy extrovertido a la hora de hablar con sus compañeros, pero quienes lograban conocerlo siempre volvían en busca de su compañía.

El grupo de biología lo saludó al pasar. Eran un par de chicos y chicas que siempre le sonreían a todos a su paso. Misha revolvía la comida con su cuchara una vez más. Realmente no le agradaba acudir a la cafetería para beberse un plato de sopa, pero ameritando el frío que hacía era la mejor opción disponible.

02:00 p.m.

Se drigió al salón de Taller de Lenguaje. La profesora, una mujer de rostro enjuto y avanzada edad, ya estaba sentada en su escritorio, como de costumbre. Tenía el hábito de llegar media hora antes y sentarse a revisar sus papeles, pero comenzaba a dar sus clases diez minutos despues de lo previsto.

Se sentó junto al ventanal, al fondo del aula. Con el eco que proucía la voz de aquella mujer no era necesario tomar asiento en las primeras butacas. Los alumnos empezaron a acaecer con el transcurso de la jornada.

02:30 p.m.

La profesora se levantó de la butaca, estirando sus faldas negras, para dar inicio a la clase. Amagó a tomar el fibrón indeleble para marcar las anotaciones en la pizarra, pero la puerta se abrió con estrépito y un muchacho ingresó a las corridas al salón.

Los alumnos que a esas alturas se hallaban taciturnos por el constante frío y la baja calidad del humor de la docente, alzaron la cabeza con interés. El joven pelirrojo que había entrado fue a sentarse con premura. Llevaba la cazadora verde abierta a un lado y su cuaderno con varias hojas mal acomodadas. Misha se hizo a un lado cuando notó que tomaba la butaca junto a su mismo escritorio.

Por un momento creyó que era impresión suya. No obstante, al notar que varios se voltearon a mirar al muchacho y soltaban risillas disimuladas, cayó en la cuenta de que estaba en lo cierto. Ese joven no era del Taller de Lenguaje. A pesar de que la anciana ya estaba dando su cátedra, Misha se inclinó sobre éste para susurrarle:

—Mmmh... Oye...

— ¿Hum?

Apenas volteó el rostro a verlo. De perfil se le notaban lo marcadas que tenía las pecas.

—Estás... ¿Estás seguro de que este es tu clase?

Tal vez por su repentino silencioso, el muchacho se giró a verlo de frente. Las pupilas de sus ojos azules se dilataron por un momento y luego bajó la mirada. Parecía abochornado.

—Ah-ah... S-sí, supongo que...

— ¿Qué taller estabas buscando?

Se sobaba las manos de forma convulsa. Misha imaginó que debía ser muy tímido.

— ¿A qué cátedra vas?

—Y-yo... con permiso.

Sin responderle, se marchó a los trompicones de la sala, no sin recibir antes un bufido y una mala mirada de parte de la profesora.

05:00 p.m.

Al pequeño rubio le agradaba estudiar. Al haber finalizado sus estudios en Rusia tras un intensivo programa de educación domiciliaria que su padre pagaba para mantenerlo lo más posible alejado del resto de la sociedad, había finalizado la secundaria a los quince años, y no le había costado mucho trabajo ponerse al corriente de la vida universitaria. Sin embargo, el pésimo humor de la profesora del Taller de Lenguaje era estresante. Cada vez que finalizaban sus clases sentía que se quitaba un peso de encima.

Le quedaba una hora para estar en el lobby hasta su próximo taller. Normalmente solía sentarse a leer un libro en la recepción de la biblioteca, era lo mejor que podía hacer para matar el tiempo. Pero esa tarde las estufas de su amado refugio estaban en reparación, y no se lograba entrar sin correr el riesgo de morir congelado. Por lo tanto, decidió que caminar un poco por las instalaciones para entrar en calor no le haría mal.

En algún momento de la marcha comenzó a sentir una molestia en la nuca. Esa picazón extraña que se percibe cuando alguien te mira fijamente. Se volteó con disimulo para asegurarse de que estaba solo por los corredores. Sin embargo, lo vio parado en el extremo del lobby, hundido en sus propias vacilaciones, al muchacho de cabello rojizo. ¿Es que aún seguía perdido?

—Hola—lo saludó con un movimiento de la mano y se acercó hasta donde se hallaba— ¿Encontraste tu clase?

—Hum... sí, sí pude—recuperó la voz tras soltar un carraspeo— Disculpa si hoy estaba nervioso, nunca me equivoqué de clase de esa forma. Iba apurado y no me di cuenta.

—No, está bien. Las salas de esa ala son muy parecidas.

Sin darle tiempo a finalizar la oración, el joven sacó de su bolsillo una barra de caramelo con franjas rojas y blancas.

— ¿Te gustaría...?

Misha parpadeo varias veces sin comprender.

—Me llamo Austin—extendió la mano— Te vi varias veces en las clases de Física... yo voy a botánica.

—Oh, yo nunca te había visto—le correspondió el gesto con un apretón de mano— Soy M... Cherry.

Aún le costaba muchísimo adaptarse a su nuevo nombre, a pesar de llevar casi un año con esa identidad falsa. Por los muchos problemas que tenía que enfrentar con el gobierno norteamericano la mejor escapatoria era presentar una identificación alterada. Tan sólo nombrarse como Misha Ivanov podía alertar hasta el sabueso más rezagado.

—Estaba yendo hacia la oficina del secretario. Me dijeron que varios profesores se iban a ausentar porque las calles se abarrotaron de nieve. ¿Vienes conmigo?

Austin comenzó a caminar por el corredor. Misha intentó seguirle los pasos.

— ¿Ah, sí? Esta mañana las barredoras estaban haciendo un buen trabajo.

—Pues sí, pero la nieve sigue cayendo. No estoy acostumbrado a este clima. Llegué de Canadá hace un año y aún no me habituo—esbozó una sonrisa— ¿De dónde eres, Cherry?

—Hum... De Canadá también—intentó que su tono de voz fuera convincente. Las mentiras no eran su fuerte—pero viajé a EEUU desde pequeño, así que no recuerdo mucho.

—Oh—sus ojos azules soltaron un destello— Debí darme cuenta antes de que eras canadiense. Es que tienes un aire... no lo sé, a extranjero—se sintió cohíbido cuando lo miró desde la planta de los pies hasta los cabellos de la frente— Podría haber jurado que eras francés.

—Mi mamá era francesa.

—¿En serio?

El muchacho lo animó a continuar hablando con una sonrisa cortés, pero Misha permaneció en silencio. Le había dado un dato que no era falso. Si Lyod lo hubiera oído lo habría sacado a rastras de allí.

— ¿En qué año vas de Botánica?

—Estoy en el segundo. Estaba cursando la carrera en Candá pero me vine a California por un trabajo que tomó mi padre. Tú vas por el primero, ¿verdad? Te vi salir de las clases de primer año.

Misha asentó con la cabeza. Intentó reconocer su rostro o el porte de su cuerpo de algún lugar, pero por más que intentara era un completo desconocido. Era casi tan alto como Lyod, con la piel de un tono más claro y la sonrisa un poco forzada.

—No te lo tomes a mal... nunca te he visto antes.

—Soy el chico que ayudaste a encontrar el aula el primer día—contempló el rostro de Misha como si esperara algo— Era la clase 8, en la otra ala... ¿no lo recuerdas?

—Mmm... no.

El sonido de varios pasos frente a ellos los quitó de su conversación. El secretario, con la bufanda roja cubriéndole el cuello, los estaba mirando con impaciencia. Austin se adelantó a hablar.

—Varios prefectos nos dijeron que preguntáramos qué profesores van a ausentarse, señor.

—Son todos los profesores de taller. Sólo viene el rector a firmar unos papeles.


Misha no pudo ocultar un suspiro de alivio. Al fin terminaba la semana y podría regresar temprano para recibir a Lyod cuando llegara del trabajo.


05:45 p.m.

Por alguna razón Austin lo acompañó hasta la parada del autobús. Su forma de hablar fue haciéndose cada vez más llevadera y cuando quiso recordarlo ya estaba perdido en lo que le contaba. No se percató de que estaba mostrando mucho asombro cuando le describí cómo era Canadá, teniendo en cuenta que debía fingir que él conocía ese país. Sin embargo, el pelirrojo no parecía dudar de aquello y continuaba con sus historias de niño.

Los minutos comenzaron a transcurrir y ningún vehículo circulaba por las calles de California. Austin pareció notar la preocupación de Misha.

— ¿Crees que hayan suspendido la línea?

—No lo sé...

—Te puedo llevar en mi auto si no te molesta. Tomaré las rutas que no estén cubiertas de nieve.

—Oh, no te tomes la molestia...

—Para nada es molestia, en serio. ¿Queda para el lado sur?

—Si, a media hora.

—Bueno, me queda de camino—esbozó una sonrisa de oreja a oreja y tiró de su mano— Está aparcado detrás del campu. Te va a encantar. Es un Audi blanco.

—Ah, hum...

06:30 p.m.

La brújula interna de aquel muchacho no funcionaba realmente muy bien, o estaba dando vueltas en la misma cuadra de forma adrede. Con la excusa de la ventisca de nieve volvía una y otra vez sobre sus mismos pasos, aceleraba, retrocedía, y terminaba dando vueltas. Cada tanto detenía el auto y se ponía a hablar con énfasis.

Misha no estaba nervioso, aún era temprano. Si comenzaba a retrasarse sólo tenía que bajar del auto e irse caminando. Serían unos 50 minutos bajo la nieve pero valía la pena si con eso llegaba antes de las ocho al apartamento.

—Oye, estás callado. ¿Te estoy aburriendo?

—Oh... No, no es eso. Es que no quiero retrasarme.

— ¿Tus padres pueden preocuparse?—le pareció atisbar un tono conmovido en su voz— Yo puedo hablar con ellos, no...

—No, no. No vivo con mis padres, yo...—desvió la mirada hacia la ventanilla del auto.

—Hum. Tienes una novia.

—Algo así. Vivo con alguien más y quiero estar en mi casa antes de que llegue.

Volvió a encender el motor del auto con un gruñido.

—Perdona por retenerte tanto tiempo, es que... no lo sé, quería conocerte.

Misha tenía nula experiencia en cuenta a relaciones. El único amante que había logrado algomás que calentar su cama era Lyod, y no pretendía que fuera nadie más. Sin embargo, la mirada de aquel joven y su tono de voz desvelaron por completo sus verdaderas intenciones. Intentando no ser demasiado rudo, se quitó el cinturón de seguridad y amagó a bajar del auto.

—Lo lamento, no...

—No malinterpretes mi ofrecimiento de llevarte a tu apartamento. Voy a dejarte en tu casa sin problemas. De verdad.

Sus ojos azules le estaban rogando. Misha soltó un suspiro y volvió a recostarse en el asiento.

—Está bien.

—Sé que las personas como yo causan repulsión, pero creí que no lo tomarías a mal.

Conocía esa expresión. Él la había experimentado durante muchos años. Estar oculto entre las sombras, temiendo de su propia cordura, preguntando la razón de porqué no era normal... ¿a qué se le podía llamar "ser normal" realmente?

—No es por eso. No soy homofóbico.

— ¿Ah, sí?—su mirada recobró el brillo. Si lograba hacer un filtro muy profundo podría reconocer que era un joven atractivo— Supongo que te confundí un poco. No era mi intención... si me dejas invitarte a salir...

—Quiero volver a mi casa.

Finalmente pareció darse por vencido. Viró en una curva y aceleró en línea recta, rumbo a la zona sur de California.

07:30 p.m.

Tras dar muchas vueltas y evitar varios montículos de nieve, consiguió estacionar el coche a una cuadra del apartamento. Misha amagó a bajarse, pero Austin se apresuró a abrirle la puerta con el paraguas en la mano. Una débil ventisca de nieve azotaba la ciudad.

—No hace falta...

—Sólo te acompaño hasta la entrada.

En un silencio incómodo dejó que fuera tras sus pasos ¿Estaba bien dejarlo ver dónde vivía? ¿Y si no era un admirador suyo, sino un agente encubierto que estaba rastreando sus pasos? Una inquietante paranoia comenzó a apoderarse de su cuerpo. Tal vez por el tinte nervioso de su mirada, Austin le dedicó una amable sonrisa.

—Espero que mañana pases un lindo día, Cherry.

— ¿Hum?... Oh, sí. Es Noche Buena—soltó una risilla nerviosa— Tú igual.

Inconscientemente miró las luces del tercer piso. Frunció el ceño al notar que estaban encendidas ¿Había olvidado apagarlas? No sería extraño, considerando lo distraído que era.

—Pobre Fernando...

— ¿Fernando?—el muchacho ladeó la cabeza con curiosidad.

—Hum, estaba pensando en voz alta. Dejé las luces prendidas y seguramente mi perro debe estar escondido bajo la cama. No puede dormir si no es en la oscuridad.

—Debe ser una bolita de pelos—comentó Austin con tono suave.

—En realidad es un Rottweiler—añadió Misha con una sonrisa.

— ¿En serio? Amo esos perros. Mi padre tiene una granja donde cria esa raza y varios pitbull.

08:00 p.m.

Otra vez se había dejado llevar por el hilo de su conversación. Lyod debía llegar en cualquier momento.

— ¿Me dejarías verlo?

Misha parpadeó sin comprender.

—A tu Rottweiler.

—Hum...

—Sólo va a ser un momento, no voy a incomodarte.

08:05 p.m.

Las puertas del ascensor se cerraron con un zumbido ¿Era imaginación suya o había oído la voz de Lyod en el hall?

— ¿Lo llevas al veterinario?

—Hum... Sí, sí. Está vacunado. Sólo es un poco desconfiado de los desconocido. Mantente detrás de mí cuando entremos

08:08 p.m.

Entró despacio, procurando no hacer ruido. A pesar de ello, Fernando ni siquiera acudió a saludarlo. Sintió el crujir de la puerta a sus espaldas. Un par de brazos lo tomaron por detrás. Sentía la respiración tibia del joven junto a su oído.

08:09 p.m.

Esa era la voz de Lyod. Podía reconocerla perfectamente. En un intento desesperado por huir trató de alcanzar la puerta, pero el agarre del joven se profundizó, y cuando quiso voltearse ya tenía esos labios pegados a los suyos. No era desagradable. Había conocido la boca de otros hombres anteriormente. Se había acostado con desconocidos incluso ¿Por qué le molestaba tanto que lo besara ese muchacho?

Porque no era Lyod.

08:10 p.m.

Sintió como si un rayo le hubiera partido todos los huesos en ese preciso instante. Estaba ahí, de pie, a su lado. Lo estaba viendo besarse con otro hombre. Debía ser una pesadilla. Tenía que serlo.

Sus ojos verdes estaban opacos. No mostraban ningún sentimiento ¿Estás enojado, estás molesto, estás furioso? Se volteó para dirigirse al ascensor. Si se iba no volvería. Lo sabía.

—Lyod... Amor, por favor...

Apenas le salía la voz. Las cuerdas vocales morían en su garganta. Logró tomarlo del codo. Estaba tenso.

—Suéltame.

—N-no es lo que parece... hablo en serio...—comenzaba a desesperarse con la situación.

— ¡Te digo que me sueltes!

Sintio los pasos de Austin a su espalda. Tomó a Lyod por el codo y lo obligó a voltearse. Estaba tan conmocionado por lo que ocurría que no sabía si insultarlo o desatar en llanto.

— ¿Tienes algún problema con que me bese con él? Si no te gusta te puedes ir—se dirigió a Misha en tono suave— No deberías dejar que un homófobico te trate de esa manera, Cherry.

La risilla de Lyod le heló la sangre.

—Cherry—repitió en un tono bajo, que empezó a ascender progresivamente— ¿Conque ni siquiera te dijo que yo era su novio? Escúchame una cosa, imbécil—tomó la mano que lo presionaba por el hombro y de un golpe brusco lo obligó a mirar el suelo— Él es mío, ¿lo comprendes? ¡Mío!

—Lyod, por favor...

No estaba seguro de lo que Austin fuera capaz de hacer y no quería exponer a Lyod a tener una pelea con un desconocido. Tal vez algo en su mirada calmó a la bestia, y en cuanto vio que su fuerza flaqueaba se abrazó a su espalda. El pelirrojo logró escaparse como un animal asustado. Lyod fue en su persecución. Estaba ciego de la furia. Acarició sus manos. Las tenía magulladas por el golpe.

— ¡Basta, déjalo ir!

Cuando los vecinos comenzaron a alterarse introdujo a Lyod a los empujones dentro del apartamento.

—Por amor de Dios, espera y escúchame.

Lo veía dar vueltas sobre sí mismo. Estaba muy enfadado. Sus ojos eran dos hendijas entornadas.

—Ya está, él se fue—señaló hacia fuera con los brazos, alzando el tono de voz— ¡No maté a tu lindo pelirrojo, espero que estés feliz con eso!

—Estás confundiendo las cosas.

—Al menos podrías haber tenido el tacto de decirle que estás en pareja, ¿no te parece? Para no hacerme quedar como un estúpido.

— ¡Lyod!—lo tomó por el cuello de la chaqueta, acercando su rostro a pocos centímetros de distancia— Es una confusión. Él me acompañó hasta aquí y no creí que...

—¿Que yo los iba a encontrar? Te confundiste de horario, siempre llego a las ocho—esbozó una sonrisa torva.

— ¡No! No creí que me fuera a besar, no...

Con un movimiento brusco unió sus bocas. Sentía el sabor amargo y caliente de su lengua recorriéndole el paladar.

—Te parece bien dejarte besar por cualquiera.

Podría haber soportado esa frase de cualquier persona, de algún tipo con el que hubiera estado sólo una noche. Pero no viniendo de él.

— ¡N-no!

En un principio le encantaban esas miradas cargadas de lujuria que él le legaba. Cuando no le importaba ser más que momento de calor en su cama. Sin embargo, en ese momento, al notar que sólo había excitación en él, que no había ni un indicio del cariño que le mostraba a diario, su estómago se contrajo.

—Amor...

Se quitó la chaqueta de cuero de una sacudida. Procuró alejarse pero lo atrajo hacia su cuerpo jalándolo por la cintura. A través de la camisa a cuadros sentía el contacto de su vientre. Los nudos que iban formando los músculos de su pecho. Siempre era débil ante él.

—No... así no...

Con el peso de su cuerpo lo doblegaba en fuerza. Podría oponerse, golpearlo si era necesario. Pero no quería hacerlo. No a él. Lo recostó sobre el sofá con pasos torpes. Amaba su rudeza. La textura de su piel, un poco áspera y caliente. La forma de su barbilla cuando lo miraba de perfil.

Lyod se inclinó para continuar el beso. Su boca buscaba desesperadamente cubrir cada resquicio. Era un sabor agridulce que lo embriagaba. No era sólo su cuerpo, ni sus ojos. Era todo de él. Cada mínimo respirar, cada sonrisa, cada palabra. Amaba todo de su persona. Y saber eso dolía.

Si sólo era un momento, una demostración física, un deseo que moría como la flama del fuego que se consume lentamente... ¿por qué dolía?

Sintió esas manos firmes y grandes volteando sus caderas. No querías ser un insignificante recuerdo para él. Quería serlo todo.

¿Qué tanto me gusta de él? ¿Por qué él y no alguien más?

Los brazos de Lyod se aferraron a su pecho. Sentía cómo respiraba agitadamente. Su miembro húmedo y caliente ingresaba despacio, se detenía y volvía a moverse.

No importara lo mucho que lo deseara, ni las muestras de afecto que le legara, nunca sería suyo realmente.

11:20 p.m.

Compartió sus últimos momentos de lucidez con esa respiración ausente tras su espalda. Sabía por el movimiento de las sábanas que estaba ahí, a su lado, que no se marcharía. ¿Era egoísta por querer retenerlo de todas formas? ¿Era un cobarde por no ser capaz de aclarar la situación, por temor a ser ignorado y descreído?

¿Alguien como él... era real?





*-*-*-*-*-*-*-*-*
Noche Buena, 24 de diciembre, año 1976

11:30 p.m.

Esa Navidad no podrían presentarse los familiares deLyod. Era costumbre de los Owen reunirse todos los 24 para pasar esas festividades juntos. Pero ese año Karl había decidido viajar a la casa de su hermano, Joseph, y no podrían ir hasta California. Además, nulos deseos tenía de visitir a los parientes de su primo.

Por lo tanto, estaban en Vísperas de Noche Buena, sentados uno en cada extremo del sofá, sin amago siquiera de hablar, con el pobre Fernando en medio de ambos. La TV hacía zapping a la velocidad de la luz y las páginas del libro de Misha apenas se comprendían de tan rápido que las movía. El rubio murmuró algo ininteligible.

— ¿Qué?—ladró el moreno.

Se miraron un momento y corrieron la vista nuevamente. Lyod gruñó algo por lo bajo.

— ¿Qué?—repitió el rubio, alzando una ceja.

Lyod lo ignoró y continuó observando la TV.

—Zorra.

— ¡Oí eso!

Le lanzó el libro sobre la nuca. El joven soltó un quejido bajo y le devolvió el golpe con el control remoto.

— ¡Eso duele! O-oye...

La tensión fue bajando hasta convertirse en un débil sopor. Fernando soltó un aullido triste.

—Lyod.

El moreno apenas lo miró por encima del hombro. Sus ojos verdes eran filosos.

—Lo lamento—el tono de voz de Misha era un débil susurro— No quise que la situación se saliera de control. Si fuera a engañarte no sería tan tonto como para traerlo al apartamento... además, no tengo necesidad de hacer eso, tú... tú...—se lamió los labios para no comenzar a llorar. Odiaba mostrasre indefenso frente a él— Tú eres todo lo que necesito.

Como si ignorara por completo sus palabras, se cruzó de hombros y le esquivó la vista.

—Son puras cursilerías.

— ¡No desestimes mis disculpas!

Se lanzó sobre sus hombros para comenzar a desordenarle el cabello, algo que Lyod siempre había detestado. En un principio el moreno soltaba gruñidos de molestia, hasta que finalmente desató en carcajadas, y con un movimiento ágil tumbó a Misha sobre el sofá, para comenzar a hacerle cosquilas en la barriga; justo en su punto débil.

—Ahora tú escúchame—lo asió de los hombros. Sus ojos verdes lo contemplaban fijamente— No vuelvas a hacer eso. Apenas sales antes de la universidad y me llamas al trabajo, no importa la hora que sea. Si es posible te vas hasta allá.

—Pero son como cinco horas de viaje...

—Mentiroso—tiró de la punta de su pequeña nariz— Son tres horas como mucho. Sino llamas a alguna de mis hermanas para que vengan a hacerte compañía. Pero no te vuelves a quedar solo. ¿Qué tal si ese tipo terminaba secuestrándote o algo así?

Misha puso los ojos en blanco.

—Sé defenderme solo.

—Ni siquiera supiste esquivar un beso, no me vengas con esas boberías.

—Mmmm....—hizo un mohín frunciendo los labios.

—No, no me pongas esa cara. La próxima vez no voy a reaccionar tan bien.

— ¡No va a ver una próxima vez!

— ¿Ah, no?

— ¡No, no, no!

Acercó su boca y le robó un beso. Movía los labios despaciosamente, mientras le acariciaba los mechones rubios que bailaban cerca de su cuello.

—Está bien.

*-*-*-*-*-*-*-*-*
Navidad, 25 de diciembre, año 1976

00:00 a.m.

Se acurrucó sobre su pecho, en el hueco que se formaba entre su hombro y el cuello. El contacto de sus manos entre las hebras del cabello le provocaban cosquillas. En la penumbra del cuarto podía percibirel brillo de sus ojos esmeraldas, que se entornaban levemente.

Lyod acercó su boca al rostro de Misha. Despedía un perfume a vainilla que lo embriagaba. Sus pupilas marrones tiritaban en la oscuridad, amenazando con cerrarse.

—Feliz Navidad.

Notas finales:

Ojalá les haya gustado ♥ Si les interesó el personaje de Austin puedo hacerlo aparecer un poco más, pero siempre será el secundario :3 Jajajaja

Desde que uní a estos dos personajes no soporto verlos peleados ♥

Le mando un abrazo a Nuze, Ryu, Romi (mi escorpiana favorita) y a Marta si leen esto :3 Gracias al apoyo de todas las lectoras de mis otros fics me he animado a hacer esta tirada de caps ♥

¡Muchos besos y saludos! ¡Nos estamos viendo! ♥


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