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No lo digas... Esperemos a estar juntos. por TheFifthPhase

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Felicidad. Eso pacía ser lo que Sakkaku había olvidado durante esos meses de otoño, que para el habían pasado demasiado rápido como para asimilar todo lo que vivió durante pocos días. Mientras todos decían que la adolescencia era una etapa complicada en la vida de una persona, el, empezaba a descubrir que esa afirmación era demasiado cierta.

Los días iban pasando, y en su mente todo iba adoptando un tono grisáceo, dejando ir cualquier colorida emoción que antes hubiera podido haber. El pesimismo había predominado a lo largo de su vida, pero ahora más que nunca, este se hacía notar, y poco a poco se iba apoderando de todo pensamiento de Sakkaku.

Este se levantaba cada mañana sin ganas ni siquiera de abrir los ojos, viéndose atrapado en la rutina de cualquier estudiante. Los días pasaban lentos, apagados. Las sonrisas, al igual que las hojas de los arboles, iban menguando poco a poco, hasta verse todas en el suelo, siendo pisoteadas por un mar de gente indiferente.

Ese tono grisáceo se fue oscureciendo. En la mente de Sakkaku era cada vez más difícil vislumbrar algún rincón de claridad, mientras lentamente todo se cubría con una espesa niebla tan tediosa y monótona. Incluso familiar. Debió ser esa espesa niebla la que taponó sus ojos, que ante su asombro, eran incapaces de dejar escapar ni una sola lágrima. Sakkaku no entendía como era eso posible. No encontraba explicación al hecho de que ni en la época más triste que recordaba no era capaz de llorar una gota.

Los días pasaban. Ya no quedaban hojas en los árboles ni sonrisas en sus labios. Las nubes que cubrían sus cristalinos ojos se negaban a dejar caer esa pesada y concentrada lluvia que se seguía conteniendo. El frío llego pronto, aunque a Sakkaku le pareció que este llegó a su vida mucho antes que a ninguna otra parte.

El siempre fue un chico de apariencia seria. Los demás le veían como alguien inmerso en su propia mente que no prestaba atención al mundo exterior, en cambio, sus amigos más cercanos eran los únicos que conocían su faceta extrovertida y alegre, que solo muy pocos tenían la posibilidad de ver. Aunque su característica más destacable era la frialdad que mostraba en ciertos momentos. Una coraza del más duro hielo cubría sus sentimientos, que siempre ocultaba a los demás. Nunca mostró debilidad ni miedo. Nunca habló de ese oscuro tono que ahora cubría su mente. Pero sobre todo nunca tuvo la necesidad de hacerlo, ya que siempre opinó que los problemas son responsabilidad de cada uno, y nadie más tiene que verse obligado a llevar la carga que estos suponen, por tanto su día a día estaba cubierto de sonrisas fingidas, que despreocupadamente susurraban un “Estoy bien”.

Llegó el día en el que las nubes siguieron sin dejar caer su carga, aunque esa condensada oscuridad que llevaba tanto tiempo dentro de el tomó forma de gotas de amargura que brotaron de otra parte.

Miedo, rechazo y vergüenza fueron expuestos ante los ojos de Sakkaku en forma de lagrimas rojizas que parecían multiplicarse bajo un color metalizado. Lágrimas que cubrieron su tristeza con una cálida pero quebradiza sensación de alivio, y que fueron escondidas para el resto del mundo bajo sus mangas.


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